Cuando el Tu-22M "Backfire" entró en servicio en la Unión Soviética a principios de la década de 1980, lo único más ruidoso que sus motores Kuznetsov fue el revuelo que causó en los círculos militares occidentales. Moscú sostenía que era un bombardero de teatro de operaciones con un alcance inferior a 2000 km; los analistas occidentales señalaban su autonomía de 6000 km sin repostar y la curiosa historia de las sondas de reabastecimiento en vuelo, que se añadían y luego se retiraban. El debate se convirtió en un importante quebradero de cabeza durante las tensas negociaciones SALT. 1/2
En la práctica, el Tu-22M demostró ser menos una amenaza directa para el territorio continental de Estados Unidos que un sistema de armas altamente flexible: como bombardero multidireccional y avión antibuque, un destructor de portaaviones. Con una velocidad máxima de Mach 1,88 y la capacidad de transportar misiles de largo alcance como el AS-4 Kitchen, con un alcance de 600 km, además de opciones para reabastecimiento en vuelo o despliegue en ruta, el Backfire podía proyectar una potencia muy superior a su peso como bombardero de teatro de operaciones. 2/2
Tweet adicional: A finales de septiembre de 1982, el Tu-22M reveló su verdadera naturaleza cuando ocho bombarderos Backfire, procedentes de bases soviéticas del Lejano Oriente, realizaron simulacros de ataque contra el USS Enterprise (CVN-65) y el USS Midway (CV-41) cerca de las Aleutianas. Según los informes, los bombarderos soviéticos se acercaron a menos de 200 km de los grupos de ataque y «lanzaron» misiles simulados desde distancias de seguridad. El ejercicio demostró cómo los soviéticos pretendían emplear este bombardero de teatro de operaciones en ataques marítimos de largo alcance e impulsó a la Armada estadounidense a replantearse sus doctrinas de defensa aérea de grupos de portaaviones.