# **Los vuelos del MiG-25RB sobre Israel: las Misiones de Reconocimiento del Destacamento Soviético en Egipto** A comienzos de la década de 1970, en pleno auge de la rivalidad árabe-israelí, la...
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Los vuelos del MiG-25RB sobre Israel: las Misiones de Reconocimiento del Destacamento Soviético en Egipto
A comienzos de la década de 1970, en pleno auge de la rivalidad árabe-israelí, la Unión Soviética ejecutó una de las operaciones de reconocimiento aéreo más audaces de toda la Guerra Fría. No existió un nombre oficial para estas misiones —la URSS nunca publicó un código operativo—, pero históricamente se conocen como los vuelos de reconocimiento del destacamento soviético en Egipto, protagonizados por los MiG-25RB Foxbat desde bases egipcias directamente sobre el territorio israelí.
Estas incursiones se realizaron con un secretismo absoluto: ni siquiera muchos oficiales egipcios tenían acceso al área donde se estacionaban los aviones. Todo el proceso, desde el mantenimiento hasta la planificación de vuelo, era llevado exclusivamente por personal soviético, lo que demuestra la importancia crítica de la operación para Moscú.
El destacamento soviético se instaló en Cairo West Air Base entre 1971 y 1974. Los pilotos, técnicos y analistas eran todos soviéticos; Egipto solamente facilitaba el territorio y la cobertura política. El objetivo era doble: obtener información de inteligencia de altísimo valor sobre las defensas israelíes, y demostrar la capacidad real del nuevo Foxbat, un avión que Occidente aún no entendía del todo. En la práctica, el MiG-25RB demostró ser una joya tecnológica soviética, un aparato único y superior para su época, capaz de burlar cualquier sistema de defensa existente, desde interceptores hasta misiles tierra-aire.
Los soviéticos sabían que el Foxbat era más que un simple avión: era un símbolo de prestigio, un mensaje directo a Washington y Tel Aviv de que la URSS podía penetrar incluso los cielos mejor defendidos del mundo. Cada vuelo representaba una enorme presión política y técnica, pero también una oportunidad para probar el verdadero potencial del diseño.
Los MiG-25RB volaban a altitudes que oscilaban entre 17 y 23 kilómetros (56 000 a 75 000 pies), donde el aire es casi inexistente y solo unos pocos aparatos en el mundo podían operar. A esa altura aceleraban hasta Mach 2.5, e incluso Mach 3.2 en una ocasión documentada, aunque eso dañara los motores Tumanski R-15BD-300. Para los radares israelíes, aquellos puntos a velocidad extrema parecían casi misiles; para sus interceptores, un objetivo imposible.
La cabina del Foxbat en esas condiciones era un infierno tecnológico: temperaturas extremas, vibraciones constantes y un margen de error prácticamente nulo. A pesar de ello, los pilotos soviéticos completaban sus rutas con precisión quirúrgica, atravesando el territorio israelí de norte a sur en cuestión de minutos, capturando una cantidad masiva de datos.
Israel reaccionó de inmediato al detectar los vuelos. Se lanzaron F-4E Phantom armados con misiles AIM-7 Sparrow, coordinados con baterías de defensa aérea HAWK situadas en varias bases. Sin embargo, ningún misil consiguió alcanzar a los MiG-25RB: perdían energía a gran altura, no lograban cerrar distancia, o simplemente no podían igualar la velocidad del Foxbat. Para los pilotos soviéticos, las alarmas de radar israelí sonaban sin cesar… pero nunca se traducían en una amenaza real.
Los informes soviéticos posteriores describen cómo los pilotos escuchaban múltiples señales de guiado, detectaban cierres de radar y observaban en sus indicadores intentos de lanzamiento. Aun así, mantenían la ruta y la velocidad sin necesidad de maniobras evasivas, conscientes de que en esa capa de la atmósfera el MiG-25 era absolutamente intocable.
Los vuelos de estas misiones proporcionaron a Moscú fotografías de altísima resolución de bases aéreas, depósitos, sistemas de misiles, movimientos de tropas y centros estratégicos de Israel. Esa información fue compartida con Egipto y Siria y se considera uno de los elementos que mejoró la preparación árabe antes de la Guerra del Yom Kipur en 1973.
Además de la información visual, los Foxbat recopilaban datos electrónicos: frecuencias de radar, patrones de despliegue, reacciones de alerta y tiempos de respuesta israelíes. Todo ello brindó a la URSS una comprensión profunda del sistema defensivo israelí en un momento clave de la geopolítica regional.
Durante esos años, el MiG-25RB se convirtió en un símbolo de la brecha tecnológica temporal entre Oriente y Occidente en materia de altitud y velocidad extremas. Mientras que EE.UU. contaba con el SR-71 en su propio entorno estratégico, Israel no tenía ningún sistema capaz de detener a los Foxbat soviéticos.
El impacto psicológico fue enorme: la mera presencia del MiG-25 en el teatro de operaciones obligó a Israel a replantear su estrategia de defensa aérea, acelerando la necesidad de nuevos interceptores y misiles de mayor rendimiento. Era una demostración palpable de que la supremacía aérea podía ser desafiada.
Al final, estas misiones concluyeron en 1974. Nunca se derribó un MiG-25RB en esas operaciones; todos regresaron a sus bases con éxito. Para los analistas militares, aquellos vuelos demostraron la importancia del reconocimiento estratégico y dejaron claro que, al menos durante un tiempo, el cielo sobre Israel podía ser atravesado por la aviación soviética sin oposición efectiva.
Incluso décadas después, los veteranos soviéticos que participaron en la misión recuerdan aquellos años como uno de los momentos más intensos de su carrera: una combinación de riesgo extremo, orgullo tecnológico y rivalidad geopolítica. Y aunque gran parte de los archivos siguen clasificados, la historia ya ha dejado claro que estos vuelos marcaron un antes y un después en la guerra aérea moderna.