GESTA DE MALVINAS
A las 15:30 horas despegó desde Comodoro Rivadavia un imponente C-130 (PATO), llevando en su bodega un cañón de 155 mm, proyectiles, suero entre otras cosas, con destino a la Base Aérea Militar Malvinas. Era el mismo que, desde hacía dos días intentaba cruzar y que, por distintas causas tácticas no lo había logrado.
Siete tripulantes argentinos que realizaban el cruce más peligroso, quizás, pues ya la pista estaba a la vista de las tropas británicas y su artillería, en cualquier momento, la alcanzaría.
Además el enemigo -ya muy molesto por estas afrentas que le hacía la Fuerza Aérea- estaba decidido a emplear todos los medios para terminar de una vez con estas demostraciones que en nada correspondían a su prestigio
Mientras se aproximaban rasante, peinando las olas, transcurrió la tarde, el anochecer y llegó la noche, lo que les daba algo de seguridad: el enemigo solo los podría detectar con medios electrónicos, excepto cuando estuvieran expuestos a la vista, aterrizados en la pista de Malvinas.
Mientras se encontraba en tierra su Comandante de Aeronave un joven de 35 años, capitán Víctor Hugo Borchert era quien tomaba las grandes decisiones. Subordinado técnica y funcionalmente a él se encontraba su navegador, comodoro Roberto Mela de 48 años. Así son las reglas operativas de los tripulantes de transporte.
El comodoro sólo hacía valer su jerarquía militar para exigir su puesto en el combate. Tuvo la inmensa dicha de tripular -como navegador - el C-130 en la primera misión de esa Batalla el 2 de abril, y en está, que sería la última del sistema y sobrevivir.