Suboficial 1º enfermero Angel Quiroga / BIM 5:
“Yo era encargado del puesto principal de Socorro, como enfermero. Mi trabajo era auxiliar a cada herido. Buscarlo, traerlo, curarlo y evacuarlo. Para lograr mayor protección, habíamos cavado pozos donde instalábamos a los heridos: era la única manera de salvarlos del continuo bombardeo de los ingleses. En el puesto éramos doce: entre ellos los suboficiales Víctor Palavecino, Miguel Arias y yo; todos del BIM 5. Desde el primero de mayo –cuando tuvimos un muerto y siete heridos-, el trabajo de enfermería fue permanente, así como el del médico, doctor Ferrario, y los dos odontólogos, tenientes Suárez y Méndez. Lo que realmente creaba miedo y zozobra era el bombardeo incesante, que también causó víctimas. Los ingleses bombardeaban todo, no hubo respeto por la Cruz Roja del BIM 5. Tres veces tuvimos que trasladar las carpas con la Cruz Roja identificatoria bien grande y visible. Así y todo, una bomba cayó sobre una de esas carpas de auxilio y despedazó todo. Nos salvamos porque no estábamos adentro. Nosotros estábamos detrás de un cerro, al pie de Longdon, pero no nos quedábamos quietos. Actuábamos ni bien nos llamaban por radio, y a veces en pleno combate, entre las balas y las bombas. Sí, desgraciadamente, me tocó atender a heridos que se nos fueron. Las heridas más comunes eran causadas por esquirlas, en la cara, los brazos, las piernas. El caso que más me conmovió, del batallón, de antes de la guerra. Uno de esos conscriptos con quien uno se encariña, ¿vio? Bueno: me aviasron que había sido herido. Yo fui a socorrerlo…Cuando llegué…estaba muerto…Dios mío. Se llamaba Ramírez…”
(Del relato del suboficial 1º enfermero Angel Quiroga).
Posteado por Eternauta
“Yo era encargado del puesto principal de Socorro, como enfermero. Mi trabajo era auxiliar a cada herido. Buscarlo, traerlo, curarlo y evacuarlo. Para lograr mayor protección, habíamos cavado pozos donde instalábamos a los heridos: era la única manera de salvarlos del continuo bombardeo de los ingleses. En el puesto éramos doce: entre ellos los suboficiales Víctor Palavecino, Miguel Arias y yo; todos del BIM 5. Desde el primero de mayo –cuando tuvimos un muerto y siete heridos-, el trabajo de enfermería fue permanente, así como el del médico, doctor Ferrario, y los dos odontólogos, tenientes Suárez y Méndez. Lo que realmente creaba miedo y zozobra era el bombardeo incesante, que también causó víctimas. Los ingleses bombardeaban todo, no hubo respeto por la Cruz Roja del BIM 5. Tres veces tuvimos que trasladar las carpas con la Cruz Roja identificatoria bien grande y visible. Así y todo, una bomba cayó sobre una de esas carpas de auxilio y despedazó todo. Nos salvamos porque no estábamos adentro. Nosotros estábamos detrás de un cerro, al pie de Longdon, pero no nos quedábamos quietos. Actuábamos ni bien nos llamaban por radio, y a veces en pleno combate, entre las balas y las bombas. Sí, desgraciadamente, me tocó atender a heridos que se nos fueron. Las heridas más comunes eran causadas por esquirlas, en la cara, los brazos, las piernas. El caso que más me conmovió, del batallón, de antes de la guerra. Uno de esos conscriptos con quien uno se encariña, ¿vio? Bueno: me aviasron que había sido herido. Yo fui a socorrerlo…Cuando llegué…estaba muerto…Dios mío. Se llamaba Ramírez…”
(Del relato del suboficial 1º enfermero Angel Quiroga).
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