Existe las anécdotas de los tripulantes de los acorazado ARA Rivadavia y ARA Moreno, que cuando las condiciones de Mar eran malas, por orgullo de capitanes en vez de buscar acercarse a la costa navegaban bancandose las malas condiciones de mar, y aunque los acorazados eran bestias la tripulación no la pasaba bien.
Hasta donde llega mi conocimiento, no es ningún orgullo, sino que es mejor alejarse de las costas cuando el mar esta embravecido. El oleaje es más predecible y armonioso aguas adentro.
No por casualidad, Japón y Estados Unidos tienen como práctica hacerse a la mar en menos de dos horas ante amenazas de ciclones, maremotos y cualquier tormenta significativa. Deben alejarse lo más que puedan de las costas.
Se dice que uno de los problemas de muchos cruceros turísticos es que como la prioridad está puesta en el entretenimiento del público y proporcionarles las mejores vistas, finalmente terminan navegando demasiado cerca de las costas y eso acrecienta el riesgo de movimientos indeseados. Muchos ferris carecen de esas preocupaciones.
Más allá de ello, un detalle que me contó un veterano es que los buques tratan de alcanzar velocidades donde el buque pueda apoyarse sobre las crestas de las olas, si la memoria no me falla. Los buques son largos y a lo largo de su extensión atraviesan varias crestas y mesetas de múltiples olas y deben tenerlo en cuenta al definir la velocidad de navegación.
Demasiado rápido o demasiado lento puede conducir a que la navegación sea no sólo mucho menos agradable, sino que también aparejar el rechinar del buque. Tal parece, en viejos buques el esfuerzo de torsión podían amenazar la misma estructura y conducir a fallas catastróficas. Por lo que entiendo, definir la velocidad optima según las condiciones del mar, al menos antiguamente, era un arte que se adquiría con mucha práctica.
Finalmente, no perder de vista que la ciencia y tecnología también avanza en el diseño de los cascos. Para los estándares actuales, seguramente los antiguos acorazados no contaban con el mejor desempeño hidrodinámico.
En cuanto al pasar de las tripulaciones. En general, las condiciones de vida eran malas a malísimas. El marino que conocí era veterano de cruceros y destructores argentinos veteranos de la Segunda Guerra Mundial y la vida no era nada feliz. Mucho vaivén. Maloliente. Ruidosos. Permanentes averías de ventanas y otros accesorios. La vida era dura, por no decir penosa.
Buques de construcción super rápida que aspiraban a una única misión descartable, no disfrutaban de los diseños más cuidados. Más bien al contrario.
Lo extraordinario es que terminarán sirviendo durante décadas.