Personal Argentino en zona de combate

1/B/RI 7
jefe, el subteniente Juan Domingo Baldini (+)
S/C Jorge Altieri (H)

S/C GRILLO, Anibal Horacio (H)
S/C Fernández Brito (H)
cabo 1ero DIAZ, Remigio Geronimo - J Gpo Apy


Con los misiles Cobra Sec ATAN (Longdon) (Ca Cdo)
S/C Darío González

con aportes de Willypicapiedra




RI7

S/C Eduardo R. Roperto ----- apuntador mag – A/RI7​

s/c JARA, Marcelo Braulio – A/RI7

s/c Eduardo Gasparini ------- 2/c/RI7 - FAP​

 
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Personal de la B/RI12 que no va a Darwin

s/c Julio Romero (H 23/5, harrier), se queda en Monte Kent y muere en monte Harriet el 12 de junio.

s/c Jorge Aguilera, conductor motorista



El personal de la B/RI12 que no va a Darwin queda en Monte Kent, después se repliegan a Monte Harriet (destacándose el cabo BARUZZO). Finalmente los que quedan se repliegan a Monte Tumbledown, entre ellos el subteniente celestino Monsterin y se destaco el soldado Ramón Garcia (+).
 
RI 4



Cabo Marcelino Gomez

S/C Martiniano Gomez apuntador MAG 3/B/RI4 (+)

S/C Antonio Funes Ayudante de apuntador MAG 3/B/RI4 (H mano)

S/C Osvaldo Salto Abastecedor y tirador 3/B/RI4



S/C Teodoro Flores MAG 3/B/RI4

S/C Olibare MAG 3/B/RI4



Sargento Solis (H brazo)


3/B/RI 4

Cabo Oscar Nicolas Odorcic

-----S/C Páez Celso (+)

-----S/C Acuña José

-----S/C Ledesma Roberto (+)

-----S/C Ramírez Raúl
 
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3/B/RI7

Jefe teniente primero Neirotti



El R I 7 se encuentra emplazado cubriendo el oeste, noroeste y norte de la primera línea de la posición defensiva, entre las alturas de Monte Longdon y Wireless Ridge hacia el norte. El subsector PLATA 2 (Monte Longdon) según se encuentra organizado constituye un punto fuerte para ejecutar su defensa en los 360º, con esfuerzo principal hacia el oeste. El dispositivo es el siguiente:

Jefe del subsector: Mayor Carlos Carrizo Salvadores (2do Jefe RI 7)

Oficial Ejecutivo: Capitán Eduardo López (J Ca B y Escalón Logístico)

1ra Sección/B (Subteniente Juan Baldini) con frente al oeste

2da Sección/B (Sargento Primero Raul González) con frente al norte

3ra Sección/B (Teniente Primero Enrique Neirotti) con frente al sur

1ra Sección/Ca Ing 10 (Teniente Hugo Quiroga) con frente al este (Reserva)

Grupo Mortero Pesados (2 piezas) (Sargento Primero Pedro Lopez) en el centro del dispositivo



Cabo Primero Ríos 1/B/RI7
Cabo primero JUAREZ, Horaldo Oscar A/RI/7
 
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La guerra submarina en Malvinas: el día que los ingleses quisieron “cazar y destruir” el ARA San Luis​

Losa 36 hombres de la nave argentina vivieron las horas más tensas y difíciles cuando fragatas y helicópteros británicos lo buscaron para hundirlo. El contacto en los sonares, el torpedo que lanzó el San Luis contra la Brilliant y la orden del comandante Woodward: “Encuéntrelo y tráigame su sombrero”​


PorMariano Sciaroni
7 Abr, 2022

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El submarino ARA San Luis en superficie.
El submarino ARA San Luis en superficie.
Domingo de Pascua, 11 de abril de 1982. En la Base Naval Mar del Plata, el submarino ARA San Luis aprovechaba la oscuridad y un banco de niebla para deslizarse hacia mar abierto y poner proa hacia la guerra.
El submarino, aun cuando era un buque moderno, arrastraba algunas falencias y problemas, que se agravarían pocos días después, al quedar fuera de servicio la computadora de control tiro que automatiza el cálculo tiro de torpedos, entre otras cosas.

Lo mejor que tenía el ARA San Luis eran sus 36 hombres. Si bien en algunos puestos faltaba experiencia, en ninguno faltaba dedicación y valor. Estos grandes hombres, además, estaban al comando de un indiscutido líder: el Capitán de Fragata Fernando María Azcueta.
Si bien se habían extremado las medidas de seguridad y la partida había sucedido en un momento de escasa visibilidad, los movimientos del ARA San Luis no eran un secreto para las fuerzas británicas que se acercaban a Malvinas.
Conocían perfectamente cuando zarparía y, pocos días después, tomarían conocimiento hacia dónde se dirigía: al área MARIA, una zona de patrullaje al norte de las islas Malvinas.
Posiblemente el dato haya venido de los espías del CGHQ (el Government Communications Headquarters o Sede de Comunicaciones del Gobierno) en los suburbios de Cheltenham, Inglaterra, que había descifrado las claves argentinas con la ayuda del NSA (National Security Agency) de los Estados Unidos.
Las cifradoras Crypto AG de la Armada Argentina, realmente, estaban todas “pinchadas” por los servicios de inteligencia y, por tanto, cada comunicación secreta era leída sin mayores problemas. Pero nadie lo conocía entonces.
A su vez, la comunicación podría haber sido captada por algunas de las estaciones de escucha terrestres (Ascensión, Chile o incluso, según el rumor, dentro de la embajada de los Estados Unidos en Buenos Aires), por el buque “antártico” HMS Endurance, o por un satélite estadounidense conocido con su nombre clave Vortex (era el tercero de la serie), cuya misión original era interceptar comunicaciones estratégicas de las fuerzas armadas soviéticas.
Con esos datos, se planeó destruir al San Luis antes de que se acerque a las islas, ordenándose al submarino nuclear HMS Spartan que lo encuentre y lo hunda. Esa era la tarea primaria para la cual estos submarinos “Cazadores – Asesinos” (“Hunter-Killer”) habían sido concebidos: destruir otros submarinos. Pero no lo logró. El San Luis logró escabullirse.
[IMG alt="El Capitán Fernando María Azcueta habla a sus hombres. La barba denota que el submarino
tenía ya muchos días en el mar."]https://cloudfront-us-east-1.images.arcpublishing.com/infobae/AKNICERUDRGCVP7JPXZ6XPY75M.jpg[/IMG]El Capitán Fernando María Azcueta habla a sus hombres. La barba denota que el submarino tenía ya muchos días en el mar.
Dos días después, el 1 de mayo, el San Luis estaba a navegando sumergido a muy poca velocidad, encontrándose casi en el centro del Área MARIA. Desde hacía varias horas navegaba con rumbo Este Sur Este, encontrándose su tripulación alerta a lo que pudiera ocurrir.
A las 7:55, el Teniente de Fragata Alejando Maegli estaba de guardia en el submarino, cuando desde el sonar se le informó: “Señor, tengo un contacto”. El San Luis se preparaba para la acción.
Había un “rumor lejano” en el radar, provenía del azimut 079 y fue clasificado como un helicóptero. Muy poco tiempo después, en un rumbo similar, se comenzaron a captar emisiones de sonar, los famosos “ping” de las películas.
Todo era tensión dentro del San Luis.
A las 9:40 apareció otro contacto y comenzó a seguírselo. Posteriormente, utilizando el audio del sistema, fue clasificado como una fragata tipo 21 o tipo 22. El buque se estimó estaba utilizando un sonar del Tipo 184, al cual los marinos argentinos no eran extraños, en tanto los destructores ARA Hércules y ARA Santísima Trinidad poseían equipos similares. Se apreció que el buque navegaba a 18 nudos. Asimismo, desde distintos rumbos, se detectaban otras emisiones de sonar.
Había mucha actividad allí afuera.
El comandante, entonces, ordenó acercarse al blanco, aumentando la velocidad temporalmente para acortar las distancias. Trataría de destruirlo utilizando uno de los torpedos alemanes (inteligentes) SST-4 que llevaba.
La fragata Tipo 22 HMS Brilliant.
La fragata Tipo 22 HMS Brilliant.
Azcueta y su dotación, con esta actitud, entraron por la puerta grande al selecto número de héroes militares de nuestra nación: en un buque con problemas, en aguas de poca profundidad, decidieron ir en busca de los peores enemigos de los submarinos, las fragatas y los helicópteros. No rehuyeron el combate, sino que, aún sabiendo que posiblemente no salieron vivos, se metieron en la boca del lobo.
Cuando Azcueta estimó que podía darle al buque enemigo, expuso por segundos el periscopio de ataque, pero vio absolutamente nada porque había una bruma que dejaba una visión borrosa.
Como explica el comandante del submarino:
“Sólo expuse periscopio una vez, por muy breve tiempo, durante la aproximación previa al lanzamiento. Una mirada sin detectar blanco. Fui muy conservador con el periscopio debido a que la superficie del mar estaba como un lago (Mar 0), las peores condiciones para exponer apéndices. No vi el blanco, pero el alto valor de la velocidad de variación de la marcación (3 grados por minuto) me llevo a la conclusión de que estaba, con comodidad, dentro del alcance del torpedo. En ningún momento emití con sonar activo, eso hubiera delatado mi posición”.
A las 10:05, cuando se estimó que el objetivo se encontraba a una distancia apenas inferior a 9.500 yardas (unos 8,7 km), ordenó lanzar un torpedo SST-4 en forma manual y en emergencia (la única forma posible, en tanto la computadora de tiro continuaba rota). En ese momento, el submarino se encontraba a 30 metros de profundidad, con un rumbo 040° y un azimut al blanco de 015°.
Azcueta explicó en el Diario de Guerra el motivo de un lanzamiento a tal distancia:
“Este lanzamiento con distancia grande lo decido considerando que… la corrida del torpedo se reducirá considerablemente (dado que el blanco y el submarino se acercaban) y que dada la proximidad del helicóptero será necesario iniciar maniobras evasivas en cualquier momento”.
Para facilitar el guiado del torpedo, el Capitán Azcueta ordenó entonces detener las máquinas (el submarino tenía una velocidad de 4 nudos). Cuando el torpedo se alejaba, el silencio dentro y fuera del San Luis era total.
[IMG alt="El Cabo Primero José Claudio Tureo (izquierda) sentado frente a la (rota) computadora de
control tiro y el Cabo Primero Oscar Alberto Serrano frente a la consola del sonar pasivo Atlas
AN-525 A6, durante las operaciones de combate de 1982."]https://cloudfront-us-east-1.images.arcpublishing.com/infobae/QC3YF2KNDFBP3IBD7GFXXPCMZM.jpg[/IMG]El Cabo Primero José Claudio Tureo (izquierda) sentado frente a la (rota) computadora de control tiro y el Cabo Primero Oscar Alberto Serrano frente a la consola del sonar pasivo Atlas AN-525 A6, durante las operaciones de combate de 1982.
A los dos minutos, Fernando Azcueta se dio cuenta que el blanco se había movido y ordenó que se corrija suavemente la trayectoria del torpedo hacia su derecha. El torpedo recibió la orden pero, instantes después, desde la computadora de tiro se recibió la señal de “cable cortado”. El equipo de sonar también corroboró esta información, al indicar que se escuchaba un “golpeteo sobre el casco”.
Ello no implica que el torpedo se pierda ya que a partir de allí sigue su camino programado (que es el que puede modificar el submarino con el cable de guiado) y, al llegar a destino, empieza a utilizar su propio sonar para el ataque final, como explicaba el entonces Teniente de Navío Ricardo Alessandrini, Jefe de Armamento del submarino:
“El torpedo tiene un sonar en la proa… no quiere decir que se corte la comunicación del mismo con el submarino y éste se pierda. Si el cálculo está bien hecho, el torpedo tiene que ir igualmente sobre el blanco y los datos a nosotros nos daban bien, pero pudo haber habido mil factores. Lo real y concreto es que no hubo explosión”.
Exactamente, luego de pasados 44 minutos, corrida máxima esperable del torpedo, no existió ninguna explosión.
El problema de los cables de guiado persiguió a los lanzamientos del San Luis y, también, los lanzamientos de práctica de su gemelo el ARA Salta durante el conflicto. Estudios de postguerra determinaron que “el torpedo debe abandonar el tubo con una orden de profundidad igual o mayor que la profundidad de quilla del submarino. Es que, de salir con una profundidad menor, el buque monte el cable y lo corta”. Sin embargo, como en el tiro en situación de guiado de emergencia (como realizó el San Luis) el torpedo automáticamente se dispone a navegar a 12 pies de profundidad, lo cierto es que siempre en estos casos, y luego de unos minutos, el cable se corta. En la Armada Argentina nadie conocía esta información.
Soldados británicos a bordo del Hermes en su ruta hacia Malvinas (© Hulton-Deutsch Collection/CORBIS/Corbis via Getty Images)
Soldados británicos a bordo del Hermes en su ruta hacia Malvinas (© Hulton-Deutsch Collection/CORBIS/Corbis via Getty Images)
El comandante del submarino modificó poco después su rumbo, dirigiéndose hacia el Sur-Oeste a baja velocidad. Los contactos en el sonar eran cada vez más fuertes, así como se escuchaban claramente los ruidos típicos de helicópteros calando su sonar. El blanco sobre el cual se había lanzado, debe señalarse, se había perdido enmascarado ante los ruidos del torpedo del propio submarino.
El San Luis había lanzado sobre dos buques cuya misión, nuevamente, eran encontrarlo y destruirlo.
Desde el portaaviones HMS Hermes, el comandante de la Fuerza de Tareas, el Contralmirante John Foster “Sandy” Woodward había ordenado que la fragata Tipo 22 HMS Brilliant (con sus dos helicópteros Lynx HAS.2) y la más vieja fragata Tipo 12 HMS Yarmouth (con un único helicóptero Wasp HAS.1) se desprendieran del núcleo y se dirigieran al área MARIA. La orden de Woodward a los buques había sido inusual pero concreta: “Encuéntrelo y tráigame su sombrero”.
Tres helicópteros Sea King HAS.5 de la Escuadrilla Aeronaval 826, con base también en el Hermes, fueron afectados también a esa misión antisubmarina.
Los Sea King, previendo un largo día de operaciones, llevaba cada uno una tripulación de reemplazo de cuatro hombres, que fueron desembarcadas en las dos fragatas. Se reabastecerían desde los buques: sin poder aterrizar en las mismas (por su tamaño), volarían cerca de ellas y se los conectaría con una manguera para pasarles combustible.
 La orden de Woodward a los buques había sido inusual pero concreta: “Encuéntrelo y tráigame su sombrero”
La orden de Woodward a los buques había sido inusual pero concreta: “Encuéntrelo y tráigame su sombrero”
Dos fragatas y seis helicópteros para encontrar un submarino en un área pequeña y de escasa profundidad.
El primer golpe había sido para el submarino. Pero inefectivo. Ahora era el turno de los británicos.
La Royal Navy se había focalizado en la guerra antisubmarina y, podía decirse, era la líder mundial en el área. Su desventaja era que estaba preparada para luchar contra los grandes y relativamente ruidosos submarinos soviéticos, en un ambiente geográfico que le era familiar.
En este caso, su contrincante era un submarino pequeño y silencioso, hábilmente conducido y en las extrañas aguas del Atlántico Sur. Para peor, las aguas circundantes de las islas estaban repletos de viejos naufragios, que confundían a los sonares y los detectores de anomalías magnéticas.
Por tanto, las frustraciones británicas aumentaban. Se decidió investigar cada contacto, con los sonares de las fragatas (la Brilliant tenía uno de los sonares más modernos de la flota) o con los detectores de anomalías en los helicópteros Sea King (dos de ellos los tenían instalados) y se atacaría cada blanco que pareciera un submarino.
Los explosivos, por tanto, comenzaron a caer cerca del San Luis.
Un helicóptero británico Sea King HAS.5 (en este caso de la Escuadrilla Aeronaval 820, lanza un torpedo antisubmarino durante ejercicios
Un helicóptero británico Sea King HAS.5 (en este caso de la Escuadrilla Aeronaval 820, lanza un torpedo antisubmarino durante ejercicios
A las 12:00, en plena tensión (ruidos de helicópteros, detonaciones, ping de sonar), se escuchó lo que nadie quería escuchar, al gritar el sonarista, Suboficial Segundo Ernesto Errecalde “Splash de torpedo en el agua”. Un helicóptero (posiblemente uno de los Lynx HAS.2) había lanzado un torpedo buscador sobre el San Luis.
Azcueta, sin dudarlo, ordenó “toda máquina adelante”, lo que hizo que el submarino comenzara a vibrar.
Mientras tanto el operador del eyector de señales, Cabo Principal González, lanzaba los artefactos productores de burbujas para distraer y desorientar al torpedo, conocidos popularmente como Alka-Seltzer en la Armada Argentina. Después de expulsar los dos señuelos (el San Luis llevaba un stock de 24), el comandante ordenó parar máquinas y caer hacia babor.
Sin embargo, al estar completando esta maniobra, el sonarista informó algo que paralizó a todos: “Torpedo cerca de la popa”.
En ese momento, el torpedo era claramente escuchado por toda la tripulación: “Lo escuchamos como si fuera el motor de una moto, pero debajo del agua”, dijo el entonces Teniente de Fragata Jorge Fernando Dacharry, Jefe de Electricidad del San Luis.
[IMG alt="El Cabo Principal Alberto Fernando Poskin descansa en su puesto de combate, durante una
pausa de las operaciones."]https://cloudfront-us-east-1.images.arcpublishing.com/infobae/ZPZIDYCAI5HABMMRO25S36NUWA.jpg[/IMG]El Cabo Principal Alberto Fernando Poskin descansa en su puesto de combate, durante una pausa de las operaciones.
Todo indicaba que el torpedo impactaría contra el San Luis, lo cual generó un enorme clima de tensión allí dentro. Todos iban a morir. El Cabo Principal Alberto Fernando Poskin recuerda de esos momentos:
“Durante algunos segundos me dedique a disfrutar del miedo. Una sensación que había tenido muchas veces pero que esta vez tenía el condimento de ser la última. Y me gustaría decirles que fue el mejor y más memorable de todos mis miedos pues es como que el alma se relaja, toma otra actitud y se deja llevar por el momento. El momento de la entrega final”.
Sin embargo, diez segundos después, el sonarista (que se encontraba a un par de metros del Cabo Poskin) informó: “Torpedo pasó a la otra banda”. El arma enemiga los había perdido.
Y todos respiraron aliviados. Tenían otra oportunidad.
El Capitán Azcueta recuerda esos momentos y explica el por qué de sus órdenes:
“Ante la información del torpedo ordené maquinas adelante Flank (máxima potencia) en una maniobra llamada “batería por batería”. Esta significa oponer, a la batería del torpedo, la batería del buque, en la esperanza de que el torpedo agote su energía antes de alcanzar al submarino. En esas condiciones era poco probable que mi intento fuera eficaz, aunque me permitió abrir distancias. Al tiempo lanzamos falsos blancos para intentar seducirlo. Pasados unos minutos ordené parar las máquinas, caí a Estribor cambiando de plano, en silencio, en una suerte de espiral descendente. Tampoco tenía mucho margen con respecto al fondo, porque navegábamos en aguas de poca profundidad. Creo que, sobre todo, tuvimos suerte”.
A partir de allí, se escucharon constantes explosiones. El submarino cambió su rumbo en varias oportunidades, pero su sonar escuchaba ya la existencia de buques cercanos. Su comandante, con pocas opciones, decidió asentarse en el fondo, lo que hizo a las 16:25. Se encontraba en aguas poco profundas (unos 50 metros) a muy pocas millas al norte de Malvinas.
Un torpedo sale del ARA San Luis
Un torpedo sale del ARA San Luis
El Cabo Poskin recuerda:
“En un momento el Comandante ordena parar máquinas y “asentar” en el fondo. Cuando disminuye la velocidad (aproximadamente 6 nudos) tocamos en el fondo del mar con la proa, pero el buque comenzó a elevarse nuevamente, en el momento del “toque”, el Cabo Primero Damian Washington Riveros, sin orden alguna e iluminado por Dios, hizo que en el preciso momento del impacto en el fondo, abriera las válvulas de compenso de los tanque de torpedos de proa, produciendo la inundación de ellos. Esto motivó que el submarino se pusiera “pesado” de proa produciendo una serie de 4 o 5 rebotes en el fondo marino, evitando la segura avería en la hélice y timones. Si esto sucedía, de allí abajo nunca hubiéramos salido”.
El submarino quedó en el fondo hasta las 21:05. Para economizar oxígeno y, también, para hacer descansar a sus hombres, el comandante ordenó que, mientras estuvieran en el fondo, la tripulación abandonara sus puestos de combate y permaneciera en sus camas.
Las explosiones seguían alrededor, el comandante sabía que muchas de las explosiones que se escuchaban eran cargas de profundidad o salvas de mortero antisubmarino, pero otras eran explosivos de bajo poder, lanzados con fines disuasorios. “Pero nos disuadían”, según filosofaba después de la guerra el Capitán Azcueta.
Sin embargo, la Brilliant, la Yarmouth y los helicópteros no estaban ahora en las cercanías del San Luis, sino unas pocas millas más al norte. A las 20:45, luego de decenas de incidentes, se ordenó a los dos buques regresar a la seguridad del núcleo de la flota. Los helicópteros ya habían vuelto un poco antes.
El Comandante de la Brilliant, John Coward (quien falleció en mayo de 2020) recuerda de ese largo día:
“Sabía que estaría en el fondo y todo el lugar estaba plagado de viejos barcos balleneros. Si encontrábamos algo, hacíamos volar un helicóptero con un detector magnético sobre él. Pero no tenía suficientes bombas y muy pocos helicópteros con detectores de anomalías magnéticas. El lugar también estaba lleno de ballenas, que daban enormes ecos en el sonar. De vez en cuando se acercaba una ballena, soplaba y una bandada de gaviotas se reunía alrededor, apareciendo como un rápido destello en el radar. Todo el mundo decía: “Dios, debe ser un submarino”, y lanzábamos unos cuantos torpedos a cosas así. En definitiva, fue una frustración total, pero, mirando hacia atrás, tengo la sensación de que uno de esos naufragios era el San Luis”.
El submarino sale a la superficie
El submarino sale a la superficie
Posiblemente uno de esos naufragios resultara ser el San Luis. Pero nada pudieron hacer al respecto.
Las fuerzas británicas finalmente habían utilizado:
-HMS Brilliant: Un torpedo Mk.46 y otro Mk.44
-HMS Yarmouth: Siete salvas de mortero antisubmarino Limbo
-Helicóptero Lynx (del HMS Brilliant, solamente uno de ellos participó finalmente): Dos torpedos Mk.46
-Helicóptero Wasp (del HMS Yarmouth): Una carga de profundidad Mk.11

-Tres helicópteros Sea King: Dos torpedos Mk.44 y tres cargas de profundidad Mk.11
A las 23:45 el San Luis, que ahora navegaba muy lentamente con rumbo Este Sur Este ya fuera del Área MARIA, tuvo su última detección, que consideró eran helicópteros. Había emisiones sonar al Sur, que estimó su comandante eran de buques de superficie y también al Norte, pero estas últimas se escuchaban lejanas y débiles.
“Puestos de combate”, se ordenó nuevamente y se comenzó a realizar un acercamiento a los blancos al Sur. Sin embargo, poco después, desde el submarino se consideró que nunca se llegaría a alcanzar el blanco, sino con una corrida a alta velocidad. Pero la batería se encontraba al 73 % y el nivel del dióxido de carbono estaba llegando a un nivel peligroso del 2 %.
Por tanto, se desistió de tratar alcanzarlo, especialmente, como anotaba el comandante “con una dotación cansada por el hostigamiento”.
[IMG alt="El Capitán de Fragata Fernando María Azcueta, trabajando en su camarote durante las operaciones de combate de 1982. La barba crecida denota que la foto se tomó mucho tiempo después de la zarpada
"]https://cloudfront-us-east-1.images.arcpublishing.com/infobae/3VJFKLTCAFADLFYCO6WBTD6JNU.jpg[/IMG]El Capitán de Fragata Fernando María Azcueta, trabajando en su camarote durante las operaciones de combate de 1982. La barba crecida denota que la foto se tomó mucho tiempo después de la zarpada
El día había terminado. El submarino se posó nuevamente en el fondo, donde siguió detectando emisiones sonar y, a las 5:15 del día 2 exponía su snorkel y sus antenas, para recambiar el aire, cargar las baterías, recibir información e informar el resultado de sus ataques. Dentro del San Luis, el Cabo Primero Enfermero Rafael Guaraz escribió entonces en su diario personal:
“…creo que el día 1 de Mayo de 1982 quedará grabado en mi mente y en la de todos los que estamos aquí como el día más largo, angustioso, infeliz y desesperado de todos los vividos hasta ahora. Nunca yo, hasta ahora, me sentí tan cerca del fin como ayer. Esta cacería duró todo el día y se prolongó hasta la madrugada de hoy (2 de Mayo). Estábamos muy cerca de la costa y rogábamos que nos ayudasen los aviones desde las Malvinas, pero nosotros no podríamos saber que allí se estaba luchando fieramente también, aunque era una de nuestras suposiciones para la falta de apoyo. Recién nos enteramos de todo lo que pasó, esta mañana cuando salimos a hacer snorkel y pudimos escuchar noticias por la radio”.
Si bien el submarino no había podido hundir ningún buque, tampoco pudieron encontrarlo.
El Capitán Azcueta conserva aún hoy su boina de submarinista. Ningún británico pudo jamás encontrar al San Luis y, menos, robar la boina a su comandante.




Teniente de Fragata Jorge Fernando Dacharry, Jefe de Electricidad

Suboficial Segundo Ernesto Errecalde, Sonarista

Cabo Principal González, operador del eyector de señales

Cabo Primero Rafael Guaraz, Enfermero

Cabo Primero Oscar Alberto Serrano, sonar pasivo Atlas AN-525 A6

Cabo Primero José Claudio Tureo, computadora de control tiro
 
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S/C Alfredo Alejandro Carranza-------------BIM3

el 17 de abril llegó a las Malvinas

Luego de unos 10 días, al BIN 3 La Plata le fue asignada una nueva misión: custodiar la pista de aterrizaje en las Islas Borbón.

1º de mayo. “Eran las 5 AM, se escucharon explosiones, alguien tiró una bengala. Estaba durmiendo porque acababa de terminar mi guardia y salí con granadas y una banda de 50 balas (para la ametralladora MAG, ya que su función era la de apuntador)”, narró sobre el primer enfrentamiento.




RI 25

. El jefe de la sección Intendencia , el Subteniente Duarte




s/c PAIVA, Santo Tomas asistente de oficial enlace de artillería con Tomás Fox - GA 3

cabo primero Quispe Angel Fidel (+) – sección puma GA3
 
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Alguien puede confirmar que el
Subteniente Guillermo Robredo
perteneció a la B/RI6

cual era su rol de combate?
 
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Mar del Norte. Otro buque en el conflicto de Malvinas. Jorge Muñoz​

El plan argentino original de “ocupar para negociar” las Islas Malvinas durante 1982 tuvo como objetivo estratégico militar imponer a Gran Bretaña la aceptación de la situación militar de hecho y dar una solución definitiva al pleno ejercicio de nuestra soberanía en esas islas, incluidas Georgias y Sándwich del Sur. Sin embargo, ese plan más adelante sufrió cambios fundamentales y pese a que la recomendación principal del mismo reclamaba que el Día D (es decir, la oportunidad del comienzo de la operación) debía ejecutarse “no antes del 15 de mayo, y no mucho después”, una serie de acontecimientos improvistos a partir del desembarco de obreros argentinos en Georgias, determinó un adelantamiento de las operaciones cuyas consecuencias se hicieron sentir más. Alguien con acierto dijo que de haberse respetado las fechas propuesta por los planificadores, nuestras Fuerzas hubieran contado con tres grandes “generales” (junio, julio y agosto) meses en que les hubiera sido imposible a las naves inglesas mantenerse en operaciones en un mar tan hostil y menos aún sostener una guerra terrestre dentro de una meteorología tan adversa como suele presentarse en esa época del año en dicha latitud. Al respecto, el Comandante de la Flota británica, Almirante Sandy Woodward manifestó en sus memorias “Creo que la llegada del invierno habría terminado con todos nosotros. Las naves eran tan vulnerables allí como los ejércitos de Napoleón y de Hitler lo fueron en Rusia. Todo sale mal con frecuencia en el mar cuando el tiempo se pone particularmente malo. En especial, las salpicaduras de sal atacan los circuitos eléctricos y los cristales salinos traban los sistemas mecánicos. El hielo y la nieve no ayudan tampoco... la hiriente realidad del rugiente viento invernal en el Atlántico Sur no era una realidad menos formidable”.

Dentro de las responsabilidades originales que le cupo a cada Arma, le correspondió a la Fuerza Aérea Argentina, además de una intervención de sus elementos de Exploración y de Control Aéreo, una importante participación de sus medios aéreos de trasportes, para la ocupación inicial y el posterior puente aéreo, sin embargo, respecto a sus previsiones para los medios de combate, especialmente el aeronaval, prácticamente no existía.
Pese a ello y ya ocurrido el desembarco del 2 de abril, los nuevos factores (reacción del pueblo argentino; reacción militar británica, actitud del gobierno de los EEUU etc.)produjeron un vuelco fundamental de los planes originales y dos días más tarde un análisis en el más alto nivel operacional conjunto, dispuso que nuestra Fuerza Aérea debía prepararse para desarrollar todas las operaciones aéreas tácticas y estratégicas que fuera capaz de materializar, estuvieran o no asignadas en la doctrina conjunta.
El protagonismo que después adquirió el Arma aérea estuvo respaldado por una serie de urgentes previsiones de abastecimiento logística que posibilitaron entre otras acciones, la fluidez del puente aéreo a Malvinas y las operaciones consecuentes de los componentes aéreos que operaban desde dicha isla.
Fue así que en la búsqueda de recuperar ventaja en los aprestos, los mandos de la Fuerza Aérea dispusieron el pronto envío al archipiélago de una importante carga de combustible para aeronaves.
Para ello la Fuerza Aérea contrató a la empresa “La Naviera”, un barco de carga charteado para ir a Malvinas con material de uso bélico. Esa acertada decisión le aseguró no solo la exclusividad de uso de bodegas sino, además una rápida entrega sin interferencias burocráticas. Ello le valió algunas críticas, pues las otras dos Fuerzas coordinaron sus envíos por las empresas Servicio de Transportes Navales y la estatal ELMA, que resultaron igualmente eficientes, pero su anticipación resultó justificada por los mismos hechos, ya que poco más adelante debido al bloqueo británico iba a resultar casi imposible hacer llegar a las islas cargamentos voluminosos de combustible.
“La Naviera” era una empresa Argentina, cuyo dueño Sr. Schenone, tenía unos seis barcos para llevar carga general – a granel, líquidas y secas – entre nuestros puertos fluviales y marítimos, incluido el tráfico con Brasil. Para este caso el propietario destinó al buque Mar del Norte una nave de origen japonés construida en 1962 que tenía una eslora de 116 metros y registraba un porte bruto de 4.529 toneladas. Su elección no fue al azar. La misma, además de la generosa capacidad de sus cuatro bodegas y la confiable potencia de su motor Mann – Kawasaki, estaba al comando de un notable experto en aguas del Atlántico Sur. Se trataba del capitán de Pedro Alex Juárez quién a órdenes de la Compañía Pesce había cumplido entre los años 1960-1966 intensos servicios navegando en los legendarios barcos costeros Lucho (I, II III, IV) que abastecían los puertos de la costa patagónica, incluido Malvinas.
El resto de la tripulación eran veteranos del mar y entre ellos se contaba el Jefe de Radio, Miguel Ángel Babinsky quién justamente hacía un año había cumplido el curso dictado por nuestra Armada sobre claves codificadas secretas para utilización en naves comerciales. Esta especialidad resultó sumamente útil durante el viaje que iban a emprender, pues Babinsky además de lograr descifrar con solvencia las partes militares pudo contrarrestar las innumerables interferencias a que fueron sometidos por radio por parte de operadores chilenos, logrando proseguir con las comunicaciones a través de distintas frecuencias que estaban acordadas a través de una clave.
La madrugada del 2 de abril de 1982 el Mar del Norte se encontraba a la altura del Puerto de La Plata maniobrando para desembarcar el Práctico del Río Paraná y embarcar al correspondiente al Río de la Plata. Poco después de las 06:00 hs. el Capitán Juárez reunió a toda su tripulación para comunicarles que regresaban a puerto ya que fuerzas militares argentinas habían recuperado nuestras Islas Malvinas y los directivos de la empresa le acababan de notificar, vía radio, que a ese barco le sería asignada una misión relacionada con el conflicto.
No bien llegaron al Puerto de La Plata, Juárez fue impuesto por parte de los mandos de la Fuerza Aérea, acerca de diversas órdenes verbales y otras escritas que recibió dentro de un sobre lacrado. Simultáneamente comenzaron a cargar las bodegas de la nave con enormes cajas numeradas y tambores de 200 litros conteniendo combustible JP1 (aeronafta). Al completarse las bodegas, el resto de los tambores – unos quinientos – fueron estibados sobre cubierta llegando a ocupar todo el espacio libre de popa.
Cuando el Capitán consideró que era el momento oportuno reunió nuevamente a la tripulación para confirmarles que el destino final sería Puerto “Gaucho Rivero” (luego Puerto Argentino) y que estaban en libertad de hacer el viaje o quedarse. Con la sola excepción de un auxiliar de máquinas, la totalidad de los hombres se manifestaron conformes, deseosos de continuar a bordo y hacer el viaje.
En horas de la tarde del día 4, con la carga completa, el Mar del Norte zarpó rumbo a Río Gallegos, su primer puerto de alternativa. La causa de esta escala estaba relacionada, además de razones técnicas, a que debían desembarcar un único pasajero. Se trataba del Ingeniero de Armas Navales, Dr. Esteban Arriaga, un militar retirado como Capitán de Fragata de la Armada Española, quien además era artista plástico y en su condición de miembro de la Real Academia de Artes de Málaga, se encontraba viajando por nuestro Atlántico Sur con objeto de pintar óleos en el Estrecho de Magallanes, con paisajes marinos que mostraban los lugares que reconoció el descubridor del estrecho.
Cuando llevaban treinta horas de navegación, cumplidas dentro de las normas que les habían sido ordenadas: silencio radial, escuchas en horas determinadas, mensajes en clave y reducción al mínimo de luces, recibieron la directiva de dirigirse directamente a Malvinas. El desembarco del pasajero Arriaga en Gallegos iba a posponerse para más adelante.
El cruce a las islas demandó algo más de tres días y si bien no tuvieron ninguna sorpresa de encuentro con naves oponentes, su principal obstáculo estuvo representado en la feroz tormenta que tuvieron que enfrentar especialmente durante el último tramo del viaje.
Un día antes de llegar, un vendaval con vientos del Oeste que superaban los 80 kilómetros castigó fuertemente la nave que se debatió en el encrespado mar cuyo oleaje sacudió su estructura haciéndola estremecer y privando a los hombres de estabilidad y descanso. El día 6 cerca de las dos de la tarde el meteoro había alcanzado su punto máximo. El Capitán se encontraba en el puente de mando junto a otros tripulantes atento al desarrollo de la difícil contingencia y dando las órdenes que consideraba oportunas para capear el temporal. De pronto Alex Juárez alcanzó a visualizar en el horizonte una gris y elevada masa de agua que se acercaba desde el Sudoeste. No dudó en reconocer a una gigantesca ola de más de ocho metros y, a la par que trató de orientar la nave para enfrentarla, alertó a sus hombres para que estuvieran atentos al golpe que se avecinaba. En medio de la tensión que provocó la aparición del fenómeno, Juárez atinó a decirle a su Jefe de Máquinas, Crispín Salmeri, que con su cámara de filmar (una Cannon super 8) de la que nunca se separaba, tomara vistas de esa impresionante ola que se acercaba rápidamente, Salmeri, un destacado aficionado al cine de paso reducido, le pidió a otro tripulante que lo ayudara sosteniéndolo contra un ojo de buey y desde esa posición pudo obtener las secuencias de esa inolvidable tarde.
La enorme ola cruzó el buque de estribor a babor haciéndolo inclinar peligrosamente y su golpe tiró todo aquello que estaba suelto y a los hombres que no se habían afirmado lo suficiente. El impacto si bien no tuvo consecuencias para los tripulantes fue tremendo desde el punto de vista material. No solo se habían roto los mástiles que sostenían las antenas de radio, sino que también la fuerza de la masa de agua había barrido literalmente la cubierta llevándose al fondo del mar todos los tambores de combustible que se encontraban estibados sobre la misma.
Pese al contratiempo, todo el personal se repuso rápidamente y afirmándose aún más en sus puestos se aprestaron a continuar el viaje con mayor tenacidad en medio del vendaval que no amainaba.
Cuarenta y ocho horas después ya con viento más calmo el Mar del Norte entró en la Bahía Groussac frente a Puerto Argentino. Esa fría mañana del 8 de abril se encontraban fondeados en el lugar, la fragata de nuestra Armada, Hércules, el carguero de ELMA Río Cincel y el Transporte Naval Isla de los Estados. No bien llegaron y hasta bien entrada la noche, parte de la tripulación y personal de otras unidades colaboraron en descargar el material que transportaban en bodegas.
En un momento de la breve estadía en Malvinas, algunos tripulantes pudieron bajar a tierra para visitar Puerto Argentino. Un primer grupo integrado por el Jefe de Máquinas, no bien hizo un par de cuadras fue interceptado por una patrulla de Ejercito cuyo encargado aduciendo órdenes superiores los invitó a regresar a la nave pues no estaban autorizados a desplazarse y menos a sacar fotos. Los componentes de ese grupo obedecieron la orden y volvieron a bordo.
Otra comitiva de marinos tuvo mejor suerte. Encabezados por el Jefe de Radio caminaron por diversas calles del poblado donde tomaron contacto con un malvinense que hablaba perfectamente castellano. El isleño los invitó a su casa donde les comentó que su esposa y sus dos hijos se encontraban circunstancialmente en Río Gallegos. Después de convidarles con algo de comida, el atento poblador los acompañó hasta el muelle del puerto donde los despidió con singular afecto.
Resulta interesante destacar que junto a los tripulantes que bajaron a tierra para recorrer la capital de las islas también lo hizo el Dr. Arriaga quién resultó ser el primer –y único- militar español en pisar suelo de Malvinas recuperadas, después de 150 años de haber sido arrebatadas. Este hecho además de ser histórico refleja un enorme simbolismo, pues, cual testigo valido, en la persona del Capitán de Fragata Arriaga, de la Real Marina española, se cumple el sueño de la recuperación de las tierras que pertenecieron durante casi tres siglos a la Corona de España y nos fueron legadas, por derechos sucesorios de Estados, (Uti Possidetis Juri, “poseerás lo que poseías”), cuando el proceso de emancipación de nuestra Patria en 1810 provocó la abdicación de los títulos de la posesión española dando paso a una nueva acreditación . El otro caso de ciudadanos españoles en Malvinas, se dio en Puerto Fox, de la Gran Malvina , donde en el momento de la recuperación por parte de nuestras Fuerzas, se encontraban circunstancialmente de visita , dos miembros de la realeza española –un conde y su esposa- quienes estaban interesados en la compra de un establecimiento agrícola. Este matrimonio fue evacuado un día más tarde al continente por orden del Jefe de la Compañía de Ingenieros 9, Mayor Oscar Minorini Lima.
Al día siguiente, completada la descarga, el Mar del Norte se aprestó para partir. Antes de hacerlo le pasó víveres al Isla de los Estados que debía continuar cumpliendo servicios en la isla. La zarpada provocó una honda emoción en los corazones de los curtidos marineros. La visión de la ciudad donde se veían ondear numerosas banderas argentinas iba a permanecer no solo impresas por mucho tiempo en sus retinas, sino que además quedaría documentada en la película que la cámara de Salmeri logró captar.
La llegada del Mar del Norte a Río Gallegos tuvo ribetes anecdóticos. El pasajero español invitó al capitán y sus oficiales a una cena en un hotel de la cuidad. Durante el transcurso de la comida el Dr. Arriaga no se cansó de manifestar su gratitud a los marinos argentinos por todas las atenciones recibidas, entre ellas el obsequio de una estupenda espátula confeccionada en el taller de Máquinas por el Jefe Salmeri, con quién estableció una especial relación de amistad. El artista y marino español agradeció a la Providencia la oportunidad que la había permitido ser testigo de un hecho histórico trascendental. Cuando finalizada la cena el grupo de tripulantes regresaba al barco, uno de ellos tuvo un accidente fortuito. Debido a la bajamar, el buque había quedado abierto del muelle y debían saltar para alcanzar la borda. Algunos como Salmeri sortearon el obstáculo con bastante agilidad, pero al hacerlo el 1er. Oficial de Máquinas, Jorge Hidalgo cayó al agua. Tras varios intentos fallidos por querer rescatarlo, y viendo que el oficial comenzaba a sentir los efectos de la baja temperatura, Salmeri atinó a poner en marcha uno de los guinches del buque y por medio de un chinguillo lograron izar al accidentado. De inmediato, Hidalgo fue llevado al hospital zonal donde tuvo que permanecer varios días internado hasta su total rehabilitación.
Al día siguiente el barco comenzó a recibir en sus bodegas la acostumbrada carga de carbón que debía llevar al Puerto de San Nicolás. Cumplida la misma el Mar del Norte partió rumbo a nuestro litoral fluvial pero al llegar a destino le aguardaba el cumplimiento de una nueva misión. Las autoridades militares le encargaron que al regreso de San Nicolás llevara pertrechos del Ejército a Río Gallegos. Efectivamente numerosos contenedores y vehículos ingresaron en las vacías bodegas y fueron llevados al puerto patagónico. Sin embargo este no sería su único viaje en tales condiciones. Una vez más volvieron con la carga habitual de carbón para la usina nicoleña y también a la vuelta transportaron a Río Gallegos numerosos abastecimientos logísticos para nuestras tropas.
Después de este último viaje y cuando ya transcurría la última semana del mes de mayo los mandos Navales ordenaron alistar la nave para dirigirse con abastecimientos al puerto de Ushuaia, desde donde, supuestamente y de acuerdo a una planificación, que se supo más tarde, se intentaría un cruce a Malvinas.
Los acontecimientos circundantes y la peligrosidad de navegar por las conflictivas aguas hicieron desistir de esta orden y la misma fue anulada. El Mar del Norte quedó liberado así para continuar su tráfico habitual y allí finalizó su misión cumplida en el tiempo de guerra.


CAÑETE Nicolás Homobono ----- Rol: cámara
 
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Willypicapiedra

Miembro del Staff
Moderador
Grupo Mortero Pesados (2 piezas) (Sargento Primero Pedro Lopez) en el centro del dispositivo
El Gpo Mor Pes (2) de la Ca Cdo/RI 7 en Longdon era responsabilidad del J Sec Apy B, Subt Selser, pero al ser enviado este a la mision de Obs a Mte Round a 10 Kms al N de alli, debió hacerse cargo el Sarg 1ro Pedro López, Enc de la 3ra Sec.
 

Willypicapiedra

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Moderador
3/B/RI7

Jefe teniente primero Neirotti



El R I 7 se encuentra emplazado cubriendo el oeste, noroeste y norte de la primera línea de la posición defensiva, entre las alturas de Monte Longdon y Wireless Ridge hacia el norte. El subsector PLATA 2 (Monte Longdon) según se encuentra organizado constituye un punto fuerte para ejecutar su defensa en los 360º, con esfuerzo principal hacia el oeste. El dispositivo es el siguiente:

Jefe del subsector: Mayor Carlos Carrizo Salvadores (2do Jefe RI 7)

Oficial Ejecutivo: Capitán Eduardo López (J Ca B y Escalón Logístico)

1ra Sección/B (Subteniente Juan Baldini) con frente al oeste

2da Sección/B (Sargento Primero Raul González) con frente al norte

3ra Sección/B (Teniente Primero Enrique Neirotti) con frente al sur

1ra Sección/Ca Ing 10 (Teniente Hugo Quiroga) con frente al este (Reserva)

Grupo Mortero Pesados (2 piezas) (Sargento Primero Pedro Lopez) en el centro del dispositivo



Cabo Primero Ríos 1/B/RI7
Cabo primero JUAREZ, Horaldo Oscar A/RI/7
Se puede agregar al Sarg Ay Ramón Crespo, el Enc Ca B
 
Los que hacemos VUELO VERTICAL queremos dar nuetro homenaje al ESCUADRON FENIX en la seccion helicopteros, esta es la nomina de sus tripulaciones y aeronaves, ellos han sido convocados en la guerra de Malvinas hace 32 años con helicopteros civiles y de fuerzas de seguridad, camuflaron las maquinas y allá fueron, con un solo rumbo defender nuestro territorio GRACIAS AMIGOS!!!!!!!! "El Escuadrón “Fénix” fue una unidad aérea formada por los argentinos durante la guerra de las Malvinas contra Gran Bretaña en 1982. Estuvo integrada por personal militar y civil y aeronaves requisadas a empresas privadas y organismos estatales, y sirvió en tareas diversas durante el conflicto Cumplió una importante labor y fue disuelta tras la guerra".
AGUSTA
109 A LV-AMV DIRECCIÓN DE AVIACIÓN DE LA PROVINCIA DE CÓRDOBA Piloto VÁZQUEZ Américo B. Mecánico ERRANDONEA Daniel F.
BELL
205-A1 LV-LGT DIR. NAC DE EMERG.SANITARIAS MINISTERIO DE SALUD DE LA NACIÓN Pilotos AVARELLO Juan A. - RODRÍGUEZ Máximo Mecánico MEILAN Antonio
212 LQ-CHP DIRECCIÓN DE AERONÁUTICA DE LA PROVINCIA DE CHACO Pilotos MARTÍNEZ Exequiel F. - TESSIO Héctor A. Mecánico COLOMBRES Agustín R.
206 LV-MDP FERROCARRILES ARGENTINOS Piloto Personal Militar del Ejército Argentino
BOLKOW
BO-105 LV-AND GOBIERNO Y DIRECCIÓN DE AERONÁUTICA DE LA PROVINCIA DE BUENOS AIRES Pilotos BACCIADONE Mario O. - IRAIZOZ Martín E. Mecánico CARO Walter M.
BO-105 LV-MMW Piloto ACERBO Luis M. Mecánico STACHIOTTI Juan C.
BO-105 LQ-MOA POLICÍA DE LA PROVINCIA DE BUENOS AIRES Pilotos FORASTIERO José A. - SOLDAN Fernando
BO-105 LV-LGR DIR. NAC DE EMERG.SANITARIAS MINISTERIO DE SALUD DE LA NACIÓN Piloto ÁLVAREZ Rubén C. Mecánico DE LA FUENTE Víctor A.
HUGHES
500 LV-LOH AGUA Y ENERGIA ELECTRICA Piloto CARNEVALE Guillermo E. A. Mecánico MESSIA Osvaldo
500 LV-LOM RACA S.A. (Aeronave) - POLICÍA DE LA PROVINCIA DE SANTA FE (Pilotos) Pilotos VIÑUELAS Sergio R. - BERTOLA Oscar A.
500 LV-LTH LV-LTG GOBIERNO DE LA PROVINCIA DE SANTA FE Pilotos CIMADEVILLA Asdrúbal A. - FORMICA Carlos C. CUPELIN Francisco N. Mecánico: WIDDER Hugo F.
SIKORSKY
S58ET LV-OCM LV-OCN HELICÓPTEROS MARINOS S.A. Pilotos ALESON Roberto J. - CERBELLI Héctor H. - MARIANI Rubén - MANA MACAGNO Lorenzo F. S. - MUSANTE Alfredo E. TRINCHERO Carlos H. Mecánicos IBARRA Fausto G. - LUPO Jorge
S61N LV-OCL LV-OMG Pilotos FIGUEROA Héctor O. - KOITER Arnold R. Pilotos de la Fuerza Aérea Argentina Mecánico ARREDONDO Oscar P.
 
S/C Carlos Horacio Maffía, clase 62 -- BIM 1
Maffía desembarcó en la tercera ola en Grytviken. Estaba en una sección de morteros
 
é ó - (+)
su rol de combate como auxiliar en grupo de mantenimiento de Vehículos
en la mañana del 28 de mayo de 1982 recibieron información sobre el avance de tropas, fue enviado a patrullar junto al cabo Miño
 
2/B/RI12
MONTES CHALLENGER
Vicente Ramón Pérez tenía 19 años y era oriundo de Mocoretá.
Falleció por disparos de un compatriota, el 28/04
 

ARA Gurruchaga​

GU Raúl Christiani - jefe abastecimientos​

armani cabo primero enfermero

molina nadador de rescate

panizo electricista
 
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