Personal Argentino en zona de combate

Homenaje al coronel Mabragaña a 40 años de la gesta de Malvinas​

Se produjo la entronización en Villaguay, Entre Ríos, del busto del hombre que lideró al Regimiento 5, el que sufrió el mayor bloqueo británico durante la guerra. En una carta al fallecido coronel, aquí una breve síntesis de las vicisitudes de la Unidad Aislada en la Gran Malvina. Desabastecida, sin apoyo de artillería de campaña ni antiaérea. Extraídas del Informe Rattenbach y de experiencias propias​

Por
General de División Mario Gabriel Dotto



Mi muy estimado y querido Coronel Mabragaña,

Queremos rendirle tributo a su personalidad, carácter, firmeza, buen humor, paternalismo y un estilo de mando a través del afecto que todos sin distinción de jerarquías hemos recibido. Solo un ser humano como Ud, pudo caminar todos los días que estuvimos en Howard, lluvia o frío mediante, 22 kilómetros para visitar una por una cada una de nuestras posiciones y mantener con todos nosotros contacto personal, estrecho e irreemplazable.


Malvinizar es reivindicar la Gesta de Malvinas por la hazaña táctica, valiente y épica plagada de hechos memorables protagonizados por todos los que nos empeñamos con las armas disponibles en su defensa. No es hacer apología de la guerra, ni justificar a los que nos llevaron a ella. Sabemos que no se planeó una guerra sino un conflicto, que podríamos gestionar, omitiendo voluntaristamente las eventuales reacciones británicas que se opondrían.

Como una de las consecuencias de haber planeado un conflicto y acotado a nuestra voluntad se produjo mucho de lo vivido por nuestro abnegado Regimiento 5, leyendo la exposición del CR Mabragaña a la Comisión del TG Rattenbach, se puede leer que después del desembarco argentino del 2 de Abril, recibió la primer orden de apresto: de un Equipo de Combate, para constituir una Fuerza de Tareas con otras unidades de la Brigada, poco tiempo después de su Constitución en el RI5, se dejó sin efecto. Esta fue la primera de 10 ordenes sucesivas de distinta índole hasta llegar a Puerto Howard en la Gran Malvina, en un lapso de 27 días. La segunda fue que se segregaría de la Brigada para marchar al Sur y participar de la Seguridad Estratégica Operacional, en la frontera Nordeste. A los dos días se cambia la orden y nuevamente el Regimiento integra la Brigada, en apresto para marchar al sur. Allí podemos ver el criterio del mando del CR Mabragaña, que inmediatamente convoca a la clase 1962 para llevar el 100% de los soldados instruidos.

El paciente y abnegado CR Mabragaña, el 11 de abril, recibe la orden de enviar el Regimiento a Comodoro Rivadavia. El debía volar con su Plana Mayor, a recibir ordenes. allí le imparten la nueva orden, su comandante le ordena que deberá proteger el litoral marítimo desde Caleta Córdoba hasta Caleta Olivia, en una extensión de 80 kilómetros. El 21 de abril al RI 5 se le ordena que debía integrar la Brigada IX, su segundo comandante, el CR Alais, le imparte la orden de que permanezca donde estaba, que su probable empleo seria en la zona de lago Blanco, en el límite con Chile. Debía estar en apresto para ir a la zona de Sarmiento. El día 26 de abril lo llama el Jefe de Estado Mayor de las fuerzas terrestres, el GB Herrera y le ordena que debía reunir los elementos de la Brigada en Comodoro Rivadavia, porque en un lapso perentorio saltaría a las Islas Malvinas. Asimismo recibe la orden que la columna motorizada con armas, munición y vehículos debía marchar hacia Puerto Deseado para embarcar en el Buque Córdoba, el que nunca partió a Malvinas. Allí quedaron nuestras armas de apoyo, su munición y raciones de combate.

Bandera de Guerra del Regimiento en una posición de mortero
El día 28 le imparten la orden de alistar su Unidad, para saltar a partir de las 06:00 horas del 29 de abril a las Islas Malvinas, por modo aéreo. Participan un Hércules C 130, un Focker F28 y tres Boing 737 de AA, sin asientos. Cuando arribamos a Puerto Argentino, nos asignaron las inmediaciones del aeropuerto para armar carpas y esperar ordenes. Aun no se había definido la posición a ocupar por el RI 5, las posibilidades según una reunión que mantuvieron el Cte Br GB Parada y el 2do Cte de Cuerpo el GB Mazeo, me hicieron saber que podría ocupar Puerto Fox, o el Monte Independencia. Intentamos un reconocimiento en helicóptero pero por falta de combustible no pudimos cruzar a la Gran Malvina. Al otro día por la tarde recibe la orden del Cte Br de presentarse en el aeropuerto para recibir una orden a las 18:00hs. La orden recibida fue que que al otro día seriamos trasladados en varios vuelos de helicópteros y embarcaciones isleñas operadas por personal de la Armada, a la otra isla para ocupar Puerto Howard, sin misión especifica, sin recibir la carga de la Unidad, solo contábamos con el armamento individual que cada soldado pudo portar y 5 días de víveres. El día 30 de abril se había trasladado a Howard el 85 % de la Unidad.

La única vez que nuestro Cte Br el GB Parada, visito el Regimiento fue para sancionar al Tte 1ro Miguel Ángel Megias, cuando el CR Mabragaña recorría las posiciones en la profundidad del dispositivo, sin quedarse unos minutos para coordinar acciones con su Jefe de Regimiento, en una actitud extemporánea releva al oficial que estaba cumpliendo una orden del JR, de asar unos corderos para dar de comer al personal dado que eran las 16:30hs y no habían ingerido alimento alguno. Aquí otra gran actitud de mando del señor coronel, tomado conocimiento de este desatino envía a su ayudante en helicóptero a Puerto Argentino para solicitarle al comandante que rectifique su resolución porque la orden la había impartido. Por supuesto ya era tarde para todo pues lo evacuó con carácter Inmediato al continente. Este abnegado oficial, cumple hasta el día de hoy, una injusta prisión domiciliaria desde hace muchos años, por imputaciones que no le han sido probadas.

RI 5 embarcando en Comodoro Rivadavia en el puente aereo hacia las Islas Malvinas
Mientras tanto, el 1 de Mayo, desde las 04:00 hs, el otro 25% del RI5 recibía el bautismo de fuego de los bombarderos Vulcan y luego de los Harriers dado que las fracciones del Regimiento habían recibido la orden de permanecer próximos a la pista de Puerto Argentino para un eventual traslado. Felizmente no sufrimos bajas y 7 días después, el 8 de abril, pudimos arribar a Howard con el Buque Monsunen, llevando los cañones s/r 105 mm orgánicos, morteros 81mm, munición y algunos víveres.

El hundimiento del Islas de los Estados, el 9 de abril a las 21:00hs, por la fragata británica Alacrity, nos dejó sin abastecimiento de ningún tipo y se cortó toda posibilidad de asistencia desde Puerto Argentino.

El bombardeo naval del 21 de mayo, recibió nuestra respuesta de los cañones 105 mm, que colocados a 45 grados se logra un alcance de 9200mts. La respuesta de la fragata fue inmediata recibiendo fuego de cañones Vickers de 114mm, neutralizando nuestra posición e hiriendo al subteniente Mignones.

Después del 21 de mayo los ingleses completaron el desembarco en San Carlos, y desde derribo de los tres helicópteros que nos abastecían desde Puerto Argentino toda nuestra situación logística y militar se complicó absolutamente, sin comunicación física con Puerto Argentino, el Cte Br, me dijo que me arreglara con ovejas hervidas. El 25 de mayo fue el último día que la Unidad, pudo tomar un desayuno, y desde ese día y hasta el 6 de junio en que el Buque Bahía Paraíso vino a retirar los primeros heridos, la Unidad consumió cordero hervido y algo de puré chef, que se repartía en forma precisa. Se produjeron casos lamentables de desnutrición, la Unidad en promedio perdió 15Kg de peso.

Veteranos con su ex jefe de Regimiento Juan R. Mabragaña en una foto de archivo
Con el control aéreo absoluto los ingleses atacaron con Harriers con bombas racimo el 26 de mayo a mediodía y produjeron 4 soldados muertos, Ramón Salvador Caballero, Mario Sánchez, Alberto Marcelino Aguirre y Gerónimo Maciel. El fuego naval del 11 de junio produjo la muerte del soldado Raúl Alegre. Se completan las 7 muertes del Regimiento con los soldados Remigio Antonio Fernández y Juan Carlos Quintana, por avanzado estado de estrés y agotamiento físico y sicológico sumado a desnutrición.

Tuve diez soldados con heridas autoinfligidas de balas que fueron bajados de la posición, pero no permití que se los evacuara porque no quería que cundiera la idea entre los hombres de que el que se pegara un tiro seria evacuado a Puerto Argentino. Además tuve que bajar alrededor de sesenta soldados de las posiciones porque no se podían mantener en pie por desnutrición. Tuvimos 2 muertos por desnutrición y fatiga de combate.

Ahora, como dato ilustrativo de orden voluntarista, describiré la orden Nro 12 que recibió el CR Mabragaña desde la primera que recibió en su Guarnición aquel 2 de abril de 1982.

Solo estómagos muy fuertes y temperamentos cargados de templanza pueden soportar tremenda soledad del mando, pese a ser abandonados por el Comando Superior. El CR Mabragaña, responde cuando se le pregunta como se sintió en toda la campaña respecto de su Comando Superior: “Yo me sentí siempre solo y durante todo el periodo que estuve en Malvinas, me sentí abandonado”.

Guarniciones argentinas en Malvinas
La comisión Rattembach, le pregunta al CR Mabragaña, qué ocurrió el 12 de junio, y responde:

“El 12de junio recibo un mensaje cifrado, donde se me imparte la orden de que debía preparar la Unidad para realizar una operación sobre la isla Soledad, y que debía preparar un movimiento aéreo y/o marítimo sobre la base de efectivos móviles que debían desembarcar en la isla Soledad, hacer una marcha a pie de veintiocho kilómetros concentrarse al sur de Puerto Darwin, atacar Puerto Darwin conjuntamente con el Regimiento 8, que ahí iba a recibir nuevas ordenes de un comando superior que se instalaría en esa zona. Esa orden me produce una gran duda sobre que podían ser los destacamentos móviles, porque si iba a atacar con fusileros solos…. Me pareció que no cabía hacer eso”.

“Y la otra preocupación que la transmití al Comandante, también por cifrado, era que la unidad no estaba en condiciones de hacer veintiocho kilómetros a pie, por desnutrición y por falta de medios. Si yo tenía que llevar todo a brazos o llevaba el bolso o llevaba las municiones. Las dos cosas no se podían llevar. La gente estaba imposibilitada de llevarlas. Bueno, hice un requerimiento ante esa orden, organizamos la operación, se organizo el transporte, se planeo, se seleccionó el personal que no iba a poder concurrir -porque esos sesenta soldados, directamente no se podían mover- los que se iban a quedar en ese lugar. Hice un requerimiento ese día 13, de qué es lo que necesitaba, para hacer esa operación. El día 13 no conseguí pasar en todo el día ese requerimiento porque la radio de Puerto Argentino no me recibía. Recién a la noche se consiguió pasar el requerimiento”.

“Y el día 14 a la mañana me hablan de Puerto Argentino, en claro el Jefe de la Compañía de Comunicaciones 3, el Mayor Rabago. Me dice: ‘Mi Coronel, no se aleje del Puesto de Comando porque el Comandante de Brigada quiere hablar con usted. Prácticamente todo ha terminado, ya va a recibir ordenes del Comandante de Brigada. Ordenes de cesar las hostilidades en todas las Islas’”.

El 14 de junio de 1982, se cerró otro episodio de coraje de las armas de la Patria, el RI 5 escribió otra de sus páginas de guerra, abnegación y servicio a la Patria, del modo más honesto y digno que sus hombres lograron, con ardor coraje y empeño.

Es pertinente agradecer al Mayor Roberto Fabian Arias Malatesta, su libro MALVINAS Puerto Yapeyú 1982, publicado sobre la historia de la Fuerza de Tareas Yapeyú porque rescata las acciones de cada uno de nosotros, y permite sostener y rememorar a través del tiempo la historia del RI5.

*El autor es General de División Veterano de Guerra de Malvinas y Licenciado en Estrategia y Organización
 
Encuentro un dilema....
El entonces cap. DOVICHI DANTE RAFAEL
1) De acuerdo a Alberto Iannariello, Dovichi estaba bajo sus ordenes en operaciones. Lo cual tiene sentido, ya que ambos estaban en la torre de control el día 01/05.
2) Sin embargo también se lo menciona en el escuadrón base a ordenes de Rusticcini.
3) Y en alguna ocasión se lo menciona en el escuadrón tropa de la I brigada aérea.
4) En el libro de la historia oficial de la FAA, se lo menciona como integrante de "servicios de seguridad de vuelo"

Alguien puede dar alguna certeza?
 
Última edición:

El soldado argentino que custodió y jugó al fútbol con niños kelpers durante la guerra de Malvinas​

El entonces sargento primero Carlos Sánchez estuvo a cargo de cinco familias en un alejado poblado en la isla Gran Malvina. Los detalles de la emotiva despedida y las dos fotos tipo polaroid que le regalaron para “que los recuerde”. Nunca más los volvió a ver​

Adrián Pignatelli

Por
Adrián Pignatelli
7 de Octubre de 2022








El sargento primero retratado en Malvinas, con Puerto Yapeyú a sus espaldas. Sus conocimientos del idioma inglés lo llevaron a las islas (Gentileza Carlos Sánchez)
El sargento primero retratado en Malvinas, con Puerto Yapeyú a sus espaldas. Sus conocimientos del idioma inglés lo llevaron a las islas (Gentileza Carlos Sánchez).


Los británicos que lo habían tomado prisionero le habían indicado a Carlos Sánchez acomodarse en el fondo del helicóptero que lo llevaría a Puerto Yapeyú. Pero cuando la máquina estaba por despegar, le ordenaron descender. Estaba en Many Branch, un punto perdido en la isla Gran Malvina, tan perdido como Ingeniero Juárez, el último pueblo del oeste formoseño donde había nacido hacía 32 años.

Su familia -ocho hermanos, siete varones y una mujer- vivía del campo y de la cría de ganado. A Carlos esa vida le gustaba mucho, nunca le faltaba para comer –”jamás en el campo va a escasear el alimento”, aseguró a Infobae- pero quería forjarse un futuro.
En un viaje a Embarcación, Salta, pidió trabajo en el puesto de Gendarmería. Estuvo un año y medio ganándose la vida como mozo en el casino de suboficiales en el Escuadrón 20 en Orán. Recibió una instrucción básica, pero no pudo ingresar formalmente. “Se me caían las lágrimas cuando me enteré”, confesó. Alguien le insistió a que se inscribiese en la Escuela de Suboficiales Sargento Cabral y en 1970 egresó como cabo. Eligió el arma de Caballería y quiso hacer el curso de comando.
Tres de los niños que fueron evacuados a Many Branch, para alejarlos de la zona de bombardeos ingleses (Gentileza Carlos Sánchez)
Tres de los niños que fueron evacuados a Many Branch, para alejarlos de la zona de bombardeos ingleses (Gentileza Carlos Sánchez)


El viaje a Malvinas
En 1982 era sargento primero y trabajaba en el Instituto Geográfico Militar. El 20 abril, junto a otros compañeros, cuando aprobó una prueba de inglés, le informaron que viajaría a Malvinas. Debía llevar cartografía para el gobernador.
Tuvo sentimientos encontrados. Alegría por participar de semejante acontecimiento y tristeza por la familia que dejaba en Buenos Aires: su esposa Lya y su hijo Carlos David, que aún no había cumplido los dos años. Interrumpía, además, sus estudios de tercer año de Derecho en la Universidad de Buenos Aires.
En Comodoro Rivadavia alguien se compadeció de su uniforme de verano y le consiguió una campera acorde para soportar el frío malvinense.

En la casa de gobierno de Puerto Argentino, entregó el material que llevaba y se quedó trabajando en el lugar. Con sus cinco años de estudio de inglés, lo enviaban regularmente a la oficina del correo a escuchar lo que conversaban los kelpers.
Cuando fue afectado a la Brigada III de Infantería cruzó en helicóptero a Puerto Yapeyú e integró con el mayor Gaubeca y el capitán Zarabozo la División de Asuntos Civiles en el Regimiento 5.
Bombas sobre Puerto Yapeyú
El bombardeo naval más grande sobre Puerto Yapeyú fue en la noche del 27 al 28 de mayo
. Allí los defensores argentinos sufrieron varios heridos y las esquirlas alcanzaron algunas casas. El 28 de mayo Robert Lee, el administrador del establecimiento, solicitó autorización al coronel Mabragaña, jefe del regimiento, para que las familias se pudiesen desplazar hacia el establecimiento en Many Branch, unos diez kilómetros al norte, un pequeño caserío al borde de una bahía cuatro kilómetros al sur del Monte Rosalía, en la isla Gran Malvina.
Una de las fotos que los niños le regalaron a Sánchez en la despedida en Many Branch (Gentileza Carlos Sanchez)
Una de las fotos que los niños le regalaron a Sánchez en la despedida en Many Branch (Gentileza Carlos Sanchez)



Many Branch era usado como punto de apoyo de las patrullas argentinas que iban al monte a monitorear el desembarco inglés en el estrecho de San Carlos.
Mabragaña solo autorizó a que lo hicieran las mujeres y niños, ya que los hombres trabajaban en la estancia y daban apoyo logístico a la fuerza argentina. El desplazamiento se hizo el 30 en dos jeeps Land Rover y un tractor con acoplado.
Sánchez no quería separarse de sus compañeros, pero como ya conocía a la población civil y hablaba inglés, no tuvo opción.
Convivir con los kelpers
Fue con cuatro soldados. Recuerda que el lugar había una casa rectangular doble, unida por un pasillo, donde se acomodaron las cuatro o cinco familias, unas veinte personas en total. Los soldados argentnos se alojaron en un cobertizo, a unos treinta metros. La única comunicación con la unidad era una radio motorola que estaba en la casa.
Sánchez en Malvinas. No quería ir a Many Branch para no separarse de sus compañeros (Gentileza Carlos Sánchez)
Sánchez en Malvinas. No quería ir a Many Branch para no separarse de sus compañeros (Gentileza Carlos Sánchez)



Los civiles le daban una ración diaria al mediodía, que podía ser arroz, arvejas, a veces carne congelada de vaca y una suerte de buñuelo. Era escasa pero se las arreglaban. En una oportunidad Sánchez cocinó la cabeza de una vaca que los kelpers habían carneado y la comida les duró casi cuatro días.
En otra oportunidad, lograron cazar, con tres disparos de una pistola Ballester-Molina 11,25 a una avutarda, a pesar de que estaba prohibido disparar.
Sánchez sospechaba de un lugareño llamado Paul Bonner, que siempre se acercaba a hablar y quería sacarle información. Estaba seguro de que le pasaba datos a los británicos.
Lograron integrarse con los civiles a pesar de que hablaban cada tanto. Les llamaba la atención lo poco abrigados que estaban a pesar del frío. Con los chicos solían jugar al fútbol con una pelota, algo más chica que la convencional. Los chicos reían y disfrutaban.
Sánchez ya conocía a los lugareños cuando había estado en Puerto Yapeyú, Puerto Howard para los ingleses. En un primer momento hubo mucha desconfianza. Era reticente a aceptar cuando le ofrecían desayuno porque temía que estuviese envenenado. Ellos se dieron cuenta y le alcanzaban las jarras para que se sirviese él mismo.



Recuerda a Robert Lee, quien lo invitaba a su casa. Le regaló una bufanda que había comprado de apuro en el continente y que nunca había usado. El kelper, al que todos adjudicaban dotes especiales de negociador, sonrió complacido por el presente.
Si bien los kelpers tenían la costumbre de descalzarse dentro de la casa, permitían que Sánchez entrase con sus borceguíes embarrados.
En la noche del 8 de junio, los argentinos se prepararon para lo peor cuando los sobrevoló un helicóptero inglés Sea King. Pensaron que se trabarían en combate, pero la máquina siguió su camino.
Al día siguiente llegaron el teniente primero José Duarte y sus hombres, de la Compañía Comando 602. Con el café que ellos traían y el azúcar que le habían dado los kelpers, estuvieron un rato en el lugar.
Está convencido que la sucesión de disparos que el día 10 escucharon eran por el tiroteo entre los comandos liderados por Duarte y los británicos, que terminó con el capitán Hamilton muerto y con un cabo primero prisionero.
Llegan los ingleses
Cuando Sánchez vio el sobrevuelo a muy baja altura de un helicóptero inglés, intuyó que todo había terminado, más cuando lo vio dirigirse a Puerto Yapeyú. Un llamado por radio le confirmó sus sospechas cuando le informaron del cese de fuego.
No deseaba rendirse. El y sus soldados tenían, cada uno, cinco cargadores, pero sabía que no estaban en misión de combate. Bonner les pidió que no se resistiesen, que todo había terminado.
Al rato la máquina regresó y se llevó a sus soldados a Puerto Yapeyú. Un kelper se quedó con su arma reglamentaria, a pesar de su negativa. Lo obligaron a permanecer de rodillas en la turba mojada, siendo apuntado por un soldado inglés. En un momento el británico quiso encender un cigarrillo y él le alcanzó su encendedor. Le pidió que lo dejase de apuntar, y el inglés accedió. “Esta gente lo aprecia, sargento”, le dijo el inglés, señalando a los kelpers.
Cuando el helicóptero regresó, lo hicieron ascender y lo ubicaron en el fondo. Pero minutos después le indicaron descender. Los kelpers se habían reunido con el propósito de despedirlo.
El recuerdo de los kelpers
Los niños, con los que había jugado al fútbol, le regalaron dos fotografías tipo polaroid. “Son para que nos recuerde”, le dijeron. En una bolsa que llevaba su nombre, le habían guardado sus efectos personales que no entraban en su bolsa porta equipo. Bonner habló con el oficial a cargo y le indicó que no se la quitasen, que eran elementos personales.
Sánchez le dio un beso a cada uno de los chicos y un apretón de manos a los lugareños. Nunca más tuvo contacto con ellos.
Cuando regresó, se dedicó a terminar sus estudios de Derecho, y se recibió en 1986. Al año siguiente, gracias a su título universitario, pasó al cuadro de oficiales como auditor militar.
Se siente orgulloso porque pudo leer su historia en el libro “Malvinas Puerto Yapeyú 1982 – La historia de la Fuerza de Tareas Yapeyú durante la campaña del Atlántico Sur”, que publicó Roberto Arias Malatesta (que ya va por una segunda edición) y que reseña la verdadera epopeya que vivió el regimiento 5, que quedarían aislados durante la mayor parte del conflicto.

"Busque en el libro, ahi está todo", insistió Sánchez
Se retiró en 2007 como teniente coronel, vive en San Antonio de Padua y tiene cinco nietos. El más grandecito dice que a veces le pregunta por Malvinas y por la guerra y le cuenta lo básico, para que entienda. El evoca sus días de la escuela primaria, los sentimientos que le despertaban cuando cantaba Aurora, y las enseñanzas de sus maestras Lucía, Julia y María. De chiquito le inculcaron que Malvinas es un sentimiento, que era la República. “Es mi Patria”, esa donde los chicos quedaron por siempre reflejados en una polaroid.
 

GRAN MALVINA: EL MÉDICO DE PUERTO HOWARD


8:24 ESTEBAN MCLAREN 1 COMMENT

Fue a la guerra como personal de sanidad, luchó para salvar a los heridos y sus últimas palabras fueron para Malvinas

El pasado 31 de octubre falleció víctima de un ACV, Gilberto Boles Pereda, que en la guerra se desempeñó como odontólogo en Puerto Yapeyú. Como el resto del Regimiento de Infantería 5, padeció el aislamiento y la falta de insumos, carencias que supo suplir con su predisposición para el hacer el bien, que fue su conducta de vida. El conmovedor video que grabó minutos antes de su muerte


Por Adrián Pignatelli || Infobae

La entrevista que hizo el Teniente Coronel VGM Boles Pereda se realizó en el marco de “Malvinas 40 años” para registrar testimonios para un libro de la Sanidad Militar en Malvinas (Video editado y cedido por el Ejército Argentino)
Cuando había un bombardeo inglés, el personal médico del modesto puesto sanitario del Regimiento de Infantería 5 se transformaba. Ese espacioso salón de cinco por diez metros, de paredes de chapa, que en los tiempos de paz los socios del Puerto Mitre (Port Howard) Social Club lo usaban para reunirse, tomar cerveza y pasar el tiempo, era literalmente agujereado como un queso gruyere por las esquirlas de los explosivos.
Los heridos argentinos -que por las dudas se colocaban el casco- no salían de su asombro por la automática reacción de médicos y enfermeros que dejaban de lado la parsimonia de las escasas horas de tranquilidad, iban y venían, se internaban en el campo en la búsqueda de heridos, muchas veces en la inmensidad de la noche, conscientes que los segundos eran valiosos, y que podía significar la vida o la muerte para alguien que necesitase asistencia.
Gilberto Boles Pereda estuvo en la guerra como teniente primero odontólogo, en Puerto Yapeyú, con el Regimiento 5.
Uno de los que se transformaba era el teniente primero Gilberto Alejandro Boles Pereda, odontólogo, 29 años, que en uno de sus bolsillos conservaba la típica pieza de extracción de dientes. Fue el único implemento con el que contó, que ni supo cómo había llegado a su bolsillo.
El buque Córdoba, que debía llevarles todo lo necesario para la atención médica, retrasó su partida por un choque en el puerto y cuando quiso zarpar, el bloqueo inglés se lo impidió. Desde que los ingleses establecieron la cabeza de playa en San Carlos, los efectivos de la fuerza de tareas cuya cabeza visible era el Regimiento 5, asentada en Puerto Yapeyú, en la isla Gran Malvina, fueron los aislados entre los aislados, como gustan aún describirse.
Boles Pereda, que hacía poco se había recibido, que no le dijo a su madre maestra y a su papá farmacéutico que iba a la guerra, sino que les avisó desde las islas, que se negó a volver para que no le sellasen el pasaporte, que su devoción por la religión lo hacía cuidar el costado espiritual y afectivo de los soldados, falleció el pasado 31 de octubre, después de estar tres meses internado luego de sufrir un ACV.
Se descompuso inmediatamente después de dejar grabado su testimonio de su papel en la guerra.
Desde las islas, Boles Pereda escribió varias cartas. Pedía perdón por la letra chica, decía que lo hacía para poder contar más. (Gentileza Familia Boles Pereda)
Porteño, nacido el 25 de octubre de 1952, fanático de San Lorenzo y del Turismo Carretera, y que los domingos no se perdía una carrera, hace un poco más de treinta años que, a partir de ayudar en una mudanza, había conocido a su esposa, Patricia.
Tendrían a Catalina, ahora de 30 años, terapista ocupacional; Juan Pablo, de 27, un radiólogo que lleva el nombre en honor al Papa polaco; sigue Keila, de 25, a punto de recibirse de maestra jardinera; Mateo, de 18, terminando el secundario, que aún no tiene decidido qué estudiar y Milagros, de 12. Ella fue adoptada cuando tenía 11 meses, y el nombre se lo pusieron las enfermeras al nacer, porque estuvo muy delicada de salud. Con todos ellos dialogó Infobae, a escasas horas de haber despedido a su padre.
Las voces de sus hijos suenan claras a través del auricular y esperan que uno termine de hablar para otro acotar. “Para él, Malvinas fue su gran orgullo. Hablaba en la familia sobre la guerra pero no contaba detalles duros. Participaba de desfiles y asistía a las conmemoraciones del 2 de abril. Siempre se negó a viajar a las islas mientras tuviera que dejarse sellar el pasaporte. ‘Si es mi país, cómo voy a dejar que hagan eso’, cuentan los hijos.
En la soledad de Puerto Yapeyú. Boles Pereda es el segundo desde la izquierda. En el otro extremo, parado, el capellán (Fotografía "Malvinas. Puerto Yapeyú 1982. La historia de la fuerza de tareas Yapeyú durante la campaña del Atlántico Sur, de Roberto Malatesta)
En las cartas que escribió desde las islas y que la familia conserva como tesoro, pedía perdón por la letra chiquita, pero era porque quería escribir mucho. Las firmaba con un “para todos un beso grande y un abrazo de su Gilbertito”.
“En los momentos de mayor peligro, es como que el miedo desaparece; lo que pesa más es la responsabilidad que teníamos sobre los soldados”, explica Emilio Samyn Ducó, por entonces subteniente de dicha unidad. “Con los médicos ocurría lo mismo. Estando herido me sorprendía verlos trabajar, como cuando salían como una flecha a buscar heridos, sin reparar en el peligro”.
Boles Pereda
era una persona extremadamente humilde, pero de carácter fuerte y exigente, según recuerdan. “Eran de los que sabían imponerse, pero para hacer el bien”.
Recorría los catres donde estaban los soldados heridos para levantarles el ánimo. Grande fue su desconsuelo cuando descubrió que el soldado chaqueño Gerónimo Maciel, al que debieron amputarle un brazo, respiraba muy mal, y los médicos no pudieron evitar el paro cardíaco y falleció. “Sentí mucho dolor e impotencia”, confesaría años después. Siempre recordó el detalle del perro que aullaba cuando lo enterraron.
Primero desde la izquierda, Gilberto Boles Pereda posa en Puerto Yapeyú, junto a personal de la Compañía de Sanidad 3. (Del libro "Malvinas. Puerto Yapeyú 1982. La historia de la Fuerza de Tareas Yapeyú durante la campaña del Atlántico Sur, de Roberto Malatesta)
Llevó un registro día por día de lo vivido en las islas, que incluían desde el santo y seña que debían usar hasta los estados del tiempo. Poseía una memoria prodigiosa, tenía presente el rostro de cada uno de los soldados. Roberto Malatesta, quien lo entrevistó para su libro “Malvinas. Puerto Yapeyú 1982″, contó que la emoción a veces le impedía continuar el relato. “Se notaba que la guerra lo había marcado mucho”, le dijo el autor a Infobae.
Por sobre todo, era muy creyente. Cuando al capellán del regimiento Nicolás Solnyczny se quedó sin hostias, fue Boles quien encontró la solución. Se las arregló para canjear con los kelpers del lugar un poco de harina. La mezcló con agua, hizo una masa que estiró lo más que pudo para dejarla fina. La cortaba con una tapa de remedios y la cocinaba en el aparato que se usaba para la esterilización del instrumental. Y los heridos pudieron comulgar.
El decía que el día más triste fue cuando vio cuando arriaron la bandera argentina.
Los hijos remarcan que era callado y un tanto reservado en reuniones y que no importaba el lugar donde fueran, siempre se encontraba con gente conocida. Y que era muy recto y honrado y dedicado al trabajo. Le gustaba escuchar tangos aunque en el consultorio, para que sus pacientes se sintiesen tranquilos, ponía música mantra. Había pacientes que tenía tanto en el Hospital Militar de Campo de Mayo como en la clínica privada donde trabajaba por la tarde, que solo aceptaban atenderse con él. Era habitual que al final del día se apareciera en la casa con vinos o chocolates que ellos le regalaban.
Remitente Islas Malvinas. Uno de los tantos sobres con las cartas que la familia atesora (Gentileza familia Boles Pereda)
Durante la pandemia, cuando la cuarentena era estricta, solía concurrir a las terapias intensivas a dar la eucaristía a los enfermos, ya que su condición de Ministro de la Eucaristía así se lo permitía. “Si Dios y la Virgen quiere…”, solía repetir como una muletilla.
Era culto y formado y, medio en serio y medio en broma, en la familia lo desafiaban a anotarse en algún programa de preguntas y respuestas, ya que los paseos que realizaban eran casi visitas guiadas con comentarios y acotaciones de los lugares por los que pasaban.
Se las arreglaba para llevar y traer a sus hijos. “Es nuestro Uber”. Con la hija más chica se divertían asomados al balcón, saludando a los colectivos que pasaban. Era deportista y corría maratones. “Hoy es un día ideal para la práctica del deporte”, solía decir.
Hace tiempo que Silvia Barrera, que en la guerra se desempeñó como instrumentadora quirúrgica, y Paula Baruja, profesora y licenciada en enfermería -en el marco de un proyecto de investigación de la licenciatura en enfermería del Colegio Militar de la Nación-, están registrando en video testimonios de veteranos de Malvinas que hayan pertenecido a Sanidad y especialmente sobre la Compañía de Sanidad 3, que pertenecía a la Brigada 3, de los que hay escasos registros de su desempeño en el conflicto. Todo el material lo volcarán en el documental “Heridas de guerra”. Costó convencerlo a Boles Pereda, que el año pasado se había retirado con el grado de teniente coronel, porque nunca había hablado de esa manera y siempre estaba complicado con los horarios. Sus recuerdos eran valiosos para reconstruir la movilización y el despliegue del puesto principal de socorro de esa brigada. Finalmente accedió.
Las grabaciones se hicieron en el Salón Belgrano del edificio del Estado Mayor del Ejército. El miércoles 28 de julio, aparte de Boles, estaba invitado el cirujano Horacio Quirós Taua.
En un ambiente donde había poca luz, de pronto se escuchó a alguien tropezándose con las sillas. Era Boles que se desplomaba. Llamaron una ambulancia y Paula Baruja lo acompañó en el vehículo. Camino al Hospital Militar Central, él le tomó la mano y le dijo que estaba feliz por haber podido contar lo que había vivido en las islas.
Esas serían sus últimas palabras.
La última fotografía. A punto de dar testimonio para un documental sobre la participación del personal de Sanidad durante el conflicto armado (Gentileza Silvia Barrera y Paula Baruja)
Estuvo tres meses internado y los médicos, sorprendidos, dijeron que la peleó como un guerrero. Cuando la familia lo visitaba y le hablaba, él respondía con gestos. Su hija Catalina relata que cuando le pasaron la Marcha de Malvinas movía la cabeza, los ojos y los labios. Falleció el 31 de octubre.
Lo sepultaron en el cementerio de la Chacarita, donde se dieron cita su familia, sus amigos y sus compañeros. El responso quedó a cargo del padre Santiago, del que se había hecho muy amigo, y en un momento se quebró en medio de la plegaria. Conmovió a los presentes los golpecitos que Milagros, su hija menor, le dio al féretro, acompañado por un “papá, te amo”, frase que resume, ni más ni menos, la vida de un hombre bueno.
 
grupo apy de las compañías de tiradores

M20 super bazooka
M65 instalaza. operado por tres hombres, apuntador, ayudante, abastecedor
cañón SR M67. operado por tres hombres


EL RI3 y el RI6 usaron los cañones en sus grupos apy. El resto de los regimientos usaron lanzacohetes.
 
-- ó í .-

Relato de Isidro Abel Vides, Subof My Mec Arm (R) “VGM”

Esta es mi pequeña historia, una humilde contribución de un protagonista, acontecido en la recordada Gesta y que forman parte de la historia, aunque pocos conocen.
Desde un primer instante éramos conscientes que debíamos luchar como argentinos por una causa justa, íbamos a defender la integridad de nuestro territorio, el que históricamente nos pertenecía e injustamente nos había sido arrebatado por la fuerza
En aquel tiempo ostentaba el grado de Sargento 1º Mecánico Armero e integraba el Equipo del Peloton Armamento del Grupo Móvil de la Compañía Arsenales del Batallón Logístico 10, cuyo asiento de paz se encontraba en Villa Martelli. Llegamos a a Puerto Argentino el 10 de abril de 1982, quedé impresionado por la belleza de la isla. Los conocimientos de mi especialidad me permitían sospechar el poder de combate de las fuerza del enemigo pese aque las noticias propaladas por los medios en aquellos días expresaban lo contrario.
Luego del arribo, acampamos en carpas próximos al Aeropuerto, mas tarde vivaqueamos en unos bunker abandonados que se encontraban en el camino a la localidad y finalmente ocupamos la usina de Puerto Argentino, lugar este que nos permitía utilizar las máquinas y herramientas que no habíamos podido trasladar del continente, ya que lo único que llevábamos eran herramientas portátiles de campaña y algunos repuestos para apoyar a las tropas de la Xma Brigada de Infantería Mecanizada “Tte Grl Levalle”, integrada por los Regimientos de Infantería Mecanizada
3, 6, y 7, El Escuadrón de Exploración de Caballería Blindado 10, La Compañía de Ingenieros 10 y la Compañía de Comunicaciones 10. Trabajando en ese lugar durante los primeros días de mayo, me llama el 2do Jefe del Batallón, Mayor Ruiz, del cual dependimos y me ordena elaborar afustes (soportes), para once ametralladoras Browning calibre 7.62 mm, a fin de ser empleados en el frente de combate, para reforzar la defensa. Se trataba de ametralladoras pertenecientes a aviones Pucará de la de la Fuerza Aérea que habían sido abatidos en la Isla de Borbón y que por ende no disponían de aquellos efectos propios de las tropas terrestres.Finalizada la recepción de la orden, pensaba que material podría utilizar para Confeccionarlos y mientras caminaba
al lugar donde debía almorzar, pasé cerca de dos vehículos abandonados Land Robert, también había en el lugar caños de agua de dos pulgadas. Pensé entonces que ese era el material que podía serme útil para fabricar los afustes y la cuna que debía sostener a las ametralladoras. Comenzamos sin pérdida de tiempo a trabajar, confeccionándolos con los chapones que usaban esos vehículos como auxilio, cuando se quedan atascados en terrenos con lodo.
Integramos un equipo de trabajo con mi auxiliar, Cabo 1ro Mecánico Armero Claudio Sánchez, Sargento 1ro Mecánico Motorista Pedro La Rosa y los Sargentos Mecánicos Motoristas, Eduardo Pereyra y Ricardo Garay, además de los soldados conscriptos ayudantes Coronel y Billota.
Después se efectuaron las pruebas de tiro en una posición del Regimiento de Infantería Mecanizada 25, al costado del Aeropuerto de Puerto Argentino. Estas fueron satisfactorias por lo que luego se pudo armar con una
ametralladora el Jeep Mercedes Benz que proporcionaba la custodia al Gobernador Militar de las Islas, dos fueron
colocados sobre la cubierta sobre cubierta del barco de ELMA “Yeguin” y dos en cada patrulleros de la Prefectura Naval Argentina. Esta tarea nos demandó a todos un gran esfuerzo, trabajábamos hasta las 12 de la noche sin descanso, muchas veces
debíamos cubrir las ventanas del taller para evitar los reflejos que producían los chispazos de la soldadura eléctrica, ya que recibíamos cañoneo naval diariamente a partir de las 18 horas.
Un día muy triste fue el 11 de junio, en horas de la noche, en oportunidad de producirse uno de los bombardeos navales a los que nos tenían invariablemente acostumbrados las fragatas inglesas, fallecen en la posición, que se encontraba al costado de los galpones de la Usina y que era ocupada en caso de alerta, el Sargento 1ro Pedro Larrosa y el Sargento Eduardo Pereyra, ocasionando el fuego enemigo también dos heridos. Esta unidad presentaba en su orgánica las Compañías Comando, de Arsenales, de Intendencia y de Sanidad,
desarrollando esta última sus funciones en el Hospital de Puerto Argentino. Dentro del Grupo Móvil, el Pelotón Mantenimiento de Automotores cumplió una ardua tarea, poniendo en servicio algunos vehículos incautados a los Kelpers y efectuando permanentemente mantenimiento a los pocos vehículos que disponían las unidades, especialmente en el arreglo de las cubiertas que a diario sufrían la acción de las esquirlas diseminadas en los caminos por el fuego de artillería enemiga. Luego, como todas las tropas vivimos los tristes momentos de la rendición, el 14 de junio. Habíamos realizado un gran esfuerzo que no fue suficiente para oponerse a una gran superioridad tecnológica. Me queda haber hecho mi trabajo lo mejor posible.BLog.Mec. 10(-) distribuyo sus medios de manera:

sección sanidad quedó agregada al hospital militar

sección intendencia al COL operando un lugar de abastecimientos clase I (víveres) instalado en el hipódromo

sección arsenales en la usina, para efectuar el mantenimiento de automotores, comunicaciones, electrónica, óptica y armamento.
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Sarg Roque antonio Gómez Encargado de sección Sec infantería



42soldados y 6 suboficiales

https://misionesonline.net/2022/12/16/revivi-excombatiente-misionero-roque-gomez/

cuidan planta potabilizadora

despues apoyan al ri3

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Blog.Mec 10(-) fuego naval del 12 al 13 de junio:
mueren los sargentos Larrosa y Pereyra,
herido el sargento Hernandez y el cabo primero Casas
 
Última edición:
cabo primero PITITTO, Jose Luis RI8
En PA en junio, quizas nunca cruzó a Gran Malvinas.
popsiblemente de la compañia servicios
 
Última edición:
Bat Log 9

cabo primero PINTOS, José Norberto, regresa 14/04

S/C Carlos Bustos, chofer camión combustible

el 14/04 llega otro contingente del blog 9
 

Primer Teniente VGM Carlos Musso - G6C​


cuenta que se probaron trajes de neopreno (de uso para caza submarina) como traje antiexposicion.
Dieron buenos resultados y se implementaron.
 
cabo Juan Antonio Barroso
jefe mortero 81mm apy/B/RI6

soldados del mrtero
Javier Romero
Angel fernandezz
carlos dabeau
Hugo Batista





Tte primero Raul Abella jefe B/RI6
subtte Guilleromo Robedo y Venecia, jefe apy/B/RI6
subtte Aldo Franco jefe 2/B/RI6
cabo Ramon Irigoitia jefe 1/B/RI6
cabo primero Walter duran jefe mortero 81mm apy/B/RI6
 
Última edición:
SC Alejandro Luis Liebana


A Malvinas llegué el día 13 de abril de 1982, alrededor de las cuatro de la tarde. Pertenecía a la Compañía de Comando del RI 3, era Conductor Motorista, pero no tenía vehículo a cargo. Mi suerte cambió cuando el Teniente Coronel David Ubaldo Comini, jefe del Regimiento, le entregó un jeep al Subteniente Forti, de Intendencia, quien estaba cargo del "rancho" de la tropa y Me designaron para conductor de ese jeep y así comencé a recorrer la isla transportando heridos, agua, alimentos, armamentos; lo que fuera. En cierta oportunidad, mientras efectuaba uno de esos viajes, en compañía del Soldado Conscripto Galíndez (habíamos partido de Puerto Argentino) nos encontramos con un gran camión amarillo desbarrancado en el camino que era muy sinuoso. Nos cerraba el paso. Tuvimos que esperar a que llegara un tractor para desplazarlo. Estaban operando el tractor cuando oímos el cañoneo de nuestros antiaéreos. En esos instantes apareció un Harrier y abrió fuego contra nosotros. Tuvimos que arrojarnos al piso. Uno de los proyectiles picó muy cerca mío, mientras que otras balas impactaban en nuestro jeep. De milagro el jeep no explotó porque estaba cargado con municiones... Si hubiera pasado eso, adiós... En otra ocasión el Subteniente Forti nos dio la orden de ir a buscar a un herido. Fuimos, y a unos 3 km del pueblo encontramos a un Suboficial sentado sobre una roca, ensangrentado, y cerca de él, a un Soldado de la Compañía "B" de Infantería, que, al haberse desplazado a través de un campo minado, había perdido una pierna. Lo cargamos como pudimos y lo llevamos al hospital de campaña, el pobre camarada rogaba que regresáramos a buscar su pierna. No podíamos hacer eso y como el camino era muy escarpado y el jeep iba a los saltos, yo sentía que lo estábamos lastimando más al pobre muchacho. Otro momento trágico fue cuando junto al Soldado Conscripto Olate debimos ir a buscar los restos del Soldado Conscripto Soria, de la Compañía de Comandos y Servicios, despedazado al entrar a una casa que estaba minada. El Subteniente Forti nos contuvo, nos ayudó a formar un grupo unido, nos protegíamos unos a otros, estaba el miedo sí, ¿cómo negarlo? Pero también estaba la camaradería. El coraje, el orgullo de estar peleando por una causa justa. Y cuando alguna comenzaba a desmoralizarse, siempre había un compañero que lo alentaba. Sólo los que hemos pasado por esos trances sabemos cuánto valen ese tipo de actitudes. No importaba si había combate, nosotros teníamos que salir a buscar heridos o a transportar municiones, etc. Nos desplazábamos constantemente, esquivando como podíamos el fuego enemigo. Debíamos conseguir comida, fuego, agua, abrigo: todo eso se necesitaba y allá íbamos nosotros. El día 3 de junio cumplí años en Malvinas y el Subteniente Forti se llegó hasta donde yo estaba haciendo guardia y me trajo una taza de chocolate caliente. ¿Cómo la consiguió?, todavía para mí eso es un misterio, el era asi un tipazo. Por eso, de ese gesto de generosidad jamás voy a olvidarme. Allá en Malvinas maduramos y nos convertimos en hombres que sabían lo que estaban haciendo. Sin duda, no teníamos la experiencia de soldados profesionales, como los ingleses, pero no nos faltaba espíritu de combate, cada uno aportaba desde su función a la causa de la patria. Todo lo que pasó, nos hizo crecer mucho más como seres humanos. Eso es lo que en las reuniones, siempre comentamos con mis antiguos camaradas. Y yo siempre me apoyo en ese sentimiento"
 
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