El término RMA, Revolución en los Asuntos Militares, que centró el debate político, militar y académico producido en el ámbito de la defensa durante la década de los noventa, puede definirse como un profundo cambio en la forma de operar de los ejércitos que deriva de la integración y explotación de nuevas tecnologías, doctrinas u orgánicas en su seno. Esta transformación, que debería convertir en obsoletas las formas de combate anteriores, proporciona una enorme superioridad al primer ejército que explota estas capacidades, por lo que sus aliados, por razones de interoperabilidad, y desde luego todos sus posibles adversarios, deberán alcanzar este nuevo estándar de capacidades, bien sumándose a la revolución o desarrollando una respuesta que acabe con dicha ventaja.
A grandes rasgos, los debates sobre la posible existencia de una RMA capaz de transformar el arte de la guerra surgieron, primero en la Unión Soviética y después en Estados Unidos, a mediados de la década de los ochenta, coincidiendo con la aplicación militar de los avances tecnológicos que estaban produciéndose en los campos de la informática, la electrónica y las comunicaciones (4). Estas nuevas tecnologías, divididas en sistemas de Mando, Control y Comunicaciones (C3), Inteligencia, Observación, Adquisición de Objetivos y Reconocimiento (ISTAR) y municiones de precisión, prometían revolucionar la forma de operar de los ejércitos.
Estos equipos no sólo permitirían obtener, procesar e interpretar grandes volúmenes de información –que proporcionarían a los mandos militares y políticos una completa radiografía a tiempo real de todo lo que sucediera
en el teatro de operaciones–, sino que también permitirían atacar y destruir cualquier objetivo que se encontrara en el campo de batalla, a gran distancia y con una elevada tasa de éxito gracias a las municiones de precisión e inteligentes.
La espectacular victoria estadounidense en la Guerra del Golfo de 1991 pareció demostrar el alcance revolucionario de estos cambios (6), por lo que el debate sobre la posible existencia de una revolución capaz de convertir en obsoleto el armamento, las tácticas, los procedimientos y las doctrinas desarrolladas durante la Segunda Guerra Mundial y en la Guerra Fría –todavía limitado al ámbito político y militar estadounidense y soviético(7)– se popularizaría mundialmente hasta el punto de centrar cualquier discusión que se produjera en el ámbito de la defensa (8).