EL SUBMARINO QUE AVERGONZÓ A LA OTAN EN MEDIO DE UN SIMULACRO
Imaginen la escena: docenas de buques de guerra de la mayor alianza militar del planeta, helicópteros zumbando, sonares barriendo el mar, comandantes confiados en el centro de operaciones brindando por el "éxito total" del ejercicio. De repente, justo en medio de la formación, como un invitado tardío que llega a una fiesta, un submarino ruso emerge, abre su escotilla y solicita... un médico.
Esto es exactamente lo que ocurrió el 29 de febrero de 1996 en el Atlántico Norte, durante el ejercicio "Strong Resolve" de la OTAN. Y, amigos, todavía hoy hiere el ego occidental.
El intruso era el K-448 Tambov, un Victor-III nuclear de la Flota del Norte rusa. Durante días, circuló entre fragatas estadounidenses, británicas, noruegas y holandesas sin que ningún sonar, helicóptero u oficial de inteligencia detectara su presencia. Cero. Nada. Un fantasma de 7.500 toneladas y 106 metros de largo vagando por el patio trasero de la OTAN como si estuviera desayunando.
Cuando el comandante ruso decidió salir a la superficie —porque un marinero estaba herido y necesitaba evacuación médica urgente—, la conmoción dejó atónitos a los oficiales de la alianza. Un almirante estadounidense confesó posteriormente en privado: «Fue como si el diablo hubiera entrado en nuestra sala de guerra».
La respuesta inmediata fue humanitaria: un helicóptero estadounidense evacuó al tripulante herido a tierra firme. Pero el daño moral ya estaba hecho. La OTAN tuvo que aprender la lección: incluso en 1996, cinco años después del fin de la Unión Soviética, los submarinos rusos aún podían hacer lo que quisieran en aguas que Occidente consideraba "seguras".
La prensa británica lo calificó como «la mayor vergüenza naval desde la Guerra Fría». El Pentágono ordenó la revisión de todos los protocolos de guerra antisubmarina.
Casi 30 años después, las clases de cuarta generación, como el Yasen y el Borei, que entraron en servicio en 2013 y se producen a un ritmo acelerado, han mejorado esta tecnología. Estos buques incorporan propulsión por chorro de agua: imaginen propulsión por chorro de agua en lugar de hélices giratorias, eliminando así el zumbido de cavitación característico de los submarinos más antiguos. En el Yasen-M, el más reciente (al igual que el Krasnoyarsk, puesto en servicio en 2023), el casco está recubierto de miles de placas de caucho avanzadas, con canales internos que disipan las ondas sonoras como una esponja gigante.
¿El resultado? Una señal acústica tan baja que los analistas navales la describen como "casi inaudible", incluso a velocidades sumergidas de hasta 35 nudos. Solo los submarinos estadounidenses de la clase Virginia rivalizan con estos submarinos rusos.
Pero el problema principal es que esta tecnología rusa está siendo compartida con los chinos, y abarca desde la propulsión nuclear silenciosa hasta recubrimientos anecoicos que absorben las ondas sonoras y diseños de casco que reducen el ruido a un susurro.
Todo esto tiene como objetivo mejorar el Tipo 096, el nuevo SSBN chino que promete ser la pesadilla furtiva de Occidente. China pretende ampliar su capacidad y producir entre 5 y 6 submarinos al año.
Si conozco un poco la industria militar china, mejorarán la tecnología rusa en nuevas versiones del Tipo 096.
¿Y la OTAN? A día de hoy, se mantiene muy cautelosa con respecto a los submarinos rusos y vigila de cerca la transferencia de tecnología a China.