Geopolítica del Medio Oriente

Sebastian

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Los chiíes reciben con alivio el avance diplomático iraní

El acuerdo nuclear abre ciertas esperanzas de distensión en Siria y Líbano

Natalia Sancha Beirut 3 ABR 2015 - 16:42 CEST


Protesta de estudiantes contra los bombardeos saudíes en Yemen en la sede de Naciones Unidas en Beirut el miércoles pasado. / Bilal Hussein (AP)

El acuerdo entre las potencias mundiales e Irán sobre la reducción de su programa nuclear se recibía con alivio entre los aliados de la potencia chií en la región. Teherán se anota un tanto diplomático en plena guerra fría contra la potencia suní de Arabia Saudí.

El acuerdo y su posible ratificación afecta de pleno a la guerra que a través de milicias libran las potencias regionales en Oriente Próximo. Teherán amplía su anillo chií en la región. Irán se impone como el firme aliado del presidente sirio Bachar el Asad, al tiempo que refuerza su campo de influencia en Oriente Medio a través del apoyo y armamento de las milicias chiíes en Irak, de Hezbolá en Líbano, y del frente más reciente con el apoyo a los Huthis en Yemen. El monarca saudí, que estrena trono, lidera la coalición de monarquías suníes del Golfo para frenar lo que percibe como un avance iraní en su frontera sur.

El presidente estadounidense Barack “Obama parece haber cerrado un acuerdo con el monarca saudí por el que éste debe aceptar que Estados Unidos apoye a los chiíes en Irak contra el Estado Islámico (EI) suní. Lo que entraña matar a suníes. Y ello a cambio de que Riad pueda bombardear a los chiíes Huthis en la península Arábiga, en Yemen”, opina en una conversación telefónica Joshua Landis, director del Centro de Estudios sobre Oriente Próximo de la Universidad de Oklahoma.

En cuanto a Siria, Landis tampoco prevé un impacto favorable para el régimen sirio: “No creo que Obama pueda o quiera pujar en contra de potencias suníes como Turquía y Arabia Saudí en Siria. No está claro que pueda frenar al apoyo de éstos a las diferentes facciones suníes en territorio sirio aunque eso implique dejar caer a El Asad, y por lo tanto a Siria, en manos de Al Nusra (filial de Al Qaeda en Siria) o del EI”, concluye.

Más positivo se muestra el analista libanés Qassem Qaseer : “Este acuerdo puede tener un impacto positivo. Un acercamiento con Irán le puede acordar un mayor rol como mediador regional para distender los principales escollos y propiciar una solución política tanto en Siria, como entre los dos bloques libaneses o incluso en Yemen, alejando las opciones bélicas en esos países. Aunque sea a media plazo”, valora Qaseer.

En Líbano, el acuerdo provocaba reacciones contrarias. “Mientras Hezbolá mantenga sus armas, nada cambiara en Líbano”, arremetía Mustafa Alloush, figura clave del partido El Futuro y bloque contrario a Hezbolá. A pesar de las diferencias, la mayoría de los políticos de ambos bloques enfrentados admitían que el nuevo dialogo ayudaría a reducir las tensiones en el país.

El histórico acuerdo llega seis días después de que Hassan Nasralá, líder de la milicia partido Hezbolá libanesa y aliada de Damasco, arremetiera contra el rey saudí. “Teherán no impone nada en Yemen, pero Riad está empujando a todo Yemen a abrazar Irán, tal y como hizo con Irak , Palestina y Siria”, declaraba en una entrevista televisada.

Contrariamente, el acuerdo también preocupa a los partidarios de Hezbolá. “Estamos en Siria, en Irak y en Yemen. Un acuerdo con Irán perjudica directamente a Israel que ahora sabe que nos tiene en su frontera. Tememos que Netanyahu decida empezar una guerra en Líbano como represalia”, opina un miembro de Hezbolá que prefiere mantener el anonimato.
 

Sebastian

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Un arduo peregrinaje a La Meca

Los feligreses iraníes que viajan a la ciudad saudí afrontan muchas restricciones


Ali Falahi La Meca 14 ABR 2015 - 09:48 CEST


Peregrinos musulmanes fotografían el lugar sagrado de La Kaaba, en la Gran Mezquita de La Meca. / muhammad hamed (REUTERS)

Para muchos iraníes, la peregrinación a La Meca (el haj) se limita a una mera práctica religiosa. Aún así, la intensa rivalidad entre su país y Arabia Saudí, la otra potencia regional, se hace patente antes incluso de iniciar el viaje. En las reuniones preparatorias, los participantes reciben una lista de prohibiciones. Es tan larga que muchos sacan la impresión de que los saudíes sólo piensan en fastidiarlos. Durante el recorrido descubrirán que los propósitos de los gobernantes no siempre coinciden con los de sus pueblos.

A su llegada al aeropuerto de Yeddah, los iraníes ven como los peregrinos de otras nacionalidades pasan antes que ellos los controles de inmigración. Es la prueba del recelo saudí del que les habían advertido antes de salir. En los lugares santos, los clérigos salafistas (que siguen la versión del islam suní prevalente en Arabia Saudí) consideran heréticas muchas de las prácticas de los chiíes; a veces confiscan sus libros de oraciones e incluso en un exceso de celo les piden, en especial a las iraníes, que se tapen más. Desde la revolución de 1979, la República Islámica se ha convertido en el faro del islam chií, en pugna ideológica con el Reino del Desierto.

A los iraníes se les recomienda no hablar con los árabes durante la visita

No obstante, en tanto que custodian de los santos lugares, las autoridades saudíes tienen que facilitar visados a todos los musulmanes al margen de la rama del islam que sigan, aunque se reservan un sistema de cuotas. Cada año, unos 100.000 iraníes realizan el haj y medio millón la umrah. A diferencia de la gran peregrinación que se realiza el último mes del calendario islámico, justo después de Ramadán, la umrah es un rito que puede cumplirse durante todo el año. Dura diez días durante los cuales los fieles se trasladan entre Medina y La Meca, como en su día hizo Mahoma.

En ese trayecto, la mayoría del grupo iraní lee el Corán o libros de oraciones, pero algunos comentan que la principal razón del mal trato que reciben son las declaraciones de sus autoridades. Pocos días antes de su viaje, el ayatolá Ahmad Yannati felicitó a los musulmanes por la reciente muerte del rey Abdalá. De inmediato, la Embajada saudí en Teherán y su consulado en Mashhad redujeron a la mitad los visados.

Pero no todas las limitaciones de las que se advierte a los viajeros son ciertas o se ponen en práctica. Aunque al entrar en lugares santos de La Meca y Medina hay carteles que prohíben fotografiar, los peregrinos a menudo hacen fotos e incluso selfies con sus móviles o tabletas.

La penetración de los dispositivos digitales es increíble. Muchos leen la versión digital del Corán mientras lo escuchan con auriculares. No es raro oír las melodías de los móviles, a veces atrevidas, que suenan en pleno rezo colectivo y que desconciertan y avergüenzan a sus dueños mientras intentan silenciarlos sin éxito. El clérigo del grupo explica que antes sólo tenía que aconsejar a los peregrinos que no perdieran su tiempo yéndose de compras, pero ahora lo que más les distrae son las aplicaciones como Viber, WhatsApp y Line.

Durante la preparación oficial que reciben en su país los iraníes, se les recomienda no hablar con los árabes y entablar amistades. Incluso si las prácticas chiíes incomodan a la mayoría de los saudíes, sus clérigos contestan a las preguntas religiosas con respeto y aceptan de buen grado los debates. Los guías hacen creer al peregrino que siempre está vigilado; que si comete un error, terminará en la cárcel. Sin embargo, cuando un miembro del grupo se extravía en La Meca, dos policías lo devuelven al hotel en el coche patrulla y se despiden como amigos.

Saeed, un profesor iraní que vive en Suecia, opina que en todo el mundo, y en especial en Oriente Medio, las políticas de los Gobiernos no necesariamente reflejan la voluntad de los pueblos. Pero su equiparación del apoyo saudí al Estado Islámico con el respaldo que Irán ofrece a los grupos chiíes despierta la desaprobación general. Durante la excursión a la cueva de Hira, algunos califican de gran error alentar las discrepancias entre los dos países y creen que un acercamiento reduciría la tensión en la zona. El clérigo del grupo suspira y dice: “Sería maravilloso, aunque imposible”.
http://internacional.elpais.com/internacional/2015/04/13/actualidad/1428940205_848574.html
 
Me pregunto si la compra de Qatar de aviones Rafales para la región no es un desbalance?, pasa de 12 Mirage 2K a 24 Rafale, flor de adelanto. Y si los Emiratos se suman y compran una partida de Rafale también el que se preocuparà será Israel.
Ahora no encuentro pero leí un blog donde dice que esta compra es una manera de expiar la culpa hacia occidente del apoyo a ISIS por parte de Qatar; no me parece muy alocado, si lo vuelvo a encontrar lo subo
 
Me pregunto si la compra de Qatar de aviones Rafales para la región no es un desbalance?, pasa de 12 Mirage 2K a 24 Rafale, flor de adelanto. Y si los Emiratos se suman y compran una partida de Rafale también el que se preocuparà será Israel.
Ahora no encuentro pero leí un blog donde dice que esta compra es una manera de expiar la culpa hacia occidente del apoyo a ISIS por parte de Qatar; no me parece muy alocado, si lo vuelvo a encontrar lo subo

El desbalance que mencionás puede dar paso a un rearme de otros países vecinos de Qatar, y plata no les falta. Si los EAU siguen con su idea de reemplazar sus 60 Mirage 2000-9 por un par de escuadrones de Rafale hay un tapado en la zona que se sentirá disminuido frente al barrio, Kuwait.
Y Arabia Saudita, previo asenntimiento de Estados Unidos, procederá en consecuencia para que ningún vecino le marque la cancha.
Y como plata no falta, vendedores de armas sobran ;)
 

Sebastian

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Arabia Saudí hace un desplante a Obama en la cumbre del Golfo

El rey Salmán cancela el encuentro con el presidente de EE UU y envía al príncipe heredero como representante

Ángeles Espinosa Dubái 11 MAY 2015 - 23:46 CEST


El secretario de Estado de EE UU, John Kerry, con el rey saudí Salmán, en Riad el 7 de mayo. / Andrew Harnik (AFP)

El rey Salmán de Arabia Saudí ha hecho un desplante a Barack Obama al anunciar que no acudirá a la reunión con el presidente de Estados Unidos en la Casa Blanca pasado mañana, ni a la cumbre con el resto de los gobernantes del Golfo que le seguirá en Camp David. Aunque en su lugar envía al príncipe heredero y al ministro de Defensa, la ausencia del más poderoso de los monarcas de la península Arábiga desluce la cita, y apunta a que Riad ve insuficientes las garantías de Washington ante el esperado acuerdo nuclear con Irán. Sólo Kuwait y Qatar estarán representados al máximo nivel.

El nuevo ministro de Exteriores saudí, Adel al Jubeir, explicó en un comunicado el domingo por la noche que el rey delegaba en el príncipe heredero, Mohamed Bin Nayef, la representación de su país “debido a que la cumbre coincide con la anunciada tregua humanitaria en Yemen y la apertura del Centro Rey Salmán para la Ayuda Humanitaria”. El texto también señalaba que asistiría el ministro de Defensa y segundo en la línea de sucesión, Mohamed Bin Salmán.

Los portavoces estadounidenses han intentado quitar hierro al asunto que se produce en un momento en que Arabia Saudí está desplegando una política exterior más activa e independiente de su aliado americano. Ayer mismo, una fuente oficial citada por Reuters informó de que Obama había conversado por teléfono con el monarca saudí sobre la cumbre.

Según The New York Times, Al Jubeir no les informó del cambio de planes hasta el viernes por la noche, después de que la Casa Blanca hubiera anunciado que Obama recibiría a Salmán el miércoles. El rey había expresado su voluntad de acudir a esa reunión durante la visita del secretario de Estado norteamericano, John Kerry, la semana pasada.

Obama invitó a los dirigentes del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) poco después de que las seis grandes potencias alcanzaran un acuerdo marco con Teherán a principios de abril. Su objetivo era tranquilizar a esos aliados y lograr su apoyo. Los miembros del CCG (que además de Arabia Saudí, Kuwait y Qatar, también incluye a Emiratos Árabes Unidos, Omán y Bahréin) no han llegado a mostrar su descontento con ese pacto de forma tan abierta como Israel, pero su escepticismo y preocupación se han hecho evidentes.

Algunos analistas se han apresurado a señalar que el desaire real indica que los árabes rechazan el acuerdo nuclear con Irán. Parece una lectura simplista. El temor no se centra tanto en la posibilidad de que Irán adquiera el arma atómica, como en la creciente influencia que su vecino ha adquirido desde la intervención estadounidense en Irak y la posterior primavera árabe. Para esos países, con Arabia Saudí a la cabeza, la presencia iraní en Irak y Siria, su apoyo al Hezbolá libanés y, ahora, su respaldo a los Huthi de Yemen, equivalen a una intromisión en la tierra árabe.

“El principal dilema en las relaciones entre Irán y los árabes es el deseo iraní de expandirse… El acuerdo nuclear entre Occidente e Irán ha creado una nueva dinámica”, explicaba el ministro de Estado de Exteriores emiratí, Anwar Gargash, durante una entrevista con Sky News Arabia el pasado domingo.

Una vez que se levanten las sanciones internacionales al régimen de los ayatolás, los árabes temen que la República Islámica se sienta aún más crecida para intervenir en la región y soliviante a las comunidades chiíes en Bahréin o el este de Arabia Saudí. De ahí que hayan querido tener garantías de que el acuerdo con Irán no significa que EE. UU. esté cambiando de socio estratégico.

Kerry se reunió el mismo viernes en París con sus homólogos de los seis países invitados a Camp David para abordar ese punto. De acuerdo con la prensa regional, los dirigentes árabes aspiraban a un tratado de defensa con Estados Unidos, que les garantizara que su aliado no está dando un giro hacia Irán. Sin embargo, dado el creciente recelo de la opinión pública estadounidense hacia las intervenciones militares, todo lo más que al parecer está sobre la mesa es un compromiso presidencial. “Necesitamos algo escrito”, ha llegado a decir el embajador emiratí en Washington, Yusef al Otaiba.

Washington parece preferir que los miembros del CCG desarrollen su propio sistema de defensa conjunta. Pero incluso si desean comprar armas más avanzadas para mantener la superioridad militar sobre Irán, esto choca con el compromiso de EE. UU. con Israel de mantener ciertas restricciones al armamento que las empresas del ramo pueden venderles.

En el trasfondo del debate subyace la desconfianza que en los últimos años se ha instalado entre los árabes y la Administración Obama. Arabia Saudí y sus socios siguen sin entender cómo Estados Unidos pudo dejar caer al presidente egipcio Hosni Mubarak y, sin embargo, ha permitido que el sirio Bachar el Asad aplaste a su pueblo sin intervenir. En ese contexto, las recientes declaraciones de Obama sobre que esos países debieran preocuparse más de las amenazas internas que de Irán, sólo añaden suspicacias. Algunos saudiólogos opinan que Riad sólo espera a que cambie el actual inquilino de la Casa Blanca.

En cualquier caso, la decisión de Salmán ha sido un golpe al empeño de Washington, amplificado además con las ausencias del rey Hamad de Bahréin (muy próximo a los saudíes) y los líderes de Emiratos y Omán (por razones de salud). Sólo Qatar y Kuwait van a estar representados al máximo nivel por sus respectivos emires.
 

Sebastian

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El desplante

El pacto fundacional de las relaciones entre Washington y Riad se ha resquebrajado

Lluís Bassets 13 MAY 2015 - 20:15 CEST

No caben minimizaciones. Los diplomáticos quitan hierro al desplante, pero es lo que ha sido, un desplante, con quiebro incluido. Primero se anunció que Salmán, el nuevo rey saudí, acudiría a la cumbre convocada por Obama y a última hora prefirió mandar un mensaje de claro significado para las relaciones entre Estados Unidos y Arabia Saudí.

El contenido de esta relación, una de las vigas maestras de la política de Washington en Oriente Próximo, era hasta hace poco un intercambio de servicios: tú me das la energía que necesito como primera superpotencia y yo te doy la seguridad para consolidar tu autoridad en la península arábiga y en la región.

Ese pacto se rubricó simbólicamente en el encuentro histórico de Roosevelt con Abdelaziz Ibn Saud, padre del actual rey, a bordo del buque estadounidense Quincy en el canal de Suez, en febrero de 1945, cuando el presidente americano regresaba de la cumbre de Yalta, donde se había reunido con Churchill y Stalin.

No fue casualidad. Saud miraba con simpatía a Washington y con resquemor a Londres, la potencia colonial que había obstaculizado sus ambiciones. Cuando se descubrió el petróleo, antes de fundar el reino, las concesiones ya fueron para compañías estadounidenses.

El camino recorrido desde entonces incluye episodios trascendentales, como es la colaboración saudí durante la Guerra Fría en la lucha anticomunista, contra los regímenes nacionalistas árabes y contra los soviéticos en Afganistán. Ahí el trato adquirió otra dimensión: tú me ayudas a luchar contra las dictaduras comunistas y yo no me meto con tus dictaduras islámicas.

Esto se acabó en 2001. Los atentados del 11-S levantaron todas las alarmas. No tan solo porque había muchos saudíes entre los terroristas y sus dirigentes, empezando por Bin Laden, sino por las doctrinas yihadistas compartidas con el wahabismo saudí.

Si en Washington hay desde entonces razones para la desconfianza, también en Riad se acumulan los motivos de enfado. Primero con Bush: por la invasión de Irak que entregó el país y la región a la influencia de Teherán y por el pésimo ejemplo de Abu Graib y Guantánamo, que encendió los ánimos de la juventud árabe. Después con Obama: por permitir la caída de los guardianes del orden durante la primavera árabe y condescender con los Hermanos Musulmanes, unos islamistas que no reconocen la autoridad de los monarcas. Con los dos, por el abandono de los palestinos.

Así es como el pacto fundacional se resquebraja: EE UU está por la independencia energética y Arabia Saudí busca la seguridad por su cuenta. Con el acuerdo nuclear, los saudíes ven crecer a Irán como potencia regional y temen su influencia en las poblaciones chiíes de toda la región, incluida la suya. Y al final, lo que más molesta en el palacio real de Riad, origen quizás del desplante, son las advertencias de Obama en una entrevista hace unas semanas con Thomas Friedmann en The New York Times: el mayor peligro para la seguridad de los países del Golfo no viene de Irán sino de la insatisfacción de los jóvenes árabes, que les convierten en presa fácil del Estado Islámico. Eso los saudíes prefieren ocultarlo.
http://internacional.elpais.com/internacional/2015/05/13/actualidad/1431540954_793883.html
 

Sebastian

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Irán se ofrece como socio fiable

La intervención saudí en Yemen da un nuevo argumento a Teherán para mostrarse en la región como el país más estable
Ángeles Espinosa Teherán 25 MAY 2015 - 16:09 CEST


El líder supremo iraní, el ayatolá Ali Jamenei, junto a varios mandos militares, en una ceremonia de graduación en Teherán. / AP

“Mire a su alrededor, somos el país más estable de la región”, repiten como un mantra todos los interlocutores iraníes, sean políticos o empresarios, del Gobierno o de la oposición. El mensaje es claro: Irán es un socio en el que se puede confiar en un Oriente Próximo sumido en guerras sectarias y tribales que atribuyen a la injerencia de Arabia Saudí. Su intervención militar en Yemen les ha reafirmado en esa postura.

“Yemen es una piel de plátano que Arabia Saudí nos han lanzado como reacción a las conversaciones nucleares, teme por su papel en la región cuando se levanten las sanciones”, asegura un embajador jubilado que simpatiza con el Gobierno de Hasan Rohani. La idea de que su rival árabe por la hegemonía regional haya reaccionado al percibido expansionismo iraní resulta prepóstera incluso para los conservadores que fustigan al Ejecutivo en el Parlamento.

“Irán nunca ha sido una amenaza para la región. La estrategia de defensa iraní no incluye el arma nuclear”, defiende Alaeddin Boroujerdi, el veterano presidente de la comisión de Seguridad Nacional y Asuntos Exteriores del Parlamento. “Según Estados Unidos, después del posible acuerdo nuclear, Irán no tendrá capacidad para fabricar armas atómicas, será menos peligroso ¿por qué tenerle miedo?”, se pregunta bajo los mapas de la zona y del mundo que presiden la sala de la comisión.

Yemen es la última muestra del enconado duelo entre ambas potencias regionales que en las últimas décadas han apoyado a socios enfrentados en Palestina, Líbano, Afganistán, Irak, Siria y Bahréin. El deterioro de la relación con Arabia Saudí es para algunos observadores el mayor fracaso de política exterior de Rohani. En su investidura, pronto hará dos años, prometió “fomentar la confianza entre Irán y el resto de los países del mundo”, con especial mención a sus vecinos.

“Quisieron acercase a los árabes antes del acuerdo [nuclear] para evitar el boicoteo, pero al no lograrlo han optado por la estrategia de presentar el país como el más estable de la zona”, interpreta un embajador occidental.

Nada más anunciarse en noviembre de 2013 el preacuerdo que relanzaba las conversaciones nucleares, su ministro de Exteriores, Mohammad Javad Zarif, inició una ronda de visitas a las monarquías árabes del Golfo, pero Arabia Saudí se le resistió, a pesar de que logró reunirse con su homólogo Saud al Faisal en Nueva York. En cualquier caso, existe unanimidad entre todas las tendencias políticas iraníes en atribuir el desencuentro al Reino del Desierto.

“Sigue apoyando al terrorismo en Siria y en Irak, y ha iniciado la guerra en Yemen; eso es un obstáculo para las relaciones. La política abierta de Irán sigue existiendo, pero requiere condiciones favorables”, explica Hosain Royvaran, profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad de Teherán y analista político.

Todas las fuentes consultadas subrayan el carácter autóctono del movimiento Huthi de Yemen; admiten la proximidad ideológica con la República Islámica, e incluso el apoyo moral de ésta al grupo. “Desde la revolución, Irán siempre ha defendido a los oprimidos, de ahí las duras declaraciones de las más altas autoridades iraníes”, asegura Borujerdi. Sin embargo, niegan las acusaciones saudíes de que estén entrenando y armando a esos rebeldes.

“No lo necesitan porque buena parte del Ejército les apoya, así que cuentan con los arsenales del Ejército regular”, señala Ruyvaran que no rechaza la posibilidad del envío de armas “si lo piden”. Recuerda sin embargo que, como en el caso de Hamás o Hezbolá frente a Israel, la diferencia son los misiles iraníes. “No hemos visto algo así por parte de los Huthi, lo que interpreto como que aún no se les han facilitado”, concluye.

Es un análisis que secundan numerosos observadores. “[Los iraníes] no tienen tanta influencia [en Yemen] como se les atribuye”, admite un embajador occidental. El propio Zarif ha reconocido en privado que no controlan a los Huthi, que les dijeron que no avanzaran sobre Adén y que no les hicieron caso.

Los zaydíes en la Constitución iraní
El artículo 12 de la Constitución iraní reconoce la escuela zaydí del islam y garantiza el derecho de sus seguidores a que se les aplique esa jurisprudencia. Sin embargo, no hay musulmanes zaydíes en la República Islámica. Algunos yemeníes ven en esa mención una prueba de la mano iraní tras el ascenso del movimiento Huthi (que surge en defensa de la minoría zaydí de Yemen).

“Tampoco hay iraníes que sigan la escuela shafií [una de las cuatro del islam suní] y también está mencionada en el mismo artículo”, desestima un jurista. “La Constitución quiere proteger así a las minorías”, justifica.

Además, aunque se asocia a los zaydíes con el chiísmo, doctrinalmente son los chiíes más próximos al islam suní, hasta el punto de que algunos estudiosos les consideran la quinta escuela del sunismo. Fuera de Yemen sólo hay pequeñas comunidades zaydíes en el suroeste de Arabia Saudí (en las regiones que fueron yemeníes hasta la fundación del reino) y en el subcontinente indio.
http://internacional.elpais.com/internacional/2015/05/25/actualidad/1432562976_122583.html
 
Si es cierto el uso de una bomba no convencional del arsenal israelí, abre la puerta a cualquier cosa peor en la región, más allá de Yemen.


¿Operación de falsa bandera (Israel – Arabia Saudita) con una bomba no convencional sobre Yemen?




Un F-16 con escarapelas de Arabia Saudita lanzó una bomba no convencional sobre la ciudad de Sanaa en Yemen el 19 de mayo de 2015.
Según los autores del artículo la medida, el color, los efectos luminosos, la duración de la bola de fuego suspendida en el aire y el hongo de humo indican que podría tratarse de una pequeña bomba de neutrones.
El 23 de mayo el diario Yemen Post informaba en su cuenta de Twitter que un caza F-16 de la fuerza aérea saudita había sido derribado carca de la capital de Yemen y el piloto no fue encontrado.
Lo llamativo es que los sauditas no tienen F-16 sino F-15. La Royal Saudi Air Force tiene F-15 Eagle y F-15E Strike Eagle. Por eso los autores del artículo sospechan de la fuerza aérea israelí y de una operación de falsa bandera acordada con Arabia Saudita.

Uno de los autores, Jeff Smith, es un físico nuclear y ex inspector de la IAEA.





http://www.veteranstoday.com/2015/05/21/358343/
 

Sebastian

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La cercanía de un acuerdo nuclear con Irán moviliza a sus rivales árabes

Las grandes potencias y Teherán retoman la negociaciónpara intentar cerrar un pacto

Ángeles Espinosa Dubái 27 JUN 2015 - 22:29 CEST


Negociación en Viena Las grandes potencias mundiales e Irán retomaron ayer en Viena la negociación para cerrar el pacto sobre el programa nuclear iraní. El secretario de Estado de EE UU, John Kerry, y el ministro iraní de Exteriores, Mohamed Yavad Zarif (frente a frente en la imagen), coincidieron en que queda mucho trabajo por delante para llegar a un acuerdo antes de la fecha límite del 30 de junio. / GEORG HOCHMUTH (EFE)

Los dirigentes árabes, en particular entre las monarquías de la península arábiga, están convencidos de que el acuerdo nuclear que estos días se ultima en Viena (Austria) no va a evitar que Irán se dote eventualmente de la bomba atómica. Su mayor preocupación, sin embargo, es el cambio de equilibrio de poder en Oriente Próximo que significa el regreso del paria chií a la escena internacional. Temen que ese nuevo estatus dé alas al expansionismo de un vecino hacia el que profesan una desconfianza histórica.

Encabezados por Arabia Saudí, que rivaliza con Irán por el liderazgo de la región, los dirigentes árabes han empezado a organizarse para hacerle frente. La intervención militar en Yemen que Riad lanzó el pasado marzo con el apoyo de una decena de aliados es la muestra más visible del nuevo enfoque.


De hecho, esa campaña ha acelerado los planes de los países del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG, que, además de Arabia Saudí, incluye a Kuwait, Bahréin, Qatar, Emiratos Árabes Unidos y Omán) y Egipto para formar una fuerza militar árabe conjunta con la que vigilar la región y contrarrestar la influencia iraní.

El objetivo no es nuevo. El deseo de contener a Irán tras la revolución de 1979 está en el origen tanto de la fundación del CCG, como del gigantesco entramado de lazos políticos, militares y económicos que esos países han forjado con Estados Unidos desde entonces. Pero ahora, se sienten abandonados. De ahí que busquen una voz propia y alianzas alternativas.

“Los países del CCG no están en contra del pacto nuclear, sino en contra de que se ignore el expansionismo de Irán; consideran que debieran ser parte del debate”, explica por teléfono Jamal Khashoggi, un veterano comentarista saudí. “Cualquier acuerdo que contenga las ambiciones de Irán es bien recibido aquí”, subraya.

Las declaraciones oficiales han ido en esa línea. Cuando el presidente de EE UU, Barack Obama, telefoneó al rey Salmán el pasado 2 de abril para informarle del entendimiento provisional alcanzado con Irán —este fin de semana se retoma la negociación para alcanzar un pacto definitivo—, el monarca saudí expresó su esperanza de que “un acuerdo final y vinculante conduzca a una mejora de la seguridad y la estabilidad en la región y en el mundo”.

Pero bajo la cuidada redacción de esas palabras subyacen un enorme escepticismo y la división del mundo árabe. Irak, Siria o el Hezbolá libanés, aliados regionales de Irán, ven el acuerdo como un triunfo diplomático. Frente a ellos, Arabia Saudí y sus socios —cuya confesión suní sirve para marcar diferencias con el chiísmo de su rival— interpretan el acercamiento internacional a Teherán (en especial, por parte de EE UU) y el eventual levantamiento de las sanciones económicas que hasta ahora han limitado su capacidad de proyectar poder, como un apoyo al enemigo.

“Temen que el fin del régimen de sanciones permita a Irán dedicar mayores recursos financieros a cimentar su posición regional, pero sobre todo intuyen que el acuerdo presagia un realineamiento estratégico más amplio de Occidente hacia Teherán a su costa”, asegura en un correo electrónico Julien Barnes-Dacey, investigador del European Council on Foreign Relations (ECFR) que acaba de publicar Responding to an assertive Gulf (Cómo responder a un Golfo decidido).

La visión preponderante en la prensa árabe es que Occidente está tan obsesionado por conseguir un acuerdo nuclear que hace oídos sordos a las políticas desestabilizadoras de Irán en los países vecinos. Arabia Saudí desearía que se mantuvieran la presión y las sanciones sobre su rival, no tanto por el temor a su programa nuclear (que ya ha dicho que va a igualar), cuanto por las guerras interpuestas que ambos mantienen en la región, en especial en Siria.

“Los países del Golfo están haciendo lobby contra el pacto en su forma actual, diciendo que debe ser más exigente, e intentando convencer a Occidente de que aumente su presión para que Irán cese en su intervencionismo regional. Al mismo tiempo, han aumentado su propia intervención en la zona”, señala Barnes-Dacey.

Además de la campaña en Yemen, el rey Salmán busca unir a los suníes (divididos tras la primavera árabe sobre la participación política de los Hermanos Musulmanes) en un frente común contra Irán. Los primeros efectos se están viendo en Siria, donde los fragmentados grupos rebeldes han empezado a recoger los frutos de la cooperación entre saudíes y turcos. Los iraníes achacan además a ese intento de doblegarlos la decisión saudí de no recortar su producción de petróleo a pesar de la caída de precios.

Obsesión saudí por Teherán
WikiLeaks ha desnudado esta semana a Arabia Saudí, al igual que hace cinco años hizo con EE UU. La primera tanda del medio millón de cables diplomáticos saudíes a los que asegura haber tenido acceso salió a la luz el 19 de junio en varios medios árabes. En total, 61.195 documentos, confidenciales y secretos, de los que 1.288 están relacionados con Irán, según el periódico libanés Al Akhbar.

Lo publicado hasta ahora confirma la ya conocida preocupación de las autoridades saudíes por la creciente influencia iraní en Oriente Próximo.

Al Akhbar, que ha estudiado los cables saudíes, asegura que de ellos se desprende que el reino está muy descontento con las negociaciones nucleares entre Irán y Occidente. También dice que ha grandes gastado cantidades apoyando a grupos e individuos que se oponen al régimen iraní.

Sin embargo, entre los cables no se ha encontrado ninguno que apoye las acusaciones de que el Reino financia a grupos terroristas, algo que algunas fuentes atribuyen a los servicios secretos.

Un documento de 2012 revela que ya entonces, un año antes del acuerdo de Ginebra, los saudíes detectaron que algo estaba en el aire. Según el texto, EE UU enviaba “mensajes de sondeo” a Irán en los que sugería que no se oponía a un programa nuclear pacífico mientras tuviera garantías de ello, incluido por parte de Rusia.

Muchos de los cables documentan los esfuerzos de Arabia Saudí, potencia suní, por contrarrestar la influencia del Irán chií y sus aliados. Uno de ellos sugiere que el Gobierno debe presionar a un proveedor de televisión por satélite para que saque de su parrilla a Al Alam, la cadena iraní en árabe. En otro, el ministro de Exteriores sugiere al proveedor que utilice “medios técnicos para debilitar la señal iraní”.
http://internacional.elpais.com/internacional/2015/06/27/actualidad/1435436974_956085.html
 
Si se llega a un acuerdo, habrá un rebalanceo de amigos-enemigos en la región, atenti Arabia Saudita y Daech.

Con expectativas en alcanzar un acuerdo global sobre el programa nuclear de Irán, se extienden una semana las negociaciones en Viena

Reunidos en Viena desde el sábado para finalizar un acuerdo sobre el programa nuclear iraní, las delegaciones de Teherán y de los “5+1” pospusieron hasta el 7 de julio la fecha límite, prevista para este martes, para sellar el texto.

No sólo Grecia conocía un vencimiento importante este martes 30 de junio. Irán y el grupo “5+1” debían, en teoría, finalizar en esta fecha un acuerdo que encuadraba las actividades nucleares de Teherán. Los negociadores, reunidos en Viena, finalmente acordaron una semana de plazo suplementario.
Se trata de “darles más tiempo a los negociadores para alcanzar una solución de largo plazo al expediente nuclear iraní”, declaró Marie Harf, portavoz del departamento de Estado norteamericano. La nueva fecha límite fue fijada para el 7 de julio, todas las partes lo acordaron a la vista de los objetivos y puntos de bloqueo persistentes.
La nueva prolongación “no significa necesariamente que las negociaciones se prolongarán hasta el 7 de julio, ni que terminaran el 7”, precisó Marie Harf.
Más temprano a la tarde, la Unión Europea había anunciado que el congelamiento de ciertas sanciones contra Irán sería prolongado hasta esta fecha, para facilitar las negociaciones. Estas sanciones habían sido congeladas en enero de 2014, como prenda de buena voluntad para las discusiones.

Un acuerdo “al alcance de la mano”

Mucho tiempo excluido por la prudencia, el optimismo comenzaba a despuntar en el seno de las delegaciones. El ministro de Asuntos Exteriores ruso, Sergueï Lavrov, declaró el martes que un acuerdo estaba “al alcance de la mano”. “Las negociaciones progresan en la dirección correcta. Quedan cuestiones que conciernen principalmente a problemas de orden procedimental más que técnicas”, detalló el jefe de la diplomacia rusa.
Los “5+1” (Estados Unidos, Francia, Reino Unido, Rusia, China y Alemania) están reunidos desde el sábado en la capital austríaca para este capítulo final de un proceso que comenzó en noviembre de 2013.
Este acuerdo interino, ya prolongado dos veces, permitió una suspensión parcial de las sanciones internacionales contra Irán a cambio del congelamiento de una parte de su programa nuclear.

http://analisis-global.blogspot.com.ar/2015/07/con-expectativas-en-alcanzar-un-acuerdo.html
 
Egipto consigue un aval político tanto para comprar armas como para seguir la cacería de los Hermanos musulmanes con los recientes ataques en el Sinaí, tener cerca a grupos que juraron fidelidad a Daech/EI no le gusta a la mayoría, una buena forma de validar la militarización.


Luego de la serie de atentados en el Sinaí, el ejército egipcio lanzó una ofensiva contra los grupos armados que operan en la región

El ejército egipcio anunció el lunes haber matado en cinco días a 241 combatientes en la península del Sinaí, entre ellos los jihadistas de la organización Estado Islámico (EI) que estuvieron detrás del espectacular ataque lanzado la semana pasada.
Los 241 combatientes fueron abatidos entre el 1º y el 5 de julio, mientras que fueron detenidas cuatro personas buscadas y 29 sospechosos, según un comunicado difundido en la página de Facebook del portavoz del ejército egipcio.
Fotos de combatientes muertos fueron publicadas con este comunicado.
El ejército egipcio está desplegado en el Sinaí, una región fronteriza con Israel y con la franja de Gaza donde las fuerzas de seguridad enfrentan a una insurrección islamista desde la destitución en julio de 2013 del presidente Mohamed Morsi por el jefe de Estado actual, Abdel Fatah al-Sissi.
El 1 de julio, combatientes de la rama del EI en Egipto habían lanzado una serie de ataques sin precedentes contra el ejército en la localidad Sheik Zuweid (Sinaí del Norte), provocando decenas de muertos.
El portavoz del ejército informó sobre 21 soldados muertos y más de una centena de jihadistas abatidos durante los combates, pero los medios publicaron balances mucho más pesados, citando a responsables de la seguridad.
“La situación está totalmente estable”, afirmó el sábado al-Sissi durante una visita sorpresiva en el norte del Sinaí.
La mayoría de los atentados mortales fueron reivindicados por la “Provincia del Sinaí”, un grupo que se hacía llamar anteriormente Ansar Beït al-Maqdess antes de cambiar de nombre para señalar su lealtad al EI.
Los jihadistas dicen actuar en represalia a la sangrienta represión que se abatió sobre los partidarios de Mohamed Morsi, y en la que más de 1.400 personas fueron asesinadas, en su mayoría manifestantes islamistas.


http://analisis-global.blogspot.com.ar/2015/07/luego-de-la-serie-de-atentados-en-el.html
 
Europa actúa a cuentagotas sobre los desplazados del conflicto en Siria, más allá de los que escapan y alcanzan el continente por sus medios, o pagando a traficantes. Un gran problema que perdura.


El problema de los refugiados y los desplazados del interminable conflicto en Siria es uno de los grandes desafíos actuales de Europa

Bélgica hizo salir a 244 sirios de la ciudad de Alepo, anunció el gobierno. La operación fue preparada en mayo pasado con la ayuda de una ONG que tiene albergues en Siria. Se trata principalmente de familias cristianas con niños, pero también de algunos yazidis. Ya todos se encuentran en Bélgica donde tendrán el status de refugiado.

La operación se celebró en el secreto más absoluto. Las familias, algunas ya con allegados en Bélgica, fueron identificadas en Alepo por una asociación dirigida por un médico y un diplomático belgas que tienen contactos en el lugar. Ellas luego se dirigieron al Líbano por sus propios medios, antes de quedar a cargo de la embajada de Bélgica.
No es la primera vez que Bruselas procede así en una operación de reinstalación. El año pasado 150 refugiados se beneficiaron. El principio de la reinstalación es permitirles a los refugiados llegar al país que los acoge con toda seguridad, y beneficiarse de un programa de integración. Pero hasta ahora estas operaciones habían sido realizadas con el Alto Comisariado de refugiados de la ONU, y no con organizaciones de la sociedad civil.
Desde el inicio del conflicto, cerca de 5.500 sirios de diferentes confesiones encontraron refugio en Bélgica. Salvo algunas raras excepciones casi todos los que lo piden obtienen el status de refugiado.
Frente a los cuatro millones de exiliados sirios, la operación revelada este miércoles no es más que una “gota de agua” considera el ministro de Asuntos Exteriores. No obstante a Didier Reynders le gustaría que sirviera de ejemplo, mientras que los gobiernos europeos intentan en vano encontrar soluciones a la crisis migratoria y luchar contra los traficantes.


http://analisis-global.blogspot.com.ar/2015/07/el-problema-de-los-refugiados-y-los.html
 

Sebastian

Colaborador
Oriente Medio entre la Obama´s do-little policy y la nueva Ruta de la Seda china

Martes 07 de Julio de 2015 09:56


Por José Luis Masegosa Carrillo*

Hace unas semanas el semanario liberal The Economist cargaba contra la política minimalista del presidente Obama en Oriente Medio. Responsabilizaba a la“Obama´s do-little policy” del avance del Estado Islámico en Siria e Irak después de abandonar a su suerte a los rebeldes moderados sirios en 2013 y 2014. Peor aún, la coalición puesta en marcha en el verano de 2014 para frenar la marea yihadista ha fracasado: prueba de ello son las banderas negras que ondean en la ciudad romana de Palmira (Siria) y en Ramadi, a 100 kilómetros de Bagdad.



El repliegue de las tropas norteamericanas ha creado un vacío de poder que aviva la violencia y engendra más desorden en la región. No existe estrategia y todo empeorará si el presidente Obama mantiene el rumbo. Oriente Medio necesita desesperadamente un compromiso firme y activo de Estados Unidos. Para The Economist, Washington no solamente tiene el poder, también posee intereses formidables merecedores de protección en la región.

Hace dos décadas estaríamos ante un análisis inmaculado. No es el caso en la actualidad. Por un lado, Oriente Medio ha perdido parte de su valor estratégico para la seguridad de Estados Unidos. En 1979, el año en que el presidente Jimmy Carter declaró el Golfo Pérsico parte del interés nacional, los Estados Unidos importaban el 50% del petróleo de esa región y querían contener a los soviéticos en Afganistán. En 2015, los Estados Unidos se encaminan hacia la autosuficiencia gracias a la revolución energética del “fracking”, la técnica de fracturación hidráulica que permite extraer hidrocarburos atrapados en rocas. La independencia energética permite políticas alternativas a las intervencionistas de antaño.

Por otro, el poder militar norteamericano no ha pacificado Oriente Medio. Los sucesores de Carter asumieron una doctrina que embarcó a los Estados Unidos en una serie de guerras e intervenciones militares en la región (Guerras del Golfo, Libia, Sudán, Irak, Afganistán) para proteger la seguridad energética de Estados Unidos y determinar inútilmente el curso de los acontecimientos del Gran Oriente Medio. Los americanos abandonaron Irak en 2011 y se retirarán pronto de Afganistán. Pero la guerra continúa en Irak, Siria, Afganistán, Libia o Yemen.

Para el historiador militar Andrew Bacevih, Estados Unidos ha fracasado porque no ha entendido que el centro de gravedad del conflicto en el Gran Oriente Medio radica en la destreza para influenciar y ganar a la población civil y no tanto en la capacidad para matar adversarios, algo que Estados Unidos sabe hacer bien. En este sentido el poder blando norteamericano se apuntará un tanto si la apuesta diplomática de la negociación con Irán, en la que el presidente Obama ha empleado una buena parte de su capital político, zanja el conflicto nuclear. Después del preacuerdo alcanzado el 2 de abril, la probabilidad del acuerdo definitivo es considerable aunque las partes negociarán más allá del plazo del 30 de junio.

En clave interna, las intervenciones militares congregan cada vez menos adeptos en Estados Unidos, una circunstancia particularmente relevante a menos de dos años de las elecciones presidenciales. Según Ian Bremmer, los votantes jóvenes (entre 18 y 44 años) se identifican mayormente con políticas menos beligerantes mientras que los mayores de 60 años todavía aceptan que Washington se comporte como una superpotencia mundial.

¿Quién podría ocupar el lugar de Estados Unidos en la región?



Oriente Medio es vital para el desarrollo económico de China a la que suministra más del 50% del petróleo que importa. Además, el presidente chino Xi Jimping necesita estabilizar la región para sacar adelante su proyecto estrella, la nueva ruta de la seda (“One belt and One Road”), un plan de inversiones astronómicas en infraestructuras de transporte para conectar mejor a China con sus suministradores de materias primas en Oriente Medio y África y con los consumidores de sus productos en Europa. El transporte de mercancías, entre 20 y 40 días en la actualidad, se reducirá a 10 una vez construidas las infraestructuras previstas. Existe un pequeño problema. Los corredores marítimos y terrestres de la Nueva Ruta de la Seda cruzan el Gran Oriente Medio.

En un debate organizado por ESADE el 23 de junio pasado el Doctor Wang Tao de la Universidad de Tsinghua indicaba que Oriente Medio constituye un terreno propicio para la cooperación entre China y Estados Unidos. La estabilización de la región es un interés compartido. De hecho, el gobierno chino está revisando su política de no intervención y no interferencia en los asuntos internos de otros estados a la vista de los riesgos geopolíticos que enfrentan las crecientes inversiones chinas y sus trabajadores en el extranjero, especialmente en África y Oriente Medio. Por tanto, el Dr. Tao no excluye el estrechamiento de la cooperación militar con Estados Unidos para combatir al Estado Islámico.

Sin embargo, la situación actual en el terreno dicta mucho de esas expectativas. Pekín parece cómoda con una situación en la que Estados Unidos asume el coste y el riesgo de las intervenciones militares en las zonas calientes del planeta, incluyendo Oriente Medio. La posición oficial es que Pekín rechaza desafiar la hegemonía de Estados Unidos en la región. Washington reprocha el oportunismo de China que se beneficia de la seguridad americana sin contrapartida alguna mientras se rearma para competir por la supremacía militar en el sudeste asiático.

Por tanto, la cooperación militar entre las dos potencias para acabar con DAESH se antoja improbable a corto plazo. Es significativa la ausencia del Estado Islámico del largo comunicado de prensa del Departamento de Estado de Estados Unidos sobre los resultados de la séptima ronda del Diálogo Estratégico Estados Unidos – China celebrado esta semana en Washington. En ausencia de liderazgo internacional sólido para solventar los numerosos problemas que acechan a la región, el desorden, caos e inestabilidad prevalecerán en Oriente Medio en los próximos meses y años.

*José Luis Masegosa Carrillo / @lamiradaoriente / Blog: La mirada a Oriente



http://defensa.com/index.php?option...e&id=16100:rutaseda&catid=191:gesi&Itemid=408

 
Recalculando.
Con el tema nuclear iraní más o menos encaminado, el norte ahora en la región es eliminar con seriedad a Daech/EI, basta de egoísmo y desconfianza de Arabia Saudita, así como Irán ya participa en esta lucha, falta que los sauditas hagan algo más extraterritorial que mirarse el ombligo, ya bastante daño han hecho, es hora de redimirse.
Y que Israel no meta la cola para arruinar estos acuerdos que al principio están prendidos por alfileres.

Tras arduos e intensos años de negociaciones se concluye en Viena un amplio acuerdo referido al programa nuclear de Irán

http://analisis-global.blogspot.com.ar/2015/07/tras-arduos-e-intensos-anos-de.html?spref=tw
 

Sebastian

Colaborador
El resentimiento árabe frente a la alianza kurdo-estadounidense en Siria
De Por Sara HUSSEIN | AFP – Hace 12 horas

  • AFP/AFP - Miembros de las Unidades de Protección del Pueblo Kurdo tomando posiciones en Maaruf, en la provincia siria de Hasakeh, el 16 de julio de 2015, en sus combates contra el grupo yihadista Estado Islámico …más
La estrecha alianza entre las fuerzas kurdas de Siria y la coalición liderada por Washington contra el grupo Estado Islámico (EI) ha traído victorias, pero también un resentimiento en las comunidades árabes que podría entorpecer el combate contra los yihadistas.

Los analistas estiman que el grupo EI sólo podrá ser derrotado con el apoyo de los sirios árabes suníes, pero estos últimos se sienten excluidos por el "favoritismo" de Estados Unidos hacia los kurdos. Durante los últimos meses, las Unidades de Protección del Pueblo kurdo (YPG) expulsaron al grupo extremista del estratégico puesto fronterizo de Tall Abyad y rechazaron varios ataques yihadistas.

Los bombardeos de la coalición han jugado un papel clave en estos avances y demuestran que Washington considera a los kurdos como un aliado seguro.

Sin embargo, en algunas regiones los árabes, que mantienen relaciones tensas con los kurdos, ven esta alianza con desconfianza. "Rechazamos esta política de apoyo basado en criterios étnicos o sectarios", indicó a AFP Usama Abu Zeid, consejero del Ejército Sirio Libre (ESL), una de las coaliciones rebeldes que lucha contra el régimen sirio de Bashar al Asad y contra el EI.

Los kurdos "están considerados como el ojito derecho de Occidente", explica Emile Hokayem, un experto sobre Siria del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos.

"Reciben ayuda militar, informaciones, armas, mientras que los árabes afirman que ellos sufren más y también combaten al EI y a Asad", afirma el analista.


- Tensiones que vienen de lejos -


Las tensiones y la desconfianzan entre los kurdos y los árabes en el norte de Siria vienen de lejos.

Desde 1970, el régimen de Damasco estableció a árabes suníes en las regiones kurdas con el doble objetivo de debilitar su afán independentista y ganarse a las tribus árabes.

La rivalidad entre ellos por los recursos naturales exacerbó las discrepancias, sobre todo durante los años de sequía de la preguerra. Y en el momento de la revuelta contra Asad en 2011, la oposición de los kurdos a unirse al combate no hizo más que incrementar la crispación. Los kurdos alcanzaron un acuerdo tácito con el régimen para permanecer neutrales y defender la seguridad de sus regiones con el fin de establecer una administración local.

En las últimas semanas estalló una guerra verbal inédita entre la oposición y las YPG, acusadas de haber expulsado de sus casas a los no kurdos y ocupado los pueblos arrebatados al EI. Las YPG niegan estas acusaciones, que están siendo investigadas por organizaciones de defensa de los derechos humanos.

Un pequeño grupo rebelde de etnia árabe que lucha junto a los kurdos, Burkan al Furat, estima que estas acusaciones están "politizadas".

- Los límites de la estrategia -

"Desde el comienzo de los bombardeos de la coalición (en septiembre de 2014), las YPG han sido las grandes beneficiarias, mientras que los rebeldes árabes suníes tuvieron que pasar por la criba antes de ser considerados aliados", explica Charles Lister, del Brookings Doha Center.

Washington siempre ha sido reticente a la idea de suministrar armas a los insurgentes que luchan contra Asad, aduciendo que podrían caer en manos de extremistas.

Sobre el terreno, los habitantes árabes de Tall Abyad, reconquistada por las YPG, no se ahorran críticas contra los kurdos. "No aceptaremos a los kurdos porque no es su tierra", afirma Seyh Deham Hasseki, un hombre de 60 años que describe al EI como "menos diabólico que los militantes kurdos".

Según Hokayem, los suníes tienen la impresión "de que se toma menos en cuenta su sufrimiento que el de las otras comunidades. A largo plazo, esto podría obstaculizar la lucha contra el EI, puesto que las fuerzas kurdas no lucharán más allá de sus regiones, y en algún momento la participación de los árabes suníes será ineludible.

"Llegamos a los límites de la estrategia estadounidense", afirma Hokayem.
https://es.noticias.yahoo.com/el-re...a-alianza-kurdo-estadounidense-133710774.html
 

Sebastian

Colaborador
El pacto con Irán perfila un nuevo mapa del poder en Oriente Próximo

Sólo un acercamiento de Riad y Teherán permitirá atenuar la violencia sectaria en la región

Ángeles Espinosa Dubái 18 JUL 2015 - 18:39 CEST


El presidente de Irán, Hasan Rohaní, el pasado martes en Teherán. / EFE

El acuerdo nuclear con Irán ha sacudido Oriente Próximo. No sólo cambia la imagen de ese país en el mundo, sino que tiene el potencial de reformular alianzas y enemistades en una región explosiva. Desde antes de la firma, diversos portavoces iraníes sugirieron que permitiría la cooperación con Occidente para calmar la zona. La lucha contra el Estado Islámico (EI), Siria o Yemen son los asuntos evidentes. Sin embargo, parece complicado lograrlo sin un acercamiento previo entre Irán y Arabia Saudí, los dos rivales por la hegemonía regional.

“Durante los últimos años, las relaciones [de Occidente] con Irán se han centrado en la cuestión nuclear. Una vez alcanzado el acuerdo, va a haber una oportunidad y ambos se han mostrado partidarios de explorarla. Podemos esperar una mayor colaboración incluso si es a puerta cerrada”, interpreta Ellie Geranmayeh, del European Council on Foreign Relations. La investigadora, que acaba de publicar Engaging with Iran: A European Agenda (Un plan europeo para trabajar con Irán), opina que ese diálogo, sobre el EI o Siria, es “más fácil para Europa”. Las palabras del líder supremo iraní este sábado parecen darle la razón.



Pero el sangriento rompecabezas en que se ha convertido Oriente Próximo resulta imposible de recomponer sólo con la ayuda de Irán. “Cualquier reconciliación exige que estén todas la potencias de la zona”, admite Geranmayeh, que añade a Turquía en la ecuación “porque las guerras por intermediación [proxy wars] no se limitan a Irán y Arabia Saudí”. Aún así es la rivalidad entre éstos la que marca la línea divisoria o agrava los conflictos en Líbano, Siria, Irak, Yemen y Bahréin. También, el motivo que impide su cooperación frente al EI, a pesar de amenazar a ambos.

“No va a ser fácil, dado el largo período de tensiones y el grado de desconfianza que existe hacia Irán”, señala por su parte Christian Koch, director de la Gulf Research Center Foundation y coautor de un reciente informe que propone una conferencia de seguridad y cooperación para el Golfo. De todas formas, reconoce que “hay tendencias y voces dentro de Irán que no desean que Irán esté aislado del Mundo Árabe y que entienden que cierto grado de cooperación es necesario para resolver los problemas regionales”.

En Teherán, sin embargo, se tiene la convicción de que el cambio tiene que venir del otro lado del golfo Pérsico. “Desde su llegada a la presidencia [Hasan] Rohani ha tendido la mano a Arabia Saudí. Antes de la muerte de Abdalá, la relación no estaba tan envenenada como ahora. El nuevo rey tiene una política exterior mucho más agresiva hacia los vecinos, incluido Irán”, explica el profesor de Relaciones Internacionales Foad Isadi.

La tirantez se ha visto en la reacción oficial de Riad al pacto nuclear. El comunicado expresaba satisfacción por “cualquier acuerdo que garantice que Irán no puede desarrollar armas nucleares”, pero insistía sobre todo en la importancia de unas inspecciones estrictas y la posibilidad de reinstaurar las sanciones con rapidez en caso necesario. A los gobernantes saudíes no les preocupa tanto la letra del acuerdo como que la República Islámica, libre de la presión internacional y de las sanciones económicas, tenga una mayor capacidad para apoyar a sus aliados en la región.

Así lo han reflejado comentaristas y medios de comunicación, algunos en un tono bastante elevado. “Un Irán terrorista en vez de un Irán nuclear”, titulaba un artículo el columnista Yaser al Yaser en el diario Al Yazirah, en referencia al apoyo iraní a las milicias chiíes en varios países de la zona.

Incluso países como Emiratos Árabes Unidos y Kuwait, que enseguida felicitaron al presidente Rohani, temen la posibilidad de que el pacto sea el primer paso para un Gran Acuerdo entre Estados Unidos e Irán que termine dividiendo Irak y Siria en áreas de influencia. Aunque los dirigentes iraníes a menudo mencionan que su país no ha atacado a ningún otro en los últimos tres siglos, sus vecinos árabes han temido su expansionismo desde la revolución de 1979, no en forma de invasión militar sino ideológica.

Esa desconfianza recíproca ha alentado el sectarismo que ahora arrasa la región y del que cada uno acusa al adversario. Con su proclamación como República Islámica, Irán no sólo se convirtió en faro de los chiíes (una rama minoritaria del islam), sino que cuestionó el liderazgo del mundo islámico que Arabia Saudí (suní) se atribuye en tanto que sede de La Meca. Desde entonces, esas diferencias doctrinales que arrancan del siglo VII pero que en tiempos modernos no habían impedido la convivencia pacífica de sus seguidores, se han explotado con objetivos políticos.

“Cualquier esfuerzo en serio para resolver las tensiones regionales tiene que implicar tanto a Irán como a Arabia Saudí porque ellos son los dos actores clave implicados y ambos tienen gran influencia en sus respectivos aliados”, concluye Koch.
http://internacional.elpais.com/int...7_416707.html?ref=rss&format=simple&link=link
 
The Turkish Enigma
Geopolitical Weekly
JULY 21, 2015 | 08:00 GMT
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By George Friedman

In my "Net Assessment of the World," I argued that four major segments of the European and Asian landmass were in crisis: Europe, Russia, the Middle East (from the Levant to Iran) and China. Each crisis was different; each was at a different stage of development. Collectively the crises threatened to destabilize the Eurasian landmass, the Eastern Hemisphere, and potentially generate a global crisis. They do not have to merge into a single crisis to be dangerous. Four simultaneous crises in the center of humanity's geopolitical gravity would be destabilizing by itself. However, if they began to merge and interact, the risks would multiply. Containing each crisis by itself would be a daunting task. Managing crises that were interlocked would press the limits of manageability and even push beyond.

These four crises are already interacting to some extent. The crisis of the European Union intersects with the parallel issue of Ukraine and Europe's relation to Russia. The crisis in the Middle East intersects with the European concern over managing immigration as well as balancing relations with Europe's Muslim community. The Russians have been involved in Syria, and appear to have played a significant role in the recent negotiations with Iran. In addition there is a potential intersection in Chechnya and Dagestan. The Russians and Chinese have been advancing discussions about military and economic cooperation. None of these interactions threaten to break down regional boundaries. Indeed, none are particularly serious. Nor is some sort of inter-regional crisis unimaginable.

Sitting at the center of these crisis zones is a country that until a few years ago maintained a policy of having no problems with its neighbors. Today, however, Turkey's entire periphery is on fire. There is fighting in Syria and Iraq to the south, fighting to the north in Ukraine and an increasingly tense situation in the Black Sea. To the west, Greece is in deep crisis (along with the EU) and is a historic antagonist of Turkey. The Mediterranean has quieted down, but the Cyprus situation has not been fully resolved and tension with Israel has subsided but not disappeared. Anywhere Turkey looks there are problems. As important, there are three regions of Eurasia that Turkey touches: Europe, the Middle East and the former Soviet Union.

I have argued two things in the past. The first was that Turkey was an emerging regional power that would ultimately be the major power in its locale. The second was that this is a region that, ever since the decline and fall of the Ottomans in the first quarter of the 20th century, has been kept stable by outside powers. The decision of the United States to take a secondary role after the destabilization that began with the 2003 invasion of Iraq has left a vacuum Turkey will eventually be forced to fill. But Turkey is not ready to fill that vacuum. That has created a situation in which there is a balancing of power underway, particularly between Turkey, Iran and Saudi Arabia.

A Proximate Danger
The most violent and the most immediate crisis for Ankara is the area stretching from the Mediterranean to Iran, and from Turkey to Yemen. The main problem for Turkey is that Syria and Iraq have become contiguous battlegrounds featuring a range of forces, including Sunni, Shiite and Kurdish elements. These battles take place in a cauldron formed by four regional powers: Iran, Saudi Arabia, Israel and Turkey. This quadrangle emerged logically from the mayhem caught between them.

Each major power has differing strategic interests. Iran's primary interest is the survival of the establishment and in assuring that an aggressive Sunni polity does not arise in Iraq to replicate the situation Tehran faced with Saddam Hussein. Iran's strategy is to support anti-Sunni forces in the region. This support ranges from bolstering Hezbollah in Lebanon, propping up the minority Alawite establishment in Syria led — for the moment — by Bashar al Assad, and assisting the Iraqi army, itself controlled by Shiites and Iraq's Shiite militias. The United States sees Iran as aligned with American interests for the moment, since both countries oppose the Islamic State and Tehran isimportant when it comes to containing the militant group. The reality on the ground has made this the most important issue between Iran and the United States, which frames the recent accord on nuclear weapons.

Saudi Arabia sees Iran as its primary enemy. Riyadh also views the Islamic State as a threat but at the same time fears that an Iraq and Syria dominated by Iran could present an existential threat to the House of Saud. The Saudis consider events in Yemen from a similar perspective. Also in this context, Riyadh perceives a common interest with Israel in containing Iranian militant proxies as well as the Islamic State. Who exactly the Saudis are supporting in Syria and Iraq is somewhat murky, but the kingdom has no choice but to play a tactical and opportunistic game.

The Israelis are in a similar position to the Saudis. They oppose the Iranians, but their main concern must be to make certain that the Hashemites in Jordan don't lose control of the country, opening the door to an Islamic State move on the Jordan River. Jordan appears stable for the moment and Israel and the Saudis see this as a main point of their collaboration. In the meantime, Israel is playing a wait-and-see game with Syria. Assad is no friend to the Israelis, but a weak Assad is better than a strong Islamic State rule. The current situation in Syria suits Israel because a civil war limits immediate threats. But the conflict is itself out of control and the risk is that someone will win. Israel must favor Assad and that aligns them on some level with Iran, even as Israel works with Sunni players like Saudi Arabia to contain Iranian militant proxies. Ironies abound.

It is in this context that the Turks have refused to make a clear commitment, either to traditional allies in the West or to the new potential allies that are yet emerging. Partly this is because no one's commitments — except the Iranians' — are clear and irrevocable, and partly because the Turks don't have to commit unless they want to. They are deeply opposed to the Assad regime in Syria, and logic would have it that they are supporting the Islamic State, which also opposes the Syrian regime. As I have said before, there are endless rumors in the region that the Turks are favoring and aiding the Islamic State. These are rumors that Turkey has responded to by visibly and seriously cracking down on the Islamic State in recent weeks with significant border activity and widespread raids. The Turks know that the militants, no matter what the currently confrontational relationship might be, could transition from being a primarily Arab platform to being a threat to Turkey. There are some who say that the Turks see the Islamic State as creating the justification for a Turkish intervention in Syria. The weakness of this argument is that there has been ample justification that Ankara has declined, even as its posture toward the Islamic State becomes more aggressive.

This shows in Turkey's complex relations with the United States, still formally its major ally. In 2003 the Turks refused to allow U.S. forces to invade Iraq from Turkey. Since then the relationship with the United States has been complex and troubled. The Turks have made U.S. assistance in defeating Assad a condition for extensive cooperation in Syria. Washington, concerned about an Islamic State government in Syria, and with little confidence in the non-Islamic State militancy as a long-term alternative, has refused to accept this. Therefore, while the Turks are now allowing some use of the NATO air base at Incirlik for operations against the Islamic State, they have not made a general commitment. Nor have they cooperated comprehensively with Sunni Saudi Arabia.

The Turkish problem is this: There are no low-risk moves. While Ankara has a large army on paper, it is untried in battle outside of Turkey's 30-year insurgency in its southeast. Turkey has also observed the outcome of U.S. conventional forces intervening in the region and doesn't want to run the same risk. There are domestic considerations as well. Turkey is divided between secular and Islamist factions. The secularists suspect the Islamists of being secretly aligned with radical Islam — and are the source of many of the rumors floating about. The ruling Sunni-dominated Justice and Development Party, better known by its Turkish acronym, AKP, was seriously weakened in the last election. Its ability to launch the only attack it wants — an attack to topple Assad, would appear to be a religious war to the secularists and would not be welcomed by the party's base, setting in motion rifts that could bring down the AKP. An attack on the Sunnis, however radical, complicates relations with the rebel factions in northern Syria that Turkey is already sponsoring. It also would risk the backlash of reviving anti-Turkish feelings in an adjacent Arab country that remembers Turkish rule only a century ago.

Therefore Turkey, while incrementally changing — as evidenced by the recent accord to allow U.S. Predator drones to fly from Incirlik — is constrained if not paralyzed. From a strategic point of view, there appears to be more risk than reward. Its position resembles Israel's: watch, wait and hopefully avoid needing to do anything. From the political point of view, there is no firm base of support for either intervening directly or providing support for American airstrikes.

The problem is that the worst-case scenario for Turkey is the creation of an independent Kurdish republic in Syria or Iraq. That would risk lighting a touchpaper among Kurds in southeastern Turkey, and regardless of current agreements, could destabilize everything. This is the one thing that would force Turkey's hand. However, the United States has historically had some measure of influence among the Kurds in Iraq and also in Syria. While this influence can be overstated, and while Washington is dependent on the Kurdish peshmerga militias for ground support as it battles the Islamic State from the air, it is an important factor. If the situation grew out of control, Ankara would expect the United States to control the situation. If Washington could and would, the price would be Turkish support for U.S. operations in the region. The Turks would have to pay that price or risk intervention. That is the lever that would get Ankara involved.

Added Complications
The Turks are far less entangled in the Russian crisis than in the Middle East, but they are still involved, and potentially in a way that can pyramid. There are three dimensions to this. The first is the Black Sea and Turkey's role in it. The second is the Bosporus and the third is allowing the United States to operate from its air base in Incirlik in the event of increased Russian military involvement in Ukraine.

The crisis in Ukraine necessarily involves the Black Sea. Crimea's Sevastopol is a Russian Base on the Black Sea. In this potential conflict, the Black Sea becomes a vital theater of operations. First, in any movement westward by the Russians, the Black Sea is their right flank. Second, the Black Sea is a vital corridor for trade by the Russians, and an attempt by its enemies to shut down that corridor would have to be addressed by Russian naval forces. Finally, the U.S./NATO strategy in addressing the Ukrainian crisis has been to increase cooperation with Romania. Romania is on the Black Sea and the United States has indicated that it intends to work with Bucharest in strengthening its Black Sea capabilities. Therefore, events in the Black Sea can rapidly escalate under certain circumstances, posing threats to Turkish interests that Ankara cannot ignore.

The Black Sea issue is compounded by the question of the Bosporus, which is a narrow strait that, along with the Dardanelles, connects the Black Sea with the Mediterranean. The Bosporus is the only passage from the Black Sea to the Mediterranean. For the Russians, this is a critical trade route and the only means for Russian ships passing into the Mediterranean. In the event of a conflict, the United States and NATO would likely want to send naval forces into the Black Sea to support operations around its perimeter.

Under the Montreaux Convention, an agreement signed in 1936, the Bosporus is under Turkish control. However the convention also places certain restrictions on traffic in the Bosporus. Access is guaranteed to all commercial traffic, however, Ankara is authorized to refuse transit to countries at war with Turkey. All countries with coasts on the Black Sea are free to operate militarily in the Black Sea. Non-Black Sea nations, however, suffer restrictions. Only warships under 15,000 tones may be sent, and no more than nine at any one time, with a total tonnage of 30,000 tons. And then they are only permitted to stay for 21 days or less.

This limits the ability of the United States to project forces into the Black Sea — American carrier battle groups, key components of U.S. naval power, are unable to pass through. Turkey is, under international law, the guarantor of the convention and it has over time expressed a desire to be freed from it so Ankara can exercise complete sovereignty over the Bosporus Straits. But it has also been comforted by knowing that refusal to allow warships to pass can be referred to international law, instead of being Turkish responsibility.

However, in the event of a conflict with Russia, that can no longer be discounted: Turkey is a member of NATO. If NATO were to formally participate in such a conflict, Ankara would have to choose whether the Montreaux Convention or its alliance obligations take precedence. The same can be said of air operations out of Incirlik. Does Turkey's relationship with NATO and the United States take precedence or will Ankara use the convention to control conflict in the Black Sea? Even prior to its own involvement in any conflict with Russia, there would be a potentially dangerous diplomatic crisis.

To complicate matters, Turkey receives a great deal of oil and natural gas from Russia through the Black Sea. Energy relations shift. There are economic circumstances on which the seller is primarily dependent on the sale, and circumstances on which the buyer is dependent. It depends on the room for maneuver. While oil prices were over $100, Russia had the financial option to stop shipping energy. Under current pricing, Russia's ability to do this has decreased dramatically. During the Ukrainian crisis, using energy cut-offs in Europe would have been a rational response to sanctions. The Russians did not do it because they could not afford the cost. The prior obsession with the fragility of the flow of energy from Russia is no longer there, and Turkey, a major consumer, has reduced its vulnerability, at least during the diplomatic phase.

The United States is constructing an alliance system that includes the Baltics, Poland and Romania that is designed to contain any potential Russian advance westward. Turkey is the logical southern anchor for this alliance structure. The Turks have been more involved than is already visible — conducting exercises with the Romanians and Americans in the Black Sea. But as in the Middle East, Ankara has carefully avoided any commitment to the alliance and has remained unclear on its Black Sea Strategy. While the Middle East is more enigmatic, the Russian situation is potentially more dangerous, though Turkish ambiguity remains identical.

Similarly, Turkey has long demanded membership in the European Union. Yet Ankara's economic performance over the last 10 years indicates that Turkey has benefitted from not being a member. Nevertheless, the secularists in particular have been adamant about membership because they felt that joining the union would guarantee the secular nature of Turkish society. The AKP has been more ambiguous. The party continues to ask for membership, but it has been quite content to remain outside. It did not want the EU strictures secularists wanted, nor did it want to share in the European economic crisis.

Turkey is nevertheless drawn in two directions. First, Ankara has inevitable economic ties in Europe that are effected by crises, ironically focused on its erstwhile enemy Greece. More important at the moment is the immigration and Islamic terrorism crisis in Europe. Many of the Muslims living in Germany, for example, are Turks and the treatment of overseas Turks is a significant political issue in Turkey. While Ankara has wanted to be part of Europe, neither economic reality nor the treatment of Turks and other Muslims in Europe argue for that relationship.

There is a growing breach with Europe in an attempt to avoid absorption of economic problems. However in southeastern Europe discussions of Turkish investments and trade are commonplace. Put into perspective, as Europe fragments, Turkey — a long-term economic power, understanding of what the short-term problems are — draws southeastern Europe into its economic center of gravity. In a way it becomes another force of fragmentation, simply by being an alternate economic benefactor for the poorer countries in the southeast.

The potential interaction of Turkey in the Middle East is an immediate question. The mid-term involvement with Russia is a longer question. Its relation to Europe is the longest question. And its relationship with the United States is the single question that intersects all of these. For all these concerns, Turkey has no clear answer. It is following a strategy designed to avoid involvement and maintain maximum options. Ankara relies on a multi-level strategy in which it is formally allied with some powers and quietly open to relations with powers hostile to its allies. This multi-hued doctrine is designed to avoid premature involvement; premature meaning before having achieved a level of strategic maturity and capability that allows it to define itself, with attendant risks.

In one sense, Turkish policy parallels American policy. U.S. policies in all three regions are designed to allow the regional balance of power to maintain itself, with Washington involving itself selectively and with limited force. The Turks are paralleling the United States in principle, and with even less exposure. The problem the Turks have is that geography binds them to the role of pivot for three regions. For the United States this role is optional. The Turks cannot make coherent decisions, but they must. So Ankara's strategy is to be consistently ambiguous, an enigma. This will work until outside powers make it impossible to work.

"The Turkish Enigma is republished with permission of Stratfor."
 
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El Enigma de Turquía
Geopolítica Semanal 21 de julio 2015 | 08:00 GMT Imprimir Tamaño del texto

Por George Friedman

En mi "Net Assessment of the World", argumenté que cuatro grandes segmentos de la masa continental de Europa y Asia estaban en crisis: Europa, Rusia, Oriente Medio (desde el Levante a Irán) y China. Cada crisis es diferente; cada uno estaba en una etapa diferente de desarrollo. Colectivamente las crisis amenazaban con desestabilizar la masa continental euroasiática, el hemisferio oriental, y potencialmente generar una crisis global. Ellos no tienen que fundirse en una sola crisis para ser peligroso. Cuatro crisis simultáneas en el centro de gravedad geopolítico de la humanidad sería desestabilizadora por sí mismo. Sin embargo, si comenzaron a fusionar e interactuar, los riesgos se multiplican. Contiene cada crisis por sí mismo sería una tarea desalentadora. Gestión de crisis que fueron entrelazados presionaría los límites de la capacidad de gestión e incluso empujan más allá.

Estos cuatro crisis ya están interactuando en cierta medida. La crisis de la Unión Europea se cruza con la cuestión paralela de Ucrania y de Europa respecto a Rusia. La crisis en el Medio Oriente se cruza con la preocupación europea sobre gestión de la inmigración, así como el equilibrio de las relaciones con la comunidad musulmana de Europa. Los rusos han estado involucrados en Siria, y parecen haber jugado un papel importante en las recientes negociaciones con Irán. Además hay una intersección potencial en Chechenia y Daguestán. Los rusos y los chinos han estado avanzando las discusiones acerca de la cooperación militar y económica. Ninguna de estas interacciones amenazan con romper las fronteras regionales. De hecho, ninguno es particularmente grave. Tampoco es algún tipo de crisis interregional inimaginable.

Sentado en el centro de estas zonas de crisis es un país que hasta hace unos años mantiene una política de no tener problemas con sus vecinos. Hoy, sin embargo, toda la periferia de Turquía está en llamas. Hay combates en Siria e Irak al sur, luchando por el norte de Ucrania y una situación cada vez más tensa en el Mar Negro. Al oeste, Grecia está en crisis profunda (junto con la UE) y es un antagonista histórico de Turquía. El Mediterráneo se ha calmado, pero la situación de Chipre no se ha resuelto plenamente y la tensión con Israel ha disminuido, pero no desaparecido. En cualquier lugar Turquía parece que hay problemas. Tan importante, hay tres regiones de Eurasia que toca Turquía: Europa, el Medio Oriente y la antigua Unión Soviética.

He sostenido dos cosas en el pasado. La primera fue que Turquía era una potencia regional emergente que en última instancia será la principal potencia en su localidad. El segundo era que esta es una región que, desde que la decadencia y caída de los otomanos en el primer cuarto del siglo 20, se ha mantenido estable por potencias extranjeras. La decisión de los Estados Unidos para tomar un papel secundario después de la desestabilización que se inició con la invasión de Irak en 2003 ha dejado un vacío de Turquía con el tiempo se vio obligado a llenar. Pero Turquía no está lista para llenar ese vacío. Esto ha creado una situación en la que hay un equilibrio de poder en marcha, sobre todo entre Turquía, Irán y Arabia Saudita.

Un Proximate Peligro

El más violento y la crisis más inmediata de Ankara es la zona que se extiende desde el Mediterráneo hasta Irán y de Turquía a Yemen. El principal problema para Turquía es que Siria e Irak se han convertido en campos de batalla contiguas que ofrecen una gama de fuerzas, incluyendo elementos sunitas, chiítas y kurdos. Estas batallas tienen lugar en una caldera formada por cuatro potencias regionales: Irán, Arabia Saudita, Israel y Turquía. Este cuadrilátero surgió lógicamente del caos atrapado entre ellos.

Cada potencia mayor tiene diferentes intereses estratégicos. Principal interés de Irán es la supervivencia de la creación y en asegurar que un sistema político sunita agresiva no se plantea en Irak para replicar la situación Teherán enfrenta a Saddam Hussein. Estrategia de Irán es apoyar a las fuerzas anti-sunitas en la región. Este apoyo va desde el fortalecimiento de Hezbolá en el Líbano, apuntalando la minoría alauita establecimiento en Siria llevó - por el momento - por Bashar al Assad, y ayudar al ejército iraquí, en sí controlado por chiítas y milicias chiíes de Irak. Estados Unidos considera a Irán como alineados con los intereses estadounidenses por el momento, ya que ambos países se oponen al Estado islámico y Teherán es importante cuando se trata de la que contiene el grupo militante. La realidad sobre el terreno ha hecho de este el tema más importante entre Irán y Estados Unidos, que enmarca el reciente acuerdo sobre las armas nucleares.

Arabia Saudita ve a Irán como su principal enemigo. Riad también considera que el Estado islámico como una amenaza, pero al mismo tiempo teme que un Irak y Siria dominada por Irán podrían presentar una amenaza existencial para la Casa de Saud. Los saudíes consideran eventos en Yemen desde una perspectiva similar. También en este contexto, Riyadh percibe un interés común con Israel en la contención de los proxies militantes iraníes, así como el Estado Islámico. ¿Quién exactamente los saudíes están apoyando en Siria e Irak es un tanto turbia, pero el reino no tiene más remedio que jugar un juego táctico y oportunista.

Los israelíes se encuentran en una posición similar a los saudíes. Se oponen a los iraníes, pero su principal preocupación debe ser para asegurarse de que los hachemíes en Jordania no pierden el control del país, abriendo la puerta a un movimiento Estado Islámico en el río Jordán. Jordan parece estable por el momento e Israel y los saudíes ver esto como un punto principal de su colaboración. Mientras tanto, Israel está jugando un juego de esperar y ver con Siria. Assad no es amigo de los israelíes, sino una débil Assad es mejor que una regla fuerte Estado islámico. La situación actual en Siria se adapte a Israel porque una guerra civil limita amenazas inmediatas. Pero el conflicto es en sí misma fuera de control y el riesgo es que alguien va a ganar. Israel debe favorecer a Assad y que les alinea en algún nivel con Irán, así como Israel trabaja con jugadores sunitas como Arabia Saudita para contener proxies militantes iraníes. Abundan las ironías.

Es en este contexto que los turcos han negado a hacer un compromiso claro, ya sea a los aliados tradicionales de Occidente o de los nuevos aliados potenciales que aún están surgiendo. En parte esto se debe a que los compromisos de nadie - excepto los iraníes - son claras e irrevocable, y en parte porque los turcos no tienen que comprometerse a menos que quieran. Están profundamente opuesto al régimen de Assad en Siria, y la lógica lo tendrían que están apoyando el Estado islámico, que también se opone al régimen sirio. Como he dicho antes, hay un sinfín de rumores en la región que los turcos están favoreciendo y ayudando al Estado islámico. Estos son los rumores de que Turquía ha respondido a por visiblemente y seriamente tomar medidas enérgicas contra el Estado Islámico en las últimas semanas con actividad transfronteriza significativa y redadas generalizadas. Los turcos saben que los militantes, no importa cuál sea la relación de confrontación actualmente, podrían pasar de ser una plataforma principalmente árabe a ser una amenaza para Turquía. Hay algunos que dicen que los turcos ver el Estado Islámico como la creación de la justificación de una intervención turca en Siria. La debilidad de este argumento es que ha habido una amplia justificación de que Ankara ha disminuido, así como su postura hacia el Estado Islámico se vuelve más agresivo.

Esto demuestra en las relaciones complejas de Turquía con los Estados Unidos, todavía formalmente su principal aliado. En 2003 los turcos se negaron a permitir que las fuerzas de Estados Unidos para invadir Irak desde Turquía. Desde entonces, la relación con Estados Unidos ha sido complejo y problemático. Los turcos han hecho ayuda de Estados Unidos para derrotar a Assad condición para una amplia cooperación en Siria. Washington, preocupado por un gobierno del Estado islámico en Siria, y con poca confianza en la militancia Estado no islámico como una alternativa a largo plazo, se ha negado a aceptar esto. Por lo tanto, mientras que los turcos están ahora permitiendo un cierto uso de la base aérea de la OTAN en Incirlik para operaciones contra el Estado islámico, no han hecho un compromiso general. Tampoco han cooperado de manera general sunita Arabia Saudita.

El problema de Turquía es la siguiente: No hay movimientos de bajo riesgo. Mientras que Ankara tiene un gran ejército en el papel, es inexperto en la batalla fuera de la insurgencia de 30 años de Turquía en su sureste. Turquía también ha observado el resultado de las fuerzas estadounidenses convencionales que intervienen en la región y no quiere correr el mismo riesgo. Hay consideraciones domésticas también. Turquía está dividida entre facciones seculares e islamistas. Los secularistas sospechan que los islamistas de ser secretamente alineado con el islam radical - y son la fuente de muchos de los rumores que flotan alrededor. El Partido Justicia y Desarrollo suní gobernante, más conocido por sus siglas turco, AKP, se vio seriamente debilitado en las últimas elecciones. Su capacidad para poner en marcha el único ataque que quiere - un ataque para derrocar a Assad, parece ser una guerra religiosa de los laicos y no sería bien recibida por la base del partido, poniendo en grietas de movimiento que podría hacer caer el AKP. Un ataque a los sunitas, por radical, complica las relaciones con las facciones rebeldes en el norte de Siria que Turquía ya está patrocinando. También se arriesgaría a la reacción violenta de revivir los sentimientos anti-turcos en un país árabe adyacente que recuerda la dominación turca hace apenas un siglo.

Por lo tanto, Turquía, mientras que de forma incremental cambiar - como lo demuestra el reciente acuerdo para permitir que aviones no tripulados Predator estadounidense para volar desde Incirlik - se ve limitada si no se paralizó. Desde un punto de vista estratégico, parece que hay más riesgo que recompensa. Su posición se asemeja a Israel: mira, espera y ojalá evitar la necesidad de hacer nada. Desde el punto de vista político, no existe una base firme de apoyo, ya sea para intervenir directamente o presten apoyo a los ataques aéreos estadounidenses.

El problema es que el peor de los casos para Turquía es la creación de una república independiente kurdo en Siria o Irak. Eso sería arriesgarse a encender una mecha entre los kurdos en el sureste de Turquía, y con independencia de los acuerdos actuales, podría desestabilizar todo. Esta es la única cosa que podría forzar la mano de Turquía. Sin embargo, Estados Unidos ha tenido históricamente un cierto grado de influencia entre los kurdos en Irak y también en Siria. Si bien esta influencia puede ser exagerada, y mientras Washington depende de las milicias peshmerga kurdos para apoyo en tierra, mientras lucha del Estado Islámico desde el aire, que es un factor importante. Si la situación se sale de control, Ankara podría esperar de los Estados Unidos para el control de la situación. Si Washington podría y sería, el precio sería el apoyo de Turquía para las operaciones de Estados Unidos en la región. Los turcos tendrían que pagar ese precio o el riesgo de la intervención. Esa es la palanca que obtendría Ankara involucrados.

Complicaciones Añadido

Los turcos son mucho menos enredado en la crisis de Rusia que en el Medio Oriente, pero que todavía están involucrados, y potencialmente de una manera que puede pirámide. Hay tres dimensiones en esto. El primero es el papel del Mar Negro y Turquía en el mismo. El segundo es el Bósforo y el tercero es permitir que los Estados Unidos para operar desde su base aérea en Incirlik, en caso de aumento de la participación militar rusa en Ucrania.

La crisis en Ucrania pasa necesariamente por el Mar Negro. Sebastopol de Crimea es una base rusa en el Mar Negro. En ese conflicto potencial, el Mar Negro se convierte en un teatro vital de las operaciones. En primer lugar, en cualquier movimiento hacia el oeste por los rusos, el Mar Negro es su flanco derecho. En segundo lugar, el Mar Negro es un corredor vital para el comercio por los rusos, y un intento por parte de sus enemigos para apagar ese corredor tendría que ser abordado por las fuerzas navales rusas. Por último, la estrategia de EE.UU. / OTAN para hacer frente a la crisis de Ucrania ha sido el aumento de la cooperación con Rumania. Rumania está en el Mar Negro y los Estados Unidos ha indicado que tiene la intención de trabajar con Bucarest en el fortalecimiento de sus capacidades del Mar Negro. Por lo tanto, los acontecimientos en el Mar Negro pueden escalar rápidamente bajo ciertas circunstancias, lo que plantea amenazas a los intereses turcos que Ankara no puede ignorar.

La cuestión del Mar Negro se ve agravado por la cuestión del Bósforo, que es un angosto estrecho que, junto con los Dardanelos, conecta el Mar Negro con el Mediterráneo. El Bósforo es el único pasaje desde el Mar Negro hasta el Mediterráneo. Para los rusos, se trata de una ruta comercial importante y el único medio para barcos rusos que pasan en el Mediterráneo. En el caso de un conflicto, los Estados Unidos y la OTAN es probable que desee enviar fuerzas navales en el Mar Negro para apoyar las operaciones en todo su perímetro.

Bajo la Convención de Montreaux, un acuerdo firmado en 1936, el Bósforo está bajo control turco. Sin embargo, la convención también establece ciertas restricciones al tráfico en el Bósforo. El acceso está garantizado para todo el tráfico comercial, sin embargo, Ankara está autorizado a denegar el tránsito a los países en guerra con Turquía. Todos los países con costas sobre el Mar Negro son libres de operar militarmente en el Mar Negro. Naciones no-Mar Negro, sin embargo, sufren restricciones. Sólo los buques de guerra en virtud de 15.000 tonos se pueden enviar, y no más de nueve en un momento dado, con un tonelaje total de 30.000 toneladas. Y entonces sólo se les permite permanecer durante 21 días o menos.

Esto limita la capacidad de los Estados Unidos a las fuerzas en el Mar Negro del proyecto - grupos de batalla de portaaviones estadounidenses, componentes clave de los Estados Unidos el poder naval, son incapaces de pasar a través. Turquía es, según el derecho internacional, el garante de la convención y que con el tiempo ha expresado su deseo de ser liberado de tan Ankara puede ejercer plena soberanía sobre el Estrecho de Bósforo. Pero también ha sido confortado por saber que la negativa a permitir que los buques de guerra para pasar se puede hacer referencia al derecho internacional, en lugar de ser la responsabilidad de Turquía.

Sin embargo, en el caso de un conflicto con Rusia, que ya no se puede descartar: Turquía es miembro de la OTAN. Si la OTAN estaban a participar formalmente en tal conflicto, Ankara tendría que decidir si la Convención de Montreaux o sus obligaciones de la alianza tienen prioridad. Lo mismo puede decirse de las operaciones aéreas de Incirlik. ¿Tiene relación de Turquía con la OTAN y los Estados Unidos tienen prioridad o se Ankara utilizar la convención para controlar los conflictos en el Mar Negro? Incluso antes de su propia participación en cualquier conflicto con Rusia, no habría una crisis diplomática potencialmente peligroso.

Para complicar las cosas, Turquía recibe una gran cantidad de petróleo y gas natural de Rusia a través del Mar Negro. Relaciones energéticas cambian. Hay circunstancias económicas en las que el vendedor es depende principalmente de la venta, y las circunstancias en las que el comprador es dependiente. Depende de la capacidad de maniobra. Mientras que los precios del petróleo eran más de $ 100, Rusia tenía la opción financiera para detener el envío de energía. Bajo precio actual, la capacidad de Rusia para hacer esto ha disminuido dramáticamente. Durante la crisis de Ucrania, que utilizan energía cortes de Europa habría sido una respuesta racional a las sanciones. Los rusos no lo hacen porque no podían pagar el costo. La obsesión previa con la fragilidad del flujo de energía de Rusia ya no está allí, y Turquía, un importante consumidor, ha reducido su vulnerabilidad, al menos durante la fase diplomática.

Los Estados Unidos está construyendo un sistema de alianza que incluye a los países bálticos, Polonia y Rumania, que está diseñado para contener cualquier posible avance ruso hacia el oeste. Turquía es el ancla sur lógica para esta estructura de la alianza. Los turcos han sido más complicado que ya es visible - la realización de ejercicios con los rumanos y estadounidenses en el Mar Negro. Pero como en el Oriente Medio, Ankara ha evitado cuidadosamente cualquier compromiso con la alianza y ha quedado claro en su estrategia del Mar Negro. Mientras que el Medio Oriente es más enigmática, la situación de Rusia es potencialmente más peligroso, aunque la ambigüedad de Turquía sigue siendo idéntica.

Del mismo modo, Turquía ha exigido mucho la pertenencia a la Unión Europea. Sin embargo, el desempeño económico de Ankara en los últimos 10 años indica que Turquía se ha beneficiado de no ser miembro. Sin embargo, los laicos, en particular, han sido inflexible sobre la membresía porque sentían que la adhesión a la unión garantizaría el carácter laico de la sociedad turca. El AKP ha sido más ambiguo. La fiesta continúa a pedir la membresía, pero ha sido muy contentos de permanecer fuera. No quería que la UE Estenosis secularistas querían, ni tampoco quiere compartir en la crisis económica europea.

Turquía está sin embargo dibujado en dos direcciones. En primer lugar, Ankara tiene lazos económicos inevitables en Europa que se efectúan por las crisis, irónicamente centrado en su antiguo enemigo Grecia. Más importante en estos momentos es la crisis de la inmigración y el terrorismo islámico en Europa. Muchos de los musulmanes que viven en Alemania, por ejemplo, son los turcos y el tratamiento de los turcos en el extranjero es un tema político importante en Turquía. Mientras que Ankara ha querido ser parte de Europa, ni la realidad económica ni el tratamiento de los turcos y otros musulmanes en Europa abogan por esa relación.

Hay una brecha creciente con Europa en un intento para evitar la absorción de los problemas económicos. Sin embargo, en las discusiones Europa del sudeste de las inversiones turcas y el comercio son comunes. Puesto en perspectiva, como fragmentos de Europa, Turquía - un poder económico a largo plazo, la comprensión de lo que los problemas a corto plazo son - dibuja el sureste de Europa en su centro de gravedad económico. En cierto modo, se convierte en otra fuerza de la fragmentación, simplemente por ser un benefactor económico alternativo para los países más pobres en el sureste.

El potencial de interacción de Turquía en Oriente Medio es una cuestión inmediata. La participación a medio plazo con Rusia es una pregunta más. Su relación con Europa es la pregunta más larga. Y su relación con Estados Unidos es la única pregunta que se cruza todos estos. Por todas estas preocupaciones, Turquía no tiene una respuesta clara. Se está siguiendo una estrategia diseñada para evitar la participación y mantener opciones de máximos. Ankara se basa en una estrategia de varios niveles en el que se alió formalmente con algunos poderes y en silencio abierto a las relaciones con los poderes hostiles a sus aliados. Esta doctrina multicolor está diseñado para evitar la participación prematura; significado prematura antes de haber alcanzado un nivel de madurez y capacidad estratégica que le permite definir en sí, con los consiguientes riesgos.

En cierto sentido, la política turca es paralelo política estadounidense. Las políticas de Estados Unidos en las tres regiones están diseñados para permitir el equilibrio regional de poder para mantenerse, con Washington involucrarse de manera selectiva y con una fuerza limitada. Los turcos están en paralelo con los Estados Unidos, en principio, y con menos exposición. El problema de los turcos tienen es que la geografía les une a la función de pivote para tres regiones. Para Estados Unidos este papel es opcional. Los turcos no pueden tomar decisiones coherentes, pero deben. Así que la estrategia de Ankara es estar constantemente ambigua, un enigma. Esto funcionará hasta que las potencias extranjeras hacen que sea imposible trabajar.
 

Sebastian

Colaborador
El Pentágono intenta aplacar el recelo saudí al acuerdo nuclear

Riad, según el secretario de Defensa, reitera su "apoyo" al pacto de Viena

Joan Faus Washington 22 JUL 2015 - 20:27 CEST


Carter y el rey Salman, en su reunión este miércoles / REUTERS

En su gira apaciguadora con los aliados, el secretario de Defensa de Estados Unidos, Ash Carter, trató de convencer este miércoles a Arabia Saudí de que el acuerdo nuclear con Irán no altera la ecuación militar en Oriente Próximo: el Pentágono seguirá ofreciendo una estrecha cooperación en seguridad a los países del golfo Pérsico y está dispuesto a ampliarla, y seguirá confrontando cualquier acción desestabilizadora iraní en la región.

Tras dos días de visita en Israel, donde comprobó la indignación del Gobierno de Benjamin Netanyahu con el pacto nuclear, Carter hizo una breve parada en la ciudad saudí de Yeda para reunirse con el rey Salman y su hijo Mohammed, ministro de Defensa y segundo en la línea sucesoria en la monarquía autoritaria.

Israel y la suní Arabia Saudí -rival regional del chií Irán- temen que el pacto alcanzado la semana pasada en Viena -que levanta las sanciones a Teherán a cambio de que limite su programa nuclear- suponga un espaldarazo al régimen de los ayatolás que lo lleve a redoblar su injerencia regional. Irán presta apoyo a grupos terroristas y a rivales de EE UU y sus aliados.

Tras las reuniones, Carter dijo a la prensa que el rey y el ministro “reiteraron su apoyo” al pacto nuclear y que las “únicas reservas” que abordaron fueron las que Washington comparte “completamente”, principalmente la verificación del cumplimiento del acuerdo, informa la agencia AFP. El texto de Viena establece que las seis potencias (EE UU, Francia, Reino Unido, Rusia, China y Alemania) volverían a sancionar a Irán en caso de vulnerar las condiciones.

Una relación bilateral enfriada
Estados Unidos y Arabia Saudí mantienen una estratégica relación en seguridad, pero la diplomática se ha enfriado en los últimos años por desavenencias en las revueltas de la Primavera Árabe, y la política estadounidense en Irán y Siria.

En el ámbito militar, Arabia Saudí integra la campaña, liderada por EE UU, de bombardeos contra posiciones del grupo yihadista Estado Islámico en Siria. Y EE UU presta apoyo logístico a la ofensiva saudí en Yemen contra los rebeldes Huthi, a los que apoya Irán.

En su reunión el viernes pasado con el presidente Barack Obama en la Casa Blanca, el ministro de Exteriores saudí, Adel al Jubeir, declaró su “apoyo a un acuerdo que previene a Irán de obtener capacidad nuclear”.

En mayo, el rey Salman declinó a última hora atender una cumbre en EE UU de Obama con los monarcas del Pérsico, en lo que se interpretó como una muestra de rechazo a la negociación nuclear. Salman justificó este miércoles su ausencia por la inestabilidad en Yemen. Carter reveló que el rey se reunirá con Obama en otoño en Washington.

A diferencia de otros miembros del Gobierno Obama, Carter reaccionó con cautela al pacto nuclear y alertó de que el Pentágono empleará la disuasión militar. “Permanecemos preparados y posicionados para reforzar la seguridad de nuestros amigos y aliados en la región, incluido Israel; defender contra agresiones, garantizar la libertad de navegación en el Golfo [Pérsico], y verificar la influencia maligna iraní. Utilizaremos la opción militar si es necesaria”, avisó en un comunicado.

La cúpula militar estadounidense es muy consciente de la rivalidad militar con Irán, con el que EE UU no mantiene relación diplomática desde 1980 tras el asalto a la Embajada norteamericana. El Pentágono presionó para que el acuerdo nuclear mantuviera, como así fue, el embargo a Teherán al comercio de armas durante cinco años y tecnología para misiles durante ocho.
 
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