Acciones varias de las distintas guerras

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Hammerstein el invisible


En el despacho de Lord Latimer, en el alto mando británico, durante la Segunda Guerra, había un cuadrito que decía: “Hay cuatro clases de oficiales: los inteligentes, los trabajadores, los vagos y los tontos. En la mayoría de los casos, las cualidades concurren de a dos. Los que son vagos y tontos conforman el 90 por ciento de la oficialidad. Los inteligentes que son trabajadores hay que mandarlos al Estado Mayor. El inteligente que es vago califica para las más altas tareas de mando porque sabe delegar y tiene el aplomo y la claridad mental necesarios para tomar decisiones de peso. Y del tonto y trabajador hay que protegerse y nunca delegarle ninguna responsabilidad porque siempre causará alguna desgracia”. Lo curioso es que la frase era de un general del ejército alemán, un general que seguía vivo y que, en los papeles al menos, aún pertenecía al ejército de Hitler, aunque pasado a retiro. Su nombre era Hammerstein, desde que en 1933 eliminó la partícula “von” de su apellido, junto con el título de barón que la antecedía. Dejó de tener trato con sus colegas de la nobleza el día que pidió la baja, y pidió la baja el día que Hindenburg nombró al cabo austríaco (así llamaba Hammerstein a Hitler) canciller de la nación.
En el Ministerio de Defensa eran legendarias su inteligencia y su vagancia. Lo llamaban El Hombre Invisible, porque había sido el responsable de las relaciones entre el ejército alemán y el Ejército Rojo desde 1921 hasta 1932, unas relaciones tan clandestinas como fructíferas para ambas partes: el Tratado de Versalles posterior a la derrota en la Primera Guerra le prohibía a Alemania producir artillería pesada. Los rusos fabricaban tanques de sobra, pero necesitaban expertos que profesionalizaran su ejército. Como dijo el mariscal Tujachewski años después: “El ejército alemán fue el maestro del Ejército Rojo. No olviden que es la política la que nos separa, no nuestros sentimientos”. Vale la pena recordar que el viaje de Lenin en el tren blindado en 1917 había sido solventado por el ejército imperial alemán, para debilitar a Rusia. Vale la pena mencionar también que esos mismos militares alemanes que quince años después tenían tan buena relación con sus pares soviéticos, volvían a sus casas y creían completamente lógico que en territorio alemán se exterminara a los comunistas, y para fines de 1932 eran unos cuantos los que veían en Hitler la herramienta ideal para hacerlo. Hammerstein, en cambio, había sostenido ante Hindenburg mismo que el ejército aún podía desactivar a Hitler y desbandar sus huestes. Hindenburg le ordenó en cambio que sentara a los generales a escuchar al cabo austríaco. Hammerstein tuvo que hacerlo en su casa (la casa que le daba el ejército como comandante del Estado Mayor en Berlín). Hitler relató famosamente sus planes en esa reunión (“Cinco años para exterminar el enemigo interior y luego la conquista del mundo”).
En 1938, cuando el final de esos cinco años se acercaba, y fueron imprescindibles las mejores cabezas estratégicas del ejército para la etapa siguiente del plan, alguien en el alto mando logró que se le ofreciera al retirado Hammerstein la comandancia de los Sudetes. Hitler iba a sentarse en esos días en Munich con el inglés Chamberlain y el francés Daladier: o le permitían quedarse con los territorios ocupados hasta entonces o sería la guerra. Alguien en el alto mando sugirió que una aparición pública del Führer en el frente de los Sudetes sería un buen golpe de efecto. En realidad era una conspiración, planeada en el mayor de los secretos: Hammerstein arrestaría a Hitler en cuanto bajara del avión y los generales tomarían el poder y frenarían la guerra. Pero Hitler, a último momento, decidió no ir: Daladier y Chamberlain le habían firmado con pulso tembloroso todo lo que pedía, Europa había ganado un año de clemencia. Hasta el final de sus días lamentó Hitler no haber empezado la guerra en 1938. Hasta el final de sus días lamentó Hammerstein aquella última oportunidad perdida por Alemania para desactivar al demonio.
Desde que fue relevado de su puesto y pasado a retiro efectivo días después de la firma del Tratado de Munich, en 1938, hasta que murió de un infarto en 1943, Hammerstein vivió de espaldas al nazismo. Cada vez que lo tanteaban los conspiradores, él contestaba: “Si alguien matara a Hitler antes de que el último alemán vea el abismo en que hemos caído por culpa de él, lo beneficiaríamos, lo haríamos un mártir”. A Ruth von Mayerburg, la condesa que era espía de los soviéticos y después escribió unas memorias de título formidable (Sangre azul, bandera roja), le dijo, cuando ella lo acusó de desentenderse del mundo: “Hago lo único sensato que puede hacer un caballero. No soy un héroe, no me abro paso a codazos en la rueda de la historia como ustedes”. Estaban en una partida de caza a la que ella había logrado que fuera: Hammerstein ya no tenía coto propio, no tenía nada, no veía a nadie, a duras penas mantenía a su mujer y a sus siete hijos con la pensión que le daba el ejército, pero siguió indolente, desesperantemente fiel a su papel hasta el final (la condesa estaba allí para ofrecerle, en nombre del mariscal Voroshilov, asilo en la URSS, con coto de caza propio, si colaboraba en la estrategia del Ejército Rojo).
Los hijos de Hammerstein nunca oyeron a su padre hablar en la mesa, salvo cuando había visitas. Tampoco lograron que les preguntara nunca por sus maestros o sus compañeros. Hammerstein no hablaba con ellos; sólo les dedicaba de tanto en tanto brevísimas y fulminantes enseñanzas en forma de comentarios al pasar (“El miedo no es una visión del mundo”). Sin embargo, los dejó estudiar, los dejó ir en la dirección que querían ir: tres de sus hijas mujeres fueron comunistas, se casaron con judíos y trabajaron secretamente para el Komintern; dos de sus hijos varones participaron en la conspiración para matar a Hitler en 1944, uno de ellos logró salvarse porque el lugar donde iba a ocurrir el atentado era en la misma casa donde había tenido lugar aquella reunión de Hitler con los generales, cuando era la casa de los Hammerstein (el joven Ludwig logró escabullirse por los sótanos que había aprendido a conocer al milímetro durante su niñez en esa casa). Esa casa, que pertenecía al Ministerio de Defensa, fue convertida años más tarde en el Centro Conmemorativo de la Resistencia durante el Nazismo. El director de ese Centro, hasta hace muy poco, era Ludwig. El y todos sus hermanos sobrevivieron a la guerra. La madre también había sobrevivido. Sólo Hammerstein murió. Todos los hermanos, incluso la madre, a su particular manera, colaboraron en la resistencia contra Hitler, una vez que Hammerstein murió. En su gran libro sobre Hammerstein, Hans Magnus Enzensberger le pregunta a Ludwig si todos ellos actuaron así por su padre, o porque él no actuó. Ludwig lo mira con los mismos ojos insondables de su progenitor y le contesta: “En una familia como la nuestra, de esas cosas no se habla”.
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una carta perdida
Una mujer recibe una carta de su padre fallecido en la Segunda Guerra Mundial

Caído en la Segunda Guerra Mundial, fue una gran sorpresa.
Una mujer estadounidense recibió una carta de su padre, caído cuando servía en la Segunda Guerra Mundial, casi 70 años después de haber sido enviada. Peggy Addington Smith, residente en el estado de Nevada, EEUU, nació cuando su padre, el soldado John Addington, ya estaba en el frente, informa la pagina web del canal Fox News. Addington murió en Italia en junio de 1944, poco después del nacimiento de su hija, por lo que nunca la pudo ver.
Poco antes de su muerte, el veterano escribió a su hija, que en ese momento tenía solo tres meses. Sin embargo, la carta nunca llegó a su destinatario. Hace unos 14 años el sobre perdido fue hallado en el estado de Missouri. Una vecina de una pequeña ciudad local encontró la carta mientras limpiaba la casa de unos parientes. Aunque se sabe que Addington antes de irse a la guerra también vivía en Missouri, no ha podido averiguarse cómo fue a parar a aquella casa el sobre.
Finalmente, el sábado 21 de setiembre de 2013 la mujer recibió el mensaje de su padre fallecido durante la Segunda Guerra Mundial. La carta fue entregada a Peggy en una ceremonia especial organizada en Dayton, Nevada, junto con la condecoración del Corazón Púrpura, que se otorga a los soldados estadounidenses que murieron o fueron heridos en la batalla. En su carta, Addington les decía a su mujer y a su hija que las amaba. Peggy Addington Smith, que ahora tiene 69 años, ha comentado que después de leer la carta se sintió más cerca de su padre
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ISRAEL NOMBRÓ "JUSTO ENTRE LAS NACIONES" A GINO BARTALI
Héroe del ciclismo italiano salvó a 600 judíos durante la guerra
El campeón del ciclismo italiano Gino Bartali, que murió en mayo de 2000 a los 86 años, fue nombrado ayer "Justo entre las Naciones" un reconocimiento que otorga Israel a quien ayudó a los judíos durante la Segunda Guerra Mundial.
italia -

Jerusalén |EFE y AFP
Son pocos los que han tenido el honor de recibir este reconocimiento de la institución israelí Yad Vashem, pero es que "Ginettaccio" se jugó la vida para salvar a centenares de judíos.

La historia de su colaboración con los judíos perseguidos había sido mantenida en secreto por Bartali incluso después del final de la guerra.

"Es un día bellísimo y aun más especial porque es un reconocimiento que llega por casualidad cuando comienza el Mundial de ciclismo en Italia", explicó Andrea Bartali, hijo del campeón italiano.

El florentino Bartali conquistó tres Giros de Italia y dos ediciones del Tour de France en los años previos y posteriores a la II Guerra Mundial (1939-1945), victorias que lo convirtieron en uno de los mayores héroes del deporte italiano de todos los tiempos. Los ciclistas, en ese tiempo, gozaban además de extraordinaria popularidad.

Nadie podía imaginar que mientras se entrenaba por las carreteras secundarias de su Toscana natal llevaba escondidos en su bicicleta documentos falsos que serían utilizados por numerosos judíos para escapar.

"Cuando las leyes raciales comenzaron a ser aplicadas, a Italia llegaron cerca de 15.000 judíos que encontraron refugio en conventos, colegios o comunidades religiosas, pero en el país también se les comenzó a perseguir y entonces el cardenal Elia Angelo Dalla Costa lo llamó para pedirle ayuda", relató el hijo del ciclista.


Andrea Bartali explicó que ante las deportaciones que se estaban llevando a cabo en Italia, el cardenal rogó al ciclista que lo ayudara porque nadie sospecharía que un deportista famoso como él trabajara clandestinamente para salvar a los judíos.

"El bien se hace pero no se dice", narró Andrea Bartali que les decía su padre, para que no contaran nada.

Peligros
El hijo del campeón del ciclismo aseguró que las personas con las que colaboraba para salvar a los judíos le habían advertido de que si lo descubrían "lo fusilarían".

Sin embargo, como cuenta el libro "El camino del valor. Gino Bartali, héroe silencioso", que fue publicado el pasado mayo, el ciclista continuó colaborando y salvó la vida de 600 judíos.

El deportista escondía en los tubos de su bicicleta fotos y papeles para fabricar documentos de identidad falsos y como era tan famoso, no tenía problemas en evadir los controles policiales mientras rodaba con su bicicleta. Esta información se supo hace algunos años después de que se encontrasen varios cuadernos de apuntes de Giorgio Nissim, un judío que vivía en Toscana y que fue el cerebro de esta operación de salvamento de judíos.

Este reconocimiento corona la movilización de la comunidad judía de Italia, en particular de su ciudad de Florencia, que permitió recoger testimonios directos que faltaban hasta ahora para hacer avanzar el caso.

Miembro de la Acción Católica, nunca disimuló su aversión contra el fascismo, incluso si su triunfo en el Tour de 1938 había sido explotado por la dictadura mussoliniana.

La distinción "Justo entre las naciones" es otorgada desde 1963. Los titulares reciben una medalla, un diploma oficial y su nombre es grabado en un muro en el bosque de Jerusalén, cerca de Yad Vachem.
el pais.uy
 

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Química al servicio de la guerra
Soldado de la caballería alemana en Saint Quentin y Laon (Francia) / Archivo General de Palacio
En el Kurdistán iraquí hay una ciudad que se ha convertido en el paradigma de la capacidad letal y destructiva que tienen las armas químicas. El crimen tuvo lugar en la fase final de la guerra de Irak contra Irán en los años 80. Tal fue su devastación que la llamaban la ‘Gernika’ kurda. Se trata de Halabja, una ciudad de unos 70.000 habitantes que el 16 de marzo de 1988 vio como le llovía del cielo un cóctel químico a base de gas mostaza y gas sarín lanzado por la aviación del ejército de su propio país. Unas 5.000 personas, la mayoría mujeres y niños, murieron a consecuencia del ataque químico que formaba parte de la campaña ‘Al Anfal’, todo un plan de exterminio con el que Sadam pretendía castigar a los kurdos por, según él, colaborar con el enemigo iraní cuando éste abrió en ese momento un frente de guerra en el Kurdistán.
Halabja es el antecedente directo de la matanza que se produjo el pasado 21 de agosto en Ghuta, un suburbio a las afueras de Damasco, que costó la vida a 1.421 civiles, otra vez con el gas sarín como arma química utilizada para cometer el crimen, en una guerra civil que ya ha costado más de 100.000 muertos y dos millones de refugiados. EE UU y Francia afirman poseer las pruebas de que el ataque procedía de la zona controlada por el ejército de Bachar el Asad y han amenazado con no dejar impune la masacre usando represalias militares contra el régimen baazista. El informe de los inspectores de la ONU determina el empleo del gas nervioso y de cohetes de artillería pero no determina la autoría.
El uso de venenos, o de las enfermedades y su contagio, para atacar al enemigo ha sido un recurso militar frecuente a lo largo de la historia y cuando a principios del siglo XX se estaba en disposición de fabricar masivamente armas con agentes químicos, los estados europeos decidieron probarlas sobre el terreno. Esto sucedió durante la Primera Guerra Mundial. Después de algún ensayo previo de ambos bandos, el ejército alemán usó en la primera batalla de Yprés, en abril de 1915, gases de cloro en cantidades suficientes para cubrir una cortina de 10 kilómetros de frente de batalla. La Convención de La Haya de 1899 prohibía usar estas armas y el bando alemán se justificó alegando burdamente que las balas de los rifles franceses liberaban algo de gas al impactar. El procedimiento se basaba en la colocación de cilindros que liberaban el gas aprovechando rachas de viento favorables. Los ingleses tardaron poco en responder, en Loos en septiembre de ese año, con gases de fosgeno y cloro con un resultado inesperado y estremecedor: los militares tuvieron que obedecer las órdenes de abrir las espitas de los cilindros con el viento en contra. Durante el resto del conflicto ambos bandos siguieron usando estas armas (el gas mostaza o iperita fue el más letal) y perfeccionando la tecnología, con el coste final de 100.000 muertos y un millón de enfermos. La sociedad europea quedó tan horrorizada con los gases venenosos que en 1925 se firmó el Protocolo de Ginebra, que prohibía el uso de las armas químicas aunque no su fabricación y almacenamiento.

Una madre con su bebé en brazos, muertos en el ataque a Halabja, en el Kurdistán iraquí, en 1988
Los europeos, que sufrieron en sus carnes el horror de este tipo de guerra, renunciaron de manera tácita a volver a emplearlas en su suelo, pero a pesar de los acuerdos de Ginebra, los territorios coloniales no tuvieron tanta suerte. Tres ejemplos de este tipo de conflictos fueron la revuelta kurda en el norte de Irak contra los ingleses en 1919-1920 (parece una triste casualidad histórica que los kurdos iraquíes sean víctimas habituales de estas armas), la Guerra del Rif en el actual Marruecos en 1923-1926, en la que la población rifeña fue sometida a bombardeos desde el aire con gas mostaza por parte del ejército español, y la segunda guerra Ítalo-etíope que provocó Mussolini con el propósito de engrandecer los dominios coloniales de Italia y que evidenció un exhaustivo programa previo de fabricación de armas químicas y la logística necesaria para su uso en Etiopía. Las razones que se dieron para que los miitares usaran los gases tóxicos tenían una dimensión puramente racista. Winston Churchill afirmó que estaba “totalmente a favor del uso de gas venenoso contra tribus incivilizadas”. Mussolini se arrogaba el derecho de “llevar la civilización occidental a un país medieval” y el rey Alfonso XIII no tuvo reparo en decir que “lo importante es exterminar, como se hace con las malas bestias, a los Beni Urriaguel y a las tribus más próximas a Abdelkrim”. En el caso marroquí encontramos la situación paradójica de la víctima que pasa a convertirse en victimario. En 1958 se produjo un levantamiento en esta región que el príncipe marroquí Muley Hassan, futuro Hassan II, decidió sofocar bombardeando las aldeas rifeñas con napalm. El mismo destino (ésta vez añadiendo bombas de fósforo blanco) les esperaba a los civiles saharauis que huían hacia Argelia cuando en noviembre de 1975 España pactó la entrega del Sahara Occidental a Marruecos y Mauritania. El napalm y el fósforo blanco no son armas químicas como tales pero sí son armas incendiarias que cuando explotan, generan procesos químicos que aumentan su potencial destructor. Las consecuencias mortíferas de su uso han motivado que los organismos internacionales humanitarios reclamen su desaparición.
La Guerra Fría provocó la proliferación y desarrollo de programas de fabricación de armas químicas por parte de las dos superpotencias. En 1982, el presidente Reagan autorizaba la puesta en marcha de un programa que pretendía acabar con la “supremacía soviética” en este tipo de guerra y que tendría su desarrollo logístico en Europa. La opinión pública occidental lo rechazaba frontalmente porque el espectro de la I Guerra Mundial seguía presente. La tensión diplomática de esta época y la política irreconciliable de Estados Unidos y la URSS hizo imposible que se lograse la distensión necesaria para hacer desaparecer estas armas. Solo la caída del bloque comunista posibilitó que en 1993 se lograse firmar el Tratado para la Prohibición de las Armas Químicas (OPCW) que postula la verificación y destrucción de todos los arsenales químicos. En 1997 entró en funcionamiento y a día de hoy solo 5 países no lo habían suscrito.

Aviones norteamericanos fumigan con Agente Naranja territorio vietnamita / The Plain Dealer/Landov
Durante la segunda mitad del siglo XX se conocieron bastantes casos de empleo de estas armas en los diferentes conflictos regionales en que rusos y americanos dirimían sus diferencias. De entre ellos, destaca la guerra de Vietnam por las consecuencias que con el paso del tiempo tuvo la utilización de un producto químico que, en principio, no debía haber atacado a las personas. Se trata del Agente Naranja. Desde 1961 hasta 1971, el ejército americano arrojó 80 millones de litros de este herbicida con la idea de que la guerrilla del Vietcong careciese de cobijo natural en los bosques tropicales en su lucha contra el ejército americano. Desde los años noventa se comenzó a sospechar del Agente Naranja’ como causante del alarmante número de cánceres, abortos y malformaciones genéticas con que nacen miles de niños en las zonas de Vietnam expuestas a la acción del defoliante. Además se comprobó que las partidas enviadas a Vietnam llevaban una proporción de dioxina 55 veces más elevada de lo normal. Los veteranos americanos afectados han llegado a acuerdos extrajudiciales por los que han sido indemnizados por empresas como Monsanto y Dow Chemical, pero los vietnamitas, que ya tienen a cuatro generaciones afectadas y han llevado el caso ante la justicia estadounidense, siguen sin ser reconocidos como víctimas del pesticida mortal. Estados Unidos solo ha aceptado colaborar para limpiar las zonas contaminadas e insiste en que no hay pruebas científicas suficientes que demuestren que las dioxinas son la causa del tormento que sufre un millón de vietnamitas.
Las guerras tradicionales entre dos estados son un escenario cada vez más escaso pero eso no significa que el mundo sea más estable. Su lugar lo han ocupado los conflictos asimétricos, con un actor fuerte (un estado) y un actor débil (un grupo terrorista, por ejemplo). Las características de la globalización, con su opacidad financiera, acceso a nuevas tecnologías, las facilidades para la circulación de bienes y personas, etc, dan nuevas herramientas al ‘actor débil’, entre otras, la posibilidad de conseguir o desarrollar armas químicas. El ejemplo lo tenemos en el atentado con gas sarín que la secta La Verdad Suprema perpetró en el Metro de Tokyo en marzo de 1995, y que causó la muerte a 13 personas y más de 5.000 heridos. La pregunta que nos debemos hacer es si, tras este peligroso aviso, la comunidad internacional ha creado las condiciones para que no conozcamos nuevos casos en el futuro.
wlpais.es
 

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Se busca tesoro nazi en Baviera

El cineasta y músico Leon Giesen emprende las excavaciones tras descifrar unas partituras en clave

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Partitura de Gottfried Federlein
En la pequeña localidad bávara de Mittenwald, situada en una región alpina fronteriza con Austria, hay enterrado un valioso tesoro de origen nazi. Al menos es lo que afirma el cineasta y músico holandés Leon Giesen, quien, tras recibir el correspondiente permiso de la administración municipal, ya está agujereando el asfalto de Mittenwald en busca de uno de los muchos tesoros que, según la leyenda, los nazis escondieron antes de la caída del Tercer Reich.
El artista neerlandés, de 51 años, está seguro de que bajo el asfalto del norte de la localidad hay oro y diamantes que los nazis arrebataron a sus víctimas antes y durante de la Segunda Guerra Mundial. Esos tesoros escondidos, acumulados por el nacionalsocialismo durante la orgía de violencia étnica y nacionalista del régimen de Adolf Hitler, han formado históricamente parte del imaginario colectivo.
Un codiciado botín
Según apunta el reputado semanario alemán «Der Spiegel», Baviera parece la región idónea para buscar esos tesoros, cuya posible existencia ha dado alas a los amantes de las leyendas ligadas al nazismo: ante el avance de las tropas aliadas, los nazis pensaron que la montañosa Baviera se convertiría en la fortaleza parda en la que podrían defenderse hasta el final. De ahí que, si hubo un sitio donde el nacionalsocialismo escondió su botín a la desesperada, ese lugar tuvo que ser Baviera. No en vano, el lago de Walchen, situado en los Alpes bávaros, es desde hace años el centro sobre el que gravitan numerosos mitos.
El artista holandés basa su hipótesis en un antiguo documento: unas partituras de una marcha militar del compositor Gottfried Federlein en las que podrían estar escondidas las coordenadas del lugar exacto en el que fue enterrado el pretendido tesoro. Según la leyenda, en los últimos días de la Segunda Guerra Mundial, el secretario personal de Adolf Hitler, Martin Bormann, escribió sobre la partitura una serie de cifras y signos combinación supuestamente supone un código secreto que indica el lugar donde está escondido el botín. Giesen asegura haber descifrado ese código.
Tal y como sigue la leyenda, un sacerdote del ejército alemán tenía que llevar las partituras hasta Múnich. Sin embargo, éstas nunca llegaron a la capital bávara. Décadas después, las partituras cayeron en las manos del periodista holandés Karl Hammer Kaatee, quien durante años intentó descifrarlas sin éxito. En diciembre del pasado, año decidió publicarlas en la Red.
Entonces, Leon Giesen comenzó a analizar los documentos hasta llegar a la conclusión de que Mittenwald tenía que ser el lugar. La frase que cierra las partituras («Enden der Tanz», «fin del baile», en su traducción al castellano) indica, según Giesen, que el tesoro fue enterrado al final de unas vías de tren que cruzaban la localidad bávara en los años cuarenta.
Según informa «Der Spiegel» y la agencia UPI, los lugareños de Mittenwald observan las labores de búsqueda con una mezcla de curiosidad, irritación y escepticismo. «Los geólogos afirman haber encontrado una anomalía, un cuerpo extraño» en el subsuelo de la zona, afirma Giesen. Ahora sólo falta saber si se trata de monedas de oro y diamantes, o solo de una antigua obra de canalización. Esto último supondría, sin duda, un vulgar desenlace a una historia excepcional
ABC.es
 

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28/09/1939 - en el marco de la Segunda Guerra Mundial, la Alemania Nazi y la Unión Soviética acuerdan dividirse Polonia luego de invadirla.
1939 - Varsovia (Polonia) se rinde a los nazis alemanes.
1944 - en Arnhem (Países Bajos) en el marco de la Segunda Guerra Mundial, los alemanes derrotan a la aviación británica en la batalla de Arnhem.
1944 - en el condado de Harju (Estonia), el ejército soviético libera el campo de concentración de Klooga.
Fuentes: http://www.hoyenlahistoria.com/dia/septiembre/28
 

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Refugios de Almería: escudos contra 754 bombas durante la Guerra Civil
Se construyeron 4,5 kilómetros de galerías subterráneas para que la población pudiera guarecerse. Hoy se pueden visitar.
Ruido de aviones. Eco. Condiciones insalubres. Y miedo, mucho miedo. Los refugios de Almería utilizados durante la Guerra civil para proteger a la población de las bombas conocen estas sensaciones. Entre sus laberínticos pasillos se escondieron miles de almerienses buscando bajo sus muros un lugar en el que salvar la vida. Las bombas llegaban a la ciudad por mar y aire, y protegerse bajo tierra era la única manera de evitarlas.
Se cavaron 4,5 km de galerías subterráneas
Tras la primera bomba lanzada el 3 de septiembre de 1936, Almería comenzó a diseñar un proyecto de galerías subterráneas a través de la constitución de una Comisión Mixta de Refugios, dirigida por el arquitecto municipal Guillermo Langle Rubio. Los propios ciudadanos colaboraron muy activamente en su construcción: poceros, obreros, carpinteros... cualquier profesión era útil para terminar cuanto antes los refugios. Carlos Fernández Celaya –ingerniero de Minas– y José Fornieles –ingeniero de Canales– fueron los nombres de los licenciados artífices de esta obra magna almeriense.
Galerías de 1,20 metros
La situación bajo tierra en los refugios era de lo más precaria. La estructura de sus pasillos medía 1,20 metros de ancho con una bancada corrida a lo largo de todo su recorrido. Los bancos se situaban a ambos lados en los pocos sitios donde la anchura de dos metros lo permitía. En el suelo, nada más que tierra para poder cubrir los excrementos u orines de los refugiados.
A pesar de la pobreza de los pasadizos, arquitectónicamente hablando la obra de Langle es impecable. Diseñó tubos de ventilación junto a las bocas de acceso en previsión de las horas que los almerienses podrían pasar soterrados, instaló una iluminación con bombillas alimentadas por hilos de cobre e ideó un sistema de entrantes y salientes en las galerías que servían de pantalla protectora en caso de producirse el estallido de una granada.
Además, los 60 centímetros de espesor de las paredes de hormigón –que todavía conservan incisiones hechas por los refugiados, como iniciales o dibujos– suponían un auténtico búnker salvavidas sobre los que se levantaron bóvedas de cañón rebajadas. Para el quirófano que se construyó en uno de los pasillos, se utilizaron materiales de lo más selecto para que la higiene fuera la máxima posible: azulejos en las paredes y mármol de Macael en el suelo.
754 bombas sobre Almería
Desde que aquél 3 de septiembre de 1936 se lanzara la primera bomba sobre la ciudad de Almería, por aire y mar llegaron a sus calles 754 artefactos explosivos hasta el 27 de febrero de 1939. El casco urbano fue objetivo de nada menos que 52 bombardeos que dejaron a su paso 137 edificios destruidos, 238 dañados y un triste balance de 137 muertos y 227 heridos.
De todas las actuaciones contra la ciudad de Almería, destaca el del 31 de mayo de 1937. Este trágico bombardeo –efectuado por la escuadra alemana Luftwaffe– acabó con la vida de 40 personas, hiriendo a otras 150. Además, también hubo que lamentar grandes daños materiales en un total de 200 edificios.
La población de Almería en esa época rondaba los 50.000 habitantes, de los cuales 34.144 utilizaban los 4,5 kilómetros de pasadizos que se construyeron bajo tierra. Además de estas galerías, los refugios naturales de los depósitos de hierro y las cuevas de la Chanca actuaron con perfecta defensa ante los ataques.
Los refugios de Almería son visitables
El Ayuntamiento de Almería abrió al público los refugios en el año 2006. Desde ese año es posible visitar los pasillos que cobijaron a la población almeriense de los ataques que recibió durante más de dos años. La galería principal fue rehabilitada para recuperar una parte importantísima de la historia de la ciudad. Para dar un mayor realismo a la visita, se recrearon el refugio de Langre, un almacén que se usaba como despensa y un quirófano, que cuenta incluso con material médico de la época.
DATOS PARA LA VISITA:
- Apertura: de martes a domingo, previa cita en el teléfono 950 268 696 (cerrado los lunes). También puede se reservar en la taquilla de los refugios –Plaza Manuel Pérez García, s/n–. Para grupos de más de 15 personas, la reserva se realizará a través de correo electrónico: [email protected]
- Horario de junio a septiembre: 10:30 a 13:30 horas (visitas guiadas a las 10:30 y a las 12). Los viernes, sábados y domingos también abren por la tarde, en horario de 18 a 21 horas (visitas guiadas a las 18 y a las 19:30)
- Horario de octubre a mayo: 10 a 13 horas (visitas guiadas a las 10 y a las 11:30). Los viernes, sábados y domingos también abren por la tarde, en horario de 17 a 20 horas (visitas guiadas a las 17 y a las 18:30)
- Precio: 3 euros (tarifa reducida para grupos de más de 15 personas: 2 euros)
abc.es
 

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30/09/1939 - en Francia —en el marco de la Segunda Guerra Mundial—, el general Władysław Sikorski forma un gobierno polaco en el exilio.
1939 - Gran Bretaña hace sus primeros simulacros de evacuación de civiles.
1941 - en Babi Yar, barranco ubicado en las afueras de Kiev, los nazis perpetraron la matanza de 33.771 judíos entre el 29 y el 30 de septiembre
Fuentes: http://www.hoyenlahistoria.com/dia/septiembre/30
 

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Francia honrará la memoria de sus fusilados durante la I Guerra Mundial
Un informe encargado por el Gobierno propone reparar la memoria de los soldados ejecutados para dar ejemplo a las tropas

Un miembro de una asociación de memoria de la I Guerra Mundial vestido de 'poilu' junto a un monumento en homenaje a varios soldados fusilados. / F. NASCIMBENI (AFP)

Se calcula que son varios centenares, cerca de un millar, los soldados franceses que murieron fusilados por los suyos tras juicios sumarísimos entre 1914 y 1918. Muchos de ellos no eran cobardes, ni espías, ni desertores. Ahora, a unos meses para el centenario del inicio de la I Guerra Mundial (1 de agosto de 2014), Francia está pensando en reintegrar a la memoria nacional a aquellos Bartlebys bélicos, algunos de ellos menores de edad, que acabaron pasados por las armas aunque habían sido buenos soldados. Un informe elaborado por varios historiadores dado a conocer este martes en París propone a los poderes públicos honrar la muerte de los que se negaron a ser sacrificados en el campo de batalla, que fueron fusilados para dar ejemplo a las tropas y que no tuvieron derecho a figurar en las lápidas conmemorativas.
Entre los ejecutados, los hubo que se negaron a dejarse matar y desertaron o desobedecieron órdenes; otros que se rebelaron y se amotinaron; algunos que eran espías y otros muchos que, como uno de los personajes de 14, la novela de Jean Echenoz recién publicada en España, simplemente tuvieron un despiste o un momento de debilidad o desesperación y dejaron el frente durante unas horas.
“Hemos descubierto en torno a 600 o 650 fusilados por desobedecer órdenes y, sumando los delitos de derecho común y espionaje, la cifra total sería de unos 740 soldados en total”, señalan los autores del informe, que trazan una clara distinción entre los fusilados “para dar ejemplo” y los amotinados del año 1917, que según la leyenda huyeron a tierra de nadie mientras balaban como corderos para denunciar la torpeza o la crueldad de sus generales.
“La mayor parte de los fusilamientos ejemplarizantes ocurrieron en 1914 y 1915, y solo una treintena entre los 40.000 y 80.000 amotinados fueron pasados por las armas”, estima el informe, que recuerda que las ejecuciones de los primeros años de la guerra trataban de ejercer un efecto disuasorio sobre la tropa: “Debían servir de ejemplo, lo cual no quiere decir que los soldados fusilados fueran inocentes, sino que sus juicios intentaban evitar otras desobediencias, y por eso la ejecución se realizaba ante sus compañeros”.
Los historiadores relatan varios casos especialmente sangrantes, como el de cuatro soldados condenados a muerte y ejecutados en 1915 porque se negaron a volver al ataque, agotados después de intentar “varios asaltos inútiles”.
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Kirk Douglas, en la película 'Senderos de Gloria', de Stanley Kubrick.
La primera guerra industrial de la historia fue una carnicería sin precedentes ni paliativos: causó 19 millones de muertos y 21 millones de heridos, entre civiles y militares. Francia perdió a 1,3 millones de soldados, un 27% de los cuales tenían entre 18 y 27 años. La tropa era conocida como los poilus –literalmente, los peludos; en argot, los machos-, por la nutrida presencia de soldados valientes, agrestes y barbudos. Ese apelativo de origen napoleónico apenas se usaría en la II Guerra Mundial.
Según los autores de la monografía, encargada por el Gobierno ante las conmemoraciones del año que viene, “hay un amplio consenso social para estimar que la mayoría —de los fusilados durante la contienda— no fueron cobardes, sino buenos soldados, que hicieron su deber y no merecían la muerte”.
Los historiadores explican que los contemporáneos, “tanto de derechas como de izquierdas, no tienen la intransigencia de antaño, son mucho más sensibles a las condiciones aterradoras que enfrentaron los poilus, y entienden que algunos pudieran rajarse sin por ello ser cobardes”.
El informe cita el discurso del exprimer ministro socialista Lionel Jospin, que en 1998, en Craonne (al norte del país), pidió que los soldados “caídos en una desesperación sin fondo, que se negaron a ser sacrificados”, fueran integrados en la memoria nacional. Y recuerda también el homenaje de Nicolas Sarkozy, un año más tarde en Verdun (al este), a los “fusilados para dar ejemplo”.
La dificultad, ahora, estriba en cómo rehabilitar esa memoria. Los historiadores proponen cuatro escenarios, pero descartan de antemano dos de ellos: el de no hacer nada, y la rehabilitación general. “No podemos honestamente declarar que Mata Hari, fusilada en ejecución de un consejo de guerra, muriera por Francia”, señalan.
Una tercera vía, la rehabilitación caso por caso, sería una empresa “demasiado difícil”, y “no tendría el menor sentido revisar los procesos cien años después”.
Así que la propuesta sugerida a los poderes públicos es “hacer una declaración solemne seguida de un proyecto pedagógico”. Esa declaración afirmaría “de forma muy clara que muchos de los ejecutados, pero no todos, lo fueron en condiciones precipitadas, incluso arbitrarias”. Y añadiría que esos soldados, “en cierto modo, murieron por Francia”.
Para completar esa “rehabilitación moral, cívica y ciudadana”, los historiadores proponen actuar “en el plano memorial y simbólico, para reintegrar plenamente a los fusilados en la memoria nacional”.
el país.es
 

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“El gato dio para comer diez días”
El diario de Lena Mujina, la Ana Frank de Leningrado, ofrece una mirada íntima al atroz asedio nazi
Conservado milagrosamente, el emotivo documento se publica ahora en España.


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Un tanque KV-1 soviético en la plaza del Palacio de Leningrado durante el asedio de la ciudad durante la II Guerra Mundial. / EL PAÍS
Quiere la casualidad que la víspera de mi cita con los viejos horrores del asedio de Leningrado me tope en la calle con las explosiones de las bombas, y con el mismísimo Stalin. Es en una gran pantalla instalada al aire libre al final de la Mihajlovskja, una avenida que sale de Nevski Prospekt y en la que se proyecta un filme moderno sobre el terrible episodio de la II Guerra Mundial. Me siento en una silla plegable junto a un indigente con pantalones de camuflaje que aferra una botella de vodka y los dos pegamos un bote cuando las imágenes muestran cómo se derrumba una manzana de casas entera entre un atronador estruendo. Con todo, los bombardeos no fueron lo peor de aquellos 900 días que costaron a la actual San Petersburgo cerca de un millón de muertos, un número de vidas mayor que el que perdieron los británicos y los estadounidenses en toda la guerra. Lo peor fue el hambre, que en los momentos más duros del cerco por los nazis se cobraba hasta 10.000 muertes diarias. Al día siguiente de la proyección acudo al encuentro con el historiador Sergei Iarov, responsable del descubrimiento y edición del diario de Lena Mujina, un conmovedor testimonio del asedio que publica ahora en España Ediciones B.
Elena Vladímirovna Mujina, Lena, a la que se conoce como la Ana Frank de Leningrado, por las semejanzas con la historia de la joven judía holandesa, era una chica de 16 años que residía en la ciudad y nos dejó, en unas páginas que combinan la intimidad adolescente con el documento histórico, una descripción muy directa y turbadora de las vivencias de la población.
El diario, escrito a mano e ilustrado con algunos dibujos, arranca el 22 de mayo de 1941, con las anotaciones usuales de una jovencita cualquiera sobre estudios, amistades y primeros amores, como Vovka (“Ojalá me mirara una sola vez”). “Me vienen pensamientos tristes a la cabeza, tengo muchas ganas de romper a llorar”, escribe Lena, que anhela cambios en su vida. Estos van a llegar, pero no los esperados. El 22 de junio anota que las tropas alemanas han cruzado la frontera. Mujina da cuenta de las primeras disposiciones, la construcción de refugios, la instalación de antiaéreos. “La ciudad ha empezado a transformarse”.
He quedado con Iarov en el Museo de la defensa y el asedio de Leningrado, centro que recoge innumerables objetos relacionados con el episodio, desde un fusil de francotirador ruso y cascos alemanes agujerados, a la reconstrucción de un puesto de mando soviético y un refugio civil, pasando por una vitrina que muestra las patéticas raciones de pan de los peores días del cerco, cuando la gente se comía los cinturones y los guantes, y cosas peores: no pocos se volvieron caníbales. Iarov, que peina como Illya Kuryakin, señala que el museo está consagrado a mostrar más la dureza patriótica de Leningrado que no su dolor y su miseria. “La realidad fue diferente de lo que se expone aquí, por eso es tan interesante un testimonio directo como el de Lena Mujina. La gente, pese a la épica de la propaganda soviética, simplemente trató de sobrevivir, haciendo lo que fuera”.

Lena Mujina, en una fotografia que aparece en le portada del libro " El diario de Lena" / EL PAÍS
En su diario, Lena pasa de la excitación al hablar de las alarmas, los primeros combates aéreos sobre la ciudad, el tráfico de camiones militares y tanques por la Nevsky, a la preocupación ante la reducción de las cuotas de las cartillas de racionamiento. El cerco se estrecha. Mientras, sigue escribiendo de sus pequeños asuntos (“Zoia sale a pasear y se da besos”). El 29 de agosto muere su madre natural, enferma crónica desde hace años. Ella sigue llamando “mamá Lena” a su tía, que es con quien vive. Anota dónde caen bombas, y el número de víctimas. El 7 de septiembre oye en la radio a Dolores Ibárruri, nuestra Pasionaria. El 8 de octubre, ayudando en un hospital, ve por primera vez un muerto. “No me dan nada de miedo los muertos pero se me caen las lágrimas de pena”.
Llega el invierno. “Hay nieve por todas partes y hace un frío atroz”, “todos los días hay bombardeos horribles, todos los días hay fuego de artillería”. Comienza a escribir obsesivamente de comida. Una página entera sobre un bollo. El 21 de noviembre anota que cumple 17 años. “Tengo un hambre atroz, siento un vacío horrible en el estómago. Qué ganas tengo de comer pan, qué ganas”. Escribe que la gente, desnutrida, ya no tiene fuerzas para bajar a los refugios. Lee Grandes esperanzas (¡), de Dickens. Un sudario de muerte, nieve y oscuridad cubre la ciudad. “Escribo con el abrigo puesto, a la luz de un cabo de vela, mordisqueo las migas de pan para prolongar el placer”. El 18 de diciembre anota que han matado y se han comido al gato. “Nunca pensé que la carne de gato sería tan sabrosa, tan tierna”. Da gracias a la mascota, “que nos dio de comer durante diez días”.
Otro día, comparte una albóndiga de caballo, y gelatina hecha con cola de carpintero. En la calle, a -31 º, “en algunos trineos llevan dos y tres cadáveres, está muriendo mucha gente”. El 8 de noviembre muere de inanición su madre-tía. “Me he quedado sola”. Con el conserje, arrastran el cadáver hasta la calle Marata donde se depositan los muertos…
“Es un diario muy impresionante”, comenta Sergei Iarov. Detrás de su hallazgo hay toda una historia detectivesca. “Apareció entre la documentación que se conserva del asedio. No sabíamos quién era la autora. Tratamos de encontrar la vivienda que menciona pero ya no existe. Finalmente, hallamos el rastro de una pintora que Lena menciona y apareció una correspondencia entre las dos”. La gran pregunta era si Lena, cuyo diario acaba el 25 de mayo de 1942 explicando la receta de la sopa de ortigas y señalando que se encuentra muy débil, había sobrevivido al asedio, y a la guerra. “Descubrimos que sí, se marchó de San Petersburgo en junio de 1942, y durante cuatro décadas vivió en Moscú, donde falleció en 1991, sin hijos”. Iarov subraya que Lena fue muy afortunada por sobrevivir. Le pregunto al historiador qué hace tan especial el diario de Lena. “Su total sinceridad y claridad. No esconde sus sentimientos y emociones. Su sufrimiento, su hambre, incluso sus reacciones egoístas de supervivencia. La gente a menudo se avergüenza de eso. Y ofrece muchos detalles. Es el único diario de una adolescente que muestra el asedio día a día”.
De la comparación de Lena con Ana Frank admite que es oportuna. “Las dos se encuentran en sitios cerrados, en un edificio y en una gran ciudad cercada. Sufren miedo. Plasman sus sentimientos e intereses de chicas, el enamoramiento, el sexo. Las circunstancias concretas por supuesto son distintas. Y, claro, el final: Lena salió del cerco para vivir, Ana de su escondite para morir”.
Para el historiador, lo más emocionante del diario de Lena, y del de Ana, es que comprobar “que pese a lo terrible de la experiencia la humanidad sobrevive entre el dolor y las ruinas como una flor inmarchitable”. Iarov, que marca en un mapa lugares en que San Petersburgo aún muestra cicatrices de la guerra, dice que el asedio sigue muy presente en la memoria de la ciudad. “Lo recordamos más con dolor que con orgullo”. El canibalismo, un fenómeno que recientemente historiadores como Michael Jones han revisado al alza, no aparece en el diario, ni en el museo. “Es el secreto terrible de Leningrado, hubo mucha gente acusada y seguramente solo vemos la punta del iceberg”.
Los alemanes crearon ese infierno en la tierra a conciencia. “Leningrado nunca pudo ser un Stalingrado”, señala Iarov. “Los sitiadores tenían mucho miedo a que toda la ciudad pudiera convertirse en una trampa explosiva. Además, no querían tener que aprovisionar a tanta gente. De forma que el objetivo pasó a ser no conquistar la ciudad sino matar a sus habitantes de hambre”.
elpais.es
 

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01/10/1938 - Alemania consigue la anexión de Austria y de los Sudetes.
1942 - el barco estadounidense USS Grouper torpedea el barco Lisbon Maru sin saber que transportaba prisioneros británicos de Hong Kong.
1942 - primer vuelo del Bell XP-59 "Aircomet".
1943 - en el marco de la Segunda Guerra Mundial, las fuerzas aliadas invaden Nápoles.
1946 - en el Juicio de Núremberg (que comenzó el 20 de noviembre de 1945), se sentencia a los líderes del nazismo. Doce son condenados a muerte y tres a cadena perpetua.
Fuentes: http://www.hoyenlahistoria.com/
 

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Hitler ofreció la paz a Churchill en 1941
En contra de la versión oficial, el vuelo secreto de Hess llevaba una oferta del «führer» para obtener vía libre para atacar Rusia a cambio de retirarse de Europa occidental

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Hitler, durante la Segunda Guerra Mundial
En la noche del 10 de mayo de 1941, se produjo uno de los episodios más sorprendentes y rocambolescos de la Segunda Guerra Mundial: el viaje secreto del lugarteniente de Hitler, Rudolf Hess, a Gran Bretaña. Un pasaje que ha estado siempre envuelto en el más absoluto misterio, bajo la versión oficial de que aquella no fue más que la misión solitaria de un loco desquiciado con afán de protagonismo.
«Hitler había enviado a Hess con un tratado de paz completamente desarrollado»
Sin embargo, el historiador británico Peter Padfield revela en su último libro, «Hess, Hitler and Churchill: The Real Turning Point of the Second World War - A Secret History» (Hess, Hitler y Churchill: el verdadero momento crucial de la Segunda Guerra Mundial - una historia secreta), evidencias que demuestran que Hess llevaba un tratado de paz detallado de parte de Hitler, en el que ofrecía retirarse de Europa occidental, a cambio de que Gran Bretaña se declarase neutral ante el inminente ataque que tenía planeado realizar sobre Rusia.
De ser cierta, esta teoría desmonta la versión oficial de que Hess había organizado y realizado aquel viaje a espaldas de Hitler, en el más absoluto secreto para evitar que se filtrase hasta él.
Padfield, que ha publicado biografías de otros líderes nazis como el mismo Hess, Himmler y Karl Dönitz, revela un documento de la época en el que un informante asegura que él y otros germanoparlantes fueron llamados por los servicios de inteligencia británicos, para traducirle a Churchill el tratado de paz de Hitler que portaba su lugarteniente en el momento en que fue detenido. Según el historiador británico, que no especifica su nombre, el informante era un académico que trabajó para una de las universidades más importantes de Gran Bretaña y que, antes de morir, redactó dicho documento explicando cómo el grupo de traductores se reunió en la sede de la BBC de Londres, para llevar a cabo la tarea que se le había encomendado.
Un tratado para Churchill
El académico contaba en el documento revelado por Padfield que Hess traía en aquel vuelo «secreto» un tratado de paz compuesto por varias cláusulas escritas en papel de la cancillería alemana. Y que, aunque incluía una traducción al inglés, los británicos quisieron tener su propia traducción del original alemán.
El tratado proponía una «neutralidad de buenos deseos» entre Gran Bretaña y Alemania
Las dos primeras páginas de este tratado informaban con precisión de los planes de Hitler para invadir Rusia si Gran Bretaña juraba declararse neutral. El informante incluso aseguraba que la fecha del ataque había sido establecida. Y a cambio, los nazis se comprometían a retirarse de Europa occidental, manteniendo Churchill de esta forma su Imperio y sus fuerzas armadas intactas.
En definitiva, lo que aquel tratado proponía era un estado de «Wohlwollende Neutralitat», que se traducía como «neutralidad de buenos deseos» entre Gran Bretaña y Alemania.
«Este viaje no fue un complot de su lugarteniente. Hitler había enviado a Hess con un tratado de paz completamente desarrollado, según el cual Alemania evacuaría todos los países ocupados del oeste de Europa», asegura el historiador en «The Telegraph». En este sentido, Padfield cree que el tratado fue rechazado de inmediato por Churchill, porque tiraba por tierra sus esfuerzos de conseguir que Estados Unidos entrara en la guerra y destruyera la coalición formada entre los gobiernos europeos exiliados.
¿Quién va a creerme?
Cuando Hitler supo que su misión había fracasado, despidió inmediatamente a Hess, bajo el pretexto de que era un agente corrupto que le había traicionado realizando aquel vuelo sin su consentimiento. Según la versión oficial, y de acuerdo con la narración que hizo años después Albert Speer, al día siguiente de que Hess fuera capturado, el «führer» dijo: «¿Quién va a creerme de que Hess no ha actuado en mi nombre, que todo lo ocurrido no es algo concertado a espaldas de mis aliados?».
«Churchill podría haber aceptado la oferta, pero hizo una elección moral»
Por supuesto, no se hace mención alguna de este tratado en ninguno de los archivos oficiales que se han hecho públicos hasta el día de hoy, pero Padfield cree que se debe a que este hecho ha sido encubierto durante décadas para proteger la reputación de estas figuras históricas.
«Churchill podría haber aceptado la oferta, pero hizo una elección moral. Estaba convencido de que Hitler, en quien no se podía confiar, no se saldría con la suya. Quería que los Estados Unidos entraran en la guerra para derrotar a Hitler», explica el historiador británico.
Rudolf Hess fue encarcelado por los británicos hasta el final de la Segunda Guerra Mundial, momento en el cual fue devuelto a Alemania para ser juzgado en el juicio de Nüremberg. De allí fue enviado a la prisión de Spandau , donde murió en 1987. Las autoridades dijeron que se había suicidado, aunque su hijo y algunos historiadores defienden que el Gobierno británico asesinó para proteger sus secretos
ABC.es
 

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Las Fortalezas B-17

El Boeing B-17, apodado la Fortaleza Volante, fue un famoso bombardero cuatrimotor pesado de la Segunda Guerra Mundial. El B-17 se basó en el modelo B-299 de Boeing, el que a su vez tomaba de un prototipo anterior, el 294, la idea de utilizar cuatro motores – Wright. R-1820 -, y de un modelo comercial de Boeing, el 247, la construcción totalmente metálica. El B-17 comenzó a ser producido en 1935 y puesto en servicio en 1937 con la USAF. Efectuó miles de misiones con los aliados durante la guerra, sobre todo en Europa, aunque también tomó parte en la campaña del Pacífico, demostrando ser uno de los más fiables bombarderos de la contienda junto con el Consolidated B-24 Liberator. Las últimas versiones de este bombardero estaban armadas con 13 ametralladoras de 12,7mm y podían cargar casi 8.000 kg de bombas. Se fabricaron 12677 aparatos. La mayor parte fueron construidos en las plantas de Boeing en Seattle, WA y Wichita, KS, pero no fue este el único fabricante: también los produjeron Douglas Aircraft Company en su planta de Long Beach, California, y la subsidiaria Vega de Lockheed Corporation.
Alrededor de un tercio del total, unos 4.750, se perdieron en misiones de combate.
fuente: ROLL OUT
 
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