El período de construcción proyectado para el RA-7 era de 1982 a 1988.
Luego de la derrota militar argentina en las Islas Malvinas (junio 1982), el Coronel Durán fue desplazado de su puesto y el propio Vicealmirante Castro Madero, presidente de la CNEA se hizo cargo de reorientar los proyectos de reactores, modificando el objetivo del RA-7. Ya no sería el RA-7 un reactor «plutonígeno», sino un reactor compacto para un submarino propulsado por energía nuclear. Se reactualizaba así la intención, ya lanzada en 1970, por parte de la Armada Argentina para que la CNEA diseñara un reactor de propulsión naval.
El submarino sería construido en los Astilleros Domeq García. Mientras tanto en el edificio de Arribeños de la CNEA, sede del área de centrales nucleares dirigida por el capitán de Navío H. Leibovich, tenía su oficina el capitán de Fragata A. Terranova, encargado de la coordinación entre la CNEA y el astillero.
El reactor del submarino fue otro proyecto muy costoso que emprendió INVAP a solicitud de la CNEA. El proyecto incluia el armado de cuatro submarinos adquiridos desarmados a Alemania. Estos cuatro submarinos formaban parte de un acuerdo multimillonario firmado en 1979 con la empresa alemana Thyseen Nordeseewerke. Los submarinos habían sido adquiridos por el almirante Massera y formaban parte del sueño de convertir a la Argentina en una potencia militar.
Como ya fue mencionado, los esfuerzos destinados a desarrollar un reactor para impulsar un submarino nuclear continuaron su curso. En 1986 el titular de la Armada, vicealmirante Ramón Arosa, anunció que en unos dos años más la Argentina ya tendría su primer submarino nuclear. («Arosa estimó que en dos años la Argentina tendrá un submarino nuclear», titular del diario Clarín, 27/9/1986.)
Durante 1988 los directivos de la CNEA se quejaron por la mala prensa que el programa nuclear argentino tenía a nivel internacional; lo cierto es que la continuidad del proyecto del reactor para un submarino de manera secreta, o no declarada, era una de los motivos de sospechas. Según Nucleonics Week en agosto de 1988 la presidencia de la CNEA rechazó los informes de prensa, tanto nacionales como extranjeros, que señalaban que la CNEA proyectaba un reactor para un submarino, diciendo que «ni un centavo» se estaba gastando en ese proyecto. Pero otro funcionario del gobierno, señaló que la CNEA había hablado «prematuramente» y que el gobierno todavía no había abandonado el proyecto. «Nucleonics Week supo que, luego de la guerra de Malvinas, la CNEA había hecho un estudio de factibilidad de un reactor de agua ligera para un submarino, los resultados son desconocidos».
Pero el progresivo debilitamiento del poder militar y su consiguiente declive presupuestario, así como también la disminución de los gigantescos presupuestos anuales con que contaba la CNEA, fueron erosionando los proyectos más conflictivos para ser desarrollados en un contexto democrático como era el caso del submarino nuclear. Así, el vicealmirante Castro Madero, que había logrado sobrevivir como asesor de la CNEA, comenzó a darle un nuevo giro al reactor compacto del submarino que desarrollaba con INVAP. Así nació el CAREM. En 1988 Castro Madero reconoció que había realizado, durante el gobierno militar, el estudio de factibilidad para un reactor de un submarino que utilizaría uranio enriquecido al 20% y que la decisión estaba entonces en manos del presidente Alfonsín. También señaló que no existía mucha diferencia entre el reactor del submarino y el reactor modular pequeño (25 MW) para producir electricidad que estaba entonces bajo su dirección: el CAREM