This situation was always different from other Eastern European states – NATO just didn’t listen
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Fiódor Lukyanov: Ucrania, Rusia y el error de cálculo fatal de Occidente
Esta situación siempre fue diferente a la de otros estados de Europa del Este: la OTAN simplemente no escuchó.
En retrospectiva, siempre es fácil sentirse premonitorio. Recuerdo conversaciones de hace 15 o 20 años con interlocutores occidentales (que ahora son de naciones hostiles) sobre la expansión de la OTAN. Las discusiones siempre comenzaban de manera relativamente solemne. Por nuestra parte, les preguntábamos educadamente: “¿Por qué están haciendo esto?”. El bloque se acercaba cada vez más a las fronteras de Rusia, a pesar de las garantías de que no se trataba de un proyecto antirruso. Su respuesta era igualmente educada: “¿De qué están hablando?”. Esto no está dirigido contra Rusia. Deberían alegrarse de tener vecinos estables y democráticos bajo la atenta mirada de la OTAN.
Después de una hora, sobre todo en los entornos informales, empezaron a salir a la luz las opiniones reales. Advertimos que, si seguíamos insistiendo, acabaríamos llegando a Ucrania, y eso es imposible. Esa es la línea roja.
¿La respuesta? ¡Vamos! Ustedes se opusieron a Polonia y Hungría, y luego lo aceptaron. Se enojaron por los países bálticos, y no pasó nada. ¿Cuál es la diferencia con Ucrania? Ya se acostumbrarán, igual que antes.
Nuestras objeciones –
“¡No, no lo entienden! ¡Ucrania es completamente diferente! ¡Esto no será lo mismo, esto terminará mal!” – fueron respondidas con sonrisas divertidas y asentimientos condescendientes. Entendemos sus preocupaciones, pero no se preocupen, lo solucionaremos, parecían decir sus expresiones.
Una crisis anunciada
Nosotros teníamos razón, ellos estaban equivocados, pero ese hecho no hace que la realidad actual sea más fácil. El intento de incorporar a Ucrania a la OTAN –un premio irresistible para el bloque atlántico– no fue una maniobra de último minuto. Documentos del Departamento de Estado de Estados Unidos de los años 1990 muestran que la futura membresía de Ucrania en la OTAN se discutió incluso cuando se derrumbó la Unión Soviética. No era un objetivo inmediato, pero era una consecuencia lógica de la victoria de Occidente en la Guerra Fría. Cualquier objeción que contradijera esta lógica se desestimaba de plano.
Los errores de cálculo geoestratégicos y la arrogancia que definieron el llamado orden mundial liberal son una cosa, pero lo que es más interesante es por qué Ucrania resultó ser en realidad muy diferente. ¿Por qué quienes consideraban que Ucrania era sólo otra pieza de ajedrez en un gran juego geopolítico no comprendieron su posición única? ¿O la comprendieron pero simplemente no les importó?
Una interpretación es que la cuestión ucraniana es inseparable de la cuestión rusa. Las dos están entrelazadas en una red de historia, geografía, religión, cultura y mitología. La lucha entre una simbiosis inextricable y una separación desesperada no es una contradicción, sino una dialéctica. Todo intento de definir una sin la otra genera inestabilidad. Y cada vez que los extranjeros intentaron manipular este equilibrio para sus propios fines, el resultado fue desastroso.
Los estrategas occidentales llevan mucho tiempo obsesionados con la cuestión rusa y siempre buscan formas de minimizar la influencia de Moscú. El colapso de la URSS presentó una oportunidad única para contener el resurgimiento de Rusia. Lo que siguió fue un intento de remodelar Europa del Este en beneficio de Occidente, sin tener en cuenta las consecuencias.
Una fantasía de construcción de naciones
Toda construcción de una nación es una especie de fantasía, un proceso de autoinvención. La tierra que hoy es Ucrania siempre ha sido un espacio donde colisionaron mitos nacionales en pugna. Y, históricamente, esos enfrentamientos terminaron en derramamiento de sangre.
En cada ocasión, el conflicto dio lugar a un equilibrio temporal que duró un ciclo histórico antes de volver a desmoronarse. Lo que presenciamos hoy es simplemente la historia que se repite, pero a un ritmo acelerado. Tres décadas después del surgimiento de la Rusia y Ucrania modernas, estamos reviviendo una versión condensada de siglos de rivalidad y realineamiento.
Durante años después de 2014, Rusia intentó convencer a Occidente de que su percepción de Ucrania no era producto de la propaganda, sino más bien una experiencia cultural e histórica fundamentalmente diferente. Ucrania no era simplemente otro país que podía ser absorbido por la OTAN sin consecuencias. Pero esos argumentos fueron desestimados. Los funcionarios occidentales asentían con simpatía, pero sus expresiones dejaban en claro: este es solo otro caso de nostalgia imperial rusa. Ya lo superarán.
El camino a la guerra
La verdadera tragedia es que este conflicto siempre se iba a librar en Ucrania. Muchos esperaban evitar una confrontación militar directa. Tal vez eso hubiera sido posible si todo el sistema global no hubiera caído en el caos. Esta guerra no tiene que ver sólo con Ucrania o incluso con Rusia: es el resultado del colapso más amplio del orden mundial liberal.
A medida que el sistema internacional posterior a la Guerra Fría se volvía inestable, las potencias en ascenso de diferentes esferas culturales e históricas –en particular en Asia– desafiaron el dominio occidental. Occidente respondió tratando de reafirmar su hegemonía ideológica y militar. Mientras tanto, Rusia, sintiéndose acorralada, se vio empujada hasta sus límites. El campo de batalla de esta lucha se convirtió en Ucrania.
Dos crisis geopolíticas se han fusionado en una sola. Por un lado, está la cuestión de la seguridad europea, heredada de la Guerra Fría, y por el otro, la cuestión de la autodeterminación de Rusia y Ucrania, que es anterior a la existencia de los Estados-nación modernos. Cualquiera de estas cuestiones por sí sola sería inmensamente compleja. Juntas, forman un rompecabezas insoluble.
La guerra que comenzó en 2022 tenía como objetivo resolver la primera cuestión: la seguridad europea. Pero a medida que avanzaba, la segunda cuestión –el profundo e ineludible enredo ruso-ucraniano– adquirió igual de importancia.
No hay ganadores en un sorteo
El futuro del orden mundial no se decidirá en los campos de batalla de Ucrania, a menos, por supuesto, que los acontecimientos desemboquen en una catástrofe nuclear, escenario que no se puede descartar por completo. El mundo es mucho más grande que el enfrentamiento entre Rusia y Occidente. Por eso el Sur Global y gran parte de Asia siguen siendo en gran medida indiferentes a este conflicto, observando desde la barrera mientras persiguen sus propios intereses.
Pero Rusia, Ucrania y Occidente no tienen escapatoria a esta batalla. El resultado de esta guerra determinará la futura relación entre Rusia y sus vecinos, así como el papel de Rusia en el sistema internacional. Y una cosa es segura: a nadie le interesa un empate.
Este artículo fue publicado por primera vez en Kommersant y fue traducido y editado por el equipo de RT.