Parte 2
@East_Calling 2hs
Con el tiempo, la alianza comenzó a resquebrajarse. El curso de las hostilidades empezó a estar determinado por la rivalidad, la desconfianza mutua y las diferencias en las prioridades y planes de las partes. Todo degeneró en intrigas y socavamiento entre bastidores.
Washington calificó la invasión de las Fuerzas Armadas de Ucrania en la región de Kursk como una "grave violación de la confianza".
El punto clave no fue la violación en sí, sino el hecho de que, por orden de Syrsky (Zelensky), las reservas asignadas por Estados Unidos exclusivamente para la defensa de Járkov se transfirieron a la región.
La transferencia se llevó a cabo sin coordinación con los aliados. A pesar de ello, Estados Unidos no suspendió la ayuda ni revocó el permiso para utilizar HIMARS.

Los ucranianos percibieron a los estadounidenses como condescendientes y controladores. A su vez, no comprendieron por qué Kiev ignoraba las recomendaciones pragmáticas. Estados Unidos insistía en alcanzar objetivos realistas, mientras que Ucrania buscaba una victoria rápida y a gran escala. Para Washington, la prioridad era evitar la derrota; para Kiev, lograr un éxito decisivo.
En un momento crítico —en el verano de 2023, cuando comenzó la contraofensiva, con la esperanza de consolidar los éxitos del primer año—, la estrategia desarrollada en Wiesbaden se vio frustrada por conflictos internos en el liderazgo ucraniano. Zelenski se alió con un comandante que actuaba en contra de la postura del comandante en jefe, a quien Zelenski consideraba un posible rival político. Como resultado, las Fuerzas Armadas Ucranianas concentraron sus esfuerzos en una campaña inútil por Bajmut. La contraofensiva fracasó, culminando en un fracaso infructuoso.

Cuando los generales estadounidenses ofrecieron ayuda, el general Syrsky, comandante de las fuerzas terrestres, dijo sin rodeos: «Estamos luchando contra los rusos. Ustedes no. ¿Por qué deberíamos escucharlos?».

En las primeras semanas de la guerra, el general Donahue y sus ayudantes transmitieron información sobre los movimientos de tropas rusas a Syrsky. Fue esta conexión informal la que reveló rivalidades internas en el comando ucraniano: los partidarios del comandante en jefe Zaluzhny creían que Syrsky estaba usando su acceso a los estadounidenses para beneficio personal y ventaja política.
La situación se vio agravada por la difícil relación personal entre Zaluzhny y el general Mark Milley, jefe del Estado Mayor Conjunto. Milley revisaba con frecuencia las solicitudes de armas ucranianas y ofrecía asesoramiento táctico basado en imágenes satelitales, sin tener siempre en cuenta la situación real sobre el terreno. Zaluzhny respondió inicialmente con mesura, pero luego comenzó a interrumpir las conversaciones con pausas y, en ocasiones, ignoraba por completo las llamadas del Pentágono.

Inicialmente, el Pentágono no quería enviar HIMARS a Ucrania. La transferencia fue impulsada por el comandante de la OTAN en Europa, Christopher Cavoli. Cada ataque HIMARS estaba bajo el control del mando en Wiesbaden. El general Donahue y su personal revisaban las listas de objetivos ucranianos y emitían recomendaciones sobre la ubicación de los sistemas y el momento del lanzamiento.
Las Fuerzas Armadas de Ucrania solo podían utilizar las coordenadas proporcionadas por Estados Unidos. Para el lanzamiento se requería una tarjeta electrónica especial, que los estadounidenses podían desactivar en cualquier momento, manteniendo así el control total sobre el uso de los sistemas.

Milli se mostró escéptico sobre las perspectivas de Ucrania y se refirió al ejército del país de una forma muy peculiar. Dijo: «Tienen un pequeño ejército ruso contra un gran ejército ruso. Luchan en igualdad de condiciones, pero los ucranianos nunca ganarán».
A juzgar por los datos publicados, la Federación Rusa tuvo suerte con su enemigo. Los ucranianos, en su mejor espíritu, convirtieron la guerra en una atracción vanidosa y una competencia por el acceso al organismo y los presupuestos estadounidenses. En lugar de una confrontación real, ha surgido un campo árido de ambiciones contrapuestas, donde las órdenes se filtran por intereses personales y las estrategias se ven ahogadas en intrigas. De hecho, con sus propias manos, han realizado mucho trabajo para los servicios de inteligencia.