Noticias de Irak

Sebastian

Colaborador
España en Irak: del error al horror

Diez años después del inicio de la guerra de Irak salen a la luz las pruebas del maltrato infligido a dos reclusos locales
El manual del Ejército instaba a utilizar "la violencia mínima imprescindible antes y después de la detención"

Un general que ocupó durante cuatro años el más alto mando de las Fuerzas Armadas solía presumir, con cierta temeridad, de que ninguno de los miles de militares españoles que en el último cuarto de siglo han desarrollado misiones en el exterior ha hecho nada de lo que haya que avergonzarse. Lo decía después de que se conocieran imágenes de marines estadounidenses orinando sobre cadáveres o soldados alemanes mofándose de calaveras en Afganistán. Hasta ahora, se ha visto a los militares españoles repartiendo comida a los niños o curando a civiles en zonas de conflicto. También, aunque menos, se les ha visto combatir. Todo eso lo han hecho. En cambio, no se les ha visto nunca infligir malos tratos a prisioneros. Y muchos preferirían que nunca se les viera hacerlo. Pero eso no significa que no haya sucedido.

El vídeo que hoy difunde EL PAÍS muestra a cinco soldados españoles entrando en una celda. En el suelo, sobre una manta, con dos botellas de agua a su lado, hay un hombre. Uno de los soldados le ordena a gritos que se incorpore. El hombre, postrado, no parece entenderle. A su lado hay otro detenido que a mitad de la grabación, que dura 40 segundos, es arrojado sobre el primero.

Tres de los soldados la emprenden a patadas con ambos. Otros dos observan desde la puerta de la celda. Un sexto graba la escena. Uno de los militares los patea con especial saña. En dos ocasiones parece a punto de marcharse, pero se vuelve para descargar toda la fuerza de su bota sobre los cuerpos indefensos. De las víctimas solo se escuchan jadeos y gemidos. Un militar, que durante la paliza se ha quedado mirando desde el quicio de la puerta, comenta al final: "¡Jo! A este se lo han cargado ya".

La escena está grabada en Diwaniya, la base principal de las tropas españolas en Irak, en los primeros meses de 2004. La participación en la guerra de Irak, de cuyo inicio se cumple una década el próximo día 20, tiene algo que la hace radicalmente diferente a la de Bosnia o Afganistán: no solo se hizo sin el aval de la ONU y con la abrumadora oposición de la opinión pública española, sino que llevó a los militares españoles a colaborar con las fuerzas estadounidenses de ocupación. Ante el vacío de poder dejado por la disolución del Estado iraquí y del partido Baaz de Sadam Husein, la llamada CPA (Autoridad Provisional de la Coalición), en la que había oficiales y diplomáticos españoles por decisión del entonces presidente José María Aznar, se convirtió en Gobierno ocupante.

"Para hacer cumplir las leyes impuestas por la CPA" y puesto que "las fuerzas de la coalición representan la ley y el orden en Irak", en septiembre de 2003, solo un mes después de que llegase a Irak la Brigada Plus Ultra, con 1.300 españoles, se distribuyó entre sus mandos un documento de la Sección de Inteligencia del Estado Mayor titulado Procedimiento de detención y actuación con el personal detenido. La guía, a la que ha tenido acceso EL PAÍS, ordenaba que "durante y después de la detención se empleara la violencia mínima imprescindible" y que se mantuviera "en todo momento el respeto a los derechos del detenido".

Los motivos para practicar una detención eran muy amplios. "Cualquier persona puede ser detenida si crees que representa una amenaza contra las fuerzas de la coalición" o si "tienes la sospecha razonable de que ha cometido un delito", se instruía a los militares.

El manual incluía un catálogo de derechos del detenido y advertía de que "no podrá invocarse circunstancia alguna como justificación de la tortura o de otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes". Tampoco nadie podía ser sometido, "durante su interrogatorio, a violencia, amenanazas o cualquier otro método de interrogación que menoscabe su capacidad de decisión o juicio". Lo que no existía es control judicial alguno, y el propio manual confiaba en "el buen juicio y sentido común" del oficial al mando.

Los detenidos por delitos comunes eran entregados a la policía local iraquí, a través de la policía militar de EE UU; mientras que los detenidos por delitos contra la coalición (es decir, los insurgentes) eran conducidos al Centro de Detención de Brigada de Base España.

Los papeles de Wikileaks sobre la guerra de Irak, difundidos en otoño de 2010, incluyen dos referencias a este centro de detención, al que denomina Detention Facility. En uno de ellos, de 7 de enero de 2004, se alude a un registro de una casa en el noroeste de Diwaniya, donde se encontraron armas "que podrían ser usadas contra las fuerzas de la coalición".

Un hombre y una mujer fueron arrestados, y el primero, conducido a Base España "para ser interrogado en profundidad". El segundo, fechado el 11 de febrero de 2004, da cuenta de un atentado con un artefacto adosado a una bicicleta contra militares españoles que patrullaban a pie en Diwaniya. La explosión causó seis heridos, y dos presuntos insurgentes fueron llevados a Base España "para un interrogatorio adicional".

Según testigos consultados por EL PAÍS, el centro de detención era un barracón con cinco celdas situado a la entrada de la base, cerca del edificio del cuerpo de guardia. El manual disponía que en cada calabozo hubiera un camastro, aunque en la filmación no aparece cama alguna, a lo sumo una manta o una fina colchoneta sobre el suelo de cemento. En varias operaciones se capturó a más de cinco insurgentes, lo que obligaba a compartir celdas. En total, varias decenas de iraquíes pasaron por el Detention Facility español.

La custodia de los prisioneros estaba a cargo del cuerpo de guardia; una sección de 30 hombres encargada de la vigilancia de la base. El oficial al mando registraba las entradas y salidas de los detenidos. Los soldados se encargaban de entregarles la comida, acompañarles al aseo e impedir la entrada a quien no estuviera autorizado.

El problema es que los miembros del cuerpo de guardia carecían de formación para custodiar detenidos. Es más, este cometido lo hacían en turnos de 24 horas y lo alternaban con la escolta de convoyes o las patrullas. Es decir, un soldado que hubiera sido objeto de un ataque podía estar al día siguente custodiando a su presunto agresor."La tentación de tomarte la justicia por tu mano era grande", reconoce un soldado que estuvo en Irak.

El manual del Ejército instaba a utilizar “la violencia mínima imprescindible antes y después de la detención”
Las tropas españolas llegaron en misión "de paz, reconstrucción y ayuda humanitaria" a una "tranquila zona hortofrutícola", como calificó el entonces ministro de Defensa, Federico Trillo, las provincias iraquíes de Al Qadisiya y Nayaf, donde se desplegó la Brigada Plus Ultra, para la que se reclutaron también contingentes centroamericanos. En solo 10 meses de misión, de agosto de 2003 a mayo de 2004, España sufrió 11 bajas mortales en Irak.

El conflicto abierto estalló cuando el imán chií Múqtada al Sáder rompió con las nuevas autoridades y llamó a sus fieles, agrupados en el Ejército del Mahdi, a la guerra santa contra las fuerzas de la coalición. Para los españoles no fue una sorpresa. En el manual de área elaborado en junio de 2003 por el Centro de Inteligencia y Seguridad del Ejército de Tierra (CISET) ya se advertía de que Al Sáder "es el más peligroso para los intereses de la coalición internacional, por su intención declarada de establecer un Estado islámico".

Los jefes de la brigada española intentaron mantener un difícil equilibrio entre las distintas facciones e incluso se opusieron a que se desmantelase por la fuerza un tribunal islámico en Nayaf. Pero la intervención unilateral de las tropas norteamericanas, que detuvieron al lugarteniente de Al Sáder sin informar siquiera al mando español, avivó un incendio que ya no sería posible apagar. El 4 de abril de 2004 fue atacada por una multitud en armas la base Al Andalus, el destacamento español en Nayaf.

En los siguientes 50 días se produjeron 40 acciones de combate; con un muerto (del batallón salvadoreño, que compartía base Al Andalus con los españoles) y 21 heridos por parte de la Brigada Plus Ultra, y al menos ocho muertos y 23 heridos del lado de la insurgencia. Sobre la base de Diwaniya llovieron al menos 227 proyectiles de mortero, sin causar bajas, aunque uno cayó en el tejado del alojamiento femenino. Los dos prisioneros golpeados en la grabación habrían sido detenidos con material de mortero.

En este clima de creciente tensión imperaba la ley del silencio en algunas unidades, sobre todo en las más pequeñas, donde la relación entre mandos y tropa era más estrecha. "Si alguien intentaba matar a uno de mis soldados y él disparaba primero, yo no le pedía muchas explicaciones", recuerda un suboficial.

En teoría, los detenidos debían permanecer en Base España un máximo de 72 horas. Estaba previsto habilitar una zona en la prisión de Diwaniyah para el internamiento preventivo de los insurgentes por un periodo de hasta 15 días, pero este proyecto nunca se puso en marcha, por lo que la única manera de sacarlos de la base era ponerlos en libertad o trasladarlos a la cárcel de Abu Ghraib, tristemente famosa por las vejaciones y torturas a las que fueron sometidos los allí presos. Pero ni siquiera esto resultaba fácil.

Según reconoce un antiguo mando del contingente español, no siempre se podía organizar un convoy para llevar prisioneros a Bagdad y, además, Abu Ghraib estaba saturada, por lo que los estadounidenses intentaban que los prisioneros se quedaran en las brigadas el mayor tiempo posible.

Dos sucesos vinieron a complicar aún más el trato con los detenidos: el primero fue el asesinato de los siete agentes del Centro Nacional de Inteligencia (CNI), que cayeron en una emboscada en la carretera que unía Diwaniyah y Bagdad el 29 de noviembre de 2003. Desde ese momento, el servicio de inteligencia se quedó sin un equipo permanente en zona. Los agentes secretos viajaban periódicamente a Irak, pero su máxima preocupación era investigar la muerte de sus compañeros.

El manual sobre detenciones les atribuía el cometido de realizar un "interrogatorio adicional [...] cuando las características del detenido o la información que nos pueda estar negando lo aconsejen".

El segundo suceso fue el asesinato del comandante de la Guardia Civil Gonzalo Pérez, quien recibió un balazo en la cabeza cuando dirigía una redada contra una banda de delincuentes comunes en la localidad de Hamsa, a 40 kilómetros de la base. El 3 de febrero de 2004, después de 13 días en coma, falleció en Madrid.

En la terminología de la coalición, el comandate Gonzalo Pérez era el Provost Marshall, de quien dependía la liberación de un detenido o su traslado a Abu Ghraib. "El Provost Marshall será el responsable de la coordinación de todos los elementos implicados en el proceso [de captura, custodia y entrega de insurgentes] y la corrección del mismo", decía el manual.

Los sospechosos eran llevados a la cárcel de Abu Ghraib tras unos días en el centro de detención de Base España

La brigada contaba también con un experto en Derecho, un oficial del Cuerpo Jurídico Militar, pero el protocolo de detenciones no le asignaba ningún papel decisorio: "El Aseju [Asesor Jurídicio] informará cuando sea requerido acerca de la pertinencia de la detención llevada a cabo y también sobre las acciones subsiguientes que procedan".

Solo se conoce una denuncia por malos tratos contra el contingente español. La del iraquí Flayeh Al Mayali, que fue detenido el 22 de marzo de 2004 como "cooperacdor necesario" en el asesinato de los agentes del CNI, de quienes era traductor. El 27 de marzo -sobrepasado de largo el plazo de detención de 72 horas- fue trasladado a Bagdad. Cuando en febrero de 2005, libre de cargos y sin haber sido juzgado, salió de Abu Ghraib reivindicó su inocencia en declaraciones a El Heraldo de Aragón y aseguró que, durante su interrogatorio en Base España, le pusieron una capucha, le ataron las manos a la espalda y le pegaron. De noche, no le dejaban dormir y en el viaje a Bagdad le insultaron y golpearon con fusiles, agregó. "Recibí un trato inhumano y degradante, como si fuera un perro".

Las denuncias de Al Mayali nunca se investigaron. El Ministerio de Interior le prohibió la entrada en España y Defensa ni siquiera informó de su detención, como era preceptivo, al juez de la Audiencia Nacional Fernando Andreu, a pesar de que apenas un mes antes había archivado provisionalmente la causa por el asesinato de los siete agentes del CNI debido a la ausencia de autor conocido.

El general Fulgencio Coll, que estuvo al mando de la Brigada Plus Ultra II y luego fue jefe del Estado Mayor del Ejército de Tierra, asegura que no tuvo "en absoluto" ninguna noticia de que en Base España se maltratase a algún detenido y aún hoy se niega a creerlo: "Tengo plena confianza en la gente que estaba a mis órdenes". Reconoce que la custodia de detenidos "no era una misión que nos gustara, pero hubo que asumirla". Eso sí, sus instrucciones eran "cumplimentar cuanto antes el atestado y meterlos en el primer convoy para Bagdad".

Mantenerlos en la base era un problema añadido para un contingente que ya estaba "sobrecargado de trabajo" y no daba abasto para cumplir todas las misiones encomendadas.

La tentación de tomarte la justicia por tu mano era grande”, admite un soldado que estuvo destinado en Irak

José Bono, ministro de Defensa en el primer Gobierno de Zapatero, asegura que desde el momento en que tomó posesión de su cargo tuvo hilo directo con el contingente español en Irak y no le consta que se produjera ningún caso de maltrato. "No puedo asegurar rotundamente que no sucediera antes, pero estoy convencido de que a mi antecesor [Federico Trillo] no le llegó esa información", alega.

Bono tenía otros motivos para preocuparse. Nada más aterrizar en La Moncloa, el 18 de abril de 2004, Zapatero le mandó la inmediata retirada de las tropas españolas de Irak. Bono tuvo una tensa conversación con el jefe del Pentágono, Donald Rumsfeld -quien le recriminó haberse enterado de la noticia a través del secretario de Estado, Collin Powell- y algo más que un roce con el jefe del Ejército de Tierra, el general Luis Alejandre, quien le daba la impresión de resistirse a cumplir sus ordenes.

La relación con EE UU no se recuperó hasta la salida de Bush de la Casa Blanca, ya en enero de 2009, mientras que el desencuentro con Alejandre acabaría llevado a su destitución, junto al resto de la cúpula militar, en junio de 2004.

La Operación Jenofonte (la retirada de Irak) no duró diez días, como quería Bono, sino casi un mes, pero el 21 de mayo cruzó la frontera con Kuwait el último de los militares españoles. Para ellos estaba claro que no venían de una misión de paz, como sostuvo hasta el final Trillo, sino de un conflicto duro y cruel del que ninguno de sus principales protagonistas salió completamente inmaculado.

La conducta de un grupo de bárbaros de uniforme, amparados en la impunidad de la noche y la indefensión de sus víctimas, no debe empañar la imagen de las Fuerzas Armadas y ni siquiera salpicar a los más de 5.000 militares españoles que cumplieron con su deber en Irak, pero ignorar el horror solo conduciría a repetir el error. -
http://politica.elpais.com/politica/2013/03/15/actualidad/1363371190_083683.html
 

Sebastian

Colaborador
Las tensiones sectarias reaparecen en Irak diez años después de la guerra

Los suníes llevan meses manifestándose para pedir el fin de las detenciones arbitrarias y la anulación de las leyes antiterroristas
La guerra entre suníes y chiíes desangró el país entre 2006 y 2008

Las costuras sectarias vuelven a tensarse en Irak. Desde el pasado diciembre, los suníes vienen organizando manifestaciones semanales para pedir el fin de las detenciones arbitrarias, la anulación de las leyes antiterroristas y la puesta en libertad de sus correligionarios víctimas de esas normas que aseguran les afectan de forma desproporcionada. Hasta ahora, el primer ministro Nuri al Maliki (chií) ha logrado bandearlas, pero cada vez hay más voces que alertan de que sin compromisos sustanciales esas protestas constituyen una bomba de relojería que puede devolver al país a la guerra entre confesiones que lo desangró entre 2006 y 2008.

“La comunidad suní se siente excluida. Algunos sectores la han equiparado con el Baaz de Sadam Husein para apartarla de la dirección del país”, explica el presidente del Parlamento, Osama al Nujayfi, en la actualidad el suní en la más alta posición del Estado. “El primer ministro es responsable de esa política”, denuncia con firmeza. “Los manifestantes piden que se les deje participar en la Administración del país”, añade.

Las quejas no son nuevas. Desde el derrocamiento del dictador, los suníes se han considerado discriminados. Pero el estilo autoritario de gobernar de Al Maliki ha añadido leña al fuego. Fuentes diplomáticas europeas reconocen que “ha marginado a los ministros suníes, dado un carácter claramente chií a las fuerzas armadas y asumido el control directo del aparato de seguridad que es responsable de detenciones en masa, tortura y uso de cárceles secretas”. De ahí que esa comunidad, que se considera la principal víctima de esas políticas, insista en pedir cambios.

Las protestas están siendo las más importantes y numerosas desde las que siguieron a la invasión de 2003. Cada viernes, a la salida de las plegarias, miles de descontentos en Faluya, Ramadi, Mosul y otras ciudades salen a la calle al grito de “Erhal” (Vete) dirigido a Al Maliki. Aunque el descontento con el primer ministro no se limita a los suníes, las manifestaciones no han prendido ni en el sur chií ni en el norte kurdo. Sólo los sadristas (un movimiento político chií crítico con Al Maliki) han expresado algunas simpatías.

El problema es que también lo han hecho Al Qaeda y nostálgicos del régimen de Saddam. Eslóganes como “demos una patada en el culo a los safávidas”, como la propaganda del dictador equiparaba a los chiíes con Irán, y “vamos a tomar Bagdad”, han alarmado a esa comunidad. También atentados como el del pasado domingo en Basora, en respuesta a los cuales surgen rumores de nuevas milicias chiíes a las que Teherán estaría armando para un futuro conflicto sectario.

Desde el derrocamiento del dictador Sadam Husein los suníes se han sentido discriminados

Al Maliki, tras acusar a los manifestantes de ser un “instrumento de potencias extranjeras”, también ha reconocido que algunas de sus reivindicaciones tienen fundamento y formado un comité para solucionarlas. Este ha dado algunos pasos como poner en libertad a varios miles de presos, readmitir a 14.000 empleados públicos purgados por baazistas y volver a pagar las pensiones a 74.000 exfuncionarios de la época de Sadam.

Pero, sobre todo, el jefe del Gobierno ha pedido contención a las fuerzas de seguridad. No obstante, la muerte por disparos de la policía de ocho manifestantes en Faluya a finales de febrero y de uno más en Mosul hace diez días, han llevado a dimitir a los ministros de Hacienda y Agricultura, ambos suníes.

“Incluso si el Gobierno libera a todos los presos y les devolviera a todos sus empleos, los manifestantes seguirían diciendo que no ha satisfecho sus demandas porque no lo ha hecho de forma legal, a través del Parlamento, que es el representante del pueblo”, apunta Hakim al Zamili, un diputado sadrista que es miembro del Comité de Seguridad del Parlamento.

Al Zamili ha confirmado a este diario que el gran ayatolá Ali Sistaní, el líder espiritual de los chiíes, intervino a través de sus representantes para se atendieran “las demandas legales” de los suníes. Pero precisa que “el Gobierno no ha puesto en práctica todas las recomendaciones y pautas” del respetado religioso.
“El Gobierno podría hacer más”, declaró recientemente el enviado de la ONU para Irak, Martin Kobler, en una entrevista con Associated Press. Fuentes a esa organización en Bagdad estiman que al margen de las reclamaciones políticas en las que la ONU no entra, hay problemas de derechos humanos y de mera aplicación de la ley, que exigen una respuesta inmediata. Otra cosa sólo agrandará la desafección suní y alejará la posibilidad de reconciliación que necesita el país.

“Las manifestaciones van a terminar beneficiando a los extremistas suníes porque en las próximas elecciones [a los gobiernos provinciales en abril] lo más probable es que [en las zonas suníes] los votantes castiguen a los políticos que han cooperado con Al Maliki, los considerados moderados, y en consecuencia los votos se vayan hacia otros más radicales”, asegura un observador occidental.

El peligro radica en que el enfrentamiento regional entre Arabia Saudí e Irán pueda explotar ese conflicto sectario, una posibilidad que muchos analistas dan por hecha con la caída de Bachar el Asad en Siria (donde los suníes son la mayoría y mantienen vínculos familiares y tribales en Irak).

“Las bases sociales de la vieja insurgencia iraquí siguen intactas y son susceptibles a las intrigas saudíes. Todavía hay cientos de miles de soldados suníes desmovilizados, incluido el cuerpo de oficiales, a los que irrita el poder chií en Bagdad”, advierte el analista político y militar Brian M. Downing.

¿Primavera iraquí?
A las afueras de Ramadi, la capital de Al Anbar, el corazón suní de Irak, los manifestantes han instalado un campamento con medio centenar de tiendas a inspiración de los levantados durante las revueltas de Egipto, Bahréin o Yemen.

“Irak es distinto que Túnez, Egipto o Libia porque tenemos cierto nivel de democracia que permite las protestas y la libertad de expresión; por otro lado somos más diversos, pero a diferencia de Siria, aquí los chiíes que están en el poder son la mayoría, no la minoría”, discrepa sin embargo el diputado Haval Kwestani, del partido kurdo Goran (Cambio).

“Incluso si cae el Estado de la Ley [el partido de Al Maliki], el poder va a seguir en manos de la comunidad chií”, constata Kwestani. “Los árabes suníes tienen que dejar de soñar, no van a volver a mandar. Irán no lo permitiría”.

No obstante Kwestani muestra su preocupación porque las protestas puedan hacer caer al Gobierno y eso abra la puerta a la interferencia de los países vecinos. En su opinión, la fractura entre suníes y chiíes es aún más profunda que entre árabes y kurdos.

“Razón no le falta”, opina una profesora universitaria chií laica que observa con escepticismo y cansancio las disputas entre los políticos. “Si las cosas se ponen mal, los kurdos tienen su reducto en el norte y existe una frontera aunque sea difusa. Pero entre chiíes y suníes no hay fronteras. Vivimos mezclados en las ciudades”, apunta. Incluso en las familias.
http://internacional.elpais.com/internacional/2013/03/18/actualidad/1363622180_852862.html
 

Sebastian

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Una oleada de atentados marca el 10º aniversario de la guerra en Irak

Las zonas chiíes han sido las más devastadas, lo que representa una prueba más de la escalada de la violencia sectaria en el país árabe.
Justo la víspera del décimo aniversario de la invasión estadounidense que derribó a Saddam Husein, Irak ha vuelto a revivir el infierno hoy martes. Entre las ocho y las diez de la mañana, una quincena de atentados dejaron por lo menos 50 muertos y dos centenares de heridos en Bagdad y varias localidades de las afueras de la capital iraquí. Una vez más, el objetivo fueron barrios habitados por chiíes, en un claro intento de reavivar la guerra sectaria que el país vivió entre 2006 y 2008. Aunque nadie se ha responsabilizado de los ataques, grupos insurgentes suníes vinculados a Al Qaeda llevan varios meses tratando de capitalizar el malestar que esa comunidad arrastra desde la ocupación.

La mayor parte de los atentados fueron perpetrados con coches bomba, según fuentes policiales citadas por las agencias de noticias, pero también hubo artefactos explosivos colocados junto a casas de comidas, e incluso en una plazoleta donde se dan cita los obreros a la espera de peonadas. El rosario de explosiones se extendió desde Mashtal, Nueva Bagdad y Ciudad Sáder, en el este de Bagdad, hasta Mansur, al oeste, pasando por Al Kadhimiya, Shuala y Sadiya, en el norte. Incluso alcanzó la localidad de Iskandariya, situada a 50 kilómetros al sur de la capital.

En todos los casos, se trata de barrios, o zonas dentro de ellos, donde la población árabe chií es mayoritaria. Los grupos insurgentes suníes atacan con frecuencia a esa comunidad y a las fuerzas de seguridad (que tiene en ella su principal base de reclutamiento), con la esperanza de desestabilizar al Gobierno del primer ministro Nuri al Maliki, dominado por los chiíes.

Los atentados ponen de relieve la fragilidad de Irak, una década después de la invasión. Sus líderes políticos han sido incapaces de cerrar las heridas sectarias. Al contrario, sus continuas luchas internas dificultan el entendimiento entre las tres principales comunidades: árabes chiíes, árabes suníes y kurdos. De hecho, los habitantes de Bagdad llevaban semanas temiendo una acción de este tipo ante las crecientes amenazas de los militantes suníes.
“Aprovecharán el décimo aniversario y la atención que va a prestar la prensa internacional para hacerse oír; buscan tener impacto mediático además de intentar prender de nuevo la llama del sectarismo”, auguraba un observador en la capital iraquí a principios de este mes.

Aunque la violencia se ha reducido desde aquellos años en que la insurgencia estuvo a punto de llevar al país a la guerra civil, el estancamiento político está azuzando las tensiones sectarias. Bajo el cada vez más controvertido Gobierno de Al Maliki, los suníes se han sentido perseguidos y están reconsiderando su participación en el Gabinete de unidad nacional. Desde el pasado diciembre, todos los viernes salen a la calle para denunciar la marginación de que se sienten objeto, pero sus manifestaciones, las más numerosas desde 2003, se han transformado en un llamamiento a la dimisión del primer ministro.

La tensión ha llevado al Gobierno a retrasar en las provincias de Al Anbar y Nínive las elecciones locales, previstas para el próximo 20 de abril. Ambas, mayoritariamente suníes, son el centro de la contestación de esa comunidad y al parecer, los empleados electorales allí destinados han recibido amenazas.
Resulta difícil saber cuántos de los que protestan son víctimas de la utilización sectaria de las leyes y cuántos meros simpatizantes del antiguo régimen. Pero entre unos y otros se han colado también en algunas manifestaciones las banderas negras del Estado Islámico de Irak, como se denomina ahora la rama local de Al Qaeda. Ese grupo habla de recuperar el terreno perdido en su guerra contra las tropas estadounidenses y en lo que va de año se ha atribuido varios ataques llamativos.

Los analistas advierten de que Al Qaeda se está reagrupando en Al Anbar reforzada por la guerra en Siria, que comparte 600 kilómetros de frontera con Irak. El riesgo de contagio de ese conflicto impregna todas las conversaciones en este país, cuyo precario equilibrio confesional lo convierte en la línea de frente de la rivalidad sectaria en la región.

“Ya es un escenario del enfrentamiento. Vemos lo que sucede en Siria. El gobierno de Irak ha decidido apoyar a Bachar el Asad, Turquía está en contra e Irán, a favor. Irak se ha convertido en un instrumento de las potencias regionales”, denunciaba el ex primer ministro iraquí y líder de Iraquiya, Ayad Alaui, en una conversación con esta corresponsal.

Sin duda, el contexto regional no ayuda a disipar esas tensiones. Arabia Saudí y el resto de las monarquías del Consejo de Cooperación del Golfo siguen viendo el enfrentamiento sectario (y sus relaciones con Irak) en el marco de su rivalidad con la alianza entre Irán, Siria y Hezbolá.
“Un Irak dominado por los chiíes proiraníes se percibe tan peligroso como un Irak dirigido por el suní Sadam Husein”, ha escrito Hassan Hassan, analista del diario emiratí The National.
http://internacional.elpais.com/internacional/2013/03/19/actualidad/1363680910_612345.html
--- merged: 19 Mar 2013 a las 14:50 ---

Contratistas ganaron US$ 138.000 millones durante la guerra en Irak

Militares, constructores y otros contratistas han ganado 138 mil millones de dólares en los últimos diez años en Irak, informó la prensa británica.
Las diez compañías más grandes del mundo ganaron 72 mil millones de dólares, entre estas la compañía estadounidense de ingeniería y construcción KBR, anteriormente subsidiaria de Halliburton, fue la que obtuvo más ganancias equivalentes a 39,5 mil millones de dólares.

Las empresas kuwaitíes Agility Logistics y Kuwait Petroleum Corporation ganaron 7,2 mil millones y 6,3 mil millones de dólares respectivamente, ocupando el segundo y tercer lugar.

En definitiva, EEUU contrató en Irak más compañías privadas en calidad de contratistas que durante cualquier otra guerra. El número de personal de estas empresas superó al de los militares.

Los últimos soldados estadounidenses abandonaron Irak en diciembre de 2011, sin embargo, en el país todavía se encuentran 14 mil empleados de varias compañías, incluidos 5.500 mil efectivos de las fuerzas de seguridad.

Cabe destacar que el informe de la comisión especial en 2011 señaló que los contratistas en Irak gastaron en total cerca de 60 mil millones de dólares.
La guerra en Irak tuvo inicio hace diez años, el 19 de marzo de 2003. Las sospechas de que ese país poseía armas de destrucción masiva sirvieron de pretexto para que EEUU y sus aliados invadieran territorio iraquí.
http://sp.rian.ru/international/20130319/156659194.html
 

Sebastian

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Irak no ha alcanzado la paz, 10 años después de la guerra​

Faltos de cultura política, embrutecidos por tres décadas de tiranía y guerras, los iraquíes no tienen rivales políticos sino enemigos

El parque de atracciones Al Zawra se llena los viernes por la noche de familias en busca de diversión para los pequeños y distracción para los mayores. Las luces de la noria cambian de color. Los tiovivos dan vueltas. Los gritos y risas de los niños han sustituido al tableteo de ametralladora que se había convertido en la banda sonora de Bagdad. De nuevo, es posible salir a la calle sin (mucho) miedo. Y los iraquíes no pierden un minuto para disfrutar esa sensación de recuperada normalidad que transmite la feria en el barrio de Mansur.

“Es cierto que la seguridad personal ha mejorado bastante, se han reducido los secuestros y ya casi no se oyen explosiones y tiroteos”, admite Karim A., mientras su hijo Hamudi insiste en montarse otra vez en el balancín y su mujer, Ruquiya, cuida de que la pequeña Amal no se aleje demasiado.
Hace dos o tres años la escena hubiera sido inimaginable en esta ciudad a la que la invasión estadounidense de 2003 transformó hasta dejarla irreconocible a base de alambradas, muros de hormigón, calles cortadas y comunidades segregadas según el origen étnico o la confesión religiosa.

La pareja celebró entonces la caída de Saddam Husein y a pesar de la violencia que les confinó a sus casas durante buena parte de la década, nunca perdieron la esperanza como lo prueba que se casaran en 2009 y se animaran a tener los dos críos. Sin embargo, ahora hablan de irse de Irak.

“Con los niños las cosas se ven de otra manera. Nos preguntamos si este país tiene futuro. La situación política es preocupante”, confía Karim mientras su mujer asiente con la cabeza. Ambos temen el regreso del sectarismo que entre 2006 y 2008 puso al país al borde de la guerra civil. Son profesionales con un alto nivel de inglés, quieren una buena educación para sus hijos y sospechan que las cosas no van a mejorar en el futuro inmediato. Como muchos iraquíes, están empezando a perder la paciencia.

Diez años y 122.000 muertos después, el nuevo Irak tiene poco que ver con aquel “modelo de democracia para la región” que les prometiera George W. Bush. Esa cifra es la que facilita el contador del Iraqi Body Count, una organización sin ánimo de lucro que contabiliza las víctimas mortales civiles desde la invasión y que se actualiza a diario con fuentes contrastadas. Pero una tan famosa como polémica proyección de The Lancet elevaba su número a 650.000 hasta 2006, lo que haría que ahora rondaran un millón. La distancia entre las expectativas que se crearon con el derribo de Saddam y la realidad es igualmente enorme.

“Tenemos una paz, una seguridad y un sistema político muy frágiles. A pesar de la nueva Constitución y las dos elecciones, no se han puesto las bases para un sistema democrático sólido”, explica Hanaa Edwar, secretaria general de Al Amal, una ONG que promueve la sociedad civil, activa desde 1992 pero que sólo en 2003 pudo instalarse en Bagdad. “Queda mucho por construir: el respeto de los derechos humanos, la igualdad de género, la justicia social… Está siendo un parto muy complicado”, resume de forma gráfica.

La Constitución de 2005 establece las bases necesarias para ello pero, como recuerda un europeo que ha pasado la mayor parte de la década asesorando al Gobierno iraquí, no se ha desarrollado. “Nadie se atreve a tocar nada por temor a que el precario equilibrio [étnico y sectario] alcanzado salte por los aires”, apunta desde el anonimato porque no está autorizado a hablar con la prensa.

“Se hizo deprisa y corriendo. Con actores que ya no están en el poder (a excepción del presidente Yalal Talabani, en la actualidad de baja) y los nuevos no entienden aquel texto constitucional, o se opusieron directamente a él, como es el caso de Múqtada al Sadr o Nuri al Maliki [dos actores clave en la actualidad]”, explica el interlocutor. Desde posturas políticas distintas, ambos dirigentes chiíes se opusieron al federalismo y el estado centralizado que ha mantenido y reforzado el segundo como primer ministro es la clave

El problema arranca del Consejo de Gobierno nombrado por los ocupantes en el verano de 2003. Se distribuyeron los 25 sitios de acuerdo con cuotas sectarias que dieron carta de naturaleza a unas diferencias que hasta entonces se mantenían en segundo plano. Los iraquíes empezaron a verse (y a actuar) de acuerdo con ese estereotipo. Y los nuevos dirigentes políticos lo han explotado desde entonces. El voto sectario es una consecuencia de la inexistencia de verdaderos partidos, con programas concretos que superen esas categorías tan reales como alentadas.

El empate virtual en las últimas elecciones entre la Alianza Nacional del primer ministro, Nuri al Maliki, y el bloque Iraquiya de Ayad Alaui, forzó un Gabinete de unidad nacional en el que están representados la mayoría árabe chií y las minorías árabe suní y kurda, pero que ha trasformado el encaje de bolillos sectario en parálisis política absoluta. “Es un Gobierno imposible que tiene dentro al partido del Gobierno y a la oposición”, describe con aptitud un embajador europeo en Bagdad. Así no puede tomar decisiones. Falta por ver si las elecciones del próximo año son capaces de producir un Ejecutivo con un mandato claro. Muchos observadores, lo dudan.

Faltos de cultura política, embrutecidos por tres décadas de tiranía y guerras, los iraquíes no tienen rivales políticos sino enemigos. Se pierde o se gana. No hay posibilidad de compromiso, una palabra que de por sí en árabe suena a derrota. De ahí, la saña del enfrentamiento. Además, se están quedando sin mediadores.
“Antes hacía ese papel Estados Unidos, pero desde la salida de sus tropas ese país ha perdido peso”, confía un observador occidental. Otra figura respetada para esa función era el presidente Talabani, a quien la enfermedad ha sumido en el silencio. Sólo el guía espiritual de los chiíes, el ayatolá Ali Sistaní, parece servir de freno a los excesos autoritarios de Al Maliki, tal vez consciente de que el agravamiento del sectarismo sólo puede terminar dando la razón a quienes profetizaban la fractura de Irak en tres entidades nacionales.

Más grave aún para el día a día inmediato de los iraquíes, en vez de “un país económicamente próspero que iba a arrastrar a los vecinos” como auguraba EEUU, Irak se ha convertido en el octavo más corrupto del mundo, según el índice que elabora anualmente Transparency International. Así que los enormes ingresos del petróleo, que el año pasado alcanzaron los 73.000 millones de euros, no se han traducido en una mejora generalizada y equitativa del nivel de vida de los iraquíes.

Los concesionarios de coches de lujo o la recién inaugurada tienda de Rolex en la mejor esquina de Mansur, son sólo un espejismo para la mayoría de la población. Aunque los salarios de los empleados públicos van de los 400 euros de un maestro a los 800 euros de un policía, frente a apenas un euro que oficialmente cobraban en los últimos años del régimen de Saddam, la mayoría aún sobrevive haciendo chapuzas o trabajos informales, sin seguro médico ni posibilidad de cobrar una jubilación.

“Carecemos de Estado, las instituciones no funcionan, no se respeta la ley”, insiste Edwar. “Resulta amargo hablar de ello, pero sigue habiendo presos sin acusaciones claras, gente a la que se destituye sin compensación, jóvenes sin trabajo, corrupción y un absoluto colapso de los servicios públicos”, añade.
Ni siquiera en los barrios típicamente chiíes, como Al Kadhimiya o Ciudad Sadr, supuestamente los más beneficiados por un Gobierno afín, se han asfaltado las calles o hay un sistema de recogida de basuras que evite la sensación de pasear por un vertedero al aire libre. Durante la semana pasada en Bagdad, a principios de marzo, esta corresponsal vio en varias zonas de la ciudad algunos barrenderos, jardineros y obreros que pintaban los bordillos de las aceras. Los decepcionados vecinos atribuían su presencia a las elecciones locales que van a celebrarse en abril.

A pesar de los 60.000 millones de dólares que EEUU invirtió en la reconstrucción, la única influencia visible que ha dejado el país es el look macarra-militar, que los soldados iraquíes reproducen sin complejo. Soldados con gafas Rayban que mascan chicle, enormes muros de hormigón y miles de puestos de control para intentar frenar los atentados que todavía sobresaltan de vez en cuando a la población. Unas medidas de seguridad que hacen que desplazarse por la capital se convierta en un ejercicio de paciencia agotador y enervante. Sus habitantes pierden varias horas diarias en desplazamientos.

El tráfico y la penuria de los servicios públicos son sin duda lo que más irritación causa entre los iraquíes. El sistema educativo está destrozado. El transporte público es una quimera. Gran parte de la población sigue sin agua potable. Y aunque el abastecimiento de electricidad se ha duplicado entre 2004 y 2012, no ha conseguido acabar con el desquiciante runrún de los generadores y el olor a gasoil que inunda la ciudad.

“Tenemos tres conexiones: a la red nacional, al generador del barrio y al nuestro familiar para cuando falla lo demás”, explica Saleh H., padre de dos chavales de 16 y 12 años, residentes en la calle Palestina. “Sale carísimo”, se queja. Saleh tiene dificultades para llegar a fin de mes con las chapuzas que va empalmando desde que en 2003 cerró la fábrica de munición en la que trabajaba. Tampoco sabe cómo explicar la situación a sus hijos fascinados con las últimas consolas y móviles, que no les puede comprar.

“Se está agrandando la brecha entre ricos y pobres”, constata Edwar que también recuerda que tres décadas de guerras han dejado 1,5 millones de viudas sin fuente de ingresos. Además, todavía hay 1,3 millones de desplazados que no han podido volver a sus casas, bien porque están destruidas o porque han sido ocupadas por familias de otra secta tras la limpieza que ha uniformado zonas que hasta hace unos años eran mixtas. Así que en algunos barrios, como en Ciudad Sadr, dos y tres familias se hacinan en espacios que no llegan a los cien metros cuadrados. En otros casos, han encontrado refugio en edificios a medio construir como el de la plaza del Teatro, sin servicios sanitarios.

“Se necesitan dos millones de viviendas en todo el país, al menos una cuarta parte de ellas en Bagdad”, señala Ghada al Siliq, una arquitecta que trabaja como consultora para el Ayuntamiento de la capital. “Las disputas políticas han frenado los proyectos, pero poco a poco los nuevos responsables están aprendiendo y empiezan a darse cuenta de que tienen que ir adelante con la parte técnica”, añade intentando mantener la esperanza.

Para ello nada mejor que acudir la facultad de idiomas de la Universidad de Bagdad en Bab al Moadam. Allí, tras superar un control policial y un estricto registro de acceso, se respira un optimismo sin parangón en el resto de la ciudad. Shatha Kareem, la jefa del departamento de español, muestra con orgullo las aulas recién pintadas, la biblioteca y la televisión donde los 529 matriculados en esta lengua pueden ver el Canal 24 horas. Con más entusiasmo que medios, 18 profesores intentan que los estudiantes se enamoren de un idioma que en muchos casos no fue su primera elección.

“¿Cómo podemos conseguir una beca para viajar a España?”, es la pregunta que formulan los alumnos antes de acabar el primer curso. Sin duda el principal atractivo de aprender una lengua extrajera es la posibilidad de salir de un país en el que apenas un 40% de los adultos tiene trabajo (el 65% de ellos en el sector público).

“Están en una edad en la que creen que todo lo de fuera es perfecto, que si salen de aquí van a realizar todos sus sueños”, reconoce la decana de la facultad y jefa del departamento de inglés, Sausen Faisal el Samir. Ella siempre intenta que no se vayan antes de acabar los estudios. “¿A qué van a dedicarse si no? ¿A servir hamburguesas en un McDonald’s? Eso también pueden hacerlo aquí”, apunta.

Pero es difícil. Muchos tienen familia o amigos fuera que les cuentan lo que se están perdiendo. Dos millones de iraquíes viven en el extranjero e incluso quienes han vuelto en los últimos años han dejado una puerta abierta en el país de acogida. Aunque a largo plazo todos aseguran que Irak va a salir adelante, el interregno puede ser muy largo. “Así que entre la élite cultural e intelectual, la cuestión ya no es si me iré sino cuándo se presentara la oportunidad”, advierte Al Siliq, la arquitecta.
“Los iraquíes estamos cansados de la guerra. Queremos vivir una vida normal como el resto del mundo”, concluye El Samir, la decana. Es lo mismo que desean Karim y Ruquiya para sus hijos. Fin
http://internacional.elpais.com/internacional/2013/03/18/actualidad/1363632222_644180.html
 

Sebastian

Colaborador
Irak: diez años de un conflicto que cambió el mundo
19 de marzo de 2013 Fiódor Lukiánov, Rossíyskaya Gazeta
Hace diez años EE UU comenzó su campaña militar en Irak, una guerra a gran escala sin sanciones por parte del Consejo de Seguridad de la ONU. Esta invasión, fraguada para demostrar la capacidad estadounidense de controlar los procesos mundiales y de cambiar su rumbo cuando es necesario, no obtuvo los resultados esperados.
Murieron varios miles de soldados norteamericanos, no durante las acciones militares, sino en los posteriores años de ‘construcción nacional’ (por no mencionar a los iraquíes, de los que murieron decenas de miles).

El gasto público de cientos de miles de millones agravó los ya importantes problemas económicos. La confianza en Norteamérica se fue al traste, independientemente de que los políticos mintieran a propósito de la existencia de armas nucleares en Irak o creyeran sinceramente en ello.
Desde el punto de vista de la no proliferación de armas de destrucción masiva, también se consiguió el efecto contrario: los que habían estado pensando en fabricarlas acabaron convenciéndose de que había que darse prisa, ya que sólo una bomba te podrá salvar de acabar tus días en la horca.
La democratización de Oriente Próximo iniciada a la fuerza en Irak y que después desembocó en una ‘primavera árabe’, es desalentadora: en todas partes, los nuevos regímenes que responden a la voluntad de la mayoría tienden a ser antioccidentales.

Esto se reconoce en todas partes sin ser apenas cuestionado, incluso por los que hace diez años recibían con los brazos abiertos a quienes les libraran del dictador más severo del mundo. Pero analicemos la guerra de 2003 desde otro punto de vista: ¿qué beneficios ha aportado al sistema mundial?
En primer lugar, ha asestado un duro golpe a la arrogancia de EE UU, un país conmocionado antes de la guerra de Irak que durante las movilizaciones tras los atentados del 11 S ya comenzaba a mostrarse como un imperio mundial. La actual moderación de Obama (relativa, pero inusual para un presidente americano) tiene su base en la experiencia de Irak.

La guerra de Irak provocó que el Consejo de Seguridad de la ONU volviera a la política internacional. El momento en que los Estados Unidos decidieron que no necesitaban la sanción de este alto órgano fue cuando el papel político de la ONU dejó de existir. Después de ello ningún país fuerte y seguro de sí mismo la tendría en cuenta.

Pero pronto quedó claro que la incapacidad del Consejo de Seguridad para legitimar las acciones militares podía convertirse en un paso a la invencibilidad. Un estado podía reclutar una coalición de voluntarios para sustituir a la OTAN, como hizo el entonces ministro de defensa Donald Rumsfeld, pero el vacío legal acaba por paralizar cualquier proceso. Sin una sanción formal del órgano de poder es fácil derrocar un régimen, pero tampoco se conseguirá construir nada estable. Durante el gobierno de Bush, Washington tuvo que reformular sus relaciones con las estructuras de la ONU a la que habían considerado una carga estúpida.

Hoy en día el Consejo de Seguridad y el resto de instituciones de las Naciones Unidas distan de ser mecanismos ideales y reciben críticas justificadas desde varios puntos de vista, pero tampoco se ha propuesto nada más práctico y consistente. Durante estos diez años hemos observado en distintas ocasiones cómo los procedimientos de la ONU ayudaban a salir de algunos callejones sin salida.

La guerra de Irak puso de manifiesto las diferencias políticas a ambos lados del Atlántico. Los principales países de Europa rechazaron participar en esta guerra. Una década después tampoco se puede decir que la unidad transatlántica haya sufrido un golpe fatal, aquellas antiguas diferencias se han olvidado (en EE UU incluso se habían animado a hacer boicot a los productos franceses).
Sin embargo, se ha puesto de relieve que la OTAN no es la policía del mundo: la mayoría de los estados miembros, o bien no están dispuestos en absoluto a serlo, o bien están dispuestos de forma puramente simbólica. La búsqueda de nuevas misiones de alianza continúa, y parece que últimamente comienza a delimitarse en ser una organización militar regional euroatlántica que desempeña labores en las inmediaciones de las zonas de responsabilidad.

Esta no es una noticia demasiado buena para Rusia: por ahora, sus inmediaciones están situadas al sur del país, aunque también existen conflictos al este. El consuelo está en que el potencial militar de Europa es cada vez más reducido, y EE UU mira cada vez más hacia Asia y no tanto al Viejo Continente.
Para el gobierno ruso la guerra de Irak dio frutos positivos por dos razones. En primer lugar, destruyó la creencia de que la política occidental es más sabia, prudente y racional. Moscú declaró desde el principio que aquella aventura no traería nada bueno, y resultó estar en lo cierto, aunque la Casa Blanca hiciera oídos sordos a sus advertencias.

En segundo lugar comenzó a desarrollar su propio potencial, anticipándose a cualquier desenlace de los acontecimientos. Los fuertes hacen lo que quieren y no les detiene ningún derecho internacional. Desde entonces Rusia parte de que todo está permitido. Por esta razón hay que tener cuidado y estar preparado para la guerra. No es una estrategia, es una táctica, pero esta aproximación funcionará durante algún tiempo.
Fiódor Lukiánov es presidente de la mesa del Consejo de Política Exterior y Defensa de Rusia.
Texto reducido. Publicado originalmente en ruso en Rossíyskaya Gazeta.
http://rusiahoy.com/opinion/2013/03/18/irak_diez_anos_de_un_conflicto_que_cambio_el_mundo_25867.html
 

Sebastian

Colaborador
Irak redefinió el papel de EE UU como guardian de la seguridad mundial

La Administración norteamericana ha renunciado a grandes misiones militares en el exterior
El fracaso de Irak, la guerra que consumió durante una década los recursos económicos de Estados Unidos y toda la energía de su política exterior, ha acabado definiendo el papel de este país como guardián de la seguridad internacional. Con un presidente y un jefe del Pentágono que se cuentan entre los más reconocidos críticos de ese conflicto, la Administración norteamericana ha renunciado, quizá por mucho tiempo, a grandes misiones militares en el exterior similares a la que naufragó en los campos de batalla iraquíes.

Diez años después del inicio de la guerra, Barack Obama emitió ayer un breve comunicado en el que se limitaba a destacar el sacrificio de los cerca de 4.500 estadounidenses que perdieron la vida en Irak y los 30.000 que resultaron heridos, así como el millón y medio de civiles y militares implicados en aquellas operaciones y que hoy se enfrentan a una difícil readaptación a su vida en EE UU.

El sufrimiento de esos veteranos es el símbolo de una nación que aún trata de restañar las heridas provocadas por esa guerra, tanto en lo que respecta a la división abierta en esta sociedad como al desprestigio de la imagen del país y el daño ocasionado a su sistema democrático.

Algunas de esas consecuencias han sido reparadas. Las torturas admitidas en esos años y otras arbitrariedades legales impuestas por el Gobierno de George W. Bush y Dick Cheney, como las escuchas ilegales, los secuestros o las cárceles secretas, han sido expresamente prohibidas. Pero Guantánamo sigue abierto, el presidente mantiene poderes especiales, justificados por la guerra contra el terrorismo, para matar a sospechosos en el extranjero sin control judicial y el país debate aún sobre los límites para garantizar su seguridad sin violar su marco constitucional.

La guerra de Irak movió, además, el ajedrez estratégico en Oriente Medio en un sentido contrario al que pretendían los ideólogos derechistas que la promovieron con falsas razones: Irán se fortaleció, Irak se debilitó, los aliados de EE UU se distanciaron de Washington y toda la región se vio sacudida por movimientos populares completamente ajenos al control norteamericano. Aunque Obama manifestó ayer que “EE UU continúa trabajando con sus socios iraquíes para promover nuestros intereses comunes de seguridad y paz”, es obvio que los acontecimientos en ese país su suceden hoy sin atender apenas la voluntad norteamericana.
El efecto más notable de la guerra de Irak ha sido, sin embargo, el cambio que ha provocado en la concepción de EE UU sobre la manera de ejercer su supremacía internacional. Aunque Obama intentó al principio de su mandato diferenciar Irak, a la que llamó “una guerra de voluntad”, de Afganistán, una “guerra de necesidad”, lo cierto es que el desastre de la primera acentuó el pesimismo sobre los segunda, y ambas llevaron a la Administración al convencimiento de que ese tipo de aventuras, con cientos de miles de soldados sobre el terreno, han dejado hoy de tener sentido.

Obama transformó la guerra contra el terrorismo en una batalla de drones (aviones sin tripulación) dirigidos desde despachos y bases militares a miles de kilómetros del escenario de combate, un método quizá reprobablemente desde el punto de vista ético, pero sin duda de mucha menos implicación militar y con menos riesgos personales y políticos.

La primera vez que Obama tuvo que decidir sobre un ataque en un país extranjero, Libia, optó por una operación quirúrgica de pocos días de bombardeos. Y ese modelo es el que se contempla de cara a posibles intervenciones futuras en Siria o Irán.
La política exterior norteamericana se ha hecho más prudente como consecuencia de Irak. Las fue
rzas armadas norteamericanas están dirigidas hoy por Chuck Hagel, un veterano de Vietnam que tuvo serias dificultades para su confirmación en el Senado por su pasado pacifista. Los gobernantes estadounidenses de esta época hablan de diplomacia más que de amenazas, y se insiste en las vías del diálogo hasta el límite de la exasperación de algunos, como en el caso de Irán e Israel.

También como lección aprendida en Irak, sin renunciar expresamente a las acciones unilaterales, la Casa Blanca prefiere ahora el multilateralismo, como se demuestra en la intensa negociación en marcha con Rusia respecto a Siria o con China respecto a Corea del Norte.
http://internacional.elpais.com/internacional/2013/03/19/actualidad/1363717003_012028.html
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La mayoría de los estadounidenses cree que la guerra fue un error

Diez años después de que EEUU invadieran Irak, la guerra que marcó la presidencia de George W. Bush se desglosa en frías y dolorosas cifras.
La mayoría de los estadounidenses consideran que hoy no hay nada que conmemorar. Un 53% de los ciudadanos de EEUU encuestados por Gallup creen que su país cometió “un error al mandar tropas a luchar a Irak”. El 42% piensa lo contrario. La misión debía de ser rápida y barata. Diez años después de que Estados Unidos y sus aliados invadieran aquel país, la guerra que marcó la presidencia de George W. Bush se desglosa en frías y dolorosas cifras. Y resultó ser lenta y cara.

Echar del poder a Sadam Husein y “llevar la democracia” a Irak costó ocho años y la vida de 4.488 soldados estadounidenses. Más de 30.000 militares resultaron heridos en combate y los amputados y los afectados por el conocido como estrés postraumático se cuentan también por miles. La guerra civil desatada en el país meses después de la entrada de las tropas norteamericanas en Bagdad -y cuando el expresidente George W. Bush ya había proclamado su victorioso mensaje de misión cumplida- suma más de 100.000 civiles iraquíes muertos. El coste en dólares se estima en 800.000 millones de dólares y 3.000 billones, según la fuente.

Los norteamericanos apoyaron en un primer momento la guerra, según Gallup, con una importante mayoría en 2003 considerando que había sido la decisión correcta. Pero desde entonces, cada vez que Gallup ha realizado el sondeo –con la excepción de agosto de 2005-, la mayoría ha declarado que la contienda fue una equivocación, sobrepasando en varios momentos los 60 puntos.

La guerra llegó a su fin en diciembre de 2011, cuando el presidente Obama declaró que las últimas tropas norteamericas volverían a casa en unos días. En el décimo aniversario de su comienzo, demócratas y republicanos siguen sin ponerse de acuerdo sobre si la invasión hizo a EEUU un país más seguro. Según un sondeo del diario The Washington Post / ABC de hoy más de seis de cada diez republicanos creen que la nación está más segura. Solo el 41% de los demócratas creen lo mismo.

En los primeros momentos de la invasión, más de nueve de cada diez republicanos y siete de cada diez independientes aseguraron que el esfuerzo bélico merecía la pena. Solo la mitad de los demócratas creía que era merecido. En el décimo aniversario, el apoyo ha disminuido muchísimo. El 57% de los republicanos y el 35% de los independientes consideran que fue una guerra que había que librar. Solo un 27% de los que se definen como demócratas dan su visto bueno a la contienda.
http://internacional.elpais.com/internacional/2013/03/19/actualidad/1363717379_412387.html
 

Sebastian

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El secretario de Estado Kerry hace su primera visita a Irak

Exige al primer ministro Al Maliki que aviones iraníes que sobrevuelan su país no lleven armas a Siria
El secretario de Estado estadounidense, John Kerry, ha visitado por sorpresa Irak este domingo y allí ha expresado su preocupación ante la posibilidad de que aviones iraníes puedan atravesar Irak con destino a Siria cargados de armas. En declaraciones a los periodistas tras reunirse con el primer ministro iraquí, Nuri al Maliki, Kerry ha alertado del riesgo que supone para Irak permitir que aviones iraníes "cargados con equipamiento militar y combatientes" atraviesen el espacio aéreo iraquí hacia Siria.

Washington está convencida de que esos vuelos son diarios pero el Gobierno de Bagdad solo ha inspeccionado dos aviones desde julio, según dijo a Reuters una fuente estadounidense que pidió quedar anónima. "[Kerry] será muy claro con el primer ministro Maliki sobre la importancia de poner fin a los sobrevuelos iraníes y al tránsito por su territorio o, por lo menos, de inspeccionar cada uno de los vuelos", según la fuente.

Esta dijo que Kerry le iba a decir a Maliki que "no tiene ningún sentido" que Irak participe en las conversaciones sobre el futuro de Siria "mientras está facilitando los sobrevuelos iraníes con milicianos y armas en apoyo de [el presidente sirio, Bachar el] Asad", añadió.

Este es el primer viaje de Kerry a Irak desde su nombramiento al frente de la diplomacia estadounidense el pasado febrero, informó el el canal de televisión iraquí estatal Al Iraquiya.
Kerry llegó a la capital iraquí tras haber acompañado en los últimos días al presidente de EEUU, Barack Obama, en su gira por Oriente Medio, que le llevó a Israel, Palestina y Jordania.
http://internacional.elpais.com/internacional/2013/03/24/actualidad/1364140689_712400.html
 

Sebastian

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La invasión de Irak: diez años de un ensayo militar

La guerra de Irak empezó en la noche del 20 de marzo de 2003 con la operación bautizada 'Libertad iraquí'.
Hoy, diez años después, la 'guerra-relámpago' de los estadounidenses contra el régimen de Sadam Hussein requiere un estudio detallado. ¿Por qué el ejército iraquí no pudo oponer una resistencia notable? ¿Tenía alguna posibilidad?

Los antecedentes políticos de la guerra de Irak no tienen ahora especial interés. La búsqueda estéril de armas de exterminio masivo y los escándalos diplomáticos saltaban a los titulares antes y después de la guerra dando lugar a fórmulas estereotipadas como 'la guerra petrolera' y otras.
Aquí nos interesa otra cosa: no el porqué de la invasión de Irak sino el porqué de su fulminante fracaso: en dos semanas las tropas estadounidenses se encontraban a las puertas de Bagdad tras haber derrotado al grueso del ejército iraquí.

Una 'Tormenta del Desierto' a la inversa
Esta vez EEUU decidió actuar de forma contraria, tanto que parece intencionada, a lo que hizo en 1991 durante la operación 'Tormenta del Desierto' contra Irak en respuesta a la invasión y anexión iraquí del Estado de Kuwait.

En 1991 la operación terrestre fue precedida por un prolongado ataque aéreo, del 17 al 23 de febrero. Esta vez, los bombardeos en vísperas de la invasión fueron puntuales y se llevaron a cabo unas horas antes de la misma. La auténtica guerra aérea, en cambio, empezó después de la entrada de la infantería estadounidense en Irak.

En 1991 las fuerzas multinacionales tuvieron seis meses para prepararse a fondo para la operación. En 2003 los estadounidenses iniciaron la guerra despreciando las reglas más elementales del arte militar: entraron en combate sin terminar de desplegar todas las unidades.

Por ejemplo, la 4ª División de Infantería, que tenía que tomar parte en la invasión encabezando un avance desde Turquía hacia el norte de Irak, no pudo ser desplegada a tiempo para el comienzo de la operación ya que la Asamblea Nacional de Turquía rechazó conceder la autorización necesaria. El ataque estadounidense fue tan inesperado que muchos pensaban hasta el ultimo momento que se aplazaría para finales de otoño.

¿El aplomo? ¿El triunfalismo? ¿La osadía? ¿La aventura? ¿El cálculo? Todo junto. Así es la guerra moderna que no se declara ni se termina, la empiezan y la finalizan por sorpresa y cuanto más corta es, mejor.

Aún así, Bagdad se había preparado para un eventual ataque intentando evitar los errores de 1991. Entonces se procedió a fortificar la frontera Kuwait-Arabia Saudí e Irak-Arabia Saudí, pero la subestimación del ejército estadounidense fue la causa de una derrota aplastante de los iraquíes en el sur.
Esta vez las fuerzas principales de Irak se concentraron alrededor de las ciudades más importantes del país, en lugar de a lo largo de las fronteras, ya que el principal objetivo de Sadam Hussein era mantener el control sobre el interior el mayor tiempo posible.

Sin embargo, no se consiguió desplegar las tropas correctamente para cumplir con esta tarea. Y no fue porque los iraquíes estuvieran desorientados en cuanto al plan estadounidense de ataques. Fue porque la cadena de mando operativo, sobrecargada a causa de tantas estructuras militares paralelas (el Ejército, la Guardia Republicana, las milicias), entorpecía enormemente la coordinación de las operaciones.

Una abrumadora serie de derrotas mermaron terriblemente la moral de las fuerzas iraquíes. Empezaron las deserciones masivas de las tropas. Las unidades perdían la capacidad de combate, siendo desbaratadas una por una. La operación estadounidense estuvo lejos de ser perfecta pero resulta ridículo criticar los fallos puntuales cometidos durante la misma ante el colapso total del régimen de Bagdad.

Bagdad en tenazas
El plan de guerra estadounidense estaba determinado por la situación geográfica de Irak en la antigua Mesopotamia, la región entre los ríos Tigris y Éufrates. La ubicación de Bagdad sugería llevar a cabo un asalto de la ciudad desde ambas orillas del Tigris. El Pentágono optó por adoptar la táctica de tenaza, como Aníbal en la batalla de Cannas (216 a. C), considerado como uno de los más grandes eventos de táctica militar y la más grande derrota de la historia de Roma.

El objetivo estratégico de la primera etapa consistía en aplastar la resistencia iraquí en las fronteras y tomar las ciudades importantes del sur (Umm Qasr y Basora), tarea que terminó de cumplir el contingente británico para el 7 de abril.

Las fuerzas invasoras se dividieron en dos alas con su eje a lo largo del Éufrates. El ala izquierda formada por el V Cuerpo de Ejército tenía que avanzar hacia la capital de Irak por la ribera derecha del río, desde el sur. El ala derecha estaba formada por infantes de marina, en particular la 1ª División de Marines. Su misión consistía en apoderarse de puentes de importancia estratégica sobre el río Eufrates cerca de Nasiriya, cruzar el río y, tras cruzar también el Tigris, salir a Bagdad desde el Este.

El apoyo aéreo de la operación corría a cargo de un grupo formado por unos 1.800 aviones. Pero lo más interesante de la campaña ocurría en la tierra.

Nasiriya, la puerta a la capital
Al cuarto día de la operación, los marines iniciaron la marcha hacia la ciudad de Nasiriya en el noroeste, un punto clave de la defensa del sur del país. Aquella mañana tuvo lugar un caso, a la vez curioso y trágico, que influyó de forma decisiva en la evaluación de la defensa iraquí por parte de los estadounidenses.

El destacamento de la 507 Compañía de Mantenimiento del Ejército de Tierra (no de combate) cayó en una emboscada. Sucedió porque los estadounidenses se perdieron en las inmediaciones de Nasiriya y, en lugar de rodear la ciudad, la atravesaron.
Para que quede claro: una unidad de retaguardia (33 efectivos en 18 vehículos) cruzó toda una ciudad situada en la primera línea de frente y preparada para defenderse.

Ya a la salida de Nasiriya los oficiales de la 507 Compañía se dieron cuenta de que se habían confundido y no se les ocurrió nada mejor que dar una media vuelta para deshacer el camino. Y casi lo consiguen (los primeros vehículos de la columna, de hecho, lograron evitar la emboscada), pero para ese momento (había pasado ya una hora) el mando de las fuerzas iraquíes en Nasiriya empezó a sospechar que en su territorio pasaba algo raro.

Cuando los iraquíes por fin se dieron cuenta de lo ocurrido, atacaron la columna abatiendo a once soldados y capturando a siete más. Entre estos últimos se encontraba Jessica Lynch, de 19 años de edad. La soldado fue rescatada el 1 de abril y la historia de la joven estadounidense capturada adquirió fama a nivel internacional.

Para liberar a los efectivos de la 507 Compañía, que se quedaron bloqueados en una urbanización, los comandantes de los marines toma la decisión de asaltar la ciudad. Esto le costó al Regimiento de Marines 18 bajas, pero por la tarde del 23 de marzo las fuerzas estadounidenses cruzaron Nasiriya, haciendo la misma ruta que horas antes la desdichada Compañía 507. Entre el 25 y el 27 de marzo todo había acabado y Nasiriya pasó a manos de la coalición.

Una columna de 4.000 marines estadounidenses logró cruzar el río Éufrates tras librar combates callejeros en la ciudad, con lo que los aliados abrieron una nueva línea de avance hacia Bagdad.

El particular 'reconocimiento' efectuado por la Compañía 507 y los ataques de los marines terminaron de convencer al alto mando de EEUU de que la defensa de las ciudades en Irak estaba mal organizada, el número de efectivos en las guarniciones era insuficiente y tanto la competencia militar de los comandantes iraquíes como la preparación de los soldados eran escasas.

Las tenazas se cierran
Mientras tanto el ala izquierda continuaba su marcha hacia Bagdad casi sin obstáculos. Las unidades del la 3ª División de Infantería fueron relevadas por paracaidistas: los destacamentos de la 82.ª y 101.ª Divisiones Aerotransportadas cubrían las líneas de comunicación, demasiado alargadas en esta “guerra sin frente”.

La actitud de las tropas iraquíes no dejaba de sorprender. Aún cuando era posible dar un rodeo para atacar la retaguardia, los militares del ejército de Sadam preferían ataques frontales.

Los milicianos, mientras tanto, armados con ametralladoras y lanzagranadas, se desplazaban de manera caótica para asaltar los grupos de combate estadounidenses, sufriendo numerosas bajas inútiles que no ayudaban precisamente a levantar la moral en esta situación complicadísima para ellos.
La operaciones de las fuerzas invasoras en las ciudades de Najaf (entre 24 y 27 de marzo) y Kerbala (entre 2 y 3 de abril) pusieron de manifiesto la supremacía global de la maquina de guerra de EEUU. Los estadounidenses se podían permitir un orden de batalla flexible, dividiendo las brigadas en destacamentos que actuaban libremente dentro del plan general.

Esta táctica conducía, aparentemente, a la dispersión de fuerzas. Pero en realidad los estadounidenses, gracias a su total superioridad en el aire, sus medios de comunicación y sus servicios de inteligencia, mantenían la situación en la primera línea de combate bajo control, prefiriendo ataques inesperados por detrás de las líneas de la defensa enemiga.

El frente continuo de las guerras del siglo XX se desintegró derivando, desde el punto de vista profano, en una serie de enfrentamientos caóticos. Sin embargo, el nuevo modelo de guerra funcionó tan bien que muchos expertos siguen sosteniendo que la campaña de Irak en 2003 no era otra cosa que un simulacro militar del Ejército de EEUU, desarrollado para probar la doctrina militar de la 'guerra basada en red'. De una manera u otra, se pudo demostrar que el típico 'ejército del tercer mundo' es absolutamente incapaz de oponer resistencia alguna a una maquina de guerra como la estadounidense en un conflicto convencional (no nuclear).

La falta de iniciativa estratégica por parte de los iraquíes permitía a los estadounidenses determinar el momento y la dirección del próximo golpe e imponer sus propias reglas de combate.

Al impetuoso avance de las tropas invasoras contribuyó el hecho de que los militares del ejército de Sadam hubieran retirado las unidades preparadas de las guarniciones de las ciudades para utilizarlas en el campo de batalla. En general, hubo pocos episodios brillantes en esta guerra. Evan Wright, el reportero que acompañó al Primer Batallón de Reconocimiento de Marines durante el transcurso de las primeras incursiones en suelo iraquí, en su libro 'Generation Kill' (Generación asesina) supo plasmar esta rutina del día a día de una guerra moderna.

Los marines llegaron a Bagdad el 8 de abril. Llegaron tarde: el 3 de abril una avanzadilla de la Tercera División de Infantería de EEUU había entrado en el aeropuerto internacional Sadam Hussein, situado a diez kilómetros de la capital. La campaña de 2003 estaba en su fase final: empezaba la batalla de Bagdad.
http://sp.rian.ru/opinion_analysis/20130325/156704494.html
 

Sebastian

Colaborador
Un trueno sobre Bagdad: diez años de la caída de la capital iraquí

Hace diez años, a principios de abril de 2003, las tropas estadounidenses entraron en Bagdad.
¿Cómo es posible que bastasen sólo cuatro días y dos fuertes ataques para que la capital iraquí cayera?
Esta pregunta se hacían los observadores rusos que habían pronosticado combates encarnizados y duraderos, casa por casa, como los de la batalla de Grozni, capital de Chechenia, en 1994.

No obstante, las dos operaciones, la estadounidense en Bagdad y la rusa en Grozni, tienen mucho más en común de lo que se podría suponer al analizar el resultado de ambas.

La batalla de Bagdad: distribución de fuerzas
El plan estadounidense para tomar Bagdad durante la campaña de 2003 consistía en aplicar la táctica de tenaza. Las fuerzas invasoras se dividieron en dos alas con su eje a lo largo del Éufrates. El ala izquierda tenía que avanzar hacia la capital de Irak por la ribera derecha del río, desde el sur. El ala derecha estaba formada por infantes de marina, en particular la 1ª División de Marines, que tenían que salir a Bagdad desde el este.

En los primeros días de abril las fuerzas de EEUU que formaban el ala izquierda aceleraron su avance hacia Bagdad tras cercar la ciudad de Kerbala, ubicada a 80 kilómetros al sur de la capital, y entre el 3 y el 4 de abril bloquearon la ciudad por el sur y el oeste al tomar el aeropuerto internacional Sadam Hussein.

Si bien se podría esperar un avance cauteloso a través de los suburbios de Bagdad, debido a la dificultad que implica el combate urbano el mando central aliado optó por un asalto inmediato. Dos circunstancias determinaron este carácter del asalto. La primera fue que las unidades del 5º Cuerpo del Ejército llegaron a Bagdad antes que los marines. No resultaba lógico esperar para no perder la ventaja que se habían ganado los estadounidenses durante los combates en los accesos de la ciudad. En estos enfrentamientos las fuerzas iraquíes fueron muy castigadas y no convenía darles la oportunidad de recuperarse, reorganizarse y reforzar la defensa de la capital.

Por otra parte, para aquel momento ya estaba claro que la defensa de las ciudades en Irak estaba mal organizada, el número de efectivos en las guarniciones era insuficiente y tanto la destreza militar de los comandantes iraquíes como la preparación de los soldados eran escasas.
Muchos episodios en los días anteriores lo pusieron de manifiesto, pero el más revelador fue el caso, a la vez curioso y trágico, de la 507 Compañía de Mantenimiento del Ejército de Tierra. Un destacamento de la misma cayó en una emboscada al perderse en las inmediaciones de la ciudad de Nasiriya. En lugar de rodear la ciudad, los estadounidenses (33 efectivos en 18 vehículos) la atravesaron dos veces en direcciones opuestas siendo atacados por los iraquíes a la salida.

El hecho de que una unidad de retaguardia hubiera conseguido cruzar toda una ciudad situada en la primera línea del frente y preparada para defenderse, influyó de forma decisiva en la evaluación de la defensa iraquí por parte de los estadounidenses.

'Thunder Run'
La terminología extraoficial de los militares estadounidenses desde la época de la guerra en Vietnam cuenta con la expresión 'thunder run' (del inglés 'thunder', trueno, tronar; y 'run', correr). Se usa para designar la penetración de fuerzas armadas en son de guerra en un territorio ocupado por el enemigo, en particular en territorio urbano, lo que en el lenguaje oficial se denomina 'incursión'.

En la mañana del 5 de abril de 2003 las unidades de la Tercera División de Infantería de EEUU (en concreto el Primer batallón del 64º regimiento blindado, TF 1-64 Armor) comenzó la operación que más tarde recibiría el nombre de 'Thunder Run One'. Los estadounidenses llevaron a cabo una incursión en el corazón de Bagdad: una columna de 29 carros de combate M1A1 Abrams y un centenar de soldados en vehículos blindados se adentraron hacia el norte de la ciudad a través de la autopista 8, siguiendo el curso del río Tigris, y se replegaron hacia el aeropuerto por el este tras cumplir su misión.

Los soldados y las máquinas estadounidenses se enfrentaron a fuerte fuego de artillería ligera, de morteros, lanzagranadas y proyectiles antitanques avanzando por las amplias avenidas de Bagdad. Un militar estadounidense murió al ser alcanzado en un tanque durante la incursión y otros tres resultaron heridos en los enfrentamientos. Uno de los tanques fue alcanzado y, tras varios intentos fallidos de recuperarlo, los estadounidenses terminaron destruyendo el vehículo desde el aire en la noche del 6 de abril para que no cayera en manos de los iraquíes.

Los coordinadores de la operación afirmaban que en la misma podían haber muerto 2.000 iraquíes, aunque este dato no parece del todo fiable. En cualquier caso, los invasores alcanzaron con éxito su objetivo, el de demostrar que una incursión de columnas de carros de combate y vehículos blindados al territorio urbano es viable y puede ser utilizada como táctica de asalto decisivo.

La toma de Bagdad
Por la mañana del 7 de abril empezó la operación 'Thunder Run Two' en la que participaron tres equipos de combate: al TF 1-64 Armor se unieron el 4ºBatallón del 64º Regimiento Blindado (TF 4-64 Armor) y un batallón del 15º Regimiento de Infantería (TF 3-15 Infantry).

Las unidades iniciaron la marcha siguiendo el trayecto de 'Thunder Run One', pero en vez de salir de la ciudad tras adentrarse unos kilómetros, avanzó hacia el mismo centro de Bagdad. Cuatro horas después los dos batallones blindados ocuparon posiciones defensivas en la orilla de Tigris, en un barrio residencial y administrativo que tras la conquista se convertiría en la llamada "Zona Verde". Mientras tanto, la infantería motorizada se encargaba de proteger las líneas de suministro.

El coordinador de la operación, el coronel David Perkins, no tenía un plan fijo para seguir sino que debía actuar acorde a las circunstancias. Al evaluar la intensidad de la resistencia opuesta por los iraquíes, Perkins dio orden a las tropas de mantenerse en las posiciones ocupadas. Esta arriesgada orden decidiría la suerte del asalto a Bagdad.

Por un lado, las posibilidades de defensa de los estadounidenses que penetraron hasta el mismo corazón de la ciudad, y los ataques del enemigo estaban mal coordinados y, por consiguiente, sus acciones eran contraproducentes.

Sin embargo, estas últimas complicaban el suministro de combustible para los tanques. Además se intensificaron los ataques de artillería iraquí, uno de los cuales derribó el Centro de Operaciones de Apoyo del 2º equipo de combate. El mando iraquí, ante la inminente amenaza de perder la ciudad, dio órdenes de lanzar ataques de vehículos pesados contra los puntos de apoyo de la TF 3-15.

Durante el día los tres batallones, que se habían arriesgado a quedarse en la ciudad sin disponer de reservas suficientes ni poder contar con un refuerzo, vivieron momentos muy críticos. Sin embargo, durante el 8 de abril los estadounidenses rechazaron todos los ataques de los defensores de Bagdad poniendo otra vez de manifiesto que a la falta de una estructura de mando iraquí, la guarnición capitalina fue incapaz de desalojar a tres batallones del centro de la ciudad.

Este episodio pudo haber terminado mucho peor para los 'aventureros' del 2º Equipo de Combate pero el cuerpo de élite del Ejército iraquí, la Guardia Republicana fue derrotado en los días anteriores durante los combates en los accesos a Bagdad, mientras las unidades regulares estaban tan mermadas por las deserciones masivas que no podían oponer una resistencia notable.

Por la mañana del 9 de abril el cerco aliado se cerró y los infantes de marina de EEUU entraron en la ciudad por el este. Los soldados de la coalición tomaron Bagdad desde todos los frentes sin encontrar apenas resistencia a su paso. Los últimos focos de resistencia fueron aplastados el 12 de abril.

Bagdad y Grozni
Un lector atento ya se habrá dado cuenta de que la táctica de los estadounidenses en la batalla de Bagdad es similar a la del ejército ruso durante el asalto a la capital chechena, Grozni, en 1994.

Efectivamente, sólo que en Bagdad esta táctica culminó con un éxito clamoroso, mientras que la batalla de Grozni se convirtió en un símbolo de humillación para las Fuerzas Armadas de Rusia y el país en general.

Las dos operaciones 'Thunder Run' son una realización perfecta del mismo plan que había elaborado el mando ruso para el 'Asalto de Año Nuevo' de Grozni. Entonces, en diciembre de 1994, este plan fue sometido a duras críticas. Los medios de comunicación ridiculizaban a los generales que habían enviado a la ciudad carros de combate cuando todo el mundo sabe que los tanques en el territorio urbano están indefensos y son inútiles. La toma de Bagdad en 2003 demostró que el plan había sido bueno, lo que falló fue la preparación y ejecución de operaciones.

Durante las operaciones en Bagdad en abril de 2003 se hizo evidente, una vez más, que los tanques en la ciudad pueden ser muy útiles como una plataforma móvil de armamento pesado. Una vez más, porque ya en la Segunda Guerra Mundial el Ejército soviético en muchas ciudades de Europa del Este puso en práctica con éxito los asaltos apoyados por los carros de combate.

Pero en el caso de Bagdad no se trata únicamente del uso de los tanques en el asalto. Las tropas estadounidenses basaron su estrategia en generar altos niveles de “choque y sorpresa”, concepto desarrollado por estrategas de EEUU como parte de la doctrina de “dominación rápida”.
La misión concreta de las unidades blindadas en este caso no es sólo la de apoyo a la infantería, sino de una rápida penetración hacia el centro de la ciudad asaltada para ocupar posiciones y desorganizar la defensa del enemigo.

Los estadounidenses en la capital iraquí lo hicieron casi a la perfección. Pero la operación de Grozni en este sentido fue un fracaso debido a la mala organización de la operación y la situación general del ejército ruso.

Las tropas aliadas hicieron todo lo posible para agotar y derrotar a las fuerzas enemigas antes de iniciar el asalto a la ciudad y no permitirles reforzar la defensa de Bagdad. Además, las operaciones del 5 y el 7 de abril estaban lo suficientemente preparadas como para conseguir rechazar los ataques iraquíes.

En cambio, el asalto a Grozni en diciembre de 1994 ocasionó muchas bajas para el Ejército ruso y una crisis casi total de la moral de sus fuerzas. Les tomó dos meses de intensos combates, y un cambio en sus tácticas, antes de poder apoderarse de Grozni. La batalla causó una enorme destrucción y muchas muertes entre la población civil.
http://sp.rian.ru/opinion_analysis/20130409/156808807.html
 

Sebastian

Colaborador
Un rehén entre los dos Irak​

La pesadilla de Omar Samir, un militar condenado a muerte tras un juicio secreto, ilustra la tragedia de un país que no logra cerrar el abismo entre chiíes y suníes

El 18 de diciembre de 2011, Omar Samir se despidió con un beso de su mujer, Suhad, y del pequeño Tarek, el hijo de ambos. “Regresaba a su puesto tras una semana de descanso”, explica Suhad en la casa familiar de Kamsara, un barrio de clase media del este de Bagdad. No volvería a saber de él en varios meses. El militar estaba destinado al equipo de protección del vicepresidente iraquí Tarek al Hashemi. Cuando horas después acompañaban a éste al aeropuerto, él y sus compañeros fueron detenidos por otra unidad, pero nadie avisó a las familias ni devolvió sus llamadas preguntando por su paradero. Hoy, Omar está condenado a muerte tras un juicio secreto y en el que no tuvo abogado. “Le torturaron para que confesara”, denuncia Suhad, agotada por su lucha contra el lado más oscuro del nuevo Irak, un país todavía atrapado en las luchas sectarias.

El controvertido proceso de desbaazificación, por el que tras la invasión estadounidense trataron de borrar cualquier huella del Baaz, el partido de Sadam Husein, se ha convertido en un instrumento político en manos del primer ministro Nuri al Maliki, un chií al que los suníes acusan de persecución política y marginación de las instituciones del Estado. Las tensiones sectarias van en aumento en Irak, diez años después de la invasión de EE UU. Fruto de este enfrentamiento, organizaciones de derechos humanos denuncian detenciones y torturas a ciudadanos cuyos derechos se violan de forma sistemática.
“Nada más enterarme de las detenciones, le llamé al móvil, pero no respondía; cuando lo hizo a las once de la noche, me pidió que no volviera a llamarle. Y ya no tuve más noticias suyas”, relata Suhad sin poder contener las lágrimas. El pequeño Tarek se agarra con fuerza a su madre al verla llorar. A sus tres años, ya percibe la gravedad de lo ocurrido.

El 5 de febrero de 2012, una patrulla militar se presentó a las cuatro de la mañana en el domicilio familiar preguntando por Suhad, que entonces tenía 24 años. Pero alertados por los rumores de las detenciones de otras esposas de militares arrestados, para hacerles confesar, sus hermanos la habían llevado un par de semanas antes a Suleimaniya, en la región autónoma de Kurdistán, de donde son originarios. Así, que los soldados solo encontraron a su madre, Fátima, y a un primo que se había quedado con ella.

“Rompieron la cancela, entraron con las armas apuntándonos y nos pusieron en habitaciones separadas”, recuerda Fátima a quien obligaron a entregarles una foto de su hija. “Me preguntaban por qué había dejado que se casara con un terrorista que odia a los chiíes y a los kurdos. Les respondí que eso no era posible porque su madre es chií y nosotros somos kurdos”.

Según su familia, el teniente Omar Samir (Bagdad, 1981) es un militar de vocación. Se graduó en la Academia Militar en 2001 y durante dos años sirvió en el Ejército de Sadam Husein. Cuando se produjo la invasión estadounidense, estaba destinado en Naseriya. Entonces, como la mayoría de los oficiales, fue licenciado. Un año más tarde, los ocupantes le pidieron que se reincorporara. Suhad le conoció a finales de 2007. Se casaron al año siguiente y poco después le destinaron al equipo de protección del vicepresidente. En este tiempo compaginó su trabajo con los estudios y se graduó como abogado.
“A principios de 2011, cuando le correspondía un ascenso, le dijeron que estaba siendo investigado por pertenencia al Baaz”, recuerda Suhad. “Había mucha gente en esa lista, así que Omar no se preocupó demasiado y continuó con su vida”, añade.

Hasta ese fatídico 18 de diciembre. Al día siguiente, la orden de búsqueda y captura contra Al Hashemi, acusado de organizar escuadrones de la muerte para eliminar a rivales políticos y que ya se encontraba lejos de Bagdad, eclipsó el desamparo del resto de los afectados por el caso. La causa contra el vicepresidente, el más alto cargo suní de Irak, se fundaba en unas confesiones emitidas poco antes en la televisión estatal en las que tres supuestos guardaespaldas suyos aseguraban que habían matado a agentes de policías y funcionarios por dinero.

Desde el primer momento, Suhad trató de ponerse en contacto con los amigos de su marido, pero sus teléfonos estaban desconectados. También llamó a otras puertas. Se encontró todas cerradas. Solo a mediados de enero la prensa iraquí mencionó la detención de 16 miembros del equipo de protección de Al Hashemi. Nada sobre Omar. Hasta que el 20 de marzo las autoridades entregaron el cadáver de Amir al Batawi, otro de los guardaespaldas. La controversia por esa muerte pareció influir para que las autoridades les dejaran telefonear a sus familiares después de tres meses y medio encarcelados y autorizaran que les visitara una delegación parlamentaria.

Eran las ocho de la tarde del 2 de abril cuando Suhad recibió la primera llamada de su marido. “Lloraba sin parar. Me decía que temía no volver a verme y que no podía contarme nada porque tenía mucho miedo”, rememora. La conversación apenas duró minuto y medio. A finales de ese mes, su madre pudo visitarle en la cárcel. “Le dijo que tenía un problema de riñón, que le habían torturado, que necesitaba tratamiento y un abogado; mencionó a Khaled Sayed Naji”, cuenta Suhad. “No sabemos de dónde sacó el nombre, pero hicimos lo que nos pedía. Fuimos a verle y nos exigió tres millones de dinares [unos 2.000 euros] solo por estudiar los papeles. Un mes después, nos comunicó que se trataba de un caso político y que incluso si le llevábamos un pasaporte que probara que había estado fuera del país cuando se cometieron los delitos, no iba a poder hacer nada”.

A Erin Evers, investigadora de Human Rights Watch, no le sorprende esa negativa. “Es un caso muy peligroso. Nadie va a querer hacerse cargo”, señala en conversación telefónica. Aunque esa organización no ha investigado el asunto, los detalles del mismo le resultan familiares. “No es especial, continuamente recibimos denuncias de detenciones arbitrarias y torturas”, afirma.

En mayo empezaron los procesos contra Al Hashemi y su equipo. Según un comunicado del poder judicial, 13 de los guardaespaldas habían quedado libres por falta de pruebas y 73 seguían detenidos. Ni Suhad ni sus familiares dan credibilidad a unas acusaciones que, dicen, se han obtenido bajo tortura. Pero, sobre todo, no entienden por qué se les ha negado el acceso a Omar y a un abogado. El pasado 13 de enero, Suhad volvió a recibir una llamada de Omar anunciándole que le permitían una visita de un familiar. La madre de Suhad y una tía del preso hicieron la visita. “Ha perdido por lo menos 20 kilos. Le temblaban las manos”, declara Fátima.

Se enteraron de que en diciembre él y sus compañeros fueron condenados a muerte. Unos meses antes, Al Hashemi recibió cuatro penas capitales, pero está a salvo en Turquía. “Nos contó que le llevaron al juzgado sin abogado y que, como no confesó, le devolvieron al departamento de investigación, donde le torturaron hasta que firmó lo que querían”, continúa la suegra. “Nos dijo que su vida estaban en manos de Al Maliki, y que sabía que haríamos todo lo posible por salvarle”. Por eso, tras 15 meses de silencio, la familia ha decidido hacer público su caso. “Teníamos miedo, pero incluso si muere, será una liberación para él porque se siente culpable de confesar cosas que no son ciertas”, concluye.
http://internacional.elpais.com/internacional/2013/04/14/actualidad/1365892515_662464.html
 

Sebastian

Colaborador
Irak celebra elecciones en medio de una escalada de la violencia sectaria

Aunque las elecciones no van a afectar al Ejecutivo, sí que constituyen una indicación sobre el primer ministro Al Maliki

Irak ha celebrado hoy sábado sus primeras elecciones desde la salida de las tropas estadounidenses en diciembre de 2011. Un total de 13,8 millones de ciudadanos estaban convocados para renovar las asambleas provinciales.

Pero los comicios dicen tanto de la progresiva normalización del país como de su disfuncionalidad. Una docena de bombas caseras y ataques con mortero a otros tantos colegios electorales han dejado cuatro heridos, apenas un recordatorio de la violencia que ha precedido a la cita con las urnas y causado un centenar de muertos desde el pasado domingo. Además, 14 candidatos han sido asesinados durante la campaña electoral.

Los atentados han aumentado desde principios de año. Los extremistas suníes y la rama local de Al Qaeda tratan de capitalizar el malestar de esa minoría con el Gobierno de Nuri al Maliki, un chií que se ha mostrado incapaz de tender puentes para cerrar la herida sectaria que abrió la ocupación del país.

En ese contexto, y aunque las elecciones no van a afectar a la composición del Ejecutivo, sí que constituyen una indicación sobre la popularidad de Al Maliki, a apenas un año de los comicios generales. Un buen resultado de su formación, el Estado de la Ley, le abriría las puertas a un tercer mandato.

“En cualquier caso, gana Al Maliki”, asegura a EL PAÍS un observador occidental que durante los últimos diez años ha asesorado a las autoridades iraquíes. Este analista, que pide el anonimato porque no está autorizado a hablar con la prensa, admite que la coalición que respalda al primer ministro va a sufrir sin duda el desgaste por el hartazgo de los iraquíes con la corrupción y la falta de servicios públicos y la corrupción. Sin embargo, recuerda que no hay verdadera oposición.

“Iraquiya [el bloque laico que apoyaban muchos suníes] se está desintegrando, el ISCI [el grupo chií rival de Al Maliki] está desaparecido. Sólo el Movimiento Sadrista mantiene el empuje, pero tiene una base de voto limitada”, explica. La realidad es que, al margen de los grupos políticos, los lazos religiosos, comunitarios o tribales siguen pesando a la hora de decidir el voto. Por lo demás, el interlocutor considera que “las elecciones están técnicamente muy bien preparadas”, pero con la pega de que “la Comisión Electoral no es políticamente independiente”.

Unos 8.000 candidatos se disputan los 378 escaños en liza en el conjunto de las asambleas provinciales. Una vez constituidas su principal responsabilidad es la elección del gobernador, quien tiene la última palabra sobre las finanzas locales y coordina la reconstrucción, un capítulo clave para mejorar la vida cotidiana de los iraquíes.

Pero la credibilidad de los comicios se ve afectada por el hecho de que sólo votan 12 de las 18 provincias. Las tres de la región autónoma kurda tienen su propio calendario electoral y lo harán en septiembre. En Kirkuk, la disputa entre las distintas comunidades impide celebrar la consulta. Y el Gobierno ha decidido retrasar el voto en Al Anbar y Nínive, dos provincias de mayoría suní, debido a la inestabilidad política.

“Las elecciones no pueden resolver todos los problemas de Irak, pero los problemas no pueden resolverse sin elecciones”, ha declarado Martin Kobler, el jefe de la misión de la ONU en Irak (UNAMI), durante una visita a un colegio electoral en Bagdad, citado por la agencia France Presse.

La afluencia de votantes se inició de forma perezosa cuando abrieron los colegios a las siete de la mañana y a dos horas del cierre, previsto para las cinco de la tarde, seguía sin ser significativa. Los resultados no se conocerán hasta dentro de varios días.
http://internacional.elpais.com/internacional/2013/04/20/actualidad/1366476666_284187.html
 

Sebastian

Colaborador
Los choques sectarios causan unos cien muertos en dos días en Irak

Los últimos incidentes ponen en riesgo el frágil equilibrio entre suníes y chíes

Al menos una docena de miembros de las fuerzas de seguridad han muerto este miércoles en varios ataques en las cercanías de Hawija, la localidad del norte de Irak donde la víspera murieron 24 manifestantes suníes (y tres soldados) cuando agentes de operaciones especiales intentaron desalojarlos. Al parecer, se ha tratado de una represalia por esa actuación, que ya el martes desató una oleada de disturbios en las regiones donde se concentra la población árabe suní y que en estos dos días han causado un centenar de muertos, según un recuento de la agencia France Presse. El incidente pone en peligro el frágil equilibrio sectario del país en un momento en el que la guerra civil en la vecina Siria amenaza con incendiar toda la región.

Las autoridades de Bagdad aseguran en un comunicado que “hombres armados entre quienes participaban en la sentada dispararon contra las fuerzas de seguridad y mataron a tres soldados”. Testimonios recogidos por medios periodísticos locales insisten en que fueron los uniformados, miembros de los SWAT (fuerzas especiales que responden directamente al primer ministro Nuri al Maliki) quienes dispararon contra los manifestantes de Hawija, cerca de Kirkuk, sin que mediara provocación.

Según el Ministerio de Defensa murieron 27 personas: Tres soldados y “una mezcla de manifestantes y militantes”, pero fuentes de la protesta elevan a 50 los fallecidos en su campo, además de 120 heridos. La cifra aumenta además si se añaden quienes murieron en los enfrentamientos que estallaron en otros puntos del país nada más conocerse el asalto.

Human Rights Watch (HRW) ha pedido al Gobierno que investigue las acusaciones de que los agentes del orden hicieron “un uso excesivo y letal de la fuerza”. Al Maliki, un chií que no ha logrado tender puentes con la minoría suní, anunció el propio martes la formación de un comité ministerial para investigar lo sucedido. Sin embargo, los analistas se muestran escépticos. Los comités que estableció tras incidentes parecidos el pasado enero en Faluya y en marzo en Mosul, no han producido ningún resultado tangible, ni identificado a los responsables.

“Hacer la vista gorda a los abusos previos ha ayudado a crear el clima de violencia que hoy amenaza con extenderse a todo Irak”, ha advertido Sarah Leah Whitson, la directora de Oriente Próximo de HRW.

Desde el pasado diciembre, la comunidad suní ha instalado campamentos, al estilo de los que popularizaron las revueltas de la primavera árabe, para expresar su malestar con las políticas del Gobierno central al que acusan de discriminarles y marginarles del poder. En Hawija, unas mil personas participaban en la protesta, iniciada hace tres meses en la rebautizada como plaza del Orgullo y el Honor.

Aunque no había noticias de violencia, las fuerzas de seguridad rodearon el lugar el pasado día 19 tras un ataque contra un puesto de control conjunto de la policía y el Ejército en el que un soldado resultó muerto, tres heridos y los asaltantes se hicieron con sus armas. Según el Ministerio de Defensa, luego se escondieron entre los acampados y, solo se procedió a intervenir, al fracasar las negociaciones con los responsables de la protesta para que los entregaran y ser objeto de un intenso tiroteo que mató a los tres soldados.

Inmediatamente, las protestas se extendieron a Faluya, donde al menos un millar de personas se echaron a las calles, según las agencias de noticias, y otras localidades de Al Anbar. En esta provincia, como en la de Nínive, la inestabilidad hizo imposible organizar las elecciones a las respectivas asambleas que en el resto del país se celebraron el pasado sábado. El Gobierno central ha anunciado sus comicios para principios de julio. Si antes no logra desactivar esta crisis, está por ver que vayan a poder celebrarse.

En un nuevo gesto del desencanto de los suníes con el Gobierno mayoritariamente chií, otro de sus (escasos) representantes, el ministro de Educación Ali Tamim presentó su dimisión. Es el tercer ministro de esa comunidad que deja el Gabinete en lo que va de año. También Osama al Nujayfi, el presidente del Parlamento y el más alto cargo suní, advirtió al Gobierno de que está llevando al país al desastre. Durante una reciente visita a Bagdad, Al Nujayfi manifestó a esta corresponsal que “la comunidad suní se siente excluida” y responsabilizó al primer ministro de esa situación.
http://internacional.elpais.com/internacional/2013/04/24/actualidad/1366817172_719904.html
 

Sebastian

Colaborador
Irak se desliza hacia otra guerra civil sectaria

Unas 200 personas han muerto en enfrentamientos entre chiíes y suníes en menos de una semana
Dos centenares de muertos en menos de una semana son muchos incluso para el nivel de violencia al que nos tiene acostumbrados Irak. El cariz del último estallido hace temer además que no se trate solo de un repunte sino de un salto cualitativo que termine por sumir ese maltrecho país en la guerra civil que lo amenaza desde la invasión estadounidense de 2003.

Su controvertido primer ministro, Nuri al Maliki, ha reconocido ese peligro, pero en lugar de dar un paso valiente hacia la reconciliación de la mayoría chií con la minoría suní, cuyo sentimiento de marginación está en el origen del problema, se ha limitado de momento a culpar al mensajero y a cerrar diez cadenas de televisión a las que acusa de alentar el sectarismo.

El golpe de gracia a una situación que ya se presentaba delicada se produjo el pasado martes, cuando las fuerzas de seguridad decidieron actuar contra la acampada de la comunidad árabe suní en Hawija, unos 200 kilómetros al norte de Bagdad y muy cerca de la bomba de relojería étnica que es la ciudad de Kirkuk.

El medio centenar de muertos que dejó esa intervención desató una oleada de represalias en las cinco provincias donde los árabes suníes son más numerosos y donde desde el pasado diciembre protestan contra el Gobierno central, que perciben como monopolizado por los chiíes. A día de ayer, iban 215 muertos según el recuento de las agencias de noticias.

“Se trata de la crisis más grave y peligrosa (…) desde 1921”, declaró el jueves Muafak al Rubai, antiguo consejero de Seguridad Nacional, citado por France Presse. La Liga de Naciones reconoció a Irak como Estado bajo mandato británico el 11 de noviembre de 1920. Dadas las vicisitudes que ha vivido el país desde entonces, puede parecer exagerado, pero no cabe duda de que “ha empezado a deslizarse de forma peligrosa hacia el enfrentamiento”, tal como ha advertido el International Crisis Group (ICG).

El propio primer ministro ha alertado del riesgo de que se reavive “la guerra civil confesional” que desangró Irak entre 2006 y 2007, cuando atentados y asesinatos selectivos llevados a cabo por milicias de una y otra rama del islam causaron decenas de miles de muertos. La seguridad ha mejorado mucho desde entonces, pero las tensiones entre las comunidades chií y suní no han desaparecido.

La violencia interconfesional “ha regresado a Irak porque empezó en otro lugar de la región”, aseguró el sábado Al Maliki, en unas declaraciones televisadas que claramente apuntaban al actual conflicto en la vecina Siria.

Los analistas del ICG admiten que “la guerra en Siria también influye”. Al igual que otros observadores, opinan que según ese enfrentamiento se intensifica, los suníes iraquíes experimentan una creciente solidaridad con sus hermanos de fe y comparten sentimientos de hostilidad hacia un supuesto eje chií formado por Hezbolá, Damasco, Bagdad y Teherán.

Sin embargo, eso no es excusa para el Gobierno de Al Maliki ignore las quejas fundadas de los suníes. Si no se da prisa en garantizar una adecuada participación de esa comunidad en el sistema político, sus líderes tendrán una buena excusa para alinearse con los sectores más radicales, e incluso reforzar los lazos con aquellos actores regionales que apoyan a la oposición siria.

Suspender 10 cadenas de televisión, entre ellas la polémica Al Yazira, con el pretexto de que “incitan a la violencia y al sectarismo” no parece que vaya a solucionar el problema, menos aún cuando la mayoría de ellas son canales locales de las zonas suníes.
http://internacional.elpais.com/internacional/2013/04/28/actualidad/1367165249_855437.html
 
Varios coches bomba matan a 18 iraquíes
Lunes, 29 de abril de 2013

Alrededor de 200 personas han muerto en Irak desde la semana pasada en la peor ola de ataques sectarios desde finales de 2011.

En Irak, al menos 18 personas murieron en tres explosiones de coches bomba en zonas del sur dominadas por chiitas.
En el ataque más mortífero, dos bombas estallaron en la ciudad de Amara, matando al menos a nueve personas e hiriendo a decenas.
Otras bombas estallaron en los mercados en Diwaniya y Kerbala, y en un barrio chiita de la ciudad sunita de Mahmoudiya.
Una incursión del ejército en un campamento de protesta sunita contra el gobierno la semana pasada ha desatado una ola de violencia.
El sábado, el primer ministro iraquí Nouri al Maliki dijo que el "feroz" conflicto sectario estaba regresando a Irak.
Alrededor de 200 personas han muerto en Irak desde la semana pasada en la peor ola de ataques sectarios desde que las tropas estadounidenses se retiraron, a finales de 2011.
Los ataques llegan en medio de una larga crisis política que enfrenta al gobierno chiita del primer ministro Nouri al Maliki con líderes políticos sunitas.
 

Sebastian

Colaborador
Irak sufre su mes más sangriento desde junio de 2008

El país ha vivido en abril un dramático repunte de la violencia sectaria entre suníes y chiíes

Más de 700 personas han fallecido, y otras 1.600 han quedado heridas

El mes de abril ha sido el más violento en Irak desde junio de 2008, con un balance de 712 muertos y 1.633 heridos por actos de violencia sectaria, según ha informado este jueves la misión de la ONU en Bagdad. Entre las víctimas mortales, 117 eran miembros de las Fuerzas Armadas, 167 policías y el resto civiles.
La espiral de violencia se ha acelerado especialmente desde el pasado días 23, después de un asalto de las fuerzas de seguridad del Gobierno —liderado desde 2006 por el chií Nuri Al Maliki— a un campamento de manifestantes suníes respaldados por hombres armados. Los suníes denuncian ser objeto de discriminación en la sociedad iraquí surgida tras el derrocamiento de Sadam Husein.
La violencia sectaria alcanzó en Irak su clímax en el periodo 2006-2007, cuando causó la muerte de alrededor de 70.000 personas, según la ONU.
http://internacional.elpais.com/internacional/2013/05/02/actualidad/1367493293_467265.html
 

Shandor

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Yo hice de carcelero en Irak”
El 17 de marzo EL PAÍS difundió un vídeo en el que militares españoles pateaban a dos detenidos en la base de Diwaniya. El testimonio del soldado Charlie (nombre ficticio de un joven destinado en Irak entre agosto y diciembre de 2003) no aclara quiénes cometieron la brutal agresión, pero describe el clima que la alentó: una mezcla de tensión, escasa preparación, falso espíritu de camaradería y sensación de impunidad. Aquellas imágenes causaron que, por vez primera en España, un juzgado militar abriera diligencias por un delito de maltrato a prisioneros.

Ingresé en el Ejército a finales de 2001, aún bajo el impacto terrible del 11-S. Tenía 20 años recién cumplidos y creía, sin atisbo de duda, que los musulmanes eran nuestros enemigos, y Occidente, el bastión de la civilización y la cultura. Cuando me preguntaron a qué unidad quería alistarme pedí ir a una que me garantizara estar en primera línea de combate en caso de conflicto. Acabé en un regimiento encuadrado en la Fuerza de Acción Rápida (FAR). Se consideraba una unidad de élite y, consecuentemente, el nivel de exigencia psicofísico era muy alto, y la disciplina, férrea.
Al cabo de algunos meses estaba plenamente integrado. Lo único que ocupaba mi mente era el Ejército, y las conversaciones con mis compañeros giraban siempre en torno a la vida militar. No todos se adaptaron tan bien. Un chaval cayó en desgracia desde el primer día. Era muy indisciplinado, y siempre que incumplía una orden nos castigaban a todos a hacer flexiones. A todos menos a él. Mientras sudábamos rozando el suelo con la barbilla, él se quedaba sentado frente a nosotros. Nos decían que lo mirásemos y que le diésemos las gracias. Así lo hicimos. Fue objeto de varias agresiones y yo mismo participé en alguna de ellas. En aquel momento me pareció justo. Para nosotros era la vergüenza del escuadrón.
Yo, en cambio, era un buen soldado. Obediente, en buena forma física, resistente al estrés. Aunque cometía fallos. A veces me equivocaba conduciendo el blindado por el campo. Y cada vez que me confundía, el sargento me obligaba a parar y me daba patadas en la cabeza, que asomaba bajo el casco por la escotilla del vehículo. Todo el mundo se nos quedaba mirando. La humillación pública me dolía más que los golpes. Por eso le pedí que, en vez de patearme, me diese puñetazos en las costillas. Lo que no dudaba entonces es que merecía un castigo físico.

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Para bajar del blindado había que poner un pie en el lateral. Pero ninguno lo hacíamos. Saltábamos directamente al suelo. Desde más de un metro de altura. Hasta cinco veces al día. Me dolían tanto las rodillas que apenas podía caminar. Pero no pedí la baja, no quería que mis compañeros me considerasen un flojo. Fui al hospital y me infiltraron. Eso me quitó el dolor, pero no la lesión, que se hizo crónica.
Ensayo con supuestos prisioneros

Unos cuatro meses antes de partir hacia Irak realizamos un ejercicio nocturno en un bosque próximo a la base. El escuadrón se dividió en dos grupos: de un lado, los desgraciados —es decir, aquellos que por un motivo u otro no caían en gracia a los mandos—, y de otro, los demás. Su misión era no ser capturados, y la nuestra, capturarles.
Cogimos a cuatro prisioneros. Mi sargento me ordenó que eligiera a dos para proceder a su interrogatorio. No sabíamos lo que pasaría a continuación, porque no se nos había dado información alguna, así que toda nuestra instrucción consistió en esa práctica. Descarté a dos de los capturados; uno, por ser mujer, y otro, porque era mi mejor amigo. Ambos permanecieron sentados y con los ojos vendados durante el ejercicio, que se desarrolló en tres fases.

Defensa desoyó las denuncias

M.G.
Pocos años después de volver de Irak, el soldado Charlie tuvo que dejar el Ejército. El Tribunal Médico Militar dictaminó que sufría “trastorno depresivo mayor siendo [dicha patología], de remota reversibilidad y constitutiva de una incapacidad total para el desempeño de las funciones propias del servicio”. Según los médicos castrenses, la enfermedad no la había contraido durante su etapa militar, ni guardaba “relación causa-efecto con el servicio”. Si se hubiera reconocido que sus problemas tenían su origen en Irak, habría tenido derecho a pensión.
Charlie aportó un informe del psiquiatra que le trataba seis horas diarias, quien le diagnosticó “trastorno de ansiedad no especificado, en probable relación con su permanencia como soldado en Irak”.
En su escrito de alegaciones contra el dictamen médico, al que ha tenido acceso EL PAÍS, Charlie describió algunos de los episodios incluidos en su relato; desde el “trato a prisioneros”, sin omitir los golpes y las vejaciones a sus compañeros, hasta las agresiones físicas y verbales de su jefe. “Durante mi estancia en Irak”, añadió, “hicimos prisioneros inocentes a los que golpeé por orden de mis superiores, dispararon a mi pelotón y a mí, se torturaba a los prisioneros ofreciéndoles agua, que posteriormente no se les daba, pese a las súplicas, y se hacían fotos riéndose de los mismos en esta situación. Apunté mi arma en varias ocasiones con intención de disparar a civiles iraquíes, provocando al menos un accidente de tráfico debido a las órdenes contradictorias de mis mandos”.
Pese a la gravedad de los hechos denunciados y a que Charlie aportaba los nombres de sus protagonistas, nadie hizo nada por investigarlos. La Asesoría Jurídica General de Defensa emitió un informe en el que se limitaba a señalar que “se ha cumplimentado el trámite de audiencia al interesado, sin que las alegaciones formuladas desvirtúen la fuerza de convicción de la citada acta de la Junta Médica Pericial”. Ni una palabra sobre torturas o vejaciones.
»Primera fase. Nos ordenaron pegar a los dos elegidos. No fue una orden dirigida a nadie en concreto, ni nos dijeron de qué manera hacerlo, pero en esas situaciones te sientes impune y sale el monstruo que todos llevamos dentro. O así es, al menos, como yo me lo he justificado todos estos años. Los demás empezaron a darles patadas y puñetazos. Yo no había pegado a nadie en mi vida, así que al principio me quedé quieto. Pero mi sargento me empujó para que participara. Me acerqué y le di una patada a uno. Una vez que empecé, ya no me pude parar. Eran mis compañeros de promoción.
»Segunda fase. Tras pegarles nos ordenaron bajarles los pantalones y la ropa interior. Un compañero mío pasó el cañón de su fusil por el ano de uno de ellos, haciendo ademán de introducirlo mientras se burlaba. Un mando le reprendió: “¿Qué haces? ¿Te gustaría que te hicieran eso a ti?” Pero luego se marchó y mi sargento les obligó a colocarse de rodillas uno detrás de otro, de modo que los genitales de uno quedaran en contacto con el trasero del otro. Hizo que se movieran como si estuvieran copulando. “Haced el trenecito”, les ordenaba entre risas. Uno de ellos sollozaba.
»Tercera fase. El interrogatorio lo dirigió otro sargento. Consistía en hacerles preguntas de todo tipo. Desde cómo se llamaban sus padres hasta quiénes eran sus mandos. Iba alternando las preguntas (algunas, carentes de cualquier interés militar; otras, relevantes), pero cada cuatro repetía una que ya había formulado antes. Su objetivo era comprobar la sinceridad del prisionero y su grado de resistencia. El sargento hablaba pausadamente y solo les daba pequeños golpes cuando contestaban de manera distinta de como lo habían hecho la vez anterior. Pero yo no tenía su paciencia, estaba cansado y nervioso, y les insultaba y pegaba hasta que un compañero me dijo que eso no era efectivo y me apartó. No estoy seguro de lo que pasó luego. Sé que a los cinco minutos estaban dispuestos a contestar a cualquier cosa que se les preguntara, aunque en teoría solo debían darnos su nombre, número de identificación militar, graduación y fecha de nacimiento. Puedo pensar que el objetivo de este ejercicio era prepararnos por si caíamos prisioneros en Irak. Pero si era así, nadie nos lo dijo. Y ni yo ni la mayoría de mis compañeros hicimos nunca el papel de presos. Solo el de carceleros.
‘Rules of engagement’

Conocidas en castellano como Reglas de Enfrentamiento o, simplemente, Roes. Nos las explicó mi sargento en tres minutos cuando ya estábamos en Kuwait, haciendo la aclimatación previa al ingreso en territorio hostil. Me acuerdo de que nos dijo que nosotros, a diferencia de los americanos, solo podíamos disparar si nos disparaban primero; y que los vehículos y edificios con la media luna roja eran inviolables, aunque incluso ese principio era relativo, porque los insurgentes podían usarlos con fines bélicos. Eso fue todo.
La misión en Irak

Entré en Irak a mediados de agosto de 2003. La guerra había empezado el 20 de marzo y la situación no era excesivamente hostil. Pero en los cuatro meses y medio que pasé en la zona de operaciones, la seguridad se fue deteriorando. A la Brigada Plus Ultra le correspondía el control de las ciudades de Diwaniya y Nayaf y sus provincias. El contingente estaba formado por 1.300 militares (españoles y centroamericanos), de los que 400 pertenecíamos a unidades operativas, y 900, a unidades logísticas, sanitarias, Estado Mayor, comunicaciones, etcétera. Todo el trabajo de campo recaía sobre unos pocos. Eso suponía jornadas de 14 horas ininterrumpidas, de lunes a domingo, y no era raro que en mitad de la noche nos despertaran para alguna operación o que al regreso de una patrulla nos tocara una guardia. Nuestras misiones consistían en patrullas de presencia (exhibición de fuerza para que los iraquíes supieran quién mandaba, en palabras de un oficial); escolta de cualquier vehículo que saliera del cuartel; check-points en las carreteras; vigilancia de puntos sensibles (como un puente próximo a la base), y protección de convoyes de combustible. La mitad de mi estancia en Irak la pasé escoltando estas larguísimas columnas de camiones-cisterna con gasolina para los americanos.

Un soldado español observa a un grupo de civiles en Diwaniya (Irak). / J. Teniente
El clima era infernal. Hasta 50 grados en los meses de verano. Eran frecuentes los golpes de calor, y a mí se me cocían, literalmente, los pies, pero no podía abandonar mi puesto hasta que vomitara o me desmayase. La herida que me hice en la rodilla a las dos semanas de llegar solo se curó a mi regreso a España.
Dormíamos en hamacas de lona que te destrozaban la espalda y el cuello, en barracones insalubres (convivimos con dos escorpiones hasta que pudieron fumigar) y relativamente hacinados (decenas de soldados juntos), sin ninguna intimidad. El servicio de catering,contratado con una empresa, dejaba mucho que desear y era frecuente comer lo que las familias enviaban en paquetes desde España. En cualquier caso, la mayoría de los días estábamos de misión fuera de la base y nos alimentábamos con raciones de combate.
Con los iraquíes

Al principio nos acogieron muy bien. La gente nos saludaba como a libertadores. A mí me parecía lo normal, porque, a fin de cuentas, les habíamos librado de Sadam Hussein y les traíamos la democracia y la prosperidad. El problema es que eso no era cierto. No sabría explicar cómo se produjo el cambio. Solo sé que estábamos sometidos a temperaturas extremas, sufriendo incomodidades, trabajando a destajo, durmiendo lo justo y escuchando disparos a todas horas. Lo peor es que cualquier persona podía ser un insurgente dispuesto a inmolarse, y cualquier objeto, una trampa. Los efectos de esta tensión permanente eran visibles: perdí casi diez kilos y desarrollé tics nerviosos. Llegó un momento en el que empezamos a sentir un odio visceral hacia los iraquíes, comentábamos entre nosotros que mataríamos a todos los que pudiéramos si nos dieran la oportunidad. Y estoy seguro de que ellos pensaban lo mismo de nosotros.

Un VEC (Vehículo de Exploración de Caballería) español en Irak.
Los puestos de control

Son puestos de control en las carreteras en los que se registra al azar a los vehículos para comprobar si llevan armas. Desde el mando americano se nos recriminó por no cumplir el cupo de detenciones, así que estas misiones se hicieron más frecuentes. Por supuesto, todos los que tenían armas se llevaban algún golpe, pero hubo un caso especial. Detuvimos a un turismo con dos hombres de unos 30 años. Les hicimos abrir el maletero y encontramos un saco repleto de dólares y billetes iraquíes (unos 200.000 dólares, según me dijeron). Mi sargento decidió que eran insurgentes. Recogimos el dinero y detuvimos a los dos hombres a punta de fusil. Les vendamos los ojos, les atamos las manos y los metimos en el blindado. El coche que conducían quedó abandonado a su suerte. El trayecto hasta la base duró cuatro horas. El sargento ordenó que se les pegara y así se hizo. Aunque no había ninguna razón para ello, no suponían ninguna amenaza para nosotros. Al llegar a la base me mandaron que los condujera al calabozo. Como no podían ver, agarré a uno por el hombro y le retorcí el brazo para que se hiciera daño si intentaba zafarse. Pasaron dos días en la base España, donde fueron interrogados por un comandante de la Guardia Civil y agentes del CNI. Luego quedaron libres. Eran unos simples empresarios.
El conductor

Durante tres meses me tocó conducir el blindado. Aprendimos de los marines americanos, que obligaban a los vehículos civiles que se encontraban en su camino a apartarse hasta que pasara el convoy. Los iraquíes rara vez se apartaban. La misión de mi sargento era ordenarles con gestos que se echaran a un lado, y, en caso negativo, yo debía ponerme en paralelo, arrimarme y simular que iba a producirse una colisión, hasta que se asustaban y paraban en el arcén. Al principio, lo hacía con mucho cuidado. Al final, invadía su carril sin importarme lo que pudiera pasar. No hubo ninguna colisión, pero un camión estuvo a punto de volcar.
El explorador

Es el soldado que se sitúa en la parte posterior del blindado, vigilando con el arma montada para evitar que un potencial agresor te sorprenda por la retaguardia. Pasé a este puesto después de que mis condiciones psicofísicas no fueran las idóneas para seguir conduciendo. Las instrucciones eran claras: nadie podía acercarse a menos de 100 metros. Pero yo no era Dios y no podía obligar a los iraquíes a hacerme caso, por lo que me llevé innumerables broncas. Al final, decidí cumplir la orden a rajatabla. Se acercó un turismo a 50 metros. Le hice señales para que se alejara. Me ignoró. Así que monté el fusil y le apunté. El coche frenó y dio un volantazo. El vehículo que venía detrás chocó contra él. El primero se fue a la cuneta y volcó. Mi sargento me preguntó qué había pasado. Le dije que me había desobedecido, y ahí acabó la conversación. Seguimos nuestro camino.
Cerco a la mezquita

Se nos alertó de la presencia de insurgentes en una localidad situada a una hora de la base. Enviaron a mi pelotón, con dos blindados. Los localizamos y los perseguimos hasta que, según nos pareció ver, se metieron en una mezquita. Se nos ordenó prepararnos para entrar y capturarlos. A las dos horas llegó la contraorden: vuelta a la base. Afortunadamente, alguien se dio cuenta de que si atacábamos la mezquita no saldríamos vivos del pueblo.

Un piloto de helicóptero con visor nocturno, en la base de Diwaniya en Irak en octubre de 2003 / B. Pérez
Guardia nocturna

Entre los cometidos de la unidad que hacía la guardia nocturna estaban la vigilancia y la alimentación de los prisioneros. Mi cabo primero me dijo que le acompañara para darles la cena. Él llevaba la llave con la que abrió dos celdas; había un hombre de mediana edad en cada una. Me pareció que uno de ellos tenía la piel oscura, aunque resultaba difícil apreciarlo, porque la única iluminación era una bombilla mortecina. Estaba semidesnudo, tumbado sobre una manta (en el cuarto no había absolutamente nada, ni una cama) y muerto de miedo. Balbuceaba palabras que no pude entender, pero que sonaban como súplicas. La orden de mi superior fue que entrara delante y le apuntase con el fusil a la cabeza mientras él dejaba la bandeja en el suelo. Obedecí, pero en ese momento algo se quebró en mi interior. Me pregunté qué hacía yo allí, encañonando a un pobre infeliz, cómo había llegado a esa situación. Durante una semana sentí como si nada de aquello fuese real, como si estuviera bajo los efectos de un narcótico. Una noche que me tocó guardia estuve a punto de volarme los sesos. Solo las palabras de ánimo de dos compañeros me salvaron. Al amanecer llegaron nuevos prisioneros que rogaban por un trago de agua. Un soldado hizo ademán de ofrecerles una botella y la derramó luego en el suelo entre risotadas. Otro se hizo fotos burlonas con ellos. La naturaleza humana.
Recuerdo que nuestro capitán nos felicitó porque éramos la única unidad de toda la Brigada Plus Ultra en la que ningún soldado había pedido ver al psicólogo de la base
A finales de diciembre de 2003 volví a casa. Seis meses después empecé a sufrir insomnio, ansiedad, me volví obsesivo, absolutamente insociable e indisciplinado. Al final, el Ejército me dijo que ya no era útil para seguir en filas. Durante dos años recibí tratamiento psiquiátrico seis horas al día, de lunes a viernes, en un hospital. Aunque he mejorado considerablemente desde entonces, nunca he vuelto a ser el mismo.

Un peligroso “juego de rol”

M.G.
El ejercicio “trato a prisioneros” que describe Charlie en su relato forma parte del programa de instrucción de las unidades de élite del Ejército y está regulado por el manual MI7-010 del Mando de Adiestramiento y Doctrina. Su objetivo es “conseguir que el personal militar conozca y adopte la conducta correcta en caso de caer prisionero”; lo que debe hacerse excluyendo cualquier forma de vejación o malos tratos. El problema es que, en este juego de roles, quienes teóricamente pertenecen a un Ejército respetuoso con la legalidad internacional son los soldados que simulan ser prisioneros, mientras que los supuestos captores adoptan el papel de insurgentes o terroristas. La cobertura perfecta para quienes quieran dejarse llevar por un exceso de realismo.
No es la primera vez que este ejercicio de adiestramiento da lugar a abusos. En noviembre de 2010, la Sala de lo Militar del Supremo ratificó las condenas de cuatro a diez meses de prisión impuestas a un soldado y dos cabos por un delito de “extralimitación en el ejercicio del mando”.
La sentencia sorprende por sus paralelismos con el relato de Charlie: “Los procesados, cuyos rostros ocultaban, procedían a reducir a los prisioneros, sujetándoles las manos a la espalda, y a taparles con cinta aislante y trapos para quitarles toda visibilidad. [...] Ante la negativa del soldado a responder a las preguntas, los procesados le propinaron patadas y puñetazos por todo el cuerpo, uno de los cuales le impactó en la boca y le hizo sangrar. Le bajaron los pantalones y le presionaron en el ano con el cañón de un fusil HK, lo que motivó que el soldado diese un grito de dolor audible en toda la nave, que llamó la atención del sargento, quien se presentó inmediatamente y sorprendió a dos de los procesados encima del soldado y dándole golpes, al tiempo que un tercero le golpeaba con una silla, momento en que el sargento ordenó finalizar el ejercicio”. Cuatro soldados fueron golpeados. Uno estuvo 32 días de baja.
EL PAIS
 

Sebastian

Colaborador
Al menos siete muertos en cuarto día de violencia en Irak
Sábado, 18 de mayo de 2013

Se cuentan por decenas las víctimas de la violencia sectaria en Irak en los últimos cuatro días.
Al menos siete personas murieron este sábado en Irak, en el cuarto día de una ola de ataques a lo largo y ancho del país.
En uno de los peores incidentes, hombres armados irrumpieron en la casa de un oficial de la policía antiterrorista en Bagdad y dieron muerte a cinco personas, incluido el policía y su familia, que dormía.

Los ataques siguieron produciéndose a pesar de un llamado a la calma este viernes, que fue marcado por la violencia sectaria: al menos 60 personas murieron en tres incidentes con bombas en áreas dominadas por musulmanes sunitas en la capital iraquí.

Esto después de que se registraran una serie de ataques contra objetivos chiítas en diferentes ciudades durante los dos días previos.
http://www.bbc.co.uk/mundo/ultimas_noticias/2013/05/130518_ultnot_irak_violencia_yv.shtml
 

Sebastian

Colaborador
Más de 60 muertos en dos ataques en la provincia iraquí de El Anbar
Doce agentes secuestrados desde el sábado han sido hallados muertos tras intentar liberarlos Otros 10 han fallecido en un ataque a un puesto de control
Al menos 60 personas han muerto y otros cuatro han resultado heridos en dos enfrentamientos registrados en la noche del domingo en la provincia de El Anbar, de mayoría suní y situada al oeste de Bagdad. Entre los muertos se encuentran 12 agentes que habían sido secuestrados el sábado y que han fallecido durante una operación para liberarlos en una zona del oeste de la ciudad de Ramadi, la capital de El Anbar.

Se desconoce si los 12 policías han muerto durante enfrentamientos entre las fuerzas de seguridad y los secuestradores, o si estos últimos ya les habían matado antes del comienzo de los choques. Otros cuatro miembros de seguridad han resultado heridos mientras intentaban
liberar a los secuestrados, según fuentes policiales iraquíes.

Otros diez policías han perdido la vida en un ataque lanzado por hombres armados contra el puesto de control donde se encontraban en la zona de Raua, 120 kilómetros al oeste de Ramadi.

Además, al menos quince personas han muerto y otras 70 han resultado heridas en una serie de 12 atentados cometidos con coche bomba eb distintas ciudades de Irak, según han informado a Efe fuentes del Ministerio iraquí del Interior.

En el ataque más sangriento, dos coches bomba han explotado de manera consecutiva en el centro de la ciudad de Basora, 500 kilómetros al sur de Bagdad, y han causado once muertos y 33 heridos.
http://internacional.elpais.com/internacional/2013/05/20/actualidad/1369045863_338534.html
 

Sebastian

Colaborador
Irak sufre una de sus peores y más violentas crisis
Redacción
BBC Mundo

Las fuerzas de seguridad mataron a 23 suníes en Kirkuk y estallaron las protestas.
La violencia sectaria en Irak parece no tener freno.

Abril fue el mes más sangriento desde 2008: según estimaciones de Naciones Unidas más de 700 personas murieron por ataques durante ese mes. Y en lo que va de mayo ya han muerto más de 150 personas por atentados en diversos puntos del país.

Tan solo este jueves, más de 30 personas murieron por múltiples atentados con bombas en distritos principalmente chiítas de Bagdad, la capital iraquí, y en la ciudad de Basora, también de mayoría chiíta.

Jim Muir, corresponsal de la BBC en Medio Oriente, se pregunta en este artículo si Irak se encamina hacia una secesión.
Algunos observadores creen que la actual situación de creciente violencia en Irak es la peor crisis que enfrenta el país desde 1921, cuando se constituyó como Estado.

Otros creen que es el momento más crítico desde la caída de Saddam Hussein en 2003, o desde la salida de las tropas estadounidenses a fines de 2011.
Muchos están convencidos de que Irak está al borde de una guerra civil que podría llevar a la desintegración del país y que un acuerdo de partición sería la opción menos mala.

Más allá de sus dinámicas internas, de carácter centrífugo, Irak se encuentra envuelta en medio de profundas tensiones regionales, en que sus diversos componentes se ven disparados en direcciones diversas por las mismas fuerzas que pelean en la vecina Siria, cuyo conflicto está teniendo un impacto directo sobre Irak.

No importa cómo se la mire, la situación no se ve bien.

Pero eso no quiere decir que vayan a cumplirse las peores predicciones.
El país ya ha mostrado en el pasado una increíble capacidad de salir de una crisis a otra, sin conseguir estabilizarse, pero son explotar en pedazos tampoco.

El peor escenario
Hay, sin embargo, un panorama desalentador.
De concretarse, el país se dividiría a causa de tensiones en torno a líneas sectarias y étnicas que separan a sus tres principales comunidades: la mayoría chiíta (60%), los suníes y los kurdos.

Las señales de alarma ya están sonando, y no sólo se leen en el número de víctimas de los últimos estallidos de violencia en varias partes del país.

La mayoría de las estimaciones coinciden en que abril fue el mes más sangriento desde 2008. Naciones Unidas dice que más de 700 personas murieron en ataques con bombas y otras formas de violencia; de ellas más de 430 eran civiles.

Nunca desaparecieron las milicias insurgentes suníes.​

Muchas de la violencia ocurrió a fines de mes, tras un incidente en la ciudad de Hawija, en la provincia de Kirkuk, que tuvo lugar el 23 de abril. Ese día fuerzas de seguridad leales al primer ministro Nouri al Maliki mataron a un gran número de manifestantes suníes.

Esto desató más disturbios e incidentes, especialmente en las áreas suníes, en tensión contra el gobierno de al Maliki desde diciembre pasado.

Insurgentes, presumiblemente vinculados con al Qaeda y su "Estado Islámico en Irak", también incrementaron sus atentados contra poblaciones chiítas.

Todo esto no surgió de la nada. Es parte de una progresión lógica que se remonta a la formación del actual gobierno en diciembre de 2010, con una demora récord: las elecciones habían tenido lugar en marzo de 2010.

¿Unidad nacional?
Se suponía que el gobierno liderado por Nouri al Maliki sería de unidad nacional.
El líder kurdo Masoud Barzani (cuya coalición, Iraqiyya, había obtenido un mejor resultado que al Maliki) consiguió establecer un acuerdo para que al Maliki compartiera el poder con Iyyad Allawi (un chiíta de corte secular, que obtuvo la mayoría del voto suní), quien debía encabezar un "Alto Consejo Nacional de Estrategia", con considerable poder.

No ocurrió nada de eso. En vez de ser percibido como socio, al Maliki ha sido acusado de hacer las cosas por su cuenta, con un creciente poder autocrático derivado de su control del aparto de seguridad del Estado, incluyendo los ministerios de Defensa e Interior.

El gobierno de Nouri al Maliki, dominado por chiitas, respalda al presidente de Siria, Bashar al Assad.​

Los suníes han visto su participación cada vez más marginalizada y su voz alienada por la incapacidad de al Maliki de responder a las demandas y quejas de esta comunidad, especialmente en lo concerniente a la liberación de presos, leyes antiterroristas, empleo, etc.

Las actividades insurgentes de militantes suníes nunca desaparecieron.
El año que sucedió a la formación del gobierno de al Maliki la violencia se mantuvo en niveles similares a los de 2010.

Empeoraron en 2012, y ahora parecen estar intensificándose aún más, a medida que aumentan las quejas suníes.

Si al Maliki mantiene su curso actual, uno que impactaría de lleno en los intereses suníes, existe el riego de que diferentes corrientes tribales, religiosas y políticas se unan en bastiones suníes como las provincias de al Anbar y Nineveh, para crear una revuelta en contra del gobierno controlado por los chiítas.

Retiro kurdo
En marzo pasado los kurdos, que mantienen sus propias diferencias con al Maliki, retiraron a sus ministros y parlamentarios de Bagdad.

A raíz del incidente de Hawija, sus fuerzas militares también expandieron el control sobre la disputada provincia de Kirkuk, rica en petróleo.

Así que no es difícil imaginar que Irak se divida, a medida que suníes y chiítas se hunden más y más en una guerra sectaria, mientras los kurdos se consolidan en el norte.

Haciendo caso omiso de esa dinámica interna y de su propio rol, el propio al Maliki ha advertido de una guerra civil, asegurando que "la lucha sectaria" va a volver a Irak desde Siria.

"Un viento sopla detrás de esto, hay dinero, hay planes", dijo, en lo que parecía ser una referencia al apoyo que insurgentes y disidentes recibirían de los poderes regionales suníes.

Desde el comienzo ha habido una interacción real entre las áreas suníes del oeste de Irak y la revuelta suní del lado Sirio; no es algo sorprendente, teniendo en cuenta los lazos tribales y familiares, además de las actividades que militantes suníes vinculados con al Qaeda realizan de un lado y del otro de la frontera.

Mientras los suníes han apoyado por lo general a los rebeldes sirios, el gobierno mayoritariamente chiíta de al Maliki -tal vez influido por Irán- ha tendido a apoyar a presidente Bashar al Asad, a pesar de haber tenido diferencias en el pasado.

Atentados constantes
En lo que va de mayo de 2013 ya han muerto más de 150 personas por atentados en diversos puntos de Irak. Esta es una compilación parcial de algunos de los más mortíferos ataques.

20 de mayo. Al menos 24 personas murieron cuando ocho coches bombas estallaron en distritos predominantemente chiitas en Bagadad. Otros dos autos explotaron en la ciudad de Basora, de mayoría chiita; 13 personas murieron.

17 de mayo. Funcionarios iraquíes reportaron que más de 40 personas murieron en dos ataques con bombas, dirigidos hacia la población suní, cerca de Bagadad.

16 de mayo. Dos coches bomba explotaron en un distrito chiita de Bagdad; hubo al menos 11 muertos. Un atacante suicida mató al menos a ocho personas en una mezquita de Kirkuk.

15 de mayo. En tan solo una hora explotaron 11 bombas en diferentes puntos del país; los objetivos parecían ser principalmente chiitas. Los ataques dejaron al menos 34 muertos.

5 de mayo. Tres personas murieron por un ataque en un cibercafé en un distrito suní de Bagadad. Y un ataque con mortero mató a otros tres. Otra persona murió durante un ataque a una mezquita suní. Hubo otros varios atentados, que dejaron más víctimas, incluyendo a un gobernador de una ciudad al sur de Bagdad y su hijo, y un político en Kirkuk.

1 de mayo. Once miembros de una milicia suní anti-al Qaeda y un policía murieron durante dos ataques en la ciudad de Faluya. Un coche bomba dejó tres muertos en Bagdad.

Irak dependerá mucho, entonces, de lo que termine sucediendo en Siria. Si el régimen de la minoría alauita colapsa y el país se divide o queda bajo la mayoría suní, puede ser que se vuelva más difícil mantener a los suníes iraquíes bajo la órbita del gobierno central.

Si terminaran uniéndose de un modo y otro a una Siria suní, eso podría dejar a los chiítas iraquíes con pocas alternativas más que acercarse más aún a sus correligionarios del este, en Irán.

Pero dentro de un contexto iraquí, si al Maliki puede demostrar que lo que ocurrió en Hawija fue una aberración, y hacer concesiones que apacigüen a los suníes, tal vez consiga controlar la situación, no en menor medida por el hecho de que a los suníes les cuesta unificarse.

Influencia iraní
Todo dependerá mucho, también, de qué quiera Irán, dada su indudable influencia en la mayoría de los grupos políticos chiítas y -en menor medida- kurdos de Irak.
Las cavilaciones de Teherán están dominadas en estos días por la necesidad de salvar a su tambaleante aliado en Damasco.

Es difícil ver cómo una profundización de la fragmentación y el caos en Irak podrían ayudar a conseguir ese objetivo.

Teherán estuvo involucrado en el acuerdo para compartir el poder al que se llegó a fines de 2010 y no hay ninguna razón para suponer que ahora favorece la vía de la desestabilización y desintegración.

Aunque hay elementos separatistas en todas las comunidades iraquíes, en términos generales una partición no interesaría a ninguna.

En el norte los kurdos disfrutan de lo mejor de ambos mundos: tienen un nivel de autonomía casi lindante con la independencia, a la vez que reciben una porción importante -aunque disputada- del presupuesto federal, concentran bastante poder y tienen un rol vital en la política de Bagdad.

Aunque siguen soñando con la independencia, saben que al no tener salida al mar dependen de sus vecinos (Irak mismo, Irán, Siria y Turquía), cuya aprobación sería esencial para que fuera viable. Por lo pronto, hacer su juego dentro de un Irak federal es su mejor opción.

Los chiítas serían "quienes más perderían con una partición; ¿y qué ganarían uniéndose a Irán?", dijo un veterano observador de la política iraquí.
"En lo que concierne a los suníes, pocos quieren separarse de Irak; quieren controlarlo todo, como lo hicieron por siglos".

Esto no significa que los peores escenarios no se concreten.
Pero todavía hay poderosos factores que mantienen a Irak unido.
Y, al menos por el momento, los iraquíes siguen discutiendo acerca de la dura pelea que se dará en las urnas, cuando se lleven adelante las elecciones generales de 2014, y no hablan de cavar trincheras.
http://www.bbc.co.uk/mundo/noticias...ional_irak_violencia_sectaria_futuro_nc.shtml
 
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