Desarrollo Aeroespacial Argentino

Eduardo Moretti

Colaborador
Satélites científicos: un programa que ya cumplió 30 años y se plantea más logros

En 1987, Astrofísica, revista de divulgación científica que pretendía difundir esta disciplina entre los estudiantes de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, publicó una nota titulada "Los científicos de la NASA, interesados en un proyecto argentino"

Se refería a la llegada a Buenos Aires de una delegación de la agencia espacial norteamericana para interiorizarse de los esfuerzos de un pequeño grupo de investigadores de la Comisión Nacional de Investigaciones Espaciales, de San Miguel, y del Instituto de Astronomía y Física del Espacio, que estaban intentando desarrollar un satélite made in Argentina, el SAC-I.

El artículo, firmado por Horacio Ghielmetti, entonces director del Instituto de Astronomía y Física del Espacio y uno de los involucrados en esa aventura que daría nacimiento al programa de satélites científicos en el país, fue rescatado hace algunos días por Guillermo Giménez Calderón, investigador argentino residente desde hace 20 años en Brasil (y que da rienda suelta a su pasión por la historia de la ciencia en el blog

Tres décadas más tarde, la Argentina es un actor reconocido en el área satelital, donde colabora de igual a igual con las agencias espaciales más importantes del globo. Lleva lanzados cuatro satélites científicos, con un récord de 100% de efectividad (SAC-B, SAC-A, SAC-C y SAC-D/Aquarius), y tiene dos más "en las gateras", con fecha estimada de lanzamiento para fines de este año y el próximo (Saocom 1A y 1B) y otros dos (Sabiamar) para 2020.

"Yo había ingresado en la CNIE, que dependía de la Fuerza Aérea, en 1982 -recuerda Daniel Caruso, que fue jefe de proyecto de la misión SAC-D/Aquarius-. Era ingeniero egresado de la UBA y a los 27, cuando me tocó hacer el servicio militar, me destinaron a San Miguel, donde había un grupo de sistemas satelitales y otro de navegación guiada y control.

Caruso, que se formó durante un tiempo en Francia, fue uno de los que estuvieron en esa reunión clave. "Teníamos entre manos un proyecto humilde -cuenta-. Éramos siete, pero la gente de la NASA vio que teníamos ganas y pujanza."

El artículo, firmado por Horacio Ghielmeti, entonces director del Instituto de Astronomía y Física del Espacio y uno de los involucrados en esa aventura que daría nacimiento al programa de satélites científicos en el país, fue rescatado hace algunos días por Guillermo Giménez Calderón, investigador argentino residente desde hace 20 años en Brasil (y que da rienda suelta a su pasión por la historia de la ciencia en el blog http://historia-ciencia-tecnologia.blogspot.com.ar).

Tres décadas más tarde, la Argentina es un actor reconocido en el área satelital, donde colabora de igual a igual con las agencias espaciales más importantes del globo. Lleva lanzados cuatro satélites científicos, con un récord de 100% de efectividad (SAC-B, SAC-A, SAC-C y SAC-D/Aquarius), y tiene dos más "en las gateras", con fecha estimada de lanzamiento para fines de este año y el próximo (Saocom 1A y 1B) y otros dos (Sabiamar) para 2020.

"Yo había ingresado en la CNIE, que dependía de la Fuerza Aérea, en 1982 -recuerda Daniel Caruso, que fue jefe de proyecto de la misión SAC-D/Aquarius-. Era ingeniero egresado de la UBA y a los 27, cuando me tocó hacer el servicio militar, me destinaron a San Miguel, donde había un grupo de sistemas satelitales y otro de navegación guiada y control."


Caruso, que se formó durante un tiempo en Francia, fue uno de los que estuvieron en esa reunión clave. "Teníamos entre manos un proyecto humilde -cuenta-. Éramos siete, pero la gente de la NASA vio que teníamos ganas y pujanza."


Reunión en Baltimore, en los inicios de la actividad satelital.
El SAC-I era un satélite de bajo peso, unos 150 kg, cuya misión científica se centraba en la detección de radiación electromagnética y partículas de alta energía de las fulguraciones solares. Más tarde, cuando el SAC-I se convirtió en el SAC-B, se acordó que el instrumental y el lanzamiento serían aportados por la NASA, y el satélite propiamente dicho sería responsabilidad local.

¿Pero por qué se habían interesado los experimentados científicos norteamericanos en un pequeño equipo de un lejano país en el otro extremo del planeta?

Gran parte de la respuesta a este interrogante está cifrada en un nombre: Mario Acuña, un ingeniero cordobés que había emigrado a los Estados Unidos, donde desde 1969 trabajaba en el Centro Espacial Goddard. Él se convertiría en un pionero de la exploración espacial y daría el puntapié inicial para impulsar los esfuerzos locales.

De la cancha al espacio
"Todo surgió en una cancha de fútbol del Goddard -confiesa, divertido, Marcos Machado, actual director científico de la Conae-. Yo estaba trabajando allá en una misión que se llamaba Solar Maximum o Solar Max. Un inglés viene y me dice: «Che, a vos te tiene que gustar el fútbol. ¿Por qué no venís el viernes?». Me puse los pantaloncitos, fui y ahí conocí a Mario Acuña. Nos hicimos amigos y un día nos fuimos a tomar unas margaritas por ahí cerca, y Mario me dice: «¿Por qué no hacen un satélite? ¿Por qué no intentan? ¡Se puede!». Él reunió a un grupo de técnicos con mucha experiencia, de «los viejos» de la NASA, para que nos asesoraran. Entre ellos, había uno al que apodaban «Doctor Satellite», Henry Hoffman: cuando un satélite tenía un problema llamaban al doctor, lo llamaban a Henry."

Ana María Hernández se había graduado de física en la UBA y después del 66 se había ido a hacer un doctorado en la Universidad de Pittsburgh, Estados Unidos, en el área nuclear experimental. En 1983 volvió desempleada y Ghielmetti le propuso que se fuera a trabajar con él en el germen de un satélite argentino.

"Ghielmetti tenía una estrecha relación con Acuña -recuerda Hernández, hoy investigadora de la Conae (premiada por la NASA por sus servicios excepcionales)-. Entonces propuso que presentáramos el proyecto del SAC-1, en el que habían trabajado la CNIE y el IAFE, a un llamado de la agencia espacial norteamericana para pequeños satélites."

El concurso era internacional y se presentaron 51 propuestas. El SAC-1 se ubicó en los primeros puestos, pero no fue seleccionado por razones programáticas. Sin embargo, abrió la posibilidad de conversar sobre una colaboración firme.

Claro que ni el IAFE ni la CNIE contaban con los fondos necesarios para transformar ese sueño en realidad. Hacían falta no sólo más recursos humanos, sino también materiales. Algunos de los que participaban en el proyecto, entre ellos Mario Gulich, el cerebro que estaba detrás del SAC-B, fueron entonces con la gente de la NASA hasta Bariloche para explorar la posibilidad de que Invap, en ese momento bajo la conducción del doctor Conrado Varotto, se ocupara del diseño y la construcción.

Un salto al vacío
"Ellos [por los técnicos de la NASA] estaban acostumbrados a ver instalaciones de cierto estándar -recuerda Varotto-. Y nosotros en ese tiempo no las teníamos y nos dedicábamos a lo nuclear, todavía no habíamos incursionado en cuestiones satelitales. De todos modos, mi punto de vista era que Invap, como empresa de tecnología, tenía que ser capaz de afrontarlo. Les ofrecimos involucrarnos en el tema y hacernos cargo. Hubo un momento tenso en el que una persona con la que más tarde tendría una gran amistad me sacó un poco de las casillas. Entonces le planteé: «Dígame, ¿cuál es el problema? ¿Ustedes quieren un cuarto limpio [aséptico, para el ensamblaje del satélite]? Venga dentro de un mes y lo va a tener. Él lo tomó como una bravuconada, pero a partir de ese momento nos pusimos manos a la obra. Como la gente del IAFE y la CNIE no tenían presupuesto, le ofrecí a Gulich que Invap lo hiciera a su cuenta y riesgo. Y que si un día aparecían los recursos nos pagaban. Mario quedó espantado por la propuesta."

"El contrato era tan inusual que se lo llevé a un cuñado mío que era abogado para ver si no nos estábamos metiendo en un problema -se ríe Machado-. Y él me dijo que nunca había visto algo como eso."

Así nació, cuando todavía pocos países se animaban al espacio, el programa de satélites científicos locales, que a lo largo de las últimas décadas se convirtieron en los ojos del país en el espacio y ayudan a prevenir emergencias, a elaborar mapas de riesgo de enfermedades de interés agrícola, a tomarle el pulso al clima y a dar alerta temprana de inundaciones e incendios, entre muchas otras aplicaciones.

Los pioneros de esta epopeya vivieron historias impensadas, como mantener dos trabajos porque ganaban algo más de 300 dólares por mes o tener que dormir en la embajada argentina en Washington para ahorrar en alojamiento, o tomar riesgos nada desdeñables.

"Me acuerdo de que cuando lanzaron el Sputnik I yo tenía 8 años -recuerda Machado-. Ese día fuimos a visitar a mis abuelos. Estábamos en Parque Centenario y le pregunté a mi viejo, que era matemático, cuándo la Argentina iba a construir un satélite. Y él me contestó «Lo más probable es que se lo compremos a los que saben hacerlo». Eso me quedó grabado. Me dije que no podía ser, que teníamos que lograrlo. Para mí, fue el sueño del pibe."

Un desafío para los científicos
1987
Interés de la NASA

Como consigna Guillermo Giménez de Castro (en http://historia-ciencia-tecnologia.blogspot.com.ar), Horacio Ghielmetti, entonces director del Instituto de Astronomía y Física del Espacio, lo comenta en la revista Astrofísica y menciona que se inicia una colaboración con científicos argentinos para desarrollar un satélite con fines científicos

1991
Crean la Conae

Se hace cargo del proyecto SAC-B, un satélite de observaciones solares que venían diseñando en colaboración con el IAFE y la Comisión Nacional de Investigaciones Espaciales (CNIE)

1996
Lanzamiento del SAC-B

El primer satélite científico argentino que llegó al espacio fue desarrollado en colaboración con la NASA. Tenía por objetivo investigar las fuentes explosivas extragalácticas de alta energía

Mario Acuña
Este ingeniero cordobés, pionero de la exploración espacial que trabajó durante décadas en la NASA, fue una figura clave para el impulso de la actividad espacial en la Argentina

Mario Gulich
Físico, especialista en control orbital, fue el hombre detrás del SAC-I, luego rebautizado SAC-B.

Teófilo Tabanera
Gracias a la influencia de este visionario, el país estuvo entre los primeros en crear su propia agencia: la Comisión Nacional de Investigaciones Espaciales

Marcos Machado
Director científico de la CONAE

"A los ocho años supe del lanzamiento del Sputnik I. Para mí era «el sueño del pibe»"

http://www.lanacion.com.ar/1983363-...ue-ya-cumplio-30-anos-y-se-plantea-mas-logros
 
1970, Dia de la Fuerza Aérea (foto casi abajo de todo). Atrás de todo se puede ver un Cohete, pero ahora me los olvidé todos, será un Orión?
 

DSV

Colaborador
Lo mismo que escribió la UNSAM sobre Defensa, en versión desarrollo aeroespacial:

Industria satelital: ¿despegue o misión cancelada?
La presentación, en la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA, de una investigación sobre el desarrollo y los actores del sector espacial en la Argentina fue una ocasión para debatir sobre su potencial, en el marco de la suspensión de proyectos satelitales como el de ARSAT.

Por Bruno Massare
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Agencia TSS — ¿Qué trayectoria llevó a la Argentina a convertirse en uno de los ocho países del mundo que puede fabricar sus propios satélites de comunicaciones y tener al fabricante —por INVAP— más avanzado de América Latina en este sector? ¿Cuál debería ser el rol del Gobierno en el apoyo a esta industria? ¿La suspensión del ARSAT-3 obedeció a razones presupuestarias o geopolíticas? Alrededor de estas y otras preguntas se debatió durante la presentación del trabajo Al infinito y más allá. Una exploración sobre la economía espacial en argentina, de Andrés López, Paulo Pascuini y Adrián Ramos, investigadores del Instituto Interdisciplinario de Economía Política (IIEP), que se realizó la semana pasada en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires (UBA).

A partir del acceso a documentos y entrevistas con algunos de los principales referentes del sector espacial local, en las 60 páginas del trabajo se hace un racconto del desarrollo del sector espacial argentino hasta el presente, se identifican actores, fortalezas y debilidades del entramado local de instituciones y empresas, y se sugieren políticas públicas para el sector. La investigación fue presentada en el marco del Seminario Interuniversitario sobre Desarrollo Productivo Argentino (SIDPA), una iniciativa conjunta de la UBA, la Universidad Nacional de General Sarmiento, la Universidad de San Andrés, la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM) y el Centro de Investigaciones para la Transformación.

El repaso histórico reconoce los esfuerzos realizados décadas atrás en el ámbito de la Comisión Nacional de Investigaciones Espaciales (CNIE) y pone el foco en un encadenamiento clave: en la Argentina, el sector satelital es en gran medida “hijo” del proceso de acumulación de conocimientos y capacidades que se dio desde los años cincuenta en el área nuclear —del cual INVAP ha sido un protagonista fundamental— y que se consolidó a partir de la creación de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE), tras la interrupción del Proyecto Cóndor.

Sin embargo, la suspensión de proyectos como el ARSAT-3 —lo que implica incumplir la Ley de desarrollo de la industria satelital y afecta seriamente a INVAP y al resto de las empresas del sector—, la política de apertura de cielos para que operen satélites extranjeros en el país —que no conduce necesariamente a una baja de precios para los consumidores, según esta investigación—, la aparente falta de interés del Gobierno por impulsar a este sector y la histórica conducción bicéfala de la política satelital en la Argentina —hoy con las misiones científicas a cargo de la CONAE y las de telecomunicaciones a cargo de ARSAT— abren serios interrogantes sobre el futuro de una industria de alto valor agregado.


El sector satelital es en gran medida “hijo” del proceso de acumulación de conocimientos y capacidades que se dio desde los años cincuenta en el área nuclear, del cual INVAP ha sido un protagonista fundamental.
“Mientras que los proyectos vigentes asociados al desarrollo de satélites de observación (SARE y SAOCOM) por parte de INVAP y de lanzadores (Tronador) por parte de VENG están en marcha, las demoras y potenciales discontinuidades en los desarrollos de satélites de telecomunicaciones que pudieran surgir de, por ejemplo, posibles problemas de financiamiento al proyecto ARSAT-3, generarían efectos negativos a largo plazo sobre las capacidades competitivas en este segmento”, dicen los investigadores. Cual ironía del destino, pocas horas después de la presentación en la Facultad de Ciencias Económicas, un ensayo realizado en estricta reserva culminaba con el lanzador VEX5A —prototipo del Tronador— explotando en el suelo por fallas en su sistema de propulsión, tras un ascenso de apenas seis segundos.

Alcanzar la capacidad de fabricar vehículos de lanzamiento para satélites implicaría entrar en otro selecto club de países, en este caso apenas once, según explican los autores: “Si el proyecto Tronador-II evoluciona según los términos previstos, en 2020 se estaría en condiciones de prestar servicios de lanzamiento a agencias de otros países, lo cual sugiere que también en este caso se estarían acumulando capacidades tecnológicas competitivas a escala internacional”.

Estado y estrategia

En el trabajo se hace referencia a dos características del sector satelital: su carácter dual —con aplicaciones tanto en el ámbito civil como militar— y su alta complejidad técnica. Esto deriva en mercados en general oligopólicos, en los que la mayoría de los países productores de estas tecnologías compran a proveedores fronteras adentro dado el carácter estratégico de esta industria. En la división entre satélites de observación (de órbita baja) y de telecomunicaciones (geoestacionarios), esta última, señalan, “es la más compleja técnicamente y tiene al presente un impacto económico mucho mayor”.

Estas características hacen que la posibilidad de exportación de la industria aeroespacial dependa “no solamente de los precios, nivel tecnológico y gestiones comerciales de las empresas locales, sino también del esfuerzo llevado adelante por las cancillerías y la presidencia del país oferente”. Y citan el caso de INVAP: “Durante las entrevistas realizadas, hemos recibido comentarios acerca de la pérdida de posibilidades de venta de satélites debido a la falta de este complemento financiero y la desventaja competitiva al enfrentarse con rivales que poseen un fuerte respaldo financiero por parte de sus gobiernos”.


Según los investigadores del IIEP, la posibilidad de exportación de la industria aeroespacial depende “no solamente de los precios, nivel tecnológico y gestiones comerciales de las empresas locales, sino también del esfuerzo llevado adelante por las cancillerías y la presidencia del país oferente”.
La interrupción del ARSAT-3 —pese a que la conducción de la compañía había dicho que se iniciaría cuando se vendiera la capacidad del ARSAT-2, algo que, según declaraciones del presidente de ARSAT, ya habría ocurrido— perjudica seriamente a INVAP, al punto que el ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, Lino Barañao, le dijo a TSS que están analizando cómo garantizar la supervivencia de INVAP en ausencia de este proyecto. “INVAP es la fábrica más sofisticada de América Latina en este sector según informes de consultoras privadas”, dijo López durante la presentación. Y agregó: “La discontinuidad en los planes de lanzamiento plantea un riesgo de obsolescencia tecnológica”.

Los investigadores enfatizan tanto el rol activo de los gobiernos para promover este tipo de industrias —“En todos los países el rol del gobierno es esencial en los dos extremos de la cadena: en la provisión del financiamiento inicial para investigación y desarrollo y como principal demandante de muchos productos y servicios satelitales”— como en el hecho de que “en las últimas décadas se observa una influencia creciente del sector privado, la cual ha igualado a la demanda estatal”. Y sugieren la “necesidad de incorporar de manera creciente al sector privado de acuerdo con las tendencias que se observan en otros países”.

Pero, ¿pueden trasladarse las tendencias imperantes en países desarrollados a países en desarrollo que presentan otro nivel de maduración en su entramado científico-tecnológico e industrial? Diego Hurtado, docente de la UNSAM, miembro del directorio de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica y director de TSS, fue invitado a comentar el trabajo de López, Pascuini y Ramos, y recordó que, ya en los años noventa, la OCDE pedía la desregulación de los sectores estratégicos en los países en desarrollo. “Si consideramos que detrás de un satélite hay intereses geopolíticos y geoeconómicos, ya no se puede hablar solo de competencia y mercado. ¿Qué solución se le da a los países periféricos? Los países centrales protegen desde el Estado sus sectores estratégicos y se le exige a la periferia que genere espacios de competencia en estos mismos sectores, es decir, se nos exige que para nosotros no sean estratégicos. De esta manera, los países en desarrollo terminan siendo un lugar de extracción de riqueza”.


La suspensión de proyectos satelitales perjudica seriamente a INVAP, al punto que el ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, Lino Barañao, le dijo a TSS que están analizando cómo garantizar la supervivencia de la empresa.
Según Hurtado, “esto en general sucede cuando un país periférico o semiperiférico empieza a ingresar en nichos de alto valor agregado. Es ahí cuando empiezan a aparecer obstáculos de todo tipo, sobre todo a través de las regulaciones. En estos casos, podríamos hablar de un colonialismo regulatorio. En el área nuclear, por ejemplo, cuando la Argentina comenzó a dominar el ciclo de producción, en los años ochenta, automáticamente se lo comenzó a tildar de país proliferador”. Durante el debate, López dijo no creer que la suspensión del ARSAT-3 tuviera que ver con cuestiones geopolíticas. “Más bien creo que tiene que ver con una cuestión presupuestaria”, sostuvo.

En el trabajo también se hace referencia a políticas contradictorias en el desarrollo del sector, como el lanzamiento de una convocatoria del MINCYT para la formación de consorcios para la fabricación de partes satelitales y versiones acerca de una posible discontinuidad en el flujo de fondos disponible para el proyecto SARE de la CONAE, que preveía el lanzamiento —vía el Tronador— de una constelación de satélites livianos de órbita baja para observación de la Tierra. La posible interrupción de estos proyectos no solo impacta en INVAP y expone a la pérdida de recursos humanos especializados, sino que también se afecta a un ecosistema que creció de manera incipiente alrededor de este sector. Un informe interno de la CONAE al que tuvieron acceso los investigadores releva un total de 70 proveedores del organismo, de los cuales diez son instituciones del sistema científico y tecnológico y el resto son pymes, en general, intensivas en tecnología y de reciente creación.

“El éxito de estas iniciativas depende de su continuidad en el tiempo y de la complementariedad con las decisiones tomadas en otros planos de la política espacial”, se sostiene en el documento.

http://www.unsam.edu.ar/tss/industria-satelital-despegue-o-mision-cancelada/
 
Se viene el Arsat-3: negocio para Invap de US$ 150 M

18 abril, 2017


La empresa nacional Arsat inició la revisión del proyecto de construcción y lanzamiento del satélite Arsat-3 y prevé anunciar en los primeros días de julio su puesta en marcha, lo que significaría para Invap –principal contratista- un negocio de unos 150 millones de dólares, según informaron a Económicas Bariloche fuentes del gobierno nacional.

Luego del éxito del Arsat-1 y Arsat-2, que ya están funcionando a pleno con sus servicios de telecomunicaciones, Arsat suspendió el proyecto del Arsat-3 a principios del año pasado para completar el plan de negocios y corregir algunos aspectos de los dos primeros, al tiempo que busca redefinir el futuro del tercero.

Los nuevos administradores de Arsat establecieron que el trabajo principal de redefinición y comercialización de servicios debía hacerse con el Arsat-2, que cubre un amplio territorio de todo el continente americano y en especial apunta a vender servicios en Estados Unidos.

Le dieron más solidez al plan de negocios y fortalecieron la comercialización del Arsat-2, y tomaron el plan de negocios del Arsat-3 para revisarlo a fondo, y darle un nuevo impulso a la misión.

El desarrollo del sector, que lleva ya 15 años, y este perfil más comercial le permitió al país figurar en el informe de la consultora especializada Euroconsult, un compendio indispensable en la industria satelital mundial, donde sólo figura el puñado de países y empresas –menos de 10 en cada caso- que integran satélites y manejan una misión espacial de principio a fin.

En principio Arsat prepara el anuncio del Arsat-3 para el próximo primero de julio, que irá acompañado de información sobre la venta de servicios del Arsat-2.

Además, el desarrollo de los dos primeros satélites geoestacionarios implica un fuerte abaratamiento para este nuevo proyecto, en función de que el desarrollo de ingeniería es el mismo: el Arsat-1 demandó una inversión completa –construcción, pruebas, traslado a Guyana Francesa y lanzamiento- de 280 millones de dólares; mientras el Arsat-3 se reducirá a 230 millones de dólares.

Al igual que los dos primeros (y los cuatro satélites de observación de la Tierra de la serie SAC), el Arsat-3 será construido completamente por la empresa estatal rionegrina Invap en Bariloche, y luego probado en el mismo lugar por la empresa Ceatsa, una sociedad de Invap y Arsat.

(Económicas Bariloche http://www.economicasbariloche.com.ar)
 
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Argentina debuta en el exclusivo mapa satelital mundial
18 abril, 2017

El mapa de integradores satelitales: Argentina en el exclusivo club de nueve países y siete empresas.

Argentina, de la mano de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (Conae) y la empresa estatal Argentina Satelital (Arsat), logró convertirse en parte del pequeño puñado de países en figurar en el competitivo mapa de la industria satelital mundial, mediante un informe exclusivo de la consultora Euroconsult, por su desarrollo tecnológico para el manejo integral de misiones.

Euroconsult publicó la última edición de Satellites to be built & launched by 2025 world market survey (Encuesta de mercado mundial de satélites que se construirán y lanzarán hasta 2025), un detallado informe de 200 páginas, de un precio de 7.000 euros, que presenta además de los datos un mapa mundial que muestra claramente al país solo entre cinco regiones de la industria.

Las regiones son América del Norte (Estados Unidos); Europa (Rusia, Israel, Francia e Inglaterra), Asia (Japón, China e India) y Argentina sola en Sudamérica.

Este informe provee un análisis exhaustivo del crecimiento científico, tecnológico y comercial de la demanda satelital a nivel mundial, integrando clientes, aplicaciones y órbitas.

El país comenzó a incursionar en los 90 en esta industria de alto valor agregado, con la creación de Conae liderada por Conrado Varotto, que contrató a Invap –también fundada en los 70 por el científico de origen italiano- para el diseño y construcción de la serie Satélites de Aplicaciones Científicas (SAC), de observación de la Tierra.

Así nacieron y fueron lanzados a órbita el SAC-A, SAC-B, SAC-C y SAC-D: estos dos últimos fueron los más destacados, por la eficiencia y permanencia en órbita funcionando por mucho más del período previsto (SAC-C); y porque la NASA estadounidense le confió a Argentina el Aquarius, equipo valuado en 200 millones de dólares para montar en el SAC-D.

Luego Conae firmó una asociación con la Agencia Espacial Italiana (ASI) para el diseño y construcción de dos satélites Saocom para la constelación Siage (Sistema Ítalo Argentino para Gestión de Emergencias), que se lanzarán entre fin de 2017 y de 2018, y además de uso en incendios, inundaciones, terremotos y otras catástrofes, serán de valioso uso en la agroganadería.

También Conae firmó con la agencia espacial de Brasil un convenio para la construcción de los dos Satélites de Brasil y Argentina para Información del Mar (Sabiamar), a lanzarse alrededor de 2020 o 2021, para el estudio ecológico y productivo de océanos y espejos de agua terrestres.

El país dio luego el gran salto al mercado mundial con la construcción en Invap, lanzamiento y manejo de los satélites geoestacionarios de comunicación ARSAT-1 y ARSAT-2, y el avance en los últimos dos años de la comercialización de sus productos, para redefinir el plan de negocios que pondrá en marcha el desarrollo del ARSAT-3.

Esta evolución en el mercado satelital, que comenzó por telecomunicaciones en Argentina y países vecinos, y extendió sus servicios al resto del continente y en especial a Estados Unidos, significó para la industria nacional la apertura de un mercado muy competitivo de apenas siete empresas y nueve países, para productos de altísimo valor agregado, que rondan entre 230 y 300 millones de dólares por unidad.

Vicente Campeni, subgerente General de Invap, explicó a Télam que “el gran mérito de Argentina para llegar a este nivel de países con estas capacidades y ubicarse entre los principales jugadores del mercado satelital, fue avanzar en un desarrollo que le permite avanzar en la comercialización abrir las puertas del mercado importador”.

“El universo de las comunicaciones satelitales es pequeño y muy competitivo, es una conjunción de Estados y empresas privadas en las que Argentina, a través de Conae y Arsat, e Invap como principal contratista, lograron acceder con una perspectiva exportadora de alto valor agregado”, señaló Campeni.

Destacó que los primeros pasos del país con Conae “fueron muy relevantes desde lo científico tecnológico, y permitieron al país hacer acuerdos con agencias espaciales de todo el mundo para desarrollar satélites de observación”, y luego “con los geoestacionarios saltamos a un mercado comercial muy importante para el país”.

A su vez el gerente de Área de Proyectos Espaciales, Gabriel Absi, agregó que “son muy pocos los que lograron esta capacidad integradora, que va desde el diseño del satélite hasta su construcción y pruebas, intervención en la misión completa contratando el lanzamiento, y manejo desde Tierra”.

“El informe de Euroconsult es esencial para la industria y está muy orientado a los satélites de comunicaciones, que por su componente comercial hacen a la industria económicamente más importante. El país está ahora en el plano de mayor relevancia del mercado espacial mundial”, agregó. (Télam)

(Económicas Bariloche http://www.economicasbariloche.com.ar)
 
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Argentina debuta en el exclusivo mapa satelital mundial
18 abril, 2017

El mapa de integradores satelitales: Argentina en el exclusivo club de nueve países y siete empresas.

Argentina, de la mano de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (Conae) y la empresa estatal Argentina Satelital (Arsat), logró convertirse en parte del pequeño puñado de países en figurar en el competitivo mapa de la industria satelital mundial, mediante un informe exclusivo de la consultora Euroconsult, por su desarrollo tecnológico para el manejo integral de misiones.

Euroconsult publicó la última edición de Satellites to be built & launched by 2025 world market survey (Encuesta de mercado mundial de satélites que se construirán y lanzarán hasta 2025), un detallado informe de 200 páginas, de un precio de 7.000 euros, que presenta además de los datos un mapa mundial que muestra claramente al país solo entre cinco regiones de la industria.

Las regiones son América del Norte (Estados Unidos); Europa (Rusia, Israel, Francia e Inglaterra), Asia (Japón, China e India) y Argentina sola en Sudamérica.

Este informe provee un análisis exhaustivo del crecimiento científico, tecnológico y comercial de la demanda satelital a nivel mundial, integrando clientes, aplicaciones y órbitas.

El país comenzó a incursionar en los 90 en esta industria de alto valor agregado, con la creación de Conae liderada por Conrado Varotto, que contrató a Invap –también fundada en los 70 por el científico de origen italiano- para el diseño y construcción de la serie Satélites de Aplicaciones Científicas (SAC), de observación de la Tierra.

Así nacieron y fueron lanzados a órbita el SAC-A, SAC-B, SAC-C y SAC-D: estos dos últimos fueron los más destacados, por la eficiencia y permanencia en órbita funcionando por mucho más del período previsto (SAC-C); y porque la NASA estadounidense le confió a Argentina el Aquarius, equipo valuado en 200 millones de dólares para montar en el SAC-D.

Luego Conae firmó una asociación con la Agencia Espacial Italiana (ASI) para el diseño y construcción de dos satélites Saocom para la constelación Siage (Sistema Ítalo Argentino para Gestión de Emergencias), que se lanzarán entre fin de 2017 y de 2018, y además de uso en incendios, inundaciones, terremotos y otras catástrofes, serán de valioso uso en la agroganadería.

También Conae firmó con la agencia espacial de Brasil un convenio para la construcción de los dos Satélites de Brasil y Argentina para Información del Mar (Sabiamar), a lanzarse alrededor de 2020 o 2021, para el estudio ecológico y productivo de océanos y espejos de agua terrestres.

El país dio luego el gran salto al mercado mundial con la construcción en Invap, lanzamiento y manejo de los satélites geoestacionarios de comunicación ARSAT-1 y ARSAT-2, y el avance en los últimos dos años de la comercialización de sus productos, para redefinir el plan de negocios que pondrá en marcha el desarrollo del ARSAT-3.

Esta evolución en el mercado satelital, que comenzó por telecomunicaciones en Argentina y países vecinos, y extendió sus servicios al resto del continente y en especial a Estados Unidos, significó para la industria nacional la apertura de un mercado muy competitivo de apenas siete empresas y nueve países, para productos de altísimo valor agregado, que rondan entre 230 y 300 millones de dólares por unidad.

Vicente Campeni, subgerente General de Invap, explicó a Télam que “el gran mérito de Argentina para llegar a este nivel de países con estas capacidades y ubicarse entre los principales jugadores del mercado satelital, fue avanzar en un desarrollo que le permite avanzar en la comercialización abrir las puertas del mercado importador”.

“El universo de las comunicaciones satelitales es pequeño y muy competitivo, es una conjunción de Estados y empresas privadas en las que Argentina, a través de Conae y Arsat, e Invap como principal contratista, lograron acceder con una perspectiva exportadora de alto valor agregado”, señaló Campeni.

Destacó que los primeros pasos del país con Conae “fueron muy relevantes desde lo científico tecnológico, y permitieron al país hacer acuerdos con agencias espaciales de todo el mundo para desarrollar satélites de observación”, y luego “con los geoestacionarios saltamos a un mercado comercial muy importante para el país”.

A su vez el gerente de Área de Proyectos Espaciales, Gabriel Absi, agregó que “son muy pocos los que lograron esta capacidad integradora, que va desde el diseño del satélite hasta su construcción y pruebas, intervención en la misión completa contratando el lanzamiento, y manejo desde Tierra”.

“El informe de Euroconsult es esencial para la industria y está muy orientado a los satélites de comunicaciones, que por su componente comercial hacen a la industria económicamente más importante. El país está ahora en el plano de mayor relevancia del mercado espacial mundial”, agregó. (Télam)

(Económicas Bariloche http://www.economicasbariloche.com.ar)



Espectacularrrrr
 
Lo mismo que escribió la UNSAM sobre Defensa, en versión desarrollo aeroespacial:

Industria satelital: ¿despegue o misión cancelada?
La presentación, en la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA, de una investigación sobre el desarrollo y los actores del sector espacial en la Argentina fue una ocasión para debatir sobre su potencial, en el marco de la suspensión de proyectos satelitales como el de ARSAT.

Por Bruno Massare
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Agencia TSS — ¿Qué trayectoria llevó a la Argentina a convertirse en uno de los ocho países del mundo que puede fabricar sus propios satélites de comunicaciones y tener al fabricante —por INVAP— más avanzado de América Latina en este sector? ¿Cuál debería ser el rol del Gobierno en el apoyo a esta industria? ¿La suspensión del ARSAT-3 obedeció a razones presupuestarias o geopolíticas? Alrededor de estas y otras preguntas se debatió durante la presentación del trabajo Al infinito y más allá. Una exploración sobre la economía espacial en argentina, de Andrés López, Paulo Pascuini y Adrián Ramos, investigadores del Instituto Interdisciplinario de Economía Política (IIEP), que se realizó la semana pasada en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires (UBA).

A partir del acceso a documentos y entrevistas con algunos de los principales referentes del sector espacial local, en las 60 páginas del trabajo se hace un racconto del desarrollo del sector espacial argentino hasta el presente, se identifican actores, fortalezas y debilidades del entramado local de instituciones y empresas, y se sugieren políticas públicas para el sector. La investigación fue presentada en el marco del Seminario Interuniversitario sobre Desarrollo Productivo Argentino (SIDPA), una iniciativa conjunta de la UBA, la Universidad Nacional de General Sarmiento, la Universidad de San Andrés, la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM) y el Centro de Investigaciones para la Transformación.

El repaso histórico reconoce los esfuerzos realizados décadas atrás en el ámbito de la Comisión Nacional de Investigaciones Espaciales (CNIE) y pone el foco en un encadenamiento clave: en la Argentina, el sector satelital es en gran medida “hijo” del proceso de acumulación de conocimientos y capacidades que se dio desde los años cincuenta en el área nuclear —del cual INVAP ha sido un protagonista fundamental— y que se consolidó a partir de la creación de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE), tras la interrupción del Proyecto Cóndor.

Sin embargo, la suspensión de proyectos como el ARSAT-3 —lo que implica incumplir la Ley de desarrollo de la industria satelital y afecta seriamente a INVAP y al resto de las empresas del sector—, la política de apertura de cielos para que operen satélites extranjeros en el país —que no conduce necesariamente a una baja de precios para los consumidores, según esta investigación—, la aparente falta de interés del Gobierno por impulsar a este sector y la histórica conducción bicéfala de la política satelital en la Argentina —hoy con las misiones científicas a cargo de la CONAE y las de telecomunicaciones a cargo de ARSAT— abren serios interrogantes sobre el futuro de una industria de alto valor agregado.


El sector satelital es en gran medida “hijo” del proceso de acumulación de conocimientos y capacidades que se dio desde los años cincuenta en el área nuclear, del cual INVAP ha sido un protagonista fundamental.
“Mientras que los proyectos vigentes asociados al desarrollo de satélites de observación (SARE y SAOCOM) por parte de INVAP y de lanzadores (Tronador) por parte de VENG están en marcha, las demoras y potenciales discontinuidades en los desarrollos de satélites de telecomunicaciones que pudieran surgir de, por ejemplo, posibles problemas de financiamiento al proyecto ARSAT-3, generarían efectos negativos a largo plazo sobre las capacidades competitivas en este segmento”, dicen los investigadores. Cual ironía del destino, pocas horas después de la presentación en la Facultad de Ciencias Económicas, un ensayo realizado en estricta reserva culminaba con el lanzador VEX5A —prototipo del Tronador— explotando en el suelo por fallas en su sistema de propulsión, tras un ascenso de apenas seis segundos.

Alcanzar la capacidad de fabricar vehículos de lanzamiento para satélites implicaría entrar en otro selecto club de países, en este caso apenas once, según explican los autores: “Si el proyecto Tronador-II evoluciona según los términos previstos, en 2020 se estaría en condiciones de prestar servicios de lanzamiento a agencias de otros países, lo cual sugiere que también en este caso se estarían acumulando capacidades tecnológicas competitivas a escala internacional”.

Estado y estrategia

En el trabajo se hace referencia a dos características del sector satelital: su carácter dual —con aplicaciones tanto en el ámbito civil como militar— y su alta complejidad técnica. Esto deriva en mercados en general oligopólicos, en los que la mayoría de los países productores de estas tecnologías compran a proveedores fronteras adentro dado el carácter estratégico de esta industria. En la división entre satélites de observación (de órbita baja) y de telecomunicaciones (geoestacionarios), esta última, señalan, “es la más compleja técnicamente y tiene al presente un impacto económico mucho mayor”.

Estas características hacen que la posibilidad de exportación de la industria aeroespacial dependa “no solamente de los precios, nivel tecnológico y gestiones comerciales de las empresas locales, sino también del esfuerzo llevado adelante por las cancillerías y la presidencia del país oferente”. Y citan el caso de INVAP: “Durante las entrevistas realizadas, hemos recibido comentarios acerca de la pérdida de posibilidades de venta de satélites debido a la falta de este complemento financiero y la desventaja competitiva al enfrentarse con rivales que poseen un fuerte respaldo financiero por parte de sus gobiernos”.


Según los investigadores del IIEP, la posibilidad de exportación de la industria aeroespacial depende “no solamente de los precios, nivel tecnológico y gestiones comerciales de las empresas locales, sino también del esfuerzo llevado adelante por las cancillerías y la presidencia del país oferente”.
La interrupción del ARSAT-3 —pese a que la conducción de la compañía había dicho que se iniciaría cuando se vendiera la capacidad del ARSAT-2, algo que, según declaraciones del presidente de ARSAT, ya habría ocurrido— perjudica seriamente a INVAP, al punto que el ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, Lino Barañao, le dijo a TSS que están analizando cómo garantizar la supervivencia de INVAP en ausencia de este proyecto. “INVAP es la fábrica más sofisticada de América Latina en este sector según informes de consultoras privadas”, dijo López durante la presentación. Y agregó: “La discontinuidad en los planes de lanzamiento plantea un riesgo de obsolescencia tecnológica”.

Los investigadores enfatizan tanto el rol activo de los gobiernos para promover este tipo de industrias —“En todos los países el rol del gobierno es esencial en los dos extremos de la cadena: en la provisión del financiamiento inicial para investigación y desarrollo y como principal demandante de muchos productos y servicios satelitales”— como en el hecho de que “en las últimas décadas se observa una influencia creciente del sector privado, la cual ha igualado a la demanda estatal”. Y sugieren la “necesidad de incorporar de manera creciente al sector privado de acuerdo con las tendencias que se observan en otros países”.

Pero, ¿pueden trasladarse las tendencias imperantes en países desarrollados a países en desarrollo que presentan otro nivel de maduración en su entramado científico-tecnológico e industrial? Diego Hurtado, docente de la UNSAM, miembro del directorio de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica y director de TSS, fue invitado a comentar el trabajo de López, Pascuini y Ramos, y recordó que, ya en los años noventa, la OCDE pedía la desregulación de los sectores estratégicos en los países en desarrollo. “Si consideramos que detrás de un satélite hay intereses geopolíticos y geoeconómicos, ya no se puede hablar solo de competencia y mercado. ¿Qué solución se le da a los países periféricos? Los países centrales protegen desde el Estado sus sectores estratégicos y se le exige a la periferia que genere espacios de competencia en estos mismos sectores, es decir, se nos exige que para nosotros no sean estratégicos. De esta manera, los países en desarrollo terminan siendo un lugar de extracción de riqueza”.


La suspensión de proyectos satelitales perjudica seriamente a INVAP, al punto que el ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, Lino Barañao, le dijo a TSS que están analizando cómo garantizar la supervivencia de la empresa.
Según Hurtado, “esto en general sucede cuando un país periférico o semiperiférico empieza a ingresar en nichos de alto valor agregado. Es ahí cuando empiezan a aparecer obstáculos de todo tipo, sobre todo a través de las regulaciones. En estos casos, podríamos hablar de un colonialismo regulatorio. En el área nuclear, por ejemplo, cuando la Argentina comenzó a dominar el ciclo de producción, en los años ochenta, automáticamente se lo comenzó a tildar de país proliferador”. Durante el debate, López dijo no creer que la suspensión del ARSAT-3 tuviera que ver con cuestiones geopolíticas. “Más bien creo que tiene que ver con una cuestión presupuestaria”, sostuvo.

En el trabajo también se hace referencia a políticas contradictorias en el desarrollo del sector, como el lanzamiento de una convocatoria del MINCYT para la formación de consorcios para la fabricación de partes satelitales y versiones acerca de una posible discontinuidad en el flujo de fondos disponible para el proyecto SARE de la CONAE, que preveía el lanzamiento —vía el Tronador— de una constelación de satélites livianos de órbita baja para observación de la Tierra. La posible interrupción de estos proyectos no solo impacta en INVAP y expone a la pérdida de recursos humanos especializados, sino que también se afecta a un ecosistema que creció de manera incipiente alrededor de este sector. Un informe interno de la CONAE al que tuvieron acceso los investigadores releva un total de 70 proveedores del organismo, de los cuales diez son instituciones del sistema científico y tecnológico y el resto son pymes, en general, intensivas en tecnología y de reciente creación.

“El éxito de estas iniciativas depende de su continuidad en el tiempo y de la complementariedad con las decisiones tomadas en otros planos de la política espacial”, se sostiene en el documento.

http://www.unsam.edu.ar/tss/industria-satelital-despegue-o-mision-cancelada/

soy yo, o todo este informe y sus "concusiones", se cae con el anuncio de la continuidad del ARSAT-3?

nose, lo leo, y no leo ninguna informacion. Me parece que todo el informe se basaba simplemente en el parate del ARSAT-3, mas alguna informacion secundaria del ingreso del satelite privado. Mucho blabla, y casi nada de informacion.

bastante "endeble".
 

joseph

Colaborador
Colaborador
soy yo, o todo este informe y sus "concusiones", se cae con el anuncio de la continuidad del ARSAT-3?

nose, lo leo, y no leo ninguna informacion. Me parece que todo el informe se basaba simplemente en el parate del ARSAT-3, mas alguna informacion secundaria del ingreso del satelite privado. Mucho blabla, y casi nada de informacion.

bastante "endeble".
Ahora me gustaría saber como va a ser el ARSAT-3 realmente. Si le van a meter algún cambio al proyecto.
 
Yo pondría en duda cualquier cosa que escriban desde la UNSAM y relacionados, ellos mismos eran parte de aquellos que desfinanciaban proyectos para hacer los mega curros con De vido y Josesito López.
Es como si mañana Balza escribe un articulo en algún diario analizando la mala gestión dentro de las FF.AA . Sería algo duro de digerir :confused:....
 
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