Algunas crónicas de Ignacio Ezcurra

Ignacio Ezcurra fué un corresponsal argentino que cubrió la guerra de Vietnam enviado por el diario LA NACION,hasta que fue muerto en Saigon en mayo de 1968, la historia oficial de su muerte es la de que fué asesinado por tropas del vietcong cuando solo se interno en una zona caliente, otra versión dice que lo hizo matar la CIA por las crónicas que hizo y que difundieron el Black Power en USA antes de ir a cubrir la guerra asiatica.-
Su estilo descriptivo y directo lo hacían un excelente periodista, ya reconocido internacionalmente a pesar de su juventud.-
Sus principales crónicas estan compiladas en un libro titulado " HASTA VIETNAM " el que es cerrado por la historia de la confirmación de su fallecimiento que hace la corresponsal italiana Oriana Fallaci también acreditada en ese momento en Saigon.-
Este era el




Aca les elevo una de las últimas crónicas efectuadas y que forma parte del libro “ Hasta Vietnam ” (Ed. El Elefante Blanco) y prometo elevar algunas mas periodicamente

Duros combates líbranse en el frente de Vietnam

Valle de A Shau — La noche se hace interminable durmiendo en un diminuto “bunker” construido por los norvietnamitas. Durante toda la noche los morteros y cañones de los cinco puestos establecidos en el valle bombardearon los senderos por donde podía circular el enemigo. Y dos veces la montaña tembló, con un rugido, y pareció que el “bunker” se partía en pedazos.

Los B-52

“Son los B-52 que atacan a 2 o 3 kilómetros de aquí. Bombas de 500 kilos. Imagínese cómo las sienten ellos”. A las seis de la mañana todo el mundo estaba en pie, calentando y maldiciendo las raciones “C” de combate: latas verdes con galletitas, chocolates, dulces, pavo, sopas o carne. Parecen ricas, pero después de unos meses... Con humor sombrío, se prepararon luego las armas, arrancándoles hasta la última partícula de polvo con cepillos de dientes y brochas de afeitar. “No quiero ir. Ese lugar está ‘buku’ (lleno) de ‘gooks’ (norvietnamitas)”, suspiró el soldado Steve Arnold, de California, y en silencio todos aprobaron. A las 7 estaban los 70 hombres al pie de la montaña en el camino construido por los norvietnamitas, con los fusiles M-16, ametralladoras M-60, lanzagranadas, bazukas y miedo. “Miedo, no tengo vergüenza en confesarlo”, dijo con pesado acento sureño Lui Gregore. Para evitar convertirse en blancos preferenciales los oficiales y suboficiales se arrancaron charreteras, y los que llevaban radio disimularon la antena. “Siempre empezarán con nosotros”. Luego, mientras un pelotón iba por el fondo del valle, comenzamos a recorrer el camino en dirección a Laos, distante unos cuatro kilómetros. Muy bien construida y capaz de resistir tránsito en cualquier época, esta ruta mejorada permitía a los comunistas poner armas y pertrechos a una noche de marcha de Hue. Tenía refugios contra bombas cada 50 metros y carteles—en vietnamita—detallando los accidentes del sinuoso camino. Nos movíamos muy despacio, de árbol en árbol y roca en roca. Pueden querer volver a repetir la emboscada.

Propaganda

Encontramos abundantes cajones chinos con dinamita, empleada para construir la ruta. Es increíble, cajones con material de propaganda sobre Vietnam del Norte en castellano, con algunos buenos grabados sobre la vida rural. Parece que ellos también tienen problemas de abastecimiento. “No solamente nosotros mandamos heladeras a la Antártida”, rió el teniente. Estas cajas probablemente deberían haber ido a la América Latina. Pasamos junto a los restos de dos camiones rusos destruidos. Uno había tenido una carga de nafta y el otro de fusiles a cerrojo, de bayoneta rectangular, que aparecían dispersos y quemados por el lugar. Tres horas después habíamos recorrido un “click” —mil metros—, cuando comenzaron a silbar las balas y desde un “bunker” se escuchó el ladrido seco del AK- 47, el fusil automático chino. Al tercer intento los alcanzaron con una bazuka. Eran dos norvietnamitas. Vestían buenos uniformes, pero como calzados llevaban ojotas de cubiertas de camión... “Pobres, con esos elementos no sé cómo pelean”, los compadeció un soldado.

Cien metros después nos comenzó a buscar una ametralladora pesada desde la montaña que teníamos enfrente. La infantería de marina mandaría un pelotón a silenciarla. A la caballería no le importa gastar unos dólares más con tal de cuidar a sus hombres. “Alguna vez dejé caer un millón de dólares sobre un tirador emboscado”. Hizo un llamado por radio y pocos minutos después estaban sobre la montaña dos helicópteros con sus “miniguns” zumbando a 4.000 tiros por minuto. La ametralladora les contestaba impasible. “Que venga la aviación”. Tardaron menos de 15minutos en llegar tres aviones de chorro que troncharon media montaña con bombas de 250 libras y el alarido de sus ametralladoras. De una cueva salieron corriendo cinco “gooks” y un soldado alcanzó a tres con su fusil... Se fueron los “jets” y el valle quedó por un momento en silencio. “Volvamos. Ha sido un buen día”, dijo el teniente Sprayberry.

Hubo sonrisas y un suspiro de alivio. Al volver se escuchaban los pájaros. El teniente David Mace especuló: “Los ‘gooks’ son estúpidos. Saben que van a morir, e igual nos atacan”. “No sé si serán estúpidos, pero sí que pelean como lobos. Si los soldados del ejército survietnamita pusieran el mismo entusiasmo, en una semana ganamos la guerra”, reflexionó un sargento.

SALUDOS HABITUALES

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Fragmento de la crónica del fallecimiento de Ezcurra realizado por la corresponsal Oriana Fallaci
Fuente: www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=847709 - 50k

-Me he encontrado con un muchacho triste y amable a quien vi hace algunos años en Buenos Aires. Se llama Ignacio Ezcurra, y está aquí por La Nación . Uno de estos días quiero ir a comer con él para preguntarle qué piensa del asesinato de Piggott, Laramy, Cantwell y Birch. ¿O quizás esta noche? Son las tres de la tarde. Aún estamos esperando que ocurra algo en el aniversario de Dien Bien Phu.

-Estamos preocupados por Ignacio Ezcurra. Ayer por la mañana fue en busca de noticias con dos corresponsales de Associated Press y uno de Newsweek . En Cholón, cerca del lugar donde mataron a Piggott y sus compañeros, dijo de pararse para echar una ojeada. Se apeó del coche, echó a andar y por la tarde aún no había regresado al hotel. Tampoco regresó por la noche, y tenía una cita para la cena. Tememos que haya sido hecho prisionero. O bien... no quiero pensar en esto.

-François (François Pelou, director de la agencia France-Presse en Saigón) me ha dicho que esta noche irá a su hotel para ver cómo Ezcurra ha dejado la habitación en el momento de partir.

-(Por la noche.) Ha ido. Es la habitación de alguien que ha salido apresuradamente para volver enseguida. En la máquina de escribir está todavía el papel en el que había comenzado el artículo cuando los tres colegas norteamericanos lo llamaron. Siete palabras: "Saigón, 8 de mayo. Correrá mucha sangre en mayo..." Sobre la cama hay dispersos papeles y apuntes. En el armario estaban sus ropas y su uniforme, indispensable para viajar con los militares. En el cuarto de baño está la máquina de afeitar. Además, un telegrama que no había leído. Era de su periódico y estaba allí desde el miércoles por la tarde. François dice que Ezcurra no ha ido al Norte y no ha sido hecho prisionero: ha tenido el mismo fin que Piggott, Laramy, Cantwell, Birch y el barón alemán. Y ha facilitado a la policía los datos para que lo busquen entre los cadáveres recuperados. Veintiocho años, alto, enjuto. Cabellos castaño oscuros, ondulados, escasos en las sienes. Cara flaca, hundida. Nariz grande, cejas espesas, pantalones grises sujetos por un cinturón claro. Calzaba zapatos.

- 10 de mayo. Lo han matado. Esta mañana un fotógrafo japonés ha vendido a la Associated Press un rollo de fotografías hechas en Cholón y en una fotografía se ve el cadáver de un hombre blanco. Yace tendido sobre una acera, junto al cadáver de un vietnamita. Lleva pantalones grises sujetos por un cinturón claro, camisa blanca de mangas largas y calza zapatos. Tiene los brazos atados a la espalda, se ve la cuerda a la altura del codo. El cuerpo está destrozado por una ráfaga vertical al estómago y al vientre, su rostro es irreconocible: hinchado, traspasado por las balas, cubierto de sangre. La nariz, por ejemplo, se ha vuelto aquilina y las mejillas parecen llenas. Han hecho una ampliación, y las mejillas son las de Ezcurra, los cabellos son los de Ezcurra y la frente es la de Ezcurra. También le dispararon en la nuca, y por esto la cara está hacia adelante. Un asesinato en frío. No sólo porque está atado, sino porque luego acabaron con él con aquellos tiros en la nuca. El cadáver del vietnamita yace de bruces, con los brazos abiertos. Y hay un detalle que nos hiela: sus pantalones están sucios por debajo. Como si de terror se le hubiera soltado el vientre.

REITERO SALUDOS HABITUALES.-
 
muy bueno el post, muy bueno el relato del periodista, se podra conseguir el libro por internet?, gracias.

Saludos
 
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muy bueno el post, muy bueno el relato del periodista, se podra conseguir el libro por internet?, gracias.

Saludos

No se si se podrá conseguir en Internet, se que hay una edición bastante nueva realizada por la familia de Ezcurra por lo que debe haber ejemplares aún en librerias.-
 
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