Entrevista a Mario Colpach (UBA)
“Reconstruir la industra lleva tiempo”
La universidad defiende su aporte a la recuperación de la industria naval argentina. Luego de una década de abandono, la ingeniería naval retoma de a poco su sitio en los planes de estudio. Mario Colpachi, docente de la Universidad de Buenos Aires (UBA), da su visión acerca del relanzamiento del sector.
Espejo de la industria, la ingeniería naval sufrió una profunda crisis debido a la falta de interés de los alumnos por una carrera que no tenía futuro. De hecho, la Universidad de Buenos Aires disminuyó violentamente la matrícula y de un promedio histórico de ocho egresados por año se pasó a uno o cero. La necesidad de reducir los gastos de una carrera que tenía un cuerpo profesional completo para muy pocos alumnos puso incluso en peligro su permanencia en el año 2000. El ingeniero Mario Colpachi, director del Canal de Experiencias de Arquitectura Naval de la Facultad de Ingeniería de la UBA, conversó con DEF acerca de la realidad del sector ante la gran expectativa actual y los anuncios favorables a la recuperación de esta industria.
«La industria naval en la Argentina en los años 90 fue prácticamente aniquilada. Dos decretos presidenciales que permitían la importación de buques usados en condiciones bastante simples fueron suficientes. La ingeniería naval no escapó a la debacle, pero se pudo mantener subordinándola a la ingeniería mecánica. Fue una decisión respetable porque sobrevivió y, hace unos tres años, se volvió a reactivar. En este momento estamos modificando los planes de estudio para actualizar contenidos teniendo en cuenta lo que es hoy la ingeniería naval en el mundo, apuntamos a de renovar el cuerpo docente, incorporar gente joven y hasta mandar a alumnos al exterior para que cuando regresen den clases. Es una actividad intensa porque destruir una universidad como esta es largo y costoso pero construirla también», explica el ingeniero Colpachi mientras nos muestra con entusiasmo el laboratorio ubicado en el subsuelo de la Facultad de Ingeniería, el Canal de Experiencias, donde prototipos amarillos a escala, construidos en fibra de vidrio, navegan en una pileta de 70 metros y permiten a alumnos y profesores trabajar en la resolución de fallas y el mejoramiento de las estructuras de los barcos.
¿Qué relación tiene la universidad con la industria?
No podemos preparar buenos profesionales dentro de una caja de cristal. De hecho tenemos muy buena relación con todos los colegas que dirigen astilleros y en la mayoría de los proyectos, pocos o muchos, del país o del exterior, nos consultan y cooperamos. La facultad es un lugar donde pueden perfeccionar aspectos delicados o críticos y los servicios son casi promocionales en los precios; es decir no hacemos negocio con este laboratorio, a veces la industria nos dona equipos o becas. Los alumnos empezaron a participar y, en ese sentido, creo que el futuro es saludable.
¿Qué opinión le merece la actual reactivación?
Pienso que hay buenas intenciones para recuperar esta rama de la industria que es interesante por dos motivos. El primero es estratégico, la industria naval y la industria del flete importan gran volumen de dinero, Argentina paga aproximadamente 3.000 millones de dólares anuales en fletes. Además es un factor de independencia económica: la disponibilidad de flota adecuada significa llevar los productos del país en las condiciones que quiere el país no en las que quiere un armador extranjero. Desde el punto de vista de la seguridad, es necesario disponer de una flota y una industria adecuada. No quiero llevar esto a límites irrazonables, lo que quiero decir es que hay espacios que sanamente el país debe reservar para sí y el estado debiera saber discernir y planificar cuáles son los espacios reservables y cuáles los compartibles. No tengo prejuicios, sólo digo que es esperable que el Estado tenga una actitud en esa dirección y, pese a las declaraciones de todos los actores, no veo un plan armónico.
¿Hacia dónde debería orientarse la industria naval argentina?
Hay que ver fortalezas y debilidades. Creo que una de nuestras fortalezas, pese a las pérdidas que tuvimos estos años, es una capacidad intelectual y de trabajo realmente buena, una buena productividad y seriedad. Hoy, países como China tienen calidades inferiores pero producen mucho más por el número. El salario de un operario chino es muy inferior al de uno argentino por lo cual es difícil competir razonablemente. Sin embargo se puede tener fortalezas en la calidad de los proyectos y de las construcciones; si nos ordenamos en la seriedad de las entregas, en el cumplimiento de plazos contractuales que son factores de mérito que cuestan tan caro, podemos equilibrar el menor costo de obra de otros países.
¿Cuál es la necesidad que el país tiene respecto del Estado?
El Estado debería detectar cuáles son los tipos de embarcaciones que el país puede producir con beneficios y estimular esas construcciones. También debe dar tiempo porque reconstruir una industria que es muy reproductiva - una multitud de industrias cooperativas- no se hace rápidamente. El país tiene que planificar una actitud balanceada entre lo que durante un tiempo se debe permitir traer del exterior, incluso en condiciones ventajosas para los vendedores, y lo que hay que tender a producir.
¿Qué embarcaciones considera que estamos en condiciones de construir?
A mi juicio, producir super petroleros no es racional, pero sí embarcaciones de pesca, embarcaciones sofisticadas de apoyo militar, pluviales, que el país podría explotar con ventajas a su capacidad y que sirven para desarrollar las industrias cooperativas. Ahora bien, cuando el país genera una política que da créditos o subsidia o estimula cierta rama que le interesa y no da el tiempo necesario, se va a desarrollar la mano de obra pero no el conocimiento. En definitiva va a quedar poco y vamos a seguir comprando afuera lo más importante que es el trabajo creativo.
Es una opinión aplicable al contrato firmado con Venezuela.
Hay un tema crítico, es lindo poder construir cualquier tipo de barco pero los barcos que pide Venezuela, por ejemplo, son difíciles de hacer en el país porque no tenemos la máquina engrasada. Hay otros países como Corea o los países del sudeste asiático que los fabrican como si fueran chorizos, un barco de 150 m en Corea sale una vez por mes y es su especialidad.
¿Cree que estamos fuera de carrera?
Creo que llegar tarde a un mercado que ya está consolidado con precios establecidos, no siendo obligatorio porque ese tipo de barcos no es nuestro consumo, es un poco difícil. Los planes del Estado, como director de la política, tienen que ser realistas. Construir cualquier barco me parece inapropiado y tirar la plata del país no es racional.
¿Cómo se encuentra Argentina respecto a Sudamérica?
Tuvimos una industria muy avanzada, sólo comparable a la que después empezó a desarrollar Brasil. La diferencia es que mientras nosotros estuvimos 20 años parados Brasil no se detuvo y hoy es uno de los tres o cuatro países más importantes del mundo. Su industria naval tiene una ocupación del ciento por ciento. Además han explotado áreas específicas como por ejemplo el área de costa afuera, que tiene un futuro muy grande. Argentina ahora está tratando de empezar una carrera desde muy atrás, hemos perdido espacio, ese tipo de prognosis del futuro la debe hacer el Estado siempre, no es posible que se maneje sobre la coyuntura.
¿Son consultados para las decisiones?
No son muchos los funcionarios que lo hacen. Ahora fuimos convocados por el ministerio de Defensa para participar en decisiones respecto del reequipamiento de las FFAA, pero lamentablemente los temas que se debaten en el parlamento y en otros ministerios no pasan por acá.
“Reconstruir la industra lleva tiempo”
La universidad defiende su aporte a la recuperación de la industria naval argentina. Luego de una década de abandono, la ingeniería naval retoma de a poco su sitio en los planes de estudio. Mario Colpachi, docente de la Universidad de Buenos Aires (UBA), da su visión acerca del relanzamiento del sector.
Espejo de la industria, la ingeniería naval sufrió una profunda crisis debido a la falta de interés de los alumnos por una carrera que no tenía futuro. De hecho, la Universidad de Buenos Aires disminuyó violentamente la matrícula y de un promedio histórico de ocho egresados por año se pasó a uno o cero. La necesidad de reducir los gastos de una carrera que tenía un cuerpo profesional completo para muy pocos alumnos puso incluso en peligro su permanencia en el año 2000. El ingeniero Mario Colpachi, director del Canal de Experiencias de Arquitectura Naval de la Facultad de Ingeniería de la UBA, conversó con DEF acerca de la realidad del sector ante la gran expectativa actual y los anuncios favorables a la recuperación de esta industria.
«La industria naval en la Argentina en los años 90 fue prácticamente aniquilada. Dos decretos presidenciales que permitían la importación de buques usados en condiciones bastante simples fueron suficientes. La ingeniería naval no escapó a la debacle, pero se pudo mantener subordinándola a la ingeniería mecánica. Fue una decisión respetable porque sobrevivió y, hace unos tres años, se volvió a reactivar. En este momento estamos modificando los planes de estudio para actualizar contenidos teniendo en cuenta lo que es hoy la ingeniería naval en el mundo, apuntamos a de renovar el cuerpo docente, incorporar gente joven y hasta mandar a alumnos al exterior para que cuando regresen den clases. Es una actividad intensa porque destruir una universidad como esta es largo y costoso pero construirla también», explica el ingeniero Colpachi mientras nos muestra con entusiasmo el laboratorio ubicado en el subsuelo de la Facultad de Ingeniería, el Canal de Experiencias, donde prototipos amarillos a escala, construidos en fibra de vidrio, navegan en una pileta de 70 metros y permiten a alumnos y profesores trabajar en la resolución de fallas y el mejoramiento de las estructuras de los barcos.
¿Qué relación tiene la universidad con la industria?
No podemos preparar buenos profesionales dentro de una caja de cristal. De hecho tenemos muy buena relación con todos los colegas que dirigen astilleros y en la mayoría de los proyectos, pocos o muchos, del país o del exterior, nos consultan y cooperamos. La facultad es un lugar donde pueden perfeccionar aspectos delicados o críticos y los servicios son casi promocionales en los precios; es decir no hacemos negocio con este laboratorio, a veces la industria nos dona equipos o becas. Los alumnos empezaron a participar y, en ese sentido, creo que el futuro es saludable.
¿Qué opinión le merece la actual reactivación?
Pienso que hay buenas intenciones para recuperar esta rama de la industria que es interesante por dos motivos. El primero es estratégico, la industria naval y la industria del flete importan gran volumen de dinero, Argentina paga aproximadamente 3.000 millones de dólares anuales en fletes. Además es un factor de independencia económica: la disponibilidad de flota adecuada significa llevar los productos del país en las condiciones que quiere el país no en las que quiere un armador extranjero. Desde el punto de vista de la seguridad, es necesario disponer de una flota y una industria adecuada. No quiero llevar esto a límites irrazonables, lo que quiero decir es que hay espacios que sanamente el país debe reservar para sí y el estado debiera saber discernir y planificar cuáles son los espacios reservables y cuáles los compartibles. No tengo prejuicios, sólo digo que es esperable que el Estado tenga una actitud en esa dirección y, pese a las declaraciones de todos los actores, no veo un plan armónico.
¿Hacia dónde debería orientarse la industria naval argentina?
Hay que ver fortalezas y debilidades. Creo que una de nuestras fortalezas, pese a las pérdidas que tuvimos estos años, es una capacidad intelectual y de trabajo realmente buena, una buena productividad y seriedad. Hoy, países como China tienen calidades inferiores pero producen mucho más por el número. El salario de un operario chino es muy inferior al de uno argentino por lo cual es difícil competir razonablemente. Sin embargo se puede tener fortalezas en la calidad de los proyectos y de las construcciones; si nos ordenamos en la seriedad de las entregas, en el cumplimiento de plazos contractuales que son factores de mérito que cuestan tan caro, podemos equilibrar el menor costo de obra de otros países.
¿Cuál es la necesidad que el país tiene respecto del Estado?
El Estado debería detectar cuáles son los tipos de embarcaciones que el país puede producir con beneficios y estimular esas construcciones. También debe dar tiempo porque reconstruir una industria que es muy reproductiva - una multitud de industrias cooperativas- no se hace rápidamente. El país tiene que planificar una actitud balanceada entre lo que durante un tiempo se debe permitir traer del exterior, incluso en condiciones ventajosas para los vendedores, y lo que hay que tender a producir.
¿Qué embarcaciones considera que estamos en condiciones de construir?
A mi juicio, producir super petroleros no es racional, pero sí embarcaciones de pesca, embarcaciones sofisticadas de apoyo militar, pluviales, que el país podría explotar con ventajas a su capacidad y que sirven para desarrollar las industrias cooperativas. Ahora bien, cuando el país genera una política que da créditos o subsidia o estimula cierta rama que le interesa y no da el tiempo necesario, se va a desarrollar la mano de obra pero no el conocimiento. En definitiva va a quedar poco y vamos a seguir comprando afuera lo más importante que es el trabajo creativo.
Es una opinión aplicable al contrato firmado con Venezuela.
Hay un tema crítico, es lindo poder construir cualquier tipo de barco pero los barcos que pide Venezuela, por ejemplo, son difíciles de hacer en el país porque no tenemos la máquina engrasada. Hay otros países como Corea o los países del sudeste asiático que los fabrican como si fueran chorizos, un barco de 150 m en Corea sale una vez por mes y es su especialidad.
¿Cree que estamos fuera de carrera?
Creo que llegar tarde a un mercado que ya está consolidado con precios establecidos, no siendo obligatorio porque ese tipo de barcos no es nuestro consumo, es un poco difícil. Los planes del Estado, como director de la política, tienen que ser realistas. Construir cualquier barco me parece inapropiado y tirar la plata del país no es racional.
¿Cómo se encuentra Argentina respecto a Sudamérica?
Tuvimos una industria muy avanzada, sólo comparable a la que después empezó a desarrollar Brasil. La diferencia es que mientras nosotros estuvimos 20 años parados Brasil no se detuvo y hoy es uno de los tres o cuatro países más importantes del mundo. Su industria naval tiene una ocupación del ciento por ciento. Además han explotado áreas específicas como por ejemplo el área de costa afuera, que tiene un futuro muy grande. Argentina ahora está tratando de empezar una carrera desde muy atrás, hemos perdido espacio, ese tipo de prognosis del futuro la debe hacer el Estado siempre, no es posible que se maneje sobre la coyuntura.
¿Son consultados para las decisiones?
No son muchos los funcionarios que lo hacen. Ahora fuimos convocados por el ministerio de Defensa para participar en decisiones respecto del reequipamiento de las FFAA, pero lamentablemente los temas que se debaten en el parlamento y en otros ministerios no pasan por acá.