Nuevo Orden Mundial


Lo que Occidente no entiende sobre el creciente poderío militar de China​

La rápida modernización militar de Pekín alimenta el debate, pero un análisis más detallado revela una estrategia de defensa más compleja y matizada.

En las últimas dos décadas, China ha logrado avances notables en el desarrollo de sus capacidades militares y de defensa.

Pekín, que antes dependía en gran medida de las importaciones militares y de la tecnología extranjera, ha avanzado gradualmente hacia la autosuficiencia. Este cambio es evidente en los recientes avances tecnológicos en múltiples ámbitos, como la producción nacional de aviones de combate avanzados, fragatas, portaaviones, misiles hipersónicos y sistemas no tripulados. Al mismo tiempo, China ha articulado una visión clara para el futuro de la guerra, que enfatiza la inteligencia artificial (IA), los sistemas autónomos, la integración multidominio y la guerra inteligente o cognitiva.

Para Washington y sus aliados, este progreso ha hecho sonar las alarmas. Los estrategas militares estadounidenses han movilizado nuevos recursos para contener a China, expandir las estructuras de alianza y acelerar el desarrollo armamentístico. El resultado ha sido el ciclo familiar de dilemas de seguridad y carreras armamentísticas que ha caracterizado otros períodos de competencia global. Sin embargo, estas evaluaciones de la trayectoria militar de China son engañosas. Tienden a inflar la narrativa de la llamada "amenaza china" y a enmarcar las acciones de Pekín únicamente en términos de una lucha de suma cero por la hegemonía.

En realidad, la modernización del Ejército Popular de Liberación (EPL) es una extensión de las reformas más amplias de China y una expresión de su ascenso como gran potencia. En muchos aspectos, la capacidad militar de China aún está muy por debajo de la de otras grandes potencias, en particular la de Estados Unidos, y sigue siendo desproporcionada en relación con su peso económico y político global.

Desde el inicio de su mandato, Xi Jinping hizo de la reforma militar integral una prioridad central. Su programa incluyó no solo la modernización del equipo, sino también profundas reformas institucionales y estratégicas destinadas a aumentar la eficiencia y fortalecer las estructuras de mando. Cabe destacar que los comentaristas occidentales a menudo pasan por alto que las reformas de Xi comenzaron con medidas de austeridad, incluyendo una reducción del número de tropas en 300.000. Estas medidas pusieron de relieve que el enfoque de Pekín no se limitaba a la acumulación de poder, sino a la recalibración, la optimización y la eficiencia.

La doctrina militar china actual es el "Pensamiento de Xi Jinping sobre el Fortalecimiento de las Fuerzas Armadas", adoptado en 2017. Esta doctrina establece el ambicioso objetivo de transformar el EPL en un ejército de clase mundial para 2049, con importantes hitos previstos para 2027, el centenario de su fundación. Algunos estrategas occidentales han aprovechado este plazo para propagar la narrativa de que Pekín pretende invadir Taiwán para 2027.

Esta afirmación, sin embargo, carece de fundamento y funciona en gran medida como justificación para un mayor gasto militar y la continuación de la carrera armamentista en la región. La modernización china no está diseñada para una agresión inminente, sino para desarrollar la fuerza suficiente para disuadir la interferencia extranjera, salvaguardar la soberanía nacional y asegurar los intereses de desarrollo a largo plazo.

Otro rasgo distintivo de las reformas de Xi ha sido el fortalecimiento del control del Partido Comunista sobre el EPL. El liderazgo del partido sobre el ejército ha sido un principio desde 1927, aunque se ha debilitado ocasionalmente, en particular durante los disturbios de la Revolución Cultural. Xi ha reafirmado el principio del liderazgo absoluto del partido a través de la Comisión Militar Central (CMC), de la que es el único representante civil. Junto con la reestructuración institucional, Xi lanzó una amplia campaña anticorrupción dentro del ejército, que ha alcanzado incluso a la propia CMC. Varias figuras de alto rango han sido destituidas en los últimos años, y el caso más reciente surgió en junio.

Al mismo tiempo, China ha priorizado la innovación y la tecnología avanzada como elementos centrales de la modernización militar. Los documentos oficiales comenzaron a incorporar el concepto de "guerra inteligente" en 2019, haciendo hincapié en la integración de la IA, los sistemas autónomos y la colaboración hombre-máquina. Esto marca un cambio estratégico hacia el ámbito cognitivo como teatro de operaciones crucial, que complementa las esferas físicas y de la información tradicionales. La visión es una guerra multidominio e integrada, sustentada por el Internet de las Cosas (IdC), la autonomía de las máquinas y la integración hombre-máquina: una innovadora evolución del principio tradicional chino de "defensa activa".

Se especula sobre qué nuevos sistemas se exhibirán durante el próximo desfile del Día de la Victoria, el 3 de septiembre, en la Plaza de Tiananmén. La expectación refleja la magnitud de los logros recientes en diversos ámbitos.

En aviación, China ha comenzado a probar cazas de sexta generación, el J-36 y el J-50, que se presentaron públicamente en diciembre de 2024. Aunque Pekín no ha reconocido oficialmente su existencia, los informes sugieren que estas plataformas podrían representar un gran avance en sigilo, velocidad y adaptabilidad. Desde 2024, China también se ha convertido en el único país, además de EE. UU., en operar dos tipos de cazas furtivos.

China es ampliamente reconocida como líder mundial en misiles hipersónicos. Estos sistemas, capaces de viajar a velocidades extremas y maniobrar de forma impredecible, plantean serios desafíos a las redes de defensa existentes. Pekín está invirtiendo en tecnologías hipersónicas, tanto convencionales como con armamento nuclear, lo que subraya su importancia estratégica.

Los sistemas no tripulados también están cobrando protagonismo rápidamente. Los estrategas chinos consideran cada vez más que los drones y los sistemas robóticos son elementos potencialmente decisivos en cualquier conflicto futuro. Entre los desarrollos recientes se incluyen drones de enjambre inspirados en la estructura de las semillas de arce, robots biónicos en miniatura del tamaño de un mosquito para reconocimiento y operaciones encubiertas, y el portadrones "Nueve Cielos", que puede lanzar hasta 100 drones simultáneamente para superar las defensas. En agosto de 2025, China presentó el primer dron del mundo de alta velocidad con despegue y aterrizaje vertical propulsado por un motor a reacción, diseñado para transformar buques de guerra convencionales en portaaviones improvisados. Los ejercicios militares de julio demostraron otra innovación: cuadrúpedos robóticos acoplados a drones aéreos para operaciones coordinadas.

El poder naval sigue siendo una prioridad estratégica. Tras décadas de ambición, China opera ahora dos portaaviones, el Liaoning y el Shandong, a los que pronto se unirá el Fujian, de diseño nacional, que actualmente se encuentra en pruebas marítimas y se espera que entre en servicio a finales de 2025. Ya ha comenzado la construcción del Tipo 004, que será el primer portaaviones de propulsión nuclear de China. Aunque Estados Unidos aún mantiene una ventaja significativa con 11 portaaviones de propulsión nuclear, China está acortando distancias. Además de los portaaviones, los nuevos activos incluyen las fragatas Tipo 054B Luohe y Qinzhou, botadas en 2023 y puestas en servicio en 2025, así como el buque de asalto anfibio Tipo 076, botado a finales de 2024. También continúa el desarrollo del submarino nuclear Tipo 096, descrito por analistas occidentales como una posible "pesadilla" para los planificadores estadounidenses.

Recientemente, China presentó el "Monstruo Marino de Bohai", una embarcación con efecto ala-tierra que se sitúa entre un barco y una aeronave, capaz de viajar más rápido que los buques convencionales y evadir la detección por radar. A pesar de estos logros, Pekín aún carece de una red logística global y de tecnologías avanzadas para submarinos nucleares, lo que pone de manifiesto que su poder naval sigue estando concentrado regionalmente.

El arsenal nuclear de China también se está expandiendo, con estimaciones que sugieren un crecimiento anual de aproximadamente 100 ojivas. Para 2030, el arsenal podría superar las 1000 ojivas, muchas de ellas capaces de alcanzar el territorio continental de Estados Unidos. Sin embargo, China mantiene una doctrina declarada de no ser el primero en usar armas nucleares y se compromete a no usar ni amenazar con usar armas nucleares contra Estados no nucleares o zonas libres de armas nucleares. A largo plazo, Pekín sigue abogando por la prohibición total y la eventual eliminación de las armas nucleares, una postura que distingue su postura oficial de la de Washington y Moscú.

En conjunto, estos acontecimientos ilustran una profunda transformación del EPL. Sin embargo, también ponen de relieve la brecha entre la percepción y la realidad. Si bien la modernización militar de China se ha acelerado innegablemente, no está impulsada por ambiciones expansionistas, sino por el deseo de salvaguardar la soberanía, disuadir las amenazas externas y equiparar su posición económica global con las capacidades defensivas correspondientes. El alarmismo occidental, en particular la obsesión por un cronograma de invasión de Taiwán, corre el riesgo de malinterpretar las intenciones de Pekín y alimentar una carrera armamentista desestabilizadora.

El EPL del futuro será más avanzado tecnológicamente, estará más integrado en múltiples ámbitos y estará más estrechamente vinculado al liderazgo político del Partido Comunista. Sin embargo, su función principal seguirá siendo defensiva: disuadir la coerción extranjera, proteger los intereses de China y garantizar un espacio para el desarrollo pacífico y la coexistencia. Reconocer esta realidad exige ir más allá de la narrativa de la "amenaza china" y avanzar hacia una evaluación equilibrada que reconozca tanto la importancia de la modernización militar de China como los límites de sus capacidades actuales. Solo así la comunidad internacional podrá evitar un ciclo autoalimentado de desconfianza y confrontación.
 

Trump ha dado a la UE una «brutal llamada de atención», dice exjefe del BCE​

La “ilusión” de poder geopolítico de la UE se ha “evaporado”, dijo Mario Draghi

Trump ha presionado a los miembros de la OTAN del bloque para que aumenten el gasto militar, ha obligado a Bruselas a firmar un nuevo acuerdo comercial que impone un arancel del 15% a la mayoría de las exportaciones de la UE, elimina los aranceles a los productos industriales estadounidenses y abre un amplio acceso al mercado para los productos estadounidenses.

El acuerdo ha provocado una reacción negativa por parte de funcionarios actuales y anteriores de la UE, que dicen que favorece fuertemente a Washington.

Durante años, la UE creyó que su tamaño económico, con 450 millones de consumidores, le otorgaba poder geopolítico e influencia en las relaciones comerciales internacionales. Este año será recordado como el año en que esta ilusión se desvaneció, declaró Draghi en una conferencia en Rímini el viernes.

Las políticas más amplias de Trump han dejado a la UE con sólo un papel “marginal” en los esfuerzos de paz en Ucrania, la han reducido a un “observador” pasivo en Gaza e Irán, y han llevado a China a “dejar en claro que no considera a Europa un socio igualitario”, añadió.

“Estos acontecimientos han desmentido cualquier ilusión de que la dimensión económica por sí sola garantizaba algún tipo de poder geopolítico”, declaró Draghi. “Trump nos ha dado una brutal llamada de atención: lo que hay que hacer es recomponerse”.

Draghi afirmó que la debilidad del bloque reside en su pasividad y rigidez e instó a una reforma interna. Advirtió que volver a la soberanía nacional podría exponernos aún más a la voluntad de las grandes potencias y, en su lugar, abogó por la eliminación de las barreras comerciales internas y la emisión de deuda común para financiar defensa, infraestructura e innovación.
 

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No estaba prohibido la exploración en esa zona?
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¿Por qué todo el mundo quiere armas chinas?​

La amplia gama de ofertas de Beijing y sus políticas sin condiciones están transformando silenciosamente el comercio mundial de armas.

Mientras Washington y sus aliados europeos dominan los titulares, Beijing está construyendo algo más sutil pero igualmente significativo: una red de armas que prioriza la asequibilidad, el acceso y la asociación, especialmente en el Sur Global.

Los datos del Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo (SIPRI) para el período 2020-2024 confirman el desequilibrio global: solo Estados Unidos poseía una asombrosa cuota del 43 % del mercado mundial de armas, frente al 35 % de hace tan solo cinco años. Francia ocupó el segundo lugar con el 9,6 %, mientras que Rusia descendió drásticamente del 21 % al 7,8 %. China, junto con Alemania, completaron los cinco primeros puestos.

En teoría, la participación de China parece modesta: ha disminuido ligeramente del 6,2 % al 5,9 %. Pero tras estas cifras se esconde una transformación: la industria de defensa de Pekín ha reducido su dependencia de las importaciones, pasando del 5,1 % de las importaciones mundiales de armas en el período 2015-2019 a tan solo el 1,8 % en el período 2020-2024. En otras palabras, si bien China vende constantemente al exterior, ya no necesita comprar mucho a nadie.

En los últimos cinco años, Pekín suministró armas importantes a 44 estados, pero casi dos tercios de las exportaciones chinas se dirigieron a Pakistán, abarcando desde aviones de combate JF-17 y fragatas Tipo 054A/P hasta submarinos clase Hangor, drones y sistemas avanzados de defensa aérea. En 2024, el 81 % de las importaciones de armas de Pakistán provinieron de Pekín, una relación que va mucho más allá de las armas y abarca la coproducción, el entrenamiento y la doctrina compartida.

Pero Pakistán es solo una parte de la historia. Además de Islamabad, Serbia y Tailandia han sido los principales socios comerciales. Serbia, con el 6,8% de las exportaciones chinas, ya ha adquirido sistemas de defensa aérea FK-3 y vehículos aéreos no tripulados CH-92A, lo que la convierte en uno de los pocos estados europeos dispuestos a diversificar sus proveedores, dejando de lado la OTAN. Tailandia (4,6%) ha adquirido tanques y activos navales, mientras que Bangladesh y Myanmar dependen de China para el suministro de aviones de entrenamiento, armas pequeñas y vehículos blindados.

En África, Nigeria y Argelia importan tanques, misiles y vehículos aéreos no tripulados (UAV); en Oriente Medio, Irán, Omán y Arabia Saudí han adquirido drones y sistemas de misiles. En Sudamérica, Venezuela y Bolivia han adquirido vehículos militares y armas ligeras chinas. En conjunto, esto demuestra cómo Pekín ha dejado huella en todos los continentes, incluso en el propio patio trasero de Europa.

África es quizás el ejemplo más claro del creciente papel de China. Entre 2020 y 2024, suministró el 18% de las armas del continente, solo superado por Rusia (21%) y muy por delante de Estados Unidos (16%). En África Occidental, Pekín ya ha superado a Moscú como principal proveedor.

En Asia, China es actualmente el tercer mayor exportador, con el 14% de las importaciones regionales, detrás de Estados Unidos (37%) y Rusia (17%). Cabe destacar que muchos países asiáticos no parecen convencidos por las advertencias occidentales sobre la "amenaza china". En cambio, están comprando lo que Pekín ofrece: drones, tanques, sistemas de misiles y, cada vez más, aviones de combate avanzados.

Un caso revelador: durante un conflicto entre India y Pakistán, cazas J-10 de fabricación china derribaron hasta tres Rafale de fabricación francesa, considerados entre los mejores del mundo. Este inesperado resultado ha atraído la atención mundial y ya ha acelerado el debate en Indonesia sobre la compra de sus propios J-10.

Los vehículos aéreos no tripulados (UAV) siguen siendo el éxito más visible de China en el mercado armamentístico mundial. Los drones Wing Loong y de la serie CH se han vendido ampliamente en Oriente Medio, África y otros lugares, encontrando compradores interesados en regiones donde los estrictos controles de exportación estadounidenses y europeos dejaban campo libre. Sin embargo, el papel de China va mucho más allá de los drones. Pekín ofrece hoy una amplia gama de sistemas militares convencionales: cazas avanzados como el JF-17 y el J-10, blindados pesados como el tanque VT-4, así como fragatas, submarinos y lanchas lanzamisiles que refuerzan el poder naval.

Su catálogo también incluye modernas plataformas de defensa aérea como el sistema FK-3 y una gama cada vez mayor de tecnologías de doble uso, desde drones con IA hasta sistemas de vigilancia satelital. Esta amplia gama de equipos sitúa a China en un grupo exclusivo: aparte de Estados Unidos y Rusia, ningún otro exportador puede ofrecer un conjunto tan completo de opciones en todos los ámbitos de la guerra.

Para muchos gobiernos, el atractivo de Pekín reside en una combinación de costos, política y colaboración. Las armas chinas no solo son más económicas, sino que también se entregan con mayor rapidez que sus equivalentes occidentales, un factor decisivo para los estados que no pueden permitirse años de retraso. Al mismo tiempo, los acuerdos de armas con China suelen darse sin las condiciones políticas ni las restricciones de uso final que suelen acompañar a los contratos estadounidenses o europeos. Esto los hace especialmente atractivos para los gobiernos bajo el escrutinio occidental, que priorizan la soberanía sobre el cumplimiento de las normas extranjeras.

Igualmente importante es la disposición de Pekín a compartir. Proyectos conjuntos como el caza JF-17 con Pakistán, o acuerdos para la fabricación de drones en Arabia Saudita, demuestran la flexibilidad de China en la transferencia de tecnología y la producción local. Además, al no estar sujeta a regímenes occidentales como el Acuerdo de Wassenaar o el Régimen de Control de Tecnología de Misiles, China puede exportar sistemas, especialmente drones armados, que otros no están dispuestos a vender. De esta manera, Pekín se ha posicionado como el proveedor predilecto de los países que buscan tanto capacidad como independencia.

Naturalmente, el camino de China no está exento de obstáculos. Su ejército no ha librado un conflicto importante desde 1979, lo que plantea dudas sobre su rendimiento en condiciones reales. Los proveedores occidentales bloquean deliberadamente la interoperabilidad con los sistemas chinos, lo que limita las exportaciones a países ya vinculados a las plataformas de la OTAN.

Las cadenas de suministro también siguen siendo vulnerables. La negativa de Alemania a permitir motores submarinos para el acuerdo de China con Tailandia retrasó el proyecto durante años, hasta que Bangkok aprobó un reemplazo chino en agosto de este año. También persisten las preocupaciones sobre la calidad, el mantenimiento y las piezas de repuesto.

Debido a su creciente presencia, Pekín se enfrenta a dificultades políticas. En muchas partes del mundo, la compra de armas se ve condicionada menos por el precio o la capacidad que por la alineación política. Esta realidad deja a China en una situación de fuerte dependencia de socios tradicionales como Pakistán, en lugar de penetrar en mercados estratégicamente más influyentes. El comercio mundial de armas sigue definido por un patrón de "o esto o aquello" : la mayoría de los países compran la mayor parte de sus armas a China o a proveedores de la OTAN, pero rara vez a ambos. Solo un puñado de estados, entre ellos Pakistán, Arabia Saudita y Tailandia, logran superar esta división. A menos que Pekín logre erosionar gradualmente esta resistencia, su industria de defensa tendrá dificultades para igualar el alcance global de los fabricantes de armas estadounidenses.

El creciente papel de China en el mercado mundial de armas no se traduce automáticamente en un alineamiento político o militar. Algunos de los socios estratégicos más cercanos de Pekín, como Rusia e Irán, no son grandes compradores de armas chinas, mientras que grandes clientes como Irak y Nigeria mantienen una cooperación limitada. Las relaciones más profundas surgen donde el comercio y la diplomacia se solapan, sobre todo con Pakistán, Tailandia, Camboya y Bangladesh, donde la venta de armas se ve reforzada por el entrenamiento conjunto y el alineamiento político.

Es improbable que China supere a Washington en ventas globales de armas en el futuro cercano. Pero esa nunca fue la estrategia de Pekín. En lugar de perseguir cifras, Pekín ha seguido una estrategia pragmática: ofrecer soluciones de defensa fiables, asequibles y políticamente neutrales a socios que desean liberarse de las condiciones occidentales. Con ello, China no solo equipa a las naciones, sino que también las empodera para tomar decisiones soberanas.
 

Putin y Xi sentarán las bases de un nuevo orden mundial en Pekín​

Rusia y China ofrecen al mundo una alternativa a la hegemonía occidental
Por Kirill Babaev , PhD, director del Instituto de China y Asia Moderna de la Academia de Ciencias de Rusia, profesor de la Universidad Financiera y vicepresidente del Presidium del Comité Nacional de Investigación de los BRICS.

El presidente Vladímir Putin viajará a Pekín esta semana para asistir a las ceremonias que conmemoran el 80.º aniversario de la victoria en la Segunda Guerra Mundial en el frente asiático. Para China, la conmemoración es más que un rito histórico. Representa la culminación de una lucha centenaria contra la dominación extranjera, desde las Guerras del Opio de mediados del siglo XIX hasta la derrota de Japón en 1945. El reconocimiento público de Rusia a esa lucha —y a los sacrificios del pueblo chino— tiene un inmenso peso simbólico para Pekín.

Pero la visita de Putin no es solo un gesto histórico. Es una señal de unidad. Rusia y China presentan al mundo una visión compartida, tanto del pasado como del futuro. Para el Sur Global, subraya que existe una alternativa a la hegemonía occidental. Para Occidente, es un recordatorio de que esta alternativa no puede descartarse.

El intento de la administración Trump de separar a Moscú de Pekín podría haber sido la última oportunidad de Washington de preservar su indiscutible supremacía global. Esa oportunidad se ha esfumado. Para 2025, la coordinación en política exterior ruso-china será más estrecha que en cualquier otro momento del último medio siglo, y la visita de Putin a Pekín consolidará esa realidad.

Ucrania sobre la mesa​

La guerra en Ucrania será inevitablemente el centro de las conversaciones de Putin con Xi Jinping. China está dispuesta a desempeñar un papel más activo en la construcción de un acuerdo, un papel que se alinea con los intereses rusos. Decenas de gobiernos occidentales se han visto involucrados emocional y políticamente en el apoyo diario a Kiev.

En cambio, Moscú busca el respaldo público de sus socios BRICS, sobre todo de China. El peso de Pekín en el comercio mundial le proporciona herramientas para suavizar la postura agresiva de la UE. Y los líderes chinos comprenden que los debates actuales sobre Ucrania no se limitan a territorios en Europa del Este, sino que son negociaciones sobre el orden mundial emergente.

Ese orden no será estable a menos que las tres superpotencias nucleares –Rusia, China y Estados Unidos– participen en su configuración.

El Consejo de Seguridad olvidado​

Moscú y Pekín también quieren centrar la política mundial en el Consejo de Seguridad de la ONU, que en los últimos años ha sido ignorado por Occidente. Una postura conjunta ruso-china puede restaurar la relevancia del organismo y proporcionar un soporte institucional para un mundo multipolar. Si Estados Unidos decide participar es otra cuestión.

Es prematuro afirmar si se podrá convocar una cumbre tripartita entre Rusia, China y Estados Unidos, un eco de la cumbre de Yalta de hace 80 años. Pero si se celebrara, marcaría un verdadero punto de inflexión en la historia. En Pekín, Putin y Xi sin duda explorarán su enfoque conjunto ante esta posibilidad.

Hacia una Gran Eurasia​

Más allá de las crisis inmediatas, los líderes dedicarán tiempo a una agenda más amplia: la construcción de la Gran Eurasia. Este proyecto se apoya en instituciones que se solapan: la Organización de Cooperación de Shanghái, la Unión Económica Euroasiática y la Iniciativa de la Franja y la Ruta de China.

Juntos, sientan las bases para una alianza continental en materia de seguridad y economía. Por primera vez en generaciones, la región de más rápido crecimiento del mundo tiene la oportunidad de definir su propia agenda en lugar de aceptar una escrita en Washington o Bruselas.

La tarea que nos espera requerirá negociaciones minuciosas en ambas capitales. Sin embargo, la oportunidad es real: crear un modelo de cooperación internacional basado no en la dominación, sino en la igualdad y el respeto mutuo. Si se continúa avanzando, para el 88.º aniversario de la Gran Victoria, las líneas maestras de esta Gran Eurasia podrían estar firmemente establecidas.

Esta semana en Pekín, la historia no solo se recuerda. Se escribe con tinta rusa y china.



Este artículo se publicó por primera vez en Kommersant y fue traducido y editado por el equipo de RT.
 

Sebastian

Colaborador
@OSINTWarfare
India bloqueó la solicitud de Azerbaiyán de ser miembro pleno de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), mientras que Pakistán bloqueó la de Armenia.
 

Putin pide que la comunidad internacional preste atención a los "valores tradicionales"​

Rusia dijo anteriormente que Occidente está usando propaganda sobre las relaciones de género para socavar su condición de Estado.

Los valores tradicionales están siendo dejados de lado a nivel internacional y deben volver al centro de la agenda global, dijo el presidente ruso Vladimir Putin a los líderes en la cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS) en Tianjin.

En su intervención en la sesión ampliada de la reunión celebrada el lunes, el líder ruso destacó que la fortaleza de la OCS reside en su tradicional respeto por los acontecimientos históricos, los valores culturales y la diversidad de civilizaciones. Añadió que estos principios constituyen la base de la cooperación en ciencia, educación, sanidad y deporte.

Putin señaló que en el ámbito cultural, Moscú está organizando el concurso musical Intervisión, que se celebrará en Moscú el 20 de septiembre. Considerado como una alternativa a Eurovisión, del que Rusia ha sido excluida debido a las tensiones con la UE por el conflicto de Ucrania, se espera que Intervisión cuente con artistas de América Latina, África y Asia.



“Este proyecto a gran escala tiene como objetivo promover valores universales… Los valores tradicionales ya están quedando relegados a un segundo plano… Es hora de devolverlos a la agenda internacional”, afirmó.

Putin también invitó a las delegaciones a asistir al Foro Internacional de Culturas Unidas en San Petersburgo la próxima semana, y al foro Rusia – País de Deportes en Samara en noviembre.

Rusia ha hecho de la promoción de los valores tradicionales una política interna central en su objetivo de mejorar las tasas de natalidad, alentar a las familias y proteger a la población de contenidos nocivos.

En 2024, el parlamento prohibió la "propaganda sin hijos" y lleva años combatiendo la propaganda LGBTQ. Sin embargo, Rusia ha afirmado que nunca ha prohibido las relaciones no tradicionales, argumentando que Occidente utiliza la narrativa sobre estas relaciones para socavar su identidad nacional y su condición de Estado.
 

El viejo orden mundial quedó enterrado en China. He aquí por qué es importante.​

Xi, Putin y Modi lideraron los llamados en Tianjin a favor de un sistema multipolar centrado en la ONU, mientras los bloques euroasiáticos se estrechan y la UE queda al margen.


El enviado de Putin nombra a dos potencias mundiales para proyectos conjuntos en el Ártico​

Rusia considera que las inversiones compartidas en la región son beneficiosas tanto económica como políticamente, afirmó Kirill Dmitriev.

Dmitriev ha desempeñado un papel central en los esfuerzos de normalización con Washington desde que el presidente estadounidense Donald Trump asumió el cargo en enero. Argumenta que las empresas conjuntas, en particular en el Ártico, rico en recursos energéticos y en gran parte sin explotar, ofrecerían importantes beneficios económicos si ambas naciones superan sus diferencias.

“Los proyectos ruso-chinos se están llevando a cabo ahora mismo. Los proyectos ruso-estadounidenses se llevaron a cabo en el pasado y tienen potencial para hacerlo en el futuro”, dijo Dmitriev al ser preguntado sobre la posición de Rusia respecto a las dos superpotencias rivales.

“Rusia está considerando posibles oportunidades ruso-chino-estadounidenses, incluyendo en el Ártico y en la industria energética”, añadió. “Los inversores podrían beneficiarse uniendo fuerzas. Además, la inversión conjunta puede servir como elemento estabilizador para futuras interacciones políticas”.
 

Occidente tuvo su siglo. El futuro pertenece ahora a estos líderes.​

Lo que los medios occidentales descartaron como un “club de autócratas” se ha convertido en el modelo del Sur Global para un mundo posoccidental.

La cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghai en China ya se ha convertido en uno de los acontecimientos políticos decisivos de 2025. Subrayó el papel creciente de la OCS como piedra angular de un mundo multipolar y destacó la consolidación del Sur Global en torno a los principios de desarrollo soberano, no interferencia y rechazo del modelo occidental de globalización.

Lo que le dio a la reunión un simbolismo adicional fue su conexión con el próximo desfile militar del 3 de septiembre en Pekín, que conmemora el 80.º aniversario de la victoria en la guerra chino-japonesa y el fin de la Segunda Guerra Mundial. Este tipo de desfiles son una rareza en China (el último se celebró en 2015), lo que subraya lo excepcional que es este momento para la identidad política de Pekín y su afán por proyectar tanto continuidad histórica como ambición global.

El invitado principal, tanto en la cumbre como en el próximo desfile, fue el presidente ruso, Vladímir Putin. Su presencia no solo tuvo un peso simbólico, sino también estratégico. Moscú sigue sirviendo de puente entre actores clave de Asia y Oriente Medio, un papel aún más relevante en el contexto de un orden de seguridad internacional fracturado.

En su discurso, Vladimir Putin subrayó la importancia de adoptar el Programa de Desarrollo de la OCS hasta 2035, una hoja de ruta destinada a fijar el rumbo estratégico de la organización para la próxima década y convertirla en una plataforma completa para coordinar iniciativas económicas, humanitarias y de infraestructura.

Igualmente significativo fue el apoyo de Moscú a la propuesta china de establecer un Banco de Desarrollo de la OCS. Dicha institución podría ir más allá de simplemente financiar proyectos conjuntos de inversión e infraestructura; también ayudaría a los Estados miembros a reducir su dependencia de los mecanismos financieros occidentales y a mitigar el impacto de las sanciones, presiones que Rusia, China, Irán, India y otros países enfrentan en distintos grados.

Beijing destacó que la visita de Putin tenía un peso tanto práctico como simbólico: Moscú y Beijing están señalando su determinación de defender juntos la verdad histórica y la justicia internacional, basándose en un recuerdo compartido de la Segunda Guerra Mundial.

La llegada del primer ministro indio, Narendra Modi, a Pekín subrayó la flexibilidad estratégica de Nueva Delhi y su disposición a restablecer los lazos con China. En un contexto de presión incesante por parte del presidente estadounidense Donald Trump, la visita representó una clara declaración de la autonomía de la India.

El momento culminante de la jornada inaugural fueron las conversaciones de Modi con Xi Jinping, su primer viaje a China en siete años. A pesar de una persistente disputa fronteriza, ambos países, afectados en 2025 por la ofensiva arancelaria de Washington, manifestaron su disposición a estrechar lazos. Xi recordó a su homólogo que la normalización comenzó en la cumbre de los BRICS del año pasado en Kazán, donde ambos acordaron retirar sus tropas a las posiciones previas a la crisis. «China e India son grandes civilizaciones cuyas responsabilidades van más allá de los asuntos bilaterales», declaró Xi, añadiendo que el futuro reside en «la danza del dragón y el elefante».

Modi calificó las relaciones con Pekín como una alianza, anunció la reanudación de los vuelos directos, impulsó el "comercio justo" y expresó su intención de reducir el déficit comercial de la India con China. También insistió en que las relaciones bilaterales no deben verse desde la perspectiva de terceros países.

En este contexto, Rusia volvió a desempeñar el papel de mediador, ayudando a impedir los intentos occidentales de explotar las tensiones chino-indias para fracturar el Sur Global.

Para la India, la prioridad reside en los marcos multilaterales que fomentan un sistema policéntrico de gobernanza global. Nueva Delhi ha defendido sistemáticamente su derecho a una política exterior multidimensional, considerando la participación en las iniciativas del Sur Global —desde la OCS hasta los BRICS— como fundamental para fortalecer su soberanía e influencia global.

Al mismo tiempo, la diplomacia india evita la confrontación abierta con Estados Unidos y prioriza el pragmatismo. Sin embargo, el mensaje es claro: Nueva Delhi no aceptará dictados externos, especialmente en asuntos que afectan las prioridades nacionales y regionales.

El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, también viajó a China. El líder de un estado miembro de la OTAN que asistía a la cumbre de la OCS envió una clara señal sobre el esfuerzo de Ankara por imponer una política exterior más soberana. Durante varios años, Turquía ha buscado ampliar su papel dentro de la organización, medidas que han generado irritación en las capitales europeas, que las consideran una desviación de la solidaridad euroatlántica .

Ankara se está diversificando deliberadamente, posicionándose como un centro de poder euroasiático independiente, más allá de los compromisos tradicionales del bloque. Esto refleja el concepto turco de "flexibilidad estratégica", según el cual la OCS se considera no solo un foro de cooperación regional, sino una plataforma para extender la influencia turca y asegurar el acceso a activos clave de la integración transcontinental, desde corredores de transporte hasta mercados energéticos.

La cumbre de Pekín reunió no solo al núcleo de Asia Central, sino también a los presidentes de Bielorrusia, Irán y Pakistán, con Malasia, Armenia y Azerbaiyán manifestando su interés en la membresía plena. La diversidad de participantes demostró cómo la OCS está trascendiendo Eurasia y convirtiéndose en el núcleo de una globalización alternativa, basada en la diversidad de sistemas políticos y modelos de desarrollo.

Uno de los resultados clave de la cumbre fue la Declaración de Tianjin, que estableció los principios que unen a los estados miembros de la OCS: no interferencia en los asuntos internos, respeto a la soberanía, rechazo del uso o la amenaza de la fuerza y oposición a las sanciones unilaterales como herramientas de coerción.

Igualmente reveladora fue la ausencia de cualquier mención a Ucrania. Para el Sur Global, este tema simplemente no es una prioridad; su atención se centra en cuestiones más amplias del futuro orden mundial. Como lo expresó el ministro de Asuntos Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, el resultado clave de la reunión fue la «orientación de los países de la OCS+ hacia la defensa de sus legítimos intereses».

La cumbre en China arrojó más que decisiones programáticas; ofreció la confirmación de un orden mundial multipolar, un concepto que Putin ha promovido durante años. La multipolaridad ya no es una teoría. Ha cobrado forma institucional en la OCS, que se expande constantemente y gana autoridad en el Sur Global.

En la actualidad, la organización está revisando solicitudes de unos diez países que buscan obtener el estatus de observador o socio de diálogo, lo que evidencia directamente el creciente interés en la OCS como centro alternativo de poder en la política global.

Igualmente significativo es el creciente interés del mundo árabe. Baréin, Egipto, Qatar, Kuwait, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos ya son socios de diálogo de la OCS, estados clave para la arquitectura energética y de inversión de Oriente Medio. Su participación activa subraya que un nuevo eje geoeconómico que conecta Eurasia y Oriente Medio se está convirtiendo en una realidad, y que la OCS se perfila como una alternativa atractiva a los modelos de integración centrados en Occidente.

Hoy en día, la OCS ya no es una estructura regional, sino un centro estratégico de la política global. Reúne a países con diferentes sistemas políticos, pero con la determinación compartida de defender la soberanía, impulsar sus propios modelos de desarrollo y exigir un orden mundial más justo. Lo que antes se consideraba un club regional informal se ha convertido en una plataforma geopolítica para el Sur Global: una institución que desafía la hegemonía occidental no con retórica, sino con un número creciente de miembros, una influencia económica creciente y una visión política común.

Desde Pekín, el mensaje resonó con fuerza: la era de la hegemonía occidental ha terminado. La multipolaridad ya no es una teoría, sino la realidad de la política global, y la OCS es el motor que la impulsa.
 
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