Noticias de la Armada Argentina (ARA)

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FerTrucco

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No, estuvieron varios días navegando por la zona, pero no hubo caso (y el clima por ahí siempre complica).
Tengamos en cuenta que, a diferencia del San Juan, del Belgrano se tienen las coordenadas del hundimiento. Y además es un buque mucho más grande.
 
Operaciones de búsqueda del Submarino ARA San Juan - Actualización 09/01

 
Primeras potencias han perdido submarinos y no los encontraron a la fecha...

Sin rastros de piezas mayores del submarino aun 30/40 años como fueron en muchos casos, hasta el momento de igual situacion que el ARA San Juan se encuentra desaparecido sin ser ubicado jamas el submarino Minerve de Francia; perdido (segun lo que reporto el submarino en su ultima comunicacion) a 52 millas nauticas de su base Toulon en 1968 y dando aviso que en 1 hora estaria de regreso en su base.
 

Merchant Marine one

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CAMPAÑA ANTÁRTICA DE VERANO 2017/18
Se reabasteció la base Marambio

10/01/2018. Desde la cubierta de vuelo del rompehielos ARA “Almirante Irízar”, un helicóptero Sea King operó para efectuar la descarga de material y el traslado de personal.

Marambio – El sábado 6, alrededor de las 9 de la mañana, comenzó a operar desde la cubierta de vuelo del rompehielos ARA “Almirante Irízar”, un helicóptero Sea King para iniciar la actividad operativa en la base antártica Marambio, ubicada en la isla Seymour o Marambio sobre el Mar de Weddell.

El primer vuelo, que estaba programado a las 3 de la mañana, fue reprogramado en sucesivas oportunidades a la espera de una “ventana” que permitiera que los pilotos pudieran operar sin dificultad sobre esta base antártica construida sobre una meseta, a unos 200 metros sobre el nivel del mar, y sobre la cual se forman de manera repentina grandes bancos de nubosidad que dificultan en muchas ocasiones los aterrizajes de aeronaves.

Finalmente, cuando se dieron las condiciones, se inició primeramente el traslado del personal del Grupo Playa a cargo del envío de la carga destinada a esta base permanente y a personal de la Dirección Nacional del Antártico (DNA) que lleva adelante tareas científicas y la verificación de equipos y sistemas para poder concretar dichas tareas.

Luego, le tocó el turno al personal replegado de la base Esperanza. Los 53 tripulantes fueron distribuidos en varios vuelos en los que se mantuvieron juntos a los integrantes de cada grupo familiar, quienes se mostraron orgullosos y agradecidos por haber sido la primera dotación en haber pisado el rompehielos de la Armada después de 10 años.

De esta forma se facilitó por mar y aire su traslado hacia Marambio que cuenta con una pista aérea operable durante todo el año, desde donde serán transportados en un avión Hércules C-130 para regresarlos hacia Buenos Aires, a 3.304 kilómetros de distancia.

Ellos pasaron a formar parte del casi centenar de personas en tránsito durante el verano en esta base administrada por la Fuerza Aérea Argentina, cifra que se reducirá a menos de la mitad cuando llegue el invierno y reine a pleno el clima polar antártico.

Se descargaron 52.526 toneladas de carga general, 10.118 de carga frigorizada, 365 tambores de combustible, 127 tubos de gas y 3 de nitrógeno y 500mᵌ de GOA.



Créditos: Gaceta Marinera Digital


 

Merchant Marine one

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El “Yantar” continuó investigando contactos

10/01/2018. Los mismos fueron descartados por no ser coincidentes con el submarino ARA “San Juan”. La corbeta ARA “Spiro” relevó en el área de operaciones al ARA “Sarandí”, mientras que el aviso ARA “Islas Malvinas” permanece en Ushuaia realizando tareas logísticas.

La Armada Argentina, dependiente del Ministerio de Defensa, en el marco de las operaciones de búsqueda del submarino ARA “San Juan” informa que la misma continúa con el buque oceanográfico “Yantar” de la Federación Rusa y la corbeta ARA “Spiro” que relevó en el área de operaciones al destructor ARA “Sarandí”.

El aviso ARA “Islas Malvinas” permanece en la Base Naval Ushuaia realizando tareas logísticas previas a su zarpada para reincorporarse a la búsqueda con el ROV (vehículo operado remotamente) ruso Panther Plus.

Ayer el buque oceanográfico “Yantar” continuó investigando contactos, los cuales fueron descartados por no ser coincidentes con el submarino.

Respecto a la situación meteorológica en la zona de búsqueda, se esperan vientos de 11 a 16 kilómetros por hora, predominando del sector noreste y una altura de ola de 1,2 m en aumento a 1.8 m.

Se estima que esta tarde, luego de 22 días de búsqueda, el destructor ARA “Sarandí” ingrese a la Base Naval Puerto Belgrano de la que había zarpado el 19 de diciembre.
La Armada Argentina y el Ministerio de Defensa mantienen el compromiso de acompañar a los familiares, alojándolos y asistiéndolos en todas las necesidades básicas, a través del “Centro de Atención Permanente” a los familiares de los 44 tripulantes del submarino ARA “San Juan” con sede única en la Base Naval Mar del Plata.


Créditos: Gaceta Marinera Digital


 

Merchant Marine one

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Moderador
El buque “Yantar” descartó nuevos contactos

12/01/2018. El oceanográfico de la Federación Rusa investigó varios indicios, pero los descartó por no coincidir con el ARA “San Juan”.

La Armada Argentina, dependiente del Ministerio de Defensa, en el marco de las operaciones de búsqueda del submarino ARA “San Juan” informa que la misma continúa con el buque oceanográfico “Yantar” de la Federación Rusa y la corbeta ARA “Spiro” de la Armada Argentina.

Ayer el buque oceanográfico “Yantar” pudo efectuar la investigación de varios contactos, los cuales luego de ser exhaustivamente examinados fueron descartados por no presentar coincidencias con el submarino.


Por su parte el aviso ARA “Islas Malvinas” continúa en la Base Naval Ushuaia realizando las tareas logísticas que le permitirán volver a zarpar para reincorporarse a la búsqueda con el ROV (vehículo operado remotamente) ruso “Panther Plus”.

Respecto a la situación meteorológica en la zona de búsqueda, se esperan vientos de 17 a 21 nudos del sector suroeste, rotando al sector sur, y una altura de ola de 1,2 m en aumento a 1,8 m.

La Armada Argentina y el Ministerio de Defensa mantienen el compromiso de acompañar a los familiares, alojándolos y asistiéndolos en todas las necesidades básicas, a través del “Centro de Atención Permanente” a los familiares de los 44 tripulantes del submarino ARA “San Juan” con sede única en la Base Naval Mar del Plata.


Créditos: Gaceta Marinera Digital
 

Derruido

Colaborador
Nosotros, los que supuestamente nos encontrábamos mejor calificados en materia de planeamiento militar, obviamos el “párrafo situación” y seguimos en la creencia de que haciendo lo mismo íbamos a obtener una salida diferente. La cultura naval, hecha frase en aquello de que “no seré yo el que cierre o pare la Armada”, se impuso al buen criterio y generamos en nuestra gente un voluntarismo extremo desacertadamente reconocido como iniciativa, donde los premios y castigos se distribuían según el mayor o menor apego a esa errónea actitud, relevando así a los mandos de tomar las decisiones difíciles y responsables que la realidad imponía.

Contraalmirante IM VGM (RE) Manuel G. Tomé:
 

Derruido

Colaborador
“Como es corriente después de un desastre
nacional de tal envergadura, la última parte de esta
historia trata del reparto de las culpas: único medio
por el cual la sociedad logra una módica venganza
por los males que se le han causado, expía sus
propias culpas por tal responsabilidad en relación
con lo ocurrido y trata por fin, de prevenir una
posible repetición de los hechos!",
Norman F. Dixon
(Sobre la psicología de la incompetencia militar).





La tragedia del Submarino ARA “SAN JUAN” -“tragedia” porque acaba con la vida de 44 jóvenes marinos argentinos- es el corolario de un proceso histórico que nos debe llamar a una profunda reflexión en orden, fundamentalmente, a evitar repeticiones y a encarar con seriedad y responsabilidad la reconstrucción de la Defensa Nacional. “Corolario”, porque aun sin conocer las auténticas y concretas causas de este siniestro, existe una realidad inocultable respecto a la situación de las Fuerzas Armadas (FFAA) que se conjuga con aquel infortunio.



Antes de comenzar, quiero expresar mi más sentido respeto para las familias de los “44”, para las cuales no habrá palabras que consuelen la pérdida de sus seres queridos, así como mi profundo reconocimiento a estos marinos que silenciosamente dieron todo de sí en el cumplimiento de su deber.



Ahora se echarán culpas, se acusarán oficialismo y oposición, se descabezará a la Armada y se hablará de reestructuración, todo probablemente necesario y, posiblemente, oportuno u oportunista.

Lo que no existe entre los argentinos es la autocrítica. Y es eso lo único que podría convencernos de cuáles son las cosas que hicimos mal para, a partir de allí, comenzar a transitar un nuevo camino, serio y diferente, de cara hacia el futuro.

Responsabilidad política

Sobre esta cuestión me abstengo de formular críticas o comentarios, pero sí puedo -y me permitiré hacerlo- señalar objetivamente hechos y actos que se llevaron a cabo a partir del regreso a la democracia y exponer sus efectos desde un punto de vista militar (algunos de los cuales pudieron ser no deseados o no calculados), para pasar luego al segundo tema: “la incompetencia militar”.

Las intervenciones de los militares en la vida política argentina -demostrativas de su menosprecio al principio de la “supremacía civil” en materia de gobierno del Estado- sumadas a la derrota de Malvinas, dejaron en evidencia ya no solo la incapacidad castrense para actuar en política (que Finer consideraba el “destino manifiesto de los militares”), sino su falta de idoneidad profesional para conducir desde lo estratégico y estratégico operacional la guerra. Dejo a salvo, desde luego, los hechos de heroísmo personal y profesionalismo dados en el campo táctico.

Este conjunto de circunstancias constituyó, sin dudas, la causa primaria para que desde la política se trazara como objetivo desarticular la dinámica del Poder Militar y devolver a las FFAA, con limitaciones y restricciones de diversa índole, a su actividad específica.

No solo la política argentina desde sus diferentes sectores estaba conteste con aquella decisión, sino que también incidieron en ella actores extranjeros que necesitaban el desmantelamiento de las FFAA a efectos de preservar sus propios intereses.

En términos generales, las medidas adoptadas para alcanzar aquel fin propuesto se podrían englobar en cuatro ejes que, más allá de algunos vaivenes en su aplicación y del modo en que esta se efectivizó, fueron:

> El presupuestario;

> El salarial;

> El plexo legal;

> El de los Derechos Humanos.

En referencia al eje presupuestario, basta ver los números que circulan respecto de las asignaciones anuales para la Defensa desde 1984 hasta la fecha, para apreciar el declive de la línea que las grafica. El dato concreto es que somos el país de América Latina que más bajo porcentaje invierte en Defensa con relación a su PBI.

Resulta aún más crítico que su distribución -concretamente en la Armada- está orientada en más de un OCHENTA POR CIENTO (80%) a gastos de personal (salarios) y el porcentaje restante al funcionamiento básico (lo que se denomina “el existir”: básicamente comida y servicios esenciales) incluyendo, además, lo relativo a adiestramiento y mantenimiento de todo lo que la Fuerza posee y, si eventualmente existiese un sobrante, para inversiones. En síntesis, cabe sostener que del CIEN POR CIENTO (100%) que el Estado asigna a la Armada (lo que es predicable en relación con todas las FFAA), menos de un VEINTE POR CIENTO (20%) es de aplicación directa a la actividad militar e inversiones en el área.

Los efectos directos de esta medida recayeron sobre los medios materiales y humanos. La degradación en ambos contextos fue inexorable.

En relación con los medios materiales, no se tuvo en cuenta que ellos en su conjunto son patrimonio del Estado. En el caso de la Armada, todas sus estructuras móviles de uso bélico (buques, submarinos, aeronaves, piezas de artillería, armamentos, etc.), así como los elementos de infraestructura y todos aquellos imprescindibles para llevar a cabo su misión, son producto del esfuerzo de los contribuyentes y, por ende, propiedad del Estado: no pertenecen a la Fuerza, ella tiene la responsabilidad de su administración y operación.

Sobre el personal de la Fuerza, aquella medida afectó su adiestramiento y preparación para desempeñar los diferentes roles, generando complementariamente un efecto perjudicial y acumulativo en orden al cumplimiento de tareas de mayor responsabilidad. Por ejemplo, mientras en la década del 80 un Comandante con mando sobre buque alcanzaba las 150.000 millas navegadas y un Comandante de escuadrilla de aeronaves 3.000 horas de vuelo, hoy quienes desempeñan esas funciones no suman, respectivamente, más de 43.000 millas o 1.200 horas. Esta circunstancia, obviamente, incide directamente de modo negativo y grave en la capacitación, experiencia e idoneidad profesional. Y también en el ánimo, la iniciativa y el espíritu naval, por la carencia de actividad, que a muchos los empujó a buscar otras profesiones (aviación civil, marina mercante, fuerzas de seguridad y policiales, etc.).

Asociado al factor presupuestario, pero con identidad propia y consecuencias específicas, cabe considerar ahora el eje salarial. En tal sentido, y en principio, es dable aclarar que las remuneraciones castrenses nunca fueron elevadas y, menos aún, si se las compara con las de otros países de la región. No obstante, en general, permitían alcanzar un estadio económico acorde con un nivel de vida medio, de sobria dignidad, que compensaba el sacrificio que la propia actividad militar impone, sobre todo a la familia.

Cabe señalar -detalle curioso- que correspondió a un gobierno de facto militar iniciar el declive: a partir de los '80 se desengancharon los haberes castrenses de los correspondientes al Poder Judicial, medida que abarcó también a las Fuerzas de Seguridad (FFSS). Ya en democracia, las remuneraciones militares estuvieron sometidas a las fluctuaciones de la economía y en los '90 se intentó otorgarles una leve mejora a través de suplementos que eran, en realidad, “aumentos en negro”, que terminaron afectando gravemente al personal militar en situación de retiro, dañando a la vez el futuro de quienes se encontraban en actividad.

Ya desde el año 2000 y hasta la fecha, comenzaron a variar las correspondencias históricas entre los miembros de las FFAA, las FFSS y las Fuerzas policiales (FFPP). Hoy, con grados equivalentes, un integrante de las FFAA cobra menos que uno de las FFSS, y se amplía aún más la diferencia si se efectúa la comparación con un miembro de la Policía de la Ciudad (CABA). Como consecuencia de ello, se provocó una importante y constante deserción de las filas militares: generalmente por parte de los mejor calificados para actividades en la vida civil o, incluso, sobrecalificados para desempeñarse en las policías (tal el caso de los comandos anfibios). Con lo cual el dinero público invertido en formación del personal militar se malgasta y termina financiando actividades privadas o públicas que demandan un adiestramiento menos costoso.

Por otra parte, afectó la moral, aumentó el desinterés, generó el doble empleo, quebró la mística de la dedicación exclusiva a la actividad militar suplantándola por la de un trabajo a tiempo parcial, impactó negativamente en el reclutamiento, produjo inequidades y, en definitiva, repercutió perniciosamente en la disciplina del personal, en su autoestima, en su sentido de la abnegación e, incluso, en la inclinación vocacional de las jóvenes generaciones a abrazar la carrera militar.

Pasando ahora a considerar el plexo legal, cabe destacar que en el marco de la Ley de Defensa Nº 23.554 (1988) se procedió a distinguir y separar la “Defensa nacional” de la “Seguridad interior”. Decisión apreciada necesaria en ese momento, pero que no fue adecuadamente complementada en lo inmediato. La norma que debió regir la “Seguridad interior” recién se implementó mediante el dictado de la Ley Nº 24.059 (1992) y la reglamentación de la Ley de Defensa se aprobó tardíamente mediante el Decreto Nº 727 del 13 de junio de 2006, oportunidad a partir de la cual se comenzaron a generar normas contribuyentes que pretendieron definir, de un modo restrictivo, la política de defensa y su correlato militar.

La acelerada dinámica mundial mudó los escenarios propios del final del siglo XX al ver la luz el XXI, determinando que al tiempo de implementarse aquellas políticas sus bases fundacionales devinieran obsoletas.

No cabe duda de que los contenidos legales encuentran su marco de discusión en el ámbito de específicas funciones del Poder del Estado. Pero, del mismo modo, es incuestionable que, a diferencia de su debate, la puesta en acto de las leyes -su efectiva vigencia y aplicación- resulta de un amplio interés social. La realidad pone de manifiesto que esto último no se ha materializado a rajatabla en relación con las FFAA: de hecho, se generaron leyes que no fueron cumplidas, como la Nº 24.948 (1998) relativa a la Reestructuración de las FFAA (Ley Jaunarena), que hubiera permitido iniciar un camino diferente.

Asegurada la subordinación de las FFAA al Poder civil del Estado, quedó la sensación de que el objetivo se había alcanzado, pero en la práctica el rol de la defensa resultó desdibujado y sin la importancia que requiere para la vida de la Nación.

En cuanto concierne, por último, a la decisión de juzgar el comportamiento de las FFAA durante la dictadura militar, en lo que se denominó la “Lucha contra la Subversión”, cabe mencionar que derivó en una verdadera política de Estado. Política que desde el retorno de la democracia evolucionó con diferentes estrategias acorde los gobiernos de turno y los contextos nacional e internacional imperantes en cada caso y que conllevó un notable involucramiento de las organizaciones de DDHH.

Política que objetivamente no solo sumo el apoyo de la totalidad del espectro político argentino y de la mayoría de la sociedad, sino también de buena parte de la comunidad internacional y, en especial, del “mundo occidental y cristiano” que sosteníamos defender.

Sus efectos se expandieron necesariamente sobre el conjunto de las FFAA, pero se extendieron nocivamente sobre las nuevas generaciones militares, absolutamente ajenas a aquellos dramáticos sucesos, y dejaron asimismo corrosivas secuelas en la Institución castrense.

En primer término, la sociedad percibió al conjunto de sus FFAA como una corporación delictiva, ocasionando el menoscabo de cara al futuro de la profesión militar.

Ello dio lugar a que el desprestigio sobreviniente las convirtiera en peligrosamente entrópicas y ajenas a aquello que, en verdad, constituye la finalidad de su existencia: garantizar de modo permanente la soberanía e independencia de la Nación Argentina, su integridad territorial y capacidad de autodeterminación, y, fundamentalmente, proteger la vida y la libertad de sus habitantes. En síntesis: se volvieron “parias”.

Por otro lado -desde la perspectiva institucional interna- la extendida omisión por parte de integrantes del almirantazgo en asumir responsabilidades sobre los hechos entonces acontecidos se convirtió en un disolvente intangible del imprescindible liderazgo que debe primar en la conducción castrense y, por tanto, del respeto, la subordinación y la disciplina que constituyen los pilares esenciales de las instituciones armadas.


Este apartado no se orienta hacia el conjunto de quienes -en sus distintos grados, cuerpos y escalafones- conforman o han conformado al personal militar de la Armada. Se dirige de modo exclusivo a quienes han ejercido la conducción superior de la Fuerza, con un definido sentido de autocrítica a aquellos que alcanzamos el almirantazgo y tuvimos la responsabilidad de dirigir los destinos de la Institución, en algún período dentro de los treinta y cinco años de regreso a la vida democrática en la Argentina.

La herencia recibida tras la finalización del denominado “Proceso” fue ambivalente. Por un lado, una inmensa deuda con la sociedad argentina y, por el otro, una Marina prácticamente nueva en medios materiales.

Pero resulta necesario remontarse, al menos, a 1955 para comprender el panorama que se desarrollaba entonces. Fue en ese año cuando la Marina abandonó su subordinación al orden constitucional y su característica dedicación profesional, para participar como un factor político partidista (antiperonismo) en la vida de los argentinos.

Así se sucedieron, el bombardeo aéreo a la Plaza de Mayo, los fusilamientos, la homogenización del pensamiento político interno, los permanentes planteos a los gobiernos democráticos y los repetidos golpes de estado. A lo que se agregó en la década de los 70 una metodología siniestra y alejada de toda ética para enfrentar la violencia política, cuyo posterior juzgamiento parece haber incidido más gravemente sobre los subordinados que sobre aquellos almirantes que ejercieron el control (o el descontrol) de la situación. Todos estos hechos signaron el derrotero de la Armada, para terminar, desde el aspecto militar, con una guerra perdida, además de pésimamente conducida.

Aquel debió haber sido el quiebre, el punto de inflexión, que permitiera dar a luz una Institución diferente, pero el atavismo cultural, un corporativismo disfrazado de institucionalismo, la presión de los protagonistas de esas aciagas décadas y el posterior temor de los actores políticos a que pudieran continuar repitiéndose en el futuro las intromisiones castrenses en el gobierno civil, empujaron a las FF.AA. hacia una continua declinación e impidieron -claramente en el caso de la Armada- ese renacer. Con el agravante simultáneo de condenar a las futuras generaciones navales a marchar con una pesada carga, de la cual no tuvimos ni la capacidad ni el coraje moral de desprendernos, asumiendo de cara a la sociedad, a nuestra sociedad, las responsabilidades que nos correspondían.

Pero -como señalamos más arriba- podía parecer que en aquel 1983 no todo estaba mal. Las adquisiciones de material que se habían efectuado a partir de 1974 comenzaron a incorporarse efectivamente y podíamos disponer de buques, submarinos y algunas aeronaves nuevas. Lo que no advertimos es que las desorbitadas partidas presupuestarias asignadas durante el llamado “Proceso” al ítem militar -“desorbitadas” en comparación con la atención económica que demandaban otros sectores básicos de responsabilidad del Estado- fueron reemplazadas por otras que, en contraposición, se demostraron insuficientes ya no solo para sostener una razonable política de recambio de medios, sino para mantener aquellos con los que ya se contaba, dando inicio a un progresivo descenso hacia el colapso.

Efectivamente, aquellos medios bélicos alistados exigían una adecuada manutención, así como una actualización de componentes, que no podía sustentarse con los créditos asignados y, en vez de asumir con sentido de realidad y responsabilidad la situación, continuamos en la creencia que solo era una coyuntura a sortear y que no tardarían en venir “tiempos mejores”.

Ese pensamiento mágico se mantuvo, sin interrupción, hasta la actualidad. En ese transcurso hicimos un empleo intensivo de aquellos recursos materiales mientras fueron nuevos, los seguimos usando sin una adecuada cadena de mantenimiento, los continuamos utilizando aunque ya sin algunas de sus capacidades militares, luego sin armamento, posteriormente sin sensores, y por último solo navegaban o volaban, muchas veces aun con dificultad.

Como señal de éxito en la gestión, en algunos casos se logró incorporar medios, sin reparar que con ello también asumíamos cargas económicas que no hallaban sustento en el presupuesto naval y que, por tanto, nos acercaban aún más dramáticamente al colapso institucional.

Nosotros, los que supuestamente nos encontrábamos mejor calificados en materia de planeamiento militar, obviamos el “párrafo situación” y seguimos en la creencia de que haciendo lo mismo íbamos a obtener una salida diferente. La cultura naval, hecha frase en aquello de que “no seré yo el que cierre o pare la Armada”, se impuso al buen criterio y generamos en nuestra gente un voluntarismo extremo desacertadamente reconocido como iniciativa, donde los premios y castigos se distribuían según el mayor o menor apego a esa errónea actitud, relevando así a los mandos de tomar las decisiones difíciles y responsables que la realidad imponía.

Carecimos de la voluntad -sino del conocimiento o, al menos, de la voluntad de conocer- para adaptar las antiguas estructuras institucionales a las demandas que proponía la dinámica del escenario internacional y las incidencias de aquella sobre el propio, a partir, sobre todo, de la revolución acontecida en materia de asuntos militares. Es así como permanecimos ajenos al impacto práctico que las tecnologías de la información y las comunicaciones tienen sobre la administración y gestión de los conflictos armados, ignorando la imprescindible necesidad de transformar en profundidad nuestra organización y el modo de conducir las operaciones y prepararnos para ellas.

En lugar de ello, continuamos en el rol de desmesurados adoradores de la rutina y el orden, sin detenernos a pensar que esta exagerada preocupación en verdad encubría nuestra falta de habilidad en terrenos más importantes de nuestra tarea de mando. Pecamos de soberbia y vanidad: todo debía hacerse de nuevo porque quien precedió poco o nada sabía y, en definitiva, íbamos por el mismo camino fruto de nuestra propia mediocridad.

Elaboramos visiones, proyectos, prospectivas de la Armada que vendría, pero siempre desde lo que nosotros pretendíamos y no lo que el país, la Institución y su gente necesitaban, terminando en un juego de papeles que solo alimentaba el ego de las plumas, pero sin resultado positivo alguno. Los significativos cambios sociales y aun culturales sobrevinientes parecieron no hacer mella en quienes teníamos la obligación de conducir. Fue inevitable que se produjeran manifestaciones hasta entonces impensadas en la mentalidad naval, para intentar advertirnos -quizá sin lograrlo plenamente- que los mandos habíamos resultado ineficientes en la gestión de la “paritaria” castrense y que, frente al fracaso, no podíamos mantenernos indiferentes a las carencias y penurias económicas, en especial, de los sectores militares más desprotegidos y, por consiguiente, explorar inteligentemente otras vías legítimas de acción.

Ignorábamos y éramos ignorados, situación que, paradójicamente, reforzaba nuestra tendencia a parecer infalibles y, por tanto, a insistir hasta el paroxismo en nuestras propias concepciones que elevamos a nivel de credo. Un simple y claro ejemplo de ello: el tan mentado portaaviones, como si un medio pudiera transformase en fin.

Miramos con recelo las ideas originales, calificamos de traidores a los que pensaran distinto, obstaculizamos a aquellos que viendo la realidad querían hacer cosas diferentes. “Había que hundirse parejo”, otra frase célebre de aquella pretendida “cultura naval” que se empeñaba en imponer.

No hay duda de que la nuestra es una profesión de riesgo. Nadie mejor lo sabe que nuestros suboficiales y oficiales, porque son los que practican paracaidismo con elementos varias veces homologados, tiran con munición vencida, operan aviones al borde de la obsolescencia, navegan con solo un generador o balsas salvavidas también vencidas y realizan tantas otras actividades en condiciones distantes de lo óptimo. Para los almirantes, ya alejados de tales operaciones, el riesgo radica, en cambio, en las decisiones que día a día se deben tomar con el mayor nivel de racionalidad. Si algo no podíamos hacer era cerrar los ojos a aquello que nos resultaba indigesto, generando una actitud mental parcial o tendenciosa, porque eso se paga muy caro.

En definitiva, lo que ocurrió, debió advertirse que iba a ocurrir: cuándo, con qué y a quién le tocaría se definiría en el tiempo. Ahora lo sabemos. Es dable aclarar que, en lo personal, tuve el honor de compartir parte de mi tiempo con responsabilidad de comando con quien, a mi juicio, fue el único Jefe del Estado Mayor General de la Armada (JEMGA) que intentó parar, analizar y ver como seguíamos, pero deseaba el consenso para hacerlo. No se lo dieron, lo obstaculizaron, la mediocridad pudo más y hechos posteriores forzaron su pase a retiro, dando así por tierra con lo que pudo ser un hacer diferente.

Concluyendo… no supimos, no pudimos, no quisimos. Cada uno, en profunda introspección, podrá colocarse en algunas de estas tres variables, lo único cierto es que fracasamos; solo espero que esta trágica pérdida de “44” intrépidos tripulantes permita a las futuras generaciones encontrar el rumbo que jamás deberíamos haber perdido, el de nuestros próceres, los verdaderos, los que con nada hicieron mucho por la Patria y consideraron que su gente era el recurso más preciado y valioso de la Armada.

Buenos Aires, diciembre de 2017
 

Merchant Marine one

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Se realizó el primer ejercicio combinado EVACRIT 2018

11/01/2018. Enmarcado en el memorando de entendimiento firmado entre los Ministerios de Defensa de Argentina y Chile en 2012, se trata de una evacuación médica de emergencia desde Chile, a través de Ushuaia.

Ushuaia – Ayer se llevó a cabo la primera edición 2018 del Ejercicio de Evacuación Médica de Emergencia en Tareas de Desminado Humanitario (EVACRIT), que se enmarca en el memorando de entendimiento firmado entre los Ministerios de Defensa de Argentina y Chile en 2012, consistente en la evacuación de heridos durante las tareas de desminado que se están llevando a cabo en islas del Canal Beagle, en territorio chileno.

El objetivo de la ejercitación se centra en proveer asistencia médica de emergencia en la ciudad de Ushuaia, en el caso en que deba estabilizarse un eventual accidentado. La responsabilidad operativa, además de las coordinaciones y ejecución de las tareas, fueron llevadas a cabo desde el Área Naval Austral (ANAU) en Argentina —además de la Base Naval Ushuaia (BNUS) y Estación Aeronaval Ushuaia (ETAU)— y la Comandancia de la Tercera Zona Naval (TERZONA) de Chile, a través del Distrito Naval Beagle (DISNABE); de acuerdo a sus respectivas áreas de responsabilidad.
Esta primera edición 2018, contó con la participación de un helicóptero AIRBUS EC-135 T1, que arribó al Aeropuerto Internacional Ushuaia (AIUMA), donde se efectuó una evaluación primaria del paciente para luego ser trasladado al Hospital Regional Ushuaia (HRU) en una Unidad de Terapia Intensiva Móvil 4×4, bajo la supervisión de personal médico.

En su trayecto hacia la Guardia Médica del HRU, recibió el apoyo de una Unidad de Traslado del Hospital Naval Ushuaia (HNUS) donde también se destacó personal de sanidad del nosocomio naval. Luego de 4’30” el paciente fue recibido por el doctor Eduardo Serra, jefe de Guardia, ingresado con estado crítico compensado, presentando una amputación traumática supracondilea de miembro inferior derecho.

Para una adecuado y rápido traslado, durante la operación participaron de manera coordinada personal de Aduana, Migraciones, Consulado de Chile, Dirección de Tránsito, Policía de Seguridad Aeroportuaria, Policía de Tierra del Fuego, Policía Federal Argentina y Defensa Civil.





Créditos: Gaceta Marinera Digital
 
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Merchant Marine one

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CAMPAÑA ANTÁRTICA DE VERANO
Se reabrió la Base Antártica Primavera

12/01/2018. Fue el pasado sábado 6 de enero, cuando el transporte ARA “Canal Beagle” realizó el traslado de personal militar y científico que permanecerá allí hasta la finalización de la Campaña Antártica de Verano 2017-18.

Antártida – Continuando con su itinerario en la Campaña Antártica de Verano 2017/18, el buque transporte ARA “Canal Beagle” arribó a Caleta Cierva, donde sobre las 18hs se iniciaron los primeros movimientos para la reapertura y abastecimiento de la Base Antártica Primavera, administrada por el Ejército Argentino.

Empleando dos lanchas EDPV y un bote semirrígido Zodiac, personal de la Armada y dotación de la Base efectuaron el desembarco de carga general que incluyeron tambores de GOA y nafta, materiales para la construcción, instrumentos científicos, equipamiento para el trabajo diario y víveres. Las tareas de abastecimiento se extendieron hasta la mañana siguiente, y en cada maniobra se extremaron las medidas de seguridad debido a la presencia de hielo y grandes témpanos.

Ubicada a 50 msnm, la Base posee una enfermería, una usina, un laboratorio, varios depósitos, un comedor, y una casa principal donde se aloja la dotación. El Jefe de la Base Primavera, Capitán de Infantería Diego Naselli expresó: “La misión del Ejército en esta Base consiste en brindar apoyo logístico a los científicos para que puedan desarrollar sus investigaciones de manera satisfactoria, también los ayudaremos con la recolección de datos y muestras que luego analizarán”.

“Teniendo en cuenta que la Base estuvo cerrada un año, parte del personal va a realizar trabajos de mantenimiento como pintura, conexiones eléctricas y reparaciones de carpintería”, concluyó el Capitán Naselli. Primavera contará por el período de verano con una dotación de catorce personas; nueve militares, cuatro biólogas del CONICET y un Guardaparques de la Administración de Parques Nacionales.

En los espacios libres de hielo en cercanías a la base, las rocas exhiben capas de líquenes, musgos y gramíneas, también se observan diversas especies animales, que hacen propicio al lugar para el estudio de la naturaleza antártica.

Durante esta campaña el grupo científico llevará adelante dos proyectos: “Humedales Primavera” (relevamiento de las superficies-lagunas, musgos y rocas donde existe agua dulce para determinar comunidades microscópicas que se alojan en el ambiente) e “Interacciones Primavera” (estudios del estado sanitario de las poblaciones de cormoranes antárticos).

Luego de finalizar la descarga, el transporte ARA “Canal Beagle” zarpó con rumbo a la base antártica Melchior para continuar con las tareas de reapertura y abastecimiento.











Créditos: Gaceta Marinera Digital
 
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