Aca les dejo un interesante articulo que salio hace un tiempo en La Nacion. A lo ultimo se pone un poco critico, pero es interesante.
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El mundo
Rusia, pasado y presente: los pequeños soldados de Putin
"¡Arriba! ¡Vamos! ¡Despierten, vagos!". Son las 5 de la mañana en punto. Los comandantes sacuden las camas, sacan las almohadas y quitan las sábanas. "¡Tienen cinco minutos para estar listos!", grita un hombre en uniforme de combate. Delante de él, veinte niños se mueven lentamente en torno de sus camas. Los movimientos no son precisos, los ojos están aún somnolientos luego de un breve descanso nocturno. En ropa interior, los niños corren al gran tanque de agua con su cepillo de dientes y un pedazo de jabón. Se lavan a las apuradas. Tienen que alistarse rápido. Luego de ponerse el uniforme a toda velocidad, toman su arma y corren en desorden a alinearse en posición de firmes delante de la jefatura militar.
"Alto o disparamos", dice el cartel a la entrada del campamento paramilitar de entrenamiento para niños de Kaskad, en los bosques de Zukovski, 50 kilómetros al sur de Moscú. El comandante Guennadi Korotaev inspecciona sus tropas antes del entrenamiento. Sus reclutas tienen entre 8 y 17 años. Sus rifles AK-74 son demasiado grandes para ellos, al igual que su uniforme del Ejército Rojo. Con el casco atornillado en la cabeza y una mochila que pesa unos 10 kilos, se ven como verdaderos soldados. Luego de atragantarse con leche y pan como desayuno, dejan el campamento para una caminata de entrenamiento de 45 kilómetros en la campiña de Moscú que sigue dormida. La columna atraviesa en silencio campos y bosques. Los instructores acompañan a la fila para motivar a los más débiles.
El sol ya está en lo alto cuando comienzan los disparos. Es una emboscada. Los niños se dispersan en pequeños grupos organizados. Delante de ellos los oficiales simulan un ataque enemigo. Rápidamente se establece una estrategia. Tres soldados valientes caminan junto al río cercano, rumbo al campamento enemigo, mientras el grupo permanece oculto entre los matorrales. ¡El contraataque es un verdadero éxito! Con sus armas listas para disparar contienen a los jóvenes oficiales enemigos, que apenas alcanzan a superar los veinte años. Luego del pequeño simulacro de guerra, se los invita a todos a hacer entrenamiento de tiro bajo el sol abrasador. Después de la práctica de tiro caen exhaustos en los campos, incapaces de resistir. Duermen una siesta demasiado corta, en medio de los disparos de otras ametralladoras.
Poco después llega la hora de volver al campamento. Otros 20 kilómetros de regreso. Hambrientos y cansados, los niños se duermen en cuanto tocan la almohada. La mayoría no podrá caminar por días enteros, sus pies y sus cuerpos doloridos por la dura prueba.
Desde hace más de veinte años, los instructores del campamento de entrenamiento de Kaskad enseñan a chicas y chicos las técnicas de guerra. "Kaskad fue creado en 1982 por hombres de unidades especiales rusas que sirvieron en la guerra de Afganistán", explica el comandante Guennadi Korotaev. "En aquel momento la instrucción militar en nuestro país era inútil. Teníamos que armarnos de nuevos métodos". Y algunos ya tenían una idea. Alarmados por la mala reputación de sus soldados, su organización ineficiente y su ignorancia de las técnicas guerrilleras, un puñado de oficiales imaginó un programa de Educación premilitar. El objetivo era entrenar a los soldados del futuro y la mejor manera de formar buenos reclutas era incorporarlos a edad temprana.
Sin apoyo político y con total independencia, estos veteranos de la unidad de elite Specnaz fundaron en 1982, en el bosque de Zukovski, el "Club deportivo-militar Komsomolski Orlyonok". A diferencia de la enseñanza académica rusa, que se consideró demasiado teórica e insuficiente, los jóvenes reclutas de entre 8 y 17 años aquí quedan inmersos en la dura realidad de la guerra a través de muchas simulaciones y duros ejercicios físicos. En 1992, el "Orlyonok" fue reestructurado para convertirlo en la "Asociación Patriótica Militar de Kaskad". A partir de allí se prestó más atención a la preparación psicológica y moral de los niños.
Si bien la metodología y la ideología en el campamento han cambiado notoriamente a lo largo de las últimas dos décadas, el entrenamiento sigue siendo el mismo. Al igual que para la Specnaz, está organizado en base a nueve disciplinas: el ARB ("Armijski Rukopashni Boj"), el arte marcial del antiguo Ejército Rojo, el tiro en todos sus aspectos (desde la ballestas, pasando por la pistola hasta el rifle AK-74), estrategia, topografía, paracaidismo, transmisión por radio, ayuda médica, buceo y escalar. "Nuestros estudiantes están tan bien entrenados que el ministerio de Defensa e incluso el ejército nos llaman", señala con orgullo Guennadi Korotaev. "Nuestros cadetes son verdaderos modelos de resistencia y a veces son incluso mejores que algunos profesionales".
Luego de los exámenes médicos y con la obligatoria autorización de los padres, algo más de un centenar de niños recibe cada año entrenamiento militar en el campamento de verano, de junio a julio, por 5 semanas. Llegados de los cuatro rincones del territorio ruso y los países de la ex Unión Soviética, huérfanos, hijos de familias de clase baja o alta, la mayoría de ellos está ya en escuelas semimilitares y considera a Kaskad como un seminario de verano para perfeccionar sus capacidades.
Disciplina y coraje
Otros no están tan motivados y están aquí porque sus padres los obligaron a participar. Además de estos "visitantes de verano", hay aquí unos 50 "cadetes" que desarrollan un entrenamiento completo en Kaskad. Un entrenamiento de seis años, durante los cuales la mañana se concentra en estudios generales "clásicos" y las tardes en cursos militares. Todos tienen el mismo sueño: integrar un día los cuadros de la legendaria Specnaz y el campamento de verano así como el campamento de invierno representan la oportunidad de aplicar lo que aprendieron a lo largo del año. Lejos de los problemas y las rebeldías que caracterizan a todos los adolescentes, los niños soldados de Kaskad encuentran un refugio en la "Gran Madre Patria", donde el leitmotiv es la disciplina, el coraje y el patriotismo. "Mi país es mi segunda madre", nos confía Valeri Smirnov, de 13 años. "Soy tártaro y nacionalista, pero antes que nada soy ruso hasta lo más profundo de mi alma", agrega con orgullo otro chico.
Organizados en nueve secciones, los 115 estudiantes siguen varias especialidades que eligen de acuerdo a sus capacidades y habilidades físicas evaluadas por el médico del campamento, el doctor Daria. Algunos integrarán la sección de "infantería", los futuros comandantes la sección "comando táctico" o, los más jóvenes, el "departamento del Cuartel General". Todos cumplen rigurosamente con el entrenamiento, viviendo con un horario muy exigente. Desde que se levantan a las 7 de la mañana practican gimnasia y trote, luego limpian las carpas, se lavan y desayunan. De 9 de la mañana a 2 de la tarde se desarrolla el entrenamiento y cada sección está atareada. Luego llega la tan anhelada hora dedicada al almuerzo, los "cadetes" limpian con esmero sus armas, su uniforme y su mochila. A las cinco y media de la tarde se reúnen para el curso de cultura general, hasta las siete, cuando suena la campana que los llama a cenar. Luego de un sauna y unos pocos minutos de tiempo para la distracción, las luces se apagan a las 11 de la noche. Toda violación de las reglas es castigada con severidad. Una mañana dos niños no llegaron a la formación inicial. Habían ido al pueblo cercano a comprar chocolate. Cuando volvieron un instructor les cayó encima. El castigo: en uniforme y mochila debieron correr 24 horas en el bosque, deteniéndose sólo para hacer veinte flexiones y vuelta a correr.
En el campamento de Kaskad hay una sensación de nostalgia por el viejo poder soviético y el recuerdo de los campamentos de entrenamiento de la juventud estalinista. Andrei Samotoin, el vocero de la asociación paramilitar, toma cierta distancia: "Varias asociaciones rusas hoy están armando programas de actividades para gente joven buscando compensar lo que el gobierno no hace. Kaskad no pertenece a ningún partido político. Damos al estudiante una educación neutral".
Según el comandante Guennadi, "Kaskad se autofinancia, gracias a donaciones. Los instructores también invierten su propio dinero". En la situación económica actual del país, para mantener un campamento militar, lo que significa proveer armas y municiones, alimentos y alojamiento para 200 personas, diez semanas al año, se necesita un presupuesto que sólo se puede tener con subsidios públicos. Si bien no ondean banderas sobre el campamento y la independencia parece ser el orgullo de todos, el campamento militar de 2002 fue financiado por la Organización de Defensa Deportiva Técnica Rusa (ODDTR), del ministerio de Educación, que cuenta con fondos de compañías privadas anónimas.
Muchos periodistas rusos ven en Kaskad la voluntad del presidente Vladimir Putin de recuperar el viejo esplendor del ejército ruso. Probablemente es por eso que se conoce a los cadetes como los "pequeños soldados de Putin". Pero el entrenamiento de niños de ocho años en cuestiones de guerra puede plantear problemas éticos y morales. "En los clubes de tiro los niños usan armas y balas reales y nadie se atreve a hablar de que se los entrena para asesinar", dice Andrei Samotoin. "Los carniceros usan cuchillos, los caratecas podrían matar a un hombre con las manos y nadie dice que son asesinos potenciales. ¡Aprender a usar armas no significa que sistemáticamente se les quiera dar un uso negativo!"
A esa misma hora, un sacerdote de la iglesia ortodoxa del pueblo cercano predica ante diez niños atentos. El sacerdote les cuenta de las andanzas del pasado del ejército ruso. El discurso cambia de pronto: "El enemigo es el que quiere quitarles la vida, lastimarlos, a ustedes y a sus amigos". Y concluye: "Sepan que cuando estén cara a cara con él, Dios siempre los autorizará a matar en defensa propia".
El campamento está próximo a su fin y los niños corren en todas direcciones para prepararlo para la llegada de sus padres y de las figuras políticas invitadas para celebrar un aniversario del campamento. Cuelgan de los árboles grandes carteles con la imagen de Putin; en las paredes pegan fotografías de los representantes de operaciones militares a bordo de un avión de combate, en instalaciones militares Las carpas son cubiertas con redes de camuflaje y los rifles de asalto quedan perfectamente limpios. La excitación llega a su clímax. Hay rumores de que vendrá el ex ministro de defensa Igor Rodionov. Ya llegan las primeras familias. Pasan algunas horas, no ha llegado ningún funcionario. Todos se ven desilusionados. El campamento se adormece con amargura. Abandonados o buscados por los políticos según convenga a sus campañas electorales, los pequeños soldados son una verdadera paradoja para Rusia, atrapada en la historia, entre la nostalgia y la modernidad.
Por Arne Hodalic
LA NACION
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El mundo
Rusia, pasado y presente: los pequeños soldados de Putin
"¡Arriba! ¡Vamos! ¡Despierten, vagos!". Son las 5 de la mañana en punto. Los comandantes sacuden las camas, sacan las almohadas y quitan las sábanas. "¡Tienen cinco minutos para estar listos!", grita un hombre en uniforme de combate. Delante de él, veinte niños se mueven lentamente en torno de sus camas. Los movimientos no son precisos, los ojos están aún somnolientos luego de un breve descanso nocturno. En ropa interior, los niños corren al gran tanque de agua con su cepillo de dientes y un pedazo de jabón. Se lavan a las apuradas. Tienen que alistarse rápido. Luego de ponerse el uniforme a toda velocidad, toman su arma y corren en desorden a alinearse en posición de firmes delante de la jefatura militar.
"Alto o disparamos", dice el cartel a la entrada del campamento paramilitar de entrenamiento para niños de Kaskad, en los bosques de Zukovski, 50 kilómetros al sur de Moscú. El comandante Guennadi Korotaev inspecciona sus tropas antes del entrenamiento. Sus reclutas tienen entre 8 y 17 años. Sus rifles AK-74 son demasiado grandes para ellos, al igual que su uniforme del Ejército Rojo. Con el casco atornillado en la cabeza y una mochila que pesa unos 10 kilos, se ven como verdaderos soldados. Luego de atragantarse con leche y pan como desayuno, dejan el campamento para una caminata de entrenamiento de 45 kilómetros en la campiña de Moscú que sigue dormida. La columna atraviesa en silencio campos y bosques. Los instructores acompañan a la fila para motivar a los más débiles.
El sol ya está en lo alto cuando comienzan los disparos. Es una emboscada. Los niños se dispersan en pequeños grupos organizados. Delante de ellos los oficiales simulan un ataque enemigo. Rápidamente se establece una estrategia. Tres soldados valientes caminan junto al río cercano, rumbo al campamento enemigo, mientras el grupo permanece oculto entre los matorrales. ¡El contraataque es un verdadero éxito! Con sus armas listas para disparar contienen a los jóvenes oficiales enemigos, que apenas alcanzan a superar los veinte años. Luego del pequeño simulacro de guerra, se los invita a todos a hacer entrenamiento de tiro bajo el sol abrasador. Después de la práctica de tiro caen exhaustos en los campos, incapaces de resistir. Duermen una siesta demasiado corta, en medio de los disparos de otras ametralladoras.
Poco después llega la hora de volver al campamento. Otros 20 kilómetros de regreso. Hambrientos y cansados, los niños se duermen en cuanto tocan la almohada. La mayoría no podrá caminar por días enteros, sus pies y sus cuerpos doloridos por la dura prueba.
Desde hace más de veinte años, los instructores del campamento de entrenamiento de Kaskad enseñan a chicas y chicos las técnicas de guerra. "Kaskad fue creado en 1982 por hombres de unidades especiales rusas que sirvieron en la guerra de Afganistán", explica el comandante Guennadi Korotaev. "En aquel momento la instrucción militar en nuestro país era inútil. Teníamos que armarnos de nuevos métodos". Y algunos ya tenían una idea. Alarmados por la mala reputación de sus soldados, su organización ineficiente y su ignorancia de las técnicas guerrilleras, un puñado de oficiales imaginó un programa de Educación premilitar. El objetivo era entrenar a los soldados del futuro y la mejor manera de formar buenos reclutas era incorporarlos a edad temprana.
Sin apoyo político y con total independencia, estos veteranos de la unidad de elite Specnaz fundaron en 1982, en el bosque de Zukovski, el "Club deportivo-militar Komsomolski Orlyonok". A diferencia de la enseñanza académica rusa, que se consideró demasiado teórica e insuficiente, los jóvenes reclutas de entre 8 y 17 años aquí quedan inmersos en la dura realidad de la guerra a través de muchas simulaciones y duros ejercicios físicos. En 1992, el "Orlyonok" fue reestructurado para convertirlo en la "Asociación Patriótica Militar de Kaskad". A partir de allí se prestó más atención a la preparación psicológica y moral de los niños.
Si bien la metodología y la ideología en el campamento han cambiado notoriamente a lo largo de las últimas dos décadas, el entrenamiento sigue siendo el mismo. Al igual que para la Specnaz, está organizado en base a nueve disciplinas: el ARB ("Armijski Rukopashni Boj"), el arte marcial del antiguo Ejército Rojo, el tiro en todos sus aspectos (desde la ballestas, pasando por la pistola hasta el rifle AK-74), estrategia, topografía, paracaidismo, transmisión por radio, ayuda médica, buceo y escalar. "Nuestros estudiantes están tan bien entrenados que el ministerio de Defensa e incluso el ejército nos llaman", señala con orgullo Guennadi Korotaev. "Nuestros cadetes son verdaderos modelos de resistencia y a veces son incluso mejores que algunos profesionales".
Luego de los exámenes médicos y con la obligatoria autorización de los padres, algo más de un centenar de niños recibe cada año entrenamiento militar en el campamento de verano, de junio a julio, por 5 semanas. Llegados de los cuatro rincones del territorio ruso y los países de la ex Unión Soviética, huérfanos, hijos de familias de clase baja o alta, la mayoría de ellos está ya en escuelas semimilitares y considera a Kaskad como un seminario de verano para perfeccionar sus capacidades.
Disciplina y coraje
Otros no están tan motivados y están aquí porque sus padres los obligaron a participar. Además de estos "visitantes de verano", hay aquí unos 50 "cadetes" que desarrollan un entrenamiento completo en Kaskad. Un entrenamiento de seis años, durante los cuales la mañana se concentra en estudios generales "clásicos" y las tardes en cursos militares. Todos tienen el mismo sueño: integrar un día los cuadros de la legendaria Specnaz y el campamento de verano así como el campamento de invierno representan la oportunidad de aplicar lo que aprendieron a lo largo del año. Lejos de los problemas y las rebeldías que caracterizan a todos los adolescentes, los niños soldados de Kaskad encuentran un refugio en la "Gran Madre Patria", donde el leitmotiv es la disciplina, el coraje y el patriotismo. "Mi país es mi segunda madre", nos confía Valeri Smirnov, de 13 años. "Soy tártaro y nacionalista, pero antes que nada soy ruso hasta lo más profundo de mi alma", agrega con orgullo otro chico.
Organizados en nueve secciones, los 115 estudiantes siguen varias especialidades que eligen de acuerdo a sus capacidades y habilidades físicas evaluadas por el médico del campamento, el doctor Daria. Algunos integrarán la sección de "infantería", los futuros comandantes la sección "comando táctico" o, los más jóvenes, el "departamento del Cuartel General". Todos cumplen rigurosamente con el entrenamiento, viviendo con un horario muy exigente. Desde que se levantan a las 7 de la mañana practican gimnasia y trote, luego limpian las carpas, se lavan y desayunan. De 9 de la mañana a 2 de la tarde se desarrolla el entrenamiento y cada sección está atareada. Luego llega la tan anhelada hora dedicada al almuerzo, los "cadetes" limpian con esmero sus armas, su uniforme y su mochila. A las cinco y media de la tarde se reúnen para el curso de cultura general, hasta las siete, cuando suena la campana que los llama a cenar. Luego de un sauna y unos pocos minutos de tiempo para la distracción, las luces se apagan a las 11 de la noche. Toda violación de las reglas es castigada con severidad. Una mañana dos niños no llegaron a la formación inicial. Habían ido al pueblo cercano a comprar chocolate. Cuando volvieron un instructor les cayó encima. El castigo: en uniforme y mochila debieron correr 24 horas en el bosque, deteniéndose sólo para hacer veinte flexiones y vuelta a correr.
En el campamento de Kaskad hay una sensación de nostalgia por el viejo poder soviético y el recuerdo de los campamentos de entrenamiento de la juventud estalinista. Andrei Samotoin, el vocero de la asociación paramilitar, toma cierta distancia: "Varias asociaciones rusas hoy están armando programas de actividades para gente joven buscando compensar lo que el gobierno no hace. Kaskad no pertenece a ningún partido político. Damos al estudiante una educación neutral".
Según el comandante Guennadi, "Kaskad se autofinancia, gracias a donaciones. Los instructores también invierten su propio dinero". En la situación económica actual del país, para mantener un campamento militar, lo que significa proveer armas y municiones, alimentos y alojamiento para 200 personas, diez semanas al año, se necesita un presupuesto que sólo se puede tener con subsidios públicos. Si bien no ondean banderas sobre el campamento y la independencia parece ser el orgullo de todos, el campamento militar de 2002 fue financiado por la Organización de Defensa Deportiva Técnica Rusa (ODDTR), del ministerio de Educación, que cuenta con fondos de compañías privadas anónimas.
Muchos periodistas rusos ven en Kaskad la voluntad del presidente Vladimir Putin de recuperar el viejo esplendor del ejército ruso. Probablemente es por eso que se conoce a los cadetes como los "pequeños soldados de Putin". Pero el entrenamiento de niños de ocho años en cuestiones de guerra puede plantear problemas éticos y morales. "En los clubes de tiro los niños usan armas y balas reales y nadie se atreve a hablar de que se los entrena para asesinar", dice Andrei Samotoin. "Los carniceros usan cuchillos, los caratecas podrían matar a un hombre con las manos y nadie dice que son asesinos potenciales. ¡Aprender a usar armas no significa que sistemáticamente se les quiera dar un uso negativo!"
A esa misma hora, un sacerdote de la iglesia ortodoxa del pueblo cercano predica ante diez niños atentos. El sacerdote les cuenta de las andanzas del pasado del ejército ruso. El discurso cambia de pronto: "El enemigo es el que quiere quitarles la vida, lastimarlos, a ustedes y a sus amigos". Y concluye: "Sepan que cuando estén cara a cara con él, Dios siempre los autorizará a matar en defensa propia".
El campamento está próximo a su fin y los niños corren en todas direcciones para prepararlo para la llegada de sus padres y de las figuras políticas invitadas para celebrar un aniversario del campamento. Cuelgan de los árboles grandes carteles con la imagen de Putin; en las paredes pegan fotografías de los representantes de operaciones militares a bordo de un avión de combate, en instalaciones militares Las carpas son cubiertas con redes de camuflaje y los rifles de asalto quedan perfectamente limpios. La excitación llega a su clímax. Hay rumores de que vendrá el ex ministro de defensa Igor Rodionov. Ya llegan las primeras familias. Pasan algunas horas, no ha llegado ningún funcionario. Todos se ven desilusionados. El campamento se adormece con amargura. Abandonados o buscados por los políticos según convenga a sus campañas electorales, los pequeños soldados son una verdadera paradoja para Rusia, atrapada en la historia, entre la nostalgia y la modernidad.
Por Arne Hodalic
LA NACION