EL Precio de la Neutralidad argentina en la 2da. Guerra Mundial

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Por otro lado, cabe mencionar la actuación que en algunas cuestiones cupo a la Argentina en las Naciones Unidas. En 1948 la Argentina alcanzó cierto prestigio por la gestión que debió cumplir el canciller Bramuglia, lo cual fue aprovechado ampliamente por la propaganda peronista. Ese año correspondía a la Argentina la presidencia rotativa del Consejo de Seguridad. Bramuglia debió llevar a cabo una mediación entre las potencias occidentales y la Unión Soviética para solucionar el bloqueo de Berlín en septiembre de 1948, actuación que le ganó el respeto de la comunidad internacional. (55)
La Argentina fijó también su posición en contra el poder de veto de las grandes potencias y postuló el principio de universalidad, es decir la admisión de todos los países que desearan ingresar en la ONU. En octubre de 1946, en la primera Asamblea General, el representante argentino, José Arce, señaló que ese privilegio debía ser suprimido y reemplazado por la mayoría de 2/3 o 3/4 de los miembros. Al año siguiente, en la Segunda Asamblea, la Argentina propuso la convocatoria de una Conferencia General para abolir el veto. La Unión Soviética se opuso a la propuesta argentina, defendiendo el veto como un instrumento fundamental para el funcionamiento de la ONU. Finalmente, la Asamblea creó un Comité Interino para considerar la cuestión. La consecuente enemistad entre el representante argentino Arce y el delegado soviético Vishinsky por la cuestión del veto llevó al gobierno argentino a tener que reemplazar al primero cuando tocó al país presidir el Consejo de Seguridad, a fin de no arriesgar el resultado de la gestión. La cuestión del veto dejó de plantearse cuando Arce dejó su cargo en la ONU. (56)
Por cierto, la política de la Tercera Posición no parece haber tenido confirmación en algunas de las posiciones adoptadas por la Argentina en las Naciones Unidas. En 1946, la Argentina se negó a apoyar en el Consejo de Seguridad la causa de la República de Indonesia y no condenó la agresión llevada a cabo allí por Holanda. No acompañó a la India cuando ésta denunció las discriminaciones contra la población de origen indio en la Unión Sudafricana, y se abstuvo de votar en todas las declaraciones que condenaban la persecución racial en este país. Votó en contra de todas las iniciativas destinadas a obligar a la Unión Sudafricana a liberar el territorio ilegalmente retenido de Africa Sudoccidental. Votó en contra de la iniciativa que propiciaba examinar la política imperial francesa en Marruecos. Respecto de la cuestión de qué gobierno debía tener la representación de China, comenzó con la abstención y luego se inclinó por el régimen de Formosa. En el problema planteado por la guerra de Corea, no acompañó a los países que trataban de alcanzar una solución que limitara el conflicto, apoyando decididamente a Estados Unidos. Por último, se abstuvo cuando debió decidirse si Puerto Rico, las Antillas holandesas y Surinam estaban en condiciones de obtener el gobierno propio. (57)
La posición argentina asumida respecto de la cuestión palestina merece una explicación. Cuando Gran Bretaña decidió retirarse de Palestina, convocó a judíos y árabes a un Conferencia en Londres. Habiendo fracasado las gestiones para alcanzar un acuerdo, el delegado británico ante las Naciones Unidas solicitó al secretario general de la ONU que reuniera a la Asamblea General para tratar el tema. De esta reunión surgió la Comisión Especial de las Naciones Unidas para Palestina. Dicha Comisión recomendó por unanimidad que se terminara el mandato británico y se otorgase la independencia a Palestina; que se acordara un período de transición, se preservara el carácter sagrado de los lugares santos y se conservara la unidad económica de Palestina. Pero los miembros de la Comisión diferían respecto de la cuestión de fondo, que era la constitución del futuro estado. El plan de la mayoría proponía la partición de Palestina en dos estados -judío y árabe- y la internacionalización de Jerusalén; el de la minoría postulaba un estado federal. (58)
En la Segunda Asamblea General de las Naciones Unidas la cuestión se decidió. Se crearon dos Subcomités que presentaron distintos proyectos: uno, propuso un estado judío con un enclave árabe; el otro, un estado unitario. Ambas propuestas fueron elevadas a un Comité ad hoc que el 27 de noviembre de 1947 resolvió que se implementara el plan de Partición con unión económica. Los países árabes sostuvieron que la propuesta del primer comité era ilegal y contraria a la Carta de la ONU. El 29 de noviembre se inició la sesión en que se debía llevar a cabo la votación. La Argentina planteó reparos al plan de partición, señalando que, en lugar de asegurar la paz, esto generaría un grave conflicto. Finalmente la resolución 181 (II), que aprobó y decretó la Partición de Palestina, se tomó por 33 votos a favor, 13 en contra y 10 abstenciones, entre éstas la de la Argentina. El 15 de mayo de 1948 se arriaba la bandera británica en Palestina. Simultáneamente, los judíos proclamaban la creación del Estado de Israel, reconocido el mismo día por Estados Unidos y dos días después por la Unión Soviética. La Argentina lo reconocería en 1949.
En otro orden de cosas, desde la asunción de Perón a la presidencia, era perceptible la preocupación de la jerarquía militar por restaurar el poder militar argentino, perdido durante la Segunda Guerra Mundial, en virtud de la posición de neutralidad asumida por el gobierno argentino, que le había vedado el acceso a las compras de armamentos por el sistema de Préstamo y Arriendo. Al llegar Perón al gobierno, el embargo de armas dispuesto por Estados Unidos estaba todavía en vigencia, con el propósito de que la Argentina cumpliera con los acuerdos de Chapultepec. Incluso, en virtud de la existencia de un acuerdo de caballeros, el embargo debía ser respetado por Gran Bretaña y Canadá. Como ya se dijo, la Argentina logró un paso significativo en contra de dicho embargo, cuando, a comienzos de 1947, el gobierno británico comunicó al norteamericano que en adelante trataría al gobierno argentino en un pie de igualdad con los demás países latinoamericanos. Potash señala que la fecha de este anuncio, realizado el 27 de enero, inmediatamente posterior a la de 13 de febrero del acuerdo anglo-argentino, en que se decidiera la compra de los ferrocarriles británicos por el gobierno argentino, sugiere que hubo una vinculación de ambas cuestiones. El hecho de que en el convenio anglo-argentino no se hiciera mención de la utilización de las libras bloqueadas para el pago de los mismos, tendría que ver con la decisión de Perón de utilizar esas libras para el pago de armamento británico. (59)
De esta manera, y no obstante las objeciones interpuestas por Estados Unidos, las negociaciones iniciadas por el gobierno argentino con su par británico fructificaron en mayo de 1947, con la aprobación por el gobierno británico de contratos por los cuales empresas británicas entregarían a la Argentina cien aviones de caza y un número de bombarderos. El valor de los aviones encargados a Gran Bretaña era de unos 20 millones de libras esterlinas. (60)
No obstante, el gobierno de Perón tenía el compromiso -derivado del acuerdo de Chapultepec- de reequipar el ejército e implementar un programa de estandarización de armas, entrenamiento y organización propuesto por la Junta Interamericana de Defensa. Pero, como el embargo norteamericano continuaba, el ministro de Guerra, José Humberto Sosa Molina, amenazó con tener en cuenta ofrecimientos de fabricantes europeos como Skoda. En estas circunstancias, en junio de 1947 el presidente Truman anunciaba en Washington que su gobierno consideraba que la Argentina había cumplido con los compromisos establecidos en el Acta de Chapultepec y que se reanudarían las conversaciones sobre la defensa recíproca. En noviembre, Perón logró un primer ofrecimiento de 50 cañones antiaéreos. A fines del mismo mes, llegaba a Buenos Aires un alto oficial norteamericano con el propósito de inspeccionar unidades, conocer las necesidades del ejército argentino y recibir el pedido de asesores norteamericanos para el uso del material.
Finalmente, luego de una visita del general Sosa Molina a Estados Unidos, se llegó a un acuerdo en junio de 1948. Este consistía en la venta de equipo en depósito, con exclusión de vehículos, para seis unidades mecanizadas. Poco después, en octubre, se acordaron los detalles sobre la instalación de una misión militar -la primera de ejército- en Buenos Aires. Posteriormente, se adquirió material de rezago en Estados Unidos y en Europa. Para fines de abril de 1949, la Argentina había adquirido equipo militar al gobierno de Estados Unidos por 1.400.000 dólares, y un adicional de 6.800.000 dólares de equipo (valor nominal) al precio de propiedad de rezago de 748.000 dólares. (61)
Simultáneamente, la delegación argentina ante la Junta Interamericana de Defensa colaboraba en la formulación del “Plan Maestro para la defensa del Hemisferio Occidental”, si bien este organismo no tenía todavía la misión planificadora que se le otorgaría más tarde. El plan respondía a los intereses estratégicos de Estados Unidos, y la Junta constituía un espacio para mantener contactos bilaterales con los estados mayores latinoamericanos. No obstante, hasta 1950 Perón trató de obstaculizar el objetivo norteamericano de lograr un consejo militar interamericano y de formalizar una alianza militar. (62)
En 1951, la Cuarta Reunión de Consulta de ministros de Relaciones Exteriores otorgaba a la Junta Interamericana de Defensa funciones de planificación, recomendando la cooperación de las fuerzas armadas en la defensa del hemisferio. En ese año, Estados Unidos sancionó la ley de Asistencia Militar para la Mutua Defensa entre Estados Unidos y los países latinoamericanos. Asimismo la Junta Interamericana de Defensa convirtió el Plan Maestro en un Plan General para la Defensa del Continente, que fue aprobado en noviembre de 1951. Este plan se ajustaba a los objetivos del Estado Mayor norteamericano y contemplaba la necesidad de firmar acuerdos bilaterales. Ecuador fue el primer país en suscribir un acuerdo militar en virtud de la implementación de esta política; Brasil también lo hizo en ese año. En 1955 casi todos los gobiernos latinoamericanos habían firmado acuerdos de este tipo con Estados Unidos. Las únicas excepciones eran México y la Argentina. (63)
El logro del reequipamiento militar fue una pequeña satisfacción para Perón en el difícil año de 1948. En el mismo mes de junio en que se llegaba a un acuerdo con Estados Unidos por la cuestión de las armas, el gobierno recibía la noticia de que no habría compras del Plan Marshall en la Argentina. Esto provocaba un tremendo problema económico al país, agudizando la escasez de dólares necesarios para pagar las importaciones. Miranda tomó entonces la decisión de que las empresas extranjeras no podrían girar sus dividendos, lo cual fue interpretado por el embajador norteamericano como una represalia. El problema económico generó una virulenta campaña anti-norteamericana en la prensa oficialista argentina. Es probable que toda esta situación provocara la acusación en contra del ex agregado cultural a la embajada norteamericana entre 1941 y 1946, John F. Griffiths, de participar en un complot para matar al presidente Perón y su esposa descubierto en septiembre de 1948. Finalmente, el asunto de la implicación norteamericana en el complot y la campaña anti-norteamericana comenzaron a desaparecer de la prensa hacia el mes de noviembre. (64)
Debe señalarse que, a partir de junio de 1948, la política del gobierno argentino hacia Estados Unidos fue ambivalente. En el ámbito interno, el gobierno demostró un fuerte anti-americanismo a fin de obtener apoyo popular para la reforma constitucional que permitiera al presidente su reelección. En Washington, en cambio, los funcionarios argentinos trataban de alcanzar un acuerdo económico con el gobierno norteamericano. El país tenía en esos momentos una deuda con bancos americanos de más de 300 millones de dólares. En su visita no oficial a Estados Unidos a fines de septiembre, el presidente del Banco Central, Orlando Maroglio, había sugerido un crédito recíproco entre el Export-Import Bank y el Banco Central. Esto contradecía la prédica del influyente presidente del Consejo Económico Nacional, Miranda, quien había sostenido que se cortaría ambas manos antes de firmar un crédito o préstamo en dólares. Al regresar a Buenos Aires, Maroglio fue licenciado de su cargo, aunque luego se lo repuso en el mismo. No obstante, el regreso a Buenos Aires del canciller Bramuglia y del nuevo embajador en Estados Unidos, Jerónimo Remorino, parece haber incidido en que Miranda presentara su renuncia en enero de 1949. Los primeros compartían la idea de que era necesario establecer vínculos económicos más cercanos con Estados Unidos. Bramuglia había evitado involucrarse en las disputas económicas dentro del gobierno, pero no estaba conforme con la política de Miranda. (65)
El gobierno argentino anunció un cambio en la conducción económica el 19 de enero de 1949. Se crearon dos ministerios, uno de Economía y otro de Finanzas, colocando al frente de ellos a Roberto A. Ares y a Alfredo Gómez Morales. El último asumió también la presidencia del Banco Central que dejaba Maroglio. Los nuevos funcionarios eran considerados hombres de Bramuglia y nombrados a su instancia. Eran partidarios de cambios fundamentales: la abolición del IAPI, la eliminación de los controles de exportación y una mayor cooperación con Estados Unidos. Los funcionarios nacionalistas, apoyados por la esposa del presidente, en cambio, se oponían a que los grupos privados volvieran a obtener posiciones relevantes en el comercio exterior; rechazaban las concesiones a grupos económicos extranjeros y sostenían que la afiliación a organismos internacionales era contraria a la independencia económica. No obstante, los nuevos ministros comenzaron su plan de acción. Así, el consejero económico de la embajada argentina en Washington anunciaba que la Argentina enviaría pronto un representante a Estados Unidos para discutir asuntos económicos y concertar un préstamo. Por la misma época, el secretario de Estado Marshall también renunciaba y Dean Acheson era nombrado en su lugar. La última designación planteaba un interrogante, pues Acheson había estado asociado a la política dura hacia la Argentina. (66)
En 1949, dos cuestiones generaron preocupación en el gobierno norteamericano respecto de la Argentina. Una fue un artículo de la nueva Constitución argentina, que comenzó a regir en marzo de ese año. El artículo 40 establecía que los servicios públicos pertenecían al estado y podían ser adquiridos por compra o expropiación. El gobierno norteamericano percibió en dicho artículo una amenaza para las compañías norteamericanas, considerando que podría no haber indemnización y resolvió aconsejar al capital privado norteamericano no invertir en la Argentina bajo esas condiciones. La segunda cuestión fue el tratado anglo-argentino que otorgaba a Gran Bretaña una participación importante en el mercado argentino y que generó preocupación en círculos norteamericanos. No obstante, la creación de una comisión mixta para estudiar las relaciones comerciales y tratar de aportar soluciones trajo un principio de solución hacia fines de año, cuando diseñó un programa que proponía incrementar las exportaciones argentinas a Estados Unidos como una manera de disminuir la escasez de dólares y de facilitar compras en ese país. Al mismo tiempo comenzaba la negociación de la Argentina para obtener un crédito de fuente norteamericana. (67)
El proceso de entendimiento llevó en 1950 a la concesión de un crédito del Export-Import Bank de 125 millones de dólares a la Argentina. La contrapartida del mismo fue la ratificación por el Congreso argentino del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), firmado en Río de Janeiro en 1947. El crédito fue otorgado para cancelar deudas comerciales atrasadas y no para la adquisición de equipos industriales y agrícolas en el mercado norteamericano como deseaba el gobierno argentino. El hecho de que el crédito fuera anunciado en mayo de 1950 y la ratificación del Congreso argentino fuera decidida a fines de junio fue visto como un indicio de que los dos asuntos estaban vinculados. Giacalone sostiene que ambas decisiones pueden haber estado más conectadas con el comienzo de la guerra de Corea que entre sí. (68) Para Escudé, en cambio, la concurrencia de la acrecentada vulnerabilidad argentina y el deseo del gobierno norteamericano de que la Argentina cooperara con su política hemisférica y ratificara el TIAR permitió que se pusiera en práctica uno de los mecanismos de presión internacional: la denominada issue-linkage o vinculación temática de cuestiones. Mediante ésta, Estados Unidos podía conceder ayuda financiera que atemperara la crisis económica argentina a cambio de la deseada ratificación. (69)
Según constaba en una declaración de política secreta del Departamento de Estado del 21 de marzo de 1950, los objetivos del gobierno de Estados Unidos frente a la Argentina para ese año eran los siguientes: 1) obtener la cooperación argentina en la defensa del hemisferio occidental; 2) inducir a la Argentina a adoptar políticas que fortalezcan las fuerzas que apuntalan la paz y un modo de vida democrático; 3) crear y mantener un clima favorable de opinión entre los argentinos respecto de Estados Unidos y sus políticas; y 4) alentar y ayudar a la Argentina a establecer una economía bien balanceada como fuerza de estabilidad hemisférica capaz de cooperar económicamente, interesada en dicha cooperación y fértil para el desarrollo de principios democráticos. (70)
El memorándum sugería incluso la vinculación de cuestiones como instrumento de presión. En el subtítulo “Relaciones económicas norteamericano argentinas, decía:

Créditos en dólares pueden ofrecer una solución posible para la escasez de divisas de la Argentina. Como resultado de una sugerencia nuestra, el Export-Import Bank ha realizado un estudio preliminar de las necesidades crediticias argentinas y de su capacidad para hacer frente luego a su servicio. El Banco ha sido informado que, aunque no hay una objeción política básica a créditos en dólares para la Argentina, nosotros pasaremos revista a las relaciones norteamericano-argentinas mientras el Banco prosigue con el análisis de las consideraciones económicas, como una base para llegar a una decisión. (71)

Significaba esto que el crédito permanecía en estudio pero su concesión quedaba supeditada a consideraciones políticas.
En el mismo mes de marzo en que se emitía el documento anterior, arribaba a Buenos Aires, el secretario asistente de Estado, Edward G. Miller. Las conversaciones con miembros del gobierno argentino giraron en torno a la firma de un acuerdo comercial que reemplazara el tratado de 1853 y a la pendiente ratificación del TIAR por el Congreso argentino. Miller no pudo obtener precisión del gobierno argentino acerca de cuándo se produciría la mencionada ratificación. Recibió en cambio seguridades del presidente Perón de que el artículo 40 de la Constitución no sería aplicado en contra de intereses norteamericanos. El secretario norteamericano dio a entender al gobierno argentino que si las relaciones entre ambos gobiernos proseguían en la dirección adecuada, la Argentina recibiría un crédito significativo, dejando así planteada muy sutilmente la vinculación crédito-ratificación del TIAR. También quedó acordado que la comisión mixta se trasladaría de Washington a Buenos Aires. (72)
El mes de marzo fue asimismo testigo de una intensa actividad oficial norteamericana en Buenos Aires. Llegaron a esta ciudad Joseph P. Davies, ex embajador en Rusia; Paul V. McNutt, ex comisionado en Filipinas; el general Hoyt S. Vandenberg, jefe del estado mayor de la fuerza aérea; y George F. Kennan, consejero del Departamento de Estado. El mismo mes, el ministro Cereijo partió para Washington para asistir a la primera reunión del Consejo Económico y Social de la Organización de Estados Americanos. Esta conferencia especial comenzó el 20 de marzo de 1950 y el ministro argentino fue elegido su presidente. En Washington, Cereijo anunció las medidas tomadas por el gobierno argentino para resolver los problemas con las compañías norteamericanas. El ministro también entregó una invitación al presidente Truman para visitar la Argentina, lo cual produjo cierta inquietud en el Departamento de Estado; la prensa norteamericana no aprobaría una visita a la Argentina dado que ésta implicaría una invitación a Perón a visitar Estados Unidos.
Al regresar a la Argentina a mediados de mayo, acompañado por el embajador Remorino, el ministro Cereijo declaró a la prensa que esperaba recibir confirmación del crédito. En efecto, ésta se produjo el 17 de mayo, a través del presidente del Export-Import Bank. No obstante, las negociaciones continuaron hasta mediados de noviembre, cuando la concesión del crédito se hizo finalmente efectiva, lo cual demostró que los norteamericanos mantuvieron su instrumento de presión en operación hasta que la ratificación del tratado y algunas otras cuestiones estuvieran solucionadas. El gobierno argentino, que se había expuesto a las críticas por la tramitación del crédito, pretendió hacerlo pasar por un crédito otorgado a un grupo de bancos privados y no al gobierno mismo. Sin embargo, funcionarios argentinos habían participado en Washington de las negociaciones para la obtención del mismo y el Banco Central garantizaba el pago de la deuda. (73)
 

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El mes de marzo fue asimismo testigo de una intensa actividad oficial norteamericana en Buenos Aires. Llegaron a esta ciudad Joseph P. Davies, ex embajador en Rusia; Paul V. McNutt, ex comisionado en Filipinas; el general Hoyt S. Vandenberg, jefe del estado mayor de la fuerza aérea; y George F. Kennan, consejero del Departamento de Estado. El mismo mes, el ministro Cereijo partió para Washington para asistir a la primera reunión del Consejo Económico y Social de la Organización de Estados Americanos. Esta conferencia especial comenzó el 20 de marzo de 1950 y el ministro argentino fue elegido su presidente. En Washington, Cereijo anunció las medidas tomadas por el gobierno argentino para resolver los problemas con las compañías norteamericanas. El ministro también entregó una invitación al presidente Truman para visitar la Argentina, lo cual produjo cierta inquietud en el Departamento de Estado; la prensa norteamericana no aprobaría una visita a la Argentina dado que ésta implicaría una invitación a Perón a visitar Estados Unidos.
Al regresar a la Argentina a mediados de mayo, acompañado por el embajador Remorino, el ministro Cereijo declaró a la prensa que esperaba recibir confirmación del crédito. En efecto, ésta se produjo el 17 de mayo, a través del presidente del Export-Import Bank. No obstante, las negociaciones continuaron hasta mediados de noviembre, cuando la concesión del crédito se hizo finalmente efectiva, lo cual demostró que los norteamericanos mantuvieron su instrumento de presión en operación hasta que la ratificación del tratado y algunas otras cuestiones estuvieran solucionadas. El gobierno argentino, que se había expuesto a las críticas por la tramitación del crédito, pretendió hacerlo pasar por un crédito otorgado a un grupo de bancos privados y no al gobierno mismo. Sin embargo, funcionarios argentinos habían participado en Washington de las negociaciones para la obtención del mismo y el Banco Central garantizaba el pago de la deuda. (73)
La vinculación entre el crédito y la ratificación del TIAR fue mencionada en un editorial del New York Times del 5 de mayo. Este sostenía que era condición sine qua non de Estados Unidos para un entendimiento económico con la Argentina la ratificación del tratado. La cuestión reapareció cuando en junio llegó el momento de discutir el tratado en la Cámara de Diputados. A su vez, el Hispanic American Report, de la Universidad de Stanford, comentó que, por presión de los exportadores, el Departamento de Estado había decidido conciliar sus puntos de vista con los del Pentágono. El último sostenía que asuntos de conveniencia internacional requerían que el gobierno norteamericano aceptara a la Argentina como socio pleno, a fin de que este país se incorporara al sistema de defensa interamericano. Esto fue testimoniado por las visitas de altos jefes militares a la Argentina para evaluar el potencial económico y militar argentino en caso de una nueva guerra. Estas visitas incluyeron una misión para comprar carne para las fuerzas armadas norteamericanas, la recorrida por las guarniciones argentinas realizada por el brigadier general Thomas Tambeerma y el coronel Paul Freeman, y la visita a la fábrica de aviones en Córdoba y bases aéreas del país realizada por el general Robert Walsh y el coronel Gordon Cook. (74)
Los británicos también advirtieron el vínculo entre los dos asuntos. En una carta del 10 de mayo a Fordham, jefe del Departamento Americano del Foreign Office, el embajador Balfour decía:

La disposición evidenciada por las autoridades argentinas a cooperar en los planes de defensa interamericana nos ayuda mucho a comprender por qué el Departamento de Estado últimamente ha comenzado a considerar que puede valer la pena darle ayuda financiera al régimen. Todo es por cierto positivo en tanto, como resultado de las conversaciones (sobre ayuda bélica) y bajo la presión de sus necesidades financieras, la Argentina ahora parece avanzar hacia el punto en que (...), en teoría al menos, no adoptará la postura que la caracterizó durante la última guerra. (75)

Las cuestiones estuvieron incluso ligadas dentro del gobierno norteamericano. A su regreso a Washington, Miller aseguró a miembros del Departamento y a legisladores que la ratificación del tratado tendría lugar ese año, intentando con ello que la decisión de otorgar el crédito a la Argentina prosperase. (76)
El 28 de junio de 1950, apenas después de que Estados Unidos se involucrara en la guerra de Corea, los diputados oficialistas presentaron el tratado de Río para su ratificación. Luego de haber estado pendiente durante dos años, el tratado aparecía ahora como una cuestión urgente que debía ser decidida el mismo día de su presentación. Los radicales se opusieron a la maniobra, pero la moción de discutir la cuestión ese mismo día fue aceptada por amplia mayoría. La oposición consideraba que el tratado estaba en contradicción con la soberanía argentina. Radicales y conservadores lo atacaron porque no aseguraba la soberanía sobre las islas Malvinas. Los argentinos habían introducido una reserva al respecto en el Acta Final de la Conferencia de Río, pero la operatividad de ésta había sido anulada por otra reserva de la delegación norteamericana, que establecía que una zona de seguridad no tendría ningún efecto sobre la soberanía de ningún territorio en la región. Finalmente, la ratificación se consiguió con el apoyo conservador; los radicales mantuvieron su rechazo. (77)
Desde el lado argentino, la ratificación del tratado de Río puede verse como una respuesta a la necesidad de asegurar un mercado para los productos argentinos y en el cual comprar los insumos necesarios para la economía argentina, sobre todo en el caso de desatarse una Tercera Guerra Mundial. En dicho caso, la Argentina se vería forzada a comerciar con los países occidentales, especialmente con Estados Unidos. El comienzo de la guerra de Corea, a fines de junio de 1950, parecía reforzar la idea de que Estados Unidos terminaría siendo el único mercado posible para los productos argentinos. La Argentina necesitaba asimismo comprar maquinaria industrial y agrícola, cuestión que se volvía urgente si la guerra se generalizaba. De esta manera, como en las guerras anteriores, la política de la Argentina parecía estar dictada por cuestiones comerciales. (78)
Luego de la ratificación, la cancillería argentina comunicó a las Naciones Unidas que la Argentina daba apoyo a sus resoluciones. A la vez, el embajador argentino en Washington informó al secretario de Estado Acheson que la Argentina respaldaba las medidas que el gobierno tomara para poner en ejecución esas resoluciones. Incluso, en una carta a Miller, Perón expresó que la Argentina estaba alineada decididamente con Estados Unidos en su lucha contra el comunismo. No obstante, la embajada en Buenos Aires observaba que, en el plano interno, tanto el gobierno argentino como la prensa oficialista realizaban “malabarismos muy curiosos para demostrar por qué las actitudes adoptadas por la Argentina desde el 28 de junio son compatibles con la «tercera posición»”. Poco después, la misma embajada señalaba en su resumen mensual que “mientras las fuertes afirmaciones de apoyo a la Argentina sobre Corea fueron bienvenidas por Estados Unidos, la demora en la implementación de estas declaraciones ya ha dado lugar a acusaciones de que Perón ha dicho mucho y hecho poco”. Se esperaba que, al regresar a Washington, el embajador Remorino aclarara hasta dónde Perón estaba dispuesto a llegar. (79)
En efecto, la Argentina había sostenido una posición de neutralidad en ambas guerras mundiales y bajo gobiernos de distinto signo -radicales, conservadores y militares-. Había mantenido además una posición anti-norteamericana en el ámbito interamericano desde el siglo anterior, e incluso la génesis del movimiento peronista se había realizado en el contexto de una prédica anti-norteamericana; era, por lo tanto, muy difícil para el gobierno de Perón poner en práctica la alineación con Estados Unidos. No existía además vocación para hacerlo. El 17 de julio, el canciller Paz informó que, ante la pregunta del secretario general de las Naciones Unidas, Tryve Lie, sobre la posibilidad de que la Argentina proveyera ayuda militar para la guerra de Corea, el gobierno había hecho saber que respetaría las obligaciones como miembro de la organización y esperaba consultar con el Comando Unificado. Sin embargo, al día siguiente, el embajador aclaró que la respuesta argentina no implicaba el envío de fuerzas a Corea. (80)
Con todo, las especulaciones de que podrían ser aportados barcos mercantes, un contingente de aviadores o incluso tropas persistieron. El 23 de agosto, los norteamericanos todavía esperaban el envío de un simbólico contingente de mil soldados por el gobierno argentino. El 15 de septiembre, sin embargo, la cancillería argentina frustró estas expectativas con su anuncio de que la cooperación argentina con las Naciones Unidas se concretaría por medio de una partida de carne congelada y enlatada. Pero esto también se demoró, y en enero de 1951, el Comando Unificado rechazó la oferta argentina de un cargamento completo de carne congelada, debido a la falta de infraestructura para mantenerla en Corea. (81)
La falta de voluntad política por parte del gobierno argentino para llevar adelante una política exterior coherente con la nueva alianza se hizo patente en el hecho de que aquél continuara predicando la Tercera Posición y llevara adelante una campaña anti-norteamericana muy fuerte, incluso con sus artículos, ya mencionados, publicados en el diario Democracia a lo largo de 1951. Por ejemplo, Perón señalaba que en 1950 Rusia había perdido su posición en el campo internacional, debido al rechazo que sus intervenciones en la vida interna de los estados provocaban en otros pueblos. No obstante, el presidente argentino consideraba que lo único que favorecía a dicho país era la equivocada propaganda que se le dirigía desde Estados Unidos. Esto quería decir que, a los efectos de la supervivencia de Rusia, eran más efectivos “la negación, la ceguera y los desaciertos de sus adversarios” que las propias acciones rusas. Perón hacía la comparación con el caso argentino, señalando que los argentinos conocían bien las razones por las cuales Estados Unidos perdía la estimación de otros pueblos. Afirmaba el presidente argentino:

Nosotros los argentinos sí sabemos por qué. Recordamos las ofensas y vejaciones de Braden y sus secuaces; tenemos presentes siete años de abierta agresión política y económica que significan la injusticia más flagrante de nuestra vida independiente y sufrimos hoy los efectos de las acciones agresivas de numerosas organizaciones oficiales que funcionan al margen de la buena fe internacional. Los servicios de espionaje, los agentes de provocación y propaganda que en el país o desde el extranjero interfieren las buenas relaciones han culminado en el plan Benson, una verdadera agresión abierta, impúdica y desaprensivamente anunciada. A ello se suma la utilización de países satélites para perturbar la vida del país, pero a quienes el gobierno, con buen juicio, no ha tenido jamás en cuenta. (82)

Colocando en el mismo plano al comunismo y al capitalismo, en otro de sus artículos Perón se explayaba sobre las formas de la penetración imperialista. El imperialismo comunista había penetrado en los pueblos a través de las masas explotadas por el capitalismo. El imperialismo capitalista, en cambio, había debido conformarse con dominar a los gobiernos por medio de la presión económica y la amenaza política. En cada país, la lucha adquiría una modalidad propia, pudiendo manifestarse en un enfrentamiento abierto entre ambas tendencias o incluso en “la alianza subrepticia de ambos cuando, como en la Argentina, aparece una «tercera posición», dispuesta a terminar con los dos, para mantener una postura eminentemente nacional e independiente”. Dicha lucha, según Perón, estaba dirigida en forma centralizada por el «Kominform» y por el Departamento de Estado. Estos organismos financiaban y apoyaban con propaganda a las «quintas columnas» que dirigían luego la acción. También provocaban revoluciones como las que habían tenido lugar recientemente en Guatemala, Bolivia y en la Argentina. (83)
A pesar de esta prédica, el gobierno de Estados Unidos asumía a comienzos de 1951 una actitud conciliatoria hacia el gobierno argentino. En vísperas de la Cuarta Reunión de Consulta de cancilleres americanos, el Departamento de Estado enviaba a Perón un mensaje diciendo que el gobierno de Estados Unidos no tenía intención de utilizar la próxima conferencia para colocar a la Argentina en una posición embarazosa. Esperaba, por el contrario “facilitar por todos los medios a su disposición la más completa cooperación por parte del gobierno argentino”. (84)
La Reunión, que tuvo lugar en Washington del 26 de marzo al 7 de abril, fue convocada por Estados Unidos debido al nuevo cariz tomado por la guerra de Corea, al intervenir China en ella. La Conferencia puso de manifiesto una vez más los objetivos divergentes de América latina y Estados Unidos. Este buscaba reforzar la seguridad hemisférica; los latinoamericanos, en cambio, buscaban consolidar sus economías. El delegado brasileño aparentemente sostuvo que el único país del hemisferio que estaba amenazado por una agresión externa era Estados Unidos. Otros representantes afirmaron que la única forma de evitar la expansión del comunismo era elevando el nivel de vida de las poblaciones y para ello era necesaria la ayuda de Estados Unidos. No obstante, no recibieron ninguna seguridad de que tal ayuda se produciría. La Cuarta Reunión solicitó cooperación, de acuerdo con el tratado de Río, a fin de reforzar la defensa colectiva. De hecho se otorgó a la Junta Interamericana de Defensa funciones de planificación y se recomendó a las fuerzas armadas cooperar en la defensa hemisférica. Pero, como señala Connell-Smith, los motivos de Estados Unidos para integrar los países latinoamericanos a la defensa del hemisferio contra amenazas externas eran, como lo habían sido siempre, políticos. En poco tiempo, el gobierno norteamericano solicitaría cooperación para enfrentar la amenaza de la subversión, que en la práctica terminó siendo una cuestión de mayor importancia que una eventual agresión militar. (85)
A pesar de la actitud conciliadora adoptada por el Departamento de Estado hacia la Argentina, dos temas de derechos cívicos preocupaban cada vez más al primero: la falta de libertad de prensa y la manipulación del sindicalismo que Perón realizaba, incluyendo en el último los intentos de crear un movimiento sindicalista peronista extendido a toda América latina. En particular, la clausura y expropiación del diario La Prensa generó una conmoción en la prensa norteamericana y también en el Departamento de Estado. La cuestión de la necesidad de una prensa libre fue por primera vez incluida en una lista de promesas argentinas incumplidas preparada por el Departamento de Estado el 4 de febrero de 1951. La clausura de La Prensa fue colocada en tercer lugar entre los denominados “problemas actuales”, a continuación de la falta de cooperación argentina frente a la agresión comunista y los muy frecuentes ataques a Estados Unidos por parte de la prensa oficialista argentina. Asimismo, el ex embajador norteamericano George Messesmith, que visitó Buenos Aires en febrero de 1951, sostuvo la necesidad de una prensa libre en una conversación que mantuvo con Perón el 9 de ese mes. (86)
En una reunión realizada en el Council on Foreign Relations, en enero de 1951, el secretario asistente Miller había debido salir en defensa de la Argentina. Señaló allí que la situación de las libertades cívicas en la Argentina no sería mejorada con una política hostil de parte del gobierno norteamericano. En su opinión, esto había quedado demostrado en las relaciones con Nicaragua y con España, donde el enfrentamiento no había conseguido que se levantaran las restricciones. Miller sostuvo también que la prensa norteamericana era más sensible a los problemas de la prensa en la Argentina que en otros países, como los casos de Brasil y de Gran Bretaña, donde había habido discriminación gubernamental en la distribución de papel prensa. (87)
En la siguiente reunión sobre la Argentina del mencionado Council, el 15 de febrero de 1951, se consideró que Perón había vuelto a mostrar su verdadera naturaleza en las últimas semanas. La ratificación del TIAR era la única evidencia de que Perón tuviera alguna intención de mantenerse del lado occidental. Pero los ataques a la política exterior de Estados Unidos y la clausura de La Prensa demostraban que el gobierno argentino no seguiría a Occidente. Un hombre de negocios afirmó que el próximo paso de Perón sería tomar Bolivia, lo cual fue aprovechado por Spruille Braden para señalar que el nuevo presidente boliviano tenía el apoyo peronista y que transformaría ese país en satélite de la Argentina. El funcionario del Departamento de Estado que presenció la reunión terminaba su memorándum diciendo que era opinión general que la política norteamericana hacia la Argentina debía ser más dura. Los objetivos alcanzados por Estados Unidos en el último año habían sido posibilitados por la posición negociadora frente a la casi bancarrota argentina. De esa manera, la mayoría de los presentes consideraba que la política debía ajustarse a principios fundamentales más que intentar objetivos que beneficiaran a los grupos económicos norteamericanos con intereses en la Argentina. (88)
Dicha convicción parece haber alcanzado también al secretario asistente Miller, quien declaró públicamente que su gobierno estaba llegando a la conclusión de que sería necesario “restringir su política de cooperación con la Argentina”, como “el efecto posible de la situación del diario La Prensa”. Esta declaración provocó una respuesta de un miembro de la embajada en Buenos Aires, T.R. Martin, preocupado ante la alternativa de que los esfuerzos realizados para obtener la cooperación de Perón fueran neutralizados por recurrir nuevamente a una política dura. Martin afirmaba en carta al secretario asistente de Estado Thomas Mann, el 12 de marzo de 1951, que no podía creer que se fuera a revertir en un momento crítico una política de colaboración que había sido tan fructífera. Dudaba de la ventaja de arriesgar las ganancias de los últimos dos años, “alcanzadas con tan alto sacrificio de altos principios morales y políticos tanto por parte de la nación como de los individuos”. Señalaba además que, cuando en 1947 el gobierno norteamericano aceptó la asociación con Perón, había aceptado deliberadamente la factibilidad de algunas consecuencias. La sugerencia pragmática de Martin consistía en no arriesgar las ganancias, no recurrir a la coerción, negándose bienes esenciales el uno al otro, y negociando en su lugar favores especiales. “Si nuestras necesidades actuales no son urgentes, finjamos indiferencia para fortalecer nuestra posición negociadora, pero no adoptemos la indiferencia como base para nuestra política”. Aconsejaba ser paciente mientras se fueran obteniendo resultados, y cultivar relaciones amistosas “con este pueblo difícil e imposible”. Mann respondió la carta de Martin, diciendo que la gran pregunta respecto de la Argentina no se refería a los objetivos, el principal de los cuales era obtener su colaboración como socio pleno del sistema interamericano, sino más bien qué tácticas ayudarían mejor a alcanzar los resultados esperados. Señalaba también que no había habido cambios en la política frente a la Argentina a raíz de la cuestión de La Prensa, ni consideraba que los hubiera.(89)
La declaración del secretario asistente Miller desencadenó asimismo una fuerte ola de ataques a Estados Unidos por parte de la prensa oficialista argentina. Un vocero del Departamento de Estado trató de mitigar los dichos de Miller, expresando que lo único que había querido decir era que Estados Unidos deseaban la cooperación, pero sin comprometer los ideales norteamericanos. El diario La Epoca le contestó que uno de los ideales de Estados Unidos era ver la bandera norteamericana flameando en toda la extensión de América latina, cosa que nunca lograrían porque los diarios apátridas estaban siendo neutralizados. (90)
No obstante, a pesar de las graves violaciones a las libertades cívicas, minuciosamente registradas por la embajada norteamericana en Buenos Aires, tales como encarcelamiento sin forma de juicio, torturas, supuestos asesinatos políticos, clausura de diarios y revistas, prohibición de entrada al país de semanarios norteamericanos, censura de los programas de radio, persecución de corresponsales extranjeros, negación del derecho de asamblea a la oposición, remoción de jueces antiperonistas, espionaje de líneas telefónicas, y obligación de propagar la fe peronista para los educadores, las instrucciones señalaban que, cuando los ataques a las libertades cívicas fueran una cuestión de política interna argentina, no debía intervenirse. Si en cambio estuvieran involucrados intereses o ciudadanos de Estados Unidos, se defenderían los derechos existentes bajo la ley municipal y la práctica internacional. (91)
El problema era que la clausura de La Prensa justamente involucraba intereses norteamericanos, pues dicho diario era el cliente más importante de la United Press y aparentemente sus dueños figuraban entre los principales accionistas de la agencia de noticias. Lo mismo ocurriría en otro asunto vinculado con los derechos cívicos, el caso del intento de Perón de extender el sindicalismo peronista al ámbito latinoamericano, que llevó a chocar con los intereses del poderoso sindicalismo norteamericano. Esto demostraría que los asuntos relacionados con las libertades cívicas en que el Departamento de Estado manifestó mayor interés resultaron más un instrumento ideológico para defender intereses materiales que objetivos genuinos del gobierno norteamericano. (92)
 

Brunner

Forista Sancionado o Expulsado
Mario Rapoport, El laberinto argentino, Buenos Aires, EUDEBA, 1997, pp. 287-288; Joseph A. Tulchin, La Argentina y los Estados Unidos, Buenos Aires, Planeta, 1990, p. 218. Detalles de las relaciones argentino-soviéticas durante el primer peronismo pueden verse en Isidoro Gilbert, El oro de Moscú, Buenos Aires, Planeta, 1994, capítulos 4, 5 y 6, y en Mario Rapoport, Política y diplomacia en la Argentina, Buenos Aargentino, Buenos Aires, EUDEBA, 1997, pp. 287-288; Joseph A. Tulchin, La Argentina y los Estados Unidos, Buenos Aires, Planeta, 1990, p. 218. Detalles de las relaciones argentino-soviéticas durante el primer peronismo pueden verse en Isidoro Gilbert, El oro de Moscú, Buenos Aires, Planeta, 1994, capítulos 4, 5 y 6, y en Mario Rapoport, Política y diplomacia en la Argentina, Buenos Aires, Tesis/Inst. Di Tella, 1986, cap. I.

USNA, DS, 635.6131/7-346, Memorándum de John Griffiths, Buenos Aires, 1º de julio de 1946; USNA, DS, 635.6131/12-246, Messersmith al secretario de Estado, 2 de diciembre de 1946, cit. en M. Rapoport, El laberinto argentino, op. cit., pp. 292-293; J.A. Tulchin, op. cit., p. 218.

USNA, DS, 635.6131/1-3149, Ray al secretario de Estado, 31 de enero de 1949; USNA, DS, 635.6131/1-3149, respuesta de Acheson, 15 de enero de 1949, cit. en M. Rapoport, El laberinto argentino, op. cit., p. 294-295.

Ibid., pp. 296-300.

Ibid., pp. 323-326. La cita pertenece al Memorándum del Ministerio de Relaciones Exteriores, sin fecha (sería de agosto o septiembre de 1953), AMREC, URSS, “Historial de las negociaciones comerciales argentino-soviéticas”, 1952-1954, cit. en ibid., p. 326.

Ibid., pp. 326-328.

Ibid., pp. 329-333; J.A. Tulchin, op. cit., pp. 218-219.

711.35/7-3146, RG 59, DOS, NA, citado en Carlos Escudé, “La traición a los derechos humanos, 1950-1955", en Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales, La política exterior argentina y sus protagonistas, 1880-1995, Buenos Aires, GEL, 1996, p. 78.

FRUS, 1946, XI, 250-251; Hadow a Perowne, 4 de junio de 1946, AS 3290/235/2, FO 371/51815; New Republic, 15 de julio de 1946, citado en Carlos Escudé, Gran Bretaña, Estados Unidos y la declinación argentina, 1942-1949, Buenos Aires, Ed. de Belgrano, 1988, pp. 200-201.

Leeper a Bevin, 9 de septiembre de 1946, AS 5898/235/2, FO 371/51817, cit. en C. Escudé, Gran Bretaña..., op. cit., p. 202; Rita Ana Giacalone, From Bad Neighbors to Reluctant Partners: Argentina and the United States, 1946-1950, Ph.D. dissertation, Indiana University, 1977, pp. 74-79; Félix Luna, Perón y su tiempo, tomo I: La Argentina era una fiesta, 1946-1949, Buenos Aires, Sudamericana, 1984, pp. 215-221.

R.A. Giacalone, op. cit., p. 91.

Acheson to Messersmith, Aug. 29, 1946, 835.00/8-1646, cit. en ibid., pp. 80-81.

23 de diciembre de 1946, 711.35/12-2646, DOS; Leeper a Perowne, 10 de diciembre de 1946, AS 7987/235/2, FO 371/51819; Leeper a Perowne, 16 de diciembre de 1946, AS 7987/235/2, FO 371/51819, cit. en C. Escudé, Gran Bretaña..., op. cit., pp. 207-208; New York Times, Oct. 22, 23, 27; Nov. 1, 1946; Messersmith to Byrnes, Oct. 30, 1946, 711.35/10-3046; New York Times, Jan. 2, 1947, cit. en R.A. Giacalone, op. cit., p. 81.

711.35/1-2447, RG 59, DOS, NA. Este memo fue enviado al general Marshal el 25 de enero de 1947, apareciendo archivado en esta fecha. Citado en C. Escudé, “La traición a los derechos humanos...”, op. cit., pp. 78-79.

Memorándum de Messersmith a Marshall, 24 de enero de 1947, 711.35/1-2447, DOS, cit. en C. Escudé, Gran Bretaña..., op. cit., pp. 209-211.

Ivanissevich to Bramuglia, Jan. 10, 1947, Box 6, Exp. 1, Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto, Archivo General, Departamento Político, Estados Unidos; FRUS, 1947, VIII, 169-170, cit. en R.A. Giacalone, op. cit., pp. 82-83.

Minuta de Perowne, 9 de enero de 1947, AS 176/1/2, FO 371/61121; AS 245/1/2, FO 371/61121, cit. en C. Escudé, Gran Bretaña..., op. cit., pp. 212-213; FRUS, 1946, XI, 278-282, 290-291, cit. en R.A. Giacalone, op. cit., pp. 83-84.. El mencionado acuerdo de caballeros había sido establecido principalmente con Suecia y Gran Bretaña a comienzos de 1946. Un intento de Suecia de romper dicho acuerdo dio lugar a una amenaza de represalias por parte de Estados Unidos. Memorandum by Trimble, Aug. 12, 1946, 835.24/8-1246; Brown to Mann, Aug. 22, 835.24/8-2246, cit. en R.A. Giacalone, op. cit., p.111, n. 31.

FRUS, 1946, XI, 296; Minutes of the Committee of Three, Dec. 18, 1946, NA; Spruille Braden, Diplomats and Demagogues. The Memoirs of Spruille Braden, New Rochelle, N.Y., Arlington House, 1971, p. 364, cit. en ibid., pp. 84-85.

Minutes of the Committee of Three, Dec. 11, 1946, Jan. 2, 1947; los puntos de vista de Obino aparecen en FRUS, 1946, XI, 460; la correspondencia Pawley-Byrnes sobre el asunto figura en FRUS, 1946, XI, 26-27; FRUS, 1946, XI, 38-39; los esfuerzos de Brasil por agendar la conferencia en 1946 están en FRUS, 1946, XI, 21, 22-23, 24-25, 26-27, cit. en ibid., pp. 85-86.

AS 321 /12/2, FO 371/61121; 10 de enero de 1947, AS 387/1/2, FO 371/61121; The Times, 3 de febrero de 1947; Leeper a Atlee, 4 de febrero de 1947, AS 831/1/2, FO 371/61122, cit. en C. Escudé, Gran Bretaña..., op. cit., pp. 213-214.

Memorandum by Acheson, Mar. 31, 1947, 711.35/3-3147, cit. en R.A. Giacalone, op. cit., pp. 87-88.

FRUS,1947, VIII, 187-189, 193-195; New York Times, May 21, 1947; Public Papers of the Presidents: Harry S. Truman, 1947, Washington, 1963, p. 261; FRUS, 1947, VIII, 198; S. Braden, Diplomats and..., 367-368; New York Times, May 15, 18, June 2, 1947, cit. en ibid., pp. 88-89; AS 3293/1/2, AS 3290/1/2, FO 371/61123; 26 de junio de 1947, AS 3885/1/2, FO 371/61123, cit. en C. Escudé, Gran Bretaña..., op. cit., pp. 214-215.

Juan D. Perón, “Por la Paz del Mundo”. Mensaje pronunciado el 6 de julio de 1947, Buenos Aires, Consejo Nacional de Educación, s.f.; F. Luna, op. cit., p. 224.

Juan D. Perón, Política y estrategia, Buenos Aires, Pleamar, 1983, pp. 7, 11-12, 63-64.

John Terrill Deiner, Atlas: A Labor Instrument of Argentine Expansionism under Perón, Ph.D., Rutgers, The State University, 1969, p. 178.

611.35/3-2150, DOS, NA, cit. en Carlos Escudé, “Crónicas de la Tercera Posición. La ratificación argentina del TIAR en junio de 1950”, Todo es Historia, Año XXII, Nº 257, noviembre de 1988, p. 10.

Ray to Marshall, July 25, 1947, 710.Consultation 4/7-2546; New York Times, July 6, 1947; Burrows to Marshall, July 10, 1947, 810.20 Defense/7-1047; Ray to Marshall, July 26, 1947, 710.Consultation 4/7-2647, and Aug. 1, 1947, 710.Consultation 4/8-147 (telegram A487), cit. en R.A. Giacalone, op. cit., pp. 119-120.

FRUS, 1947, VIII, 31-32; Ray to Marshall, Aug. 8, 1947, 710.Consultation 4/8-847, cit. en ibid., pp. 120-121.

FRUS, 1947, VIII, 42-44, cit. en ibid., pp. 121-122.

Ray to Marshall, July 25, 1947, 710.Consultation 4/7-2547; New York Times, Aug. 9, 22, 23, 24, 1947; Department of State, Report of the Delegation of the United States of America to the Inter American Conference for the Maintenance of Continental Peace and Security, Washington, 1948, pp. 61-62, cit. en ibid., pp. 122-123.

FRUS, 1947, VIII, 77 y 59-60; New York Times, Aug. 30, Sept. 5, 1947; Enrique V. Corominas, Paz y seguridad americana, Buenos Aires, 1950, pp. 89-99, cit. en ibid., p. 124; F. Luna, op. cit., pp. 227-228.

G. Connell-Smith, op. cit., pp. 226-227. El Tratado de Río entró en vigencia el 3 de diciembre de 1948, cuando el decimocuarto signatario (Costa Rica) entregó su ratificación. Posteriormente fue ratificado por todos los demás signatarios. La Argentina lo hizo en 1950.

G. Connell-Smith, op. cit., pp. 228-229; R.A. Giacalone, op. cit., pp. 124-126.

G. Connell-Smith, op. cit., p. 231.

Seymour Harris, The European Recovery Program, Cambridge, Mass., 1946, pp. 175, 212-213, cit. en R.A. Giacalone, op. cit., p. 159.

European Recovery and American Aid: A Report by the President’s Committee on Foreign Aid, Washington, Nov. 7, 1947, cit. en ibid., pp. 159-160; Juan D. Perón, Política y estrategia, op. cit., p. 137.

S. Harris, op. cit., p. 66; Antonio F. Cafiero, Cinco años después..., Buenos Aires, 1961, p. 299; New York Times, Mar. 13, 1948, cit. en R. Giacalone, ibid., pp. 162-163.

New York Times, May 30, June 13, 1948; Bruce to Truman, Feb. 4, 1948, PSF Subject File, Argentina, Papers of Harry S. Truman, cit. en ibid., pp. 164-165.

New York Times, June 18, 1948; S. Harris, op. cit., p. 149, cit. en ibid., p. 166; C. Escudé, Gran Bretaña..., op. cit., pp. 215-216.

Memorándum by Bruce en Bruce to Truman, Nov. 11, 1948, PSF Subject File, Argentina, Papers of Harry S. Truman; Bruce to Truman, Nov. 12, enclosed in Bruce to Marshall, Nov. 19, 1948, 711-35/11-1948, cit. en R.A. Giacalone, op. cit., pp. 186-187.

“ECA Policy with Respect to Argentina”, 840.50/8-648, DOS; Bruce a Truman, 17 de noviembre de 1948, 711.35/11-1948, DOS, cit. en C. Escudé, Gran Bretaña..., op. cit., pp. 216-217.

ARA Memorándum, 835.50/3-2249, DOS, cit. en ibid., p. 219; FRUS, 1949, II, 478-480, cit. en R.A. Giacalone, op. cit., pp. 187-188.

F. Luna, op. cit., pp. 230; C. Escudé, Gran Bretaña..., op. cit., pp. 299-301; R.A. Giacalone, op. cit., pp. 132-133.

New York Times, Mar. 25, 1948; Tewell to Marshall, Mar. 25, 560.AL/3-2548; Senadores, Sesiones, 1949, II, 1432-1433, cit. en R.A. Giacalone, op. cit., p. 137.

F. Luna, op. cit., pp. 230-231.

Daniel Drosdoff, El gobierno de las vacas (1933-1956), Buenos Aires, La Bastilla, 1972, pp. 207-212; Alberto Conil Paz y Gustavo Ferrari, Política exterior argentina, 1930-1962, Buenos Aires, Círculo Militar, 1971, p. 176; C. Escudé, Gran Bretaña..., op. cit., p. 321.

A. Conil Paz y G. Ferrari, op. cit., pp. 177-180.

Dawson to Woodward, Dec. 16, 1947, 810.20 Defense/12-1647; Dearborn to Tewsbury, Feb. 20, 1948, 710.J/2-1648; Bruce to Marshall, Nov. 14, 1947, 710.J/11-1447; enclosure to despatch 128, American Embassy at Buenos Aires, Feb. 18, 1948, OAS, National Archives; Dearborn to Tewsbury, Oct. 3, 1947, 710.J/9-1947; Armour to Bruce, Nov. 3, 1947, 710.J/11´347, cit. en R.A. Giacalone, op. cit., pp. 140-142.

New York Times, Feb. 21, Mar. 20, 21, 1948; Bruce to Marshall, Mar. 10, 1948, 710.J/3-1048, cit. en ibid., pp. 142-144.

FRUS, 1948, IX, 24-25, 5-9, 12-14, 31, 36-39; Ann R. Willner, “Case Study in Frustration: Latin America and Economic Issues at Post-War Inter-American Conferences”, Inter-American Economic Affairs, II, 4, 1948-1949, pp. 40-41; Department of State, Address by the Secretary of State before the Second Plenary Session of the Ninth Intenational Conference of American State, Washington, 1948; Donald D. Dozer, Are We Good Neigbors?, Gainesville, Univ. of Florida Press, 1959, pp. 244-245, cit. en ibid., pp. 143-144.

Marshall to Bruce, Mar. 10, 1948, 710.J/3-1048; Bruce to Marshall, Mar. 20, 1948, 710.J/3-2048; Enrique V. Corominas, Cómo defendí Malvinas, Buenos Aires, 1950, p. 116, cit. en ibid., pp. 146-147.

FRUS, 1948, IX, 194-201, 286-287; Oakley to Marshall, Feb. 16, 1948, 710.J/2-1648; Dearborn to Tewksbury, Feb. 20, 1948, 710.J/2-1648; Department of State, Report of the Delegation of the United States of America to the Ninth International Conference of American States, Washington, 1948, pp. 266-267; Bruce to Marshall, Apr. 29, 1948, 711.35/4-2948, cit. en ibid., pp. 147-149.

G. Connell-Smith, op. cit., pp. 230-231; Robert A. Pollard, La seguridad económica y los orígenes de la Guerra Fría, 1945-1950, Buenos Aires, GEL, 1990, p. 203.

G. Connell-Smith, op. cit., pp. 231-232.

F. Luna, op. cit., p. 233.

Juan Archibaldo Lanús, De Chapultepec al Beagle, Buenos Aires, Hyspamérica, 1986, tomo II, pp. 49-51.

Sergio Bagú, Argentina en el mundo, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 1961, pp.105-107; F. Luna, op. cit., p. 234.

Véase J. A. Lanús, op. cit., tomo II, pp. 75-80.

Braden a Clayton, 15 de agosto de 1946, y memorándum adjunto sobre la situación argentina, 835.00/8-1546; Departamento de Estado, Memorándum de conversación, Tema: Armas Bofors y Argentina, 30 de julio de 1946, ARA Memorándum sobre Argentina, volumen 6; Braden a Clayton, memorándum fechado el 19 de septiembre de 1946, ibid., volumen 7; Memorándum de conversación, Departamento de Estado, Tema: Relaciones con Argentina, 27 de enero de 1947, 711.35/1-2747; copia adjunta del ayudamemoria presentado por el embajador británico en Washington, citados en Robert A. Potash, El ejército y la política en la Argentina, 1945-1962. De Perón a Frondizi, Buenos Aires, Sudamericana, 1994, pp. 115-116.

Braden a Acheson, Memorándum sobre las negociaciones argentino-británicas, 25 de marzo de 1947; Atwood a Tewksbury, Memorándum sobre contratos de compra argentinos con los británicos, 5 de noviembre de 1947, ambos en ARA Memorándum sobre Argentina, volúmenes 7 y 8; FRUS, 1947, VIII, 219-225, 233, cit. en R.A. Potash, op. cit., p. 116.

Conversación entre Bramuglia y Messersmith, 18 de marzo de 1947, embajada BA, Despacho 2119, 31 de marzo de 1947, 711.35/3-3147; embajada BA, Despacho 2023, 12 de marzo de 1947, 835.516/3-1247; New York Times, 4 de junio de 1947; FRUS, 1947, VIII, 230-231 y 1948, IX, 325; Memorándum de John Dreier, División de Asuntos Especiales Latinoamericanos, al coronel Kingman, 5 de diciembre de 1947, ARA Memorándum sobre Argentina, volumen 8; Memorándum Crittenberger; Memorándum al Departamento de Estado del coronel P.L. Freeman, Latin American Branch, War Department General Staff, con agregados, 5 de junio de 1948, 835.20/6-548; FRUS, 1948, IX, 321; Departamento de Estado, Bulletin, XIX, Nº 485, 17 de octubre de 1948, p. 494, cit. en ibid., pp. 117 y 121-123; R.A. Giacalone, op. cit., pp. 177-180.

J. A. Lanús, op. cit., tomo I, p. 141.

Ibid., pp. 142-143.

F. Luna, op. cit., pp. 239-240; R.A. Giacalone, op. cit., pp. 171-177.

FRUS, 1949, II, 473-478; Memorandum by Tewksbury, Dec. 20, 1948, 835.00/12-2048, cit. en ibid., 188-189.

Memorandum from Dearborn to Tewksbury, Feb. 10, 1949, 835.00/2-1049; Memorandum by Dearborn, Feb. 9, 1949, 835.50/2-949; New York Times, Jan. 8, 1949, cit. en ibid., pp. 189-190; Embajada BA Despacho 128, 15 de febrero de 1949, 3, 835.00/2-1549; Memorándum de Conversación entre Juan Scarpati, consejero económico, Embajada Argentina, Tewksbury y otros, Departamento de Estado, 9 de febrero de 1949, 835.50/2-949; Memorándum de Conversación, Solar R. Del Campo, embajador James Bruce y Tewksbury, Departamento de Estado, 11 de marzo de 1949, 835.50/3-1149, cit. en R.A. Potash, op. cit., p. 137.

R.A. Giacalone, op. cit., pp. 200-202 y 279-280.

Ibid., p. 281.

C. Escudé, “Crónicas de la Tercera Posición...”, op. cit., p. 8.

611.35/3-2150, RG 59, DOS, NA, Policy Statement - Argentina, marzo 21 de 1950, p. 1, cit. en C. Escudé, “La traición a los derechos humanos...”, op. cit., p. 84.

Idem supra, cit. en C. Escudé, “Crónicas de la Tercera Posición...”, op. cit., p. 9.

Monthly Summary, Nº 18, 735.00/3-1750, DOS, NA, cit. en ibid., p. 9; New York Times, Feb. 20-25, 1950; La Prensa, Mar. 28; FRUS, 1950, II, 696-701; Hispanic American Report, III, Mar. 1950, 24, cit. en R. Giacalone, op. cit., pp. 238-239.

La Prensa, Mar. 30, 1950; Rollin S. Atwood, “U.S.-Argentine Economic Relations: 1950", Department of State Bulletin, XXII, May 22, 1950, 803; FRUS, 1950, II, 707-708, 710-711; New York Times, Apr. 27, June 24, 1950; La Prensa, May 11, 1950; Jacob S. Potofsky’s letter and Miller’s reply in Department of State Bulletin, XXII, May 22, 1950, 800-801; New York Times, Nov. 14, 1950, cit. en ibid., p. 241-242, 245-246, 248. Véase también C. Escudé, “Crónicas de la Tercera Posición...”, op. cit., p. 10. Perón negó que se hubiera contratado un empréstito, sosteniendo que se trataba de un arreglo financiero entre empresas privadas concertado con el Export-Import Bank, para encontrar solución a los saldos pendientes de los importadores argentinos con los exportadores norteamericanos. J.D. Perón, Política y estrategia, op. cit., p. 138; también R.A. Potash, op. cit., p. 172.

735.00/-2350, DOS, NA, cit. en C. Escudé, “Crónicas de la Tercera Posición...”, op. cit., p. 9; New York Times, May 19, 21, 1950; Diputados, Sesiones, 1950, I, 681-747; Hispanic American Report, III, May 1950, 30, cit. en R. Giacalone, op. cit., pp. 249-250.

AA 10345/1; FO 371/81162, archivos de Londres, cit. en C. Escudé, “Crónicas de la Tercera Posición...”, op. cit., pp. 9-10.

611.35/4-2750, DOS, NA; Memo de conversación, 611.35/5-1750, DOS, NA, cit. en ibid., p. 10.

Diputados, Sesiones, 1950, I, 681-747; Department of State, Report... to the Inter American Conference for the Maintenance of Continental Peace and Security, pp. 56-57, cit.en R.A. Giacalone, op. cit., pp. 251 y 253.

Ibid., pp. 363-365.

Monthly Summary, Nº 22, 735.00/7-2050; Monthly Summary, Nº 23, 735.00/8-1050, DOS, NA, cit. en C. Escudé, “Crónicas de la Tercera Posición...”, op. cit., pp. 20-21.

AA 1071/2; FO 371/81166, PRO, cit. en ibid., p. 21.

Chargé a Fordham, AA 1071/5; FO 371/81166, PRO; Monthly Summary, Nº 24, 735.00/91850, DOS, NA; Monthly Summary, Nº 28, 735.00/1-1551, DOS, NA, cit. en ibid., p. 22.

J.D. Perón, Política y Estrategia, op. cit., p. 152.

Ibid., pp. 162-163.

611.35/2-1351, RG 59, DOS, NA, agregado 3 al despacho 1184, memo fechado 10 de febrero de 1951, cit. en C. Escudé, “La traición a los derechos humanos...”, op. cit., pp. 87-88.

G. Connell-Smith, op. cit., pp. 237-238.

611.35/2-1451, 611.35/3-651, agregado Nº 1 al despacho 1320, RG 59, DOS, NA, cit. en C. Escudé, “La traición a los derechos humanos...”, op. cit., pp. 88-89.

611.35/3-151, RG 59, DOS, NA, Discussion Meeting Report “Argentina Today”, Tercera Reunión de enero 1951, Council on Foreign Relations, cit. en ibid., pp. 89-90.

611.35/2-1551, RG 59, DOS, NA, memo de conversación de la cuarta reunión del Grupo de Discusión sobre Argentina del Council on Foreign Relations del 15 de febrero de 1951 sobre lo que se informa. Clarence E. Birgfield del Departamento de Estado, cit. en ibid., p. 90.

611.35/3-2151, agregado 1 al despacho 1438, RG 59, DOS, NA, cit. en ibid., pp. 91-94.

Idem supra, cit. en ibid., pp. 94-95.

611.35/5-351, RG 59, DOS, NA, embassy memo on US-Argentine relations, cit. en ibid., pp. 95-96.
 

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La política regional del peronismo

En los años veinte, la Argentina había sido acusada frecuentemente en los documentos del Departamento de Estado norteamericano de albergar sentimientos racistas hacia otros países latinoamericanos y de aspirar al dominio económico del sur de Sudamérica. Más tarde, entrado Estados Unidos en la guerra a fines de 1941, el no alineamiento argentino provocó que encumbrados personajes del gobierno norteamericano hablaran de la "amenaza fascista" proveniente de la Argentina, de una Tercera Guerra Mundial que tendría su inicio en este país y del expansionismo argentino. Cordell Hull, el secretario de Estado norteamericano de la época de la guerra, sostuvo haber recibido información sobre los planes detallados del círculo ultranacionalista del ejército en la Argentina, que incluían golpes de estado de derecha en países vecinos y la formación de un bloque antinorteamericano en Sudamérica. Asimismo, el régimen del presidente Edelmiro Farrell fue acusado por el gobierno norteamericano de implementar represalias económicas en contra de otras repúblicas americanas. Simultáneamente con dicha acusación, el presidente Roosevelt ordenaba a los jefes combinados de Estado Mayor que efectuaran las preparaciones necesarias para defender al Paraguay, al Uruguay y a todos los estados vulnerables a un ataque argentino. (1)

Hemos visto también la ayuda militar proporcionada por el gobierno norteamericano en 1944 y 1945 a Brasil -cuando la guerra ya no lo justificaba-, al solo efecto de fortalecer a este país frente a la Argentina.


La idea de la agresividad potencial de la Argentina fue recogida por los países latinoamericanos, a quienes el argumento resultaba útil cuando necesitaban ayuda norteamericana, o cuando aparecía la posibilidad de asistencia de Estados Unidos a la Argentina. Pero también pudo tener sus sinceros denunciantes en un contexto, como bien ilustraban los informes presentados con motivo del complot de 1948 en Chile, de proliferación de golpes militares de derecha en la región, que eran ideológicamente afines y mantenían contactos estrechos con el gobierno de la Argentina. Este panorama se agudizaba al no ocultar este gobierno el deseo de expandir su influencia por todos los medios a su alcance. (2)

Por otra parte, los norteamericanos habían temido durante muchos años la organización de bloques regionales en América, en especial un bloque austral dominado por la Argentina, temor basado en la vieja y recurrente aspiración para su país, existente en distintos grupos políticos e ideológicos argentinos, de reconstituir el antiguo Virreinato del Río de la Plata. Sin embargo, a comienzos de 1948, la embajada norteamericana en Buenos Aires reconocía en un extenso memorándum que no existían indicios de que la Argentina estuviera buscando el aumento de su territorio mediante la conquista. Si bien se detectaba la desconfianza regional hacia Estados Unidos, se percibía que los países americanos preferían confiar en los norteamericanos antes que en la Argentina. Se consideraba además que este país no tendría éxito en la creación del bloque austral, si Estados Unidos conseguía fortalecer el sistema interamericano, su objetivo principal en la época. (3)

Al analizar la hipótesis de la amenaza militar de la Argentina, los norteamericanos consideraban que Uruguay y Brasil temían el poder argentino ‑sobre todo el primero‑, pero, dado lo acordado en las conferencias de Chapultepec y Río, los demás países americanos no permanecerían indiferentes ante un acto de agresión de la Argentina, aparte de que ésta no había producido acto alguno que indicara su deseo de atacar a un país vecino. A ello debía agregarse que, aun consiguiendo las armas y la ayuda en materia de industrialización militar que solicitaba, la Argentina estaría muy lejos de constituir una amenaza militar para Estados Unidos y por ende para algún país del hemisferio. No obstante, el informe de la embajada norteamericana en Buenos Aires revelaba un cierto temor de los países de la región al gobierno argentino, y, a la vez, éste era utilizado, como se dijo, para lograr ayuda de Estados Unidos. El secretario asistente de Estado para Asuntos Latinoamericanos, Edward G. Miller, luego de una visita a la Argentina en febrero de 1950, advertía en un memorándum al subsecretario Webb que el presidente de Chile, Gabriel González Videla, en su próxima visita a Washington asaltaría al presidente norteamericano con la “típica letanía” de la amenaza de la Argentina para su seguridad. Miller decía no creer en tal cosa, pero aconsejaba contestar que en ese caso lo mejor era que Estados Unidos tuviera buenas relaciones con la Argentina. Esto ocurría en un momento que al gobierno norteamericano interesaban las relaciones cordiales con la Argentina para conseguir la ratificación del TIAR. Sin embargo, un memorándum de Webb del 21 de abril de 1950 sostenía la existencia de telegramas recientes originados en Santiago y La Paz que planteaban “dudas inquietantes sobre las intenciones de Perón hacia otros países sudamericanos”, lo que mereció una respuesta de Miller tratando de aventar el tema del peligro argentino. Con todo, una prueba de las aprensiones que existían respecto de la Argentina en las demás naciones latinoamericanas fue la cuidadosa anticipación a las mismas que debió realizar el gobierno de Washington cuando en esa época decidió otorgar un crédito a la Argentina. (4)
Es evidente que Perón realizó esfuerzos para conseguir el liderazgo latinoamericano. La aparentemente sólida posición económica de la Argentina al finalizar la guerra, y el fuerte apoyo interno con que el presidente argentino fue elegido, sumados a la vulnerabilidad de países vecinos que atravesaban crisis sociales y económicas, ofrecieron a Perón la oportunidad de exportar bienes de consumo y capitales, al mismo tiempo que difundía su doctrina. El presidente argentino utilizó principalmente cuatro instrumentos para lograr sus objetivos: negociar convenios económicos bilaterales, designar agregados obreros en las embajadas argentinas, acrecentar la propaganda, e incentivar -o, por lo menos, presentarse como el modelo- para el establecimiento de gobiernos militares en los países latinoamericanos. (5)

En el caso de Chile, la política de Perón tuvo dos planos: el retórico, que privilegiaba la relación cooperativa y la intención liberadora de la Argentina hacia su vecino, y el pragmático, que dejaba al descubierto una política activa de propósitos expansivos. Entre 1946 y 1952 hubo por parte del régimen peronista un intento de expansión de su influencia económica, política y doctrinaria, que incluso por momentos rozó la injerencia en los asuntos internos. Dicho intento fue consecuencia de la existencia de objetivos económicos, estratégicos y políticos apuntados a integrar a Chile en un bloque austral que consolidara el liderazgo argentino en la región, permitiera aplicar políticas autárquicas y contrarrestara la penetración económica de Estados Unidos. (6)
La intención de la Argentina de formar un bloque austral de países para frenar las pretensiones de predominio norteamericano era una vieja aspiración del nacionalismo argentino. Tulchin menciona los esfuerzos de Perón por organizar a las naciones latinoamericanas en “alguna forma de alianza bolivariana con exclusión de los Estados Unidos”, destacando el principismo y la lucha incesante por reducir la dominación de Estados Unidos, como características de la política hemisférica del presidente argentino. La posibilidad de la formación de un bloque regional liderado por Perón aparece asimismo analizada en un informe de la embajada norteamericana en Buenos Aires, de enero de 1948. Cristián Buchrucker también señala que está documentado en archivos alemanes el interés del gobierno militar argentino, establecido en 1943, en la constitución de un bloque o alianza de estados sudamericanos con una orientación defensiva frente al eje Washington‑Río. Stanley Hilton a su vez encuentra en el gobierno brasileño hacia 1943 la misma convicción de que la Argentina buscaba la constitución de un bloque austral, en abierta oposición a Brasil. De esta manera, a pesar de la afirmación de Lanús de que la política exterior argentina entre fines de la década del cuarenta y principios de los años cincuenta “no debe interpretarse como un intento de formar una coalición antinorteamericana /.../ ni como un propósito de intervenir en los asuntos internos de los países vecinos”, el caso de Chile parecería desmentirlo. El sentido antinorteamericano surge de la declarada intención liberadora de la política peronista, que únicamente podía apuntar a quebrar la estrecha dependencia de aquel país de las empresas y del gobierno de Estados Unidos. El hecho de asignarle a la Argentina un “destino continental”, como dice Lanús, habría llevado a Perón a hacer planes para toda la región y a trabajar activamente para lograrlos. (7)

La acción política de Perón en Chile comenzó antes de que éste fuera presidente. Entre 1936 y 1938, Perón había sido agregado militar en ese país y su misión se vio abruptamente terminada cuando apareció involucrado en un caso de espionaje que lo obligó a abandonar el país, dejando en comprometida situación a su sucesor. (8) Posteriormente, la noticia del golpe de estado de 1943, las supuestas intenciones de la logia militar inspiradora del golpe -Grupo Obra de Unificación (GOU)-, y el surgimiento de Perón como hombre fuerte del régimen tuvieron su repercusión en Chile. En junio de 1944, el gobierno chileno retiraba su embajador en la Argentina como una manera de mostrar su disconformidad con el gobierno de Farrell, a pesar de haberlo reconocido en un principio, y de acompañar a Estados Unidos en su política de aislar a la Argentina. Las gestiones del embajador argentino para obtener la designación de un colega en Buenos Aires se encontraron con la presión del presidente radical Juan Antonio Ríos en favor del restablecimiento de la normalidad institucional argentina. El embajador argentino apeló al argumento de la “separación de las cuestiones” y la “completa prescindencia” en cuanto a la política interior, además de insinuar cierta desventaja económica para Chile por no contar con un representante en la Argentina. (9)
Por cierto, la imagen de una Argentina fascista y que supuestamente constituía una amenaza para las democracias americanas impedía al presidente chileno obtener la aprobación del Senado para el nombramiento de un embajador para la Argentina. A fines de 1945, cuando se trató la actuación de la delegación chilena en la Conferencia de San Francisco, que -siguiendo el deseo del gobierno norteamericano- había trabajado activamente en favor de la incorporación de la Argentina a la Organización de las Naciones Unidas, se reveló entre los senadores chilenos un eco del mito del Cuarto Reich que el Departamento de Estado había extendido por el hemisferio, y de acuerdo con el cual los nazis habían preparado a la Argentina para la Tercera Guerra Mundial, con el respaldo de la camarilla Farrell-Perón. Según el senador comunista Carlos Contreras Labarca, la Argentina era el cuartel general del fascismo en América. Desde allí, se intervenía en la política interna de los países vecinos, siendo la intención del GOU agredir a las democracias y alcanzar la hegemonía en el continente. A su vez, el senador radical Isauro Torres mencionó una filial chilena del GOU, denominada GOS, acusando al ministro de Defensa Nacional chileno, general Arnaldo Carrasco, de estar a favor de la misma. De este modo, las opiniones vertidas en el Senado chileno eran representativas de la percepción que una parte importante de la opinión pública chilena se había formado del régimen de gobierno en Buenos Aires, lectura compartida por el futuro presidente, senador Gabriel González Videla. A pesar de estas presiones, el presidente Ríos mantuvo la adhesión al principio de no injerencia en los asuntos internos de la Argentina, aunque repitió infinidad de veces que su aspiración era que en todas partes se viviera el mismo clima de democracia que existía en Chile. (10)
Asimismo, desde fines de 1944 había comenzado a manifestarse la oposición de algunos sectores obreros chilenos al régimen argentino. En marzo de 1945, los estibadores del puerto de Lota decidieron no cargar carbón en los barcos de bandera argentina. Para el gobierno de Chile el problema era grave, ya que este país dependía de la provisión de alimentos argentinos, lo cual fue recordado a los obreros por el ministro de Economía y Comercio, Alejandro Tinsly. El gobierno dispuso entonces que el trabajo de carga lo realizaran las tripulaciones de los barcos de guerra. (11)
Ante esta actividad opositora al gobierno argentino en Chile, y especialmente para contrarrestar las actividades de un “Comité de Ayuda al pueblo argentino”, a fines de noviembre de 1944 comenzó a analizarse en la embajada argentina en Santiago la posibilidad de ejercer algún tipo de propaganda proargentina en el vecino país. El Ministerio de Guerra estuvo de acuerdo, pero prefirió que fuera la cancillería quien se hiciera cargo del proyecto. (12)
Por otra parte, la finalización de la guerra había comenzado a provocar una disminución sustancial de la demanda de productos estratégicos. Esto significaba una baja en el valor del cobre y anunciaba una crisis económica para Chile en los próximos años. El mantenimiento de un nivel adecuado de productos alimenticios constituiría así una gran erogación para la economía chilena, convirtiendo la exportación de ganado en pie en una importante arma de presión para el gobierno de Perón. (13)
En conocimiento de la situación, Perón ideó el mecanismo del tratado comercial, a través del cual ofrecería una fuerte ayuda financiera a fin de desarrollar en Chile la producción de materias primas que apuntalaran las nuevas industrias argentinas, asegurando, a la vez, la obtención de medios de pago para los productos argentinos y la posibilidad de financiar su desequilibrio comercial por un tiempo. El tratado fue firmado en forma preliminar en Buenos Aires el 13 de diciembre de 1946, poco después de la asunción a la presidencia chilena del radical Gabriel González Videla. Establecía un régimen de unión aduanera, declarando libres de derechos de importación -con alguna excepción- a los productos originarios de cada país. Ambas partes se obligaban a atenderse preferentemente sus necesidades con sus saldos exportables, ventajas que quedaban excluidas de las cláusulas de nación más favorecida. La Argentina, a través del IAPI, otorgaba a Chile un descubierto de 100 millones de pesos para cubrir el saldo desfavorable de su balanza comercial. Se estipulaba también que el IAPI realizaría una inversión de 300 millones de pesos en Chile para desarrollar nuevas actividades económicas a fin de intensificar la exportación de productos originarios a la Argentina. A tal efecto se constituiría en Chile una sociedad financiera integrada por el IAPI y la Corporación de Fomento de Chile, que podría adquirir hasta la totalidad de la producción no destinada al consumo interno y exportarla a la Argentina. Se pactaba además un empréstito externo de 300 millones de pesos, emitido por el gobierno chileno en Buenos Aires, que se aplicaría a un plan de obras públicas en Chile. En todas las compras chilenas a la Argentina intervendría el IAPI. Se establecía recíprocamente el libre tránsito de productos hacia terceros países y se otorgaban zonas francas durante 30 años.
El envío del tratado para su ratificación reveló gran oposición al mismo en el Congreso chileno. El apoyo del partido Comunista al tratado dio motivo para que otras fuerzas políticas negaran su voto legislativo. El partido Conservador, opositor sistemático al gobierno de González Videla, denunciaba los compromisos contraídos como demasiado exigentes para las posibilidades de Chile, criticaba el sometimiento de Chile a la Argentina y objetaba el manejo del comercio exterior por el IAPI. El partido Liberal, a pesar de integrar la coalición gobernante, puso sucesivas condiciones para otorgar su voto al tratado y expresó su “temor al predominio”. Los socialistas mantuvieron siempre una férrea oposición al tratado. Salvador Allende sostuvo en el Senado que éste contenía disposiciones contrarias al interés nacional. La oposición socialista llegó al extremo de acudir a los gobiernos norteamericano y argentino para evitar la ratificación del convenio. Otros argumentos sostenían que el tratado contenía intenciones expansionistas de la Argentina, y que Chile cambiaba una dependencia por otra, permitiendo que el Estado argentino se convirtiera en socio comanditario de las industrias básicas chilenas por los siguientes 50 años. Además, al quedar las exportaciones argentinas a Chile bajo el manejo monopólico del IAPI, el gobierno argentino adquiriría una poderosísima arma de presión frente a Chile. (14)


Tampoco favorecía la ratificación del tratado en Chile la fuerte oposición de medios periodísticos norteamericanos al mismo. El corresponsal del New York Times en Buenos Aires señaló que el tratado se podía “comparar al Anschluss de Austria con Alemania” y que Chile “se había doblegado bajo la presión económica y la amenaza argentina de retener los alimentos”. A su vez, el Evening Star afirmaba que la concertación del tratado probaba que la Argentina estaba recurriendo a tácticas imperialistas con los países vecinos y que trataba de formar un bloque de naciones adverso a Estados Unidos. Incluso en el gobierno de Washington se juzgó que el tratado con la Argentina perjudicaría los intereses norteamericanos en Chile que quedaran subordinados al dominio y beneficio de la Argentina. (15)
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Finalmente, el tratado no fue ratificado. Posteriormente, Chile estableció algunas de las empresas que hubieran resultado del convenio, pero con créditos de agencias financieras norteamericanas y sin tener que compartir con los acreedores la dirección de las mismas, lo cual resultó más ventajoso para el país. Pero lo más singular del caso fue que la Argentina demostró una grave deficiencia en los estudios de viabilidad para la inversión que ofrecía a Chile, pues apenas transcurridos dos años de la firma del tratado habría tenido serias dificultades para hacer frente a sus compromisos como consecuencia del agotamiento de sus reservas. (16)


Mientras tanto, la situación económico-social de Chile se agravaba rápidamente. El gobierno de González Videla no había logrado la ratificación del tratado con la Argentina, y tampoco recibía ayuda norteamericana a causa de su alianza con el comunismo. A fines de 1947, el presidente debió declarar la cesación de pagos al sector público. Las huelgas generales ordenadas por los comunistas provocaron la destitución de los últimos de todos los cargos públicos y el pedido presidencial de facultades extraordinarias al Congreso. (17)
En abril de 1948, la posibilidad de disturbios graves, análogos a los ocurridos en Bogotá, llevó al gobierno chileno a declarar en estado de emergencia todas las plantas eléctricas y a colocarlas bajo la autoridad militar. González Videla también envió al Congreso una ley de Defensa de la Democracia, la cual, finalmente promulgada en octubre, proscribía al comunismo, borrando de los registros electorales entre 30 y 40 mil personas. A los problemas mencionados se sumaba el descontento existente dentro de las fuerzas armadas. (18)
En este contexto crítico, se produjo el primer complot para derrocar al gobierno chileno con presunta participación argentina. El 31 de octubre de 1948 el ex presidente Carlos Ibáñez del Campo, y el ex jefe de la fuerza aérea coronel Ramón Vergara Montero fueron arrestados. Los informes del Departamento de Estado norteamericano señalaban la posibilidad de que el movimiento hubiera sido financiado por Perón. A su vez, el embajador argentino en Santiago juzgaba el movimiento como netamente proargentino. En su opinión, los revolucionarios habrían tenido el propósito de llegar a la concertación inmediata del tratado con la Argentina para lograr la unión económica, y habrían buscado en el plano interno “aplicar la doctrina peronista en todo su contenido económico y social”. (19)

Por su parte, el canciller chileno Germán Riesco convocó al embajador argentino para comunicarle que el gobierno chileno juzgaba que la Argentina estaba implicada en el intento de golpe y expresarle su disgusto por esa intervención en los asuntos internos. La prensa chilena también acusó a la Argentina de haber estimulado y prestado ayuda al movimiento, señalando además la similitud de métodos con las revueltas de Perú, Paraguay y Bolivia, la naturaleza antidemocrática de los movimientos y su común crítica a Estados Unidos. El partido Socialista afirmó que no era un secreto para nadie que elementos cercanos al régimen peronista propugnaban abiertamente las excelencias de las intervenciones militares, y trabajaban para lograr el abatimiento de los regímenes civiles y su reemplazo por dictaduras ultranacionalistas. (20)

Estas eran precisamente las actividades de algunos de los diplomáticos argentinos. El 30 de noviembre, el dictamen del fiscal militar chileno involucraba en el complot a tres diplomáticos argentinos, llegando a la conclusión de que el movimiento había estado inspirado desde la Argentina y en íntima sincronización con otros similares en diversos países latinoamericanos. El 21 de diciembre el juez militar dio a conocer su fallo, absolviendo al general Ibáñez pero imponiendo severas penas a los militares involucrados. Los diplomáticos argentinos aparecían mencionados y se deducía que había existido inspiración foránea, no obstante lo cual ningún gobierno era señalado como responsable. Finalmente, el fallo de la Suprema Corte militar del 24 de enero de 1949 desechó la prevención de que el movimiento hubiera podido obedecer a una inspiración extranjera. (21)

El embajador argentino sostuvo en sus informes que el gobierno de Chile requería un trato firme de parte de la Argentina por haberse permitido “el lujo de jugar con el gobierno del general Perón”. Aconsejó además tomar algún tipo de represalia, considerando que se podía negar la prórroga de pago que vencía en marzo de 1949; construir rápidamente una planta argentina de salitre sintético, o imponer restricciones a las exportaciones de ganado en pie. Existe evidencia de que la última opción llegó a implementarse. También proponía realizar una campaña de contrapropaganda en Chile. Esta finalmente se organizó en Buenos Aires, donde los diarios oficialistas criticaron implacablemente la acción de gobierno de González Videla, señalando las decisiones del gobierno chileno como contrarias a las demandas populares, y poniendo énfasis en las deplorables condiciones económicas del pueblo y en la precariedad de recursos del estado chileno debido a la acción del capitalismo extranjero. (22)
En medio de esta crisis, en marzo de 1949 el general Carlos Ibáñez fue elegido senador por Santiago, como representante del agrario-laborismo, lo que significaba un avance de las ideas nacionalistas y populistas en Chile. El embajador norteamericano comunicó a su gobierno haber recibido información del presidente chileno de que Perón había colaborado con dinero para la campaña de Ibáñez. Por su parte, la embajada argentina interpretó que la posición argentina respecto de Chile había mejorado con la elección. A fines de ese mes, sin embargo, nuevamente circulaban en Santiago rumores de una conspiración contra el gobierno, atribuida al partido Agrario-Laborista, con presunta participación argentina y comunista. (23)

En junio, el gobierno chileno insistía en su percepción de que la Argentina era el punto desde donde se tramaban conspiraciones destinadas a los países limítrofes. Dicho gobierno veía un peligro para su país en las revueltas mineras que se estaban produciendo en Bolivia, porque podían propagarse a Chile, donde la caída del precio del cobre traería a corto plazo el paro de empresas y desocupación. El tema tenía relación con la Argentina porque el gobierno de Bolivia había declarado oficialmente que las revueltas habían sido dirigidas por Víctor Paz Estenssoro desde Buenos Aires. Como en esta ciudad estaban también los desterrados chilenos por el complot del año anterior, el presidente González Videla expresó su preocupación por las presuntas actividades conspirativas de Vergara Montero. (24)

A mediados de agosto, hubo serios disturbios en Santiago que fueron reprimidos enérgicamente y llevaron al gobierno a declarar zona de emergencia todo el territorio del país, disponiéndose la ocupación de las zonas mineras por las fuerzas armadas. Se detuvo a obreros y dirigentes sindicales, relegándolos a Pisagua. (25) En esas circunstancias, el presidente González Videla señaló que su gobierno no era culpable de que la carne argentina que Chile importaba hubiera subido 40%. Esta declaración fue el detonante de una nueva campaña en la prensa oficialista argentina, que se refirió al gobierno chileno como una “dictadura” y un “régimen de terror”. Esto, a la vez, generó respuestas en medios chilenos, los cuales acusaron a los órganos de prensa y radios argentinos de haber contribuido con un cúmulo de informaciones injuriosas a tonificar el ánimo de los elementos totalitarios que buscaban en Chile el exterminio de las libertades. (26) Por cierto, es evidente que los acontecimientos de 1949 en Chile proveyeron a Perón la ocasión de retribuir las acusaciones de autoritarismo recibidas de su colega chileno, aun desde antes de haber llegado ambos a la presidencia, y los ataques de la prensa chilena a raíz del complot del año anterior.
Por otra parte, el senador Salvador Allende había hecho pública, el mes anterior a los mencionados acontecimientos, su preocupación por el programa de reorganización y modernización de las fuerzas armadas argentinas. El embajador argentino explicaba dicha actitud como el reflejo del recelo con que algunos chilenos antiargentinos veían la situación militar de Chile, que no podía afrontar un programa semejante al argentino. Dicho recelo los llevaba a desconfiar del poderío argentino, existiendo quienes creían de buena fe que la Argentina representaba un peligro real para Chile. Para muchos chilenos, el gobierno del general Perón era un “gobierno militar, imperialista y militarista e imbuido de ideas hegemónicas, y, por ende, de sometimiento de los países vecinos a su voluntad”, señalaba en un informe el propio embajador argentino. (27)

La cuestión de la potencial amenaza de la Argentina fue planteada por Salvador Allende en el Congreso chileno el 30 de agosto de 1949, expresando su inquietud por el panorama de América, donde los gobiernos militares desarrollaban una política de agresividad en contra de los pocos regímenes democráticos que todavía existían. En caso de triunfar la amenaza “fascista” en Bolivia, sostenía Allende, Chile quedaría envuelto “por un círculo de hierro formado por la Argentina de Perón, el Perú de Odría y Bolivia de Paz Estenssoro y sus satélites”. El legislador agregó además que un país que gastaba 2.800 millones de pesos en un presupuesto de guerra - dos veces el presupuesto nacional chileno- debía inquietar al resto de los pueblos democráticos. (28)
La percepción de la amenaza argentina para Chile desembocó en el intento del presidente González Videla de conseguir el apoyo de los países sudamericanos para acusar a la Argentina ante la asamblea de la ONU como nación peligrosa para la paz de América. Sin embargo, sólo obtuvo el apoyo del Uruguay, siendo finalmente disuadido por las amenazas del embajador argentino de restringir los envíos de carne, aceite y trigo, y de expulsar a los chilenos que trabajaban en la Patagonia. En las gestiones para evitar la acusación, el embajador argentino fue apoyado por Arturo Alessandri Palma, quien medió en el asunto y representó una voz de moderación frente a la opinión antiargentina de muchos chilenos de la época. (29)
La vinculación ideológica del general Carlos Ibáñez con el gobierno de Perón se vio confirmada cuando, luego de mantener dos entrevistas con el presidente argentino, Ibáñez anunció su candidatura a la presidencia chilena en noviembre de 1950 en Buenos Aires. El general señaló la conveniencia de remover obstáculos y poner la mira en una completa unión aduanera, adhiriendo además a la Tercera Posición. En marzo del año siguiente, Ibáñez nuevamente viajaba a Buenos Aires para sostener una tercera entrevista con Perón. Ibáñez solía referirse a la Argentina como su segunda patria, lo que no era extraño, dado que en ese país había vivido exiliado largos años y desde allí había intentado el derrocamiento de todos los presidentes que habían sucedido a su primer gobierno (1927-1931).
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Un nuevo y extraño complot, en el que habrían estado implicados elementos argentinos, fue oficialmente anunciado en Chile en agosto de 1951. Dos de los más vehementes oradores sindicales desaparecieron, pero luego se descubrió que se habían autosecuestrado en una mina en Colliguay. Este complot aparecía vinculado con una organización llamada Acción Chileno-Argentina, que operaba en Chile y albergaba a un grupo subversivo secreto creado el 12 de febrero de 1945, autodenominado Los Cóndores, vinculado a su vez a la organización ibañista Unión Nacionalista. Uno de los miembros de Acción Chileno-Argentina, el profesor Guillermo Izquierdo Araya, soportó la incautación de su correspondencia con peronistas prominentes y con un antiguo colaborador de Mussolini. Izquierdo se había trasladado en marzo de 1947 a Buenos Aires con una beca del gobierno argentino. Aquí había colaborado en la organización de Acción Argentino-Chilena, establecida el 9 de julio de 1948, y que constituía la contraparte argentina de la que operaba en Chile. Las gestiones de Izquierdo en Buenos Aires apuntaban además a la formación de un movimiento continental del “condorismo”. Por último, debe mencionarse otra organización, Acción Social Chilena, que actuaba en Buenos Aires desde su creación el 21 de mayo de 1951, y recaudaba fondos para Ibáñez, ocupando oficinas cedidas por la CGT argentina. (31) A mediados de julio de 1952, el gobierno chileno declaraba persona no grata al cónsul argentino en Antofagasta y acusaba a otros diplomáticos argentinos de diseminar propaganda antichilena originada en la Argentina, hecho que el gobierno chileno consideró como injerencia en los asuntos internos del país. Sería éste un caso de “bombardeo propagandístico”, implícitamente coercitivo y respaldado por el gobierno argentino para instalar en el país vecino un candidato con ideas afines. El hecho no parecía demasiado diferente a la intervención del embajador Braden en la Argentina en 1946, tan censurada por el presidente argentino. (32)
El 4 de septiembre, Ibáñez ganó las elecciones y obtuvo casi la mayoría absoluta. La elección del general fue celebrada con júbilo por todos los diarios oficialistas argentinos como un triunfo de Perón, y de una corriente antinorteamericana, antiimperialista y latinoamericana. La doctrina de la Tercera Posición fue señalada como un estímulo para las “revoluciones” del momento, y se dio a entender que existía una oportunidad de liberación para países como Uruguay, Bolivia y Brasil. (33)
La relación de Perón con Ibáñez tuvo su momento de apogeo en ocasión de la visita de Perón a Chile, en febrero de 1953, y la firma del Acta de Santiago. En ésta se establecía la intención de ambas partes de ampliar el intercambio comercial mediante el aumento de los saldos exportables, la eliminación gradual de los derechos de aduana, la firma de un acuerdo para facilitar los pagos, la modificación de las imposiciones vigentes sobre tipos de cambio y de las disposiciones sobre movimientos de fondo, y la reestructuración de los sistemas de distribución de divisas, además de impulsar el proceso de industrialización en ambos países. Se expresaba también el anhelo de que integraran el mismo sistema los países limítrofes y demás estados del continente. El objetivo de ambos presidentes era establecer la “cordillera libre”, como un primer paso hacia la unión económica entre la Argentina y Chile, y que podría servir de antecedente a la unidad latinoamericana. Este acuerdo preliminar tenía la aprobación del presidente de Brasil, Getulio Vargas, pero no la del canciller brasileño, quien no había sido consultado. Cuando el último tuvo conocimiento del mismo, su oposición fue tan fuerte que el presidente Vargas se vio obligado a retirar su apoyo, lo cual significó el fin del proyecto a pesar de que Perón trató de llevarlo a cabo con otros países. El documento además recibió críticas -entre otras que constituía un atropello a la soberanía de otro país-, las cuales fueron refutadas por Perón en su discurso al Congreso del 20 de marzo, y a través de folletos oficiales. Por otro lado, los acuerdos militares firmados en 1952 por Chile y Brasil con el gobierno norteamericano constituyeron también un límite al proyecto de Perón. (34)
La visita de Perón a Chile fue retribuida por el presidente chileno, quien arribó a Buenos Aires en julio de 1953, firmándose entonces el tratado de Unión Económica Chileno-Argentina. Ibáñez defendió la formación de bloques homogéneos entre países limítrofes, como paso previo a las uniones continentales, señalando que los países hermanos no debían pensar que chilenos y argentinos pretendían la hegemonía continental, como lo insinuaban algunos círculos. El tratado mencionaba medidas generales de complementación económica, disminución de aranceles, concertación de cambios, intensificación del intercambio comercial y apoyo recíproco en favor del desarrollo industrial y agrícola. Creaba además un órgano común, el Consejo General de la Unión Económica Chileno-Argentina a fin de promover proyectos. (35)
Por cierto, el peronismo tuvo gran influencia en todo el movimiento feminista chileno. Perón subsidió al Partido Progresista Femenino, al Partido Femenino Chileno, a la Conferencia Nacional de Mujeres Chilenas, y a las ramas femeninas del Partido Nacional Cristiano y del Partido Agrario-Laborista (PAL). La más destacada entre las militantes chilenas fue la senadora María de la Cruz Toledo, quien emulaba a Eva Duarte -la esposa del presidente argentino-, y se proclamaba abiertamente como justicialista. (36) Pero una ola de sentimiento antiperonista provocó, en agosto de 1953, la expulsión de María de la Cruz Toledo del Senado chileno. En 1956, desde Panamá, Perón trataba de consolarla diciéndole: “No olvide que nada hay más honroso que quemarse para alumbrar la etapa que vivimos”. (37)
Los intentos de infiltración doctrinaria en Chile continuaron hasta el final del régimen peronista, a pesar del rechazo de fines de 1953. En abril de 1955, por ejemplo, Eduardo Vuletich, secretario general de la CGT argentina, se dirigió a Chile para fundar la filial chilena de ATLAS, la organización sindical peronista internacional. (38)
Al producirse la caída de Perón, la infiltración del peronismo en Chile fue investigada. El periodista Raúl González Alfaro publicó 23 artículos críticos en el periódico radical El Debate, entre el 8 de diciembre de 1955 y el 25 de enero de 1956. En respuesta a estos artículos, el Congreso chileno ordenó una investigación, que fue llevada a cabo por una comisión presidida por el diputado Florencio Galleguillos Vera. El informe de la misma evidenció la financiación peronista de varios políticos, periodistas y dirigentes gremiales chilenos, cuya misión consistía en difundir propaganda doctrinaria peronista. (39)
En cuanto a las relaciones con Brasil, puede decirse que la posición internacional del gobierno de Eurico Dutra (1946-1951), de alineamiento incondicional con Estados Unidos, difirió sustancialmente de la Tercera Posición sostenida por el gobierno de Perón. No obstante, el gobierno brasileño trató de que no se llegara a una situación conflictiva con la Argentina, buscando incluso limar asperezas entre Washington y Buenos Aires. Con todo, la postura competitiva se mantuvo, al tratar de mantener Brasil una posición privilegiada frente a Estados Unidos y de predominio a nivel regional. La política argentina de intentar establecer uniones económicas entre los países limítrofes, sin tener en consideración los organismos multilaterales establecidos a partir de 1945, llevó a Brasil a alinearse con Estados Unidos a favor del multilateralismo y la vigencia de la cláusula de nación más favorecida. Asimismo, preocupaciones geopolíticas llevaron al gobierno brasileño a prestar especial atención a las relaciones de la Argentina con Bolivia y Chile, países que tenían amplios sectores vinculados al régimen peronista. Los convenios argentino-bolivianos firmados para la construcción del ferrocarril Yacuiba-Santa Cruz de la Sierra incentivaban la preocupación en el caso de Bolivia. También el gobierno de Dutra se opuso tenazmente al proyecto de Perón de reflotar el bloque ABC. A mediados de 1947, el canciller brasileño Raúl Fernandes declaraba que “Brasil no estaba interesado en la formación de un ‘bloque latino’ patrocinado por el presidente Perón, en la reminiscencia del antiguo ‘bloque ABC’ ”. (40)
Las diferentes posiciones en el campo internacional -la alineación con Estados Unidos, en el caso de Brasil, y la Tercera Posición equidistante de las dos potencias mundiales, en el de la Argentina- se pusieron de manifiesto en varias oportunidades. Por ejemplo, la Argentina estableció relaciones con la Unión Soviética en junio de 1946, y Brasil las interrumpió en octubre de 1947; Brasil fue un propulsor del TIAR en el continente, mientras que la Argentina demoró varios años en ratificarlo; Brasil apoyó la creación del Consejo de Seguridad de la ONU y la constitución del Estado de Israel, en tanto la Argentina planteó sus reservas en ambos asuntos. (41)
Por otra parte, cuando en 1949 Getulio Vargas apareció nuevamente en el horizonte político de su país como candidato a la presidencia, muchos brasileños objetaron sus contactos con Perón, a través del presidente del Partido Trabalhista Brasileiro (PTB), senador Salgado Filho, y del periodista y embajador en Buenos Aires, Batista Luzardo. Perón ofreció todo su apoyo al partido de Vargas. No obstante, debido a la oposición que el régimen de Perón despertaba en el Parlamento, la diplomacia, la prensa y la opinión pública brasileños, el presidente Vargas no pudo concretar sus planes de acercamiento a la Argentina. (42)
 

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La prensa brasileña presentaba al régimen argentino como potencialmente agresivo respecto de Brasil. Se mencionaban especialmente su armamentismo, su expansionismo e imperialismo, su doctrina y los rasgos autoritarios del presidente Perón. Los principales diarios brasileños como O Globo, Correio da Manha, O Jornal, Diario de Noticias, Jornal do Brasil, Diario Carioca y los pertenecientes a la cadena de Diarios Asociados compartían la posición mencionada. Sólo el diario oficialista de izquierda, Ultima Hora, y O Mundo mostraban una postura proargentina. En marzo de 1949, a la campaña en contra del gobierno peronista se sumaba el Jornal do Comercio, anunciando la gravedad de la situación económica argentina. Ante el decreto del gobierno argentino sobre la distribución del papel de diario, el periodismo brasileño salió en defensa de los diarios argentinos La Nación y La Prensa. (43)

La política exterior del segundo gobierno de Vargas (1951-1954) tendría como objetivo recuperar la capacidad de negociación de Brasil frente a Estados Unidos, lo cual sería un obstáculo para el acercamiento con la Argentina. Brasil podía negociar el suministro de materiales estratégicos, la colaboración de tropas brasileñas en la guerra de Corea, y el incondicional apoyo a Estados Unidos en la Guerra Fría. A cambio buscaba el apoyo del gobierno norteamericano para las obras de infraestructura requeridas para sus industrias. Aunque este plan limitara la inclusión de Brasil en la construcción de un bloque latinoamericano, ya fuera político o económico, Vargas trató de evitar que su participación en un proyecto regional de ese tipo fuera descartada por completo.
(44)

La buena relación que Vargas parecía desear mantener con la Argentina se vio obstaculizada por la posición contraria a un entendimiento con Perón de su canciller Joao Neves de Fontoura. Neves prestó mucha atención a las amenazas que en el plano internacional podía provocar la política exterior de la Argentina. Así, en 1950 fue percibido con cierto recelo el propósito de Perón de mejorar las relaciones con Estados Unidos. Tanto los informes del embajador brasileño en Washington como los del propio canciller en ocasión de la Cuarta Reunión de Consulta revelaban que la relación conflictiva de la Argentina con Estados Unidos resultaba funcional a los objetivos de Brasil. La preocupación brasileña se acrecentó cuando el nuevo gobierno republicano de Eisenhower demostró que tenía intenciones de mejorar la relación con la Argentina. Sin embargo, para el embajador brasileño en Buenos Aires, Batista Luzardo, una buena relación con la Argentina no necesariamente representaría un obstáculo en los vínculos con Estados Unidos. A su vez, las relaciones de Brasil con Estados Unidos también preocupaban al gobierno argentino, el cual siempre trató de neutralizar las demostraciones más claras del alineamiento brasileño. (45)
Las negociaciones para el acuerdo militar brasileño-norteamericano de 1952 provocaron tensiones en la relación de la Argentina con Brasil. Como este acuerdo y los del gobierno norteamericano con Uruguay y Chile dejaban a la Argentina bastante aislada, el gobierno argentino comenzó a presionar a Vargas para la firma de un convenio militar. El gobierno brasileño señaló que cualquier tratativa debía respetar la posición militar-estratégica establecida en las conferencias interamericanas desde 1947. Incluso, Góes Monteiro, jefe del Estado Mayor, puso la condición de que el eventual pacto fuera aprobado por las autoridades militares norteamericanas. Pero estas negociaciones finalmente no prosperaron. El principal opositor a una alianza con la Argentina fue el canciller Neves. Por cierto, el gobierno argentino advirtió que las presiones internas impedían a Vargas alcanzar un deseado entendimiento con la Argentina. Según el embajador argentino en Brasil, Juan I. Cooke, a un canciller enemigo de la Argentina se sumaban las opiniones vertidas en el Parlamento y en la prensa en contra de un acercamiento con la Argentina que ejercían gran influencia en las decisiones del presidente. Perón sostuvo que ésta era además la razón para el rechazo de Vargas a su proyecto de constitución del ABC. (46)


El viaje de Perón a Chile, en febrero de 1953, y su objetivo de firmar un tratado de unión económica argentino-chilena produjo una gran conmoción en Brasil. La intención de Perón fue interpretada como similar a la política de Hitler hacia Austria, y como expresión del expansionismo peronista. Se celebraba que el tratado no hubiera podido ser concretado, señalándose que de ser aceptado, Chile no tendría posibilidad de independencia económica, y resignaría su industrialización para consolidar la de su vecina. Si bien, como consecuencia del viaje de Milton Eisenhower en 1953, la campaña periodística en contra de la Argentina se moderó un poco, el embajador argentino continuó informando de publicaciones antiargentinas prácticamente hasta el final del gobierno de Perón. (47)
Como se dijo, el presidente argentino generó una fuerte oposición en el Congreso brasileño. En esto hay una gran similitud con Chile, en época del presidente González Videla. Las críticas sostenían que la Argentina representaba una amenaza por su expansionismo y armamentismo. Tanto los tratados firmados entre ambos países, como el intervencionismo argentino en la región, la infiltración ideológica en el interior del país, y la política de uniones económicas eran factores considerados perjudiciales para Brasil. En especial la propaganda peronista que llegaba a Brasil -calificada como subversiva- causó honda preocupación. Al producirse la firma del Acta de Santiago, el senador Hamilton Nogueira llamó la atención sobre el “imperialismo argentino”, que apuntaba a convertir a la Argentina en el país más fuerte de la región, y al cual los brasileños no tomaban debidamente en cuenta. Se percibía que al contrario de lo que sucedía con Brasil, la Argentina había expandido su zona de influencia a Bolivia, Paraguay y Chile. Sobre todo en el último, Perón había logrado un gran triunfo con la elección de su amigo Ibáñez, que reemplazaba a un presidente probrasileño. (48)
Los actos del gobierno argentino activaron también los mecanismos de recelo tradicionales en la diplomacia brasileña, generando una profunda desconfianza, que hizo prácticamente imposible un acercamiento con la Argentina. Las iniciativas de Itamaraty se dirigieron contra cualquier intento de formar bloques regionales. Como una forma de neutralizar el encuentro de Perón con Ibáñez y lograr apoyo regional frente a los problemas con Ecuador y Bolivia, el gobierno peruano había sugerido una visita del presidente Manuel Odría a Brasil. Perú mantenía en ese momento un alineamiento incondicional con Estados Unidos, oponiéndose como consecuencia a la formación de un bloque regional encabezado por la Argentina. El canciller Neves había aceptado la sugerencia peruana. No obstante, cuando Odría llegó a Brasil en septiembre de 1953, Neves ya no estaba en su cargo y el gobierno brasileño estaba intentando mejorar sus relaciones con la Argentina, por lo cual la visita no fue demasiado fructífera. La extensión del ferrocarril brasileño a la zona fronteriza con Bolivia y Paraguay, y el aumento de los vínculos con Venezuela, Colombia y Chile fueron otras formas del gobierno brasileño de contrarrestar la fuerte presencia regional argentina. (49)
Las tensiones internas brasileñas se agudizaron luego del discurso de Perón en la Escuela Superior de Guerra argentina, que tuvo lugar en noviembre de 1953 y revistió carácter secreto. El presidente argentino afirmó que la cancillería brasileña constituía el principal obstáculo a una alianza con Vargas, debido al “sueño de hegemonía” que albergaban sus funcionarios. También señaló que los motivos que impedían al gobierno brasileño participar del ABC se relacionaban más con cuestiones de política interna que con la voluntad del presidente Vargas. Cuando el discurso de Perón fue conocido en Brasil a principios de 1954, hubo una gran reacción en la prensa y en el Congreso. En el último se reveló un fuerte ánimo de confrontación con la Argentina. La eventualidad de que Vargas estuviera considerando algún tipo de alianza con Perón fue calificada como traición. (50)
No obstante, la asunción del nuevo canciller Vicente Rao en junio de 1953 había provocado en el embajador Cooke la inmediata percepción de que las relaciones bilaterales habían mejorado. Asimismo, el nuevo embajador en Buenos Aires, Orlando Leite Ribeiro, trataba de encontrar soluciones pragmáticas a los problemas. Leite Ribeiro aconsejaba un acercamiento con la Argentina, pero manteniendo una actitud alerta frente al “esfuerzo de penetración económica argentina en el Continente”. El embajador proponía, no sin cierta ambigüedad, la ejecución de varias políticas. En primer lugar, aconsejaba aceptar el principio de la integración económica continental, pero sin politizarlo y retardando su implementación. En segundo término, postulaba prepararse activamente para constituir en poco tiempo el centro de un bloque económico. Para esto era necesario un esfuerzo mayor en favor de la industrialización; además del desarrollo de las comunicaciones a través del Amazonas, de la red ferroviaria Santos-Santa Cruz (denominado nexo mineral), y de la red mixta del ferrocarril y del transporte público y carreteras Santos-Ponta y Pora-Concepción (llamado nexo agrario). (51)
 

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Las diferentes posiciones en materia de política exterior quedaron evidenciadas en la Décima Conferencia Interamericana realizada en Caracas en marzo de 1954. En ella, la Argentina apoyó al gobierno guatemalteco, y Brasil al gobierno norteamericano, que buscaba legitimar con el apoyo regional su intervención en Guatemala. Respecto de la cuestión de las colonias y territorios, el gobierno brasileño había dado algunas señales de que apoyaría la posición argentina. Finalmente, Brasil se atuvo a su posición primitiva consistente en que el asunto debía tratarse en la ONU. Lo paradójico fue que la conferencia aprobó respecto de la cuestión dos declaraciones -una brasileña y otra argentina- con sentidos prácticamente opuestos, que obviamente no clarificaron la situación de territorios como las Islas Malvinas, Belice y las Guayanas. (52)
El acuerdo comercial argentino-brasileño firmado a comienzos de 1953 también provocó reacciones en Brasil. En dicho convenio se estipulaba que la Argentina vendería a Brasil 1.500.000 toneladas de trigo, lo cual constituía 80% de la importación brasileña de ese cereal. Por su parte, Brasil exportaría a la Argentina madera, café, acero, cacao, banana y ananá. Para los brasileños el tratado evitaba el desembolso de dólares, en tanto que para los argentinos significaba un paso adelante en la buscada integración económica. No obstante, el convenio recibió severas críticas en Brasil, arguyendo algunos que este país pasaría a tener déficit en su balanza de pagos con la Argentina, y que el productor brasileño quedaba desprotegido frente al precio del trigo argentino. Sin embargo, el superávit comercial conseguido por la Argentina se mantuvo sólo en 1953, pasando al año siguiente a una situación de equilibrio y nuevamente al déficit en 1955. (53)
Por otra parte, la política de uniones económicas reactualizada por Perón en 1953 -que había comenzado a plasmarse con la firma del Acta de Santiago en febrero y del convenio de Unión Económica Chileno-Argentina en julio de ese año- produjo además la firma de actas de cooperación económica con algunos otros países. En octubre de dicho año, en ocasión de la visita de Perón a Paraguay, se firmó un convenio de Unión Económica, resultando así Paraguay el primer país del hemisferio que aceptaba la invitación propuesta por el Acta de Santiago. El presidente Federico Chaves señaló que consideraba necesaria una política de cooperación y coordinación económica, aunque advirtió que los convenios regionales de índole económica no eran excluyentes. A su vez, Perón aprovechó la ocasión para responder a las críticas que se hacían a su gobierno. En un discurso pronunciado en el palacio de gobierno, el presidente argentino expresó lo siguiente:

Se ha dicho que nosotros queríamos reconstituir el Virreinato del Río de la Plata, algo así como dar marcha atrás a la historia, que ha corrido sobre siglos en nuestra América.
Se ha dicho también que la República Argentina ha querido sacar de sus fronteras el Justicialismo para imponerlo a otros países. Nosotros no nos hemos empeñado jamás en una acción tal para proselitismo justicialista. Nosotros hemos lanzado la idea y puesto en marcha una doctrina, y no tenemos la culpa si idea y doctrina han trascendido las fronteras.
Se ha dicho también, que nuestro movimiento iba detrás de hegemonías; nosotros no pretendemos en el orden político absolutamente ninguna hegemonía. Reclamamos, sí, la hegemonía que dan el buen procedimiento y la buena fe; no la hegemonía que pueden dar la insidia y la calumnia, que si es vil para los hombres es inaceptable para los pueblos. (54)

Perón afirmó que también se había acusado a los argentinos de ser perturbadores de la confraternidad panamericana. A ello respondía que aquéllos nunca habían dejado de ser americanos, habiéndose establecido buenas relaciones con todos los países de América. A su regreso a Buenos Aires, Perón presentó al pueblo reunido en la Plaza de Mayo, el 17 de octubre, el Decálogo de la confraternidad argentino-paraguaya -igual a uno anterior preparado para el caso chileno-, proponiéndolo al pueblo argentino “como principio para la unión definitiva y eterna entre los paraguayos y los argentinos”. (55) Poco después, en diciembre, los cancilleres de Ecuador y la Argentina firmaron en Quito un Acta de unión económica, que también declaraba su adhesión al acta firmada en Chile. Por último, Bolivia comunicó su solidaridad en septiembre de 1954. No obstante sus esfuerzos, Perón no logró la incorporación de Brasil, Perú y Uruguay. (56)
Puede advertirse por cierto que la política de establecer un liderazgo regional por parte del gobierno de Perón no tuvo éxito. A pesar de haber firmado un tratado comercial con la Argentina a fines de 1946, el gobierno chileno no pudo lograr el consenso para su ratificación, debido a la fuerte desconfianza interna que generaba el gobierno argentino. La sospecha de haber apoyado golpes militares en países vecinos y de tener alguna vinculación con complots para derrocar al gobierno chileno, sumada a los rasgos inquietantes del gobierno argentino como su carácter autoritario, su armamentismo, la exportación de una propaganda -que fue calificada de subversiva e intervencionista tanto en Chile como en Brasil-, condujo a que la política peronista de integración económica conllevara el estigma del expansionismo y de la búsqueda de hegemonía. Esta política demostraba además una flagrante contradicción con la propia prédica del presidente Perón en cuanto a lo que debía ser una correcta política exterior. Para colmo era claramente antinorteamericana y, por ende, muy resistida por Washington, lo cual ponía en situación complicada a aquellos países que intentaran apoyarla. (57)
Uruguay, por su parte, llevó a cabo durante la guerra una política cooperativa con Estados Unidos. El 22 de diciembre de 1943, dos días después de conocerse el golpe de estado en Bolivia que destituyó al presidente Peñaranda y que había recibido apoyo del gobierno argentino, el vicepresidente uruguayo Alberto Guani, presidente del Comité de Defensa Política, establecido por la Conferencia de Río y con sede en Montevideo, proclamó que cualquier gobierno impuesto por la fuerza, en el curso de la guerra, no debía ser reconocido hasta que los demás estados americanos hubieran realizado consultas para constatar si estaba decidido a observar sus compromisos interamericanos, y si había sido gestado en el propio país. La doctrina Guani fue puesta a consideración de todos los países americanos con excepción de Bolivia y la Argentina. El secretario de Estado Hull aceptó la declaración de Guani y anunció que su gobierno tenía evidencia de que la revolución boliviana había tenido inspiración foránea. Como consecuencia, en enero de 1944 el presidente Roosevelt ordenaba embarques de armas para Brasil y enviaba la flota del Atlántico sur a realizar una visita a Montevideo. (58)
Apenas terminada la guerra, en noviembre de 1945, el ministro de Relaciones Exteriores de Uruguay, Eduardo Rodríguez Larreta, propuso a los demás países americanos la adopción de una política colectiva contra cualquier miembro del sistema interamericano que llevara a cabo violaciones a los derechos humanos y que no observara sus compromisos internacionales. Rodríguez Larreta sostenía la interdependencia de la paz y la democracia, y afirmaba que la sola presencia de un gobierno antidemocrático en el continente constituía un peligro para el resto de los miembros del sistema interamericano. La nota del canciller uruguayo en realidad estaba dirigida contra el gobierno argentino, pero hubo sospechas de que estuviera inspirada por Estados Unidos. El secretario de Estado James Byrnes adhirió inmediatamente a la misma. Por el contrario, los países latinoamericanos rechazaron la doctrina de Rodríguez Larreta, incluso aquéllos que compartían con el Uruguay su aversión por el régimen argentino. El motivo fue el temor a que la acción colectiva pudiera implicar la intervención de Estados Unidos con el apoyo de otros países, el cual habría sido fácilmente obtenible por medios coercitivos. (59)
Las relaciones del gobierno de Perón con el Uruguay fueron difíciles debido a que numerosos opositores al régimen argentino se exiliaron en este país. Además, los diarios uruguayos publicaban duras críticas al gobierno argentino, y las emisoras de radio daban espacio a los opositores al peronismo para llevar a cabo su prédica. En épocas en que los disidentes argentinos eran duramente perseguidos, la ciudad de Montevideo aparecía como un baluarte en la lucha por la libertad. (60)
Al considerar la política regional de Perón, no se puede dejar de mencionar otro instrumento utilizado por el presidente argentino para propagar su doctrina en América latina. Este fue la designación de un cuerpo de agregados obreros a las embajadas, especialmente entrenados para el caso. Estos attachés trataron de expandir las ideas peronistas a través del contacto personal con líderes sindicales, y por medio de la prensa y la radio. Fueron también la fuente para la realización de viajes gratis a la Argentina para personas que tuvieran simpatía por el régimen argentino y estuvieran dispuestas a recibir adoctrinamiento en Buenos Aires. En algunos casos fueron motivo de conflicto con las autoridades del país en que se hallaban trabajando. Por ejemplo, un telegrama del embajador argentino en Chile, de diciembre de 1948, informaba de la actitud de los dos agregados obreros que habían aceptado un homenaje de entidades obreras contrarias al gobierno de González Videla, hecho que podía dar lugar a una nueva fricción con el gobierno chileno. El embajador consideró estas actividades altamente impolíticas y solicitó el alejamiento urgente de uno de ellos, recibiendo al día siguiente la orden de disponer su inmediato regreso. (61)
Otro paso relevante en la política hemisférica de Perón fue la creación de la Asociación de Trabajadores Latinoamericanos Sindicalistas (ATLAS), en febrero de 1952. Junto con la CGT, el cuerpo de agregados obreros y otras actividades desarrolladas por la cancillería, ATLAS formaba parte de un mecanismo apuntado a convencer a los segmentos obreros de otros países de las ventajas del sistema argentino. También lo era de un esfuerzo propagandístico mayor que incluía a Agencia Latina, al Servicio Internacional Radiofónico Argentino (SIRA), y otros grupos que colaboraban en hacer conocer los logros argentinos a través de los medios de comunicación. En última instancia, era parte de la política exterior peronista. (62)
ATLAS intentó constituir asimismo una de las tantas organizaciones que, a través del tiempo, trataron de unificar a los trabajadores latinoamericanos. Pregonaba su derecho al liderazgo en virtud de su composición y orientación puramente latinoamericanas, y a que no estaba influida por fuerzas cuyos intereses fueran otros que los de los trabajadores de América latina. Estas características, según los miembros de ATLAS, la distinguían de ORIT -que tenía fuertes conexiones con grupos sindicales norteamericanos- y de la comunista Confederación de Trabajadores de América Latina (CTAL), dirigida por Lombardo Toledano, de México. En realidad, el sindicalismo norteamericano consideraba que Perón no era un gobernante democrático, que el trabajo organizado en la Argentina estaba bajo la tutela del gobierno y que ni las libertades sindicales ni los derechos cívicos existían en ese país. Por estas razones, la presión de los sindicatos norteamericanos había impedido la afiliación argentina a la ORIT y a su antecesora, la CIT, establecida en Lima en 1948. El gobierno argentino se defendió, señalando que tanto la CIT como la ORIT eran instrumentos del imperialismo de Wall Street. (63)
En opinión de Deiner, los logros de ATLAS fueron mínimos. Consiguió cierta influencia en los movimientos obreros de varios países, especialmente Colombia, Chile y Uruguay, pero dicha influencia fue transitoria. No tuvo éxito tampoco en unificar el movimiento sindical latinoamericano, pues en ningún país logró que se afiliara a ATLAS el movimiento sindical nacional en bloque. Una de las razones de sus pocos frutos fue justamente su estrecha asociación con la Argentina peronista. Era evidente que ATLAS no era una organización sindical independiente y Perón tenía muchos opositores a lo largo del continente. Por otro lado, la excesiva politización de ATLAS hizo que muchas organizaciones sindicales se negaran a asociarse con ella. Además ATLAS era completamente dependiente de la financiación por parte de la Argentina. A medida que el régimen peronista comenzó a tener dificultades financieras y su postura antinorteamericana comenzó a menguar luego de la visita de Milton Eisenhower en julio de 1953, los fondos para ATLAS comenzaron a reducirse. Por último, ATLAS no consiguió ejercer influencia para evitar la caída de Perón; por el contrario la organización declinó casi completamente luego del derrocamiento del presidente argentino. (64)

NOTAS

C. Escudé, Gran Bretaña..., op. cit., pp. 41, 62, 106, 138, 109 y 147.

C. Escudé, “Crónicas de la Tercera Posición...”, op. cit., especialmente el acápite “La Argentina, país potencialmente agresivo”, p. 14.

711.35/1-548, RG 59, DOS, NA, “Comments on our Relations with Argentina”, cit. en ibid., p. 17.

735.00/4-650, 735.00/4-2150, 615.35/4-2750, RG 59, DOS, NA, cit. en ibid., p. 18.

Harold Peterson, La Argentina y los Estados Unidos, 1810-1960, Buenos Aires, Eudeba, 1970, pp. 536-538. Véase también Arthur P. Whitaker, La Argentina y los Estados Unidos, Buenos Aires, Proceso, 1956, pp. 254-255, y J.A.Tulchin, op. cit., pp. 216-217. Juan Archibaldo Lanús hace una interpretación radicalmente distinta del objetivo de la política exterior peronista, señalando el propósito de construir un ámbito de solidaridad en América latina, que desterrara la competencia y la lucha ideológica, y reemplazara la política de poder por la de colaboración. Esto parece haber sido parte de la retórica del peronismo, pero muchas de las acciones llevadas a cabo por el gobierno de Perón en Chile, durante la presidencia de González Videla, no se condijeron con aquélla. Cfr. J. A. Lanús, op. cit., tomo I, pp. 45-46.

Leonor Machinandiarena de Devoto, La influencia del justicialismo en Chile, 1946-1952, tesis de doctorado, Departamento de Historia, UBA, 1995. Véase también Mónica Quijada, “El proyecto peronista de creación de un Zollverein sudamericano, 1946-1955”, Ciclos, Año IV, Vol. IV, Nº6, 1er. semestre de 1994.

J.A. Tulchin, op. cit., pp. 216-217; 711.35/1-548, RG 59, DOS, NA, cit. en C. Escudé, “Crónicas de la Tercera Posición...”, op. cit., p. 17; Cristián Buchrucker, Nacionalismo y peronismo. La Argentina en la crisis ideológica mundial (1927-1955), Buenos Aires, Sudamericana, 1987, p. 313; Stanley Hilton, “Las relaciones argentino-brasileñas: el punto de vista del Brasil”, en Carlos J. Moneta et al., Geopolítica y política de poder en el Atlántico sur, Buenos Aires, Pleamar, 1983, p. 28; J.A. Lanús, op. cit., tomo I, pp. 47 y 46.

Véase Alejandro Magnet, Nuestros vecinos justicialistas, 7 ed., Santiago de Chile, Ed. del Pacífico, 1954, p. 33; Ginna Maggi, Patria y traición, 3 ed., Buenos Aires, Gure, 1957, pp. 22-23; A. P. Whitaker, op. cit., p. 140; Arthur P. Whitaker, The United States and the Southern Cone, Cambridge, Harvard University Press, 1976, p. 177.

Rufino Laspiur al ministro Ameghino, 8 de junio de 1945, Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto (AMREC), 1945, Chile, caja 6, exp. 13.

Güiraldes al ministro Ameghino, 28 de agosto de 1945, AMREC, 1945, Chile, caja 6, exp. 1; El Mercurio, 23 de agosto y 12 de septiembre de 1945; La Nación, 12 de septiembre de 1945; El Comercio, 30 de septiembre de 1945. El general Arnaldo Carrasco fue designado oficial del Estado Mayor del Ejército Argentino en septiembre de 1945. El embajador Güiraldes comunicó que Carrasco era partidario de “continuar e intensificar una política de unión entre Chile y la Argentina”, y lo caracterizó como recto y honrado, independiente de todo interés político y depositario de gran concepto como profesional. Güiraldes al ministro Cooke, 3 de octubre de 1945, AMREC, 1945, Chile, caja 6, exp. 3.

Amuchástegui a Castro Gache, 21 de marzo de 1945, AMREC, 1945, Chile, caja 6, exp. 7; La Prensa, 27 de marzo de 1945.

Agregado militar teniente general Julio A. Lagos al jefe del Estado Mayor General del Ejército, Santiago, 23 de noviembre de 1944; memorándum de Juan C. Massa, Dirección de Información al Exterior del Ministerio de Relaciones Exteriores, 8 de marzo de 1945; memorándum del consejero de embajada Carlos A. Pardo, a cargo de la Dirección de Asuntos Políticos del Ministerio de Relaciones Exteriores, 21 de marzo de 1945, AMREC, 1945, Chile, caja 6, exp. 3.

Memorándum “Relaciones económicas con Chile”, AMREC, 1946, Chile, caja 10, exp. 52(5).

Güiraldes al ministro Bramuglia, 23 de diciembre de 1946, AMREC, Chile, caja 10, exp. 52(3); ibid., 23 de enero de 1947 y 13 de marzo de 1947, AMREC, 1946, Chile, caja 10, exp. 52(3) y (4); 825.00/2-2657, informe político 144, RG 59, DOS, NA; Dardalla a Ezcurra Medrano, 6 de mayo de 1947, AMREC, 1946, Chile, caja 10, exp. 52(3); Güiraldes al ministro Bramuglia, 23 de diciembre de 1946, AMREC, 1946, caja 10, exp. 52(1); ibid., 6 de marzo de 1947, AMREC, 1946, Chile, caja 10, exp. 52(5); 825.00/4-1747, informe político 150, RG 59, DOS, NA; Bassi al ministro de Guerra, mayo de 1947, AMREC, 1946, Chile, caja 10, exp. 53(3); A. Magnet, op. cit., pp. 156-159; 825.00/4-347, memorándum de conversación, Braden, Dreier, Horowitz, Hall, Ibáñez y Romualdi, RG 59, DOS, NA; 711.35/1-548, Ray al secretario de Estado, RG 59, DOS, NA; Memorándum “Alcance y aplicabilidad del convenio suscripto con Chile...”, y López Muñiz al ministro Anadón, septiembre de 1948, AMREC, 1946, Chile, caja 10, exp. 52(5); nota de Perón al Congreso de la Nación, 11 de marzo de 1947, y Valenti al ministro Bramuglia, 18 de diciembre de 1947, AMREC, 1946, Chile, caja 10, exp. 52(3); 825.00/1-848, Bowers al secretario de Estado, RG 59, DOS, NA.

El Imparcial, 9 de diciembre de 1948; Ivanissevich al ministro Bramuglia, 6 de enero de 1947, AMREC, 1946, Chile, caja 10, exp. 52(4).

L.M. de Devoto, op. cit., pp. 24-52.

Malthus Hoyos a Valenti, 9 de febrero de 1948, AMREC, 1947, Chile, Caja 4, exp. 2, anexo 1; y memorándum “El conflicto minero”, AMREC, 1947, Chile, Caja 4, exp. 1. También 825.00/8-2147, Bowers al secretario de Estado; 825.00/7-1648, Bowers al secretario de Estado; 825.00/10-3147, documento adjunto al Nº 1; 825.00/9-247, aerograma de Bowers al secretario de Estado; y 825.00/3-448, Bowers al secretario de Estado, RG 59, DOS, NA.
 

Brunner

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825.00/3-1848, Bowers al secretario de Estado, RG 59, DOS, NA; López Muñiz al ministro Anadón, 11 y 15 de abril de 1948, MREC, 1948, Chile, Caja 5, exp. 1; 825.00/9-2948, memorándum de Davis para el archivo, RG 59, DOS, NA. Para el Partido Conservador: 825.00/3-2548, 825.00/4-3048, 825.00/5-2848, 825.00/6-2348, 825.00/7-1348 y 825.00/8-548, todos Bowers al secretario de Estado, RG 59, DOS, NA. Para el partido Socialista: 825.00/1-2648 y 825.00/2-1348, Trueblood al secretario de Estado; y 825.00/3-848, 825.00/5-1148, 825.00/5-1148 (documento anexo al nº 2), 825.00/6-1748, y 825.00/7-1648, Bowers al secretario de Estado, RG 59, DOS, NA. Además, véase: Memoria anual de la embajada argentina en Chile, AMREC, 1948, Chile, Caja 7, exp. 5; 825.00/9-1548, embajada norteamericana en Santiago para la atención de OII, y 825.00/9-2948, memorándum de Davis para el archivo; 825.00/5-1148 y 825.00/7-2748, Bowers al secretario de Estado, documento adjunto Nº 1, despacho 499, RG 59, DOS, NA; López Muñiz al ministro Anadón, 11 de abril de 1948, AMREC, 1948, Chile, Caja 5, exp. 1; López Muñiz al ministro Bramuglia, 21 de junio de 1948, AMREC, 1948, Chile, Caja 64, expediente "Representaciones argentinas en América".

FW 825.00/9-1248, memorándum "Conexiones argentinas de personas implicadas en reciente complot revolucionario en Chile, 16 de noviembre de 1948; 825.00/10-148, aerograma de la embajada norteamericana en Chile al secretario de Estado; 825.00/10-2848, aerograma de la embajada norteamericana en Chile al secretario de Estado; 825.00/10-2848, aerograma de Bowers al secretario de Estado, RG 59, DOS, NA. López Muñiz al ministro Anadón, 21 de septiembre de 1948, AMREC, 1948, Chile, Caja 7, exp. 5; López Muñiz al ministro Sosa Molina, 3 de noviembre de 1948, AMREC, 1948, Chile, Caja 6, exp. 1, anexo II, 1a. parte.

825.00/11-848, embajada en Santiago al secretario de Estado; 825.00/11-848, Bowers al secretario de Estado, RG 59, DOS, NA. López Muñiz al ministro Sosa Molina, 8 de noviembre de 1948, AMREC, 1948, Chile, Caja 6, exp. 1, anexo II, 1a. parte; Comunicado de la embajada argentina firmado por López Muñiz, AMREC, 1948, Chile, Caja 6, exp. 1, anexo II, 1a. parte; La Prensa, 10 y 20 de noviembre de 1948; Ercilla, 9 de noviembre de 1948.

La prédica de los diplomáticos argentinos en favor del establecimiento de gobiernos militares y la incentivación a militares chilenos para que siguieran esa vía fue denunciada por el general de carabineros Manuel Alvear Figueroa y por el general del ejército Teófilo Gómez Vera. Informe del fiscal militar Nogués Larraín, 29 de noviembre de 1948, AMREC, Chile, Caja 6, exp. 1, anexo II, 2a. parte; telegrama del subsecretario político a la embajada en Santiago, 3 de diciembre de 1948, AMREC, 1948, Chile, Caja 6, exp. 1, anexo II, 1a. parte; informe del director general de Investigaciones, publicado en El Imparcial, Santiago, 9 de diciembre de 1948; La Nación, 11 de diciembre de 1948; nota de Riesco a López Muñiz, 7 de diciembre de 1948, y López Muñiz al ministro Sosa Molina, 11 de diciembre de 1948, AMREC, 1948, Chile, Caja 6, exp. 1, anexo II, 1a. parte; López Muñiz al ministro Sosa Molina, 14 de diciembre de 1948, y nota de Riesco a López Muñiz, 13 de diciembre de 1948, AMREC, Chile, Caja 6, exp. 1, anexo II, 1a. parte; telegrama de López Muñiz al ministro, 23 de diciembre de 1948, AMREC, Chile, Caja 6, exp. 1, anexo II, 1a. parte; López Muñiz al ministro Bramuglia, 24 de enero de 1949, AMREC, Chile. Caja 6, exp. 1, anexo II, 1a. parte. La Nación, 17 y 22 de diciembre de 1948. Finalmente, 825.00/11-3048, Bowers al secretario de Estado y 825.00/12-1748, memorándum de Mills a Woodward, Rg 59, DOS, NA.

López Muñiz al ministro Bramuglia, 21 de junio de 1948, AMREC, 1948, Chile, Caja 64, expediente "Representaciones argentinas en América"; López Muñiz al ministro Sosa Molina, 15 de noviembre de 1948, AMREC, 1948, Chile, Caja 6, exp. 1, anexo II, 1a. parte; Las Noticias Gráficas, 23 de noviembre de 1948; El Mercurio, 26 de noviembre de 1948; La Epoca, 2 de diciembre de 1948; Democracia, 18 de noviembre y 2 de diciembre de 1948; El Mundo, 2 y 9 de diciembre de 1948; Crítica, 30 de noviembre de 1948; Clarín, 20 de noviembre de 1948.

825.00/3-1549, Bowers al secretario de Estado, RG 59, DOS, NA, y López Muñiz al ministro Bramuglia, 10 de marzo de 1949, AMREC, 1949, Chile, caja 12, exp. 1, 1ª parte; La Prensa, 30 y 31 de marzo de 1949; 825.00/3-3049, telegrama de Bowers al secretario de Estado, RG 59, DOS, NA..

López Muñiz al ministro Bramuglia, 3 de junio de 1949, AMREC, 1949, caja 12, exp. 1, 1ª parte.

825.00/4-549, 825.00/7-849, 825.00/8-1849, Bowers al secretario de Estado, RG 59, DOS, NA. López Muñiz al ministro Paz, 18 de agosto de 1949, AMREC, 1949, Chile, Caja 12, exp. 1, 2ª parte; La Prensa, 20, 21 y 22 de agosto de 1949.

La Prensa, 21, 23 y 24 de agosto de 1949, y La Nación, 24 de agosto de 1949. Un ejemplo elocuente de la actitud de algunos diarios fue El Laborista (18 al 25 de agosto de 1949), que comenzó publicando información de agencias pero luego, bajo el rótulo de "especial" y con títulos a página entera, señaló la condición de "dictador" del presidente chileno, su mala política, la inminencia de una guerra civil, etc. Similares acusaciones se lanzaron contra Perón desde Santiago, donde se hablaba de la “conspiración permanente” que desde la Argentina se tramaba contra Chile, y del carácter antidemocrático del régimen argentino. Ver La Nación de Santiago, 29 de agosto de 1949.

López Muñiz al ministro Bramuglia, 2 de agosto de 1949, AMREC, 1949, Chile, caja 12, exp. 1, 1ª parte. La percepción de la Argentina como peligrosa desde el punto de vista militar también había sido señalada por el canciller Riesco al embajador norteamericano a fines del año anterior. 825.00/11-1548, telegrama de Bowers al secretario de Estado. Asimismo, fue mencionada por Alejandro Magnet en su libro publicado pocos años después. A. Magnet, op. cit., pp. 173-187.

Chile, Cámara de Diputados, Boletín de sesiones ordinarias, sesión 28a. ordinaria en martes 30 de agosto de 1949, pp. 978-981 y 988. Arturo Alessandri Palma refutó las afirmaciones de Allende. Ibid., p. 988. Alain Rouquié -historiador que ha tratado las cuestiones militares argentinas- considera que el gobierno de Perón entró en una carrera armamentista en 1946, debido a la coyuntura económica internacional y a su situación diplomática. Señala que, entre 1945 y 1946, las inversiones en defensa nacional llegaron al 50,7% del total de inversiones del Estado no directamente productivas. Si bien este autor reconoce que los gastos militares decrecieron entre 1946 y 1951, no obstante sostiene que semejante nivel de gastos militares -no justificables por la guerra- no tiene precedentes en la historia argentina. En la inmediata posguerra, el promedio de gastos militares se ubicó en un 30,7%, contra un 18,2% en promedio para los años anteriores a la guerra. Además en el quinquenio 1950-1954 la participación de los gastos de defensa en el PBI argentino fue superior al 3% (contra un 2% en promedio para toda Sudamérica); en ese período la Argentina encabezaba la clasificación de los países latinoamericanos. También señala este autor la amplia participación directa de los militares en el poder y la preponderancia de las consideraciones militares en la toma de decisiones. Asimismo el esfuerzo de industrialización parecía vincularse tan estrechamente con las necesidades de defensa y con las preocupaciones de los militares que un opositor radical denunció que los objetivos económicos del Primer Plan Quinquenal (1947-1951) apuntaban a “transformar un país civil y pacífico en una nación en armas”. Véase Alain Rouquié, Poder militar y sociedad política en la Argentina, tomo II: 1943-1973, Buenos Aires, Emecé, 1987, pp. 75-83; también véase R.A. Potash, op. cit., p. 17.

López Muñiz al ministro Paz, 16 de septiembre de 1949, AMREC, 1949, Chile, caja 13, exp. 8.

725.00/4-651, carta de Bowers a Miller, 27 de marzo de 1951, y 725.00/11-1650, embajada en Buenos Aires al Departamento de Estado, RG 59, DOS, NA; Crítica, 14 de noviembre de 1950.

A. Magnet, op. cit., pp. 161-163. También 725.00/8-2951, Hall al Departamento de Estado; 725.00/9-2851, embajada en Santiago al Departamento de Estado, 29 de septiembre de 1951, y 725.00/3-2652, embajada en Santiago al Departamento de Estado, RG 59, DOS, NA.

725.00/7-2852 y 725.00/7-3152, embajada en Santiago al Departamento de Estado, RG 59, DOS, NA. También La Nación de Santiago, 26 de julio de 1952, El Diario Ilustrado y El Mercurio, 27 de julio de 1952. El concepto de “bombardeo propagandístico” pertenece a Stanley Hoffmann. Véase S. Hoffmann, Jano y Minerva, Buenos Aires, GEL, 1991, pp. 177-190.

725.00/9-952, embajada en Santiago al Departamento de Estado; 725.00/9-1052, embajada en Buenos Aires al Departamento de Estado; 725.00/9-1152, embajada en Buenos Aires al Departamento de Estado; 725.00/9-1252, embajada en Buenos Aires al Departamento de Estado; 725.00/9-1552, embajada en Buenos Aires al Departamento de Estado, RG 59, DOS, NA; La Prensa, 7 de septiembre de 1952.

“Los anhelos de dos pueblos hermanos en la palabra de Perón e Ibáñez”, Buenos Aires, Presidencia de la Nación, 1953; “Dos pueblos unidos señalan el rumbo de América latina”, Buenos Aires, 1953, p. 4. Uno de los acápites de este folleto se titulaba: “La oposición imperialista y colonialista al acuerdo”. Ibid., p. 12. Véase también A.P. Whitaker, The United States and the Southern Cone, op. cit., p. 393.

“Mensaje a los pueblos de América de los presidentes Perón e Ibáñez”, Buenos Aires, Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto, 1953, pp. 23-29; y “Bienvenido, mi General, a esta tierra de hombres libres que han abatido todos los yugos que pudieran ceñirse sobre la cerviz de los pueblos”, Buenos Aires, Presidencia de la Nación, 1953; también A. Conil Paz y G. Ferrari, op. cit., p. 190.

Véase Samuel Amaral y William Ratliff (comp.), Juan Domingo Perón: Cartas del Exilio, Buenos Aires, Legasa, 1991; Samuel Amaral, “Feminismo y peronismo en Chile: Ascenso y caída de María de la Cruz”, Todo es Historia, Nº 321, abril de 1994, pp. 78-91. Véase también D.W. Bray, “Peronism in Chile”, Hispanic American Historical Review, febrero de 1976, p. 41.

Ibid., p. 42. Bray atribuye erróneamente esta carta al exilio venezolano de Perón. En realidad, fue escrita desde Colón, Panamá, y fechada el 21 de mayo de 1956. Véase S. Amaral y W. Ratliff (comps.), op. cit., p. 121.

D.W. Bray, op. cit., p. 44.

Ibid., pp. 45-46.

Mónica Hirst, “Vargas y Perón. Las relaciones argentino-brasileñas”, Todo es Historia, Nº 224, diciembre de 1985, pp. 10-12. La cita pertenece al Correo da Manha, 8 de agosto de 1947.

M. Hirst, op. cit., p. 12.

Marisol Saavedra, “Peronismo y antiperonismo en Chile y Brasil”, Todo es Historia, Nº 369, abril de 1998, pp. 27-28.

Juan I. Cooke a Humberto Sosa Molina, 23 de noviembre de 1948; Informe elaborado por la embajada argentina a Jerónimo Remorino, 27 de julio de 1954, AMREC, cit. en ibid., p. 28.

M. Hirst, op. cit., p. 18.

Ibid., pp. 18-22.

Ibid., pp. 24-25.

Juan I. Cooke a Juan A. Bramuglia, 12 y 31 de marzo de 1949; Juan A. Bramuglia a Juan I. Cooke, 14 de marzo de 1949; Informe elaborado por la embajada argentina a Jerónimo Remorino, 27 de julio de 1954, AMREC; A Gazeta, San Pablo, 27 de febrero de 1953, O Jornal, Río de Janeiro, 27 de julio de 1953; adjunto a la nota de Ismael J. de la Cruz Guerrero, 2 de septiembre de 1953, AMREC, cit. en M. Saavedra, op. cit., pp. 28-30.

Informe para J. Remorino, op. cit.; Fernando T. Insausti a Jerónimo Remorino, 5 de diciembre de 1953, AMREC; Folha da Manha, San Pablo, 28 de febrero de 1953; Juan I. Cooke a Jerónimo Remorino, 30 de junio de 1953, AMREC, y O Globo, Río de Janeiro, 2 de septiembre de 1953; Juan I. Cooke a Jerónimo Remorino, 2 de septiembre de 1953; Juan I. Cooke, Informe “Política internacional. Conclusiones”. Brasil. 1949, AMREC, cit. en ibid., pp. 30-31.

M. Hirst, op. cit., pp. 25-26.

Ibid., p. 26.

Carta de Leite Ribeiro a Vargas, 15 de enero de 1954, Archivo Getulio Vargas, 54.01.05/2, cit. en ibid., p. 28.

Ibid., pp. 28-32.

Ibid., p. 32.

República Argentina, Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto, “Expresiones de una política continental. Discursos de los presidentes Chaves y Perón”, Buenos Aires, 1953, pp. 17-18.

Ibid., p. 24 y 25-27.

A. Conil Paz y G. Ferrari, op. cit., pp. 190-191.

L.M. de Devoto, op. cit., pp. 178-186.

A. Conil Paz y G. Ferrari, op. cit., p. 127.

G. Connell-Smith, op. cit., pp. 224-225; A. P. Whitaker, The United States and the Southern Cone..., op. cit., p. 257.

J.A. Tulchin, op. cit., p. 216.

J.T. Deiner, op. cit., p. 157; telegrama de López Muñiz al ministro, 22 de diciembre de 1948, AMREC, 1948, Chile, caja 7, exp. 6.

J.T. Deiner, op. cit., pp. 187-188.

Ibid., pp. 188-189; 611.35/3-1953, RG 59, DOS, NA, despacho 1165, 13 de marzo de 1953, “Attitude of the US press toward the Argentine government”, p. 6, cit. en C. Escudé, “La traición a los derechos humanos...”, op. cit., p. 97.

J.T. Deiner, op. cit., pp. 387-406.
 

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Las diferentes posiciones en materia de política exterior quedaron evidenciadas en la Décima Conferencia Interamericana realizada en Caracas en marzo de 1954. En ella, la Argentina apoyó al gobierno guatemalteco, y Brasil al gobierno norteamericano, que buscaba legitimar con el apoyo regional su intervención en Guatemala. Respecto de la cuestión de las colonias y territorios, el gobierno brasileño había dado algunas señales de que apoyaría la posición argentina. Finalmente, Brasil se atuvo a su posición primitiva consistente en que el asunto debía tratarse en la ONU. Lo paradójico fue que la conferencia aprobó respecto de la cuestión dos declaraciones -una brasileña y otra argentina- con sentidos prácticamente opuestos, que obviamente no clarificaron la situación de territorios como las Islas Malvinas, Belice y las Guayanas. (52)
El acuerdo comercial argentino-brasileño firmado a comienzos de 1953 también provocó reacciones en Brasil. En dicho convenio se estipulaba que la Argentina vendería a Brasil 1.500.000 toneladas de trigo, lo cual constituía 80% de la importación brasileña de ese cereal. Por su parte, Brasil exportaría a la Argentina madera, café, acero, cacao, banana y ananá. Para los brasileños el tratado evitaba el desembolso de dólares, en tanto que para los argentinos significaba un paso adelante en la buscada integración económica. No obstante, el convenio recibió severas críticas en Brasil, arguyendo algunos que este país pasaría a tener déficit en su balanza de pagos con la Argentina, y que el productor brasileño quedaba desprotegido frente al precio del trigo argentino. Sin embargo, el superávit comercial conseguido por la Argentina se mantuvo sólo en 1953, pasando al año siguiente a una situación de equilibrio y nuevamente al déficit en 1955. (53)

Por otra parte, la política de uniones económicas reactualizada por Perón en 1953 -que había comenzado a plasmarse con la firma del Acta de Santiago en febrero y del convenio de Unión Económica Chileno-Argentina en julio de ese año- produjo además la firma de actas de cooperación económica con algunos otros países. En octubre de dicho año, en ocasión de la visita de Perón a Paraguay, se firmó un convenio de Unión Económica, resultando así Paraguay el primer país del hemisferio que aceptaba la invitación propuesta por el Acta de Santiago. El presidente Federico Chaves señaló que consideraba necesaria una política de cooperación y coordinación económica, aunque advirtió que los convenios regionales de índole económica no eran excluyentes. A su vez, Perón aprovechó la ocasión para responder a las críticas que se hacían a su gobierno. En un discurso pronunciado en el palacio de gobierno, el presidente argentino expresó lo siguiente:

Se ha dicho que nosotros queríamos reconstituir el Virreinato del Río de la Plata, algo así como dar marcha atrás a la historia, que ha corrido sobre siglos en nuestra América.Se ha dicho también que la República Argentina ha querido sacar de sus fronteras el Justicialismo para imponerlo a otros países. Nosotros no nos hemos empeñado jamás en una acción tal para proselitismo justicialista. Nosotros hemos lanzado la idea y puesto en marcha una doctrina, y no tenemos la culpa si idea y doctrina han trascendido las fronteras.
Se ha dicho también, que nuestro movimiento iba detrás de hegemonías; nosotros no pretendemos en el orden político absolutamente ninguna hegemonía. Reclamamos, sí, la hegemonía que dan el buen procedimiento y la buena fe; no la hegemonía que pueden dar la insidia y la calumnia, que si es vil para los hombres es inaceptable para los pueblos. (54)

Perón afirmó que también se había acusado a los argentinos de ser perturbadores de la confraternidad panamericana. A ello respondía que aquéllos nunca habían dejado de ser americanos, habiéndose establecido buenas relaciones con todos los países de América. A su regreso a Buenos Aires, Perón presentó al pueblo reunido en la Plaza de Mayo, el 17 de octubre, el Decálogo de la confraternidad argentino-paraguaya -igual a uno anterior preparado para el caso chileno-, proponiéndolo al pueblo argentino “como principio para la unión definitiva y eterna entre los paraguayos y los argentinos”. (55) Poco después, en diciembre, los cancilleres de Ecuador y la Argentina firmaron en Quito un Acta de unión económica, que también declaraba su adhesión al acta firmada en Chile. Por último, Bolivia comunicó su solidaridad en septiembre de 1954. No obstante sus esfuerzos, Perón no logró la incorporación de Brasil, Perú y Uruguay. (56)
Puede advertirse por cierto que la política de establecer un liderazgo regional por parte del gobierno de Perón no tuvo éxito. A pesar de haber firmado un tratado comercial con la Argentina a fines de 1946, el gobierno chileno no pudo lograr el consenso para su ratificación, debido a la fuerte desconfianza interna que generaba el gobierno argentino. La sospecha de haber apoyado golpes militares en países vecinos y de tener alguna vinculación con complots para derrocar al gobierno chileno, sumada a los rasgos inquietantes del gobierno argentino como su carácter autoritario, su armamentismo, la exportación de una propaganda -que fue calificada de subversiva e intervencionista tanto en Chile como en Brasil-, condujo a que la política peronista de integración económica conllevara el estigma del expansionismo y de la búsqueda de hegemonía. Esta política demostraba además una flagrante contradicción con la propia prédica del presidente Perón en cuanto a lo que debía ser una correcta política exterior. Para colmo era claramente antinorteamericana y, por ende, muy resistida por Washington, lo cual ponía en situación complicada a aquellos países que intentaran apoyarla. (57)
Uruguay, por su parte, llevó a cabo durante la guerra una política cooperativa con Estados Unidos. El 22 de diciembre de 1943, dos días después de conocerse el golpe de estado en Bolivia que destituyó al presidente Peñaranda y que había recibido apoyo del gobierno argentino, el vicepresidente uruguayo Alberto Guani, presidente del Comité de Defensa Política, establecido por la Conferencia de Río y con sede en Montevideo, proclamó que cualquier gobierno impuesto por la fuerza, en el curso de la guerra, no debía ser reconocido hasta que los demás estados americanos hubieran realizado consultas para constatar si estaba decidido a observar sus compromisos interamericanos, y si había sido gestado en el propio país. La doctrina Guani fue puesta a consideración de todos los países americanos con excepción de Bolivia y la Argentina. El secretario de Estado Hull aceptó la declaración de Guani y anunció que su gobierno tenía evidencia de que la revolución boliviana había tenido inspiración foránea. Como consecuencia, en enero de 1944 el presidente Roosevelt ordenaba embarques de armas para Brasil y enviaba la flota del Atlántico sur a realizar una visita a Montevideo. (58)
Apenas terminada la guerra, en noviembre de 1945, el ministro de Relaciones Exteriores de Uruguay, Eduardo Rodríguez Larreta, propuso a los demás países americanos la adopción de una política colectiva contra cualquier miembro del sistema interamericano que llevara a cabo violaciones a los derechos humanos y que no observara sus compromisos internacionales. Rodríguez Larreta sostenía la interdependencia de la paz y la democracia, y afirmaba que la sola presencia de un gobierno antidemocrático en el continente constituía un peligro para el resto de los miembros del sistema interamericano. La nota del canciller uruguayo en realidad estaba dirigida contra el gobierno argentino, pero hubo sospechas de que estuviera inspirada por Estados Unidos. El secretario de Estado James Byrnes adhirió inmediatamente a la misma. Por el contrario, los países latinoamericanos rechazaron la doctrina de Rodríguez Larreta, incluso aquéllos que compartían con el Uruguay su aversión por el régimen argentino. El motivo fue el temor a que la acción colectiva pudiera implicar la intervención de Estados Unidos con el apoyo de otros países, el cual habría sido fácilmente obtenible por medios coercitivos. (59)
Las relaciones del gobierno de Perón con el Uruguay fueron difíciles debido a que numerosos opositores al régimen argentino se exiliaron en este país. Además, los diarios uruguayos publicaban duras críticas al gobierno argentino, y las emisoras de radio daban espacio a los opositores al peronismo para llevar a cabo su prédica. En épocas en que los disidentes argentinos eran duramente perseguidos, la ciudad de Montevideo aparecía como un baluarte en la lucha por la libertad. (60)
Al considerar la política regional de Perón, no se puede dejar de mencionar otro instrumento utilizado por el presidente argentino para propagar su doctrina en América latina. Este fue la designación de un cuerpo de agregados obreros a las embajadas, especialmente entrenados para el caso. Estos attachés trataron de expandir las ideas peronistas a través del contacto personal con líderes sindicales, y por medio de la prensa y la radio. Fueron también la fuente para la realización de viajes gratis a la Argentina para personas que tuvieran simpatía por el régimen argentino y estuvieran dispuestas a recibir adoctrinamiento en Buenos Aires. En algunos casos fueron motivo de conflicto con las autoridades del país en que se hallaban trabajando. Por ejemplo, un telegrama del embajador argentino en Chile, de diciembre de 1948, informaba de la actitud de los dos agregados obreros que habían aceptado un homenaje de entidades obreras contrarias al gobierno de González Videla, hecho que podía dar lugar a una nueva fricción con el gobierno chileno. El embajador consideró estas actividades altamente impolíticas y solicitó el alejamiento urgente de uno de ellos, recibiendo al día siguiente la orden de disponer su inmediato regreso. (61)
Otro paso relevante en la política hemisférica de Perón fue la creación de la Asociación de Trabajadores Latinoamericanos Sindicalistas (ATLAS), en febrero de 1952. Junto con la CGT, el cuerpo de agregados obreros y otras actividades desarrolladas por la cancillería, ATLAS formaba parte de un mecanismo apuntado a convencer a los segmentos obreros de otros países de las ventajas del sistema argentino. También lo era de un esfuerzo propagandístico mayor que incluía a Agencia Latina, al Servicio Internacional Radiofónico Argentino (SIRA), y otros grupos que colaboraban en hacer conocer los logros argentinos a través de los medios de comunicación. En última instancia, era parte de la política exterior peronista. (62)
ATLAS intentó constituir asimismo una de las tantas organizaciones que, a través del tiempo, trataron de unificar a los trabajadores latinoamericanos. Pregonaba su derecho al liderazgo en virtud de su composición y orientación puramente latinoamericanas, y a que no estaba influida por fuerzas cuyos intereses fueran otros que los de los trabajadores de América latina. Estas características, según los miembros de ATLAS, la distinguían de ORIT -que tenía fuertes conexiones con grupos sindicales norteamericanos- y de la comunista Confederación de Trabajadores de América Latina (CTAL), dirigida por Lombardo Toledano, de México. En realidad, el sindicalismo norteamericano consideraba que Perón no era un gobernante democrático, que el trabajo organizado en la Argentina estaba bajo la tutela del gobierno y que ni las libertades sindicales ni los derechos cívicos existían en ese país. Por estas razones, la presión de los sindicatos norteamericanos había impedido la afiliación argentina a la ORIT y a su antecesora, la CIT, establecida en Lima en 1948. El gobierno argentino se defendió, señalando que tanto la CIT como la ORIT eran instrumentos del imperialismo de Wall Street. (63)
En opinión de Deiner, los logros de ATLAS fueron mínimos. Consiguió cierta influencia en los movimientos obreros de varios países, especialmente Colombia, Chile y Uruguay, pero dicha influencia fue transitoria. No tuvo éxito tampoco en unificar el movimiento sindical latinoamericano, pues en ningún país logró que se afiliara a ATLAS el movimiento sindical nacional en bloque. Una de las razones de sus pocos frutos fue justamente su estrecha asociación con la Argentina peronista. Era evidente que ATLAS no era una organización sindical independiente y Perón tenía muchos opositores a lo largo del continente. Por otro lado, la excesiva politización de ATLAS hizo que muchas organizaciones sindicales se negaran a asociarse con ella. Además ATLAS era completamente dependiente de la financiación por parte de la Argentina. A medida que el régimen peronista comenzó a tener dificultades financieras y su postura antinorteamericana comenzó a menguar luego de la visita de Milton Eisenhower en julio de 1953, los fondos para ATLAS comenzaron a reducirse. Por último, ATLAS no consiguió ejercer influencia para evitar la caída de Perón; por el contrario la organización declinó casi completamente luego del derrocamiento del presidente argentino
. (64)

NOTAS

C. Escudé, Gran Bretaña..., op. cit., pp. 41, 62, 106, 138, 109 y 147.

C. Escudé, “Crónicas de la Tercera Posición...”, op. cit., especialmente el acápite “La Argentina, país potencialmente agresivo”, p. 14.

711.35/1-548, RG 59, DOS, NA, “Comments on our Relations with Argentina”, cit. en ibid., p. 17.

735.00/4-650, 735.00/4-2150, 615.35/4-2750, RG 59, DOS, NA, cit. en ibid., p. 18.

Harold Peterson, La Argentina y los Estados Unidos, 1810-1960, Buenos Aires, Eudeba, 1970, pp. 536-538. Véase también Arthur P. Whitaker, La Argentina y los Estados Unidos, Buenos Aires, Proceso, 1956, pp. 254-255, y J.A.Tulchin, op. cit., pp. 216-217. Juan Archibaldo Lanús hace una interpretación radicalmente distinta del objetivo de la política exterior peronista, señalando el propósito de construir un ámbito de solidaridad en América latina, que desterrara la competencia y la lucha ideológica, y reemplazara la política de poder por la de colaboración. Esto parece haber sido parte de la retórica del peronismo, pero muchas de las acciones llevadas a cabo por el gobierno de Perón en Chile, durante la presidencia de González Videla, no se condijeron con aquélla. Cfr. J. A. Lanús, op. cit., tomo I, pp. 45-46.

Leonor Machinandiarena de Devoto, La influencia del justicialismo en Chile, 1946-1952, tesis de doctorado, Departamento de Historia, UBA, 1995. Véase también Mónica Quijada, “El proyecto peronista de creación de un Zollverein sudamericano, 1946-1955”, Ciclos, Año IV, Vol. IV, Nº6, 1er. semestre de 1994.

J.A. Tulchin, op. cit., pp. 216-217; 711.35/1-548, RG 59, DOS, NA, cit. en C. Escudé, “Crónicas de la Tercera Posición...”, op. cit., p. 17; Cristián Buchrucker, Nacionalismo y peronismo. La Argentina en la crisis ideológica mundial (1927-1955), Buenos Aires, Sudamericana, 1987, p. 313; Stanley Hilton, “Las relaciones argentino-brasileñas: el punto de vista del Brasil”, en Carlos J. Moneta et al., Geopolítica y política de poder en el Atlántico sur, Buenos Aires, Pleamar, 1983, p. 28; J.A. Lanús, op. cit., tomo I, pp. 47 y 46.

Véase Alejandro Magnet, Nuestros vecinos justicialistas, 7 ed., Santiago de Chile, Ed. del Pacífico, 1954, p. 33; Ginna Maggi, Patria y traición, 3 ed., Buenos Aires, Gure, 1957, pp. 22-23; A. P. Whitaker, op. cit., p. 140; Arthur P. Whitaker, The United States and the Southern Cone, Cambridge, Harvard University Press, 1976, p. 177.

Rufino Laspiur al ministro Ameghino, 8 de junio de 1945, Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto (AMREC), 1945, Chile, caja 6, exp. 13.

Güiraldes al ministro Ameghino, 28 de agosto de 1945, AMREC, 1945, Chile, caja 6, exp. 1; El Mercurio, 23 de agosto y 12 de septiembre de 1945; La Nación, 12 de septiembre de 1945; El Comercio, 30 de septiembre de 1945. El general Arnaldo Carrasco fue designado oficial del Estado Mayor del Ejército Argentino en septiembre de 1945. El embajador Güiraldes comunicó que Carrasco era partidario de “continuar e intensificar una política de unión entre Chile y la Argentina”, y lo caracterizó como recto y honrado, independiente de todo interés político y depositario de gran concepto como profesional. Güiraldes al ministro Cooke, 3 de octubre de 1945, AMREC, 1945, Chile, caja 6, exp. 3.

Amuchástegui a Castro Gache, 21 de marzo de 1945, AMREC, 1945, Chile, caja 6, exp. 7; La Prensa, 27 de marzo de 1945.

Agregado militar teniente general Julio A. Lagos al jefe del Estado Mayor General del Ejército, Santiago, 23 de noviembre de 1944; memorándum de Juan C. Massa, Dirección de Información al Exterior del Ministerio de Relaciones Exteriores, 8 de marzo de 1945; memorándum del consejero de embajada Carlos A. Pardo, a cargo de la Dirección de Asuntos Políticos del Ministerio de Relaciones Exteriores, 21 de marzo de 1945, AMREC, 1945, Chile, caja 6, exp. 3.

Memorándum “Relaciones económicas con Chile”, AMREC, 1946, Chile, caja 10, exp. 52(5).

Güiraldes al ministro Bramuglia, 23 de diciembre de 1946, AMREC, Chile, caja 10, exp. 52(3); ibid., 23 de enero de 1947 y 13 de marzo de 1947, AMREC, 1946, Chile, caja 10, exp. 52(3) y (4); 825.00/2-2657, informe político 144, RG 59, DOS, NA; Dardalla a Ezcurra Medrano, 6 de mayo de 1947, AMREC, 1946, Chile, caja 10, exp. 52(3); Güiraldes al ministro Bramuglia, 23 de diciembre de 1946, AMREC, 1946, caja 10, exp. 52(1); ibid., 6 de marzo de 1947, AMREC, 1946, Chile, caja 10, exp. 52(5); 825.00/4-1747, informe político 150, RG 59, DOS, NA; Bassi al ministro de Guerra, mayo de 1947, AMREC, 1946, Chile, caja 10, exp. 53(3); A. Magnet, op. cit., pp. 156-159; 825.00/4-347, memorándum de conversación, Braden, Dreier, Horowitz, Hall, Ibáñez y Romualdi, RG 59, DOS, NA; 711.35/1-548, Ray al secretario de Estado, RG 59, DOS, NA; Memorándum “Alcance y aplicabilidad del convenio suscripto con Chile...”, y López Muñiz al ministro Anadón, septiembre de 1948, AMREC, 1946, Chile, caja 10, exp. 52(5); nota de Perón al Congreso de la Nación, 11 de marzo de 1947, y Valenti al ministro Bramuglia, 18 de diciembre de 1947, AMREC, 1946, Chile, caja 10, exp. 52(3); 825.00/1-848, Bowers al secretario de Estado, RG 59, DOS, NA.

El Imparcial, 9 de diciembre de 1948; Ivanissevich al ministro Bramuglia, 6 de enero de 1947, AMREC, 1946, Chile, caja 10, exp. 52(4).

L.M. de Devoto, op. cit., pp. 24-52.

Malthus Hoyos a Valenti, 9 de febrero de 1948, AMREC, 1947, Chile, Caja 4, exp. 2, anexo 1; y memorándum “El conflicto minero”, AMREC, 1947, Chile, Caja 4, exp. 1. También 825.00/8-2147, Bowers al secretario de Estado; 825.00/7-1648, Bowers al secretario de Estado; 825.00/10-3147, documento adjunto al Nº 1; 825.00/9-247, aerograma de Bowers al secretario de Estado; y 825.00/3-448, Bowers al secretario de Estado, RG 59, DOS, NA
 
Es una lastima que toda la informacion que tiene Brunner quede indefectiblemente manchada por su odio antiperonista acérrimo y confeso, cual taza de cafe derramada sobre un archivo valiosisimo.¿Es inevitable que todos sus posts conduzcan a hablar de Peron y por ende volver a insistir con su posición ideológica, muy respètable por cierto ?.Pero lo que cansa es su estilo agresivo( vehemente ,apasionado, dirán sus amigos).Ya se; me acusara de no aportar nada al foro, de no saber historia, de ser comunista, peronista, ignorante, desvirtuador,etc.No me importa en lo mas minimo.Solo veo que el siempre tiene la razon y la ultima palabra en todos los temas en los que participa.Es inutil discutir con él si no estas de acuerdo con su ideología.
 

Brunner

Forista Sancionado o Expulsado
La gran diferencia entre vos y yo es que conozco la materia-de ambos lados -de la mesa-y la conocia ya cuando tenia tu edad.Lo que he aportado aqui son resumenes d eun historiador mundialmente conocido y mundialmente resperado por sus libros...que aportas vos sino las mismas consignas partidarias?No fuistes vos acaso el que subio "el delicado tema "de "Asesinatos masiovos en Plaza de Mayo el 16 de Junio"? Por cierto, cada vwez que se sube un tema que conbtradice la verborragia partidaria, y que deja eal deznudo el fracaso total que ha sido ese sistema de clientismo. corrupcion y demagogia uno de uds. salta pata intentar tapatr el sol con undedo..No engrupen a nadie y mucho menos a mi....Vamos....:mad: :mad:

P.S. Te guste o no te guste, asi es la historia asi ocurrieron los hechos=documentados en comunicados de embajada a Secretario de Estad, oForeign Office--, y te guste no no te guste, la gran mayoria de la gente en el foro no piensa como vos..todo lo contrario..:D :D .
 

CONDORPLT

Colaborador
Señores: Este topic no tiene desperdicio, mis felicitaciones Arne y todos los que ha participado, y espero que sigan desarrollándolo..sin embarrar la cancha, así no lo cierran...Una verdadera lección de historia...

Saludos
 

Brunner

Forista Sancionado o Expulsado
Gracias Condor PLT por tus conceptos, como indique solo he subido parte de un trabajo de un historiador mundialmente conocido , cuyos trabajos sobre la declinacion argentina son mundialmente conocidos, admirados y respetados..
Lo interesante fue que esta linea pionera (en la historia argentina) fue continuada por otro historiador de estirpe,Guido Di TElla en. Argentina versus the Great Powers (St Martin's Press, New York, 1987)
Saludos.

P.S. por supuesto,
"En este mundo burroquitos hay
que pretenden
silenciar verdades
con un bufido aznal" :D :D
 

joseph

Colaborador
Colaborador
Con los EEUU queriendo quedarse con todo el mercado europeo y Inglaterra queriendo evitar pagar un centavo es comun que hayan iniciado una campaña de difamacion en contra de Argentina, practica que aun hoy utilizan arduamente. Lo de EEUU puede pasar ya que siempre se podia haber buscado nuevos mercados o a quienes venderles, de hecho era necesario ya que en Europa estaban arruinados. Pero los ingleses son rapidos para pedir que les pagen pero lentos para devolver lo que piden.

Tambien Peron tenia sus discursos para la audienza internacional pero para adentro era otra cosa totalmente diferente.
 

Brunner

Forista Sancionado o Expulsado
joseph dijo:
Con los EEUU queriendo quedarse con todo el mercado europeo y Inglaterra queriendo evitar pagar un centavo es comun que hayan iniciado una campaña de difamacion en contra de Argentina, practica que aun hoy utilizan arduamente. Lo de EEUU puede pasar ya que siempre se podia haber buscado nuevos mercados o a quienes venderles, de hecho era necesario ya que en Europa estaban arruinados. Pero los ingleses son rapidos para pedir que les pagen pero lentos para devolver lo que piden.
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Bueno, la competencia comercial entre EEUU e Inglaterrahabia comenzado un poco antes de la 1a. Guerra, y se inclina a favor delos EEUU despues de 1918,imaginate que EEUU producia ya 10-15 millones de automotores anuales,que era cinco veces mas lo que toda Europa Ocidental podria manufacturar-lo mismo sucedia con los electro domesticos, productos quimicos,cosmeticos- Inglaterra sencillamente no podia competir ni en calidad ni en precio.Pero lo curioso, es que las firmas norteamericanas comenzaron ainstalar fabricas en la Argentina(no me refiero a los frigorificos solamente) sino a las que producian cemento, neumaticos aparatos de radio, productos quimicos y medicinas,textiles..los ingleses no..


Tambien Peron tenia sus discursos para la audienza internacional pero para adentro era otra cosa totalmente diferente
Esto e sharto evidente al ver la correspondencia diplomatica..
 

Brunner

Forista Sancionado o Expulsado
Willypicapiedra dijo:
Muy buena info Andre.
Me que daron los ojos como chinito de leer.

Salute
Willy
Por cierto, el dia que lei el libro de Escude "La DeclinacionArgentina" me agarro una bronca tremenda-pues....yo habia comenzado el manucripto de algo muy similar-es que hhabia revisado los mismos documentos!!!!HAbia escrito ya mas de 100 paginas y fotocopiado unos 900 documentos en los NAtionallArchives..Tenia tal bronca que pedi tres dias de klicensia combinados con el fin de semana..No era bronca de envidia ni mucho menos era bronca d eno haber terminado el libro ANTES!.
Pero, ese largo fin de seman en la costa de la bahia Cheasepeake, mientras mi esposa y yo jugabamos con mis dos hijas y su perro me sneti muy contento...
Saludos!
 
Excelente topic, aunque todavia no lo terminé de leer.
Tenia una duda, hace unos años lei un libro que hacia referencia que la neutralidad argentina se debió a que inglaterra necesitaba suministros, y segun el autor del libro, Argentina siendo neutral evitaria que los mercantes sean hundidos por los lobos grises.

Debería buscar el libro donde lo lei....
 

Brunner

Forista Sancionado o Expulsado
Por eso siempre he mantenido que la neuralidad argentina solo dio reditos al Imperio britanico y al Brasil-En 1940 n que ellos obtuvieron un oprestamo por US$20 millones para instalar Volta Redonda-que entro en funcionamiento en 1945...Inglaterra estaba siendo desplazada del mercado argentino por los EEUU..y si la Argentina rompia relaciones con el Eje o declaraba la guerra ese proceso se aceleraria...
 
Brunner dijo:
La gran diferencia entre vos y yo es que conozco la materia-de ambos lados -de la mesa-y la conocia ya cuando tenia tu edad.Lo que he aportado aqui son resumenes d eun historiador mundialmente conocido y mundialmente resperado por sus libros...que aportas vos sino las mismas consignas partidarias?No fuistes vos acaso el que subio "el delicado tema "de "Asesinatos masiovos en Plaza de Mayo el 16 de Junio"? Por cierto, cada vwez que se sube un tema que conbtradice la verborragia partidaria, y que deja eal deznudo el fracaso total que ha sido ese sistema de clientismo. corrupcion y demagogia uno de uds. salta pata intentar tapatr el sol con undedo..No engrupen a nadie y mucho menos a mi....Vamos....:mad: :mad:

P.S. Te guste o no te guste, asi es la historia asi ocurrieron los hechos=documentados en comunicados de embajada a Secretario de Estad, oForeign Office--, y te guste no no te guste, la gran mayoria de la gente en el foro no piensa como vos..todo lo contrario..:D :D .
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