Acciones varias de las distintas guerras

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Egon Albrecht, un brasileño al servicio de la Luftwaffe

Albrecht, Egon nació el 19 de mayo de 1918 en Curitiba, en el estado de Paraná, en Brasil 46, hijo de Frederick Albrecht y Hedwig Elditt Albrecht. A principios del siglo XX, muchos inmigrantes alemanes marcharon para Brasil. Albrecth regresó a la patria de sus padres con menos de dieciocho años y nada más llegar se alistó a las Juventudes Hitlerianas. Gracias a su porte ario, (era alto, rubio, de ojos claros), muy del gusto de Hitler, no tuvo ningún problema a la hora de entrar en el ejército alemán e incluso servir como «modelo oficial» en la publicidad nazi sobre lo que se esperaba sería la futura raza germánica. El hecho es que, después de la conclusión de su entrenamiento como piloto, le asignaron al servicio del 6./ZG 1 volando el Bf 110.

Con esta unidad –renombrada 9./ZG 76 en lugar de 6./SKG 210– participaría en el ataque relámpago contra Holanda, Bélgica y Francia y, más adelante, en la Batalla de Inglaterra, efectuando principalmente misiones de escolta de bombarderos y atacando blancos terrestres. Con el 6./SKG 210, Albrecht entraría en combate también en Rusia, principalmente realizando ataques terrestres contra la infantería enemiga.

Albrecht fue ascendido a Staffelkapitän del 1./ZG 1 el 12 de junio de 1942. Un poco más tarde fue condecorado con la Cruz de Caballero el 25 de mayo de 1943 por sus quince victorias aéreas, once aviones de carga, ciento sesenta y dos tanques, doscientos cincuenta y cuatro vehículos (camiones y blindados), tres locomotoras, ocho posiciones de fuego antiaéreo, doce posiciones antitanques y ocho posiciones de infantería destruidas.

El 9 de octubre de 1943 sucede al Capitán Karl-Heinrich Matern (12 victorias, Caballero de la Cruz de Hierro, muerto en combate) como comandante del II./ZG 1. Volvió al Frente Occidental, en la costa atlántica. Se le asignaron una serie de misiones encaminadas principalmente a patrullar un corredor aéreo desde Francia hasta el Golfo de Vizcaya. En octubre de 1943, el Gruppe de Albrecht fue transferido a Wels en Austria para combatir las incursiones en el sur de la fuerza aérea aliada, la 15ª fuera aérea de la USAAF.

El 25 de agosto de 1944, durante una misión, Albrecht tuvo que volver a la base debido a problemas con el motor. De vuelta a la base fue interceptado por aviones de combate de la USAAF de la clase P-51. En el tiroteo, el avión de Albrecht fue alcanzado y derribado en Saint Claude, cerca de Creil. A pesar de todo, consiguió efectuar un aterrizaje de emergencia del que logró salir con vida, pero sería abatido por disparos de una patrulla aliada cuando intentaba escapar. Otra versión difiere, diciendo que tras lograr aterrizar su avión avisó a un oficial que estaba en tierra para que le ayudara, dado que se encontraba herido. Fue trasladado a un hospital alemán donde moría a las 3.45 de la mañana el 26 de agosto, un día después del accidente (algo poco probable, dado que en su lápida podemos leer que el día de su muerte fue un 25 de agosto). Incluso hay otra versión con un final aún más cruel todavía si cabe, según el cual Egon saltó en paracaídas, y que al caer el suelo y encontrarse con civiles fue brutalmente apaleado hasta morir, y posteriormente su cuerpo fue saqueado. Lo único claro es que Albrecth no sobrevivió y que su cuerpo fue recuperado.

Oficialmente, Egon cuenta con 25 victorias; 15 derribos sobre el Frente Este y los 10 en el Frente Occidental, incluyendo por lo menos 6 bombarderos cuatrimotores, pero insistió en reclamar otras 11 victorias en el Frente del Este. Además es el único brasileño que consiguió la Cruz de Caballero de la Cruz de Hierro.

 

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Un soldado alimenta un cabrito con un plátano, 1944.

 
Heinrich Alexander Ludwing Peter zu Sayn-Wittgenstein , el príncipe que defendió a Alemania.

Nació en la ciudad de Copenhague en el año de 1916. Su nombre completo era el de príncipe Heinrich Alexander Ludwing Peter zu Sayn-Wittgenstein, siendo hijo del príncipe Gustav Alexander zu Sayn-Wittgenstein, y Walburga, la baronesa de Friesen. Un auténtico noble, descendiente del linaje de Graf Heinrich III, y de Ludwing Adolf Peter Graf von Sayn-Wittgensteion.

El padre de Heinrich fue un notable diplomático y ejerció su profesión en numerosos países a lo largo y ancho de Europa. Este tipo de vida hizo que su hijo adquiriera una mente abierta y sin perjuicios. Heinrich tuvo una delicada salud durante su infancia, además de una constitución débil, lo que hizo preocuparse a su entorno familiar al considerar que el niño no tendría una vida plena y satisfactoria. Esto, en lugar de desanimarle, le instó a superar tales obstáculos y tomar la resolución de realizar una gran cantidad de ejercicios diarios para superar su debilidad. Esta dedicación, y su afán de superación le acompañarian toda su vida.

Parecía que ese chico desgarbado no iba a llegar lejos, pero tanto en la escuela primaria, como en las Juventudes Hitlerianas, se encontró muy pronto desempeñando funciones de liderazgo como si en él fuera algo innato. Por supuesto, sus dotes le llevaron a cursar la carrera militar, alistándose en la Wehrmacht, formando pronto parte de un regimiento de caballería en Bamberg en la primavera de 1937. Sus dotes no pasaron desapercibidas y fue escalando posiciones rápidamente dentro del escalafón militar. Pronto la aviación le atrajo, y contra los deseos de la familia, se unió a la Luftwaffe, entrando en servicio en 1938. En una carta escrita a sus padres, les comentó que sería capaz de cumplir las expectativas puestas en él como piloto de igual manera que si hubiera estado en un regimiento de caballería. Sin tener que recurrir a sus lazos familiares y amigos de sus padres, y por supuesto a sus recursos económicos, se propuso ingresar cuanto antes en la escuela de aviación, antes de que sus padres se enteraran y echaran por tierra sus planes.

Fue aceptado en la escuela de aviación de Braunchweig, donde aprendió a volar. Durante las campañas de Francia e Inglaterra, participó en diversas misiones de combate como co-piloto y encargado del armamento.Durante el invierno de 1940 a 1941, el príncipe, ya como veterano, regresó a la escuela de pilotos y aprobó un examen para volar a ciegas (sin aparatos que guíen el vuelo). Después de aquello, Wittgenstein marchó al Frente del Este para tomar parte en la Operación Barbarroja y realizó más de 150 misiones de combate contra los soviéticos. En enero de 1942, se presentó voluntario para unirse a la unidad de cazas de combates nocturnos, un destino considerado poco prestigioso para un piloto de su categoría. Una posible explicación de que Wittgenstein se uniera a esta unidad, considerada de segunda categoría, tal vez se deba a su disconformidad de bombardear a la población civil, otra posible razón fuera que él sintiera una fuerte repulsión ante los ataques de los aliados contra la población germana, por lo que decidiera tomar cartas en el asunto luchando directamente contra pilotos que no dudaban en masacrar ciudades enteras.Su primera victoria con su nueva unidad fue contra un avión Bristol de la RAF sobre Blenheim en la noche de 6 al 7 de mayo de 1942. Fue muy pronto ascendido a Hauptmann (Capitán). El 7 de octubre de 1942, después de acumular 22 victorias, le fue concedida la Cruz de Caballero. El 3 de agosto de 1943, recibía las Hojas de Robles para su Cruz de Caballero tras abatir a 54 enemigos. Posteriormente marchó con su unidad de cazas nocturnos IV/NJG 5 a luchar contra los rusos, y comenzó a conseguir victoria tras victoria. Un poco más tarde volvió al frente del Oeste a luchar contra los ingleses en la batalla del Ruhr, consiguiendo más de 25 objetivos, logrando así una sólida reputación de "as". Wittgenstein era un modelo a seguir como oficial y piloto, alejándose mucho del estereotipo de oficial de origen noble, orgulloso, distante y hermético. Él era totalmente diferente. Era ambicioso y obsesivo hasta casi rayar el extremo. Era muy competidor, reminiscencias de su juventud y su afán de superación, sobre todo con su compañero Helmut Lent, con el cual competía por conseguir un mayor número de victorias. Sus compañeros siempre le consideraron un aristócrata con un alto sentido del deber, y responsable de defender su país hasta las últimas consecuencias. Era un noble, pero no un nazi. Luchaba por su país y familia, porque esta hundía sus raíces casi quinientos años en la historia de Alemania.Consiguió el mando de la 2ª unidad de cazas nocturnos (NJG-2) en enero de 1944, pero desafortunadamente su mando fue efímero, dado que murió en combate la noche del 21 de enero de 1944. Una vez más, y como no podía ser de otra forma, se le concedieron las Espadas para su Cruz de Caballero a título póstumo.

Según la historiadora Tatjana Metternich, Wittgenstein quiso matar a Hitler en el momento en el que el propio Hitler le iba a condecorar con la Cruz de Caballero, utilizando su arma reglamentaría, aunque no pudo llegar a cabo su magnicidio porque le obligaron a desprenderse de la misma antes de ser recibido por el Fürher. Con todo, a pesar de lo que pueda decir Metternich al respecto, no se puede probar de manera contundente esta anécdota y pertenece al mundo de las suposiciones. Heinrich acumuló 83 victorias (29 derribos soviéticos y 54 sobre aviones aliados), consiguiendo convertirse en el tercer mejor as de cazas nocturnos.
Siempre leo estas notas y me encanta, pero no me gustó lo cholulo de esta nota.
El tipo al parecer fue un buen soldado, apreciado por los camaradas y exitoso en su desempeño, fenomeno, merece respeto y admiracion, pero ese chorreo de halagos porque ademas era "principe" o venia de la nobleza y que le atribuyan intenciones o comprotamientos que vaya uno a saber me parecieron mas invento del periodista cholulo que informacion historica, "Era un noble, pero no un nazi. Luchaba por su país y familia, porque esta hundía sus raíces casi quinientos años en la historia de Alemania."... y esto quien lo acredita? lo dijo en sus memorias?, su familia " hundía sus raíces casi quinientos años en la historia de Alemania" , y? el hijo del campesino que peleo en Staligrado no venia d euna familia que desde 500 años vivia en alemania como siervos de los nobles de esa familia?...
"le iba a tirar un tiro a hitler" y de donde lo saco la -unica- mina que lo afirma?, avisenle a hollywood que asi le da un descanso a
von Stauffenberg en las remakes.
que se yo
 

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El escaso papel militar de la Resistencia francesa

«La Résistance» fue equiparada de forma poco precisa al incansable coraje del Armia Krajowa en Polonia, a la tenacidad de los guerrilleros griegos o a la audaz actividad de los partisanos yugoslavos

Biblioteca del congreso de EE.UU.
Desfile de la 2.ª División Blindada por los Campos Elíseos, París, el 26 de agosto de 1944
Junto a los descamisados revolucionarios asaltando la fortaleza de la Bastilla en 1789 y las barricadas atravesadas en las calles de París en 1848, la imagen de los miembros de «La Résistance» –ataviados con boinas y brazaletes– combatiendo a los nazis por los bosques bretones, ocupa un lugar preferente en la vinculación histórica de los franceses como pueblo centinela de la libertad. No obstante, la realidad de Francia durante la II Guerra Mundial fue otra muy distinta al mito que hoy pervive. La Resistencia francesa se antojó escasa frente a un régimen que contó con gran respaldo por parte de los grupos dirigentes franceses, ya fuera por miedo o por interés político.
El Gobierno de Francia, humillado por Hitler
A diferencia de lo ocurrido en la Primera Guerra Mundial, la red de fortificaciones y trincheras sirvió de poco frente al implacable avance de los tanques nazis en 1940. Desde el final del periodo conocido como «guerra de broma», el 10 de mayo de 1940, los alemanes invadieron Luxemburgo, Bélgica, los Países Bajos y Francia en cuestión de mes y medio. Tras fracasar la operación conjunta de la Fuerza Expedicionaria Británica (BEF) y el Ejército Francés en el norte de Bélgica, que precipitó una de las mayores evacuaciones de la Historia en Dunkerque, Francia se vio obligada a firmar un armisticio con Alemania el 22 de junio de 1940 que condujo a la ocupación directa alemana de París y de dos tercios de Francia. Como muestra de humillación, Adolf Hitler impuso que el documento se firmara cerca de Compiègne, ya que allí se había firmado el armisticio con Alemania en la Primera Guerra Mundial. Ordenó, además, que se trajera el mismo vagón de ferrocarril donde se había firmado aquel armisticio y se colocó en el mismo lugar donde había estado en 1918.

ABC
Un grupo de maquis entabla contacto con tropas canadienses en La Trésoreri
El mariscal Philippe Pétain, el gran héroe nacional en la Primera Guerra Mundial, asumió el gobierno de la supuesta zona libre francesa, con sede en el sudeste de Francia, conocida como la Francia de Vichy. Además de héroes militares del calibre de Pétain, políticos franceses como Pierre Laval –antiguo miembro del partido socialista francés– o numerosos intelectuales y artistas, una buena parte de los poderes franceses apoyaron la presencia nazi no solo en el sudeste sino en la zona directamente ocupada. La derecha ultraconservadora vislumbró la ocasión perfecta para emprender una revolución nacionalista que impugnara los principios ilustrados de la acontecida en 1789.
En apariencia, la zona libre se presentaba como un estado independiente al poder alemán, pero en realidad la estrecha colaboración entre el gobierno de Pétain y la Alemania nazi reducía a mínimos su autonomía. Así y todo, Vichy perdió la poca independencia de la que disponía después de que la «zona no ocupada» fuera invadida por tropas alemanas e italianas el 11 de noviembre de 1942, con lo cual las tropas de la Wehrmacht desplazaron del mando a la administración civil francesa.
Mientras el país era gobernado desde Berlín, se organizaron dispersos núcleos clandestinos contra la invasión extranjera. El sabotaje de las líneas de suministro militar, las operaciones militares de bajo impacto contra las tropas de ocupación y las fuerzas del régimen de Vichy y la difusión de una amplia prensa clandestina fueron las principales actividades de «La Résistance», que, a través de los conocidos como maquis, afianzaron su area de acción sobre las zonas montañosas de Bretaña y del sur de Francia. Estos grupos clandestinos, sin embargo, solo llegaron a movilizar al 2 o 3% de la población francesa en su periodo de mayor actividad. Una cifra escasa frente al colaboracionismo reinante y el sorprendente silencio de muchos grupos políticos como los comunistas. Antes de entrar en la resistencia contra la ocupación nazi, el PCF prefirió adoptar la línea oficial del pacto germano-soviético entre Stalin y Hitler. Solo cuando Hitler ordenó atacar la URSS, el Partido Comunista Francés sumó sus fuerzas a la Resistencia.

ABC
Fotografía de Charles de Gaulle en 1942
Además de implicar a un porcentaje bajo de la población, que se elevó solo cuando el balance de fuerzas europeas empezó a perjudicar a los alemanes, el impacto militar de las acciones de la Resistencia francesa fue muy limitado, más allá de que obligara a los germanos a movilizar a la Gestapo en persecución de estos grupos disidentes. «Qué valientes eran los chicos de la Resistencia Francesa. Los pobrecillos se hincharon a oír canciones de Maurice Chevalier», resumió con humor el cómico Woody Allen sobre la escasa incidencia de estas milicias. No en vano, el periodista Alan Riding en su ensayo «Y siguió la fiesta» y el historiador Robert Paxton en su libro «Vichy France: Old Guard and New Order», entre otros autores, han evidenciado que la Resistencia Francesa apenas fue una anécdota comparada con el heroísmo kamikaze del levantamiento del gueto de Varsovia, el incansable coraje del Armia Krajowa en Polonia, la tenacidad de los guerrilleros griegos y soviéticos, y la efectiva audacia de los partisanos yugoslavos. Fue, de hecho, un decisión propagandística del carismático Charles de Gaulle la que equiparó la oposición de su país a la mostrada en otros rincones de Europa.
Charles de Gaulle busca tapar el oprobio
En paralelo a la tímida resistencia surgida en el interior de Francia, el general Charles de Gaulle fundó en su exilio en Londres el movimiento «Francia Libre» en contra del gobierno de Vichy. Tras una rápida campaña militar dirigida por el general Georges Catroux, la Francia Libre se adueñó del África Ecuatorial Francesa a finales de 1940. Este golpe de mano extendió pronto su influencia a la colonia francesa del Camerún, que también se unió a la Francia Libre. Como hábil propagandista, Charles de Gaulle unió sus fuerzas con la Resistencia interior y llamó desde el territorio conquistado en África a la población de Francia a sumarse a la lucha.

Museo del Louvre
La Libertad guiando al pueblo, pintura sobre los sucesos revolucionarios de 1830
Al finalizar la guerra, De Gaulle regresó convertido en un héroe nacional para presidir el Gobierno Provisional de Francia. Pese a que aprobó la ejecución de destacados colaboracionistas como el primer ministro Laval o el escritor Robert Brasillach, las prioridades del líder galo pasaron por correr un tupido velo sobre la actuación de su país en la guerra. El líder francés usó para ello el mito de la fiera Resistencia francesa, que bajo ningún concepto claudicó frente a las malvadas fuerzas extranjeras. Desde el punto de vista político, esta decisión alineó definitivamente a Francia entre las potencias vencedoras cuando, en realidad, había sido derrotada junto a Alemania. Asimismo, el astuto movimiento de De Gaulle emplazó a la mayor parte de la población del lado de la Resistencia durante la guerra y sirvió para neutralizar el peligroso cariz comunista que había adquirido el movimiento en su último año, precisamente cuando más había crecido en tamaño. Así, evitó de paso que la minoría de franceses que se comprometió con la Resistencia reclamase derechos de vencedor, como podía ocurrir en el caso de los que militaban en el Partido Comunista, frente la mayoría de franceses que colaboró o se mantuvo en un segundo plano durante la ocupación.
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La decisiva actuación de Stalin en la Batalla de Las Ardenas

Christer Bergström aporta nuevas teorías sobre la batalla que pudo cambiar el curso de la II Guerra Mundial

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Paracaidistas alemanes toman posiciones ante un vehículo blindado norteamericano destruido
Aquel 20 de julio de 1944 Adolf Hitler no estaba para bromas. Nunca fue lo que se dice un tipo simpático. Pero, primero, las noticias llegadas del frente del este eran cada vez peores, con la maquinaria soviética del Ejército Rojo apisonándolo todo a su paso, incluidos varios cuerpos de ejército de la Wehrmacht; y, por poniente, las cosas no iban mucho mejor: habían pasado cuarenta y seis días desde el desembarco en Normandía y el avance aliado era imparable. La Resistencia francesa preparaba el camino hacia la liberación de París y los combatientes de la Francia Libre estaban por todas partes decididos por fin a salvar el honor patrio mancillado cuatro años antes. Desesperado, el Führer había pensado en la política de la tierra quemada, incendiar la Ciudad del Sena después de apropiarse de todos sus objetos de valor, y sus impagables joyas artísticas.

Aquel día, el jefe nacional-socialista había convocado a su Estado Mayor a una reunión urgente. Había que tomar decisiones drásticas por mucho que costaran, por mucho que se llevaran por delante la vida de miles de soldados alemanes. Todo estaba preparado en la Guarida del Lobo, el refugio de los jerifaltes nazis. Se desplegaron los mapas y una tremenda explosión sacudió de arriba abajo la guarida. Varios altos oficiales se abalanzaron sobre el Führer temiéndose lo peor, pero sólo presentaba heridas leves. La bomba colocada por el coronel y conde Claus von Stauffenberg, brazo ejecutor de la operación Walkiria, no había conseguido sus objetivos. O tal vez sí.

Efectos colaterales
Los efectos colaterales parecían serios. Adolf Hitler se había salvado, pero en su interior, en su cabeza, ya no era el mismo. El pánico se había apoderado de él. Veía enemigos por todas partes y sus psicopatías se habían intensificado y se habían vuelto aún más peligrosas. Sabía que había que hacer algo y, tras la liberación de París, el 25 de agosto de ese 1944, Hitler empezó a preparar con sus mejores generales (aunque no todos confiaban en él) una gigantesca ofensiva para cortar el paso a los aliados que ya se acercaban al Rhin camino de un Berlín aterrorizado, cuyos habitantes soñaban con que los yanquis llegaran antes a la puerta de Brandemburgo que los soviéticos.

Había que parar a los británicos, canadienses y norteamericanos en Bélgica, en los bosques del área de Bastogne. En contra de la opinión de sus mejores hombres, Adolf Hitler tiró la casa militar por la ventana de la imprudencia y movilizó a las pocas unidades de gran poder que le quedaban: muchas unidades Panzer fueron retiradas del frente del este y traídas hasta Las Ardenas a toda prisa. Había que vencer o morir. Y en el peor de los casos, había que resistir todo lo que se pudiera para darle tiempo a la aún poderosísima maquinaria armamentística alemana (nutrida de prisioneros políticos y judíos, claro) a que concluyera sus experiementos con los aviones a reacción y las bombas dirigidas V-1 y V-2.

Hitler no admitió réplicas. El jefe era él, y a los demás sólo les quedaba obedecer. La suerte estaba echada. El 16 de diciembre de 1944, con un tiempo espantoso, comenzaba la contraofensiva y miles de soldados alemanes se lanzaban sobre las desprevenidas líneas aliadas, cogidas por sorpresa, debido a un exceso de confianza y a una labor poco afortunada o mal atendida de sus servicios de inteligencia. Había comenzado una de las batallas más terribles de la Historia, la batalla que pudo cambiar el curso de la Segunda Guerra Mundial y frustrar la victoria aliada.
200.000 víctimas
El historiador sueco Christer Bergström, autor de una veintena de libros sobre la Segunda Guerra Mundial, publica «Ardenas. La batalla» (Ed. Pasado y Presente), en el que, a partir de una documentación exhaustiva, aporta varias tesis innovadoras sobre aquella carnicería que le costó la vida a más doscientas mil personas: unas cien mil por bando. Entre esas ideas, que Churchill tuvo que llamar urgentemente a Stalin para que el Ejército Rojo «apretara» por el este con el fin de que los nazis tuvieran que reenviar allí a un buen número de tropas.
Bergström está de acuerdo, eso sí, en que los alemanes pudieron resultar victoriosos, pero que, «cuando el tiempo mejoro, la aviacion de los americanos destruyó su capacidad ofensiva». También asegura que «el espionaje de los norteamericanos y británicos anduvo un poco despistado. Todo lo confiaban a detectar los mensajes de radio alemanes, pero estos, astutamente, apenas si utilizaron sus emisoras». Éste es uno de sus grandes aciertos, y también «concentrar sus mejores fuerzas durante varias semanas sin ser descubiertos por los aliados», de los que destaca como grave error «creerse que los alemanes eran incapaces de lanzar una ofensiva de tanto poderío». Y llegamos a la pregunta del millón. Stalin mandó atacar al Ejército Rojo. Eso fue decisivo. ¿Por qué lo hizo? «Fue una decisión muy interesada. Primero, le convenía, porque así se aseguraba prácticamente llegar antes que los aliados a Berlín, y porque así se garantizaba una posición de fuerza con respecto a futuras negociaciones sobre el futuro de Europa».
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El discurso de Hitler sobre la «paz mundial» que conmocionó a Churchill

El 19 de julio, el alemán propuso un armisticio a Gran Bretaña. La respuesta fue negativa y causó indignación por el tono en el que fue realizada

Archivo ABC
Adolf Hitler, durante uno de sus discursos
La Historia le recuerda como uno de los mayores asesinos que ha pisado la faz de la Tierra, un sádico que ansiaba conquistar el mundo y liberarlo de lo que él llamaba el yugo «judío». Ciertamente la descripción anterior no es una equivocación pero, curiosamente, hubo una época en la que Adolf Hitler hablaba también de «paz» a Gran Bretaña.
Una de esas ocasiones se produjo en julio de 1940, momento en que el «Führer» instó a Churchill a firmar un armisticio por el bien de su nación. Una región por la que el alemán sentía pasión. El discurso, no obstante, conmocionó e indignó a los habitantes de las islas, que clamaron al unísono en favor de continuar la guerra.
Para hallar el momento en que Hitler pronunció este curioso discurso es necesario retroceder –tal y como afirma el «Center for research on Globalizacion»- hasta el 19 de julio de 1940. Por aquel entonces, el «Führer» ya había invadido (y conquistado) Polonia y la «Wehrmacht» se hallaba en Francia.
Buenos momentos para el nacionalsocialismo y malos para el resto del mundo. A su vez, el líder se hallaba en guerra declarada con Gran Bretaña a la que, desde el inicio de la contienda, había intentado bloquear por mar mediante sus conocidos «U-Boot».
Fue exactamente en ese momento cuando Hitler se introdujo en el Reichstag alemán y -frente a cientos de generales, miembros del parlamento, líderes de las SS y diplomáticos- declmó un discurso que conmocionaría al mundo. Sus palabras comenzaron haciendo referencia al poderío del ejército alemán que estaba aplastando Francia sin oposición.
Posteriormente, señaló el poderío de sus tropas, formadas por la «Wehrmacht», la «Luftwaffe» y la «Kriegsmarine». El terror del mundo, que se podría decir. Hasta aquí, todo normal. Sin embargo, posteriormente se dirigió a Churchill y le solicitó la paz. Todo ello, después de estar matando de hambre al pueblo inglés mediante el bloqueo.
«De Gran Bretaña escucho tan solo un grito –no del pueblo, sino de los políticos- afirmando que la guerra debe continuar. No sé si estos políticos ya se han

hecho a la idea de lo que será la guerra a partir de ahora. Dicen que van a continuar con y que, aun cuando Gran Bretaña esté perdida, seguirán la guerra desde Canadá. Me cuesta creer que quiera decir con esto que se llevarán a toda Gran Bretaña a Canadá. Es de suponer que solo los caballeros interesados en la continuación de la guerra irán allí. La gente, me temo, tendrá que permanecer en Gran Bretaña», señalaba Hitler en principio.
A continuación, el «Führer» explicaba que sentía un profundo disgusto por este tipo de políticos sin escrúpulos que destruían naciones enteras.
«Señor Churchill, sin duda ya habrá enviado a Canadá el dinero. Para millones de personas, sin embargo, comenzará un gran sufrimiento. Señor Churchill, usted debería, por una vez, creerme cuando le profetizo que un gran imperio será destruido, un imperio que nunca fue mi intención destruir o dañar. Por ello, siento que es mi deber –por mi propia conciencia- apelar una vez más a la razón y el sentido común de Gran Bretaña. No hay razón para que esta guerra continúe», finalizaba Hitler.
La respuesta de Gran Bretaña se hizo esperar un mes (hasta el 22 de julio de 1940) y vino de manos del secretario de Relaciones Exteriores británico Lord Halifax. Esta fue, lógicamente, una negativa, la cual fue general y acompañada de una terrible frustración. De esta forma, Hitler se dio de bruces contra un imperio, el británico, que había idolatrado desde siempre y del que llegó a decir bondades.
«Admiro a los ingleses. Como colonizadores, lo que han logrado no tiene precedentes», explicó en una ocasión. O eso decía él, pues seis días antes de este discurso solicitando la paz había emitido la directiva número 16 mediante la que iniciaba la «Operación León Marino» para tomar las islas a base de bomba y fusil
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Captured German Armour and Equipment dump in Normandy

This massive dump of captured and or destroyed German equipment was located near Isigny-sur-Mer on the crossroads of the D196 and the D203 in the direction of Lison, east of Hameau de la Madeleine.
What would the combined value of this dump be today? Who will ever know, these vehicles were all scrapped to help rebuild France.
Tanks
In this picture (click for a larger version)
One Sdkfz 251 Ausf. D, and an assault gun Stug ” Saukopf”, and a Kubelwagen
2 light tanks; Renault UE with racks attached to launch 28/32cm Wurfrahmen (sf) rockets.
Half Track SdKfz251 Ausf D
One Pz V Panther
One A Pz IV Ausf. H or J.
Next to the the Pz IV are 2 more MkV Panthers
And a lot more!
More tanks
In foreground:
2 Pz V Panther tanks, the 425 is an Ausf. A. Il of the 2 Zug of the 4 Kompanie du Pz. Rgt. 6 which was attached to the Panzer Lehr division.
8 tanks Pz IV Ausf H and J Kwk 40L/48
Tank 898 (of the 8./SS-Pz.Rgt.2, 2.SS-Pz.Div. “Das Reich”)
On the left of the 425, a Sdkfz 251 Ausf. D (Photo Normandie)
Artillery
Numerous 20mm FLAK guns can be seen and some 88mm Dual Purpose guns in the background. (Photo Normandy)
Anti-Tank In this picture are six 7,5 cm Pak 40, Two 10,5 cm leFH 18/40, and a number of FLAK and anti Tank guns. (Photo Normandie)
Soft Skin Dump
Two GI’s are looking at a Citroën traction 4c (Photo Normandy)
 

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Much of the trade is centred on Russia, where hundreds of thousands of Nazi soldiers died during the 1942 retreat from the Red Army Photo: Getty Images
 

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Japón recuerda la sangrienta batalla de Okinawa


Más de 200.000 personas murieron hace 70 años en la única invasión terrestre de EE.UU. en Japón, meses antes de Hiroshima y Nagasaki


Japón recordó hoy con un minuto de silencio y una ceremonia solemne el 70 aniversario de la conclusión de la batalla de Okinawa, la última gran contienda de la II Guerra Mundial, en la que murieron más de 200.000 personas.
Miles de personas se congregaron para participar en el ceremonial desde primera hora del día en el Parque Memorial de la Paz de la ciudad de Itoman, en el extremo sur de la isla principal del archipiélago de Okinawa (sur de Japón), donde tuvieron lugar los últimos combates.


El primer ministro nipón, Shinzo Abe, y la embajadora estadounidense en Japón, Caroline Kennedy, tomaron parte en los actos para rendir tributo a las víctimas.
La batalla de Okinawa, que comenzó en la primavera de 1945, fue la única invasión terrestre de EE.UU. en Japón durante la II Guerra Mundial, y se produjo pocos meses antes de la rendición total del país asiático a los pocos días de lanzarse las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki.
El sangriento enfrentamiento duró tres meses y costó la vida de uno de cada cuatro okinawenses, unos 94.000 en total. Unos 80.000 soldados japoneses y más de 12.000 estadounidenses murieron en un enfrentamiento de extrema ferocidad que duró 82 días antes de terminar el 22 de junio de 1945.
Yoshiko Shimabukuro, de 87 años, fue una de las 222 estudiantes movilizadas en una unidad de enfermeras cuando apenas tenía 17 años. «Cuando llega el mes de junio, afloran toda clase de recuerdos. El miedo, el dolor, el terror: incluso después de 70 años, no puedo expresar la tristeza y el pavor que me asalta», confiesa.
Bases estadounidenses
En la ceremonia también participó el gobernador de la prefectura de Okinawa, Takeshi Onaga, que tiene previsto hoy pedir al Gobierno nipón que suspenda el polémico traslado de una base militar estadounidense dentro de la isla.
«Debemos felicitarnos y disfrutar de la paz, la seguridad y la libertad, tras haber atravesado por indecibles pruebas», declaró Shinzo Abe, intentando aplacar la cólera de los contrarios a la presencia militar estadounidense en Okinawa.
Las autoridades okinawenses suelen aprovechar el aniversario para subrayar la pesada carga que soporta aún este pequeño archipiélago, que acoge el 75% de las instalaciones militares estadounidenses que hay en Japón.
Las bases militares, que ocupan una quinta parte de la superficie de la isla principal, fueron construidas sobre suelo expropiado durante el periodo de ocupación estadounidense que duró hasta 1972, dos décadas más que en el resto del país asiático.
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