
Tras la descertificación por parte del gobierno de Donald Trump a las labores realizadas por Colombia en la lucha contra el narcotráfico, y los continuos choques diplomáticos y políticos entre las dos naciones, el Presidente de la Nación ha tomado la decisión de no adquirir más armamento de los EE. UU.
La anterior decisión fue comunicada en un consejo de ministros realizado en días pasados, donde, entre otras declaraciones, Petro comunicó que: “se acaba la dependencia del Ejército y sus Fuerzas Militares del armamento de los Estados Unidos” y agregó: “Estados Unidos deja de obligarnos y deja de presionarnos a llevarnos de la sustitución voluntaria a la forzada. Ojo, se acabó eso, no más policías muertos. Ya veremos cómo lo hacemos… No más limosnas ni regalos”.
Con estas declaraciones, el Gobierno Nacional crea una fisura en las bastante sólidas relaciones entre las FF. MM. de Colombia y sus similares estadounidenses, que durante décadas han sido cordiales, de apoyo, colaboración y trabajo conjunto.
La aparente solución se dio dentro de las mismas declaraciones dadas: “Al Ejército de Colombia le va mejor si compra sus armas o las hace con recursos propios, porque si no será un Ejército sin soberanía nacional”. Sin embargo, este anuncio carece de fundamento en la realidad. ¿Pero quién realmente pierde con esta decisión?
En primer término, la industria militar estadounidense no pierde un cliente. La única compra en la cual estaba interesada era la adjudicación del nuevo caza, que, como ya sabemos, fue ganada por la sueca SAAB, por lo que, sin este negocio a las puertas, no existe otro que pueda interesar a las compañías de ese país.

Siguiendo con el campo de aeronaves, si estudiamos lo suministrado en los últimos 5 años, la mayoría de ellos se realizaron con cooperación del gobierno americano, llegando al país 3 drones V-BAT-128 y un Bell-412 para la Armada Nacional; 3 C-130H Hércules, 1 avión King Air, 10 Cessna 172 y 2 Boeing 737NG para la Fuerza Aérea; y 15 UH-1H Huey II repartidos en las FF. MM. Como vemos, los elementos comprados nuevos son civiles y no especializados en defensa; otros fueron donados, usados y entregados como ayuda.
Tal vez, en este segmento, la única afectación a la industria de ese país sea para Beechcraft/Raytheon, quienes venden los T-6 Texan II para entrenamiento de la Fuerza Aérea, aunque su número es ínfimo, ya que al día de hoy se han comprado 10 unidades sin que existan recursos asignados para nuevas partidas.


En el campo naval no existen compras de sistemas estadounidenses, ya que proyectos como las nuevas fragatas y OPV se basan en modelos europeos, y sus motores y sistemas provienen de ese continente.
A nivel terrestre la situación es más grave, ya que los únicos vehículos blindados que han llegado al país en los últimos años son 200 M-1117 Guardian, que fueron donados por Estados Unidos. No existe, entonces, ningún daño para el país del norte, dado que no son vehículos nuevos. La única compra realizada en los últimos años a nivel terrestre fueron 4 HMMWV-UA en 2023 en la versión M-1151A1B1, que no es un número importante.

Con el anterior análisis podemos llegar a la conclusión de que no existe un comercio de armas entre los dos países y que no hay una afectación real para la industria de EE. UU. Todo lo contrario: las FF. MM. de Colombia perderán donaciones y apoyos importantes para el mantenimiento y las operaciones de nuestros soldados.
Pero aún cabe otro aspecto que se debe observar: ¿qué tanto la burocracia aceptará las órdenes de Petro? Recordemos que ya el presidente, en otro consejo de ministros, manifestó que fue traicionado, pues seguían llegando armas de Israel, y que “No pueden llegar armas y están llegando. El ministro debe responder por eso”. Es claro que dos negocios importantes son la adquisición de los obuses autopropulsados Elbit Systems ATMOS (Autonomous Truck Mounted Howitzer) de calibre 155 mm/52 y el sistema de defensa antiaérea de Israel Aerospace Industries (IAI) Barak MX, que están detenidos en el tiempo y cuya actividad se ha mantenido con un velo total, pero que, tras lo dicho por Petro, deja entender que continúan tras bambalinas.


Con respecto a la compra de armamentos de otros países, se debe recordar que no existen recursos asignados; que el nivel de deuda excedió los históricos en el actual gobierno; que el presupuesto está inflado y a las puertas de otra reforma tributaria; y que el nivel de gasto se ha excedido hasta generar un hueco en las cuentas públicas, por lo que no existe posibilidad real de nuevas compras.
Respecto a la creación de armamento propio surge el mismo inconveniente: no existen recursos ni tecnología. Durante años los desarrollos han sido ignorados, los drones son comprados a terceros y no a la Corporación de la Industria Aeronáutica Colombiana CIAC S.A., como debería ser. Del mismo modo, no se ha brindado apoyo a la industria nacional en proyectos como los blindados Hunter y Titan, y todo se ha quedado en intenciones y anuncios sin fundamento.

Tal vez el único ejemplo de construcción propia es Cotecmar, que se ha convertido, con apoyo de la Armada Nacional, en un ejemplo para el resto de la industria militar.
Como conclusión, en este conflicto diplomático podemos aceptar que los únicos perdedores son el pueblo y los soldados colombianos, ya que se pierde el apoyo en mantenimiento y equipamientos necesarios para su protección, y se generan fisuras en una relación de años de confianza. Este autor cree que muchas de estas decisiones serán reversadas por un nuevo gobierno más capaz de entender las necesidades de nuestras Fuerzas Militares, que será elegido en mayo de 2026.
*Fotografía empleada a modo de ilustración.
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