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3-A-202
PLANEAMIENTO Y MOVILIZACIÓN
PARA LA GUERRA
PARA LA GUERRA
Misión del Crucero
Para cada Grupo de Tareas y buques independientes, se fijaron en la Orden de Operaciones de la FUERTAR 79 las correspondientes instrucciones. Para nuestro buque originalmente se estableció:
1. Zarpada al teatro de operaciones y estacionamiento en la Isla de los Estados.
Derrota costera y tratar de velar intenciones
2. Cumplir tareas relacionadas con:
-la vigilancia de los accesos Sur al teatro de operaciones (TOAS)
-la interceptación de unidades del enemigo, de acuerdo a órdenes
-la disuasión en el marco regional
3. Evitar el contacto táctico con unidades del enemigo que portaran misiles superficie-superficie
4. En caso necesario y de acuerdo con la situación proceder al reabastecimiento
en la Base Naval Ushuaia
Próxima la zarpada, las evidencias que podrían regir la evolución de la situación serían:
1- Las fuerzas navales inglesas demostraban alta capacidad de maniobra
2- Las fuerzas argentinas estaban evidenciando un ritmo de preparación adecuado
3- Las gestiones diplomáticas en curso se desarrollaban con la lentitud propia de este tipo de negociaciones. Evidenciaban poco progreso efectivo para revertir la continuidad de la política por otros medios
4- El balance militar en cuanto a capacidad intrínseca daba ventaja a los británicos. Podría ser contrarrestada por otros factores inherentes al teatro de operaciones
5- La Alianza del Atlántico Norte difícilmente dejaría sola a Gran Bretaña si se agudizaba el conflicto. La actitud de los EE.UU. inclinaría la decisión;
6- La presencia de submarinos nucleares en la zona significaba desde el inicio de las operaciones un desbalance en perjuicio de la flota argentina. No se lo ignoraba, sino que se lo consideraba un riesgo calculado. La conjunción satélite-submarino nuclear, de existir, era a todas luces de máxima peligrosidad e imposible de contrarrestar con nuestros medios en oposición.
En Puerto Belgrano, se notaban signos de fatiga acumulada por el intenso trabajo de los últimos días antes de zarpar. En los niveles de decisión y de planificación, se había realizado una tarea casi increíble por el escaso tiempo disponible. Como en los niveles de ejecución, no había tiempo para el descanso.
Por todo ello era necesario mirar a los ojos de cada hombre para intuir su respuesta y saber hasta dónde seguir pidiendo En el caso del Crucero, como en otras unidades de la Flota, el sostén del Comando estaría en la respuesta anímica y profesional de la propia dotación.
¡En ello pensaba cada vez que recorría aquellos 300 m de muelle, entre la sede del Comando Naval y la planchada del buque!
Preguntas implícitas que aún no podíamos responder
¿sería posible mantener y aun mejorar el espíritu de cuerpo, a medida que avanzara la presión psicológica de la guerra?
¿gozaban todos los tripulantes de un real equilibrio emocional como para responder al esfuerzo que se les pediría?
¿cuál sería el grado de adhesión ante situaciones extremadamente críticas?
¿se mantendría intacto el actual sentido de la disciplina?
¿podrían evidenciarse falta de presencia de ánimo en algunos o indecisiones en otros, que pudieran llegar a comprometer las conductas colectivas?
No eran sencillas las respuestas pues estábamos transitando la primera experiencia soberana en 100 años
¡Sabíamos perfectamente bien lo poco que debían importamos las limitaciones tácticas del Crucero, si por acaso fueran mayores las de los hombres que lo tripulaban!.
De manera que ante este importante axioma se debía poner el mayor énfasis en la observación, control y dedicación plena hacia todos los subordinados.
En varios medios recibe el sencillo nombre de conducción.
Podíamos garantizar nuestra actitud para la guerra, sólo después de enfrentaría y no antes. El adiestramiento, que no es un fin en sí mismo nos ayuda, nos prepara, nos previene, nos metodiza... pero no nos prueba a cada uno y menos al equipo. Ello es válido para todas las razas y naciones y para todos los hombres, aun para los que presumen de especiales condiciones.
En la distribución de las fuerzas en el teatro de operaciones, se consignó finalmente un mayor poder de combate hacia el Norte de las Islas Malvinas. Para el Crucero, debían congeniarse sus capacidades intrínsecas como buque de primera línea, con una menor velocidad relativa respecto de los demás buques de la Flota. Por ello la decisión de estacionarlo hacia el Sur y más precisamente en el área de Isla de los Estados, aprovechando las mejores posibilidades de unos y otros.
Al tiempo que todo esto se desarrollaba en Puerto Belgrano, en el Area Naval Austral se vivía una situación en la que el conflicto con Gran Bretaña era un ingrediente más. La disputa de límites con Chile era una constante operacional que influía en el ánimo y en la preparación de las fuerzas destacadas orgánicamente en el Sur y más precisamente en Tierra del Fuego. De manera que la presencia del Crucero en la zona reforzaría la disuasión regional..
Al mismo tiempo que se completaban los puestos de combate, el servicio de sanidad del Crucero también fue reforzado con personal y material. El equipo debía ampliarse en número y en especialidad y por ello antes de la zarpada se presentaron tres médicos más que se sumaron a los dos permanentes del buque. Se organizó el sistema de sanidad en combate, constituido por dos hospitales de sangre y varios puestos de socorro. También se atendió la instrucción del personal mediante clases de primeros auxilios y se realizó un control sanitario para marcar el nivel inicial.
Ya estábamos en el fin del planeamiento que serviría para la primera fase de las operaciones. Comprobamos que teníamos pocos márgenes de maniobra, dadas las capacidades relativas. Con algunas resoluciones menos ortodoxas que prácticas, se había cerrado el círculo.
Por lo pronto, en lo inmediato se lograría disminuir la amenaza submarina, navegando hacia el Sur con una derrota costera, que significaba aguas pocos profundas.
Con tantos requerimientos satisfechos como suposiciones,
planteadas ante nosotros mismos, llegamos al día de la zarpada:
16 de abril de 1982
Parecía que la maniobra de zarpada nos unía más a todos.
Se reforzaba la confianza en nuestro noble buque y nos mentalizábamos definitivamente para vivir en equipo la misma suerte y sin concesiones especiales para ninguno.
Para ello fue determinante
poseer un estado de ánimo
como el que en ese momento
se vivía a bordo.
¡Ni más ni menos!
Sabíamos que cada tripulante estaría
llevando consigo sentimientos íntimos
que no exteriorizaba. Y ello sería
natural como parte de una conducta
humana que jerarquiza la privacidad.
Así se comenzó a vivir la situación
de guerra, no bien enfilamos el canal
principal hacia la boya faro del
Rincón. Quedaban atrás días y
noches de trabajo intenso y
rápidas determinaciones.
Había llegado el momento de dejar
las teorías y poner manos a la obra.
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