Testimonio del Subteniente Llambías Pravaz

Subteniente Llambías Právaz R.I.4:

Estábamos en una hondonada, detrás de unas piedras, y el soldado González, que tenía una fea herida en la cara, me dice: -Mi subteniente, son ingleses, nos mataron a Romero y a Rodríguez-.
-¿Los ves? ¿A que distancia están? –le pregunté. –Más o menos a 20 metros- me contestó mientras los impactos no nos dejaban ni mover.
En ese momento se acercó arrastrándose el cabo principal de infantería de marina y me hizo señas con la mano indicándome dónde estaban. Una bala de fusil pega en una roca junto a su cara y una piedra lo hiere feo en un ojo. Había varios heridos y a un infante de marina lo alcanzó un cohetazo en el medio del cuerpo, que prácticamente lo partió en dos.
Entonces, me doy cuenta que los ingleses ya estaban del otro lado de la gran piedra tras la que algunos de nosotros estábamos guarecidos. Yo les tiré por encima de la roca tres granadas y, simultáneamente, el cabo principal les disparó más de 20 tiros con el FAL y en esa acción conjunta vimos caer a varios. Yo me levanto y salgo corriendo hacia el otro lado de la roca y atrás mío aparece un inglés disparando. Sigo corriendo y doy vuelta la piedra. Cae muerto, herido en el pecho, otro de los cabos de infantería, que está a menos de cinco metros de donde estaba yo. Hasta entonces, yo había conservado la calma, pero me doy cuenta de que he perdido la sangre fría. Me doy cuenta de que estoy asustado, pero eso no me impide hacer cada una de las cosas que sé que tengo que hacer. Me resguardé bajo una piedra, con el fusil listo y también preparé la pistola. Estaba rezando más de cincuenta padrenuestros por segundo. Los ingleses pasaron por encima y por el costado y no me vieron. Atrás de los ingleses y disparando sin parar pasaron casi enseguida soldados argentinos que iban al mando del sargento 1º Valdez. Los perseguimos hasta las mismas posiciones inglesas. Había ocurrido lo siguiente: cuando comenzamos a replegarnos, yo había mandado al cabo Peña hacia arriba acompañando al soldado Páez, que estaba herido. Ellos alcanzaron a ver a los ingleses casi en el momento en que éstos mataron a los soldados Rodríguez y Romero. Se tiraron al suelo, y los ingleses cuando pasaron los patearon, lo vieron a Páez ensangrentado y los dieron por muertos y siguieron bajando hasta encontrarse con nosotros.
El cabo llegó corriendo adonde estaba el resto de nuestra sección y dio aviso y orientación. La niebla era sumamente densa. Es entonces cuando la sección al mando del sargento Valdez baja, y con toda la indignación y bronca de ver a los camaradas muertos los siguieron a los ingleses hasta sus posiciones. Mientras tanto, yo estaba en el convencimiento de que nuestra posición había sido tomada, debido a que nos habían atacado desde arriba, por lo que decidí dar un rodeo para llegar hasta allí por un lugar favorable para mí. Sin embargo, cuando llego me encuentro con la gente nuestra que había quedado de guardia. Rápidamente solicitamos que evacuaran a los heridos. En mi sección hubo dos muertos y tres heridos. El grupo de infantería de Marina que había venido a colocar las minas tuvo muchas bajas.
De uno de esos infantes muertos tuve hasta el final de la guerra su fusil. Cuando cayó herido junto a mí traté de hacerlo reaccionar y me di cuenta de que estaba muerto. Le saqué la chapita de identificación y después el fusil y el cinturón con los cargadores. ¿Qué increíble! En medio de la pelea me detuve a pensar. Aunque sólo haya sido una fracción de segundo me puse a pensar que le estaba robando. Enseguida me di cuenta de que no era así. Simplemente, evitaba que sus armas cayeran en poder del enemigo y además, yo la necesitaba para reemplazar la mía.
Después de ese combate yo había quedado, no impresionado, sino que subestimé la capacidad nuestra. Que unos ingleses así nomás se hubieran abierto paso entre nosotros, a pesar de que la niebla jugaba a favor de ellos, me había hecho bajar un poco la moral. Pero todo eso se me pasó completamente el día 8. Ese fue también un día importante.
El día 8 una fracción bastante nutrida de ingleses se infiltró por Goat Ridge, que es una formación de piedras de 15 metros de altura que está entre Dos Hermanas y Harriet. Allí, los ingleses fueron rechazados por la compañía de comandos del Regimiento 4, acción en la que se destacaron el subteniente Pasotti y el teniente 1º Galoy. Se les tiró con morteros pesados que estaban al mando del subteniente Juárez. ¡Eran un espectáculo los morteros pesados! Allí los ingleses tratan de replegarse y se dan de lleno con una sección que estaba al mando de un compañero mío del Colegio Militar, el subteniente Giménez Corbalán, también en comisión. Ellos vuelven a rechazarlos y entonces los ingleses, que abandonan equipos, se dirigen –en un último repliegue hacia monte Dos Hermanas. Allí estábamos nosotros con dos ametralladoras. Teníamos cuatro visores nocturnos muy buenos y les causamos muchas bajas. Al día siguiente no encontramos muertos –los ingleses tenían esa costumbre de llevárselos- pero sí encontramos cualquier cantidad de material abandonado. Les causamos muchas bajas porque yo, sinceramente, los vi caer. Ese día los castigamos muy duro. Ellos se encontraron de golpe en medio de un fuego cruzado. Las ametralladoras de 12,7 de la compañía Comando, desde Harriet, la sección de Jiménez Corbalán desde Goat Ridge, los morteros y nosotros con las ametralladoras desde el otro lado. Finalmente, los hicimos replegase.
En uno de los últimos ataques a nuestra posición fuimos castigados duramente pero no nos ocasionaron bajas, mientras nosotros sí se las provocamos a ellos. Esa fue la última vez que tuvimos la suerte de saber que habíamos tenido éxito contra los ingleses. En las bandas que alimentan las ametralladoras colocábamos primero municiones trazantes, las que se ven, y después municiones normales, y con ello impedíamos que detectaran desde dónde disparaban nuestras ametralladoras. Con las primeras ráfagas –con munición trazantes- dirigíamos el tiro, la ametralladora tiene un ajuste que fija la puntería, y una vez conseguido esto seguíamos con las balas normales y no nos podían detectar. Entonces los ingleses se veían en la obligación de barrer todo el cerro, y era muy difícil que nos dieran. El ataque final, por llamarlo de alguna forma, fue la noche del 11 al 12 de junio. Los ingleses se infiltraron en monte Harriet, atacando a los nuestros por la espalada. Eludiendo las posiciones y atacaron a la sección donde estaban los morteros pesados, y donde estaba el subteniente Juárez. Juárez los ve cuando ya los tenía encima, y sacó la pistola y abrió fuego contra los ingleses, los que le tiran con cohete que lo hiere. Juárez cayó sobre una caja de municiones de 120mm, y de ahí les tiró dos granadas y enseguida otras dos más hasta que lo vuelven a herir con varios disparos de ametralladora y queda en la posición.
Digamos que ese ataque no fue esperado. Los ingleses, muy hábilmente, entraron por los morteros pesados, ahí es donde el teniente 1º Echeverría reúne a la gente…, digamos que la principal fracción orgánica que combate es la compañía comando, o sea se agrupó al personal, prácticamente fue el personal de cuadros, más que soldados. El jefe del regimiento se ve obligado a abandonar el puesto de comando que es tomado por el enemigo. Y se va con la compañía B. Ahí combaten a las órdenes del teniente 1º Galoy y el jefe de la sección de comunicaciones, que era el subteniente Duarte, y la acción se prolonga hasta las 4 o 5 de la mañana. Hubo mucho personal de cuadro herido, por ejemplo el subteniente Bruní, que fue herido al frente de su sección. Allí se destacaron el teniente García y el teniente Passoli.
Lo dramático era que nosotros teníamos los campos minados a retaguardia y no conocíamos la ubicación de las minas, porque a nuestro nivel no teníamos mapas y no podíamos saber dónde estaban ubicadas. El subteniente Jiménez Corbalán, por ejemplo, se puso al frente de su sección y marchó probando el terreno hasta que pisó una mina. No murió, aunque resultó bastante herido, pero el resto de su sección se salvó. Esa sección llegó a monte Tumbledown.
Después del ataque a monte Harriet, los ingleses se concentran en el cerro Dos Hermanas, donde estamos nosotros. Esa noche nos atacó el 42 comando de Royal Marines. El ataque comenzó contra las posiciones del subteniente Pérez Grandi, que está en las partes más adelantadas de la Hermana norte. Combaten, Perez Grandi se ve en una situación prácticamente desesperada porque los ingleses pasan prácticamente al asalto de su posición. El ordena el repliegue, que yo apoyo desde mi puesto en la otra Hermana. Empieza el combate retardante de la compañía. Lo hieren a Pérez Grande y a Mosquera, posteriormente lo hieren a Naser y lo matan a Martella. El capitán López Paterson se hace cargo de la gente y combatiendo, se van replegando.
Pérez Grande queda abandonado, herido , y el cabo Urbista con dos soldados de los que no recuerdo el apellido, volvieron desde el camino adonde habían llegado en el repliegue, bajo el fuego enemigo lo trajeron a Pérez Grande al hombro y le salvaron la vida. Nosotros soportamos el ataque desde la otra Hermana. El subteniente Silva había ido con una patrulla de diez hombres hacia Goat Ridge para evitar infiltración por ese lado, mientras que el resto de su sección quedó en el cerro dando frente al mar. El cerro es alargado como una salchicha y yo con mi gente quedamos mirando hacia el lado de la Hermana norte. Así pierdo contacto con el resto de la fracción de Silva que está hacia la izquierda, porque no se puede pasar, ya que allí hay una pared más que derecha, extraplomo, y había que dar todo un rodeo por adelante. Yo empecé a pelear con los ingleses que tenía en frente. La línea del teléfono se había roto, y después supe que a los gritos me dieron la voz de repliegue, sin que yo escuchara nada, y entonces no me replegué y combatimos toda la noche hasta que los ingleses nos sobrepasaron.
LA nuestra fue la última posición que quedó. De todos, del 7, del 4…Hasta la mañana estuvimos combatiendo. Yo me quedo a lo último con los soldados que tengo al lado mío, que son siete. Ya estábamos totalmente rodeado y sin poder movernos, salvo por un solo lugar, una pequeña sendita, y les ordeno a mis soldados que se replieguen, que traten de salir por allí. Hay que pensar que era de noche y había mucha niebla. Habíamos quedado más o menos a 300 metros hacia abajo, en un pozo natural. Entonces soportábamos el ataque de la artillería inglesa, el asalto de la infantería inglesa, y además, el ataque de la artillería nuestra, que también batía nuestras posiciones porque se daban por perdidas y no nos hacían allí. Todo era inacabable. Cuando paraba la artillería de ellos venía el ataque de la artillería nuestra y enseguida una carga de la infantería que venía acompañada por una gran gritería, porque cargaban y gritaban. Así rechazamos tres o cuatro ataques de la infantería inglesa. estaba en una buena posición y tenía un soldado que me cargaba la ametralladora, otro que cargaba el lanzacohetes y otro que cargaba las granadas de fusil. Las bandas de las ametralladoras a veces de cortan, y mientras un soldado volvía a cargar la cinta, yo les tiraba con las grandas de fusil. Inclusive les tiramos varis veces con tiros de lanzacohetes directamente a los ingleses. Fue una cosa bastante linda porque a los tipos venían a los gritos y se los veía recortados entre las piedras. Salió el primer cohete y se acabaron los gritos. La segunda sección ven que lo cargo, lo puse y lo tiré, y estaban entusiasmado que no me di cuenta del fuego que lanza para atrás el cohete. Ahí sentí que el mundo se acababa. Como todo se iluminó nos empezaron a tirar con todo. Entonces les ordené a los soldados que se fueran y me quedé último con la ametralladora y cuando no tengo más munición, después de haberlos frenado en sus ataques dos o tres veces, me arrastro hasta un lugar más seguro para resguardarme. Yo pensaba que había quedado último, pero después me enteré de que algunos de mis soldados no se habían ido y les siguieron dando trabajo a los ingleses. Ahí se destaca un soldado de apellido Pérez. A Pérez lo toman dos paracaidistas ingleses en un pozo y lo tiran contra la pared y después le quitan el armamento. Los dos paracaidistas les hacen señas a sus compañeros de que sigan avanzando ya que no había más peligro. Pero lo que no sabían los paracaidistas era que el soldado Pérez tenía la pistola del subteniente Silva. Entonces Pérez se dio vuelta, le metió un tiro al inglés que había quedado custodiándolo, le quitó el fusil y la boina y se fue.
Ya nos atacaban por todos lados. Yo bajo más aún pensando que en esas posiciones voy a encontrar al subteniente Silva, pero éste y su gente ya no estaban. Y como por ahí estaban los ingleses, nos metimos en otro pozo natural. Desde allí vimos como los ingleses terminaban de tomar y de consolidar todo el cerro. Si bien todavía era de noche, estaba bastante claro. De golpe vemos que una de las patrullas inglesas se nos viene encima. Yo no di la orden de tirar porque los teníamos encima y si disparábamos nos iban a acribillar. Nos hubiéramos matado entre nosotros, porque no era una patrulla inglesa. Era el subteniente Silva con su gente. Ya estaba comenzando a aclarar y era el final porque nos verían enseguida, y de pronto vino el milagro. El milagro fue que de golpe bajó una neblina tremenda, y comenzó a nevar. A las 7 o 7.30 apenas se veía a un metro de distancia. Eso nos salvó.
LA noche esa no pasó nada, y nosotros llegamos hasta la cuarta sección, al mando del teniente de corbeta Vázquez, y había que cruzar hasta un lugar más a cubierto, porque del monte Harriet habían comenzado a tirar nuevamente los ingleses. Estábamos detrás de una gran piedra y Silva y yo, con un suboficial antiguo de Infantería de Marina, fuimos los únicos en cruzar. En el momento en que nos movemos, una granada pegó en la piedra donde habíamos estado. Gracias a Dios no pasó nada.
Ahora, el personal estaba quebrado. Los soldados habían peleado a las mil maravillas. Incluso los cuatro jefes de grupo: Pintos, Peña, Ramos y otro que tenía los pie congelados, habían peleados como veteranos, y eran cabos egresados en comisión. Había uno que era soldado y tenía dos meses de escuela y se comportó como un verdadero jefe. Cuando llegamos a Tumbledown estaban quebrados. Estábamos comiendo y nos cayó una bomba al lado. Ya no querían saber más nada. Entonces yo los mandé al pueblo. Yo me quedé con algunos soldados y los mandé a ellos con el resto de la gente mía al pueblo. Algunos estaban con principio de congelamiento. Estaban quebrados. No los culpo.
Yo me quedé con Silva ahí y me ordenaron hacerme cargo de la sección de Giménez Corbalán, que había pisado una mina y había sido trasladado al pueblo. Me fui al monte Williams –pegado al monte Tumbledown-, nada más que con dos soldados, a hacerme cargo de la sección de Giménez y me encontré con que la sección ya no estaba más. Ellos habían quedado con unos suboficiales infantes de Marina con unos morteros y unos cañones. Un avión inglés les tiró una bomba y mató al encargado de sección. Después de eso se habían ido ellos también para el pueblo.
Yo bajo entonces con mis dos soldados y me quedo en primera línea con la compañía Nacar, que estaba bajo las órdenes del guardiamarina Bianchi. Esa noche los ingleses volvieron a atacar. Mataron al subteniente Silva, bajaron a Miño, que era el que estaba con los anfibios. Nos pasaron por los dos costados. Ellos, la guardia escocesa, tomaron Monte Tumbledown. Quedaba la cuarta sección, en la que estaba el teniente de corbeta Vázquez. Ahí murió Silva y prácticamente semianiquilaron su sección. Dimos con la sección del guardiamarina Valdes Zabal. Justo a último momento, él se comunica con el jefe del batallón, que era el capitán de fragata Robacio, y éste le dice: “Aguante en las posiciones que va contraataque”.
De la compañía de ejército contraatacó el mayor Jaimet, y con él se destacó la sección del subteniente Vilgré Lamadrid, también subteniente en comisión. El se dio de lleno con los ingleses y se dio el gusto de meterle una granada de fusilen el pecho a un oficial inglés. Vilgré Lamadrid tuvo 29 bajas, entre muertos y heridos. El hecho es que, finalmente, los ingleses lograron pasar por ahí. Vilgré se pudo desprender porque otro subteniente, Franco, que protege el repliegue, y no se que más pasó. Nosotros esperamos y amanecemos el 14 en las posiciones, tras haber pasado toda la noche combatiendo con los ingleses. A la mañana nos sorprende un violento fuego de artillería de mortero, y nos replegamos sobre los campos que estaban abandonadas. Donde estaba la compañía C del 3, que había recibido la orden de replegarse. Así llegamos hasta Sapper Hill, donde estaba el guardiamarina Koch con su sección. “Acá somos la retaguardia de combate –nos dijo-, y en el pueblo están organizando la defensa final.”
Hacia cuatro días que no dormía, estaba con diarrea, no sabía nada de mi regimiento, quería saber que había pasado con mi gente y esas palabras del guardiamarina Koch hicieron estallar mi crisis. Me puse a llorar y tiré el casco ***********, que la **** que lo parió, y que ¡Cómo una sección de tiradores sea una retaguardia de combate cuando allí había dos brigadas inglesas!
“Vamos me dijo Bianchi- vamos hasta algún cerro a ver si les podemos bajar aunque sea un helicóptero.”
Bianchi me levantó un poco el ánimo y en ese momento apareció una compañía helitransportada inglesa, Allí les bajé tres cargadores de FAL contra un Sea King y después me enteré por unos compañeros que maté a varios hombres que bajaban. Así llegamos al pueblo, encontramos al mayor Carrizo, un tipo que peló muy bien. Nos abrazó y nos dijo que todo se había acabado.

Posteado por Eternauta
 
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