Noticias de Nicaragua

Caballero Negro

Colaborador
¿Cuál ha sido la reacción de la izquierda en América Latina a la crisis en Nicaragua y Daniel Ortega?



Una generación atrás, la izquierda de América Latina se sentía inspirada por la revolución sandinista y vibraba al ritmo de la "canción urgente para Nicaragua", del músico cubano Silvio Rodríguez.

Pero ahora ese país centroamericano, en crisis por la represión que dejó cientos de muertos en las protestas contra el presidente que luchó en aquella revolución, Daniel Ortega, se ha vuelto una cuña divisora para la izquierda regional.

Las posturas varían desde el firme respaldo a Ortega expresado por sus homólogos venezolano, Nicolás Maduro, y boliviano, Evo Morales, hasta la sugerencia de que renuncie lanzada por el expresidente uruguayo José Mujica.

Mientras el Foro de São Paulo, que reúne a organizaciones de la izquierda latinoamericana, acusa a Estados Unidos y a la "derecha golpista" de querer desestabilizar a Nicaragua, el Partido Socialista chileno expresa "indignación por la violenta represión" en el país.

Ortega "está polarizando a la izquierda muchísimo, tal vez más que Venezuela" con el fallecido presidente Hugo Chávez, dice Javier Corrales, profesor de ciencia política en el Amherst College de EE.UU., a BBC Mundo



"Un sueño se desvía"
Parte de la izquierda dejó de ver a Ortega como la continuación de una guerrilla que derrocó a la dinastía de los Somoza a fines de los años '70 e instaló un amplio gobierno democrático, enfrentando la acción armada de los "contras" financiada por EE.UU. en los '80.

Ortega es acusado ahora de impulsar la ola represiva de policías y paramilitares contra manifestantes opositores desarmados, muchos de ellos jóvenes, que dejó más de 300 muertos desde abril según distintos conteos.

"Solo disparamos si es necesario": hablan los paramilitares que defienden al gobierno de Daniel Ortega en Nicaragua (y que él no reconoce)

"Siento que algo que fue un sueño se desvía, cae en autocracia, y entiendo que quienes ayer fueron revolucionarios perdieron el sentido, que en la vida hay momentos que hay que decir 'me voy'", dijo Mujica, un exguerrillero tupamaro, en el Senado uruguayo el mes pasado.

El exsacerdote brasileño Leonardo Boff, otrora aliado de los sandinistas y exponente de la Teología de la Liberación, indicó en una carta estar "perplejo por el hecho de que un gobierno que condujo la liberación de Nicaragua pueda imitar las prácticas del antiguo dictador".

"El proceso de desencanto con Ortega ha sido difícil y lento, pero ahora sí estamos en un punto donde se ha dividido la izquierda", sostiene Corrales.

Añade que, aparte de los "socialdemócratas" que lo critican y los "radicales" que lo apoyan, Ortega es considerado traidor por una parte de la izquierda desde que en el pasado se alió con empresarios y la Iglesia católica, a cuyos obispos ahora acusa de apoyar a "golpistas".

De hecho, el presidente nicaragüense ha generado divergencias dentro del propio sandinismo, con viejos referentes de la revolución que tomaron distancia de Ortega antes de la actual crisis.

"Rodilla en tierra"
Una pregunta que cobra fuerza es qué actitud tendrá ante la crisis nicaragüense el presidente electo mexicano, Andrés Manuel López Obrador, un izquierdista que asume en diciembre.

El actual gobierno de México ha estado activo a nivel regional para condenar la violencia en Nicaragua, pero el futuro canciller designado por López Obrador, Marcelo Ebrard, anunció que "va a seguir una política exterior respetuosa de la no intervención" en los asuntos internos de ese y otros países como Venezuela.



Uno de los principales respaldos que recibió Ortega hasta ahora provino delForo de São Paulo, reunido a mediados de julio en Cuba con la presencia de Maduro, Morales y el presidente salvadoreño, Salvador Sánchez Cerén.

"Denunciamos los graves actos de barbarie y violación a los derechos humanos cometidos por la derecha golpista y terrorista nicaragüense", indicó la declaración del Foro.

Y afirmó que el gobierno de Ortega tiene "legítimo derecho a la defensa".

Al encuentro también asistió la expresidenta brasileña, Dilma Rousseff, cuyo Partido de los Trabajadores (PT) sostuvo en una declaración previa que en Nicaragua hay una "institucionalidad democrática establecida".

El expresidente cubano, Raúl Castro, también expresó la semana pasada su "solidaridad" con Nicaragua.

Maduro envió el sábado un saludo a su "hermano" Ortega y a su esposa, la vicepresidenta nicaragüense Rosario Murillo, que a su juicio están siendo atacados por el "imperio".

"Venezuela está firme con ustedes. Rodilla en tierra estamos con Nicaragua", dijo. "A Nicaragua le están aplicando el guión casi igualito que hacen con nosotros hace casi un año".

Sentimientos cruzados
Las críticas a Ortega generaron roces dentro de la izquierda latinoamericanadifíciles de imaginar poco tiempo atrás.

Diosdado Cabello, presidente de la oficialista Asamblea Nacional Constituyente venezolana, respondió públicamente a Mujica: "Todos se pueden ir y él está pensando ser candidato otra vez en Uruguay; los egos enferman".

Pero quienes se oponen a Ortega también han trazado paralelismos entre Nicaragua y Venezuela, otro país cuyo gobierno es acusado de autoritarismo y represión violenta de opositores.



"En Venezuela como en Nicaragua no hay un socialismo, lo que hay es el uso de una retórica de izquierda del siglo XX para encubrir una oligarquía que se roba el estado", tuiteó el exguerrillero colombiano y exalcalde de Bogotá, Gustavo Petro, la semana pasada.

Sin embargo, Nicaragua y Venezuela parecen generar sentimientos diferentes para algunos referentes izquierdistas latinoamericanos.

Una distinción señalada fuera de micrófono por alguno de ellos es que mientras el líder de la revolución venezolana, Chávez, ha muerto, en Nicaragua los protagonistas aún están vivos.

Venezuela "nunca generó esa mística que había con el sandinismo", señala el politólogo uruguayo Adolfo Garcé a BBC Mundo.

No obstante, compara que a la izquierda regional parece costarle cuestionar a Venezuela porque el chavismo tejió lazos políticos y económicos más recientes en el subcontinente.

"Es como que el amor de la izquierda por Nicaragua fue muy intenso, pero mucho más lejano en el tiempo", dice Garcé, "y mucho menos contante y sonante en los últimos años".

Fuente: https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-45041358
 
El mismo libreto usado en Venezuela, por estas partes y en Irak, Libia , Siria, Ucrania por otros lares. El Gobierno sandinista fue electo por la mayoria (70%) del pueblo nicaraguense, pero la "democracia" solo es valida para los que arrodillan a sus paises .

El hierro candente de Nicaragua: 92 días de furia

Leandro Grille
La Revolución nicaragüense no fue la obra cumbre de un grupo de comandantes ni el truco deslumbrante de un prestidigitador que acabó con la tiranía dinástica de los Somoza. Fue el fruto de una larga y dolorosa lucha protagonizada por una multitud, fundamentalmente anónima, inspirada en la idea del héroe anticolonialista Augusto César Sandino, que echó a los yanquis de Nicaragua y murió traicionado. Durante los diez años que transcurrieron entre la victoria de julio de 1979 y las elecciones de 1990, en las que el Frente Sandinista cayera frente a la derecha, la contrarrevolución, organizada y financiada por Estados Unidos no otorgó ni un minuto de tregua a la epopeya revolucionaria, al punto de que aquel resultado electoral sólo puede explicarse por el anhelo mayoritario de los nicaragüenses de acabar con la guerra, incluso a costa de la derrota de un sueño.

Si es cierto que la oportunidad del poder y el desafío de conservarlo en mitad de una guerra amalgama a las fuerzas de los que lo ejercen, y suspende las contradicciones que albergan en su seno, más cierto aun es que la derrota es un hito removedor de la cual rara vez se sale unido. En 1990 el FSLN perdió la elección, la revolución fue desmantelada y el sandinismo ingresó en una terrible confrontación interna, nada extraña a la que atravesaron todos los movimientos políticos de la izquierda, ya no por haber perdido lo que se había ganado en su lugar, sino por el contenido traumático planetario que tuvo la caída del campo socialista en esta trinchera del pensamiento.

La escisión interna del sandinismo

Entre 1991 y 1995 dos corrientes antagónicas se disputaron la conducción del sandinismo, una de ellas de carácter dialoguista y renovador, de tendencia socialdemócrata, dirigida por Sergio Ramírez, y otra de carácter más confrontativo ortodoxo, de asumido marxismo, que dirigían Daniel Ortega y Tomás Borge. Entre los que se fueron del Frente Sandinista por esos años se cuentan algunos de los intelectuales más renombrados que participaron de la revolución, como Gioconda Belli, el poeta y religioso Ernesto Cardenal y el escritor Sergio Ramírez, que había sido hasta 1990 vicepresidente de Nicaragua.

Este último se fue del FSLN a principios de ese año, liderando a 29 de los 38 diputados del Frente, que abandonaron el partido con él, fundaron el Movimiento de Renovación Sandinista, se quedaron con las bancas y votaron una reforma constitucional que suprimió la Constitución revolucionaria aprobada en 1987, desoyendo el mandato del Frente Sandinista. Ciertamente, muchos de los nombres más reconocidos de la revolución apoyaron al MRS en las elecciones del año 1996, que impulsaba a Ramírez como candidato a la presidencia, pero este movimiento y sus cuadros tan prestigiosos obtuvieron en la elección presidencial 7.665 votos a presidente y algo más de 20.000 votos a lista de legisladores, mientras que el FSLN de Daniel Ortega obtuvo cerca de 665.000 votos, que no fueron suficientes para ganar la elecciones, pero sí para dejar claro de qué lado estaba el pueblo sandinista en la batalla interna por su orientación.

Habiendo sido vencidos, el Frente Sandinista impulsó entre febrero y abril de 1990 una serie de leyes que serían conocidas luego como “leyes de la piñata”. En particular, las leyes 85 y 86, que estipulaban la transmisión de la propiedad de las viviendas que habían sido expropiadas y otorgadas por el Estado revolucionario y la legalización de viviendas y tierras ocupadas durante los años de revolución, muchas de las cuales habían pertenecido a la burguesía nicaragüense que se había ido masivamente a Miami. Estas leyes especiales favorecieron a cientos miles de familias, aunque no por ello debe soslayarse que bajo el amparo de estas figuras legales se conocieron hechos de corrupción que involucraron a algunos dirigentes y exdirigentes sandinistas que se habrían quedado ellos mismos con propiedades. Sin embargo, estos hechos de corrupción no invalidan ni el propósito ni la oportunidad de la norma que permitió asegurar la vivienda obtenida por muchísimos nicaragüenses humildes beneficiados por la revolución.

A los que, sobre todo desde la izquierda, invocan a famosos referentes del sandinismo como si fueran los verdaderos representantes de su legado, que el pueblo sandinista, único tributario de su gloria, y protagonista excluyente de la peripecia revolucionaria, se quedó en el FSLN y le dio la espalda sistemáticamente a los nombres propios que intentaron enfrentarlo electoralmente, llámese Sergio Ramírez, Carlos Mejía Godoy, que fue candidato a vicepresidente por el Movimiento de Rescate del Sandinismo de Henry Lewites o Henry Ruiz, Modesto, uno de los nueve comandantes de la revolución.

Repasemos otra de las famosas “leyes de la piñata” del Frente Sandinista por su trascendencia histórica: la ley 89. En esta ley de abril de 1990, poco tiempo antes de entregar el poder, se le otorgó la autonomía a las universidades y en el artículo 55 de la norma se obligó al Estado a brindarle a estas un presupuesto no inferior al 6 por ciento del presupuesto general de ingresos de la República.

La relevancia política de esta ley no está dada sólo por su contenido, sino porque ambientó un movimiento impresionante de los estudiantes universitarios, organizados en la Unión Nacional de Estudiantes de Nicaragua, que durante los 17 años que transcurrieron entre que el sandinismo entregó el gobierno y que lo recuperara mediante elecciones en 2007, exigieron el cumplimiento cabal de la obligación presupuestaria de 6 por ciento a una seguidilla de gobiernos neoliberales que hicieron todo por incumplirla. La UNEN es y ha sido siempre la organización estudiantil universitaria de Nicaragua y su persistencia movilizada tuvo mucho que ver con el retorno del Frente Sandinista al poder. En aquellas movilizaciones por el 6 por ciento no era extraño que fueran víctimas de represión e incluso el presidente de la UNEN perdió una pierna por un balazo en una movilización, en la que, además, otros dos estudiantes fueron asesinados por la represión. Recién cuando el FSLN recuperó el gobierno en 2007, el 6 por ciento fue reconocido y otorgado de acuerdo a la interpretación auténtica de la norma que habían hecho la Asamblea Nacional y la Corte Suprema, que favorecía los reclamos de la comunidad universitaria.

La reforma previsional y el estallido

Han pasado once años desde que Daniel Ortega volvió a la presidencia. En las últimas elecciones, del 6 de noviembre de 2016, la victoria de la fórmula integrada por Ortega y su esposa Rosario Murillo alcanzó el 72 por ciento de los votos con una participación de 68 por ciento de los habilitados. Más allá de las denuncias de fraude, ninguna tuvo relevancia para impugnar el resultado abrumador de la elección, por lo que los que insisten en que Ortega es un dictador simplemente están ignorando la contundencia del pronunciamiento de los nicaragüenses en las urnas. Para volver al gobierno, el sandinismo tejió alianzas con sectores que habían sido contrarrevolucionarios, y entre las más polémicas se cuenta el acercamiento a una parte de la Iglesia encabezada por el cardenal Miguel Obando y Bravo, fallecido este año, quien fuera durante los años de la revolución uno de los más férreos opositores del FSLN y patrocinante de la Contra. El acercamiento de Obando y Bravo a Ortega fue ferozmente criticado por la derecha, que lo odió durante sus últimos años de vida, como por una parte de la izquierda internacional y de los exsandinistas, que observaron en ese acercamiento una señal de la “desviación” de Ortega: una suerte de conversión mística que alienta Murillo y que incluyó la penalización del aborto como forma de obtener el favor del voto católico en un país de población muy creyente.

En los once años de gobierno sucedidos desde 2007, Ortega mantuvo también una buena relación con el Cosep, que es el consejo de la empresa privada nicaragüense, pero también con los trabajadores. De este modo, esta alianza tripartita, que no fue gratuita, permitió una década de estabilidad en un país con una economía muy frágil -la más pobre de América Latina, después de Haití- y un crecimiento económico espectacular sostenido en un promedio de 5 por ciento anual.

Junto a ello, el gobierno desarrolló varias decenas de programas sociales orientados a la población más humilde que redundaron en una franca disminución de la pobreza y en un aumento del salario mínimo y del ingreso medio muy superior al período neoliberal que lo precedió durante 17 años. Nicaragua se convirtió en el país más seguro de la región, con una tasa de delitos muy inferior a sus vecinos y, como indicador elocuente, un tasa de homicidios de seis por cada 100.000 personas, menor que el de Uruguay y seis veces más chico que sus países fronterizos.

Pero la alianza con los empresarios se rompió. El detonante fue la reforma del Instituto Nacional de Seguridad Social. Hace años que se sabía que la seguridad social atravesaba una situación crítica. El Fondo Monetario Internacional había previsto en su última visita que todo el sistema de pensiones colapsaría en 2019. Es que si durante el período posterior a la derrota de la revolución y hasta 2007, los beneficios de la seguridad social eran precarios, mínimos o inexistentes, con los gobiernos de Ortega la situación había cambiado mucho. Ahora mismo en Nicaragua la edad jubilatoria es de 60 años y apenas se exige una cotización formal de 750 semanas que, en términos concretos, no alcanza ni a los 15 años. Con esos años de aportes y esa edad se puede obtener una jubilación de acuerdo a los ingresos de la vida activa, pero incluso quienes no llegan a tenerlos, si prueban 250 semanas de aportes (cinco años), se hacen beneficiarios de una pensión reducida. Además, los beneficiarios de la seguridad social tienen derecho a múltiples estudios y tratamientos médicos no sólo en el país, sino también en el extranjero cuando no se realicen localmente. El FMI propuso una reforma que implicaba recortar las jubilaciones, aumentar la edad jubilatoria, incrementar el número de semanas aportadas requeridas y eliminar las pensiones reducidas. El gobierno de Ortega se opuso a ese proyecto bien típico del FMI y, por el contrario, impuso una reforma que aumentaba el aporte patronal de 19 por ciento a 22,5 por ciento, mientras que los aportes de los trabajadores se incrementaban sólo 0,75 por ciento, deduciéndose de las pensiones 5 por ciento para los gastos de salud.

Esta reforma previsional generó la ira de los empresarios, muy bien alimentada por los medios de comunicación que intentaron presentar el cambio como un perjuicio a los jubilados y pensionados, pero no de las organizaciones sindicales que conocían el contenido de un proyecto que era mucho más progresista que el programa de reforma previsional que impulsaba el empresariado en tándem con el FMI. A partir de allí y de la confusión que reinaba sobre la reforma del INSS, se producen algunas manifestaciones contrarias al decreto, y el involucramiento de estudiantes, en particular, estudiantes universitarios de clases media alta y alta contrarios a la dirigencia de la UNEN, que apoyaba la reforma. Los enfrentamientos entre jóvenes y estudiantes sandinistas que apoyaban la reforma y los opositores detonó la crisis. Ya desde el principio hubo muertos de los dos lados y aunque Ortega intentó detener la revuelta derogando el decreto cuatro días después haberlo emitido y convocando una mesa de diálogo con mediación de la Iglesia, la crisis escaló y escaló, naturalmente, porque el Diablo metió la cola.

92 días de furia


Si la represión inicial es injustificable, lo que motivó la renuncia de la directora nacional de la policía nicaragüense, exguerrillera sandinista que dirigía el cuerpo desde 2006 y que había llevado adelante una gestión muy importante para feminizar la fuerza, el estallido de violencia que terminó con la vida de cientos nicaragüenses dista de ser el resultado de una “masacre” del gobierno sobre los opositores. Durante 92 días se produjo una cantidad impresionante de hecho violentos en los que murieron tanto sandinistas como antisandinistas en cantidades similares. Se quemaron instituciones públicas, dependencias universitarias, municipios, alcaldías, edificios y hasta locales de medios de comunicación como las radios sandinistas Nueva Radio Ya o Radio Nicaragua y la opositora Radio Darío. Hubo francotiradores, secuestros de sandinistas, gente quemada, torturas bendecidas por curas opositores y una amplísima operación propagandística para presentar todos los hechos como una cruenta acción gubernamental contra un movimiento demócrata de autoconvocados y una así llamada Alianza Cívica para la Justicia y la Democracia, integrada por el consejo de la empresa privada, la cámara de comercio americana nicaragüense, las patronales rurales y el Movimiento 19 de abril de estudiantes de derecha, que incluso viajaron a Estados Unidos a reunirse con los referentes de la derecha republicana Marco Rubio e Ileana Ross Lehtinen, quienes promovieron en 2016 la “Nica Act”, una ley, aprobada en el Congreso, claramente injerencista que impide el financiamiento internacional del país.

El manual que siguió adelante luego de los enfrentamientos iniciales fue parecido al de Venezuela y el diálogo quedó en la nada cuando la Iglesia, que en teoría iba a actuar de mediadora, exigió la renuncia del presidente y el adelantamiento de las elecciones.

Para propiciar el diálogo, el gobierno aceptó acuartelar a la policía, pero lo violencia no cedió y hasta las comisarías fueron rodeadas durante semanas por manifestantes organizados y armados. También fueron incendiadas sedes de la Unión Nacional de Estudiantes de Nicaragua, que se mantuvo siempre del lado del oficialismo. Finalmente, el sandinismo se propuso recuperar el control del país, con localidades enteras tomadas por fuerzas opositoras e inició una operación política y policial llamada “Caravana de la libertad”, que les permitió recuperar cada uno de los territorios, hasta que el martes 17 de julio se dio el operativo decisivo para tomar Monimbó, donde resistía el último bastión controlado por opositores violentos.


El 19 de julio el sandinismo organizó el 39 aniversario del triunfo de la revolución en una serie de actos gigantescos, el más importante de ellos en la Plaza de la Fe de Managua, ya con la sensación de haber recuperado el control total del país.

Es indiscutible que en los 92 días hubo actos de represión y actuaciones indefendibles de fuerzas progubernamentales, pero no es cierto que del otro lado hubiese un movimiento pacifista. Por el contrario, la violencia opositora, promovida por el empresariado y la derecha, con el auspicio de grandes medios de comunicación como La Prensa, el principal diario de Nicaragua, francamente derechista, y con financiamiento de Estados Unidos, siempre a la orden para desestabilizar países que no se alineen con sus designios, tienen una responsabilidad enorme con lo que sucedió en el país y con este intento real de derrocar a Ortega. El que no quiere ver la actuación del imperialismo y no quiere meterse en la complejidad de lo sucedido puede levantar su dedo acusador contra el líder del FSLN por todos los motivos que se le ocurran, al fin y al cabo nunca se sentirá solo en un mundo donde más de 95 por ciento de los medios de comunicación van a presentar al gobierno del FSLN como una tiranía sangrienta, pero la realidad es mucho más compleja y en Nicaragua en estos 92 días hubo un intento de golpe de Estado contra un gobierno electo con más de 70 por ciento de los votos.


https://movimientopoliticoderesiste.../el-hierro-candente-de-nicaragua-92-dias.html

saludos
 
Lo que realmente le sucede a Nicaragua, Venezuela y Ecuador

Las historias sobre corrupción y violencia interna generada por el gobierno referidas a la mayoría de los países no alineados abundan en los Medios de Comunicación de Masas (MSM, cifras en inglés). Estas mentiras alimentan el odio. Y el público en general comienza un circuito de rumores maliciosos. Que, a su vez, es asumido por los MSM, de modo que sus mentiras siguen empujando puertas abiertas. Los tambores de guerra comienzan a batir. La población quiere orden, que será impuesto por extranjeros que quieren sangre y ‘cambio de régimen’. El consenso para la guerra ha dado resultado, una vez más. Y la sangre ya puede fluir. Instigado todo por fuerzas externas, como el NED (National Endowment for Democracy) y USAID, que capacitan y financian a los entes nacionales clandestinamente dentro y fuera del país donde eventualmente tienen que operar. Ellos son requisados por Washington y otras potencias occidentales y actúan para culpar a los gobiernos “no obedientes”, cuyo régimen debe ser cambiado. Constituyen parte de la Quinta Columna.
Una quinta columna es un grupo de personas que socavan el gobierno de un país en apoyo del enemigo. Pueden ser tanto encubiertos como abiertos. El término Quinta Columna proviene de la Guerra Civil Española, cuando en octubre de 1936 el rebelde nacionalista Mola inició el golpe de estado contra el gobierno republicano legítimo. Esto marcó el comienzo de la Guerra Civil Española. El general Mola asedió Madrid con cuatro “columnas” de tropas y afirmó que tenía una “Quinta Columna”, escondiéndose dentro de la ciudad. El término se usó en lo sucesivo para denominar enemigos infiltrados dentro de un gobierno legítimo. Mola, la mente maestra detrás del golpe de estado murió en un accidente aéreo en 1937, y el general Francisco Franco se convirtió en el dictador de España durante los siguientes casi 40 años. Él venció a la resistencia republicana gracias al apoyo aéreo de Hitler y Mussolini.
Ahora, ¿cuál es la verdadera historia detrás de la violencia reagada de Nicaragua y Venezuela, y el nuevo y traicionero gobierno de Moreno en Ecuador?
Veamos Nicaragua: todo comenzó con la Junta de Directores del Instituto Nicaragüense de Seguridad Social (INSS) el 16 de abril de 2018, aprobando una reforma de la seguridad social impuesta por el FMI, modificada y luego apoyada por el presidente Ortega. La reforma mantuvo la seguridad social en su nivel actual, pero aumentaría las contribuciones del empleador en un 3,5% a los fondos de pensiones y salud, mientras que solo aumentaría ligeramente las contribuciones de los trabajadores en un 0,75% y transferiría el 5% de la transferencia de efectivo de los pensionistas a su fondo de salud. Estas reformas desencadenaron el intento de golpe iniciado por el lobby empresarial y respaldado por la oligarquía nicaragüense.
Las protestas estudiantiles ya estaban en curso en diferentes ciudades universitarias en relación con las elecciones universitarias. Estas protestas fueron redirigidas contra el gobierno de Ortega con la ayuda de ONGs financiadas por los Estados Unidos y la Iglesia Católica, un aliado de los ricos en la mayor parte de América Latina. Algunos de los estudiantes que participan en la “reorientación” de las protestas fueron llevados a los EE. UU. para ser capacitados por el Freedom House, un asociado de la CIA desde hace mucho tiempo. USAID anunció un adicional de US $ 1.5 millones para construir oposición al gobierno de Ortega. Estos fondos junto con el financiamiento del NED se canalizarán a las ONG para apoyar las protestas contra el gobierno.
Para obtener más detalles, consulte también http://www.informationclearinghouse.info/49933.htm.
Resumiendo, en el transcurso de las semanas posteriores al golpe, la violencia aumentó dejando un total de más de 300 muertos a principios de agosto. A pesar de que Ortega revirtió las medidas de pensiones, los disturbios continuaron, ahora exigiendo la renuncia del presidente y vicepresidente, su esposa Rosario Murillo Zambrana. Daniel Ortega, un sandinista y ex líder guerrillero, fue elegido presidente por primera vez en 1985. Está claro que Estados Unidos y las fuerzas oscuras detrás del imperio estaban preparando grupos de la Quinta Columna para intervenir y aprovechar cualquier agitación social en el país para provocar un cambio de régimen. Lo que pudo haberse contenido, con apoyo de Estados Unidos derivó en protestas violentas que finalmente apuntaban al derrocamiento del gobierno de Ortega. Eso pondría a América Central, Honduras, Guatemala, Nicaragua y Panamá en línea con las políticas de Estados Unidos. ¿tendrá éxito Washington?


Aca el articulo completo: http://sakerlatam.es/america-latina...te-le-sucede-a-nicaragua-venezuela-y-ecuador/

saludos.
 
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