Notas en los medios sobre Nazismo

¿Por qué el avión gigante de Hitler fue un fracaso total?
http://actualidad.rt.com/actualidad/184738-razon-avion-gigante-hitler-fracaso

Inicialmente este avion fue proyectado como....planeador (ME-321). Ergo, se le adaptaron motores (ME-323)....ergo, no habia en la epoca (del lado aleman) plantas motrices suficientemente potentes (requirio 6 Gnome -Rhone 14N)...ergo, era un "patito", un drone para practicas de tiro de gigantescas proporciones...pero "inspiró", ya en la posguerra, el nacimiento de transportes tales como el americano Lockheed C-130 "Hercules", "un Grande". Saludos!!!
 
El tren de oro nazi: una familia ejecutada, un investigador y un pueblo repleto de secretos
Tadeusz Slowikowski
, el hombre que más conoce sobre la formación alemana, cuenta las historias detrás de la leyenda. Muertes, amenazas y un poblado donde todos se conocen


La familia que fue ejecutada y cuya casa estaba justo por donde pasaban las vías ferroviarias que conducían al tren nazi a su destino final.

Me llama la atención esta foto.

El auto se parece demasiado a un Skoda 440, que no se empezó a fabricar hasta el año 1955. Me parece demasiado oportuno tener hasta una foto de la familia ejecutada, y ni siquiera dar la precisión del nombre.
 

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Publican los diarios completos de Alfred Rosenberg, «arquitecto del Holocausto»

Escritos entre 1934 y 1944, dan fe de la tensión entre los ministros de Hitler y aportan una visión íntima y profunda del nazismo

archivos del ushmmm
Alfred Rosenberg en la Asamblea Nacional francesa en 1940
«¿Cree usted que es casualidad que yo le haya llamado dos veces para que pronuncie grandes discursos en el Día del Partido? Me resulta difícil decírselo así, pero si alguien me pregunta por usted, le contestaré que es la mente más profunda del movimiento. Usted es el padre de la iglesia del Nacionalsocialismo». Con estas palabras se dirigía «Solución final», la política racial que acabó con la vida millones de judíos.
Testimonios tan directos como este aparecen en «Alfred Rosenberg. Diarios 1934 – 1944», libro de la editorial Memoria Crítica que acaba de ver la luz. Aunque hace tiempo que se conoce la existencia y el contenido de estos apuntes, nunca se habían publicado los folios correspondientes al último tramo de la Segunda Guerra Mundial, cuando el conflicto fue afectando la moral y la autoestima del entorno de Hitler como una gota malaya.
Una de las cosas que se confirma con estos diarios es la tremenda inquina que Rosenberg sentía por Goebbels. Los dos se odiaban, y apuntaron en sus respectivos diarios los desprecios que Hitler les dedicaba cuando uno de los dos no estaba presente. Un comportamiento que denota o falta de estima del Führer con su núcleo duro o una extraña estrategia con la que mantener la competencia entre ministros. El libro demuestra en muchos casos que los hombres de confianza de Hitler se comportaban como niños peleando por el amor de un padre.

abc
Portada de «Alfred Rosenberg. Diarios 1934 – 1944»
Un padre al que temían, por otra parte, porque el mismo Rosenberg explica cómo se asustó al recibir un telegrama del Führer convencido de que sería una bronca por escrito.
Cuentan los autores del libro que este ministro para los Territorios Ocupados del Este era poco menos que un pelota, y que presentaba sus discursos a Hitler para obtener su aprobación. También «enseñaba con gestos igualmente serviles y un orgullo casi infantil el patrimonio artístico que había reunido robando en toda Europa, y del que Hitler pudo escoger personalmente algunas piezas para el “Museo del Führer” en Linz». Rosenberg, además de ser el teórico del nacionalsocialismo, jugó un papel crucial en el expolio de obras de arte.
Odio entre ministros
Los apuntes de Rosenberg recogían también chascarrillos y conversaciones de todo tipo. «Acabo de volver de la recepción que el Führer ofrece cada año al cuerpo diplomático», escribió el 1 de marzo de 1939. «Resulta que (…) Goebbels dijo que, si al Führer no le gustaba su vida, tendría que habérselo pensado antes de actuar en 1924. Aunque sé de sobra lo mezquino que es Goebbels, me sorprendió mucho su franqueza». Directo al mentón.
Pero no solo Goebbels era el blanco de las críticas de Alfred Rosenberg. También el ministro de Exteriores, Joachim von Ribbentrop, al que tacha de arrogante en una conversación con Hermann Göring. Corría el mes de mayo de 1939. Aún no había empezado la guerra y ya estaban a golpes.
—En definitiva, ¿Von Ribbentrop está loco o es idiota? —le pregunta Göring.
—Es un tipo realmente idiota y con la arrogancia habitual —responde Rosenberg.
—Una cosa de la que me he enterado hace poco: se sabe que ha solicitado a un pariente suyo que lo adopte para poder mantener en su apellido la preposición «von». Sin embargo, no ha pagado el dinero que había acordado abonar a cambio y lo han llevado a juicio.
—En los tiempos de la lucha —añade Rosenberg—, la gente se burlaba de él.
—Hoy ese idiota cree que tiene que dársela de «canciller de hierro» (…). Los imbéciles como este encuentran poco a poco su ruina; pero pueden causar un enorme daño.
Criminal convencido
Cuchicheos aparte, Rosenberg pasará a la historia por ser uno de los más firmes defensores de la «Solución final». El historiador español Josep Fontana lo definió como el «arquitecto del Holocausto» y acertó, porque sus palabras sobre los judíos iban siempre cargadas de un odio visceral y extremo, acusándolos de todos los males de «su» patria. «Sigo enfureciéndome cada vez que pienso en lo que ese pueblo parásito le ha hecho a Alemania».
Rosenberg mantenía que los judíos y los bolcheviques eran prácticamente lo mismo. Pero en realidad solo buscaba un pretexto ideológico (político) para una decisión puramente racial. «Sea como fuere –declaró en su momento–, debemos concatenar el bolchevismo a los judíos e impedir que, de repente, estos últimos se conviertan también en “antibolcheviques” y vuelvan a envenenar al victorioso nacionalismo de nuestro tiempo».

Rosenberg era, según los autores del libro, un «criminal por convicción» que creyó en todo lo que predicaba hasta el final de sus días, también durante el confinamiento en Guerra Civil recién comenzada, Rosenberg apuntó que no le convencía mucho la postura de Franco con respecto a los judíos. «En España, el general Franco no quiere saber nada de antisemitismo. No está claro si por respeto a sus judíos marroquíes, que tienen que pagar diligentemente, o porque todavía no ha comprendido que el judaísmo se esta vengando de Isabel y Fernando. Hace un año, el joven [URL='http://www.abc.es/cultura/20150331/abci-jose-antonio-fervoroso-espania-201503281821.html']Primo de Rivera vino a visitarme (…). Tampoco él se pronunció sobre la cuestión judía. Ojalá el delirio asesino de lo judíos no se salga con la suya».[/URL]
[URL='http://www.abc.es/espana/20150614/abci-pesadilla-judios-expulsados-reyes-201506132105.html']En esa reunión, como cuenta cuatro años después en ese mismo diario, José Antonio le confesó una idea que debió gustarle mucho a Hitler. «España era católica, en eso nosotros no queríamos intervenir. Rivera dijo entonces que perfectamente, pero que el Papa era semejante a un masón y que España elegiría en Toledo a su propio Papa (…). El Führer trató el tema pormenorizadamente. Todos los estados católicos deberían elegir a su propio Papa».
ABC.es
[/URL]
 

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El hospital de Hitler, uno de los lugares más escalofriantes del planeta
Alemania.
Aún está en pie en Berlín. En su mayor parte está abandonado y en ruinas. Mirá la fotos.



Uno de los lugares más escalofriantes del mundo queda en Berlín. En ruinas y abandonado, yace en la capital alemana el hospital Beelitz-Heilstätten, donde un Adolf Hilter fue curado de sus heridas.


(Fotos de Kevin Hackert)
Muchos hoy se preguntan que hubiese pasado si el Beelitz-Heilstätten no hubiera estado allí para curar a una de las figuras más oscuras de la historia de la humanidad. Pero lo estuvo, en 1916, durante la Primera Guerra Mundial. También, allí se asistió a varios soldados nazis durante la Segunda Gran Guerra y luego a los militares soviéticos desde 1945 y hasta que cayó el muro de Berlín.


El hospital fue construido en 1898 como un sanatorio para enfermos con tuberculosis, una enfermedad por entonces mortal.


Hoy, solo una pequeña área del enorme hospital funciona para rehabilitación neurológica. Pero el resto está abandonado, reservado para un tour ocasional, con sus quirófanos y guardias de psiquiatría derruidas, según cuenta el Huffington Post. Ante esa visión, se entiende por qué se lo considera uno de los lugares más terroríficos del planeta.




El fotógrafo Kevin Hackert, quien suele retratar lugares en el olvido, publicó un fotorreportaje del hospital en su cuenta de Flickr, en una galería de imágenes que produce escalofríos.

clarin
 

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El tren fantasma de los nazis ya se cobró su primera víctima
Polonia. Un hombre de 39 años murió trágicamente al caer en un agujero, cuando intentaba meterse en un túnel a través de una tumba alemana en un cementerio local en plena noche. Salen a minimizar los contenidos del convoy.



La histeria en torno al misterioso tren nazi lleno de oro enterrado bajo los bosques polacos ya causó una primera muerte. Esto llevó al abogado de los dos hombres que afirman haber encontrado el convoy a minimizar su contenido. Así, de contener toneladas de oro, ahora dicen que tiene apenas algunos minerales preciosos. Los rusos dicen, en cambio, que adentro hay cadáveres.
La cuestión es que un hombre de 39 años que decidió salir a buscar el tren terminó muerto en la noche del martes.
El trágico accidente ocurrió en la localidad de Świebodzice cerca de Wałbrzych, donde se dice está el tren. Esta persona se metió en el cementerio local para intentar entrar en una gigantesca y vieja tumba alemana al parecer, creyendo que el nicho era la entrada al túnel donde está el convoy misterioso. En cambio, el hombre cayó en un agujero de varios metros de profundidad, encontrando la muerte al final. Otros dos hombres, también cazadores de tesoros, que acompañaban a la víctima fueron arrestados.
El frenesí causado este mito legendario ya tiene su propio hashtag en Twitter #GoldTrain.
Tras conocer la noticia, el abogado que representa a Piotr Koper --constructor polaco oriundo de la localidad de Walbrzycy (donde estaría el tren)-- y su socio alemán el genealogista Andreas Richter (quienes semanas atrás desataron una tormenta mediática al asegurar que habían encontrado el tren), tuvo que dar marcha atrás sobre las versiones de que el convoy tiene en su interior una fortuna, en un intento por aplacar la desenfrenada fiebre del oro en los bosques polacos.

El polaco Piotr Koper (izq.) y el alemán Andreas Richter /Reuters

El abogado habló por la tv polaca y dijo que en el tren puede haber “minerales valiosos”.
Versiones anteriores hablaban de un valioso botín: oro saqueado por los nazis a los prisioneros de los campos de concentración, las placas de oro y ámbar de la cámara de Ambar del zar ruso y joyas.
Se dijo también que en su interior había minas, explosivos, armas químicas, documentos y finalmente cadáveres de prisioneros del campo de concentración de Gross-Rosen.
Ese campo estaba a 30 kilómetros de Walbrzych y los prisioneros eran usados por los nazis para excavar túneles en las montañas para la construcción del gigantesco proyecto subterráneo alemán conocido como Riese (gigante); una red de búnkers y pasadizos que se extendía desde el castillo de Ksiaz hasta las montañas de la zona. Y que era usado para mover provisiones y hombres, en caso de un bombardeo aliado.
La única garantía de que el tren existe es la palabra del gobierno polaco que dice estar 99% seguro de su existencia. Afirma además que Koper y Richter les han mostrado imágenes de sonar en las que se al tren enterrado en una zona minera, a unos 70 metros de profundidad y cuya entrada al parecer también fue hallada por estos dos hombres en las últimas horas.
Lo cierto es que el ejército polaco informó que el área boscosa en donde se dice que está el tren debe despejarse antes de que pueda realizarse una búsqueda.
Ingenieros militares han visitado el sitio en el suroeste de Polonia, señalado por Koper y Richter.
Un vocero del comando de operaciones del ejército, teniente coronel Artur Golawski dijo el martes que después de la inspección les avisaron a las autoridades locales que deben despejarse árboles caídos y arbustos si se quiere hacer cualquier revisión seria del área de la ciudad de Walbrzych.
Por ahora solo existe la leyenda local que relata cómo los nazis escondieron un tren cargado de oro a principios de 1945 para que no cayera en manos del Ejército Rojo soviético. Nada más.
clarin
 

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Una ex técnico de radio de Auschwitz a juicio como cómplice de 260.000 muertes
La Justicia alemana procesará a una mujer de 91 años, operadora de radio durante el nazismo, por complicidad en el asesinato de más de 260.000 confinados en el campo de exterminio nazi de Auschwitz (actual Polonia).

La Audiencia de Kiel, en el norte de Alemania, ha informado este lunes de la acusación formal presentada por la Fiscalía contra esa mujer, de nacionalidad alemana, quien entre abril y julio de 1944 ejerció como operadora de radio en ese campo nazi, el mayor y más mortífero del Tercer Reich.

La Fiscalía le imputa complicidad en el asesinato masivo de los judíos deportados a Auschwitz durante el periodo en que estuvo de servicio en ese lugar, en la Polonia ocupada.

El proceso se inscribe en la línea de los juicios tardíos abiertos por complicidad con el nazismo tras el caso del ucraniano John Demjanjuk, ex guardia voluntario en Sobibor, que fue condenado en 2011 a cinco años de cárcel.

A partir de este precedente se reabrieron en los últimos años otros casos que anteriormente no habían prosperado por no estar apuntalados en imputaciones de responsabilidad directa en los asesinatos del nazismo.

Algunos de estos nuevos sumarios se revelaron poco después impracticables y terminaron siendo sobreseídos, por la avanzada edad y el estado de salud de los procesados, mientras que otros se han saldado con sentencias más bien simbólicas.
Entre éstos últimos casos se encuentra el del llamado 'contable de Auschwitz', el ex miembro de las SS hitlerianas Oskar Gröning, de 94 años, que fue condenado el pasado julio a cuatro años de cárcel por complicidad en la muerte de 300.000 judíos.

El ucraniano Demjanjuk, que había sido deportado de Estados Unidos a Alemania tras agotar sus abogados todos los recursos legales contra su procesamiento, murió en un asilo de ancianos de Baviera poco después de escuchar su sentencia.

http://www.elmundo.es/internacional/2015/09/21/56000801ca4741491d8b45ae.html
 

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Prora, el inmenso complejo Resort nazi con más de 10.000 dormitorios.
El Coloso de Prora, el gran balneario ideado por Hitler, un conjunto de bloques nazi de 4,5 km de largo. La idea era que fuese un paraíso vacacional, donde 20.000 nazis podrían pasar las vacaciones al mismo tiempo. Prora es considerado una de las obras edilicias más impresionante del nazismo. Hitler nunca estuvo ahí, pero se conocen discursos en los que él habla de estas playas de arena blanca como el marco ideal para forjar la “unidad” y “entereza” del pueblo alemán. (AFP/ Flickr)





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clarin
 

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Revelan la oscura historia del primer campo de la muerte donde Hitler empezó a probar cámaras de gas



Entrada al campo de concentración de Poznan / Muzeum Martyrologiczne w Zabikowie
Uno de los lugares menos conocidos de la atrocidad nazi se encuentra en Polonia, donde por primera vez las fuerzas del Tercer Reich comenzaron a experimentar con cámaras de gas de cara al exterminio en masa de prisioneros.
Se trata del campo de concentración de Poznan, ocupado por el cuerpo de combate de élite SS en octubre de 1939, luego de la invasión nazi de Polonia, y es aquí donde surgió el asesinato sistemático de pacientes psiquiátricos, combatientes de la resistencia local, académicos y cualquier persona vista por los nazis como una amenaza, informa 'Daily Mail'.
Exactamente hace 76 años las SS empezó a trasladar a los pacientes varones de un hospital psiquiátrico de la cercana localidad de Owinska, para ser utilizados como 'conejillos de indias' en experimentos en las primeras dos cámaras de gas del Tercer Reich. Cuando todos los hombres fueron asesinados empezaron a gasear a las mujeres y finalmente a los niños y personal del hospital.
Tras el 'éxito' de sus abominables experimentos, los nazis comenzaron a utilizar cámaras de gas móviles en camiones para matar a los pacientes de otros hospitales psiquiátricos de la zona. Para mediados de 1940, las SS habían asesinado al menos a 5.600 pacientes de hospitales psiquiátricos y otros cientos de polacos en el campo de concentración de Poznan.
En total se estima que entre 10.000 y 15.000 personas fueron asesinadas solo en Poznan. En 1942, el campamento dejó de gasear presos y las dos cámaras se convirtieron en celdas ordinarias, mientras que las matanzas fueron trasladadas a cámaras de gas más avanzadas construidas en Auschwitz y otros campos de exterminio.
Sin embargo, la brutalidad y el salvajismo en el campo continuaron con la tortura, las palizas y otros castigos horrorosos que eran lo cotidiano. Cuando los nazis comenzaron a perder la guerra, se decidió utilizar las instalaciones de ese campo para fines industriales.
https://actualidad.rt.com/actualidad/188392-historia-primer-campo-muerte-hitler-camara-gas
 

Barbanegra

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Libro de Hitler se podrá publicar por primera vez en 70 años
A partir del 1 de enero de 2016, por primera vez en 70 años cualquier editorial en Alemania podrá publicar el libro de Hitler, “Mi Lucha”, pero tendrá que acompañarlo con comentarios sobre el contenido que no vayan en contra de la ley.

En ese contexto se inserta el libro de reciente aparición en Alemania, “Mi Lucha-Carrera de un libro alemán”, del historiador y periodista Sven Felix Kellerhoff, quien trabajó 22 años para presentar un libro que analiza el contenido de la obra de Hitler.

Kellerhoff declaró en conferencia de prensa en Berlín que el libro es “espantoso” en el sentido de que se trata de “una mezcolanza de frases mal escritas o mal construídas, intelectualmente de muy baja calidad”. En ese sentido, es una lectura dura de llevar a cabo”, monótona en muchos momentos.

El historiador alemán asentó asimismo en su libro que Hitler le mintió al fisco sobre sus ingresos conforme fue subiendo en la escala del poder político. A final, el libro volvió millonario a Hitler y cometió fraude fiscal porque falsificó sus ingresos en su declaración.

Kellerhoff confrontó los mitos que rodean al libro y corroboró que no tienen bases reales. Criticó que durante décadas, generaciones de funcionarios, jueces, ministros e incluso un ministro presidente (Gobernador) hicieron todo lo posible para que nadie leyera el libro. Los derechos de autor quedaron en poder del gobierno de Baviera.

“Desde hace décadas impiden una discusión objetiva sobre el libro de Hitler”, aseveró.

“Mi Lucha” no se publica desde 1945 en alemán a pesar de que es el libro escrito por un alemán que ha registrado las mayores ventas en la historia con 12.4 millones de ejemplares.

Esas ventas tuvieron lugar hasta 1946. En el extranjero se han detectados traducciones a varios idiomas que suman alrededor de un millón de ejemplares.

El periodista apuntó que la tendencia va a seguir porque el Gremio de Coordinación de la Política Jurídica en Alemania calificó el libro en junio de 2014, en la perspectiva de que vencerían los derechos de autor a partir del 1 de enero de 2016, como “un horrible ejemplo de lo que es un escrito que desprecia al ser humano”.

Por lo tanto decidieron que se iba a impedir que el libro fuera publicado sin análisis sobre su contenido y comentarios que a su vez no pueden violar la ley constitucional que prohíbe todo lo que sea en Alemania incitaciones al odio contra sectores de la población, y en términos generales, contra el ser humano.

Serán los Fiscales alemanes quienes tomarán decisiones en el futuro sobre los análisis y comentarios con que sea acompañado el libro, una labor para la que no están preparados, indicó Kellerhoff.

El historiador y periodista comentó que “la obstrucción bávara” en contra de la Ciencia de la Historia ha posibilitado durante décadas que toda clase de mitos sobre el libro cuenten con tierra fértil, así como la creencia de que se trata de un libro muy peligroso para los alemanes.

Son mitos y leyendas surgidos a la sombra del oscurantismo con que se ha manejado ese libro a nivel oficial en Alemania a partir de 1946.

Por su parte, el Instituto Alemán de Historia Contemporánea publicará a principios del año próximo una edición comentada que preparó durante años con vista al vencimiento de los derechos de autor.

Esa edición tiene dos mil hojas con cinco mil comentarios y análisis, una obra que no será acequible para muchos en Alemania ni económicamente ni intelectualmente.

Kellerhoff expresó que apoya ampliamente ese profundo análisis. Señaló que hasta la fecha prevalecen tres mitos alrededor del libro: “el primero de ellos es la afirmación que nadie en Alemania ha leído ‘Mi Lucha’”.

Los datos con que cuentan los historiadores hasta ahora muestran que por lo menos uno de cada cinco alemanes adultos hasta 1946 lo leyeron en forma completa o parcial. “Se trata de una importante conclusión”, dijo.

Puso de relieve que era humanamente comprensible que hubiera alemanes que después de la derrota de Hitler y el proceso de desnazificación en Alemania no quisieran reconocer que lo habían leído, pero que más allá de eso, era una leyenda absurda.

Manifestó que otro mito o leyenda en torno al libro es que Rudolf Hess dictó el libro a Hitler, cuando éste último estaba en la cárcel de Landsberg en 1924.

“Hitler dictó a Rudolf Hess el libro”, afirmó. Hess pertenecía al partido de Hitler y en público mostraba ser un fanático seguido del Führer. “Se convirtió en 1933 en el suplente de Hitler”.

Hess fue el alto funcionario nazi que más tiempo vivió. Condenado en los juicios de Nurenberg contra los nazis, fue encarcelado de por vida y en 1987 se suicidó en la cárcel de Spandau, presidio donde se encontraban los alemanes que habían sido encontrados culpables de crímenes contra la humanidad. El propio Hess informó en una de sus cartas que Hitler le dictó “Mi Lucha”.

Otro mito es que todos los matrimonios en la Alemania nazi recibían gratis un ejemplar del libro como regalo de bodas. Düsseldorf fue una de las ciudades que mandó a hacer en esos años una edición especial como regalo de bodas, pero esa acción no llegaron a llevarla acabo ni la mitad de los municipios alemanes.

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Netanyahu culpa a un líder islámico de convencer a Hitler del Holocausto
El primer ministro asegura que el gran muftí de Jerusalén ideó el exterminio judío en 1941




Hitler recibe al gran mufti de Jerusalén en 1941 en Alemania. / Getty | vídeo: reuters-live!

Precisamente cuando se disponía este miércoles a viajar a Alemania en visita oficial, las redes sociales empezaron a entrar en combustión en Israel con un mensaje que bordea el negacionismo: Benjamín Netanyahu exculpa a Adolf Hitler de haber ideado el Holocausto. El primer ministro había afirmado la noche del martes en Jerusalén en su discurso ante los asistentes al 27º Congreso Sionista: “Hitler no quería exterminar a los judíos en aquel momento [noviembre de 1941], quería expulsarlos”. Según el jefe del Gobierno, fue el líder palestino de la época, el muftí de Jerusalén Haj Amín al Huseini, el que convenció al dirigente nazi durante un encuentro en Berlín con este argumento: “Si expulsa a los judíos, todos ellos vendrán aquí [a Palestina]”.
—“Entonces, ¿qué debo hacer con ellos?”, le replicó Hitler al muftí, según el relato que Netanyahu hizo ante el Congreso Sionista.
La popularidad del mal
— “Quemarlos”, respondió el dirigente político y religioso palestino.
Los historiadores judíos, la oposición israelí e incluso algún ministro desautorizaron, condenaron o se desligaron, respectivamente, este miércoles de las afirmaciones del primer ministro, hijo del historiador Benzion Netanyahu y aficionado a introducir citas históricas en sus discursos. En una intervención en la Knesset (Parlamento) en 2012, el líder del Likud ya se había referido al muftí al Huseini como “uno de los principales arquitectos" de la solución final.
La tesis de que el dirigente palestino fue quien ideó el plan para exterminar a los judíos en Europa ya había sido planteada por algunos historiadores, según el diario Haaretz como Barry Rubin y Wolfgang G. Schwanitz en su libro Nazis, islamistas y la construcción del moderno Oriente Próximo, que traza una línea histórica desde Al Huseini hasta la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) de Yasir Arafat. Pero estos autores no citan el diálogo que refirió Netanyahu ante los delegados del Congreso Sionista.
El profesor Dan Michan, director del Instituto para la Investigación del Holocausto en la Universidad de Bar Ilan, precisó al diario Yediot Ahoronot que la reunión entre Hitler y Al Huseini se produjo cuando ya se había iniciado el plan de exterminio masivo de los judíos.
Desde el Museo del Holocausto, la historiadora jefa de la institución, Dina Porta, aseguró que las afirmaciones de Netanyahu son “factualmente incorrectas”. “No es verdad que la idea fuera del muftí”. El profesor de historia de la Universidad de Tel Aviv Meir Litvak precisó, por su parte, que la idea de aniquilar a los judíos ya había surgido entre los nazis en 1939.
El líder de la oposición israelí, el laborista Isaac Herzog, advirtió de que las palabras de Netanyahu suponen “una peligrosa distorsión de la historia”, y exigió una inmediata rectificación por parte del primer ministro para evitar la trivialización del Holocausto y el auge del negacionismo. “El hijo de un historiador debería ser más riguroso”, apuntilló Herzog.
Moshe Yaalon, ministro de Defensa y estrecho aliado político de Netanyahu, se apartó de las afirmaciones del primer ministro en unas declaraciones a la Radio del Ejército: “La Historia es muy, muy clara. Hitler lo inició [el Holocausto]".
Para el secretario de la OLP, Saeb Erekat, “Netanyahu parece odiar tanto a los palestinos que está dispuesto a absolver a Hitler de la matanza de seis millones de judíos”. En un comunicado de la principal organización palestina, Erekat recordó que miles de palestinos combatieron en las filas aliadas durante la II Guerra Mundial.
Minutos antes de subir a bordo del avión que le conducía a Berlín, Netanyahu respondió a las críticas: "No quise decir que absolvía a Hitler de su responsabilidad, sino que el fundador de la nación palestina [Al Huseini] quería destruir a los judíos incluso antes de que existiera la ocupación de territorios o los asentamientos". El primer ministro puntualizó que el Fürher fue "el responsable de la solución final y quien tomó la decisión" de iniciar el Holocausto, pero insistió en el papel de muftí de Jerusalén en la puesta en marcha del exterminio sistemático de judíos en Europa.
elpais.es
 

Sebastian

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El Holocausto, un crimen inseparable del nazismo

La afirmación de Netanyahu se enfrenta a hechos que sólo ignoran los negacionistas
Cuando Hitler se entrevistó con el muftí de Jerusalén, el genocidio ya había empezado

Guillermo Altares 22 OCT 2015 - 16:01 CEST


Británicos y americanos en el campo de concentración de Vittel en 1944. / Corbis

Pese a ser uno de los acontecimientos más y mejor estudiados de la historia, sobre el que no acaban nunca de publicarse libros relevantes —KL. La historia de los concentración (Crítica), de Nikolaus Wachsmann, y Tierra negra (Galaxia Gutenberg), de Timothy Snyder, son los dos últimos títulos aparecidos en castellano este mismo mes después de haber logrado un enorme impacto en el mundo anglosajón—, siguen existiendo zonas oscuras en la Shoah. Quedan partes que seguramente nunca se sabrán, quizás porque la propia atrocidad y escala del crimen, la voluntad de exterminar a todo un pueblo, escapa a la comprensión. Pero hay puntos sobre los que existe un consenso general entre los historiadores, que sólo retan los revisionistas y negacionistas. Uno de ellos es que Hitler tenía la voluntad clara de exterminar a los judíos de Europa desde el principio de su carrera política, algo muy presente desde sus primeros escritos. Esto no implica que supiese cómo iba a hacerlo, pero su visión del mundo incluía la aniquilación de los judíos. Otra es que el Holocausto como exterminio industrial de este colectivo es imposible de separar de la II Guerra Mundial, sobre todo de la invasión nazi de los países que albergaban una mayor población hebrea, Polonia, en septiembre de 1939, y la Unión Soviética, en junio de 1941.

La afirmación del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, de que fue el muftí de Jerusalén, Haj Amín al Huseini, quien convenció a Hitler durante un encuentro el 28 de noviembre de 1941 en Alemania de que debía exterminar a los judíos cuando el líder nazi pensaba todavía en deportarlos no sólo contradice la opinión de todos los historiadores serios, sino que se enfrenta a hechos que sólo ignoran los negacionistas. Cuando tuvo lugar la entrevista a la que se refiere Netanyahu, el Holocausto ya había empezado. Por sólo citar un ejemplo, había tenido lugar, el 29 y 30 de septiembre, una de las mayores atrocidades cometidas por los nazis: el asesinato de casi 35.000 judíos en las afueras de Kiev, en el barranco de Babi Yar, en una sola operación de exterminio masivo.

En su correspondencia y en el libro en el que exponía su doctrina política, Mi lucha, Hitler emplea la palabra Vernichtung, exterminio, cuando habla de los judíos. En una carta de julio de 1920, compara al pueblo hebreo con “la tuberculosis racial de las naciones” y afirma que, como tal, debía ser eliminado. Muchos revisionistas mantienen que el hecho de que no se haya encontrado un documento firmado por Hitler que autorice el holocausto le exime de culpa. Casi ningún historiador cree que algo así exista, que las órdenes definitivas fueron orales, pese a que el Holocausto generó una gigantesca cantidad de documentación como si se tratase de otra actividad administrativa más —en esto se basa el concepto de la “banalidad del mal” de Hannah Arendt y los estudios del gran investigador Raoul Hilberg, autor de la obra de referencia La destrucción de los judíos de Europa—.

De los seis millones de muertos que produjo el Holocausto, la mitad más o menos fueron asesinados en campos de exterminio como Auschwitz o Treblinka, en cámaras de gas o forzados a trabajar hasta morir, pero la otra mitad fueron aniquilados por grupos especiales de las SS, los Einsatzgruppen. Estos escuadrones de la muerte empezaron a actuar en Polonia en 1939 y luego se extendieron por toda Europa del Este, especialmente por la URSS. Primero avanzaban las tropas y luego venían estos siniestros grupos cuya misión no era militar ni estratégica. Sólo tenían un cometido: asesinar en masa a los judíos y otros grupos raciales considerados inferiores. Cuando Heinrich Himmler, responsable de las SS y uno de los encargados por Hitler de llevar a cabo el exterminio, vio el efecto que estas ejecuciones masivas producían sobre los soldados, manchados de sangre y restos de hueso después de pasar horas disparando a niños, mujeres y hombres, decidió buscar un método que no destruyese la moral de las tropas. Así surgieron las cámaras de gas que, por otro lado, los nazis ya habían utilizado dentro de su programa de eutanasia.

Ian Kershaw, uno de los grandes historiadores del nazismo, biógrafo de Hitler y estudioso de la Solución Final, afirmó en un diálogo con el periodista de la BBC, Laurence Rees, investigador de los crímenes cometidos durante la II Guerra Mundial, que “las políticas contra los judíos se fueron haciendo más radicales en los 18 meses que pasaron desde la invasión de Polonia hasta la invasión de la URSS”. “Desde el principio los judíos estaban siendo exterminados por miles en la Unión Soviética y en el verano de 1941, a finales de julio o principios de agosto, se tomó la decisión de asesinar también a las mujeres y niños judíos. El genocidio de los judíos fue totalmente central en la invasión de la URSS. Esto llevó, en el otoño/invierno de 1941/1942 al genocidio total de los judíos en el territorio dominado los nazis. Pero la pregunta de si la invasión de la URSS quiere decir genocidio sólo puede ser contestada con un sí”.

El nazismo tuvo desde el principio en su propio epicentro la voluntad de exterminar a todos los judíos y empezó a llevar a cabo las matanzas desde el mismo momento en que tuvo la oportunidad —con la invasión de Polonia y la URSS—. Negarlo es negar la historia y, por lo tanto, la propia Shoah.
http://internacional.elpais.com/internacional/2015/10/22/actualidad/1445503960_786557.html
 

Shandor

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Hallan en Polonia un busto de Adolf Hitler realizado por su "escultor oficial"
La obra de mármol del austríaco Josef Thorak fue desenterrado durante las obras en el jardín del Museo nacional de Gdansk; "Está claro que fue ocultado expresamente", dijo el responsable del establecimiento


VARSOVIA.- Un busto en mármol de Adolfo Hitler realizado por el austriaco Josef Thorak, uno de los "escultores oficiales" del III Reich, fue desenterrado en Polonia, durante las obras en el jardín del Museo Nacional de Gdansk, al norte del país, informaron hoy fuentes del centro cultural.

"El busto, de unos 50 centímetros de tamaño, estaba enterrado y fue golpeado por una excavadora, durante las obras en el jardín interior del museo", indicó Lech Lopuski, uno de los responsables del departamento de escultura del museo.
"El busto está firmado por Thorak y fechado en 1942. Está claro que fue ocultado expresamente", precisó el responsable.
Entre las dos guerras mundiales, Gdansk (Danzig en alemán) fue una ciudad libre (autónoma), con una mayoría alemana.
El edificio albergaba la sede del museo municipal (Stadtmuseum). "En los próximos días, el busto será limpiado e inventariado. No se sabe aún si será expuesto o no. La cuestión es delicada", reconoció Lopuski.
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El líder nazi del Ku Klux Klan que se voló la cabeza cuando se supo que era judío
Dan Burros, «Gran Dragón» de la triple «K», no pudo soportar que un periodista descubriera su origen y se suicidó en 1965



Miembros del Klan, junto a la bandera norteamericana - Wikimedia

«No tengo nada por lo que vivir. Voy a hacerlo». Estas fueron las últimas palabras que, según se cree, dijo Daniel Burros (un líder nazi del Ku Klux Klan) antes de morir de un disparo en la cabeza. Un tiro que se pegó él mismo después de que llegara a sus oídos que el mundo iba a descubrir su origen judío. Y es que, detrás de los mensajes de racismo, odio y muerte de este «Gran Dragón» de la triple «K» había un pasado semita, pues había estudiado en una sinagoga y educado en la fe de esta religión. Una verdad que, según parece, no pudo resistir este joven de 28 años, que prefirió despedirse del mundo a su única alternativa: afrontar las miradas inquisitorias de sus compañeros. Todo ello, después de que un periodista del diario «New York Times» publicara los pormenores de su vida. Con aquellas líneas mató, sin saberlo, a uno de los máximos exponentes de esta organización racista en Nueva York.
La de Burros fue una de las historias más oscuras dentro del pasado centenario que atesora esta organización xenófoba de patente estadounidense. Un grupo que ha vuelto a recibir los focos de la notoriedad después de que los ciberactivistas de Anonymous afirmaran hace varios días que iban a desvelar la identidad de más de 1.000 de sus miembros. Una información, en principio, protegida por el Ku Klux Klan. De hecho, hace algunos meses ya se filtraron en la Red los datos personales de varios socios de este clan (entre los que destacaban cuatro senadores republicanos) del que los «hackers» se desvincularon. Ayer, por el contrario, hicieron temblar de nuevo a internet como cada 5 de noviembre. Una fecha en la que se movilizan contra la censura en la Web haciendo honor a Guy Fawkes, quien protagonizó un ataque al parlamento inglés ese mismo día, aunque en 1605.
Una organización «pacífica»
La triple «K», como se solía decir por entonces, fue alumbrada a la altura del siglo XIX, cuando los Estados Unidos acababan de poner punto y final -al menos de manera oficial- a la Guerra de Secesión. Esa contienda que, en definitiva, enfrentó durante cuatro años al norte del país (la Unión) contra las regiones del sur (los Confederados) atendiendo a lo que a cada uno se le pasaba por la mollera con respecto a políticas de esclavitud y de crecimiento económico. Concretamente, el Ku Klux Klan llegó al mundo un día de Noche Buena de 1865 en Pulaski, una localidad de Tenessee (al suroeste del país). Sus «papás» fueron seis oficiales del ejército sureño que, hasta el chambergo de las ideas en favor de los negros que les había obligado a acatar su antiguo enemigo -Abraham Lincoln-, decidieron crear un club social que diera a conocer los viejos preceptos que habían defendido junto a sus militares años antes. Entre ellos, la supremacía blanca.
El K.K.K. nació como una organización pacífica que buscaba convencer con la palabra
«En torno a un crucifijo y a unas velas, tomaron la palabra griega Kyklos, que significa “reunión”, y la acompañaron de Klan, en recuerdo a los antiguos grupos familiares escoceses, ya que los seis poseían esa ascendencia. Decidieron escribir clan con “k” para otorgar mayor notoriedad a la organización, y tanto les gustó el sonido de la palabra que, a su vez, separaron la palabra kuklos en dos palabras, cambiando la o de kuklos por una u y la s final por una más fonética x. Había nacido el Ku Klux Klan», explica la periodista y criminóloga Janire Rámila en su dossier «Ku Klux Klan ¿Quién hay detrás de la triple “K” ?». Curiosamente, y en claro contraste con la forma en que evolucionó, aquellos seis militares decidieron que su organización sería únicamente de carácter político y que solo utilizarían la palabra para convencer a sus contrarios. Nunca la violencia.
Por otro lado, también se organizaron como un grupo esotérico para ganarse, si cabía, una reputación mayor. Finalmente, también crearon unos estatutos en los que -como se dedicaron a clamar a los cuatro, cinco y seis vientos- se señalaba que su objetivo era defender a los «débiles y oprimidos». Saber a quien se referían es -a día de hoy- un misterio, pues ellos andaban bien servidos de dinero. La teoría, impecable. La práctica, amigo, fue diferente. Y es que, en los años siguientes se fueron creando a lo largo de todo el territorio sur de los Estados Unidos una serie de subclanes dependientes de esta marca que tomaron medidas más radicales como dar de latigazos, quemar, castrar o, simple y llanamente, pasarse por la navaja a los negros. De nada sirvió que Nathan Bedford, el primer «Gran Maestre» de la congregación, la disolviese al ver en lo que se estaba convirtiendo, pues se volvió a reestructurar años después con el precepto de asesinar a cualquiera que fuera de color. En las décadas siguientes el grupo se hizo todavía más violento hasta que, a finales del siglo XX, ya se había extendido por una buena parte del país. Ese fue el momento en que accedió a ella Burros.
Los inicios de un judío nazi
Daniel, que tendría en un futuro en su currículum el triste honor de ser uno de los ideólogos del nazismo moderno más destacados de su ciudad, vino al mundo el 5 de marzo de 1937. Apenas dos años antes de que el héroe de su vida adulta (Adolf Hitler) metiera su casaca grabada con esvásticas en lo más profundo de Polonia. Curiosamente si la «Wehrmacht» (las fuerzas armadas germanas) hubiesen decidido pasarse por Estados Unidos, la familia de Burros hubiese sido una de las primeras en ser enviada a un campo de concentración o exterminio. Y es que, sus padres -George y Esther- no tenían problemas en decir a voces que eran judíos y se habían llamado esposo y esposa por primera vez tras una ceremonia de la misma religión. «Sus padres contrajeron matrimonio a manos del Reverendo Bernard Kallenberg en una ceremonia judía en el Bronx», explicó el periodista del «New York Times» McCandlish Phillips en su reportaje de investigación de 1965 «State Klan Leader Hides Secret of Jewish Origin» (el mismo que leyó Burros y cuya vista le hizo suicidarse).

Fotografía de época de Burros- Wikimedia
Desde pequeño, Dan fue criado en la fe judía. No en vano asistió a la escuela hebrea de Richmond Hill y celebró su Bar Mitzvah (una ceremonia en la que los niños judíos pasan a ser responsables de sus actos) el 4 de marzo de 1950. Siempre según la versión de Phillips, Dan destacó durante su infancia por su inteligencia, pues contaba con un coeficiente intelectual de 154, lo que le convertía en más que un superdotado. Sus notas eran increíbles en todas las asignaturas, salvo en hebreo. Sin embargo, todo lo que tenía de listo lo tenía de inadaptado, pues una buena parte de su infancia la pasó sufriendo las burlas de sus compañeros. Fuera como fuese, con el paso de los meses comenzó a sentirse atraído por la estética de los uniformes nazis y, cuando el «Führer» andaba ya bajo tierra con una bala en la sien y una buena dosis de cianuro en su estómago, nuestro protagonista empezó a llenar sus cuadernos con dibujos de carros de combate germanos y fotografías de generales nazis.
En la adolescencia, la adoración de Dan por el mundo militar era ya un hecho. Así lo demostró el que, cuando apenas acababa de llegar a la adolescencia, se alistara en la Guardia Nacional. Según dicen, disfrutaba como un auténtico niño (algo que, por cierto, era) enseñando sus prendas al resto. Totalmente obnubilado por el amor a las armas y al ambiente castrense, solicitó durante su adultez ser admitido en West Point -el instituto militar más antiguo del país-. Pero fue rechazado, por lo que prefirió dirigir sus alas hacia la 101ª Compañía Aerotransportada de Paracaidistas, donde si le dieron el «OK». Sin embargo, y según determinó el «New York Press» en el obituario de Phillips -realizado cuando este falleció hace más de una década- Burros hacía honor a su apellido y era un inepto. «Tenía sobrepeso, mala coordinación, era lento y llevaba gafas gruesas, por lo que el resto se reía de él». Tal fue la presión que llevaba sobre sus hombros, que protagonizó tres intentos de suicidio falsos. En uno de ellos dio a conocer su obsesión por el nazismo, pues dejó una nota alabando a Adolf Hitler. Finalmente, sus correrías hicieron que fuera expulsado del contingente por problemas psicológicos y trastornos de conducta.
Militante del K.K.K.
Entre los 21 y los 22 años, Daniel comenzó su andanza como líder de grupos neonazis en Estados Unidos. Sus padres no creían lo que le sucedía, pero así era. Su hijo, ferviente judío, se acababa de convertir en un seguidor de Adolf Hitler. Así pues, empezó a predicar la palabra del «Führer» y a decir frases que revolvían las tripas a sus familiares. Algunas tales como «No hay nada en Estados Unidos que una matanza masiva no pueda curar» o «los judíos deben sufrir, sufrir y sufrir». En 1960 se trasladó a la sede del Partido Nazi Americano, donde juró lealtad a Adolf Hitler y a George Lincoln Rockwell, su fundador. Según la «Encyclopedia of White Power: A Sourcebook on the Radical Racist Right», esa fue también la época en la que escribió el «Official Stormtrooper Manual», una guía para los nuevos reclutas de este grupo. A su vez, fue miembro también de hasta cuatro grupos xenófobos más. Para entonces ya había perdido la razón y disfrutaba llevando consigo una pastilla de jabón en la que aparecía escrita la siguiente leyenda: «Hecha con la más fina grasa de judío».

Noticia de ABC sobre la muerte de Burros- ABC
Sin embargo, finalmente terminó diciendo adiós a este partido debido a que lo consideraba demasiado «blando» para los objetivos que perseguía y para sus ideas. «Burros era un individuo brillante, inquieto y violento que había aprendido alemán para sostener correspondencia con los neonazis de Alemania. Fue secretario del Partido Nazi Norteamericano -en el que ingresó después de rellenar un largo formulario jurado garantizando sus orígenes arios y caucásicos- pero se cansó pronto porque le parecía retórico, desorganizado e insignificante y cambió su camisa parda de fascista, por la sábana blanca del K.K.K. [El él] ingresó después de una larga investigación del K.B.L. -el Buró de investigación de la secta- con la bendición más entusiasta del gran mago imperial Robert Shelton», explicó, en 1965, el corresponsal de ABC en Washington José María Massip un día después de la muerte de Burros.
Una vez en la triple «K», nuestro protagonista empezó a dar rienda suelta a su palabrería con revistas ultra xenófobas como «The free american» (dónde señaló que Israel era «una de las cuevas desde las cuales el judaísmo internacional extiende sus tentáculos nefandos» y que Israel debía perecer. También solía escribir un folleto mensual llamado «órgano de combate del fascismo racial». Uno de sus últimos números se lo dedicó al aniversario de la muerte de Hitler. «La obra iniciada por el maestro tiene que llegar a una conclusión victoriosa», señaló. Tampoco dejó de sugerir la idea de que era necesario acabar con los judíos que había en Estados Unidos en sus artículos: «Una purga de judíos en un país violento como Estados Unidos excedería en ferocidad y totalidad a lo que hizo la Alemania nazi, que era un país altamente cultural y civilizado».
El descubrimiento de su pasado
Insulto racista por aquí, paliza a judíos por allá, Burros se terminó convirtiendo en «Gran Dragón» de Nueva York. Es decir, máximo responsable del Ku Klux Klan en la región. Aquel nuevo rango, como era de esperar, le granjeó también enemigos. Entre ellos, el Comité Parlamentario de Actividades Antiamericanas el cual, en noviembre de 1965, le citó para declarar sobre sus múltiples alborotos, palabras de odio y otras tantas cosas. «Ante la novedad, algunos periodistas curiosos se dedicaron a indagar quién era Barros y qué fuerzas le habían situado en la posición de dirigente del K.K.K. El “New York Times” encargó la información a uno de sus jóvenes reporteros, McCandish Phillips, y este, orientado por una institución judía, indagó sobre el pasado de Daniel Barros, encontrándose con que el furibundo antisemita y antinegro era hijo de padres judíos, había sido confirmado en el judaismo cuando tenía 13 años y se había educado en la escuela hebrea de la sinagoga de Queens», añadió el corresponsal de ABC en su crónica.

Varios miembros del Ku Klux Klan queman una cruz- Agencias
Intrigado por lo sucedido, el reportero le puso arrestos y, a mediados de noviembre, se plantó con una libreta y un bolígrafo en una peluquería de Queens en la que sabía que iba a encontrar a Burros. La misma en la que le cortaban el pelo al rape. Allí, le propuso una entrevista sobre sus actividades racistas que Dan aceptó encantado. Todo parecía ir sobre ruedas hasta que llegó el tema peliagudo. «Su actitud cambió repentinamente cuando el reportero le habló del matrimonio judío de sus padres -enseñándole una copia del certificado existente en un juzgado de Bronx-, de su propia confirmación a la fe hebraíca y de sus estudios con notas excelentes en la escuela de la sinagoga. Sin descomponerse ni levantar la voz, con una violencia contenida, el Gran Dragón de los K.K.K. bajó de la silla donde le estaban cortando el pelo, puso una mano sobre el hombro del reportero y le dijo: “Si esto se publica tomaré represalias, ¿entiende usted? Iré y le mataré. No me importa lo que suceda después, porque de todos modos me habría arruinado y este es el futuro de mi vida...», añadía Massip.
Una muerte anunciada
¿Qué es lo que hizo el periodista? Lejos de amedrentarse (aunque seguro que con alguna que otra duda) se fue a su casa, escribió el reportaje con la información que tenía y publicó este en el periódico dominical. Y no ocultándolo precisamente, sino a cuatro columnas bajo el titular siguiente: «Un jefe del Klan neoyorquino esconde el secreto de su origen judío». «Aquel día, Burros se encontraba fuera de Nueva York en la población de Reading, Pennsylvania. Había ido a reunirse con varios correligionarios, un Gran Dragón del Estado, llamado Frankhouser, la amiga de este, una señorita, Regina Kupisziewski, y un tal Rotella, organizador del Klan en el Estado vecino de New Jersey. Estaba muy agitado y hablaba constantemente del “New York Times”, sin explicar los motivos. “Si publican esto -les dijo dos o tres veces sin especificar de qué se trataba- iré a Nueva York hoy mismo, volaré el edificio del periódico y mataré a ese reportero”», señaló el corresponsal de ABC.
Su tensión y miedo eran totales. Por ello, a las diez y media acudió a un quiosco y compró el «New York Times». Ávido, buscó el temible artículo que le incriminaba. ¿Estaría publicado? Para su desgracia, la respuesta fue positiva. Sabedor de que su vida en el Ku Klux Klan había acabado, corrió hacia la casa que compartía con sus amigos con el periódico todavía en la mano. Desesperado, abrió la puerta de una patada y, gritando, se fue directo a un cajón de la mesita de noche. Del mismo sacó un revólver y, tras farfullar algo sobre que no tenía nada que hacer, disparó dos veces. La primera, sobre el pecho. Falló. La segunda, sobre la cabeza. En este caso si acertó de pleno, acabando con su vida.
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Los crueles «cuestionarios de la muerte» nazis para cazar judíos
Acaban de ser descubierto en Hungría 6.300 documentos que tuvieron que rellenar los ciudadanos de la capital durante la Segunda Guerra Mundial. Aunque no se ha confirmado, se cree que su objetivo era antisemita

Auschwitz, uno de los campos de exterminio que recibió más presos húngaros - Archivo ABC

Cazar judíos. Llevarles hasta los campos de concentración y, llegado el momento, asesinarles a miles. Este fue el plan que, bajo el nombre de «Solución final» («Endlosung der Judenfrage» en alemán) idearon los grandes jerarcas nazis en una fecha indeterminada para acabar con la que, según afirmaban, era una raza que no merecía estar sobre la faz de la Tierra. No obstante, con el objetivo de que llegase a buen término este plan, los hombres de la esvástica tuvieron que contar con una increíble maquinaria de la muerte detrás que buscaba, en primer lugar, identificar a los «enemigos». Una tarea para la que, entre otras cosas, los germanos utilizaron presuntamente una serie de cuestionarios que repartían entre la población y que pretendían determinar a qué grupo humano pertenecía el encuestado.
En principio, estos cuestionarios habrían quedado olvidados en la Historia como una mera anécdota (al igual que pasó con los ideados por los aliados para cazar nazis tras la Segunda Guerra Mundial) sino fuera porque, hace apenas unas jornadas, han sido descubiertos 6.300 de estos panfletos cerca del Parlamento de Budapest (Hungría). Unos documentos que fueron, según afirma en su versión digital el diario local «Kronen», repartidos en mayo de 1944 por los soldados de Hitler entre la población para desvelar si aquellos que residían en la zona cercana a la actual plaza Kossuth (lugar en el que han sido hallados) eran o no judíos. Así lo creen los expertos consultados por el diario húngaro.
Muerte y deportación en Hungría
Con la aparición de estos documentos, el negro recuerdo del nazismo vuelve a cernirse sobre Hungría, país que fue acusado en la Segunda Guerra Mundial de antisemita después de que, a partir de 1930, comenzase a ser fagocitado por Adolf Hitler y su política nacionalsocialista. Y es que, esta región se unió voluntariamente al frente formado por Alemania e Italia después de que el «Führer» le entregara algunas regiones de Checoslovaquia, Rumanía y Yugoslavia. Al parecer, con semejante regalo en las manos, los líderes del país prefirieron aliarse al que, en esos momentos, consideraban uno de los países más potentes de la vieja Europa.
No obstante, la relación entre Hungría y Alemania fue buena únicamente durante los primeros años de la contienda pues, según avanzaba la Segunda Guerra Mundial, Miklós Horthy (regente del país y, en principio, soberanamente proclive al nazismo) urdió todo tipo de planes para pactar con los aliados. El objetivo estaba claro: huir de aquel bando antes de que los aliados tomasen la zona y acabasen con los reductos germanos de la región. Como es lógico, esta decisión no gustó nada al «Führer», que devolvió el golpe enviado a la «Wehrmacht» (sus fuerzas armadas). «Tres años después de entrar en la guerra [en octubre de 1944] Horthy inició conversaciones para rendirse. La respuesta de Adolf Hitler fue la “Operación Margarita”, la invasión de Hungría para asegurar el absoluto control del país», explican Estefanía Langarita, Nacho Moreno e Irene Murillo en su reputado libro «Pagar las culpas».

Varios judíos húngaros son llevados presos- Wikimedia
Con todo, los documentos que nos ocupan fueron expedidos en mayo 1944, cuando Hitler no había sido traicionado todavía por Horthy y éste -amante todavía del nazismo- había elaborado multitud de políticas antisemitas. «Horthy, mediante sucesivas “Leyes judías”, en 1938, 1939 y 1941, había ido recortando los derechos a los súbditos húngaros de religión judía. […] Pero con la invasión nazi, de las restricciones se pasó a la persecución abierta y se metió a Hungría de lleno en la Solución Final», explican sus autores.
Así pues, antes del verano de 1944, el gobierno húngaro y los nazis comenzaron a aniquilar a los judíos a manos llenas, tarea para la que necesitaron -presuntamente y según creen historiadores como Istvan Kenyeres (Director General de los Archivos de la ciudad de Budapest)- estos test para hacer una división entre «buenos» y «malos». No sería raro, pues la fecha coincide con la épcoa en la que comenzaron a ser deportados prisioneros. «El 15 de mayo de 1944 iniciaron su marcha los primeros trenes de deportación. En los meses siguientes, cerca de medio millón de judíos de todo el país fueron trasladados a campos de exterminio», añaden los expertos.
Los «cuestionarios de la muerte»
Los cuestionarios han sido hallados en un apartamento ubicado en un edificio de la plaza Kossuth (en Budapest) cercano al Parlamento. El hallazgo, concretamente, fue realizado mientras sus dueños hacían una serie de reformas en la vivienda, En ese momento se percataron de que, tras una grieta en la pared, había más de 6.300 documentos escondidos. Con todo, en la actualidad se desconoce todavía quién los dejó allí o por qué fueron escondidos, pero no sería extraño que hubiesen sido ocultados con el objetivo de evitar que los aliados los encontrasen y los usasen para demostrar la segregación que se estaba produciendo en la zona. Un procedimiento que ya se hizo en campos de concentración como Auschwitz, donde cada papel sin quemar podía llevar a un guardia a la horca.
Fuera por la causa que fuese, lo que se tiene claro es que los 6.300 documentos que han sido encontrados fueron repartidos en los distritos XI, XII, XIII y XIV de Budapest por el Consejo de la Ciudad. Esta institución ordenó que, toda aquella vivienda que recibiese este cuestionario, debía completarlo y entregarlo en menos de 24 horas. Las preguntas que se hacían a los entrevistados eran varias, y entre ellas destacaban los nombres de los propietarios de la casa, los inquilinos que residían en ella, el nivel de renta de los encuestados y cuántos de ellos eran cristianos y judíos. Una cuestión que parece a los expertos soberanamente capciosa.

Llegada de un transporte de judíos húngaros al campo de exterminio de Auschwitz en mayo de 1944- Archivo ABC


De esta forma, y siempre según las primeras elucubraciones, el gobierno húngaro y los nazis podrían haber intentado cazar a todos aquellos judíos que no hubiesen admitido todavía su condición al estado. Algo que se comenzó a solicitar en el verano de 1944. «En 1944 se decretó que los judíos tenían que llevar una estrella amarilla pegada en la ropa y, el 15 de junio, se dispuso la concentración de los 200.000 judíos de Budapest (15% de la población) en unas 2.000 casas dispersas por la capital, señaladas con una gran estrella amarilla», determinan los autores en su extensa obra. No obstante, todavía será necesario investigar estos documentos (los cuales se encuentran en un estado de conservación muy bueno) para poder llegar a una conclusión.
Independientemente de que su uso fuese descubrir a los judíos, lo que es innegable es que, el 21 de junio de 1944, 220.000 hombres, mujeres y niños de Budapest fueron forzados a abandonar sus hogares y trasladados hasta campos de concentración. Al final de la Segunda Guerra Mundial, además, el número de asesinados por no ser arios en este país fue de 600.000. La mayoría de ellos, después de ser trasladados a Auschwitz. Estos documentos, según explica Istvan Kenyeres, servirán para recordarles y ofrecerán muchos datos demográficos de interés.
ABC.es
 

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El líder nazi del Ku Klux Klan que se voló la cabeza cuando se supo que era judío
Dan Burros, «Gran Dragón» de la triple «K», no pudo soportar que un periodista descubriera su origen y se suicidó en 1965



Miembros del Klan, junto a la bandera norteamericana - Wikimedia

«No tengo nada por lo que vivir. Voy a hacerlo». Estas fueron las últimas palabras que, según se cree, dijo Daniel Burros (un líder nazi del Ku Klux Klan) antes de morir de un disparo en la cabeza. Un tiro que se pegó él mismo después de que llegara a sus oídos que el mundo iba a descubrir su origen judío. Y es que, detrás de los mensajes de racismo, odio y muerte de este «Gran Dragón» de la triple «K» había un pasado semita, pues había estudiado en una sinagoga y educado en la fe de esta religión. Una verdad que, según parece, no pudo resistir este joven de 28 años, que prefirió despedirse del mundo a su única alternativa: afrontar las miradas inquisitorias de sus compañeros. Todo ello, después de que un periodista del diario «New York Times» publicara los pormenores de su vida. Con aquellas líneas mató, sin saberlo, a uno de los máximos exponentes de esta organización racista en Nueva York.
La de Burros fue una de las historias más oscuras dentro del pasado centenario que atesora esta organización xenófoba de patente estadounidense. Un grupo que ha vuelto a recibir los focos de la notoriedad después de que los ciberactivistas de Anonymous afirmaran hace varios días que iban a desvelar la identidad de más de 1.000 de sus miembros. Una información, en principio, protegida por el Ku Klux Klan. De hecho, hace algunos meses ya se filtraron en la Red los datos personales de varios socios de este clan (entre los que destacaban cuatro senadores republicanos) del que los «hackers» se desvincularon. Ayer, por el contrario, hicieron temblar de nuevo a internet como cada 5 de noviembre. Una fecha en la que se movilizan contra la censura en la Web haciendo honor a Guy Fawkes, quien protagonizó un ataque al parlamento inglés ese mismo día, aunque en 1605.
Una organización «pacífica»
La triple «K», como se solía decir por entonces, fue alumbrada a la altura del siglo XIX, cuando los Estados Unidos acababan de poner punto y final -al menos de manera oficial- a la Guerra de Secesión. Esa contienda que, en definitiva, enfrentó durante cuatro años al norte del país (la Unión) contra las regiones del sur (los Confederados) atendiendo a lo que a cada uno se le pasaba por la mollera con respecto a políticas de esclavitud y de crecimiento económico. Concretamente, el Ku Klux Klan llegó al mundo un día de Noche Buena de 1865 en Pulaski, una localidad de Tenessee (al suroeste del país). Sus «papás» fueron seis oficiales del ejército sureño que, hasta el chambergo de las ideas en favor de los negros que les había obligado a acatar su antiguo enemigo -Abraham Lincoln-, decidieron crear un club social que diera a conocer los viejos preceptos que habían defendido junto a sus militares años antes. Entre ellos, la supremacía blanca.
El K.K.K. nació como una organización pacífica que buscaba convencer con la palabra
«En torno a un crucifijo y a unas velas, tomaron la palabra griega Kyklos, que significa “reunión”, y la acompañaron de Klan, en recuerdo a los antiguos grupos familiares escoceses, ya que los seis poseían esa ascendencia. Decidieron escribir clan con “k” para otorgar mayor notoriedad a la organización, y tanto les gustó el sonido de la palabra que, a su vez, separaron la palabra kuklos en dos palabras, cambiando la o de kuklos por una u y la s final por una más fonética x. Había nacido el Ku Klux Klan», explica la periodista y criminóloga Janire Rámila en su dossier «Ku Klux Klan ¿Quién hay detrás de la triple “K” ?». Curiosamente, y en claro contraste con la forma en que evolucionó, aquellos seis militares decidieron que su organización sería únicamente de carácter político y que solo utilizarían la palabra para convencer a sus contrarios. Nunca la violencia.
Por otro lado, también se organizaron como un grupo esotérico para ganarse, si cabía, una reputación mayor. Finalmente, también crearon unos estatutos en los que -como se dedicaron a clamar a los cuatro, cinco y seis vientos- se señalaba que su objetivo era defender a los «débiles y oprimidos». Saber a quien se referían es -a día de hoy- un misterio, pues ellos andaban bien servidos de dinero. La teoría, impecable. La práctica, amigo, fue diferente. Y es que, en los años siguientes se fueron creando a lo largo de todo el territorio sur de los Estados Unidos una serie de subclanes dependientes de esta marca que tomaron medidas más radicales como dar de latigazos, quemar, castrar o, simple y llanamente, pasarse por la navaja a los negros. De nada sirvió que Nathan Bedford, el primer «Gran Maestre» de la congregación, la disolviese al ver en lo que se estaba convirtiendo, pues se volvió a reestructurar años después con el precepto de asesinar a cualquiera que fuera de color. En las décadas siguientes el grupo se hizo todavía más violento hasta que, a finales del siglo XX, ya se había extendido por una buena parte del país. Ese fue el momento en que accedió a ella Burros.
Los inicios de un judío nazi
Daniel, que tendría en un futuro en su currículum el triste honor de ser uno de los ideólogos del nazismo moderno más destacados de su ciudad, vino al mundo el 5 de marzo de 1937. Apenas dos años antes de que el héroe de su vida adulta (Adolf Hitler) metiera su casaca grabada con esvásticas en lo más profundo de Polonia. Curiosamente si la «Wehrmacht» (las fuerzas armadas germanas) hubiesen decidido pasarse por Estados Unidos, la familia de Burros hubiese sido una de las primeras en ser enviada a un campo de concentración o exterminio. Y es que, sus padres -George y Esther- no tenían problemas en decir a voces que eran judíos y se habían llamado esposo y esposa por primera vez tras una ceremonia de la misma religión. «Sus padres contrajeron matrimonio a manos del Reverendo Bernard Kallenberg en una ceremonia judía en el Bronx», explicó el periodista del «New York Times» McCandlish Phillips en su reportaje de investigación de 1965 «State Klan Leader Hides Secret of Jewish Origin» (el mismo que leyó Burros y cuya vista le hizo suicidarse).

Fotografía de época de Burros- Wikimedia
Desde pequeño, Dan fue criado en la fe judía. No en vano asistió a la escuela hebrea de Richmond Hill y celebró su Bar Mitzvah (una ceremonia en la que los niños judíos pasan a ser responsables de sus actos) el 4 de marzo de 1950. Siempre según la versión de Phillips, Dan destacó durante su infancia por su inteligencia, pues contaba con un coeficiente intelectual de 154, lo que le convertía en más que un superdotado. Sus notas eran increíbles en todas las asignaturas, salvo en hebreo. Sin embargo, todo lo que tenía de listo lo tenía de inadaptado, pues una buena parte de su infancia la pasó sufriendo las burlas de sus compañeros. Fuera como fuese, con el paso de los meses comenzó a sentirse atraído por la estética de los uniformes nazis y, cuando el «Führer» andaba ya bajo tierra con una bala en la sien y una buena dosis de cianuro en su estómago, nuestro protagonista empezó a llenar sus cuadernos con dibujos de carros de combate germanos y fotografías de generales nazis.
En la adolescencia, la adoración de Dan por el mundo militar era ya un hecho. Así lo demostró el que, cuando apenas acababa de llegar a la adolescencia, se alistara en la Guardia Nacional. Según dicen, disfrutaba como un auténtico niño (algo que, por cierto, era) enseñando sus prendas al resto. Totalmente obnubilado por el amor a las armas y al ambiente castrense, solicitó durante su adultez ser admitido en West Point -el instituto militar más antiguo del país-. Pero fue rechazado, por lo que prefirió dirigir sus alas hacia la 101ª Compañía Aerotransportada de Paracaidistas, donde si le dieron el «OK». Sin embargo, y según determinó el «New York Press» en el obituario de Phillips -realizado cuando este falleció hace más de una década- Burros hacía honor a su apellido y era un inepto. «Tenía sobrepeso, mala coordinación, era lento y llevaba gafas gruesas, por lo que el resto se reía de él». Tal fue la presión que llevaba sobre sus hombros, que protagonizó tres intentos de suicidio falsos. En uno de ellos dio a conocer su obsesión por el nazismo, pues dejó una nota alabando a Adolf Hitler. Finalmente, sus correrías hicieron que fuera expulsado del contingente por problemas psicológicos y trastornos de conducta.
Militante del K.K.K.
Entre los 21 y los 22 años, Daniel comenzó su andanza como líder de grupos neonazis en Estados Unidos. Sus padres no creían lo que le sucedía, pero así era. Su hijo, ferviente judío, se acababa de convertir en un seguidor de Adolf Hitler. Así pues, empezó a predicar la palabra del «Führer» y a decir frases que revolvían las tripas a sus familiares. Algunas tales como «No hay nada en Estados Unidos que una matanza masiva no pueda curar» o «los judíos deben sufrir, sufrir y sufrir». En 1960 se trasladó a la sede del Partido Nazi Americano, donde juró lealtad a Adolf Hitler y a George Lincoln Rockwell, su fundador. Según la «Encyclopedia of White Power: A Sourcebook on the Radical Racist Right», esa fue también la época en la que escribió el «Official Stormtrooper Manual», una guía para los nuevos reclutas de este grupo. A su vez, fue miembro también de hasta cuatro grupos xenófobos más. Para entonces ya había perdido la razón y disfrutaba llevando consigo una pastilla de jabón en la que aparecía escrita la siguiente leyenda: «Hecha con la más fina grasa de judío».

Noticia de ABC sobre la muerte de Burros- ABC
Sin embargo, finalmente terminó diciendo adiós a este partido debido a que lo consideraba demasiado «blando» para los objetivos que perseguía y para sus ideas. «Burros era un individuo brillante, inquieto y violento que había aprendido alemán para sostener correspondencia con los neonazis de Alemania. Fue secretario del Partido Nazi Norteamericano -en el que ingresó después de rellenar un largo formulario jurado garantizando sus orígenes arios y caucásicos- pero se cansó pronto porque le parecía retórico, desorganizado e insignificante y cambió su camisa parda de fascista, por la sábana blanca del K.K.K. [El él] ingresó después de una larga investigación del K.B.L. -el Buró de investigación de la secta- con la bendición más entusiasta del gran mago imperial Robert Shelton», explicó, en 1965, el corresponsal de ABC en Washington José María Massip un día después de la muerte de Burros.
Una vez en la triple «K», nuestro protagonista empezó a dar rienda suelta a su palabrería con revistas ultra xenófobas como «The free american» (dónde señaló que Israel era «una de las cuevas desde las cuales el judaísmo internacional extiende sus tentáculos nefandos» y que Israel debía perecer. También solía escribir un folleto mensual llamado «órgano de combate del fascismo racial». Uno de sus últimos números se lo dedicó al aniversario de la muerte de Hitler. «La obra iniciada por el maestro tiene que llegar a una conclusión victoriosa», señaló. Tampoco dejó de sugerir la idea de que era necesario acabar con los judíos que había en Estados Unidos en sus artículos: «Una purga de judíos en un país violento como Estados Unidos excedería en ferocidad y totalidad a lo que hizo la Alemania nazi, que era un país altamente cultural y civilizado».
El descubrimiento de su pasado
Insulto racista por aquí, paliza a judíos por allá, Burros se terminó convirtiendo en «Gran Dragón» de Nueva York. Es decir, máximo responsable del Ku Klux Klan en la región. Aquel nuevo rango, como era de esperar, le granjeó también enemigos. Entre ellos, el Comité Parlamentario de Actividades Antiamericanas el cual, en noviembre de 1965, le citó para declarar sobre sus múltiples alborotos, palabras de odio y otras tantas cosas. «Ante la novedad, algunos periodistas curiosos se dedicaron a indagar quién era Barros y qué fuerzas le habían situado en la posición de dirigente del K.K.K. El “New York Times” encargó la información a uno de sus jóvenes reporteros, McCandish Phillips, y este, orientado por una institución judía, indagó sobre el pasado de Daniel Barros, encontrándose con que el furibundo antisemita y antinegro era hijo de padres judíos, había sido confirmado en el judaismo cuando tenía 13 años y se había educado en la escuela hebrea de la sinagoga de Queens», añadió el corresponsal de ABC en su crónica.

Varios miembros del Ku Klux Klan queman una cruz- Agencias
Intrigado por lo sucedido, el reportero le puso arrestos y, a mediados de noviembre, se plantó con una libreta y un bolígrafo en una peluquería de Queens en la que sabía que iba a encontrar a Burros. La misma en la que le cortaban el pelo al rape. Allí, le propuso una entrevista sobre sus actividades racistas que Dan aceptó encantado. Todo parecía ir sobre ruedas hasta que llegó el tema peliagudo. «Su actitud cambió repentinamente cuando el reportero le habló del matrimonio judío de sus padres -enseñándole una copia del certificado existente en un juzgado de Bronx-, de su propia confirmación a la fe hebraíca y de sus estudios con notas excelentes en la escuela de la sinagoga. Sin descomponerse ni levantar la voz, con una violencia contenida, el Gran Dragón de los K.K.K. bajó de la silla donde le estaban cortando el pelo, puso una mano sobre el hombro del reportero y le dijo: “Si esto se publica tomaré represalias, ¿entiende usted? Iré y le mataré. No me importa lo que suceda después, porque de todos modos me habría arruinado y este es el futuro de mi vida...», añadía Massip.
Una muerte anunciada
¿Qué es lo que hizo el periodista? Lejos de amedrentarse (aunque seguro que con alguna que otra duda) se fue a su casa, escribió el reportaje con la información que tenía y publicó este en el periódico dominical. Y no ocultándolo precisamente, sino a cuatro columnas bajo el titular siguiente: «Un jefe del Klan neoyorquino esconde el secreto de su origen judío». «Aquel día, Burros se encontraba fuera de Nueva York en la población de Reading, Pennsylvania. Había ido a reunirse con varios correligionarios, un Gran Dragón del Estado, llamado Frankhouser, la amiga de este, una señorita, Regina Kupisziewski, y un tal Rotella, organizador del Klan en el Estado vecino de New Jersey. Estaba muy agitado y hablaba constantemente del “New York Times”, sin explicar los motivos. “Si publican esto -les dijo dos o tres veces sin especificar de qué se trataba- iré a Nueva York hoy mismo, volaré el edificio del periódico y mataré a ese reportero”», señaló el corresponsal de ABC.
Su tensión y miedo eran totales. Por ello, a las diez y media acudió a un quiosco y compró el «New York Times». Ávido, buscó el temible artículo que le incriminaba. ¿Estaría publicado? Para su desgracia, la respuesta fue positiva. Sabedor de que su vida en el Ku Klux Klan había acabado, corrió hacia la casa que compartía con sus amigos con el periódico todavía en la mano. Desesperado, abrió la puerta de una patada y, gritando, se fue directo a un cajón de la mesita de noche. Del mismo sacó un revólver y, tras farfullar algo sobre que no tenía nada que hacer, disparó dos veces. La primera, sobre el pecho. Falló. La segunda, sobre la cabeza. En este caso si acertó de pleno, acabando con su vida.
ABC.es


Esto me hace acordar a cuando arrestaron a Frazier Miller, gran brujo del Ku Klux Klan -sospechoso de asesinato-, justo en el momento en que tenia relaciones sexuales con un travesti negro! Y el tipo era uno de los "nazis de piés a cabeza".

:eek::D

Saludos!!!
 

Shandor

Colaborador
Colaborador
Esto me hace acordar a cuando arrestaron a Frazier Miller, gran brujo del Ku Klux Klan -sospechoso de asesinato-, justo en el momento en que tenia relaciones sexuales con un travesti negro! Y el tipo era uno de los "nazis de piés a cabeza".

:eek::D

Saludos!!!
Es justamente la demostración de la superioridad blanca sobre la homosexualidad negra. jajajajja
 
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