No es Siempre Imprescindible Combatir por la Superioridad

Derruido

Colaborador
No es Siempre Imprescindible Combatir por la Superioridad
Aérea

Comodoro José C. D’Odorico, FAA (Ret)

Pido clemencia a quienes me quieran acusar de traidor a uno de los dogmas más reverenciados del poder aéreo. Pero en este mundo librado al revisionismo hay conceptos populares que comienzan a recibir cuestionamientos no desechables. Atrincherarnos en una formalidad sin más aliado que enfáticas afirmaciones, puede ser tan imprudente como dejarnos seducir por una corriente de modernismo que todo quiere cambiar. Por eso es que ante el desconcierto que pudiera haber despertado el título, solicito un instante de reflexión antes que decidan si una indignada reacción los impulsa a hacer pagar cara la osadía que desafía el principio más respectado de la guerra en el aire ... hasta ahora por lo menos.

Como un aporte a este reclamo, pregúntense, ¿podemos jurar sobre el libro de la doctrina aérea básica que, cualesquiera sean las circunstancias de una situación, es imprescindible luchar por la obtención de la superioridad aérea antes de atacar los centros de gravedad de un enemigo? Probablemente los pilotos veteranos no vacilen en ratificar lo que ha sido una regla de oro desde que los aliados—en la II GM—sufrieron dolorosas bajas en los bombardeos masivos sobre el continente europeo. Desde aquella conflagración se comprobó que las fuerzas de superficie perdían su libertad de maniobra cuando la aviación adversaria podía atacar con cualquier tiempo y a cualquier hora las posiciones defensivas, la artillería, los trasportes terrestres y los blindados.

El concepto de necesidad de obtener la superioridad en el aire se instaló entre las fuerzas aéreas con la firmeza de un principio que debía ser respetado para asegurar el triunfo. La doctrina que acogió esta enseñanza no tardó divulgarse y venerarse en todos los países. Curiosamente, a pesar de haber causado una profunda alteración de las reglas tácticas que habían sobrevivido en el tiempo, esta noción no sugirió un estudio ulterior ampliado para determinar si era válida en cualquier circunstancia. Los estrategas aéreos prefirieron alabar y estructurar doctrinariamente las experiencias de las fuerzas aéreas que habían hecho la guerra.

Si las grandes fuerzas aprobaban ese principio, ¿qué argumento podrían utilizar las pequeñas y menos experimentadas para discutir lo que enseñaban los líderes con blasones propios? El nuevo evangelio de la guerra en el aire dominó a los estados mayores (EMs) aéreos y reprobó todo lo que contrariaba esas lecciones aprendidas a sangre y fuego. Los eventuales objetores eran condenados al ostracismo profesional y nadie se atrevió a reprochar los axiomas sacralizados por Trenchard, Douhet, Mitchell y de Seversky.

La Obtención
de la Superioridad Aérea
Comparto la idea que para disponer de libertad de maniobra en el aire y en la superficie hay que contar: 1) como mínimo, con la superioridad aérea en ciertas áreas y momentos y 2) como máximo, con el dominio del aire sobre un teatro de operaciones (TO) o un país. Pero esta coincidencia no me lleva a renegar del título. Para que la superioridad se concrete, puede que haya necesidad de empeñar importantes recursos o no. Serán las circunstancias de momento y lugar lo que determinará el verdaero grado de empeñamiento. En esencia, el problema principal no consiste en cómo eliminar el peligro proveniente del aire, sino discernir si se puede atacar sin otro trámite al oponente o se debe emprender una campaña para eliminar esos riesgos, previa a otras operaciones aéreas.

Las estrategias en nuestros días son sometidas a continuas pruebas por los nuevos sistemas de armas y modos de empleo. Por eso es tan imprudente estancarnos en el tiempo como permitir que las doctrinas en uso en los países más fuertes neutralicen el surgimiento de teorías de defensa ajustadas a una realidad local y regional. Ningún país es idéntico a otro y sus necesidades para la defensa tampoco lo son. Más allá de servir como referencia general, la doctrina extranjera suele tener limitadas aplicaciones prácticas en estados con diferencias de potencial respecto del que las redactó. Las adaptaciones apresuradas tienen más consecuencias negativas que positivas para el estado más pequeño, puesto que alientan expectativas y gastos que no concuerdan con los requerimientos reales.

En un país poco desarrollado, un análisis desprejuiciado de la situación puede lograr que un EM aéreo descarte la adhesión a una teoría general que durante un conflicto induzca mecánicamente a desgastar las pocas unidades aéreas disponibles en operaciones superfluas. La pregunta básica es ¿hay que emplear inexorablemente y con anticipación medios aéreos escasos, costosos y de difícil reposición para combatir por la obtención de la superioridad aérea? Si se respetara esta premisa sin más trámite y se confirmara esa condición favorable, ¿quedarían recursos suficientes para llevar adelante los ataques aéreos de paralización, neutralización o destrucción de objetivos estratégicos adversarios y para dar apoyo a otras fuerzas? ¿Se podrán efectuar operaciones para conseguir estos resultados centrales a pesar de la oposición que pudiera ofrecer el enemigo? O sea, ¿se podría llegar hasta los objetivos deseados y atacarlos superando la réplica de la defensa adversaria? No hay duda que las respuestas resuelven el dilema de la necesidad de combatir o no por la superioridad en el aire.

Repasemos algunos ejemplos que nos ofrece la historia militar aérea. Tal vez eso nos ayude a decidir en qué oportunidad o en qué clase de guerra habría que respetar la doctrina tradicional como dicen los libros o habría que buscar otras soluciones imaginativas. Cuando dos potencias que poseen fuerzas aéreas modernas y poderosas chocan, hay que conjeturar que ambas están en condiciones de poner en acción sendos sistemas defensivos que pueden causar sensibles pérdidas a su oponente. Examinemos someramente tres casos diferentes no demasiado lejanos.

Entre 1965 y 1972 la aviación norteamericana no planeó una batalla específica para conquistar la superioridad aérea sobre Vietnam del Norte, Laos y Camboya porque llegaba cuantas veces deseaba a cualquier punto de esos territorios para cumplir sus misiones sin correr riesgos inaceptables. Si bien tuvo pérdidas numéricas significativas, la mayor parte se registró durante los ataques con helicópteros y aviones tácticos. Las operaciones de bombardeo en Rolling Thunder y Linebacker I y II no fueron precedidas por una campaña de ataque a la aviación Vietnam y la supresión de defensas aéreas (SEAD, Suppresion of Enemy Air Defense), dedicada a obtener la superioridad aérea. Esa condición estaba configurada de hecho por la sola diferencia de magnitud, calidad y potencia de las fuerzas enfrentadas. La superioridad norteamericana fue abrumadora y la oposición presentada por los medios que soviéticos y chinos habían facilitado al Vietnam fue limitada. Los MiG-17, 19 y 21 de ese origen no fueron rivales de entidad para los F-4, 100, 102 y 105, y los B-52, 57 y 66, salvo cuando eran sorprendidos cargados de bombas1.

El segundo ejemplo lo tomamos de la guerra del Golfo Pérsico (1991), donde una coalición de más de treinta estados se lanzó contra Iraq que contaba con una FA considerable y fogueada después de ocho años de combates contra Irán. Todos esperaban que se entablase la disputa prioritaria por la superioridad aérea. La operación Desert Storm incluía cuatro fases aéreas definidas por los objetivos estratégicos de cada una, pero no fueron ordenadas siguiendo un calendario. El LG USAF Charles Horner, comandante del componente aéreo de la coalición las describió como: I (campaña aérea estratégica); II (superioridad aérea en el TO Kuwait), III (preparación del campo de batalla), y IV (la guerra terrestre)2.

La Fase II, explicaba Horner, fue pensada por Schwarzkopf como general del US Army, pero no fue discutida por el componente aéreo aunque hubo redundancia. En tanto Desert Storm se convirtió en la primera guerra aérea en paralelo de la historia al ejecutarse las tres primeras fases casi sin separación en el tiempo ni entre sí. No obstante, se alcanzaron los efectos estratégicos ambicionados con notable efectividad y pérdidas mínimas, unificando la conducción de todos los medios aeroespaciales que operaban en el TO3.

La selección de los objetivos se hizo en el USCENTCOM (US Central Command), no en Washington como durante la guerra de Vietnam y se aprovechó astutamente la sorpresa tecnológica (F-117A), el ataque masivo y la contundencia de los bombardeos con armas de precisión. El ataque aéreo estratégico no llegó a diferenciarse de los procedimientos SEAD pero conjuntamente consiguieron la paralización del C3I iraquí cuya consecuencia fue la posterior inoperancia, destrucción y desorganización de las fuerzas militares de Saddam Hussein, incluyendo su fuerza aérea, de la que se esperaba un desempeño menos humillante.

En este episodio bélico intenso pero de corta duración verificamos que la Fase I posibilitó implícitamente la conquista de la superioridad aérea sin necesidad de emprender una Fase II con ese objetivo y redundante en los efectos. La primera fase incluía intrínsecamente la obtención del control del aire que habilitaba los ataques estratégicos. Aunque en 1991 no se combatió exclusivamente para conquistar la superioridad como objetivo prioritario, la coalición no la ignoró como condición necesaria y lanzó una campaña condensada multiforme que le permitió obtener los beneficios tradicionales de la superioridad en el aire.

Tenemos un tercer caso acontecido en la guerra de Malvinas (1982) donde tampoco hubo un plan o lo que sea para ganar la ansiada libertad de cielos. Cada parte atacó con sus escasas fuerzas los objetivos militares enemigos que le interesaba, ambos explotando la limitada aptitud del otro para destruir su poder aéreo. Por eso ninguno de los contendientes pudo asegurar el control del aire y ambas fuerzas aéreas suplieron con coraje la ausencia de esa ventaja. Algunas veces, para cubrir ese déficit, los planificadores de la FAA crearon pequeñas sorpresas tácticas (procedimientos Fénix de diversión, vuelos a ras del mar) que tuvieron resultados positivos4.

Los británicos procuraron sacar partido de sus ventajas tecnológicas. A pesar de las bajas causada por esa notoria superioridad (AIM-9L, VTOLs, defensa antiaérea misilística, RWS y otros), las escuadrillas argentinas llegaron una y otra vez hasta sus objetivos. En Malvinas ninguna de las partes hubiera podido emprender una fase exclusiva de conquista de la superioridad en el aire debido a la ubicación, infraestructura del TO y la carencia de recursos en ambos lados. Ninguna de las fuerzas pudo cumplir procedimientos SEAD de envergadura, aunque las dos conocían las reglas de empleo del poder aéreo 5.

Si los lectores dispensan mi atrevimiento, creo que en el corriente siglo asistiremos a la paulatina desaparición de las campañas exclusivas que perseguían la conquista prioritaria de la superioridad aérea y los pilotos van a tener que ir al combate con una visión diferente de la situación. Esta presunción se confirma cuando observamos que las guerras al estilo de la II GM son cada vez más espaciadas. La crónica agresividad humana se encauza hoy mediante modelos operacionales distintos de los conocidos hasta poco tiempo atrás y eso llevará a los estrategas a reconsiderar su batería de factores circunstanciales.

Por eso aprecio que esta alteración implicará la reeducación de la mentalidad de los hombres del aire para acordar con las nuevas realidades político-militares. Inevitablemente habrá que renovar los conceptos doctrinarios en materias que comienzan a preocupar a líderes poítis y militares. La combinación de esas pautas, aún poco desarrolladas, causarán fuertes remezones en el pensamiento militar aéreo. Este complicado e inevitable proceso de actualización necesitará de la proverbial lucidez de los estrategas para no interferir con áreas doctrinarias que conviene conservar porque no han caducado. Las mentes brillantes, una vez más, tendrán oportunidad de lucirse recomponiendo el caudal de dogmas que determinarán la intervención aeroespacial en los próximos conflictos.

Los acontecimientos bélicos más recientes ofrecen mucho material para el estudio. La originalidad de las lecciones que extraen los investigadores, aún entrañan cierta desconfianza sobre las conclusiones y por lo tanto se les adjudia una dosis de precariedad. De allí que siga habiendo una multitud de hombres del aire que prevén combatir siempre por la obtención de la superioridad aérea, sin evaluar las peculiaridades de cada situación. Estoy convencido que los académicos tendrán una tarea ardua tratando de corregir la arquitectura intelectual de esos tradicionalistas y de explicar el motivo de los cambios, pero es preciso iniciarla cuanto antes para evitar que las fuerzas aéreas marchen detrás de los acontecimientos. La aviación siempre se ha puesto al frente de los hechos y esa posición no tiene por que ser modificada.
 

Derruido

Colaborador
Los lectores seguramente perciben que no me opongo a aprovechar los beneficios que proporciona la superioridad aérea en cualquier circunstancia bélica. Absolutamente no. Sin embargo, en mi visión personal y cuando el balance de fuerzas lo recomiende, convendrá adjudicar la primera prioridad a la ofensiva del poder aéreo para paralizar, neutralizar o destruir los blancos materiales que integran los objetivos estratégicos que posibilitarán la consecución de los fines militares.

No obstante, la necesidad de combatir en primera instancia por la superioridad o explotar directamente una razonable libertad en el aire sobre los objetivos estratégicos, es una decisión que dependerá de una correcta apreciación de Inteligencia. Como sucedió en Desert Storm, nada impide que el logro de la superioridad requerida en un lugar y moento constituya parte integrada de una campaña estratégica, pero el éxito o fracaso puede estar determinado por la calidad del trabajo de la Inteligencia. La forma práctica de lograr esas condiciones (el qué y el cómo) dependerá de cada situación, las fuerzas propias y las oponentes, lo cual determinará los tipos de operaciones a realizar y la cronología de ejecución.

El Problema Aéreo Militar
en Países de Segundo Nivel
Teóricamente, al planear una campaña aérea, el primer acto será evaluar qué se deberá hacer en función de la misión asignada y qué tipo, calidad y magnitud de oposición ofrecerá el eventual adversario. La comparación de los factores en oposición aconsejará los cursos de acción que, debidamente evaluados, darán lugar a una resolución. Pero esa decisión, a transformar en operaciones eficaces al comenzar la campaña, seguramente no tendrá una gestión sencilla. Antes de pensar qué haremos, habrá que efectuar un estudio de las capacidades enemigas y no siempre se puede contar con una Inteligencia tan completa y actualizada como se quisiera. Por lo tanto, ese paso se dará presumiendo la calidad de la defensa del oponente y deduciendo los procedimientos de ataque más convenientes.

Los países menos avanzados generalmente cuentan con pocos medios aéreos y no muy modernos. La aviación de combate que les podemos imaginar consiste, cuanto más, en escasas decenas de aparatos polivalentes de tecnología atrasada. Los proveedores prefieren mantener a otros países por debajo de sus propias capacidades, evitar focos de armamentismo y mantener un prudente equilibrio regional. Esta consideración deja entrever que los estados vecinos no tendrán que confrontar riesgos que excedan sus posibilidades de tolerancia. Esos países sólo podrán organizar una defensa aérea limitada con sectores ciegos, lo cual permite prever que no habrá respuestas muy eficientes a los supuestos ataques aéreos. Esta perspectiva será más ventajosa para un incursor que sea capaz de producir sorpresas tácticas que hasta le permitan un doble pasaje de lanzamiento o tiro sobre los blancos materiales.

Todo proyecto de ataque aéreo al interior de un territorio hostil tiene que estar correlacionado con una información actualizada y precisa. En países menores, los medios aéreos y las armas disponibles son escasos; la reposición tiene que superar una larga lista de dificultades y frustraciones; el abastecimiento de municiones es costoso y los pilotos entrenados son artículos de lujo porque siempre hay restricciones sobre el entrenamiento. Por ello cada operación de ataque demandará un delicado proceso para garantizar la recuperación de los medios que son previstos para participar en tareas subsiguientes.

La construcción de un éxito razonable se fundamentará en aeronaves preferentemente subsónicas por ser más baratas. Un avión confiable tiene que estar equipado como mínimo con un sistema de navegación y tiro, GPS (Global Positioning System), RWS (Radar Warning System), defensa contra misiles y un radar multimodo. La plataforma debe trasportar alrededor de dos toneladas de bombas PGM (Precision Guided Munition) y un mínimo de dos AIM (Air Interceptor Missile) para su autodefensa.

La disponibilidad de armas stand-off aumentaría considerablemente la peligrosidad del incursor. El reabastecimiento en vuelo sería un suplemento deseable aunque no es inhibitorio si el radio de acción táctico de la plataforma se acerca a un millar de kilómetros. La aeronave tiene que poder desarrollar perfiles de vuelo H-L-L-H para penetrar por sorpresa la defensa aérea enemiga, aunque ese tipo de navegación implica consumos muy elevados.

Este puñado de requisitos no es una respuesta a la ocurrencia caprichosa de los planificadores. El número de aeronaves de combate de las fuerzas aéreas modestas es tan bajo que cada operación debe asegurar que los aviones lleguen hasta su objetivo y puedan batirlo. En estas circunstancias sería poco juicioso embarcar la fuerza aérea de un país A en una campaña exclusiva para lograr la superioridad aérea cuando es un paso que a primera vista aparece como excesivo porque el adversario B estaría en una condición parecida a la de A. Entonces, ¿para qué combatir por algo que ya se puede explotar?

Los aviones de A tendrán una elevada probabilidad de llegar hasta los blancos designados sin que supuestamente B pueda contener el ataque. Al no haber lucha previa por la superioridad, el EM de A puede hacer uso de su inventiva para emitir órdenes fragmentarias sagaces que aseguren la penetración y neutralicen el riesgo moderado de la defensa de B. Un pensamiento parecido rondará la mente del EM de B. ¿Qué tipo de defensa opondrá A a los atacantes de sus centros sensibles? Seguramente no excederá un nivel parecido al de B. Por lo tanto, ¿por qué creeremos que B a su vez pondrá en juego sus flacos recursos en dirimir una batalla sin sentido?

Podemos acudir a un ejemplo más rotundo. El problema de superioridad aérea que se engendraría en una supuesta confrontación entre dos grandes potencias (C y D) no tendría ninguna semejanza con el derivado de un choque entre dos estados como A y B. En este caso, la obtención prioritaria de la superioridad aérea se plantearía con crudeza y urgencia. Las fuerzas enfrentadas probablemente serían poderosas y el sobrevuelo de los respectivos territorios no se podría efectuar impunemente. En el caso de A-B, la mutua libertad de acción que tendrán los oponentes será producto de la debilidad de ambas partes. Por eso los planificadores tendrán que dedicar su mejor esfuerzo a proyectar penetraciones ingeniosas dejando a un lado la teoría y doctrina que aprendieron de las grandes fuerzas aéreas. Simplemente necesitarán aplicar las propias, adecuadas a la triste realidad de sus pobrezas tercermundistas.

Ahora espero que mi pensamiento sea mejor interpretado al comprobar que no renuncio a un concepto histórico sustantivo, pero que necesita una interpretación flexible. Por eso sugiero acudir a un análisis despojado de toda rigidez ortodoxa como paso anticipado al estudio de cada conflicto. Seguramente este método ayudará a comprender el sentido del empleo de las fuerzas aéreas de países de segundo nivel.

Tambien Hay Otras Realidades
La utilización de doctrinas elaboradas para conducir medios militares de gran envergadura, causarán graves distorsiones en países como A-B por las enormes diferencias de potencial. Pero hay militares de estados débiles que manifiestan un inexplicable encandilamiento con las guerras donde participaron las grandes potencias. Entre las cosas que ambicionan es imitar al vencedor y cuando no superarlo sin hacer un examen de las condiciones en que fueron desarrolladas. A priori se sienten socios ficticios de un país E que logró aplastar la resistencia ofrecida por otro país F apenas tres o cuatro semanas después de lanzar una blitzkrieg aérea que destruyó el 85% de los objetivos estratégicos atacados, incluyendo la aviación de F.

Aunque no son protagonistas, comparten entusiastamente la victoria y se dejan hechizar por la doctrina que apadrinó el resonante triunfo. Ingenuamente soslayan que los estados poderosos operan con reglas que responden a sus capacidades materiales, ámbito en el que ellos quedan atrás a mucha distancia. Por lo tanto, la doctrina para A-B no puede ser equivalente a la del estado E. Pero eso no significa que echemos al trasto todo lo que hicieron o pensaron los grandes. Toda lección enseñada en la universidad de la guerra merece ser respetada, evaluada y compatibilizada en la escuela secundaria donde se instruyen los profesionales de segundo nivel. Lo que no deben hacer los aviadores de A-B es aspirar a una maestría universitaria cuando están, desde el ángulo del equipamiento, en una escuela para adolescentes.

Como si hubiera pocos problemas que resolver, hay nuevas situaciones estratégicas en configuración que sugieren una inmediata revisión de la doctrina actual. El tipo de guerra (convencional) que conocimos entre la primera década y fines del siglo XX, cuando el poder aéreo comenzó a intervenir en los combates (I GM) hasta las operaciones en Kosovo, prácticamente se está evaporando y es sustituida por una pluralidad de estallidos que se asemejan a persistentes pero peligrosas rencillas domésticas antes que a las confrontaciones bélicas de antaño. Sin embargo, esos focos tienen una virulencia insospechable que deriva en problemas socio—políticos y económicos casi tan inquietantes como los que provocaban las viejas guerras, puesto que impulsan la intervención militar de las potencias a través de organismos y coaliciones.

En estos TOs no sólo tambalea el dogma de combatir invariablemente por la superioridad aérea. La misma teoría y doctrina militar convencional se inestabiliza porque la confrontación se entabla habitualmente entre un Estado y un contrincante etéreo (Chechenia, Colombia, Afganistán, Iraq), donde los difusos oponentes carecen de recursos aéreos a los que teóricamente habría que discutirles la superioridad. En muy pocos casos esos contrincantes poseen medios aéreos militares, admitiendo como tales algún puñado de antiguos aviones de combate o de la aviación general con matrículas civiles. En este último caso, los usuarios seguramente procurarán refugiarse en las normas restrictivas de la OACI aunque cumplan funciones distintas a las protegidas.

Además, no siempre hay territorios claramente identificados como enemigos hacia donde dirigir los caza—bombarderos para destruir blancos estratégicos. Generalmente las zonas hostiles se superponen con las que jurídicamente debieran estar bajo el control del Gobierno legal. Más aún, frecuentemente los focos de violencia están en áreas urbanas. Allí la detección del adversario es terriblemente complicada y la aviación de ataque no puede intervenir sin correr el riesgo de causar bajas fratricidas y efectos políticos indeseados6.

En estas circunstancias tan extrañas, los EMs ¿tendrán que seguir pensando cómo ganar la libertad de acción en el aire? Si nos atenemos a la historia cercana, eso es cada vez menos probable. Las bandas fuera de la ley pueden organizar una incipiente defensa antiaérea con armas automáticas de pequeño calibre y MANPADS (Man—Portable Air Defense System), letales contra los vuelos a baja altura. Esa defensa puede causar derribos porque la mayor parte de los vuelos con aeronaves de alas fijas y rotativas son de ese tenor, sobre espacios abiertos donde el adversario suele encontrar refugio contra las incursiones aéreas. La vulnerabilidad de los helicópteros aumenta sustancialmente, a pesar de sus sofisticadas defensas, cuando tienen que operar en zonas urbanizadas.

En las regiones ocupadas por guerrillas, la disputa de la superioridad aérea queda descartada por falta de necesidad y no porque se cuestione el concepto. El Estado es agredido por elementos armados de superficie que siguen las reglas de la guerra de guerrillas. En esos casos la fuerza aérea tiene el dominio del aire sin empeñarse previamente en combate. Esta premisa no excluye el riesgo planteado por las armas anti-aéreas que tuviera el enemigo, pero tampoco llega a justificar operaciones SEAD por la calidad y volatilidad de los blancos, móviles y muy pequeños. Esa defensa precaria no ofrece una oposición significativa y no impide la explotación directa de la superioridad. En cambio, los EMs tienen que planear operaciones de cooperación con las fuerzas terrestres que tienen la responsabilidad operacional prioritaria. En esa situación, la batalla se combatirá en la superficie con fuerzas especiales y el apoyo que puedan brindar los otros servicios.

¿Esto quiere decir que al no tener un opositor en el aire la fuerza aérea dejará de tener un papel destacado en la lucha? La abolición del combate por la superioridad aérea, no desconoce los valiosos servicios que la aviación puede cumplir en estos TOs. Esta fuerza tiene mucho que ofrecer en materia de exploración y reconocimiento ofensivo, transporte táctico, comando y control en vuelo, procedimientos sicológicos, apoyo de fuego cercano (CAS, Close Air Support), CSAR (Combat Search and Rescue) y medevac (Medical Evacuation.)

Tampoco podemos olvidar el desarrollo de las plataformas guiadas no tripuladas para reconocimiento y ataque a blancos de superficie a grandes distancias. El Congreso norteamericano ha previsto la participación de estos aparatos en la futura estrategia de defensa nacional y en el Acta de Inversión, FY 2001, ha destacado "debemos establecer como meta que las fuerzas armadas. puedan poner en servicio tecnología de control remoto y sin tripulación humana, de modo que hacia el 2010 una tercera parte de la flota de aeronaves que efectúen ataques profundos no tenga tripulación." Pasando a los hechos, asignaron ese año $ 667 millones a los UAVs-UCAVs (Unmanned—Combat Aerial Vehicle)7.

Los países de segundo nivel con bajos recursos para su defensa, están lejos de incluirlos en sus arsenales salvo aquellos sistemas más modestos. Cuando esos proyectos ofensivos adquieran status operativo en el hemisferio Norte, producirán una revolución en la doctrina aeroespacial. Dos ejemplos que anticipan el porvenir cercano. El avión sin piloto Northrop Grumman RQ-4A Global Hawk voló sin escalas entre USA y Australia en 23 hs., pero puede mantenerse en el aire 40 hs. a 22.000 m de altura con una velocidad de 640 km/h. Diversos UCAVs son evaluados por la DARPA, Boeing y Lockheed Martín en USA, y Dassault en Francia7. Esos proyectos dejan suponer que pronto habrá plataformas furtivas que llegarán a sus objetivos sin esperar el desenlace de una campaña para obtener la superioridad.

Aunque los países menos ricos tengan que continuar pensando por muchos años en operaciones aéreas "históricas" debido a la antigüedad de los medios, no quiere decir que abandonen definitivamente la esperanza de contar con algunas novedades técnicas. La estrechez financiera puede ser un incentivo para impulsar la investigación nacional al ritmo de los presupuestos. El CITEFA (Argentina) por ejemplo, desarrolla lentamente un RPV (Remote Piloted Vehicle) de alas rotativas que puede ser un comienzo interesante8.

En los TOs "no convencionales" se percibe una condición operacional que sugiere el empleo de fuerzas poco numerosas en espacios reducidos, donde no hay sistemas de objetivos y sí blancos pequeños relativamente valiosos. Pero no debemos equivocarnos. El cambio que contemplamos no implica estar frente al ocaso del mantenimiento y explotación de la superioridad en el aire. Si bien el nuevo escenario militar es distinto a los acostumbrados, hay que retener la posibilidad de la guerra convencional como una opción poco probable, lo cual no es igual que imposible.

Consejos a Los Jóvenes Aviadores
Aseverar que "no siempre es imprescindible combatir para lograr la superioridad aérea" tal vez levante acusaciones airadas de traicionar la doctrina que posibilitó la gloria del poder aéreo. Pero en los debates menos vehementes se enfriarán de a poco las convicciones ortodoxas más rígidas con pruebas basadas en experiencias fehacientes. A estos fines concurrirán los ejemplos y ejercitaciones donde se incorporen factores no convencionales.

Los estrategas progresistas de pensamiento abierto, seguramente recibirán la admiración y respeto de los investigadores y estudiosos. Es imperioso no quedar atrasados en la puesta a punto de las doctrinas, pero no es la primera vez que una necesidad de cambio engendra perturbaciones en la familia aeronáutica. Los miembros de la comunidad aérea deben recordar que la aviación se caracteriza por una sostenida predisposición a producir frecuentes y sorprendentes novedades. Basta recordar que el hombre sólo tardó 66 años desde que comenzó a volar en un ingenio "más pesado que el aire" hasta llegar a la Luna.

¿Cuál fue la principal virtud de los profetas que tuvieron una visión premonitoria y certera del poder aéreo? Anticipar lo que la aviación podría hacer para lograr la decisión en una guerra futura. Para ello se fundaron en razonamientos e intuiciones antes que en formulaciones científicas y esa manera de actuar no tiene por que cambiar aunque las circunstancias, por supuesto, sean diferentes de los "viejos buenos tiempos." Una vez más estamos tratando de adelantarnos a lo que las fuerzas aéreas modernas podrán hacer si cuentan con información confiable y un grado de detalle enormemente superior al de los primeros momentos de la aeronáutica. Lo importante es advertir que estamos ante mudanzas sustanciales en el desarrollo de los conflictos. Entonces hay que mostrar amplitud de espíritu y comprensión porque las variantes que se avecinan obligarán a corregir la teoría del poder aéreo, aunque sin derribar sus esencias.

Esta es la síntesis de mi posición, donde subrayo la conveniencia de hacer un acabado examen del escenario antes de decidir si es preciso combatir por la superioridad aérea. Es muy profesional no empeñar esfuerzos inútiles que no rendirán frutos mientras que insumen costosos y escasos recursos aéreos. Es un riesgo que corren tanto países ricos como pobres, con la diferencia que los primeros pueden sustituir sus pérdidas con ayuda de sus industrias y finanzas nacionales. En los segundos, los errores tienen consecuencia más seria ya que al dilapidar sus medios aéreos en acciones sobrantes de superioridad, gravitan negativamente sobre otras operaciones que también demandan el empleo del poder aéreo.

Este pensamiento no está en contra de la anulación de la aviación enemiga, sus bases y sus fuentes de abastecimiento, pero tiene una pequeña diferencia con el concepto de la lucha por la superioridad. Esta última determinación se satisface mediante una fase aérea inicial específica destinada a obtener esa ventaja porque la aviación adversaria puede coartar la libertad de acción propia sobre los objetivos a batir. En cambio, se debe descartar cuando está inspirada por la sola idea de destruir los medios aéreos enemigos con un fin puramente dogmático. En el primer caso habrá que planear operaciones SEAD y la destrucción de las unidades aéreas oponentes en la tierra y el aire. En el segundo caso, el ataque a la aviación enemiga será llevado a cabo como un procedimiento paralelo para reforzar la libertad de operar que ya posee el incursor.

Por eso los planificadores tienen que hacer su trabajo con la mente fría, sin dejarse intimidar por los reparos que intercalan los conservadores. El examen metódico de la situación aconsejará los mejores cursos de acción que serán refrendados con una aceptabilidad óptima. Para garantizar ese efecto se necesitará contar con una Inteligencia bien informada y ágil. Una base de datos desactualizada e incompleta originará acciones defectuosas y esos descuidos en el ámbito aeroespacial son muy onerosos.

Por eso la decisión de combatir o no por la superioridad aérea es una responsabilidad superior que no puede ser delegada ni adoptada ciegamente como si tuviera una prioridad inconmovible. En el EM, el Departamento Operaciones tiene que ser muy exigente con su par de Inteligencia antes de hacer la propuesta de los cursos de acción. Es muy importante que el A-3 y su equipo tengan una opinión clara sobre la necesidad o no de planear el combate por el control del aire como paso previo. La conquista de esa situación como fin último carece de sentido práctico si no es continuada por su explotación.

La superioridad aérea es una condición favorable a crear o explotar directamente para lograr posteriores resultados estratégicos. Reitero que no estoy en contra de esa idea, pero estoy convencido que no siempre hay que desgastar los escasos recursos aéreos realizando operaciones que se puedan economizar. Si desde el primer instante A puede atacar el corazón de su enemigo B con una libertad de acción juzgada suficiente, ¿por qué razón se enfrascará en un combate aleatorio? Si el adversario B evidencia una debilidad semejante a la de A, tenrá una endeble presencia sobre los objetivos y no podrá hacer una oposición efectiva. Presuntamente A podrá cumplir satisfactoriamente su misión sin emprender operaciones redundantes.

Si este sencillo pensamiento se incorpora a la doctrina y la rutina de los EMs, se dará otro paso en favor del empleo eficaz de los medios aéreos, por cuanto objetivamente habrá una mejor relación costo—beneficio. En las pequeñas fuerzas aéreas, un solo avión de combate probablemente sea equivalente a toda una unidad en las grandes potencias y esa apreciación justifica que su empleo se oriente hacia los objetivos más rentables. El valor militar de una plataforma aérea no está representado únicamente por el costo monetario de adquisición. La posibilidad de reemplazarla durante un conflicto es más que compleja puesto que los países de segundo nivel envueltos en una guerra, son condenados al embargo por los fabricantes mundiales.

Epílogo
No se si estos argumentos lograrán el objetivo que busco, es decir, abrir un debate sobre este enfoque doctrinario. Si consigo que los lectores discutan las ideas expuestas me doy por satisfecho, aunque sus conclusiones no acuerden con mi razonamiento. Lejos estoy de reclamar la total coincidencia. Lo que intento es sacudir el polvo a nociones que ya han sido archivadas por los conformistas en el desván de la historia aeronáutica. Hay demasiadas variaciones en los conflictos humanos como para permanecer indolentes ante las reglas de empeñamiento y las doctrinas que fueron buenas para las guerras pasadas.

A pesar de la sustancial brecha con las potencias de primer nivel, las pequeñas fuerzas aéreas no tienen que depender exclusivamente de la doctrina que consigan, le quieran transmitir o les sugieran desde afuera. Durante mucho tiempo estas fuerzas se han sentido deudoras de los acontecimientos en países lejanos y han cedido a la tentación de acogerse a las experiencias ajenas creyendo que la imitación las eximiría de preparar doctrinas autóctonas. Admito que ese hábito dejó algún saldo positivo pero también errores que no fueron corregidos oportunamente y por los cuales se han pagado un precio. Sin embargo, siempre se está a tiempo de cambiar la propensión a creer que lo importado es perfecto mientras que lo propio carece de calidad.

Las fuerzas aéreas menores tienen que adecuarse a sus propias circunstancias y problemas, aprovechando a fondo lo útil y dejando de lado lo excedente. Hay que descubrir el cosmos propio y aprender a operar dentro de él, optimizando lo que está disponible y utilizable. No hay que dejarse hipnotizar por los prodigiosos espejismos que tan generosamente muestra la publicidad procedente de los países avanzados y en cambio proponemos dirigir la mirada hacia los problemas regionales, los que efectivamente hay que resolver.

http://www.airpower.maxwell.af.mil/apjinternational/apj-s/2005/2tri05/dodorico.html
 

Julian5000

Colaborador
Solo soy un aficionado a estos temas..., pero no puedo no preguntar...
¿La obtención de la sup aer no depende de las distintas necesidades tácticas ?
Si no se cuenta con vectores aéreos modernos y en número suficiente se me hace que sería muy difícil establecer un "status de superioridad aérea" constante.
De modo que me acerco un poco a lo expresado en el artículo, que es compatible con las capacidades de FA de segundo o tercer orden ya que para que se de una situación estratégica de superioridad aérea total, como la que se dió en Irak, habría que tener los recursos de la coalición, la tecnología de la coalición, la capacidad C3I de la coalición y todo lo demás.

Si creo que hay que tener la capacidad básica para enfrentar las situaciones que depara la guerra de hoy donde la tecnología es un factor multiplicador de la eficacia de los distintos SdAs
Imagino que a los pilotos les interesará explorar nuevas doctrinas para no sumar atraso conceptual al atraso del material.
 
No comparto la opinión del autor. Si bien es cierto que la superioridad aérea no ha permitido ganar terreno en Afganistán, Irak o en el conflicto Israel-Líbano, creo que son teatros muy especiales y únicos... excepto que a partir de éstas experiencias todos los ejércitos del mundo operen como guerrillas......:confused: :confused:
 

jedi-knigth

Colaborador Flankeriano
Colaborador
Aunque los países menos ricos tengan que continuar pensando por muchos años en operaciones aéreas "históricas" debido a la antigüedad de los medios, no quiere decir que abandonen definitivamente la esperanza de contar con algunas novedades técnicas. La estrechez financiera puede ser un incentivo para impulsar la investigación nacional al ritmo de los presupuestos. El CITEFA (Argentina) por ejemplo, desarrolla lentamente un RPV (Remote Piloted Vehicle) de alas rotativas que puede ser un comienzo interesante8.
Parece que siguen trabajando en el RPV basado en un helo de Cicare.
 

Derruido

Colaborador
spirit666 dijo:
No comparto la opinión del autor. Si bien es cierto que la superioridad aérea no ha permitido ganar terreno en Afganistán, Irak o en el conflicto Israel-Líbano, creo que son teatros muy especiales y únicos... excepto que a partir de éstas experiencias todos los ejércitos del mundo operen como guerrillas......:confused: :confused:
Comodoro José C. D’Odorico, FAA (Ret)
Claudio, tal vez trata de justificar por que la FAA tiene lo que tiene y está como está.:( :( :( Tan lejos de la realidad no está.

Saludos
Derruido
 
spirit666 dijo:
No comparto la opinión del autor. Si bien es cierto que la superioridad aérea no ha permitido ganar terreno en Afganistán, Irak o en el conflicto Israel-Líbano, creo que son teatros muy especiales y únicos... excepto que a partir de éstas experiencias todos los ejércitos del mundo operen como guerrillas......:confused: :confused:

Como los Vietnamitas,....
Como los Serbios........
Como los Chechenos.....
Como los Palestinos,......
Como los Afganos, ......
Como los Irakies,......

O mejor dicho cuando perdes todo, pero no la voluntad de pelear,.....
 

Derruido

Colaborador
SG-1 dijo:
Como los Vietnamitas,....
Como los Serbios........
Como los Chechenos.....
Como los Palestinos,......
Como los Afganos, ......
Como los Irakies,......

O mejor dicho cuando perdes todo, pero no la voluntad de pelear,.....

Algo particular de esos paises, es que a la guerra no la pelearon en el aire, sino en tierra.:rolleyes:

Bueno al paso que vamos, nosotros también.:( :( :(

Saludos
Derruido

PD_ ¿Y a que costo?
 
Si, pero el costo en vidas humanas civiles de esos paìses es imposible de trasladarlo a la Argentina (paìs donde la muerte de dos piqueteros fue considerada una "masacre"). Por lo tanto todas esas experiencias de guerra, no son trasladables a nuestro paìs. Ergo, la Argentina no puede plantearse ni remotamente "jugar" a ser el Vietnam, ni Iraq, ni Afgnanistàn ( es el ejemplo inverso de guerra asimètrica que el paìs no puede encarar).

La ùnica asimetrìa viable para nuestras hipòtesis de conflicto de las FFAA son contra el terrorismo internacional y no el de asumir el rol de paìs dèbil militarmente dispuesto a asumir un gran costo en pèrdida de vidas humanas propias contra una gran potencia en una guerra asimètrica desfavorable militarmente en medios.
 
Ahora puede que sea una pregunta media ******...pero ¿por que son tan importantes los sistemas de defensas AA si la la superioridad no es tan imporatante?...osea suena confuso pero es al mismo tiempo correlativo...para mi punto de vista el no tener un vector de actuacion aerea es una declaracion poco seria.

Saludos
 

Derruido

Colaborador
sebastian_porras dijo:
Si, pero el costo en vidas humanas civiles de esos paìses es imposible de trasladarlo a la Argentina (paìs donde la muerte de dos piqueteros fue considerada una "masacre"). Por lo tanto todas esas experiencias de guerra, no son trasladables a nuestro paìs. Ergo, la Argentina no puede plantearse ni remotamente "jugar" a ser el Vietnam, ni Iraq, ni Afgnanistàn ( es el ejemplo inverso de guerra asimètrica que el paìs no puede encarar).

La ùnica asimetrìa viable para nuestras hipòtesis de conflicto de las FFAA son contra el terrorismo internacional y no el de asumir el rol de paìs dèbil militarmente dispuesto a asumir un gran costo en pèrdida de vidas humanas propias contra una gran potencia en una guerra asimètrica desfavorable militarmente en medios.

Seba, hoy por hoy somos un país militarmente muy débil y sin tesón como para afrontar miles de muertos como los paises ya mencionados.

El único país del mundo y que no figura en esa pequeña lista, que no le importa si mueren 10000 o varios millones es Rusia. El claro ejemplo es que aún después del accidente nuclear más grande la historia, el pueblo se siguio sacrificando. Creo que si a nosotros nos pasara algo parecido, TODOS los Argentos abandonariamos el bote inmeditamente.:rolleyes:

Por eso es completamente cierta tu apreciación sobre el tema.

Saludos
Derruido
 

Derruido

Colaborador
Redefiniendo Asimetrías en el Empleo del Poder Aéreo
Mayor José Palermo, Fuerza Aérea Uruguaya




EL PRESENTE TRABAJO busca aportar elementos que contribuyan al desarrollo de una visión más amplia de la noción de conflicto militar asimétrico, en la cual se incluya la perspectiva que de este fenómeno se puede tener desde un país relativamente pequeño e institucionalmente fuerte, centrándose el estudio en particular sobre la aplicación del poder aéreo en dichos conflictos.

El artículo va de lo general a lo particular, estudiando en primera instancia la naturaleza del conflicto asimétrico, posteriormente el conflicto asimétrico desde el punto de vista militar y finalmente el empleo del poder aéreo en estos conflictos, haciendo hincapié en la doble consideración que se deberá hacer de los mismos (dicotomía fuerte-débil).

Las reflexiones vertidas a continuación presuponen que las fuerzas militares que intervienen en los eventuales conflictos sobre los que se teoriza o describen, se encuentran habilitadas para participar en los mismos de acuerdo al marco jurídico particular de cada Estado y a las oportunas directivas legítimas del gobierno correspondiente. Habrá que estudiar las soluciones particulares a la luz de cada orden jurídico específico a efectos de dar solución a temas tales como en que casos deben intervenir las Fuerzas Policiales o las Fuerzas Militares para neutralizar las eventuales amenazas, uso de fuerzas militares dentro y fuera de fronteras, uso de la fuerza mortal, etc.

Análisis
Para iniciar el estudio propuesto, se torna necesario definir claramente el objeto de estudio, esto es determinar sin lugar a dudas cuáles son las nociones de "conflicto asimétrico", "guerra asimétrica" y "enemigo asimétrico", ya que existe un uso promiscuo de los términos, los cuales se emplean en distintas acepciones, que si bien son verdaderas en sí mismas, resultan poco claras, incorporan elementos extraños y contribuyen en definitiva a la confusión del lector, ya que representan una tendencia muy generalizada mezclando la noción de "conflicto asimétrico" con una de las formas (la más eficaz por cierto) de abordar el mismo. A modo de ejemplo, basta señalar que "se refiere a la manera y medios extremos de lucha que no corresponden a los objetivos y medios de combate del oponente, utilizando recursos diferentes a los del adversario" o que es "recurso que utiliza el poder más débil al atacar de una manera imprevista el lado vulnerable del poder más fuerte" 1. Se puede percibir en estos ejemplos que se recurre una noción más bien de tipo intuitivo.

Es importante aclarar que debe deslindarse completamente de la noción de "guerra asimétrica" el concepto de "terrorismo". El terrorismo es un instrumento ilegítimo de lucha, que puede ser empleado en conflictos "simétricos o asimétricos", que no se ajusta a las reglas de la guerra convencional y que persigue el infundir temor.

Cualquier ejército o fuerza beligerante puede—y llegado el caso debe—usar legítimamente formas de lucha asimétrica sin por ello caer en las prácticas terroristas.

En definitiva, el terrorismo es un instrumento de lucha que puede usarse durante cualquier tipo de conflicto humano, ("simétrico" o "asimétrico", de "alta intensidad" o "baja intensidad", "internacionales" o "de liberación nacional", etc.) y que por tanto no integra la definición de "guerra asimétrica" que propone este trabajo.

¿Qué es un conflicto asimétrico?
El conflicto se define como un proceso dinámico donde actitudes, comportamientos y estructuras se interrelacionan. El conflicto surge cuando los intereses de las partes entran en colisión o las relaciones entre ellas se tornan opresivas. Así, las partes en conflicto comienzan a desarrollar actitudes hostiles y comportamientos conflictuales.

La formación del conflicto, entonces, comienza a gestarse, crecer y desarrollarse en una espiral donde la desconfianza y mitificación mutuas aumentan la distancia entre las partes. Mientras esto sucede, el conflicto se expande, puede involucrar a otras partes, profundizarse, esparcirse y generar conflictos secundarios derivados del principal al interior de los mismos grupos o entre terceros no comprometidos en el primer conflicto.

Cuando se habla de los conflictos en general, éstos se pueden clasificar atendiendo específicamente al factor "poder", en:

Simétricos: La relación de poder es similar, es decir, ambas partes tienen cuotas similares de poder.

Asimétricos: La relación entre las partes implica una considerable diferencia respecto a los poderes en pugna. Ej.: mayoría versus minoría, jefe versus empleados, amo versus siervo, etc.

En los conflictos asimétricos, la raíz del conflicto no se ubica necesariamente en un particular interés que pueda estar generando contraposición entre las partes, sino indica que el problema se encuentra localizado precisamente en las características de cada uno y la relación que establecen. La resolución de conflictos en su enfoque tradicional está principalmente circunscrita a los conflictos simétricos. En aquellos de tipo asimétrico, la estructura está determinada de tal forma que en teoría, el más fuerte siempre debería ganar y el de inferior poder siempre debería perder. Por esto, la única forma de resolver este tipo de conflicto en forma pacífica es cambiando las estructuras, lo que no representa obviamente el interés del fuerte.

En consecuencia, no puede existir un resultado ganador-ganador por compromiso bilateral (que es la forma más racional de resolver un conflicto de tipo simétrico). Se requiere la necesaria intervención de una tercera parte que aúne esfuerzos con los que representan la parte débil del conflicto para llegar a un acuerdo negociado que evite la violencia.

Los conflictos asimétricos representan un alto costo para ambas partes (es opresivo ser opresor aunque no tanto como ser oprimido). También hay costos para los fuertes que deben mantener un estándar de opresión constante para impedir la subversión. En conflictos asimétricos severos llega un momento en que el costo se hace insostenible para ambas partes. Aquí, la dinámica para resolver el conflicto pasa por un cambio de la estructura actual de relaciones a otra.2

¿Qué es una guerra asimétrica?
Si recurrimos al diccionario, en el mismo podremos encontrar una definición académica de la palabra guerra: " (Del germano werra, discordia pelea) . . . lucha armada entre dos o más naciones o entre bandos de una misma nación. . . ."3

Por tanto, queda claro que la guerra es un conflicto (discordia, pelea, lucha) en gran escala (entre dos o más naciones o entre bandos de una misma nación) y se distingue de otros conflictos porque en él se emplean las armas (lucha armada). Dicho de otra forma, se utiliza el "poder militar".

Combinando esta definición de guerra como forma de conflicto en el que se aplica el poder militar con la anterior de "conflicto asimétrico", esto es, aquel conflicto en el que la relación entre las partes implica una considerable diferencia respecto de los poderes en pugna, podemos arribar a una noción clara del término "guerra asimétrica", la que quedaría definida como aquel conflicto armado en gran escala donde la relación entre las partes implica una considerable diferencia respecto de los "poderes militares" en pugna.

Las partes en una guerra se denominan enemigos, por lo tanto, la verdadera esencia de la guerra asimétrica es el desequilibrio del poder militar que existe entre los enemigos.

Queda claro pues que los medios de lucha extremos o novedosos, el uso de recursos exóticos e imprevistos, etc., por parte del adversario cuyo poder militar es el más débil, constituye una consecuencia natural de este tipo de guerra y si bien la caracterizan, no deben integrar su definición, ya que son la consecuencia de un desnivel de poderes y no parte de su esencia.

La guerra asimétrica
El concepto de guerra y enemigos asimétricos no es nuevo, si bien ha tomado fuerza en la última década. Recordemos por ejemplo la alegoría bíblica de David y Goliat donde están presentes todos los elementos del enfrentamiento asimétrico. David representa a un pueblo pequeño, mal armado pero sumamente decidido, que se enfrenta a un enemigo gigante, fuerte, muy bien equipado para el combate, lo que constituye un desequilibrio de poder paradigmático. David, mediante la utilización de una onda –empleando tácticas de combate novedosas—consigue derrotar a su fuerte enemigo sin que este tuviera la oportunidad de hacer uso de un armamento convencional para la época como era su espada o sin que su armadura pudiera llegar a protegerlo.

Existen básicamente dos formas de enfrentar una guerra asimétrica, esto es una forma tradicional utilizando los mismos medios y las mismas técnicas que para la "guerra simétrica" y el enfoque "no tradicional" o "asimétrico" propiamente dicho, introduciendo en el conflicto los "medios extremos de lucha que no corresponden a los objetivos y medios de combate del oponente, utilizando recursos diferentes a los del adversario". A estas dos formas deberíamos agregar una tercera que es la versión "terrorista", con las salvedades que se hicieron al principio de este trabajo sobre una práctica delictiva condenable que no puede ser adoptada por un Estado respetuoso de las convenciones sobre la guerra.

Enfoque tradicional o disuasivo
Clausewitz en su obra "De la Guerra", da cuenta de la existencia de guerras que se dan entre enemigos sumamente dispares cuando dice ". . . la diferencia en fuerza física no debería ser mayor, a lo sumo, que lo que podría neutralizarse por la fuerza moral . . . Por ende, si hemos visto ciertas guerras que se producen entre estados desiguales en poderío, se debe a que en realidad la guerra se aleja mucho de nuestra concepción teórica original" e inmediatamente a continuación ofrece una explicación para tal fenómeno, "existen en la práctica dos causas para hacer la paz que pueden ocupar el lugar de ofrecer mayor resistencia: uno, la improbabilidad del éxito, el otro el excesivo costo a pagar por él".4

El general germano era gran admirador de la forma en que Federico el Grande obtuvo importantes logros militares y políticos a pesar de lo relativamente pobre de su poderío militar. Refiriéndose a ésto nos dice, "al frente de una pequeña nación que se asemejaba a las otras en muchas cosas y sólo las aventajaba en algunos aspectos de la administración, no podía convertirse en un Alejandro y hubiera terminado en un desastre como Carlos XII. Por ello, en toda su dirección bélica se trasluce un poder limitado, siempre ecuánime y nunca exento de fuerza . . . atributo que enfatizamos en la campaña de 1760, también en las otras, pero particularmente en esta, porque en ella sostuvo el equilibrio enfrentándose a una fuerza hostil muy superior y haciendo sólo un pequeño sacrificio".5

Clausewitz era pues, plenamente consciente de la existencia de conflictos asimétricos en los que aun una nación pequeña podía lograr el éxito siempre y cuando pudiese disuadir al adversario, logrando que este renunciara a la lucha debido al alto costo o a lo improbable de su éxito. En definitiva, el objetivo del débil era lograr que su enemigo no pudiese pagar el precio en material y sangre por los fines políticos que pretendía lograr.

El genio prusiano no logró imaginar "soluciones novedosas" o el "empleo de recursos diferentes", pues siempre mantuvo en su mente una concepción de enfrentamiento tradicional entre los oponentes, aún entre los asimétricos. Las soluciones que aportó en estos casos implicaban enfrentamientos en pie de igualdad y convencionales, pasando mas bien por un adecuado uso de la audacia, la sorpresa, la defensa estratégica y en definitiva una utilización ponderada de los recursos en el proceso disuasivo. Justo es aclarar que era casi imposible en su época concebir el grado de asimetría de poderes a los que se puede llegar en el mundo moderno (una superpotencia como EE.UU. frente a un país tercermundista) y, por otra parte, era heredero de una larga tradición militar europea, demasiado atada a una forma de combate ordenado en prolijas formaciones, lo que creaba en él una impronta muy importante.

Enfoque "No tradicional"
o "Asimétrico"
En julio de 1755, en América del norte (25 años antes del nacimiento de Clausewitz), una importante fuerza británica dotada de poderosa artillería al mando del General de división Edward Braddock fue derrotada por una pequeña y relativamente pobre fuerza de franceses e indios, los cuales aprovechando el terreno y ocultándose en los bosques, lograron causar a los británicos—que respondieron en forma tradicional concentrando sus medios, lo que los transformó en blancos fáciles—900 bajas, incluyendo a 15 de los 18 oficiales y la del propio Braddock.6

Aquí tenemos en un ejemplo casi contemporáneo a la experiencia de Clausewitz, un enfoque más práctico de la "guerra asimétrica", donde la esencia del conflicto estaba—según dicen Steven Metz y Douglas Johnson de la Escuela Superior de Guerra del Ejército de los Estados Unidos—en ". . . actuar, organizar y pensar de manera distinta a nuestro adversario, de manera de maximizar nuestras propias ventajas, explotar las debilidades del adversario, obtener la iniciativa y lograr una mayor libertad de acción."7

En términos coloquiales significaría no hacer lo mismo que intenta el adversario más fuerte, pues en ese planteo el débil ya está derrotado. Es preferible explotar las ventajas propias y las debilidades del enemigo en una forma diferente. Un ejemplo de esto puede verse en la guerra que sostuvo el ejército de los EEUU contra los indios Seminola, según John D. Waghesitein: "cuando los indios se enfrentaban con un poder de fuego mayor y en una situación táctica desventajosa, simplemente se dispersaban en agrupaciones pequeñas luchando una guerra de guerrillas . . . Cuando se esperaba que otros indígenas del este siguiesen las reglas de juego de defender una posición fija y ser derrotados, los Seminolas . . . rechazaban regularmente las batallas campales y en su lugar empleaban tácticas como las emboscadas y otros ataques repentinos . . .".8

Enfoque "Terrorista"
Existe una tercera forma de manifestación de la conflictividad asimétrica armada que está dada por el accionar de determinados grupos fundamentalistas, nacionalistas o relacionados con el crimen organizado nacional e internacional, los cuales recurren al instrumento del terror, que pueden, dado su alcance y magnitud, tener consecuencias muy graves. A modo de ejemplo basta contemplar la realidad colombiana, los ataques con gas Sarín en el subterráneo de Tokio o los atentados del 11 de septiembre contra los EEUU.

Estas prácticas son condenables, deben ser perseguidas y reprimidas, quienes las perpetran sean o no combatientes, infringen las leyes nacionales e internacionales.

Una fuerza militar legítima que pertenece a un "Estado de Derecho", nunca puede recurrir a prácticas terrorista.

Las dos caras de la moneda
Debido a lo abundante de la literatura de origen norteamericano que se ocupa del tema de los conflictos militares asimétricos, se tiende en general a abordar estos asuntos desde una perspectiva demasiado aferrada a la visión que los especialistas de este país tienen de los mismos.

Desde el punto de vista norteamericano y dado su actual status de superpotencia hegemónica, no existen más que eventuales enemigos, amenazas y guerras de tipo asimétrico, estando siempre su país en la posición del oponente "fuerte", salvo tal vez en el improbable caso de un enfrentamiento militar convencional o nuclear con China.

Esto no es ni bueno ni malo, sólo es parcial, pues es importante destacar que tal como el Dios romano Jano, este problema tiene dos caras debido a que en cualquiera de los enfoques antes mencionados para enfrentar un eventual "enemigo asimétrico", debe considerarse no sólo la perspectiva del más fuerte sino también la del más débil.

Cualquier estado, contingente internacional o comunidad beligerante, puede verse involucrado en un conflicto militar asimétrico en el que le toque desempeñar alguno de estos roles, sea el del más fuerte, sea el del más débil.

Un país como Uruguay, a pesar de su relativamente pequeño tamaño y vocación pacífica, no es ajeno tampoco a esta realidad debido a que las eventuales amenazas que puede enfrentar en el futuro, serán siempre asimétricas y es por eso que la realidad oriental (equivale a decir uruguaya) puede servir como ejemplo para ilustrarnos en este punto.
 

Derruido

Colaborador
Ataque exterior: el ataque exterior es siempre una posibilidad aunque con un muy bajo grado de probabilidad. De producirse, sólo podría tener su origen en vecinos fronterizos o en un enemigo ajeno a la región, pero con capacidad para proyectar su fuerza militar en ultramar. En todos estos hipotéticos y actualmente poco probables casos, Uruguay estaría involucrado en un conflicto asimétrico. Basta con ver el tamaño y los recursos de los estados vecinos y de los países que hoy son capaces de aventuras militares transoceánicas para darse cuenta que en dicho enfrentamiento estaría desempeñando el rol de la parte más débil.

Conmoción interior: en el siempre posible y más probable caso de tener que enfrentar una conmoción interna o a un grupo beligerante autóctono apoyado o no desde el exterior, estarían las fuerzas militares orientales también involucradas en un conflicto de tipo asimétrico, aunque esta vez en una posición seguramente ventajosa.

Misiones de paz: las tropas de Uruguay que cumplen misiones de paz en el extranjero para las Naciones Unidas, dado la naturaleza de las mismas, se verán involucradas en conflictos de naturaleza normalmente asimétrica en los que podrán desempeñar, según sea el caso, el rol del fuerte o del débil.

Acciones ante las "nuevas amenzas": el estado uruguayo podría tener necesidad en el futuro de emplear válidamente y dentro de un marco jurídico adecuado, a las fuerzas militares para enfrentar a grupos armados de tipo delictivo o terrorista, relacionadas por ejemplo con el narcotráfico o el contrabando, en caso de que las fuerzas policiales se vieran superadas en número, poder de fuego o en alguna otra forma por dichas organizaciones. En estos casos suponemos las fuerzas militares estarían desempeñando el rol de la parte más poderosa.

El empleo del Poder Aéreo
contra enemigos asimétricos
Tomaremos como punto de partida una definición clásica de poder aéreo como la que propusieron dos británicos, el mariscal del aire R. J. Armitage y el vice mariscal del aire R. A. Mason en su obra "Air Power in the Nuclear Age", donde afirman que es "la capacidad de proyectar fuerza militar en la tercera dimensión a partir de una plataforma por encima de la superficie terrestre"9. Esta es una definición bastante aceptada que tiene la virtud de incluir la a veces pasada por alto capacidad del poder aéreo de funcionar como amenaza potencial, si bien deja fuera de ella algunos tipos de vectores que pueden afectarlo, como ser los mísiles balísticos y los tierra-aire.

Aclaremos también que el poder aéreo puede percibirse como una herramienta sofisticada y polivalente que puede ser usada contra cualquier tipo de enemigo, sea simétrico o asimétrico. La diferencia entre un éxito arrollador o un fracaso catastrófico en el uso de esta maravillosa herramienta reside en emplear la función adecuada para la necesidad concreta, sin intentar "matar mosquitos a cañonazos" ni detener a un elefante con un mondadientes.

Establecida con claridad la noción de poder aéreo, a continuación comenzaremos a evaluar las formas y métodos de su aplicación contra enemigos asimétricos, utilizando para ello el esquema desarrollado hasta este punto y distintos ejemplos históricos disponibles.

Considerando la "guerra asimétrica", estudiaremos el empleo del poder aéreo desde un ángulo "tradicional" y "no tradicional". En cada uno de ellos atenderemos la perspectiva del adversario más fuerte y del más débil, finalmente analizaremos el empleo del poder aéreo contra enemigos asimétricos (más débiles que las fuerzas armadas del Estado) y que hayan optado por el "terrorismo"

Poder Aéreo en el "Enfoque tradicional" o "Disuasivo"
Fuerte: emplea el poder aéreo en la forma tradicional, recomendado por los grandes teóricos como Douhet y Mitchell. Contra un enemigo asimétrico más débil, puede no ser adecuado e incluso contraproducente.

La destrucción de la fuerza aérea enemiga, por ejemplo, no es un objetivo válido ya que ésta puede ser incapaz de disputar la superioridad aérea e incluso no existir.

El empleo de los medios aéreos abundantes, complicados y costosos puede no tener el efecto deseado sobre el enemigo como sucedió durante los últimos dos años de la guerra en Corea, cuando los norcoreanos y chinos oponían una débil resistencia a lo largo del paralelo 38º N. La aplicación intensa de medios aéreos convencionales por los norteamericanos, no logró la meta buscada que era el progreso de las negociaciones para preservar una Corea del Sur no comunista.

En otro caso paradigmático, podemos ver que se realizaron numerosas interdicciones aéreas contra las rutas norcoreanas de abastecimiento durante la operación "Strangle", sin lograr en ningún momento cortar radicalmente el flujo de suministros debido a que los asiáticos utilizaban una tecnología primaria para el transporte a lo largo de dicha rutas. Por ejemplo, se pudo demostrar que 100 hombres transportando granadas de mortero sobre su espalda, podían cubrir la cuota diaria requerida de esa munición por tiempo indefinido.10

Los EE.UU., durante la guerra de Vietnam, fracasaron en el reconocimiento e identificación de la naturaleza del conflicto armado que enfrentaban, volviendo a incurrir en algunos de los mismos errores que habían cometido en Corea. Iniciaron una clásica campaña de bombardeo estratégico mediante la operación "Rolling Thunder", atacando objetivos tales como depósitos de petróleo en las afueras de Hanoi sin obtener resultados significativos en la guerra en el sur. Las fuerzas del Vietcong y el ejercito regular de Vietnam del Norte no tenían grandes necesidades de petróleo, tal cual lo afirmaba el general Alejandro Bayo que estaba a cargo del entrenamiento de las tropas insurgentes de Fidel Castro y decía: "los pies y las piernas son los motores de la guerrilla".11

El bombardeo de poblaciones civiles desprotegidas y el daño colateral, pueden tornar la opinión pública tanto nacional como internacional contra el "fuerte", tal como le sucedió a los EE.UU. durante la guerra de Vietnam.

En definitiva, aplicar el poder aéreo "tradicional" contra un enemigo notoriamente más débil puede ser oneroso, desgastador, poco efectivo y comprometer los objetivos políticos de la guerra.

Débil: el empleo tradicional del uso del poder aéreo por parte del adversario débil es igualmente peligroso y eventualmente perjudicial.

Normalmente, tal como sucede en Uruguay, el poder aéreo tiene una función disuasiva12, es decir, de amenaza latente. Tiene como fin primario crear la certeza en el eventual enemigo que, en el caso que decida atacar, venderá muy cara la posible derrota y eso puede comprometer el logro de sus objetivos políticos por tornarlos sumamente onerosos.

El problema de esta actitud es que la disuasión solamente será efectiva si constituye una amenaza real y creíble, ya que su objetivo principal es evitar el conflicto armado. Cuando éste se produce, la disuasión fracasa. Si la asimetría es de tal magnitud que el poder aéreo débil no es percibido como una amenaza por el poder aéreo fuerte, se produce entonces el encuentro armado. Si el débil realiza lo que se espera de él, es decir, utiliza su poder aéreo en forma tradicional, es inevitablemente derrotado.

El problema se agrava debido a las crisis económicas endémicas que sufren ciertas regiones del mundo y a lo oneroso que resulta adquirir o desarrollar plataformas aéreas y sistemas de armas. Esa circunstancia contribuye a crear una gran dependencia técnica y a aumentar la brecha tecnológica, haciendo cada día menos creíble la respuesta aérea tradicional de las fuerzas militares del tercer mundo y de los países en desarrollo.

En 1982, en el conflicto de las Malvinas, la Fuerza Aérea Argentina recurrió a un enfoque tradicional para enfrentar con éxito a las fuerzas aeronavales británicas, tecnológicamente más avanzadas. Han pasado 20 años y durante ese tiempo los sistemas de armas de Uruguay, que en ese entonces podían considerarse relativamente contemporáneos a los utilizados por los argentinos, siguen siendo básicamente semejantes. Cabe preguntarse, ¿sucede lo mismo en los países del primer mundo o en los países vecinos? La respuesta es obviamente no, por lo cual cabe concluir que la brecha tecnológica se hace más grande día a día y es directamente proporcional al pasaje del tiempo. Eso disminuye la capacidad disuasiva propia y nos obliga a replantear la conveniencia de mantener una visión tradicional sobre el empleo del poder aéreo en la defensa de un país como Uruguay.

Empleo del Poder Aéreo en el enfoque "No tradicional"
o "Asimétrico"
"Nadie inicia una guerra o piensa hacerla sin antes tener en claro lo que se propone y los medios para lograrlo."

—K. von Clausewitz

Fuerte: éste deberá evaluar y definir claramente sus objetivos políticos en el conflicto antes de decidir la mejor forma de emplear su poder aéreo superior contra el débil.

Por lo tanto deben determinarse:

Los objetivos políticos "positivos", como por ejemplo fue lograr la rendición incondicional de Alemania durante la Segunda Guerra Mundial o conseguir la salida de las tropas iraquíes de Kuwait durante la primera guerra del Golfo. Sobre la base de estos objetivos se determina claramente cual es la mejor aplicación que se puede dar a los recursos militares propios.

Los objetivos políticos "negativos" y un buen ejemplo de ellos puede ser "preservar la Alianza durante la guerra del Golfo de 1991, evitando a toda costa la intervención de Israel". Estos objetivos negativos tienden a establecer las limitaciones a las que va estar sometida la aplicación de la fuerza militar para el logro de los objetivos positivos.

En general es posible afirmar que la importancia que cobran los objetivos negativos para el más fuerte es directamente proporcional a la asimetría del conflicto. Es así que en una guerra simétrica donde primen los objetivos "positivos", habrá pocas limitaciones para el empleo del poderío militar en general y aéreo en particular. Durante la Segunda Guerra Mundial los aliados bombardearon hasta reducir a cenizas las ciudades alemanas, no dudaron en atacar represas en el valle del Rurh e incluso llegaron a utilizar armas nucleares contra dos ciudades japonesas.

Por el contrario, el logro de objetivos negativos implica siempre limitaciones al empleo del poderío propio. Cuanto más limitada es la guerra, mayor es el peso de los objetivos negativos y más obstaculizan el empleo del poder aéreo.

Basta mencionar a modo de ejemplo limitaciones como el bombardeo de la cabecera sur únicamente de ciertos puentes en Corea o la inhibición de atacar equipo militar importante estacionado en las inmediaciones e incluso en el interior de lugares sagrados para el Islam durante la guerra del Golfo.

Es obvio que la naturaleza contradictoria de los objetivos positivos y negativos crea una dicotomía que de no ser felizmente resuelta por los responsables políticos, puede inducir una verdadera parálisis tal como la que ocurrió en Vietnam durante la administración del presidente Lyndon Jonson, cuando los objetivos negativos neutralizaron a los positivos13. Eso quedó cabalmente reflejado en una frase atribuida a un general anónimo durante el conflicto, citada por el analista militar norteamericano Mayor Robert M. Cassidy en uno de sus trabajos: "jamás permitiré la destrucción del Ejército, sus instituciones, su doctrina, o sus tradiciones sólo para ganar esta guerra apestosa"14.

Los objetivos políticos positivos de la guerra determinan cuál será la estrategia superior—invadir Iraq, por ejemplo. Los objetivos políticos negativos afectan directamente a la estrategia militar—el modo de efectivizar dicha invasión—y a los objetivos militares–qué metas militares se fijan y qué tipos de objetivos materiales se atacarán durante las operaciones—llegando a los escalones ejecutivos en forma de "reglas de empeñamiento" o "reglas de combate" a las que deberán ajustarse las tripulaciones bajo su estricta responsabilidad.

Existen—según el analista militar Dr. Mark Clodfelter—una serie de factores variables que deberán ser evaluados antes de determinar en qué ocasiones el poder aéreo puede contribuir al logro de las metas positivas sin comprometer las negativas en un conflicto de tipo asimétrico. Se refieren a la naturaleza del enemigo, el tipo de guerra emprendida por éste, las características del terreno donde se combate, la magnitud de los controles militares y la naturaleza de los objetivos políticos.

Débil: el adversario débil debe enfrentar el conflicto desde un enfoque "no tradicional" o "asimétrico". Con una nueva mentalidad, tiene que abandonar el concepto de victoria militar propia ya que obtenerla es imposible debido a la abrumadora desigualdad de las fuerzas. El objetivo debe consistir en tratar de dificultar la victoria al enemigo, aumentando su desgaste (no olvidemos que es opresivo ser opresor), comprometiendo así el logro de sus objetivos políticos. Eso lo puede llevar a una derrota final a pesar de haber ganado todas las batallas previas.

Esta actitud frente al enemigo sobre la victoria se logra abandonando los paradigmas del combate clásico, intentando "jugar otro juego", tratando de maximizar las propias ventajas, explotando las debilidades del contrario e impidiéndole a la vez el usufructo de sus propias ventajas.

En Chechenia, por ejemplo, las fuerzas locales siempre supieron que una victoria era casi imposible. Por ello siempre evitaron el combate abierto con los vehículos blindados, la artillería y el poder aéreo ruso, forzándolos a entablar el combate en terreno urbano donde contaban con ventajas y podían causarles mayor número de bajas sin tornarse vulnerables al poder de fuego superior de los rusos.

Durante la invasión soviética de Afganistán, los afganos que carecían de fuerza aérea no pudieron disputar la superioridad aérea y se conformaron (siendo muy efectivos en ello) con complicar en la medida de lo posible la actividad aérea soviética, efectuado derribos mediante el empleo de armas pequeñas y de mísiles antiaéreos disparados desde el hombro, baratos, fáciles de ocultar, sumamente móviles y a salvo de las armas de supresión de defensa aérea (mísiles antirradar, etc.). Por el contrario, las baterías antiaéreas ZPU-4 de la Fuerza de Defensa Panameña (empleo tradicional) fueron neutralizadas rápidamente durante la operación "Just Cause" (diciembre 1989) y constituyeron una amenaza menor para las aeronaves norteamericanas que el fuego de armas pequeñas15.

Es necesario también ser innovador cuando se emplean recursos escasos. Recordemos el ejemplo de los chechenios que utilizaron tecnología comercial para interceptar las transmisiones militares rusas y la experiencia de los norteamericanos en China, donde los "Tigre Voladores" del Gral. Chennault, escasos y equipados con cazas P-40 (menor maniobrabilidad que los Zero japoneses), debieron desarrollar tácticas nuevas evitando la "pelea de perros" a toda costa. A ese fin implementaron el procedimiento de "picar (aprovechando la velocidad superior en picada), ametrallar y evadir" con excelentes resultados.

Otra experiencia interesante y muy ilustrativa fue la que protagonizó el Cnel. Robert Lee Scott Jr., quien en mayo 1942 mientras pilotaba el único Kittyhawk en toda la India y Birmania atacando en solitario a las tropas japonesas, utilizaba distintos campos distribuidos en la selva y cambiaba continuamente el esquema de pintura de su aeronave así como la dirección de los ataques, convenciendo a sus enemigos que se enfrentaban a todo un escuadrón (". . . salía temprano de mañana con el cubo de la hélice pintado de blanco y atacaba a Lashio o Mogaung desde el sur. Luego atacaba desde el oeste con el cubo pintado de azul. Después del almuerzo los entusiastas pintores o mis propios mecánicos daban otro color a mi próximo vuelo . . .".16

Otro ejemplo ilustrativo lo encontramos durante la insurrección en Biafra en la década del 60, donde se emplearon aviones ligeros pilotados por mercenarios. Armados improvisadamente y utilizando el factor sorpresa, lograron destruir en tierra a modernos aviones de combate MiG nigerianos, asestando así un terrible golpe al poder aéreo enemigo.

Uno de los objetivos del "débil" consiste en identificar y explotar correctamente las limitaciones en el uso de la fuerza militar que se auto impone el "fuerte" con la intención de alcanzar sus propios objetivos políticos negativos. Una vez identificados correctamente, pueden ser explotados de varias maneras. Por ejemplo, si el enemigo no ataca determinados lugares, se los debe transformar en santuarios, si el enemigo quiere evitar daños colaterales o a la población civil, cuando estos hechos se producen por algún error hay que darles la mayor difusión internacional posible, tal como ocurrió durante la Guerra del Golfo cuando alguna de las armas "inteligentes" (que no son infalibles) fallaba e impactaba contra algún refugio donde había civiles.

Versión "Terrorista"
Como ya se había aclarado desde el principio, el "estado de derecho" es incompatible con el uso del instrumento terrorista, a las Fuerzas Armadas legítimas les está absolutamente vedada el uso de dicho instrumento, es por ello que el análisis sólo abarcará el punto de vista del contendiente "fuerte", ya que suponemos que este es el papel que les cabría a dichas fuerzas en un eventual conflicto asimétrico contra de agresores que utilicen el terrorismo en el marco de las nuevas amenazas que enfrenta el mundo moderno.

Fuerte: en un conflicto asimétrico de este tipo debe adoptar una posición similar a la sugerida para el enfoque "no tradicional", lo cual lo induce a aplicar el poder aéreo contra su rival evaluando los factores arriba reseñados, definiendo claramente los objetivos positivos y negativos, y estableciendo las limitaciones y "reglas de empeñamiento" (ROE) claras. Estas reglas deben tomar en cuenta los derechos de los ciudadanos inocentes que pueden verse involucrados. A modo de ejemplo imaginemos la situación de una tripulación obligada a realizar la auto rotación de un helicóptero sobre un barrio humilde durante tareas de apoyo al control de disturbios sociales y donde debe enfrentar la hostilidad local, ¿cómo debe proteger su integridad física, cómo debe proteger su aeronave?, etc.

Evitar el daño colateral y de la población civil es de mucha mayor importancia en este tipo de procedimientos que en los casos de "guerra asimétrica" debido a la proximidad o superposición que se verifica entre el sector a proteger y el enemigo a derrotar.

Debe tenerse en cuenta que en este tipo de conflicto asimétrico hay grandes discrepancias. Por ejemplo, notemos las diferencias entre las acciones eficaces y exitosas de las unidades de Operaciones Especiales americanas apoyadas por fuego aéreo cercano y municiones de precisión guiadas contra los talibanes en Tora-Bora (estas fuerzas operaron en Afganistán como guerrillas con éxito en ese conflicto asimétrico) y el empleo de helicópteros uruguayos en tareas de apoyo a la policía en barrios periféricos o en la zona fronteriza.

Conclusiones
Los "enemigos asimétricos" son una realidad, están entre nosotros y la pregunta no es si los enfrentaremos, sino cuándo, cómo y dónde lo haremos.

La "guerra asimétrica" es el conflicto armado del siglo XXI. Por otro lado, la existencia de las nuevas amenazas constituidas por terroristas, mafias, narco- mafias internacionales, tráfico de armas y contrabando, entre otras, aunadas a la globalización creciente, hace que sea imposible sustraernos de esta realidad. Atrás quedan, por anacrónicas, las visiones westfalianas de neutralidad.

Debemos estar alertas y prepararnos para este tipo de conflictos, tomando las lecciones que nos enseña la historia y la experiencia de quienes ya se han visto involucrados en ellos, pero sin caer en la comodidad de importar sin otra consideración las visiones que en el extranjero se tengan de los mismos.

Defender nuestro país en esta nueva era constituye un gran desafío debido a las grandes restricciones presupuestarias que enfrentamos. Para ello es necesario desarrollar nuestra propia visión asimétrica. Si somos los "débiles", debemos preparar una propuesta defensiva coherente que incorpore nuestra realidad asimétrica y otorgue credibilidad a nuestra respuesta militar frente a un eventual ataque, dando un nuevo sentido a la "disuasión" y revigorizándola. Si somos los "fuertes", debemos desarrollar la conciencia asimétrica solicitando, si es necesario exigiendo por los medios institucionales adecuados a los responsables políticos de la conducción del conflicto, certeza y claridad en la fijación de los objetivos positivos y negativos. Debemos ponderar todos los factores variables y establecer nuestra estrategia, objetivos militares y "reglas de empeñamiento" operativas (ROE) en forma clara.

No se trata de una propuesta fácil, pues requiere una revolución casi copernicana del pensamiento militar. En una propuesta asimétrica se vuelven en nuestra contra las que hasta ahora fueron nuestras verdades rectoras. En ella quizá debiéramos abandonar la noción de victoria militar, tal vez incluso las operaciones directas contra la Fuerza Aérea enemiga para dar prioridad al apoyo aéreo cercano, manteniendo la acción aérea a baja altura y velocidad, complicando en la medida de lo posible las operaciones aéreas del enemigo, favoreciendo las plataformas aéreas de despegue y aterrizaje corto o vertical, quizá abandonando las unidades aéreas concentradas y optando más bien por la dispersión para lograr la supervivencia, pero conservando la aptitud para reunir nuestros medios aéreos en forma rápida y flexible mediante un adecuado "comando y control" con excelentes comunicaciones redundantes de tecnología sencilla, barata y en lo posible autóctona.

Cualquiera que sean las soluciones a que se arribe, deberán ser realistas, con una visión asimétrica y adaptadas a ella, pues así se disputarán todas las guerras futuras. Debemos estar alerta para no hacer lo que el enemigo espera de nosotros, pues ello implica nuestra derrota. Preparémonos para intervenir en "otro tipo de juego
 

Derruido

Colaborador
carblue dijo:
Don Derruido, realmente felicitaciones por el post, de lo mejor en mucho tiempo, gracias

Al menos los que hicieron el trabajo son o fueron profesionales de fuerzas aéreas chiquitas:rolleyes: :( , no es una opinión dada por algún oficial de Yankelandia que la tienen toda servida.

Saludos
Derruido
 

yarara

Colaborador
La verdad estoy sorprendido con tanta parafernalia doctrinaria dogmatica , en donde se pone en duda el principal objetivo de una fuerza armada desde los tiempos que se combatia con piedras hasta el dia de hoy usando robots , la negacion de los espacios fisicos y virtuales al enemigo para alcanzar la superioridad de fuerzas y medios que defina la victoria .
Hoy la definicion de victoria puede ser extraña , pero liberar a las fuerzas aereas de el objetivo de alcanzar la superioridad en el medio de accion propia es casi decir que no se las necesitan .
 
Dicho de paso es bueno señalar que además de la disponibilidad de medios logísticos y SdA acordes a la situación, la estrategia y la doctrina de guerra del futuro empleará el término "espacios integrales", donde será imperante dominar aire,mar,tierra,hielos,y áreas orbitales... Tal vez, la técnica de guerrilla utilizada desde los tiempos de Matusalem, continúe siendo útil, especialmente en zonas de conflicto donde la voluntad suprema de un pueblo y su íntima relación con su tierra determine de una forma u otra la victoria parcial, y en algunos casos total; pèro siempre en desmedro del aspecto poblacional, donde los civiles siempre fueron, son y serán carne de cañón...
Se avecinan tiempos insospechados tanto para gigantes como el Pentágono como para las mínimas expresiones de combate de guerrilla. En mi opinión creo que nadie tiene el triunfo comprado...
 
Bueno, creo que el enfoque trata de mirar un poco mas a que
según algunos, con la superioridad aerea alcanzaba y sobraba y que
de por si una AF, podría ganar una guerra x si sola.

Se ha demostrado, que aún teniendo superioridad aerea absoluta,
no es condición suficiente, tal vez si necesaria para ganar un
conflicto.
 
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