Hola a todos,
Hoy Israel recuerda a los 6 millones asesinados en la segunda guerra mundial.
Lamentablemente, este tema es conocido superficialmente por la mayoria de las personas.
Aqui pongo un link en espaniol del Museo del Holocausto en Jerusalem ( Yad va Shem ):
http://www1.yadvashem.org/es/multimedia/index.asp
Agrego tambien un articulo publicado por Yair Lapid, este es un periodista y locutor muy conocido aqui en Israel.Su padre Tomy Lapid fue miembro del parlamento y ministro hasta que murio hace unos anios y fue subreviviente del holocausto.
La cuestión del Holocausto - Yair Lapid - Ynet
Sesenta y cinco años han transcurrido desde el Holocausto, y todavía no sabemos lo que pasó, sin ser capaces de comprender lo que tenemos que hacer con esta información. Sientes que la Shoah debería cambiar algo en ti - como Judío, como ser humano, y como israelí, pero ¿qué?
El Holocausto desmanteló todo lo que los seres humanos sabían acerca de sí mismos, pero nos ha enseñado dos lecciones inolvidables:
- La primera es que tenemos que sobrevivir a cualquier precio.
- La segunda es que tenemos que ser personas morales.
Lo que todavía no sabemos es qué hacer cuando estas dos lecciones son contradictorias.
Los sobrevivientes del Holocausto llegaron a Israel el fin de establecer una nueva sociedad humana donde nadie sería capaz de hacerles algún mal solo porque eran judíos. Este es a la vez un furioso y vulnerable mensaje. No sólo se nos permite hacer todo lo posible - y me refiero a todo - con tal de asegurar que no haya una segunda Shoah, sino que también es nuestro deber supremo.
El destino judío no sería capaz de soportar otro golpe que recuerde incluso el Holocausto, y estamos obligados no sólo por nosotros mismos, sino también por todas nuestras generaciones pasadas.
Todos los israelíes con algo de la memoria histórica (y quién no la tiene?) sabe que nuestra existencia es frágil. Nuestros hogares, nuestros centros comerciales y nuestras carreteras - todo los monstruos de acero y asfalto que se suponen que representan una continuidad inquebrantable - no son más que una delgada red de camuflaje erigida sobre una ansiedad constante de cara a todas esas personas que nos quieren asesinar.
Si dejamos de optar por un momento por la noción de supervivencia, los nuevos nazis pasarán - y no importa si llevan keffiyahs o cascos de la Wermacht - y tratarán de matarnos. También hemos aprendido que no debemos contar con el resto del mundo nos proteja. Se limitará a sentirse sacudido "hasta los más profundos cimientos de su alma delicada", por supuesto, e incluso podrá crear orfanatos para nuestros hijos en las afueras de Bruselas, pero mejor no esperar mucho más que eso.
¿Esta es la razón, por cierto, por la que el israelí medio es poseído por una furia justificada cuando se encuentra ante estos nuevos intelectuales de la izquierda que pretenden que Israel forma parte de la Europa culta, y que en aras del discurso y la preocupación por los derechos humanos, consideran que siempre deberíamos hacer concesiones a las masas oprimidas, esas cuyo único pecado es su deseo manifiesto de liquidarnos? "Auschwitz no puede ser una excusa para todo", nos siguen diciendo. Sin embargo, Auschwitz no es la excusa, sino más bien una y aún pertinente razón tangible, respaldada por millones de cadáveres.
Yo no soy especialmente aficionado a los chistes que tienen como objeto la Shoah, sin embargo hay uno que no puedo olvidar: "¿Por qué fue Auschwitz un lugar optimista? Porque por entonces todos los pesimistas ya se encontraban en Nueva York". Al igual que todo buen chiste, éste también encierra una verdad básica: siempre hay que prepararse para el peor de los casos, porque de lo contrario se materializará.
Sin embargo, si esto resume las lecciones del Holocausto, no plantearía ningún dilema para nosotros. El problema es que la Shoah también nos enseñó que una parte de la supervivencia - y posiblemente la parte más significativa - depende de la existencia de la moral humana. Sin la moral humana, no habría Churchill, no habría partisanos, los EEUU no habrían entrado en la guerra, y un regimiento del Ejército Rojo al mando de un judío llamado Anatoly Shapiro no habría liberado Auschwitz.
El Holocausto cambió nuestra percepción de la moral no solamente porque hemos descubierto que la moral es lo único que puede hacer frente al peor de los males, sino también porque cambió el enfoque de la sociedad hacia el individuo. Hasta la Shoah, la raza humana vio la moral como un producto social. Los Diez Mandamientos son un buen ejemplo de esto - eran las instrucciones para nuestra fundación y las adoptamos porque sabíamos que eran más sabias que nosotros y buscaban nuestro bienestar -.
Sin embargo, durante el Holocausto la moral de la gente sólo apareció precisamente entre aquellos que rechazaron escuchar a la clase gobernante de sus países. Hannah Arendt escribió que si hubiéramos aceptado la percepción moral que existió hasta la Shoah, no podríamos haber llevado a Eichmann ante la justicia. Después de todo, él actuó de acuerdo con la moral que era común en su época, y sin duda en su propio país.
Por lo tanto, cuando llevamos a Eichmann ante sus responsabilidades, ese fue un acto de fe en la raza humana: creíamos, y todavía lo hacemos, que cada persona tiene la capacidad de distinguir el bien del mal, incluso si todo el mundo dice lo contrario. Y al ejecutar a Eichmann, dimos un rotundo mensaje de que nadie puede eludir la responsabilidad de tomar una posición moral en favor de la vida. Hannah Arendt se equivocó en una cosa: no es la banalidad del mal la "que nos amenaza", sino más bien la banalidad de silencio. Nadie debe callar ante la muerte.
Los sobrevivientes nos ha enseñado, dolorosamente tarde, que no se trataba de la única verdad en lo que concierne a los alemanes, sino también en lo que respecta a las víctimas. En su gran libro, "La búsqueda de sentido del hombre", Victor Frankl, un superviviente de Auschwitz que perdió a toda su familia, escribió: "En los campos de concentración, en ese laboratorio viviente, vimos a algunos de nuestros compañeros comportarse como cerdos y a otros comportarse como santos. Ambas alternativas se ocultan en una persona, y la que aflore dependerá de las decisiones y no de las condiciones".
Por consecuencia, no sólo debemos desconfiar de los demás siguiendo la estela del Holocausto, sino que también debemos desconfiar de nosotros mismos. ¿No es la moral predominante, esa que nos rodea en todas las direcciones, la que paraliza nuestra capacidad de examinar nuestra propia realidad y extraer nuestras propias conclusiones? En suma, la elección entre el bien y el mal por nosotros mismos.
Además, ¿definiendo la supervivencia como nuestro valor supremo no hará imposible para nosotros tomar decisiones morales cuando el mundo se nos presenta como una sofisticada máquina de exterminio que espera su oportunidad para atacarnos? ¿No limitaremos nuestra existencia a todo lo que tiene que ver con las condiciones para poder escapar a las decisiones?
No lo sé. Probablemente nadie lo sabe. Precisamente porque la Shoah es un acontecimiento cósmico que no puede ser aprehendido por cualquiera de los términos con lo que estamos familiarizados, sino que obliga a cada persona a llegar a conclusiones totalmente personales al respecto. Cualquier cosa que pueda decir acerca de la Shoah no es una conclusión, sino más bien, una creencia.
Creo que el primer principio es válido: con respecto a todo lo que amenaza nuestra existencia, nuestro deber es hacer todo lo necesario con tal de seguir existiendo como pueblo.
Sin embargo, creo que el segundo principio nos obliga a examinar constantemente el primer principio, de modo que con respecto a todo lo que es aún pueda ser una amenaza existencial, fuéramos capaces de tomar una decisión moral que reconozca la humanidad de los otros y nuestro deber de ahorrarles sufrimientos.
Hoy Israel recuerda a los 6 millones asesinados en la segunda guerra mundial.
Lamentablemente, este tema es conocido superficialmente por la mayoria de las personas.
Aqui pongo un link en espaniol del Museo del Holocausto en Jerusalem ( Yad va Shem ):
http://www1.yadvashem.org/es/multimedia/index.asp
Agrego tambien un articulo publicado por Yair Lapid, este es un periodista y locutor muy conocido aqui en Israel.Su padre Tomy Lapid fue miembro del parlamento y ministro hasta que murio hace unos anios y fue subreviviente del holocausto.
La cuestión del Holocausto - Yair Lapid - Ynet
Sesenta y cinco años han transcurrido desde el Holocausto, y todavía no sabemos lo que pasó, sin ser capaces de comprender lo que tenemos que hacer con esta información. Sientes que la Shoah debería cambiar algo en ti - como Judío, como ser humano, y como israelí, pero ¿qué?
El Holocausto desmanteló todo lo que los seres humanos sabían acerca de sí mismos, pero nos ha enseñado dos lecciones inolvidables:
- La primera es que tenemos que sobrevivir a cualquier precio.
- La segunda es que tenemos que ser personas morales.
Lo que todavía no sabemos es qué hacer cuando estas dos lecciones son contradictorias.
Los sobrevivientes del Holocausto llegaron a Israel el fin de establecer una nueva sociedad humana donde nadie sería capaz de hacerles algún mal solo porque eran judíos. Este es a la vez un furioso y vulnerable mensaje. No sólo se nos permite hacer todo lo posible - y me refiero a todo - con tal de asegurar que no haya una segunda Shoah, sino que también es nuestro deber supremo.
El destino judío no sería capaz de soportar otro golpe que recuerde incluso el Holocausto, y estamos obligados no sólo por nosotros mismos, sino también por todas nuestras generaciones pasadas.
Todos los israelíes con algo de la memoria histórica (y quién no la tiene?) sabe que nuestra existencia es frágil. Nuestros hogares, nuestros centros comerciales y nuestras carreteras - todo los monstruos de acero y asfalto que se suponen que representan una continuidad inquebrantable - no son más que una delgada red de camuflaje erigida sobre una ansiedad constante de cara a todas esas personas que nos quieren asesinar.
Si dejamos de optar por un momento por la noción de supervivencia, los nuevos nazis pasarán - y no importa si llevan keffiyahs o cascos de la Wermacht - y tratarán de matarnos. También hemos aprendido que no debemos contar con el resto del mundo nos proteja. Se limitará a sentirse sacudido "hasta los más profundos cimientos de su alma delicada", por supuesto, e incluso podrá crear orfanatos para nuestros hijos en las afueras de Bruselas, pero mejor no esperar mucho más que eso.
¿Esta es la razón, por cierto, por la que el israelí medio es poseído por una furia justificada cuando se encuentra ante estos nuevos intelectuales de la izquierda que pretenden que Israel forma parte de la Europa culta, y que en aras del discurso y la preocupación por los derechos humanos, consideran que siempre deberíamos hacer concesiones a las masas oprimidas, esas cuyo único pecado es su deseo manifiesto de liquidarnos? "Auschwitz no puede ser una excusa para todo", nos siguen diciendo. Sin embargo, Auschwitz no es la excusa, sino más bien una y aún pertinente razón tangible, respaldada por millones de cadáveres.
Yo no soy especialmente aficionado a los chistes que tienen como objeto la Shoah, sin embargo hay uno que no puedo olvidar: "¿Por qué fue Auschwitz un lugar optimista? Porque por entonces todos los pesimistas ya se encontraban en Nueva York". Al igual que todo buen chiste, éste también encierra una verdad básica: siempre hay que prepararse para el peor de los casos, porque de lo contrario se materializará.
Sin embargo, si esto resume las lecciones del Holocausto, no plantearía ningún dilema para nosotros. El problema es que la Shoah también nos enseñó que una parte de la supervivencia - y posiblemente la parte más significativa - depende de la existencia de la moral humana. Sin la moral humana, no habría Churchill, no habría partisanos, los EEUU no habrían entrado en la guerra, y un regimiento del Ejército Rojo al mando de un judío llamado Anatoly Shapiro no habría liberado Auschwitz.
El Holocausto cambió nuestra percepción de la moral no solamente porque hemos descubierto que la moral es lo único que puede hacer frente al peor de los males, sino también porque cambió el enfoque de la sociedad hacia el individuo. Hasta la Shoah, la raza humana vio la moral como un producto social. Los Diez Mandamientos son un buen ejemplo de esto - eran las instrucciones para nuestra fundación y las adoptamos porque sabíamos que eran más sabias que nosotros y buscaban nuestro bienestar -.
Sin embargo, durante el Holocausto la moral de la gente sólo apareció precisamente entre aquellos que rechazaron escuchar a la clase gobernante de sus países. Hannah Arendt escribió que si hubiéramos aceptado la percepción moral que existió hasta la Shoah, no podríamos haber llevado a Eichmann ante la justicia. Después de todo, él actuó de acuerdo con la moral que era común en su época, y sin duda en su propio país.
Por lo tanto, cuando llevamos a Eichmann ante sus responsabilidades, ese fue un acto de fe en la raza humana: creíamos, y todavía lo hacemos, que cada persona tiene la capacidad de distinguir el bien del mal, incluso si todo el mundo dice lo contrario. Y al ejecutar a Eichmann, dimos un rotundo mensaje de que nadie puede eludir la responsabilidad de tomar una posición moral en favor de la vida. Hannah Arendt se equivocó en una cosa: no es la banalidad del mal la "que nos amenaza", sino más bien la banalidad de silencio. Nadie debe callar ante la muerte.
Los sobrevivientes nos ha enseñado, dolorosamente tarde, que no se trataba de la única verdad en lo que concierne a los alemanes, sino también en lo que respecta a las víctimas. En su gran libro, "La búsqueda de sentido del hombre", Victor Frankl, un superviviente de Auschwitz que perdió a toda su familia, escribió: "En los campos de concentración, en ese laboratorio viviente, vimos a algunos de nuestros compañeros comportarse como cerdos y a otros comportarse como santos. Ambas alternativas se ocultan en una persona, y la que aflore dependerá de las decisiones y no de las condiciones".
Por consecuencia, no sólo debemos desconfiar de los demás siguiendo la estela del Holocausto, sino que también debemos desconfiar de nosotros mismos. ¿No es la moral predominante, esa que nos rodea en todas las direcciones, la que paraliza nuestra capacidad de examinar nuestra propia realidad y extraer nuestras propias conclusiones? En suma, la elección entre el bien y el mal por nosotros mismos.
Además, ¿definiendo la supervivencia como nuestro valor supremo no hará imposible para nosotros tomar decisiones morales cuando el mundo se nos presenta como una sofisticada máquina de exterminio que espera su oportunidad para atacarnos? ¿No limitaremos nuestra existencia a todo lo que tiene que ver con las condiciones para poder escapar a las decisiones?
No lo sé. Probablemente nadie lo sabe. Precisamente porque la Shoah es un acontecimiento cósmico que no puede ser aprehendido por cualquiera de los términos con lo que estamos familiarizados, sino que obliga a cada persona a llegar a conclusiones totalmente personales al respecto. Cualquier cosa que pueda decir acerca de la Shoah no es una conclusión, sino más bien, una creencia.
Creo que el primer principio es válido: con respecto a todo lo que amenaza nuestra existencia, nuestro deber es hacer todo lo necesario con tal de seguir existiendo como pueblo.
Sin embargo, creo que el segundo principio nos obliga a examinar constantemente el primer principio, de modo que con respecto a todo lo que es aún pueda ser una amenaza existencial, fuéramos capaces de tomar una decisión moral que reconozca la humanidad de los otros y nuestro deber de ahorrarles sufrimientos.