Historias varias de las unidades del ejército Argentino

Les dejo, para arrancar, la historia de los "7 Granaderos" y que hace a la Historia del Glorioso Regimiento de Granaderos a Caballo "Grl San Martin".Que la disfruten!. Espero que los colegas aporten lo suyo....Saludos Cordiales!!!

“En 1826 regresaban a Buenos Aires los últimos 78 granaderos, eran los restos del Ejército de Los Andes; lo hacían después de 10 años ,sin ver a su familia , cansados, varios enfermos , andrajosos. ERAN HÉROES , y nadie salió a recibirlos ,nadie los vitoreó en esa entrada que debió ser triunfal.Para más, la Unidad fue disuelta por el presidente Rivadavia y su personal distribuido entre los diferentes Cuerpos del Ejército.
54 años mas tarde, el 28 de mayo de 1880, llegaban a Buenos Aires a bordo del vapor Villarino, los restos del Gral. San Martin; los últimos 7 Granaderos a Caballo que aun vivían, viejos ya, por su propia cuenta y determinación se reunieron, vestidos con los restos de sus antiguos uniformes y marcharon a caballo al puerto a recibir a su Jefe, escoltaron el féretro hasta la Catedral y allí montaron guardia a la entrada del mausoleo durante toda la noche, al amanecer se despidieron y se perdieron en la historia.
Pasaron otros 23 años y el 29 de mayo de 1903 el presidente Roca firma el decreto que determinó la recreación del Regimiento de Granaderos a Caballo sobre la base del mejor regimiento de caballería de línea, usando como uniforme de parada el histórico que diseñara el Gral. San Martin; cuatro años mas tarde el presidente Figueroa Alcorta lo designa Escolta Presidencial; desde entonces cada mañana puede verse a un grupo de 7 granaderos marchar desde la casa de gobierno a la Catedral, donde dos de ellos quedan montando guardia a la entrada del mausoleo del Gral. San Martin, cada dos horas regresan los otros cinco y se efectúa el cambio de guardia, hasta el final del día en que los 7 regresan a la Casa Rosada; así cada día hábil, bajo el sol o la lluvia, los 7 granaderos custodian los restos de su Jefe; Por que siete? Por que no 10 ó 12? En memoria de aquellos últimos 7 granaderos que en 1880 fueron los primeros en realizar, por motu propio, esa custodia.”
 
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Gracias por compartir el porqué de los 7 granaderos, francamente ni idea tenía.
Mi amigo, he hablado con Capitanes que tuvieron en sus mentes desde las epocas escolares, solo la version "chicos de la guerra" de lo acontecido en Malvinas. Para colmo en los Institutos de formacion de la Fuerza, el plantel de profesores debia pasar previamente (no se si aun lo deben pasar) por el tamiz del "comisariato politico", para poder ejercer su funcion docente. Saca tus propias conclusiones. Saludos!!!
 
Algo mas de la Historia de nuestros Gloriosos Granaderos a Caballo...

EL REGRESO DE LOS GRANADEROS, TRISTE HISTORIA…

Catorce años después de que San Martín iniciara su gesta libertadora llega a Buenos Aires lo que quedó de los que partieron a Mendoza y Chile para lograr la independencia. El resto del “Glorioso Ejército de los Andes” del que tanto se habla.Así los recibió nuestro país.Uno se queda pensando...

Una calurosa mañana de 1826…

El 19 de febrero de 1826 los vecinos de la ciudad de Buenos Aires contemplaron con algo de asombro y un cierto toque de indiferencia a una caravana de carretas precedida por hombres de a caballo, que ingresaba a la ciudad de Buenos Aires. No era una tropa de reseros, no eran gauchos venidos desde alguna estancia, no eran comerciantes o proveedores de la pulpería. Había en ellos, a pesar de las ropas gastadas y polvorientas, a pesar de las barbas crecidas y el visible deterioro físico de algunos, una gallardía, una dignidad íntima, una cierta altivez en la mirada que provocaba inquietud y desconcierto. Pronto un rumor empezó a circular entre los vendedores ambulantes, los troperos de la plaza, algunos parroquianos de los bares de la zona, las chinas que marchaban con los atados de ropa para lavar en la costa. Esos hombres de mirada hosca, mal entrazados, eran, nada más y nada menos, los granaderos de San Martín que regresaban a su ciudad luego de catorce años de ausencia.
En efecto, mil hombres del flamante cuerpo de granaderos marcharon en su momento a Mendoza para incorporarse al Ejército de los Andes. Desde ese momento el Regimiento estuvo en todas y no faltó a ninguna. Peleó en Chile, Perú, Ecuador, Colombia y Bolivia. Ganaron y perdieron batallas, pelearon bajo los rayos del sol y en medio de tormentas y borrascas; no dieron ni pidieron cuartel. Mataron y murieron sin otra causa que la de la Patria. De sus filas salieron Generales, Oficiales y Soldados valientes. Bolívar, Sucre y Santander ponderaron su disciplina, su coraje, ese orgullo íntimo que exhibían por ser granaderos. San Martín, tan ajeno a los elogios fáciles, dijo de ellos: De lo que mis granaderos son capaces de hacer, sólo yo lo sé; habrá quien los iguale, quien los supere, no. Don José sabía de lo que hablaba.
Pero regresemos al lunes 19 de febrero de 1826. Hacía calor en Buenos Aires, y cerca del mediodía no era mucha la gente que se paseaba por la zona de la Recova y la Plaza Mayor. A los rigores de la temperatura, se sumaban los avatares de la política. Bernardino de Rivadavia acababa de asumir la presidencia, un mandato otorgado por un Congreso que ya empezaba a ser impugnado por buenas y malas razones. Desde hacía unos meses, Brasil nos había declarado la guerra y, para escándalo de los ganaderos federales, el Congreso había iniciado el debate para capitalizar la ciudad de Buenos Aires.
No, no eran buenos aires los que soplaban en el Río de la Plata en esa calurosa mañana. Los vientos de la guerra soplaban amenazantes. La guerra contra Brasil, pero también las guerras civiles. Ni el gobierno ni los opositores tenían ganas de recibir visitas inoportunas, visitas que recordaran tiempos viejos y al nombre de San Martín; un nombre incómodo para una ciudad que no le perdonaba no haber movilizado a las tropas en Chile para defender a Buenos Aires del ataque de las montoneras federales de López y Ramírez.
La caravana llegó hasta la Plaza Mayor, los hombres ataron los fletes en los palenques y se protegieron de los rayos del sol bajo la sombra de la Recova. Nadie salió a recibirlos; no hubo ni ceremonias oficiales ni privadas. Nadie los esperaba y nadie parecía tener muchas ganas de hablar con ellos. Ellos tampoco se quejaron o levantaron la voz. Estaban acostumbrados a las ingratitudes.
Repuestos del viaje, el “trompa” Miguel Chepoya hace sonar su trompeta -la misma que vibró en San Lorenzo- frente a la Pirámide de Mayo. Algunos vecinos miran con desconcierto y algo de temor a estos “rotosos” que se comportan de un modo algo extravagante. ¿A quién se le ocurre hacer sonar una corneta ridícula un lunes a la siesta? Es verdad, ¿a quién se le puede ocurrir semejante cosa en el Buenos Aires de 1826? Después, en rigurosa formación, marchan hacia el Parque de Retiro donde dejan sus arreos. Sólo algunos curiosos los acompañan. Ni formación especial ni comitivas oficiales. Una semana después, la Gaceta Mercantil les dedica algunos renglones. Nada más. Tampoco ellos piden más. El único orgullo que se permiten estos hombres es ser soldados de San Martín y pertenecer al regimiento que para el Libertador era, como se decía entonces, la niña de sus ojos. La mayoría de ellos no conoce los entremeses de la política criolla. Seguramente no sabe quién es Rivadavia o Rosas; les basta con saber que conocieron a San Martín y que fueron sus soldados. Motivos tenían para estar orgullosos. Su destino militar en los últimos años estuvo unido a las guerras de la independencia. No faltaron a ninguna cita. Combatieron en Vilcapugio, Ayohuma, Sipe Sipe; desfilaron orgullosos por las calles de Montevideo; estuvieron en San Lorenzo, Chacabuco, Maipú y Cancha Rayada. Después se lucieron en Río Bamba. Pichincha, Junín y Ayacucho. El balance es elocuente: ciento diez batallas en las costillas.
Luego iniciaron el regreso a Buenos Aires. El 10 de julio de 1825 llegaron a Valparaíso bajo las órdenes del coronel Félix Bogado. Nada les resultó fácil. Ni en Valparaíso ni en Santiago los esperaban. Les habían prometido pagarles los sueldos atrasados y no lo hicieron; les habían prometido trasladarlos con las comodidades del caso, y tampoco lo hicieron. El coronel Bogado discutió con políticos chilenos y diplomáticos argentinos. El reclamo era más que modesto: caballos y carretas para regresar a Buenos Aires. Recién en Mendoza, un señor llamado Toribio Barrionuevo, sacó de sus bolsillos unos pesos para financiar el regreso.
El 13 de enero de 1826 salieron de Mendoza en una caravana de veintitrés carretas. Antes de partir, Bogado ordenó un recuento de armas y pertenencias: 86 sables, 55 lanzas, 84 morriones y 102 monturas. Setenta y ocho hombres son los que llegaron a Buenos Aires. De ellos, siete estuvieron desde el principio. Importa recordar los nombres de estos muchachos: Félix Bogado, Paulino Rojas, Francisco Olmos, Segundo Patricio Gómez, Dámaso Rosales, Francisco Vargas y Miguel Chepoya. Dos meses después, Rivadavia se acuerda de ellos y los designa escolta presidencial. Pero las desconfianzas y recelos persisten. Finalmente se corta por lo sano y los disuelven.
Veamos el destino de estos sobrevivientes: Félix Bogado, paraguayo y lanchero, se inició como soldado raso en San Lorenzo y concluyó su carrera militar con el grado de Coronel. Cada ascenso lo logró en el campo de batalla. San Martín lo hizo Teniente Coronel y Bolívar, Coronel. Murió en mayo de 1829 en San Nicolás. Estaba pobre y tuberculoso. Hoy un pueblo y numerosas calles lo recuerdan, pero en su momento nadie se acordó de él. El “trompa” Miguel Chepoya, iniciado en San Lorenzo, se dio el lujo de hacer sonar su trompeta en Ituzaingó. Es la última vez que lo hizo. Murió en su ley. Peleando contra un enemigo extranjero. José Paulino Rojas era cordobés. También estuvo en todas y en todas fue respetado por su coraje. Ninguna de esas virtudes alcanzaron para salvarle la vida. Rojas, enredado en las guerras civiles, murió fusilado en 1835.
De los otros, es decir de Vargas, Rosales, Olmos y Gómez no dispongo de datos. Es probable que mucho no haya. Por lo general, las grandes biografías no se escriben con las peripecias de estos hombres, cuyo exclusivo patrimonio son las cicatrices ganadas en los campos de batalla. Después, mucho después, llegarán los reconocimientos y los honores.

Bartolomé Mitre dirá del Regimiento de Granaderos: “Concurrió a todas las grandes batallas de la independencia. Dio a América diecinueve generales y más de doscientos jefes y oficiales en el transcurso de la Revolución. Y después de entregar su sangre y sembrar sus huesos desde el Plata hasta Pichincha, se paró sobre su esqueleto y los soldados regresaron a sus hogares trayendo su viejo estandarte bajo el mando de uno de sus últimos soldados ascendidos en el espacio de trece años de campaña”.

Buenas y bellas palabras, para hombres que aquel lunes de febrero de 1826 ni siquiera recibieron el saludo de los perros que entonces vagaban libres y salvajes por las calles de Buenos Aires.

MORALEJA:
“Ante el peligro se acude a Dios y al Soldado. Cuando el peligro ha pasado,Dios es olvidado y el Soldado despreciado”.

Dios bendiga por siempre a los Granaderos del Brigadier General San Martín.
Hombres Loables como su Jefe, fieles fomentadores de su Legado Inmortal!!!
 
TRES SARGENTOS

Se llama así por la llamada “Acción de los Tres Sargentos”, sucedida en 1813.


Después de Vilcapugio, y a pesar de su victoria, las fuerzas realistas carecían de abastecimientos y medios de transporte como para marchar en persecución de las tropas de Belgrano. Este supo sacar partido de tales circunstancias y procuró hostilizar constantemente a sus enemigos por medio de partidas aisladas que los atacaban por sorpresa. En estas refriegas comenzó a distinguirse por su extraordinaria temeridad el futuro general Gregorio Aráoz de La Madrid, que entonces ostentaba el grado de teniente del cuerpo de Dragones. Merece recordarse, por el arrojo de sus principales protagonistas –los soldados Mariano Gómez, Santiago Albarracín y Juan Bautista Salazar-, la acción de Tambo Nuevo, que el mismo La Madrid nos relata en sus Memorias


“Llega la hora señalada y se me presentan los bomberos (espías) con la noticia de haber dejado (los realistas) en Tambo Nuevo una compañía como de 40 a 50 infantes…. En el acto de recibir esta noticia mandé montar a caballo a mis 14 hombres, incluso el baqueano Reynaga, y… me dirigí a sorprender la compañía, pues ésta venía seguramente (como lo afirmaron después los prisioneros) a tomarme la espalda por la quebrada…. Emprendí mi marcha, en efecto, en esta dirección, mandando por delante a Gómez, Albarracín y Salazar, con los indios que acababan de llegar con la noticia, en clase de descubridores. Seguía mi marcha en este orden, con mi baqueano Reynaga a mi lado, y habían pasado ya algunas horas, cuando se me presenta Albarracín avisándome de parte de Mariano Gómez, que encabezaba la descubierta, que venía en marcha conduciendo prisionera a la guardia (realista). Gustosamente sorprendido con esta noticia pregunté… ¿Cómo han obrado ustedes ese prodigio? Continuando mi marcha, me refiere Albarracín que, al asomar los tres hombres el portezuelo de Tambo Nuevo, habiendo señalado el baqueano el rancho en que estaba colocada la guardia….. aproximándose Gómez al momento, le propuso a sus dos compañeros si se animaban a echarse con él sobre aquella guardia que dormía, y cuyos fusiles se descubrían arrimados a la pared con la luz de la lámpara: habiéndole contestado ellos que sí, se precipitan los tres con los dos indios que los guiaban, sobre la puerta del rancho, y que desmontado Gómez en la puerta con sable en mano, dio el grito de “ninguno se mueva”, a cuyo tiempo, abrazándose de los 11 fusiles que estaban arrimados, se los alcanzó a los dos indios; que enseguida hizo salir y formar afuera a los 11 hombres y los echó por delante, habiéndose colocado el exponente a la cabeza, Salazar al centro y Gómez ocupó la retaguardia, suponiéndose oficial y haciendo marchar a los dos indios con los fusiles por delante. Mientras Albarracín me informaba de todo esto, presentóseme Gómez con sus diez prisioneros (ocho soldados y dos cabos), diciéndome que el sargento que mandaba esta guardia, se le había escapado tirándose cerro abajo al descender por un desfiladero, y que no había querido perseguirlo por temor de exponerse a que pudiesen fugar los demás…”.



Como consecuencia de esta acción, los soldados Gómez, Albarracín y Salazar fueron ascendidos a sargentos, conociéndoselos en adelante como “los sargentos de Tambo Nuevo”. También el general Belgrano les obsequió con los mejores caballos que tenía, especialmente a Gómez, a quien le regaló un hermosísimo caballo blanco.

Poco tiempo después, el sargento Mariano Gómez ofreció al general Belgrano, “traerle los mejores caballos o mulas del ejército enemigo”. La Madrid relata también este episodio en sus Memorias: “La noche los favoreció porque se puso muy nebulosa, pues al rayar el siguiente día se presentó Gómez al general con sus dos compañeros (los sargentos de Tambo Nuevo, Albarracín y Salazar) y le entregó once hermosas mulas de jefes y oficiales que logró sacar del campamento enemigo, cortando con sus cuchillos los lazos en que estaban amarradas a las estacas de las tiendas, mientras sus compañeros velaban montados y teniéndole su caballo; para comprobante de esa verdad traían atadas todas ellas al pescuezo pedazos de lazos. Al salir con ellas fueron sentidos por un centinela y perseguidos, sufriendo una descarga al pasar descendiendo la cuesta por cerca de la guardia, y cuyos tiros se sintieron en nuestro campo; pero ellos se salvaron con su presa y el general les regaló once onzas de oro”.



El Sargento Gómez, tucumano, murió fusilado por los realistas en Humahuaca en 1814; el Sargento Salazar murió en combate ese mismo año y el Sargento Albarracín murió en 1840, con el grado de Comandante de milicias, ambos eran cordobeses . Una calle de Buenos Aires los recuerda con el nombre de Tres Sargentos.


Fuente Editorial Codex (QEPD)
 
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DSV

Colaborador
Un pueblo de la provincia de Buenos Aires también se llama Tres Sargentos, por Ruta 7, a unos 180 km de Buenos Aires.
 


Posiblemente uno de los últimos cuarteles del EA y el mas austral continental y oxidental del EA, prácticamente se habla muy poco de ellos y muchos desconocen su existencia un bastion a metros de la frontera
 
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HISTORIA DE LOS DISTINTIVOS DE GRADO EN NUESTRO EJERCITO


A lo largo del tiempo, podemos apreciar que existio al respecto una gran variedad de formas de representar los distintivos de cada grado, tanto en los Oficiales como en los primitivamente llamados clases, luego Suboficiales.
Antiguamente, junto con la misma razon que llevo a partir de la organizacion de ejercitos permanentes (mediados del S. XV), las formas del combate de entonces, las organizaciones militares existentes y fundamentalmente, el tipo de armas que se usaban, etc., a usar ropas que distinguieran a unas tropas de otras, el colorido y la disposicion de estos, permitieron individualizar a los jefes, a la propia tropa del enemigo. Debe considerarse el tipo de polvora que se usaba, que producia mucho humo. Los incendios, muy comunes en los campos de batalla, y la polvareda producida por las evoluciones de las tropas, obligaban necesariamente a usar vivos colores para distinguirse en medio del combate.
De la misma forma en que hubo necesidad de distinguir y diferenciar las tropas, a medida que estas fueron evolucionando sus estructuras en funcion de nuevos inventos y descubrimientos en el armamento, que repercutian de inmediato en las tecnicas de combate y estas, en la Tactica, fueron desapareciendo las primitivas y escasas marcaciones con que se distinguia a las jerarquias intermedias, derivando en otros distintivos de grado. Estos estuvieron dados, entre otras, por distinguir a estos grados con armas blancas de punta, como la pica, la alabarda, el esponton y la jineta, para el soldado, el cabo, el sargento y el oficial respectivamente (S. XVII y XVIII). Todas estas eran armas tipicas de la Infanteria, que por no usarlas ya, quedaron para uso y distincion de las clases. Consistian en armas largas de madera, encabadas, con regatones en su parte inferior y diversas cantidades y formas de filos, ganchos y hojas de corte en su extremo superior. Servian para desmontar al jinete enemigo, y caido e imposibilitado este por la impedimenta de su armadura, era rematado luego en el suelo. Desaparecida la necesidad de este tipo de armas, reemplazadas por arcabuces y otras armas de fuego, se monto a estas jerarquias intermedias para que tuvieran un mejor control por encima de la tropa a pie, mientras conducian sus fracciones. Se les entrego como distintivo una de estas alabardas, pero acortada para que llevara el jinete, recibiendo consecuentemente, el nombre de "jineta" Continuo pasando el tiempo y con este nuevos inventos y descubrimientos, siempre resultando en cambios en las tecnicas de combate y estas, determinando otros tantos en la tactica. Desaparece entonces la jineta, equipandosele al soldado montado y jerarquizado, con otro distintivo mas adecuado, mediante un progresivo reemplazo por simbolos que las representaban.
Tal es el caso de la jineta, que fue sustituida por cintas de colores que pendian sueltas, del hombro, tomando la forma abierta y redondeada de este, y dando lugar progresivamente al actual distintivo que llevan en el brazo, los Suboficiales, perpetuando el nombre original que tuvieran.
La ubicacion de estas fue primero en los brazos, representado la practica del comando. Este es llevado a cabo por el brazo ejecutor de los mandos intermedios. En nuestros dias, luego de un largo periodo de tiempo en que se portaron las divisas de grado del lado izquierdo del pecho del uniforme de combate, es llevado en los hombros por todos los cuadros, aunque perdura en el brazo en el uniforme de soldado por excelencia: el de combate. A la reciproca, la evolucion de los distintivos de grado para los Oficiales, fue recayendo en la eleccion de aquellos que se ubicaban sobre los hombros, simbolizando con ello que aquellos cargan justamente sobre los hombros, con la grave responsabilidad de ejercer el Mando.
Con el correr del tiempo, las jinetas, aquellas cintas de colores se oficializaron, adquiriendo configuraciones caracteristicas y distintivas para cada grado, pero siempre ubicadas en el brazo o antebrazo, con algunas variantes segun la ocasion, en que se las solia emplear en un solo brazo e incluso sobre el pecho. Tambien encontramos para los clases, las charreteras, pero sin distintivo alguno, a excepcion del material (normalmente lana o algodon) y colores empleados en su confeccion, los que ademas del grado indicaban, hacia mediados del siglo pasado, el arma o incluso la unidad de revista o pertenencia del que las portaba.

En nuestro Ejercito, los oficiales adoptaron desde los albores de la Patria, las modalidades francesas que tenian por entonces los uniformes españoles, de los cuales derivaron los que se comenzaron a utilizar en el periodo independiente. Los primeros distintivos estuvieron dados por galones plateados o dorados, indicativos de cada grado, cosidos en el vivo del puño de las casacas. A estos le siguieron las charreteras, las que en los primeros grados se utilizaban en forma alternada, una por hombro, luego en ambos y en los grados sucesivos, se le agregaban flecos bordados en gusanillo y distintivos tales como soles, gorros frigios o estrellas, caracteristicos del espiritu republicano de ese periodo. Mas adelante se agregaron presillas que las cruzaban con estrellas indicativas de cada grado. Los materiales con que se confeccionaban eran cuero o carton forrado en paño, sobre el cual se realizaban los bordados referidos y del que tambien pendian los flecos caracteristicos de esta prenda, los que normalmente eran de hilo de plata u oro.
Hacia principios del presente siglo, la notoria influencia francesa observable en nuestros uniformes, adopto la configuracion de tiras doradas para indicar el distintivo de cada grado de los Oficiales, los que se llevaban en el puño y en el kepi. Los Suboficiales, en este periodo continuaron usando distintivos formados por jinetas para los Suboficiales Superiores y escuadras para los Subalternos, cosidas en los antebrazos.
Las "escuadras", para Cabos Segundos y Primeros, se usaban en ambas bocamangas, confeccionadas en estambre dorado sobre fondo del color del arma de pertenencia, cosiendose desde la punta del codo, hasta la parte interna del extremo de la bocamanga.
Los Sargentos usaban "jinetas" con forma de "chevrones", con el angulo hacia arriba rozando la costura del hombro. Se confeccionaban con estambre dorado sobre paño del color del arma de pertenencia.
El grado de "Suboficial", ultimo de la escala de clases, consistia en cuatro tiras de estambre dorado cosidas sobre paño del color del arma de pertenencia.
Hacia mediados de la segunda decada del siglo XX, se advirtio una fugaz influencia inglesa en el corte de las prendas, pero que adopto en forma definitiva el sistema de estrellas y soles para los Oficiales Subalternos y Jefes respectivamente, manteniendo el de jinetas y escuadras para los Suboficiales. Este sistema prevalecio hasta nuestros dias, cambiando varias veces la forma y material de las estrellas (redondas, cuadradas, imitando bordados o, ya mas cerca en el tiempo, de forma circular, imitandolas simbolicamente). Del mismo modo fueron cambiando la ubicacion y disposicion de estos distintivos, al igual que el material y colores sobre los que se aplicaban. En nuestros dias se puede ver una notable uniformidad entre Oficiales y Suboficiales, particularmente en los uniformes de combate, en el que todo el personal ostenta sus distintivos de grado, confeccionados en tela bordada sobre hombreras del mismo material. Razones como la sencillez, practicidad y semejanza con los usos y costumbres observados en otros ejercitos han impuesto esta, eliminando el uso tradicional observado hasta no hace mucho tiempo, en que los oficiales portaban sus distintivos en los hombros y los suboficiales en los brazos, obedeciendo a las razones ya expuestas. Es de hacer notar que, paradojicamente, el uso en los uniformes de combate de este tipo de distintivos dificulta su identificacion por la ubicacion y color que tienen, ya que en forma muy corriente, son tapados por las espalderas de mochilas, equipos de radio, correas de portacion de armamento, etc., al tiempo que los convierten en objetos facilmente "enganchables". En este sentido, se ha vuelto al uso de los distintivos de grado en estos uniformes manteniendo, en el caso de los suboficiales, su divisa en el brazo y adoptando los oficiales un distintivo mas reducido a portar en el cuello ya que, por su cercania al hombro, mantiene el espiritu de la tradicion y a la vez lo vuelve mas visible. En el resto de los uniformes se continua usando el tradicional sistema de estrellas y soles metalicos para los Oficiales y jinetas de galon dorado para todos los Suboficiales, aunque en estos ultimos tambien se ha adoptado la costumbre de portarlo en el hombro, fijado sobre caponas simples (charreteras sin flecos).
El ultimo cambio registrado en la escala jerarquica, en este caso de los Oficiales, se registro hacia fines del ano 1992 recreandose el grado de Coronel Mayor, con el caracter de "distincion" (las otras FFAA no adoptaron medidas equivalentes, sino hasta muy poco tiempo atras: por ej.la Armada crea la jerarquia de Comodoro Naval, entre los grados de Capitan de Navio y Contralmirante), como una forma de jerarquizar y reconocer a aquellos Coroneles que, habiendo sido considerados para el ascenso al generalato, la falta de vacantes se lo hubiera impedido. De esta forma, sin variar el espiritu de la Ley de ascensos se introducia esta nueva jerarquia que, por cierto, dura solamente el año en que el que la ostenta, es nuevamente considerado y al abrirse nuevas vacantes, pasa a ostentar el grado de General de Brigada... o sin seguir existiendo vacantes, pasa a retiro con ese grado de distincion.


CONCLUSIONES

A mediados del S. XV se comenzaron a usar indumentarias uniformes para identificar, divisar, individualizar y caracterizar a cada unidad. Esta necesidad se extendio a la de identificar a los jefes de cada parte componente de los ejercitos. Asi, Oficiales, Suboficiales y tropa comenzaron a emplear insignias para identificarse entre ellos y ante sus subordinados. El nombre de la popular "jineta" proviene, como vimos, del uso de un arma antigua empleada como atributo o distincion de jerarquia, como simbolo de mando.
En nuestros dias, el espiritu siempre conservador de la Milicia hace que esta sea una palabra mas agregada al lexico militar, dandosele muchas veces una errada interpretacion, producto de existir confusion o desconocimiento sobre nuestro pasado institucional, aquel que, aunque encontrado en los mas pequenos rincones de nuestra esencia, al conocerlo nos hace reencontrar con nuestros origenes.

BIBLIOGRAFIA

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∗ RODRIGUEZ, Augusto, RESEÑA HISTORICA DEL EJERCITO ARGENTINO 1862 - 1930, Dirección de Estudios Históricos del Ejército, Secretaría de Guerra, Buenos Aires, 1962.
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∗ Webster’s Encyclopedic Unabridged Dictionary of the English Language, Gramercy Books, New York, 1994.
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