nestorboca

MALVINAS... VOLVEREMOS..!
Colaborador
Un merecido homenaje para nuestros Artilleros Antiaereos en Malvinas...


Desde el Punto de Impacto

CAPÍTULO IV

La guerra se instala entre nosotros


1ra PARTE...

Bautismo de Fuego de la Fuerza Aérea

El frío exterior traspasó la lona de la carpa y ante la falta de un artefacto que calentara el ambiente (el mismo era isotérmico), me metí vestido dentro de la bolsa de dormir para ver si de esa forma podía entrar en calor. Al cabo de un tiempo, intenté conciliar el sueño que seguía remiso y no llegaba. Teniendo en cuenta la atmósfera de inquietud que se desprendía del PC, advertí que algo importante estaba por ocurrir.

Con el auricular del teléfono siempre ubicado en la oreja derecha, a esa altura de la madrugada, dolorido por soportar ese elemento extraño durante varias horas, me permití escuchar las continuas conversaciones que realizaba el PC con el jefe de Skyguard sobre la posible detección de algún móvil aéreo. Recuerdo que intuí que, desde una instancia superior, alguien les recaba información a los operadores del PC, ya que la única posibilidad que tenían de saber algo respecto, era justamente preguntándole al único radar operativo que había en el aeropuerto. ¡La noche estuvo muy movida!

Para que la “chicharra” del teléfono no me perturbara tanto e hiciera menos ruido al sonar, coloqué una frazada que amortiguara un poco el penetrante y cargoso sonido. La luz del “sol de noche” que habíamos dejado encendida a propósito cerca de la consola de mando de la Central nos acompañó y orientó en caso de tener que actuar de improviso.

El silencio fue absoluto. De pronto, todo comenzó a cobrar vida. Aunque el teléfono estaba tapado, se hizo oír insistentemente. Me quedé en estado de alerta, esperando que alguno de los corresponsales, Skyguard o el PC contestara el llamado. En eso, el PC contestó. Una voz tranquila y pausada dijo: “Aquí, PC. ¿Qué pasa?”.

El interlocutor era el operador del Skyguard, con una voz que denotó excitación respondió: “¡Tengo adquirido un blanco que se acerca rápido por el Noreste! ¡Está a 8 Km! ¿Qué hago?”.

“Bueno, tranquilo. Espere un momento que averiguo y le informo de qué se trata”, respondió el operador del PC.

La pregunta y más aún la respuesta me provocaron leves escalofríos.

Al oír eso, me salía de la vaina por decirle al operador del Skyguard que los vuelos propios estaban suspendidos. Por lo tanto, todo avión detectado debía ser tratado como enemigo. ¡Debía dispararle! Pero no podía hacer eso. Ese hombre dependía de otra cadena de mando, con procedimientos y directivas pertinentes. Por ende, por respeto, opté por no decir nada y me quedé quieto.

Todo eso pasó por mi mente en una fracción de segundo. Luego, lo desperté a Reyes que dormía como un bebé y le dije: “¡Negro, despertate! ¡Me parece que estamos bajo ataque aéreo!”. Mientras él intentaba sentarse, el teléfono sonó otra vez.

Aún recuerdo que el jefe de Skyguard gritó desesperado: “¡Se sigue acercando! ¡Está a 6 Km! ¿Qué hago?”.

El del PC le dijo imperturbable: “Tranquilo, tranquilo… Ya le aviso”.

Reyes, sentado en el catre, me miró con cara de no entender nada. En ese momento, empezamos a escuchar el ruido poderoso de unas turbinas de avión que en un vuelo bastante bajo pasaba muy próximo. Quizás un poco lateral sobre nuestras cabezas.

Ante eso, ya no hizo falta brindarle más detalles de lo que estaba por ocurrir. Instintivamente nos pegamos al suelo cual estampillas esperando lo peor.

Las bombas lanzadas volaban hacia algún lugar del aeropuerto.

No había mucho por hacer. Recuerdo que me invadió una sensación de paz.

Solo atiné a encomendarme en silencio: “¡Señor, protégeme! ¡Señor, protégenos!”.

Se escucharon en forma potente y lejana una serie interminable de explosiones. La tierra –mejor dicho– la turba transmitió las ondas telúricas que llegaron hasta nosotros, sacudiéndonos violentamente. El “sol de noche” se bamboleó y casi se cayó de donde estaba colgado.

Pasado ese instante de zozobra, comenzamos las consultas por HT para averiguar el estado de nuestro personal. Los operadores de los fierros 303 y 304 y el personal instalado en el refugio nos contestaron de inmediato. Afortunadamente estaban todos sanitos. La tercera Batería había soportado el primer ataque aéreo real que dio inicio a las hostilidades.

Eran las cuatro y cuarenta de la madrugada del sábado 1 de mayo, cuando Gran Bretaña bombardeó sorpresivamente las instalaciones del aeropuerto (tal como lo marcan los manuales) para tratar de desactivar la pista. Por ese entonces, durante los primeros minutos posteriores al ataque no supimos si su objetivo se había cumplido o no.

El operador del Skyguard seguía a los gritos queriendo hablar con el PC, pero no conseguía respuesta alguna. Se habían quedado mudos por el susto (algo poco probable) o se había cortado el cable telefónico (algo muy probable). En el peor de los casos, se hallaban en la corrida de bombardeo y habían sido afectados.

Interpretando la situación vivida por este joven y compadeciéndome un poco también, decidí contestarle el llamado:

Skyguard. ¡Aquí, Turco! Deme un comprendido. ¿Cómo están ustedes?

–Nosotros bien Turco, pero perdimos contacto con PC. ¡Al avión lo tenía “enganchado”, pero no me dieron la orden de tirar y se nos escapó!

En la voz de ese hombre percibí una fuerte desazón que era totalmente comprensible. Por mi parte, desde un par de días antes, intuía que eso podía llegar a ocurrir.

Si tenemos en cuenta que un avión de combate avanza muy rápido, a razón de 200/250 metros por segundo, cuando un radar de AAa lo detecta, no puede perder tiempo preguntando qué debe hacer. Esos son procedimientos que deben estar predeterminados de antemano y expresados en reglas de combate. Pero al parecer, eso no ocurrió así y esa vez perdimos la posibilidad de impedir o al menos dificultar el accionar.

De cualquier manera ya era tarde. El avión había pasado y había realizado su trabajo. Desde ese mismo momento, había que pensar en el futuro inmediato.

Recuerdo que le dije: “No se haga problema. En una de esas, no le autorizaron el tiro para que no fuera Argentina la que iniciara las hostilidades… ¡Qué sé yo! A partir de ahora, la cosa cambia. Le recuerdo que los vuelos propios están prohibidos. Por lo tanto, si llega a detectar un eco, bajo esas mismas condiciones, seguro se trate de un enemigo. Por lo tanto, hay que tratarlo como tal. ¡Nos mantenemos en contacto, hasta que se recomponga la comunicación con el PC! ¿Ok?”. Su respuesta fue: “¡Sí, Turco! Ok”.

En el ínterin que mantuve esta conversación, Reyes logró establecer enlace con algunos fierros (3; 4; 5 y 6) de la batería de 20 mm que estaban cerca de nuestra posición. Ellos también habían perdido contacto con el PC y con los demás fierros.

Sin lugar a dudas, la distancia a dichos fierros estaba fuera del alcance de nuestro equipo de radio. No obstante, en previsión de futuras acciones con los que tuvimos enlace, los llamé enviándoles un mensaje: “¡Atención fierros 3, 4, 5 y 6, aquí Turco. Si me escuchan en ese orden den un comprendido”.

La respuesta no se hizo esperar. Cada uno a su tiempo, respondió el llamado.

Con la confirmación del enlace asegurado, otra vez me dirigí a ellos: “Para los fierros 3, 4, 5 y 6, aquí Turco nuevamente. Hemos perdido contacto con el PC y hasta tanto se restituya pasan a depender de los corresponsales Turco o Negro, de acuerdo a quién esté al mando en ese momento.

Les recuerdo que los vuelos propios están suspendidos hasta nuevo aviso. Por lo tanto, todo avión que se detecte, debe ser tratado como enemigo. Salvo una orden que exprese lo contrario, tienen la consigna de “Fuego Libre”. ¿Recibido?”.

Esos curtidos Jefes de Pieza respondieron con voces vibrantes que denotaron decisión y fortaleza. El ataque sorpresivo no los amilanó. Por el contrario, se los notó prestos a combatir. Sólo hubo que esperar la salida del sol. No obstante, empezaron a alistarse.

Me los imaginaba desplazándose con presteza hacia el cañón, quitándole la lona protectora, secando con un trapo la humedad de la noche, realizando el proceso de carga, abasteciendo el almacén cargador y llenando el tanque de combustible en una febril actividad mediante la cual además atemperaban el frío reinante.

Al rato, el fierro 3 había logrado comunicarse con el fierro 2. Todo su personal estaba sin novedad. Dada la cercanía, trató de contactarse con el PC y los demás fierros de los que no teníamos noticias. Algo era seguro: el sector Norte (Fierros 2, 3, 4 y 5), el sector Este (nosotros) y el sector Sudeste (Fierro 6), habíamos logrado recomponer las comunicaciones operativas.

A las seis y media de la mañana, luego de casi dos horas de incertidumbre, recibimos una comunicación entrecortada de Maiorano. Nos comunicó que otra vez estaban operando normalmente y que todos los integrantes del PC estaban en perfecto estado de salud. De ese modo, volvimos a depender de los mandos naturales.

Se nos ordenó que activáramos el radar e intentáramos detectar móviles aéreos, a sabiendas de que no teníamos posibilidades de entrar en combate. En ese momento, la tarea asignada consistió en realizar una vigilancia aérea de corto alcance.

La corrida de bombardeo había pasado bastante cerca del PC. Por tanto, las paredes se habían deteriorado de tal modo que el agua que brotaba había comenzado a mojar su interior. Por ello debieron abandonarlo. Fue así que se ubicaron en una hondonada de las inmediaciones, en donde instalaron los equipos de radio.

A la Antena del Radar Elta de la batería de GAL que estaba instalada muy próxima al PC, le cayó una bomba encima y la desintegró. En su lugar quedó un inmenso cráter.

La falta de comunicación telefónica se debió a que el cable fue cortado cerca del acceso al aeropuerto. En conocimiento de esos pormenores y agradecidos a Dios por habernos protegido más la plena convicción de que eso recién comenzaba, decidimos reforzar los puestos de combate. Por ello convocamos a Alasino para la posición del radar. Al fierro 303, en el que estaban Mansilla, Albornoz y Pedernera lo reforzamos con Cardoso, y al 304 que era operado por el Molina, Repizo y Rivoira le agregamos a Rivarola.

La orden siguió siendo la de Fuego Libre ante cualquier ataque.

Con las primeras luces, el personal desplegado en las distintas zonas del aeropuerto, salió de sus posiciones, tratando de visualizar la parte que había resultado afectada.

Desde nuestra posición, utilizando el anteojo del Equipo de Puesta sobre el blanco (OPO), un anteojo de gran magnificación, vimos a personal del Grupo de Construcciones de FA con máquinas viales y personal removiendo tierra y escombros sobre la pista.

Las primeras noticias referente al ataque señalaron que un avión de bombardeo liviano, el Avro Vulcan, había lanzado 21 bombas de caída libre del tipo propósitos generales de 1000 Libras (454 Kg) en una corrida de lanzamiento, intentando cortar la pista por el medio, entrando con un ángulo de 30º con respecto al eje de la misma y atacando desde el NE, en dirección al SO, en donde se ubicaban las instalaciones del aeropuerto.

Esa misión tuvo su base de lanzamiento en Wideawake (USA), en la isla Ascensión. En su largo trayecto de ida y vuelta fue reabastecido en vuelo en varias oportunidades, teniendo una duración final de dieciséis horas de vuelo. Esta operación se denominó “Black Buck” (Oveja Negra).

Para asegurarse de inutilizar la pista, durante la fase de preparación del ataque, los ingleses debieron realizar cálculos matemáticos para determinar la distancia entre cráter y cráter que producirían las bombas y por norma ésta debía ser menor que el ancho de la misma, aproximadamente unos 40 metros. Para lograr ese efecto, en función de la altura y la velocidad, el avión contaba con un dispositivo electrónico de lanzamiento que determinaba cada cuanto milisegundo de intervalo se producía el lanzamiento de una bomba con respecto a la siguiente.

Por suerte, a pesar de que la planificación del ataque fue excelente, siempre algún imponderable hace que las cosas no ocurran como se las prevé. Quizás lanzar las bombas unas milésimas de segundo tarde, volar un metro más o menos alto de lo previsto, una variación en la velocidad, efecto del viento en altura o superficie, implicaron no dar exactamente en el blanco.

Ocurrió que la primera bomba impactó sobre la pista, pasando su eje longitudinal y dejando un cráter de unos 20 metros de diámetro, reduciendo a la mitad el ancho de la misma. De haber impactado más próximo al eje longitudinal, la posibilidad de seguir operando sobre ella, hubiera quedado vedada. Como así también, si la primera bomba hubiese caído antes del inicio de la pista, con seguridad algunas de las siguientes habrían impactado de lleno sobre la misma, con el mismo efecto irreparable. Pero ello no ocurrió así. La pista siguió en servicio restringido pero operable.

Las demás bombas cayeron fuera del blanco, en dirección a los edificios del aeropuerto y unas cinco, en las aguas de la Bahía.

El ingenio “criollo” actuó de inmediato. Esa vez con logros importantes. Así desde el tiempo posterior al bombardeo y hasta la salida del sol, los muchachos del Grupo de Construcciones “fabricaron” dos hoyos que simulaban ser enormes cráteres en la pista que parecían reales. Por lo tanto, cuando los ingleses realizaran inteligencia sobre el resultado del ataque podría pasar como que la misma había sido neutralizada. Los efectos buscados dieron resultado positivo, ya que la prensa británica difundió eufórica esa información.

En la guerra como en la vida cotidiana, a veces lo que uno ve no es lo que parece.

Los daños mayores los recibieron las tropas acantonadas en carpas, en las proximidades de los edificios del aeropuerto. Se habló de dos soldados fallecidos y entre los heridos estuvo el Suboficial Mayor Gómez que resultó semiaplastado por los escombros que generó una de las bombas. Al parecer tuvo una o dos costillas quebradas.

Ya el sol anunciaba una mañana esplendorosa, salvo por el efecto causado gracias al accionar de los hombres. En términos prácticos, era una mañana demasiado hermosa para que ocurrieran hechos luctuosos.

Nuestro radar había entrado en operación normal. Puse a Reyes al comando. Como a las siete y cuarto de la mañana casi en simultáneo, el PC y el Negro nos avisaron de una incursión aérea enemiga. Los “bandidos” se estaban acercando por el Este. Nos pusimos de frente al Faro, mirando al cielo y buscando con la vista a los incursores.

“¡Allá están!”, gritaron varios.

Era cierto. Bien alto había dos puntitos oscuros detrás de los cuales se trazaba una estela blanca como si estuvieran rayando el cielo. Recuerdo que vimos cómo avanzaban dos Sea Harrier. Volaban en sección: al frente iba el guía y un poco más atrás el numeral, avanzando en línea recta hacia nosotros, casi sin hacer ruido.

Albornoz, el operador del fierro 303 fue el primero de los artilleros que abrió fuego sobre los ingleses. Vimos cómo los proyectiles trazantes fueron directo a los aviones. Cuando todavía faltaba bastante para llegar al blanco, las municiones comenzaron a autodestruirse. Primero, vimos una luz amarilla rojiza y luego una diminuta nubecita gris oscura debajo de los aviones. Estos volaron como a 7000 metros de altura, totalmente fuera del alcance de las armas de la defensa.

Una vez que escucharon la apertura del fuego del fierro 303, los demás artilleros lo imitaron. Esa fue una acción que sirvió para calentar el cuerpo y los ánimos. A la vez, demostró que los artilleros estaban prestos para repeler el próximo ataque.

Los dos aviones pasaron en dirección al Oeste, siempre a nuestra vista. Quizás a la altura de Puerto Argentino iniciaron un giro de 180º, retornando por el mismo camino. Desde donde estábamos pudimos distinguir la pintura blanca de la “panza” y las alas. El sonido que emitieron fue apenas audible, debido a la altura. Recuerdo que se desplazaron de manera majestuosa, sabiendo que nada ni nadie los podía molestar.

De a poco fueron desapareciendo de nuestra vista, en dirección al Este, buscando la seguridad del portaaviones de donde habían partido.

¿Qué tarea estarían realizando? ¿Verificando daños en la pista y el aeropuerto? ¿Haciendo aerofotografía? O ¿Nos avisaban que ellos eran los dueños de los cielos? Esas fueron las preguntas que, en ese entonces, no pudimos resolver. El tiempo nos daría algún indicio.


Ataque aéreo masivo al aeropuerto

Una hora después aproximadamente, cuando estábamos a punto de desayunar, Reyes me avisó que el radar había detectado una gran cantidad de ecos provenientes del sector Norte. Mientras emití la voz de alarma, introduje mi cabeza en la oscuridad de la tienda del radar y, a pesar de que no estaba habituado a la escasez de luz, vi varias manchas en la pantalla. Para mi gusto eran muchas que dejaron a las claras que íbamos a recibir un ataque masivo de aviones.

Del PC nos dieron la alarma roja. Luego, escuchamos la sirena activada en el aeropuerto. A las ocho y media se iba a producir el ataque de los Sea Harrier.

Salí de la carpa del radar y me dirigí hacia el médano para asomarme sobre la duna y divisar los incursores. Desde la cima, con un golpe de vista rápido vi varios aviones que provenían del Norte. En un vuelo muy bajo se aproximaron hacia nosotros. ¡Eran un montón!

Por la HT les avisé a los fierro 303 y 304 que el ataque provenía del Norte y les di nuevamente la autorización de Fuego Libre.

El ataque fue de manual ya que para lograr efectividad con el tipo de armamento empleado la técnica exigía que se lanzara con determinados parámetros de altura y velocidad que necesariamente obligara a los aviones atacantes a acercarse a una altura muy baja para pasar sobre el blanco y descargar sus armas. Con ello debían entrar dentro del alcance eficaz de las armas antiaéreas. ¡Eso fue lo que estábamos esperando!

Por la distribución de los fierros en el terreno, realizando una defensa omnidireccional, cubriendo los 360º alrededor de la pista, esos aviones iban a ser recibidos, en primer lugar, por los cañones ubicados paralelos a la pista en el sector Norte. Los fierros 2, 3, 4, 5 y todos los restantes contribuirían ayudando a los indicados, en caso de no recibir ataques desde el sector de responsabilidad propia.

Durante unos instantes me pareció que los sonidos externos desaparecieron. Hubo un silencio total. Luego se desencadenó un ruido atronador que se entremezcló con el sonido sibilante de los motores a reacción, el tableteo de los cañones antiaéreos y las sordas explosiones de bombas y cohetes que impactaron en el aeropuerto. Nuevamente los sonidos de la guerra atronaron la mañana.

Por la HT se oyó el primer grito apuntándose un derribo. Fue el del Cabo Principal Almada, operador del fierro 3. Ese avión voló directo a su posición. El cañonero sin realizar grandes correcciones en la puntería disparó una ráfaga que lo impactó de lleno. El avión se elevó un poco de lado e inició un giro como si estuviera retornando al lugar de donde había venido hasta que desapareció detrás de una lomada en la península Freycinet, frente a nuestras posiciones. Dicho avión no alcanzó a hacer uso de sus armas. Eso fue un éxito total.

El Cabo Principal Diego Bartis, el Pollo, operador del fierro 8 ubicado en el sector Sur, casi al ingreso del aeropuerto, como no tenía ningún avión atacando por su sector, giró su arma y combatió sucesivamente dos que provenientes del sector Noroeste pasaron distantes y oblicuo su posición en dirección al fierro 7.

Ante el aviso del observador adelantado, el soldado Claudio Viano, de que venían dos aviones por detrás del hangar (Nor-Noroeste), giró su cañón apuntando sobre el techo del mismo esperando al primero. Cuando el Sea Harrier apareció Bartis que miraba por la mira P-56 del cañón RH, dada la escasa distancia que los separaba, la visualización del avión cubrió la totalidad de la misma y le efectuó una ráfaga. Sin esperar el resultado de la misma fue de inmediato en busca del segundo avión atacante.

Ese vino próximo al primero pero más bajo, ametrallando todo a su paso.

En ese momento se estableció la lucha directa: cañón versus avión.

Bartis realizó las ráfagas, corrigiendo el tiro y visualizando el recorrido de las municiones trazantes ya que no tuvo tiempo de utilizar la P-56. La ráfaga de los cañones del Sea Harrier tuvo por destino final el cañón, en donde una esquirla impactó en el alimentador para incrustarse próxima al pedal de disparo, sin afectar al jefe de pieza.

Finalizado ese breve pero intenso combate, de su observación en la corrida de escape de ambos aviones pudo ver cómo la trayectoria rectilínea del primero cambió iniciando un leve viraje a la izquierda con rumbo al Sudeste, adentrándose en el mar y desprendiendo un humo negro por la tobera de escape.

Allí lo estaba esperando el cabo Ruiz, operador del fierro 6, que lo venía apuntando en su ruta de escape y, a corta distancia le disparó una ráfaga. Se escuchó por la radio HT un “¡Viva la Patria!”

Había sido el operador del fierro 6 el que decía haber impactado al avión.

Desde mi posición, ubicado de pie cerca del Superfledermaus, alcancé a visualizar que el avión se alejaba con rumbo Sudeste, tratando de aproximarse lo más posible al agua, mientras desprendía un humo renegrido por la tobera de escape del motor.

Casi en simultáneo y en esa misma dirección, vi pasar lo que en un primer momento me pareció era un avión, desprendiendo por la tobera de escape un dardo de fuego rojo-anaranjado. De inmediato corregí la apreciación y reconocí que en realidad se trataba de un misil que quizás había sido lanzado desde las proximidades del aeropuerto, en persecución del avión antes citado. Como éste no alcanzó el blanco o salió de la zona de guiado, inició un ascenso vertiginoso casi vertical para explotar a unos trescientos metros de altura, produciendo un flash multicolor que contrastó con el cielo azul. Pero el vértigo del combate no nos permitió realizar extensas observaciones bucólicas.

Siempre mirando en esa dirección, pude ver el humo de la pólvora saliendo por los apaga llamas del fierro 304, disparando a unos diez metros lateral de mi cabeza una ráfaga muy corta en dirección al Norte. De inmediato sentí en mi espalda un fuerte ruido a turbinas e instintivamente giré de lado buscando al causante del sonido y vi pasar un Sea Harrier rasante a unos diez metros de mi ubicación, en actitud de escape. Iba tan bajo y estaba tan cerca de mí que pude distinguir con total nitidez el casco del piloto. Pocos segundos después, se perdió de vista detrás de una duna, rumbo al mar.

Con la fugacidad con la que se había iniciado el ataque también había terminado. Quizás tardó unos 20 o 30 segundos. No lo sé… Lo que sí sé es que fue tan grande y violento como tenaz y decidida, la defensa.

Desde el refugio Iraizoz me avisó que entre el personal ubicado en el mismo, no había habido novedades.

Algo era inocultable: la gran euforia que había en todas las posiciones artilleras. Por la HT, a cada rato se oía algún “¡Huija!” “¡Sapucay!” y los “¡Viva la Patria!”.

Íntimamente sentimos que en nuestro primer combate habíamos actuado muy bien. Varios aviones habían sido afectados. Todavía no podíamos hablar de una cantidad precisa de derribos, pero las versiones indicaban que había al menos dos bajas confirmadas.

Durante un buen tiempo nos quedamos esperando nuevos ataques. Luego, desde el PC nos avisaron que los incursores se habían alejado con rumbo al Sudeste y que, por el momento, no se detectaba actividad aérea en la zona.

Habíamos sido atacados por nueve aviones británicos que habían elegido como blancos principales la aerostación, la plataforma de aviones y el hangar utilizado por la Armada. Además, habían arrojado todo tipo de armas: bombas de propósitos generales, cañones, cohetes, mísiles y bombas de racimos del tipo Hunting BL -755. Estas últimas, también denominadas en la jerga militar como “belougas”, cuya principal tarea consistió en dañar aviones en plataformas, radares, vehículos, artillería antiaérea y personal.

Cada contenedor lanzado contuvo 147 submuniciones o granadas que se esparcieron cubriendo una gran zona; muchas de ellas quedaron intactas en lugares donde se encontraba personal que quedaba aferrado al terreno, impidiéndole la movilidad ante el peligro de tocarlas y activar su explosión.

Si ese ataque se hubiera concretado con éxito quizás los británicos hubieran estado en condiciones de exigir o intimar una rendición incondicional. A mi entender, los sorprendimos, ya que no esperaban una defensa antiaérea tan eficaz, puesto que nos defendimos muy bien, repeliendo el ataque e infringiéndoles serios daños. Los ingleses pudieron comprobar que los artilleros en ese lugar no estábamos de paseo.

Acabábamos de recibir nuestro “Bautismo de Fuego” combatiendo.

La emoción me dificultaba el habla, cuando a través de la HT les pregunté a mis fierros cuáles eran las novedades. El 303 me respondió que no había ninguna y que estaban limpiando el cañón.

El 304 había tenido inconvenientes al dispararle al avión que había sobrevolado nuestra posición ya que la ráfaga se interrumpió y el cañón se trabó. Al tratar de ponerlo en servicio, Rivarola bajó la tapa del cajón de mecanismos antes de tiempo y le apretó los dedos de la mano a Repizo que estaba con mucho dolor.

Recuerdo que a ambos fierros les dije: “Los felicito por la tarea realizada. ¡Viva la Patria!”. Luego de superadas las emociones, más tranquilo les ordené que hicieran el mantenimiento de las armas. Primero, el del 304 mientras el 303 se quedaba en estado de alerta. Luego, a la inversa. Los dos confirmaron la recepción de la orden. Había euforia y alegría por nuestro desempeño. Lástima que no habíamos podido usar la Batería como sistema. De haber sido así, el desenlace hubiera sido otro.

Con la tranquilidad de saber que todos mis hombres estaban bien, subí a la duna más próxima para echar una mirada. Lo primero que vi fue que el hangar que usaba la gente de la Armada se estaba incendiando, lanzando grandes lenguas de fuego por las ventanas y una nube negra de humo hacia el cielo producto del incendio de los combustibles, aceites y fluidos hidráulicos que se guardaban allí. A la distancia el resto de las instalaciones parecía no haber sufrido grandes deterioros. Por su parte, la pista seguía con los mismos daños.

Posteriormente tuvimos varias alarmas que nos mantuvieron alertas y expectantes durante un buen lapso. Cerca de la media mañana, la calma retornó lentamente al aeropuerto. Los aviones brillaron por su ausencia. Eso nos indicó que durante el combate habían recibido lo merecido o que se estaban preparando para algo grande. ¡Había que esperar!

Cada uno comentaba lo vivido. En algunos casos las vivencias eran coincidentes.

Al avión que había pasado rasante sobre mí, Albornoz le había disparado la totalidad del cargador del fusil FAL: 20 cartuchos de 7,62 mm, ya que en ese momento Pedernera se encontraba destrabando el cañón, que por el frío más la vaselina con que se untaba la munición y los residuos de la pólvora se había “emplastado” y se habían trabado las armas. Esa experiencia negativa fue esencial. De allí en más cambiamos los procedimientos empleados para evitar las interrupciones. Sólo le aplicamos una finísima capa de vaselina para asegurarnos que se desplazaran con suavidad por los mecanismos.

Como medida adicional, baqueteábamos los tubos del cañón al término de cada tiro que realizamos para eliminar restos de pólvora. Esa fue una tarea riesgosa que implicó estar inermes durante dicha operación. Por esa razón, se realizó por turnos.

Desde el acceso al refugio, el Alférez Iraizoz ubicado como en la butaca de un cine observó la evolución de los aviones atacando, las explosiones del armamento lanzado y la respuesta de los cañones repeliendo el ataque como si estuviera contemplando una película de acción. Incluso, dijo: “Hubo uno que parecía venir directo hacia mí pero fascinado por su avance cañoneando, no podía dejar de contemplarlo”.

Casi sin darnos cuenta de la hora pasó el mediodía. Iraizoz, siempre atento a los detalles y necesidades de los demás, hizo preparar unos enormes y abundantes sándwiches de salchichón primavera y queso tipo Mar del Plata.

A esa altura de los hechos eso fue un manjar. La bebida más apropiada para acompañar esa merienda fue un jarro de mate cocido bien caliente para entra en calor. A pesar que no era una de mis bebidas preferidas, en ese momento la estimé como muy apreciada.



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nestorboca

MALVINAS... VOLVEREMOS..!
Colaborador
2da PARTE...


¡Los ingleses están a 200 millas!


Cerca de las dos de la tarde, con una buena y agradable temperatura producto del sol y la ausencia de viento nos encontrábamos sentados sobre la duna conversando con un grupo de personas en las proximidades del radar, cuando algo ubicado detrás del horizonte marino llamó mi atención.

Agudizando un poco la vista hacia el Sur, divisé lo que parecían ser mástiles de embarcaciones que se desplazaban de Este a Oeste. Por aquellos tiempos, mi agudeza visual era uno de mis rasgos distintivos. Podía ver con claridad en distancias donde el común de los mortales no ve nada. Por lo tanto, en situaciones como aquellas mis sentidos se potenciaban.

Me incorporé de un salto y fui hasta el OPO, enfocando el anteojo en dirección a los presuntos buques. Gracias a la increíble capacidad de magnificar imágenes que tenía el anteojo corroboré que estaba en lo cierto.

Recortándose apenas en el horizonte, vi los mástiles y estructuras superiores (antenas/chimeneas) de al menos dos embarcaciones que estaban desplazándose como si estuvieran “desfilando” por nuestro frente, con rumbo al Oeste.

Estaban tan lejos que la curvatura de la tierra sólo me permitió ver esa porción de las embarcaciones que, si las matemáticas no fallaban, estaban ubicadas a un poco más de 16 kilómetros.

La pregunta del millón fue si eran propios o enemigos.

De inmediato alerté a mis compañeros de charla. Canessini, que pertenecía a la dotación de Batería de GAL, fue el primero que se acercó corriendo a ver de qué se trataba. Como disponía de una HT le dije que llamara al Jefe y le preguntara si los barcos que se aproximaban eran nuestros o de los ingleses.

Mientras Canessini intentaba comunicarse con Maiorano me esforcé para distinguir detalles que me dieran alguna señal con respecto de la procedencia de los buques.

¡Y lo conseguí! Con seguridad uno de ellos lucía la “Unión Jack”.

Recuerdo que se me erizaron los pelos de la nuca e inmediatamente le grité a Canessini que les comunicara que eran ingleses.

La reacción del otro lado de la línea no se hizo esperar. El Jefe nos dijo que dejáramos de dar falsas alarmas porque los ingleses estaban a 200 millas y pidió hablar con la persona que estaba a cargo.

Mientras seguía observando el movimiento de las naves, escuché con claridad la conversación. Por eso noté cierto dejo de molestia en la voz del Jefe. Como me di cuenta de que él no le daba crédito a lo que le estábamos informando, tomé la HT de Canessini y hablé con él.

Sin quitar la vista de las embarcaciones que cada vez se volvían más nítidas le dije:



–Jefe, aquí Turco. Cambio

–Turco, ¿qué pasa con los barquitos? ¿Quién es el que dice que son ingleses? ¡Dejen de ver fantasmas y no generen falsas alarmas! ¡Los ingleses están bien lejos!

Con gran esfuerzo, respirando profundo para no reaccionar de mala manera y guardando la compostura le contesté:



–Jefe, yo digo que son ingleses porque acabo de confirmarlo. Al menos llevan en sus mástiles la bandera inglesa. Y sigo teniendo malas noticias para usted. No son dos, sino tres. Ahora cambiaron de rumbo, pusieron proa hacia aquí y se aproximan a toda máquina. ¡Cambio!

Ante esa catarata de noticias del otro extremo de la línea se produjo silencio total.

Un yunque era menos pesado que esas novedades. Además el Jefe sabía que precisamente el Turco no era míster simpatía. Por lo tanto, no estaba bromeando.

Trascurridos unos largos segundos en los que habrá meditado o no sé qué cosa, salió al aire y dijo: “¡Atento, Turco! Enseguida le confirmo”.

Mientras tanto los buques comenzaron a distinguirse en toda su magnitud. Habían puesto proa al Norte y se aproximaban velozmente en una formación en línea hacia el aeropuerto. Una que se destacó de las otras dos por el gran porte, chimeneas y domos de radar creí que era un Destructor. Las otras dos eran un poco más pequeñas. Quizás eran Fragatas o Corbetas. En realidad poco importaba el porte de las embarcaciones. Se acercaban con total impunidad en una demostración de fuerza, dominio y control de la situación.

De pronto la HT cobró vida:

–¡Turco, aquí Jefe.

–Prosiga Jefe para Turco.

–Turco a partir de ahora hay alarma gris.

Eso fue todo lo que dijo. El timbre de voz había cambiado denotando preocupación.

¡Alarma Gris! “¿Qué será Alarma Gris?”, me preguntaba y les preguntaba con mirada de súplica a los que estaban conmigo. Por supuesto nadie tuvo una respuesta. Para salir de dudas, lo llamé y le pregunté:

–Jefe - Turco. Me aclara qué significa alarma gris.

–Turco significa Cañoneo Naval. ¡Todos deben hacer cubierta completa! ¡Todo el mundo a los pozos! ¿Recibió?

–¡Ok Jefe! Recibido.

A partir de ese momento, iniciamos una serie de actividades para prepararnos para el cañoneo naval; algo totalmente desconocido para nosotros. Personalmente la única noción con respecto a ese tipo de ataque la había obtenido viendo alguna película de la II Guerra Mundial; sobre todo, aquellas que mostraban a la flota norteamericana cañoneando a las tropas japonesas acantonadas en alguna isla del Pacífico.

Por lo tanto, no tenía experiencia en ese tipo de ataque. Por lo cual pensé que no estábamos adecuadamente preparados; pero como en todas las cosas siempre hay una primera vez. Además, era esperable que tras la actividad de ablandamiento de las posiciones defensivas inmediatamente después sobreviniera un ataque con infantería de marina a reconquistar la plaza o establecer una cabeza de playa.

Preventivamente ordené que se desarmaran las carpas que estaban frente a los refugios para evitar que las visualizaran desde los buques y reglaran nuestra posición para cañonearla. Además hice guardar los víveres, distribuyéndolos equitativamente e hice colocar las herramientas de trabajo dentro de los refugios. Si se producía algún derrumbe, producto del cañoneo naval y nos quedábamos encerrados, íbamos a poder salir por nuestros propios medios desde adentro. Había que sobrellevar el cañoneo para combatir el posible desembarco.

En los cañones quedó la dotación mínima de personal, en caso de que simultáneamente se produjera un ataque aéreo. El resto debió buscar cubierta en los refugios.

Cuando las estructuras de los buques ya se veían en toda su magnitud, se destacó con mayor nitidez la imponencia de uno de ellos respecto de los otros dos. También vimos que un helicóptero que por su silueta parecía un Sea King de color casi negro. Como un “pájaro de mal agüero” se elevó de uno de los buques y empezó a desplazarse hacia el Este. Luego pasó por detrás del Faro, bastante lejos de él, y se dirigió hacia el Norte.

Allí, en la península Freycinet, un poco al Oeste de “Punta Celebroña”, comenzó a descender. Antes de tocar el suelo, vimos que descendían unas personas que rápidamente desaparecieron de nuestra vista. Esas maniobras se realizaban a unos 8 Kilómetros, totalmente fuera de nuestras posibilidades de combate.

A medida que esas cosas iban ocurriendo, en tiempo real se las trasmitíamos al PC que a su vez se las pasaba a la COAaCj, en donde Savoia les informaba a los miembros del CIC.

Una vez efectuada la descarga, el helicóptero regresó por la misma ruta dirigiéndose nuevamente hacia las naves. Antes de que se posara, otro Sea King despegó e inició un recorrido idéntico. Se nos ocurrió la idea de que alguien tenía que dispararle, porque para nosotros estaba demasiado lejos y muy fuera de alcance.

Entonces, le hablamos al personal de Ejército que operaba los mísiles Tiger Cat y que se encontraba a 600 metros más hacia el Sureste, para ver si ellos podrían llegar con sus armas. Nos respondieron que creían que no llegaban pero que de todas maneras lo iban a intentar.

Todo eso ocurrió delante de nuestras narices. Nos dimos cuenta de que los ingleses tenían todo controlado o al menos nos dio esa sensación. Se movieron con suma tranquilidad. Los helicópteros trasladaron al personal sin que nadie pudiera hacerles nada. ¡Qué impotencia!

Por ello, con la expectativa de que la gente de Tiger Cat intentara algo, nos quedamos a la espera del disparo del misil. Mientras el ave negra se desplazaba lentamente en dirección al Faro, escuchamos un fuerte estampido. Fue el inicio del motor cohete del misil que salió volando bajo en dirección al helicóptero. La llama de la tobera de escape tenía la forma de un dardo de color anaranjado, igual al que había visto durante las horas de la mañana. Recuerdo que fue bien dirigido. Mientras veía que se acercaba y pensaba que le íbamos a dar un buen susto, cuando todavía faltaba un buen trecho, el misil inició un brusco ascenso y explotó bien alto. Alcanzó la máxima distancia de operación; por eso, al interrumpirse o finalizar la etapa de guiado el misil realizó ese proceso de ascenso seguido de la autodestrucción.

Evidentemente los ingleses no arriesgaron nada y los helicópteros operaron muy lejos y seguros, sabiendo que no íbamos a poder alcanzarlos con las armas de la defensa emplazadas en el aeropuerto. Una vez que completaron la tarea de descargar tropas, en el viaje de regreso hacia los buques, el helicóptero se detuvo detrás del faro, ubicándose como a unos 6 kilómetros de nuestra posición y a unos 100 metros de altura, en vuelo estacionario, con la proa apuntando hacia nosotros.

Inmediatamente comprendimos que desde allí haría las veces de reglador del tiro, indicándole a los buques las correcciones a efectuar en sus respectivas trayectorias para asegurarse batir eficazmente los blancos y las zonas preseleccionadas. ¡El cañoneo naval comenzó!

Las embarcaciones estaban detenidas como a unos 10/12 kilómetros de la costa. En la proa del buque vimos una nube de humo, después escuchamos el estampido del disparo de un cañón con un ruido seco y potente y luego otro y así sucesivamente. A partir del cuarto disparo oímos el ulular del proyectil en acercamiento y luego la explosión de unos tras otros hasta contar andanadas de más de diez.

Dentro del refugio, los oficiales, los suboficiales y los soldados, libres de la operación de los cañones, nos protegimos del eventual desmoronamiento del lugar, sentado o acostado. Colocamos nuestras cabezas debajo de la mesa, esperando que sus fuertes tablones soportaran todo el peso del techo en caso de que se cayera.

Me senté dando frente a la puerta de acceso, en el sector en donde se ubicaba la mesada y la cocina. Desde allí observé los rostros de mis hombres. Noté en ellos el miedo a lo desconocido. Estaban todos muy callados.

Cuando comenzaron a explotar los proyectiles en la zona del aeropuerto, notamos que en el refugio no pasaba nada. Sólo tembló un poco; pero se mantuvo incólume. Los buques dispararon salvas de diez a quince proyectiles. Una vez que terminaron, prosiguieron con el siguiente. Nos asomamos unos instantes y confirmamos que la mayor concentración de tiro era en dirección a los entornos del aeropuerto. Así estuvieron como quince minutos. Como nos dimos cuenta de que el bombardeo estaba dirigido hacia un lugar distante, comenzamos a salir para observar qué estaba pasando.



Los Dagger atacan

En el sector opuesto a nuestra posición de combate, el fierro 9 emplazado casi al Suroeste de la cabecera de pista 08, donde el soldado Javier Saucedo, estaba al comando del cañón, con una vista privilegiada y panorámica del sector en donde se ubicaban los buques, siguiendo con atención las evoluciones de los Sea King en su ir y venir mientras trasladaban tropas. Cuando esa tarea finalizó, uno de ellos se posicionó detrás del faro en vuelo estacionario y, en un breve lapso posterior, comenzó el cañoneo naval sobre las instalaciones del aeropuerto.

El recuerdo de ese momento es contundente y al respecto dijo: “Ya llevaban como veinte minutos cañoneando sobre las instalaciones del aeropuerto, cuando me sorprendió la aparición de tres aviones volando bajo por detrás del Faro. Estos realizaron un viraje escarpado, poniendo proa al Oeste con rumbo directo hacia los buques. Les lanzaron las bombas y pasando sobre ellos y con seguridad vi como impactaron sobre el buque de mayor porte, el más imponente, que le produjo abundante humo entre gris y negro, envolviéndolo casi en su totalidad.”

En ese momento, yo me estaba encaminando hacia la salida del refugio para visualizar hacia dónde iba dirigido el cañoneo. A pocos pasos de alcanzar la misma, escuché el sonido de los reactores.

Esos sonidos eran muy familiares. “¡Son Dagger o Mirage!”, pensé. ¡No me equivoqué! Los Dagger estaban saliendo de la maniobra de ataque y acababan de descargar sus armas sobre las embarcaciones que nos hostigaban y que, por tal motivo, habían dejado de cañonear.

A los gritos y a los saltos de alegría festejamos lo que nuestros pilotos, compañeros y amigos de tantos años, habían realizado atropellando a la flota. Por lo tanto, esos tres buques que nos perturbaban comenzaron a iniciar una rápida retirada.

Unos de los operadores de 20 mm que estaba sentado como en la primera fila de la platea de ese particular teatro nos avisó, confirmándolo luego por HT, que los Dagger de la FAA habían impactado a uno de los buques con una bomba.

Evidentemente algo por el estilo había ocurrido. Las dos embarcaciones menores inmediatamente pusieron proa al Sur y huyeron a “toda máquina”, desprendiendo humo blanquecino por la chimenea y abandonando a su suerte al Destructor malherido. El helicóptero que hasta hacía unos momentos actuaba como reglador del tiro de esos buques raudamente se fue con proa al Sur al encuentro de una nave en donde posarse.

Pero al Destructor las cosas no le fueron del todo bien, ya que estaba envuelto en un humo oscuro y denso. Lentamente comenzó a girar a babor en dirección hacia las Corbetas “velocistas”. Cuando su popa quedó presentada hacia nosotros del lado de estribor se desprendió un humo entre gris y gris oscuro con bocanadas de color casi negro que nos dieron la pauta de que había sufrido averías. Lo vimos bastante escorado a estribor.

Para describirlo utilizando términos automovilísticos podría decir que se le había roto un elástico o dañado un amortiguador porque estaba bastante caído hacia ese lado. No navegaba majestuosa ni arrogantemente como unas horas atrás, sino que se arrastraba penando y sufriendo. De ese modo se alejó lentamente entre los vítores de todos los que apreciamos ese espectáculo. Una vez que desapareció tras el horizonte, durante bastante tiempo seguimos observando la nube de humo que iba dejando tras de sí señalando la posición exacta en donde se encontraba a cada instante. En ese momento, intuimos que por algún tiempo no volvería por donde estábamos.

Todavía no salíamos de la emoción vivida, cuando el Jefe se comunicó preguntándome: “¿Turco, ustedes le dispararon a un avión Mirage que se dirigía al aterrizaje?”

Me extrañó sobre manera esa pregunta puesto que, salvo los aviones que recientemente habían atacado en la zona del aeropuerto, no habíamos visto ningún otro.

Le respondí: “¡No, señor! Nosotros no abrimos fuego sobre ningún avión”.

Durante un buen rato, me quedé pensando sobre ese tema. Me preguntaba qué había sucedido. La respuesta llegaría bastante entrada la noche, ya que en el mismo momento en que estábamos bajo los efectos del cañoneo naval, un avión Mirage que regresaba de una misión de combate, por el gran consumo de combustible que le insumió, como no estaba en condiciones de regresar al continente, quiso aterrizar en el aeropuerto.

Al pasar sobre las posiciones de artillería antiaérea, ubicadas al extremo Oeste de la bahía de Puerto Argentino, desprendió sus cargas externas para aligerar el avión ya que iba al aterrizaje en una pista demasiado corta para un Mirage. Ese hecho confundió a los artilleros que lo tomaron como enemigo y los derribaron. El piloto no se pudo eyectar y falleció.

¡Qué día! Sin dudas el día más agitado de nuestras existencias. En el ambiente se percibía un mesurado optimismo fruto de nuestras propias acciones en el aeropuerto. Además también contribuyó el accionar de los pilotos sobre los buques ingleses en un momento muy difícil para nosotros.


Recuento de novedades

Entrada la noche cuando nos reunimos en el refugio cada uno contó cómo había vivido ese día. Sobresalieron las anécdotas del fierro 303 que había sido el primero en abrir fuego sobre los incursores ingleses, al realizar una ráfaga de 129 cartuchos. Eso fue algo poco usual ya que normalmente disparábamos mucho menos de la mitad.

Recuerdo que al Cabo Albornoz le hice contar varias veces las vainas servidas posteriores al tiro, ya que me parecía imposible que hubieran sido tantas. ¡Pero era verdad!

Evidentemente el nerviosismo por la presencia del enemigo y el ataque de aviones reales fueron los factores inexistentes en un tiro de adiestramiento. Por lo tanto, bajo esas condiciones extremas fue muy difícil controlar la ráfaga. No obstante, pudimos comprobar con total certeza que no se habían amilanado ni paralizado ante la situación adversa y habían actuado acorde a cómo habían sido instruidos.

Durante el fragor del combate en uno de los cambios de blanco, al girar tan rápido el cañón y no estar debidamente sentado, Mancilla fue expulsado del mismo y se golpeó en la zona de los riñones. Eso le produjo un fuerte dolor que hizo que estuviera en observación durante un tiempo.

El Cabo Principal Eduardo Molina, el Cuervo, operador del fierro 304, tuvo una severa contractura muscular en la espalda que no lo dejó moverse. El otro golpeado fue Repizo a quien se le hincharon los dedos de la mano por la contusión que había sufrido. Rivarola que fue el que le apretó los dedos contó lo que pasó. A modo de cargada, todos dijeron que no le creían y lo acusaron de querer cortárselos.

Hubo un ambiente alegre y distendido. No era para nada igual a lo que habíamos vivido unas pocas horas atrás: ¡un duro e intenso combate!

Luego de intentar varias veces contar su historia, cuando los ánimos se aquietaron Rivarola explicó que cuando vieron que el avión venía directo hacía ellos el Cuervo le apuntó y disparó. Los cañones hicieron Brumm y se quedaron mudos.

Supuso que debieron haber salido cuatro proyectiles y que luego de eso se trabó. Mientras tanto el avión seguía viniendo. Entonces, él levantó las tapas de los cajones de mecanismos, el Cuervo tiró los blocks de cierre hacia atrás y lo destrabaron. Lo hicieron tan rápido que bajaron la tapa sin comprobar dónde estaba la mano de Repizo. Así fue que se la apretaron.

También dijo que cuando el avión estuvo a unos 100 metros y pasó lateral al radar, estuvieron otra vez en servicio. Pero dada la proximidad no lo pudieron combatir nuevamente. Dijo que le pareció que pasó a 20 metros laterales sobre ellos. Se quedaron a la espera de otro. Sin embargo, como los ingleses no eran tontos salieron para otro lado.

Eso último lo dijo con un tonito de suficiencia que provocó que le lanzaran una lluvia de jarros, vasos plásticos y latitas de gaseosa. Todo lo que estuviera al alcance de la mano iba a parar hacia él.

Sin lugar a dudas lo que más festejamos fue el relato del ataque de los Dagger a los buques ingleses. Pensamos que quizás la precisión y audacia de ese ataque, los haría repensar su estrategia en cuanto quisieran acercarse a las Islas.

Recuerdo que nos había sorprendido mucho cómo las Corbetas habían abandonado a su suerte al buque averiado. Era como el viejo dicho popular: “Soldado que huye, sirve para otra guerra” o “Disparar no es cobardía”. Lo cierto era que ambas salieron de la escena, dejando una estela de espuma tras de sí y desapareciendo rápidamente de nuestra vista.

Ya era noche cuando nos aprestamos a cenar un apetitoso y picante guiso de fideos, con carne, papas y arvejas. Esa comida contribuyó a consolidar la sensación de bienestar que nos había dejado el día que iba terminando. Por la radio portátil escuchamos un poco entrecortado el anuncio de que iba a hablar al país el Presidente de la Nación.

A la distancia, escuchamos el tronar de los cañones. No sabíamos si era un nuevo cañoneo naval o la artillería de campaña que estaba ubicada en las proximidades de la ciudad. Las explosiones eran lejanas. Para ese entonces, ya no le temíamos.

El cañoneo naval sólo iba a ser letal si nos impactaba de manera directa o nos sorprendía en un descampado. Por experiencia sabíamos que los efectos que producía eran más psicológicos que reales. Con el sonido del cañoneo como telón de fondo, nos dispusimos a descansar.

En nuestros rostros se notaba que el día había sido muy duro. Jóvenes y veteranos habíamos realizamos por igual un desgaste importante. A partir de ese momento, sólo esperamos ver qué actitud iba a adoptar el enemigo. Una de las hipótesis más probables era que tuviera planeado hostigarnos de continuo para impedir que descansáramos. Esa noche más que nunca realicé lo que venía haciendo como rutina todas las noches: rezar el Rosario. Tenía mucho para agradecer: haber entrado en combate, haber resistido los embates del enemigo y estar todos íntegros y sanos.

A pesar del día agitado pasamos una noche relativamente tranquila. El cañoneo se transformó en un arrullo. Nos despertamos el domingo 2 de mayo con el olorcito a café recién hecho que activó con rapidez nuestro deseo de desayunar.

Cerca de las diez de la mañana, por la HT recibimos el llamado del capitán Savoia que había regresado a ocupar su puesto de combate. Recuerdo que nos dirigió una arenga sentida y emotiva y nos felicitó a todos los artilleros por el gran desempeño. Entre varias cosas, nos dijo: “Los felicito por la defensa que han realizado. Ahora los ingleses se han ido bien lejos, mar adentro, a lamerse las heridas. ¡Los insto a seguir así!”.

En respuesta, lanzamos gritos, vivas y un sapucay. La autoestima estaba bien alta, en el punto deseable para proseguir con la lucha.

Como no había indicios de presencia de los enemigos, decidimos ir hasta la zona del aeropuerto para constatar los efectos que habían producido las diferentes armas durante los ataques y también para evaluar los daños.

Lo primero que nos llamó la atención fue la gran cantidad de bombas del tipo Belougas que había diseminadas por todas partes. Eso implicó que los que se movían por allí tuvieran que hacerlo con mucho cuidado, ya que estaba latente el riesgo de que se activaran al moverse. Era preferible prevenir que curar.

Además muchas de ellas ni siquiera se habían armado (una condición necesaria para explotar). Eso quizás se debió al hecho de que fueron lanzadas desde una altura inferior a la aconsejada. También pudimos ver algunos cráteres inmensos como de quince o veinte metros de diámetro y al menos ocho metros de profundidad que habían dejado las bombas pesadas lanzadas por el Vulcan durante el primer ataque nocturno.

El hangar utilizado por el personal de la armada para almacenar combustibles, aceites, fluidos hidráulicos, herramientas y repuestos para los aviones Aermacchi, por fuera estaba totalmente tiznado por el humo del incendio que había consumido todo lo que se encontraba adentro.

En un sector el terreno circundante parecía arado producto del cañoneo naval. Afortunadamente los daños fueron escasos. Por desgracia, nos confirmaron el fallecimiento de dos soldados: uno de la Armada y otro de la Fuerza Aérea; además de la del piloto del Mirage en el aeropuerto. Dentro de los heridos, estuvo el suboficial Gómez, que fue destinado con nosotros en Mar del Plata, que había sido desplegado para atender el mantenimiento de los cañones de GAL. Lo trasladaron al hospital con las costillas rotas. Por suerte, se recuperó satisfactoriamente.

Por nuestra parte, dejamos a Mancilla en observación en el refugio porque el golpe que se había dado nos preocupaba.

El saldo de la contienda había generado las primeras víctimas que en comparación con la gran cantidad de armamento lanzado por los británicos, en un espacio tan reducido, no había afectado a mayor cantidad de personal por Gracia de Dios.

No obstante, la muerte había comenzado a rondar por el aeropuerto.

Los del PC abandonaron la posición que tenían y fueron a cavar unos hoyos en forma de “nichos” en las depresiones del terreno. En ellos introdujeron primero los pies y luego dejaron la cabeza hacia fuera.

Con un poco de humor negro, podríamos decir que se aprestaban para efectuar una práctica para el descanso eterno. En esa condición era muy difícil pensar que pudieran durar mucho tiempo en ese lugar. La solución de ese problema pasaba por construir un PC en otro lugar. Pero lo más atinado era que el PC se integrara a nuestra posición. Había suficiente espacio para ello y sabían que eran bienvenidos.

Conversando con Savoia, nos enteramos que en un determinado momento, antes de lanzar el primer ataque masivo al aeropuerto, a eso de las ocho de la mañana, el Almirante Sandy Woodward, Comandante de la Fuerza de Tareas Británica, le había enviado al General Menéndez un mensaje en el que le ofrecía que las Fuerzas argentinas nos rindiéramos. Por supuesto que dicho “ofrecimiento” fue rechazado.

Viendo dónde y cómo estaban nuestros camaradas, la posición que teníamos realmente podría haber sido considerada como un “palacio”. Otra vez quedó en evidencia que el esfuerzo por construir los refugios daba sus frutos.

Sin muchas novedades, el día pasó casi sin pena ni gloria. Parecía que era cierto que les habíamos propinado una fuerte paliza a los ingleses, ya que durante toda la jornada no hubo un solo ataque aéreo. Pensamos que quizás estaban reorganizándose y planificando un nuevo modo de acción, ante el mal resultado de la jornada inicial. Después del mediodía, desde el PC nos avisaron que nuestros helicópteros iban a decolar para realizar una tarea. Por lo tanto, como de costumbre, entramos en alerta para darles protección en caso de ataque.

Una vez despegados iban a ir directamente hacia la zona en donde los británicos, durante las horas de la tarde anterior, habían desembarcado las tropas transportadas por los helicópteros Sea King. Recuerdo que iban volando bien bajo, apenas a tres metros sobre el nivel del agua. Al momento de aproximarse al borde de la península, las siluetas se recortaron con precisión debido al contraste que hacían con el cielo azul. Luego, tomaron una cierta altura y atacaron en un pasaje de Este a Oeste, lanzando cohetes.

La descarga de cohetes en salva batió una vasta zona. Se pudo ver con claridad las explosiones que levantaron grandes columnas de humo y tierra. Personalmente, vi ese hecho como una respuesta muy tardía a las inquietudes formuladas en su debido momento. Pero trascurridas 24 horas, vaya uno a saber por dónde andaban esas tropas desembarcadas.

Al final de la tarea los helicópteros regresaron directo al aeropuerto y dimos por finalizado el Alerta.

Como Mancilla continuaba dolido lo trasladamos hacia el hospital para que lo controlaran mejor.

La tarde del domingo se fue apagando lentamente. La rutina nos impuso escribir cartas que no se sabíamos cuándo se iban a poder enviar, iniciar una “rueda” de contadores de chistes y cuentos, jugar al truco o al póquer. El mate circulaba por doquier, acompañando la velada.

Antes de dar por terminada la jornada, establecí un turno de seguridad perimetral de las instalaciones de la Batería. Los más antiguos nos quedamos a cargo del dispositivo de defensa terrestre y atendimos las comunicaciones con el PC.

Recuerdo que lo inició Ledesma de 22:00 a 00:00 horas; Alasino de 00:00 a 02:00 horas; Iraizoz de 02:00 a 04:00 horas y yo de 04:00 a 06:00 horas.

El personal restante fue a descansar para estar al cien por cien al día siguiente. La premisa era que nadie se desplazara en la zona. Por tal motivo, me dispuse a descansar porque una vez que me levantara no volvería a hacerlo hasta la próxima noche.


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nestorboca

MALVINAS... VOLVEREMOS..!
Colaborador
3ra PARTE... (FINAL)

Personal de la BAM “Mar del Plata” – Dotación de la 3ra. Batería – BAM Malvinas


v Mayor Maiorano, Hugo Alberto (“Jefe”) – Jefe AAa Componente FAA

v Capitán Savoia, Rodolfo (“Flaco”) – Jefe PC AAa en BAM “Malvinas”

v 1er teniente Spath, Oscar Humberto (“Turco”) – Jefe 3ra Ba. AAa

v Teniente Reyes, Jorge Luis (“Negro”) – Auxiliar 3ra Ba. AAa

v Alférez Iraizoz, Pedro Esteban (“Vasco”) – Jefe Sección Piezas 3ra. Ba. AAa

v S.P. Ledesma, Rodolfo Antonio (“Godolfo”) – Mecánico Electrónica

v S. A. Alasino, Arnoldo José (“Gringo”) – Encargado 3ra. Ba. AAa

v C.P. Molina, Eduardo Alberto (“Cuervo”) – Fierro 304

v C.P. Rivarola, Omar Antonio – Fierro 304

v C.P. Cardoso, Aníbal David – Fierro 303

v C.P. Mancilla, Carlos Alfredo – Fierro 303

v C.1º Pedernera, Miguel- Mecánico Armamento-Fierro 303

v C.1º Repizo, Oscar Rubén – Mecánico Armamento- Fierro 304

v C. Rivoira, Walter Mauro (“Gringo”) – Fierro 304

v C. Albornoz, Rubén (“Tucu”) – Fierro 303

v C. Martínez, José Luis (“Simpático”) - Encargado Seguridad Terrestre / RH Fierro 5

v Soldado Álvarez, José Luís - Sirviente de Cañón 35 mm

v Soldado Báez, Mario Alejandro (“Negro”) – Sirviente de Director de Tiro

v Soldado Campos, Rosario Julio (“Campitos”) – Sirviente de Cañón 35 mm

v Soldado Canteros, Juan Alberto – Sirviente de Cañón 35 mm

v Soldado Mastronardi, Jesús Omar (“Mastro”) – Sirviente de Cañón 35 mm

v Soldado Knecht, Alberto Raúl – Sirviente de Cañón 35 mm

v Soldado Pizarro, Julio Gustavo (“Flipper”) - Sirviente de Director de Tiro

v Soldado Ricillo, Félix Raúl - Sirviente de Cañón 35 mm

v Soldado Rodríguez, Néstor Bernardo - Sirviente de Cañón 35 mm



Personal de la BAM “Río Gallegos” - Dotación de la Batería Rheinmetall - BAM Malvinas


v 1er. Teniente Dalves, Alberto Eduardo (“Manotón”) – Jefe Ba AAa 20 mm GAL

v S.M. Gómez, Hugo – Mecánico Armamento Batería RH 20 mm

v C. Oyola, Daniel – Fierro 1- Batería 20 mm RH GAL

v C. Chazarreta, Sergio – Fierro 2 - Batería 20 mm RH GAL

v C. P. Almada, Carlos – Fierro 3 - Batería 20 mm RH GAL

v C. Sánchez, Julio - Fiero 4- Batería 20 mm RH GAL

v C. Rodríguez, Jorge – Fierro 5 - Batería 20 mm RH GAL

v C. Ruiz, José – Fierro 6 - Batería 20 mm RH GAL

v C. Remorino, Edgardo – Fierro 7 - Batería 20 mm RH GAL

v C. P. Bartis, Diego (“Pollo”) – Fierro 8 - Batería 20 mm RH GAL

v C. Pinelli, Oscar – Fierro 9 - Batería 20 mm RH GAL

v C.1º Canesini, Osmar – Operador Radar Elta de la Batería de GAL

v Soldado Ballo, Miguel Ángel – Fierro 1- Batería RH 20 mm GAL

v Soldado Correa, Miguel – Fierro 1- Batería RH 20 mm GAL

v Soldado Curruhuinca, Juan Carlos – Fierro 1- Batería RH 20 mm GAL

v Soldado Almendra, Julio Aurelio – Fierro 2 - Batería RH 20 mm GAL

v Soldado Desiderio, Sergio Luís – Fierro 2 - Batería RH 20 mm GAL

v Soldado Sambueza, José Eliberto – Fierro 2 - Batería RH 20 mm GAL

v Soldado Afonso, Eduardo – Fierro 3 - Batería RH 20 mm GAL

v Soldado Aravena, Miguel Ángel – Fierro 3 - Batería RH 20 mm GAL

v Soldado Ramos, Héctor Antonio – Fierro 3 - Batería RH 20 mm GAL

v Soldado Liso, Walter Javier – Fierro 4 - Batería RH 20 mm GAL

v Soldado Muñoz, Luís Antonio – Fierro 4 - Batería RH 20 mm GAL

v Soldado Riquelme, Eresmildo – Fierro 4 - Batería RH 20 mm GAL

v Soldado Espinosa, Francisco Antonio – Fierro 5 - Batería RH 20 mm GAL

v Soldado Flores, Manuel Alberto – Fierro 5 - Batería RH 20 mm GAL

v Soldado Pertusi, Rodolfo Raúl – Fierro 5 - Batería RH 20 mm GAL

v Soldado Aravena, Roberto Antonio – Fierro 6 - Batería RH 20 mm GAL

v Soldado Carriqueo, José Argentino – Fierro 6 - Batería RH 20 mm GAL

v Soldado Porcel, Carlos – Fierro 6 - Batería RH 20 mm GAL

v Soldado García, Juan Carlos – Fierro 7 - Batería RH 20 mm GAL

v Soldado López, Juan José – Fierro 7 - Batería RH 20 mm GAL

v Soldado Rosetti, Cesar Oscar – Fierro 7 - Batería RH 20 mm GAL

v Soldado Olave, Pedro José – Fierro 8 – Batería RH 20 mm GAL

v Soldado Orozco, Adolfo Néstor – Fierro 8 – Batería RH 20 mm GAL

v Soldado Viano, Claudio Oscar - Fierro 8 – Batería RH 20 mm GAL

v Soldado Riquelme, Elvio Emilio – Fierro 9 - Batería RH 20 mm GAL

v Soldado Saucedo, Javier Huber – Fierro 9 - Batería RH 20 mm GAL

v Soldado Vargas, Héctor Eduardo – Fierro 9 - Batería RH 20 mm GAL




Personal de Operadores del Sistema de Misiles Portátiles SAM 7 – BAM Malvinas

v Teniente Ugarte, Jaime (“Jaime”) – Jefe SAM 7

v Alférez Garay, Walter Heraldo (“Tero”) – Auxiliar SAM 7

v S.P. Sánchez, Vicente Roque (“Hormiga”) – Mecánico SAM 7

v C.1º Bevilacqua, Roberto (“Bevi”) – Operador SAM 7

v C.1° Contreras, Fernando – Operador SAM 7

v C. Alonso, Edgardo – Operador SAN 7

v C. Peirone, Carlos – Operador SAM 7

v C. Lucero, Walter– Operador SAM 7

v C. Baldissone, Fernando – Mecánico SAM 7

v C. Encinas, Jorge – Operador SAM 7

v C. Carranza, Alberto – Operador SAM 7


Personal de Operadores del Sistema Rheinmetall de la BAM “Cóndor”

v Teniente Valazza, Darío Antonio del Valle – Jefe Ba. AAa 20 mm en BAM Cóndor

v Alférez Favre, Arnaldo Hugo _ Auxiliar Ba. 20 mm en BAM Cóndor

v S. Aux. Forni, Miguel Carlos – Encargado Ba. 20 mm en BAM Cóndor

v C.P. Dómina, Nicolás – Mecánico Ba. 20 mm en BAM Cóndor

v C.1° Galanti, Ricardo – Batería RH 20 mm CRV

v C.1° De Giusti, Diego – Batería RH 20 mm CRV

v C.1° Chicone, Raúl – Batería RH 20 mm CRV

v C.1° Giannini, Elvio – Batería RH 20 mm CRV

v C. Heredia, Omar – Batería RH 20 mm CRV

v C. Corradi, Lorenzo – Batería RH 20 mm CRV

v Soldado Antico, Marcelo– Batería RH 20 mm CRV

v Soldado Atlas, Jorge– Batería RH 20 mm CRV

v Soldado Callao, Eduardo– Batería RH 20 mm CRV

v Soldado Stancatti, Hugo– Batería RH 20 mm CRV

v Soldado Luna, Francisco – Batería RH 20 mm CRV

v Soldado Sosa, Hugo – Batería RH 20 mm CRV

v Soldado Castellano, Héctor – Batería RH 20 mm CRV

v Soldado Vaucher, Mario – Batería RH 20 mm CRV

v Soldado Pinto, Daniel – Batería RH 20 mm CRV

v Soldado Oshiro, Mario – Batería RH 20 mm CRV

v Soldado Piris, Juan – Batería RH 20 mm CRV

v Soldado Serrano, José– Batería RH 20 mm CRV

v Soldado Garces, Ramón – Batería RH 20 mm CRV

v Soldado Herra, Lucio – Batería RH 20 mm CRV


Personal integrante de la segunda dotación de la 3ra. Batería – BAM Malvinas

v Capitán Aguilar, Miguel Alberto – Dotación de relevo Batería 35 mm MDP

v Capitán Martínez, Luis Guillermo- Dotación de relevo Batería 35 mm MDP

v 1er. Teniente Zupanc, Marcos - Dotación de relevo Batería 35 mm MDP

v S.P. Geiges, Oscar Antonio - Dotación de relevo Batería 35 mm MDP

v S.P. Verón, Jesús - Dotación de relevo Batería 35 mm MDP

v S.A. Iturbe, Rómulo José - Dotación de relevo Batería 35 mm MDP

v S.Aux. Caballero, Héctor Miguel- Dotación de relevo Batería 35 mm MDP

v C.P. Vilatta, Raúl Esteban - Dotación de relevo Batería 35 mm MDP

v C.P. Fernández, Víctor Manuel - Dotación de relevo Batería 35 mm MDP

v C.P. López, Mauricio - Dotación de relevo Batería 35 mm MDP

v C.P. Rodríguez, Carlos - Dotación de relevo Batería 35 mm MDP

v Soldado Asim, Teodoro - Dotación de relevo Batería 35 mm MDP

v Soldado Blanco, Hugo - Dotación de relevo Batería 35 mm MDP

v Soldado Cano, Mariano - Dotación de relevo Batería 35 mm MDP

v Soldado Corani, Sergio - Dotación de relevo Batería 35 mm MDP

v Soldado Fal, Fernando - Dotación de relevo Batería 35 mm MDP

v Soldado Granata, Ricardo - Dotación de relevo Batería 35 mm MDP

v Soldado Izaguirre, Claudio - Dotación de relevo Batería 35 mm MDP

v Soldado Fernández, Ramón - Dotación de relevo Batería 35 mm MDP


Personal integrante de la segunda dotación de la Batería Rheinmetall – BAM Malvinas


v Teniente Villano, Ángel – Dotación de Relevo Ba. AAa 20 mm GAL

v S.Aux. Martínez, Ricardo - Dotación de relevo Batería 20 mm GAL

v C.P. Arroyo, Horacio - Dotación de relevo Batería 20 mm GAL

v C.P. Vera, Carlos - Dotación de relevo Batería 20 mm GAL

v C.P. Coria, Raíl – Dotación de Relevo Batería 20 mm GAL

v C.P Pirani, Natalio Gregorio - Dotación de relevo Batería 20 mm GAL

v C.1° Mancini, Ricardo - Dotación de relevo Batería 20 mm GAL

v C.1° Mancini, Hugo - Dotación de relevo Batería 20 mm GAL

v C.1° Sapalchuk, Atanasio - Dotación de relevo Batería 20 mm GAL

v C. Muñoz, Carlos - Dotación de relevo Batería 20 mm GAL

v C. Bilbao, Eduardo - Dotación de relevo Batería 20 mm GAL

v Soldado Albornoz, Pedro Antonio – Relevo Batería RH 20 mm GAL

v Soldado Alfaro, José Luís – Relevo Batería RH 20 mm GAL

v Soldado Barria, César Leonel – Relevo Batería RH 20 mm GAL

v Soldado Barreto, Rolando – Relevo Batería RH 20 mm GAL

v Soldado Carpinacci, Carlos – Relevo Batería RH 20 mm GAL

v Soldado Castillo Bernardo – Relevo Batería RH 20 mm GAL

v Soldado Castillo, Hernán Galvarino – Relevo Batería RH 20 mm GAL

v Soldado Curriqueo, José Nicanor – Relevo Batería RH 20 mm GAL

v Soldado Chirino, Roberto Giena – Relevo Batería RH 20 mm GAL

v Soldado Darino, Arnaldo Walter – Relevo Batería RH 20 mm GAL

v Soldado Guayquimil, Nolberto – Relevo Batería RH 20 mm GAL

v Soldado Gutiérrez, Juan Manuel – Relevo Batería RH 20 mm GAL

v Soldado Jaque, Benjamín – Relevo Batería RH 20 mm GAL

v Soldado Méndez, Oscar Gilberto – Relevo Batería RH 20 mm GAL

v Soldado Navas, Daniel Raúl – Relevo Batería RH 20 mm GAL

v Soldado Núñez, Rubén Hugo – Relevo Batería RH 20 mm GAL

v Soldado Paulo, Oscar Adrián – Relevo Batería RH 20 mm GAL

v Soldado Riquelme, Oscar Raúl – Relevo Batería RH 20 mm GAL

v Soldado Rodríguez, Luís Alberto – Relevo Batería RH 20 mm GAL

v Soldado Salas, Oscar Omar – Relevo Batería RH 20 mm GAL

v Soldado Salerno, Nicolás Antonio – Relevo Batería RH 20 mm GAL

v Soldado Sánchez, Omar Roberto – Relevo Batería RH 20 mm GAL

v Soldado Sanmartín, Juan Humberto – Relevo Batería RH 20 mm GAL

v Soldado Segovia, Gervasio – Relevo Batería RH 20 mm GAL

v Soldado Troncoso, David Elvio – Relevo Batería RH 20 mm GAL

v Soldado Vázquez, Ervin Elías – Relevo Batería RH 20 mm GAL

v Soldado Yranzo, Pedro Gustavo – Relevo Batería RH 20 mm GAL

v Soldado Ysasa, Hugo – Relevo Batería RH 20 mm GAL

v Soldado Zanassi, Mario – Relevo Batería RH 20 mm GAL



Vista aérea del Aeropuerto de Puerto Argentino, con esquicio del emplazamiento de la Artillería Antiaérea de la Fuerza Aérea Argentina. Los nueve cañones Rheinmetall “Fierros”, la Tercera Batería y el Puesto Comando (PC), al inicio de las hostilidades.



Posición “Fierro 1”, Cañón Rheinmetall 20 MM Jefe de Pieza Cabo Daniel Oyola. Se puede apreciar el Monte Dos Hermanas y parcialmente “Puerto Argentino”. Crédito: Rodolfo Savoia.



Posición del “Fierro 8” Cabo Principal Diego Bartis y los Soldados Claudio Oscar Viano, Adolfo Néstor Orozco y Pedro José Olave. Crédito: Rodolfo Savoia.


  1. El autor y de fondo la casa del gobernador. Crédito: Rodolfo Savoia


Día de paseo por la ciudad, el Alférez Iraizoz y el CP Eduardo Molina, cerca de la Plaza de Juegos, donde se pueden apreciar niños en las hamacas. Crédito: Rodolfo Savoia.


Vista de “Puerto Argentino” desde la zona próxima a la Casa del Gobernador, se aprecia en el muelle una Lancha Guardacostas; sobre el lateral derecho el Hospital y al fondo la Catedral Anglicana. Crédito: Rodolfo Savoia



Iglesia Católica Saint Mary, una Bandera Argentina flameando en su frente.



Personal del Grupo 1 de Construcciones de la FAA, realizando trabajos para rellenar el cráter que la bomba MK 17 de 1000 libras, dejó sobre parte de la pista, tras el bombardeo del 1° de mayo de 1982. Nótese la profundidad del mismo, tomando como referencia la altura de las palas mecánicas. Crédito: Grupo 1 de Construcciones de la FAA




Sitio donde funcionó el Puesto Comando de la Artillería Antiaérea, desde el 1° y hasta el 12 de mayo de 1982, por destrucción del anterior tras el primer ataque del Vulcan. Se puede observar al capitán Rodolfo Savoia (de pié) y al Primer Teniente Alberto Eduardo Dalves con los equipos de comunicaciones y sus aposentos socavados en la turba. Crédito: Rodolfo Savoia.



Refugio de la 3ra Batería, se observa en primer plano al teniente Reyes operando la radio, al C1° Repizo sentado y al Alférez Iraizoz cocinando. Cabe apreciar la instalación de luz eléctrica dentro del mismo. Crédito: Rodolfo Savoia



Posición del “Fierro 9”. Cañón Rheinmetall de 20 MM N° 032 operado por el Soldado Javier Saucedo. El buen nivel de adiestramiento del personal de Soldados, posibilitaba que alguno de ellos tuvieran habilidades como para estar en capacidad de operar el mismo. Crédito Javier Saucedo



Bomba MK 17 de 1000 Lbs, cerca de la posición de Tiger Cat de ejército, inactiva por la pérdida de la espoleta en el impacto contra el suelo. Posan de izquierda a derecha: Capitán Savoia, Mayor Maiorano, Primer Teniente Spath, Vice Comodoro Aranda Durañona y Sargento Primero (EA) Foletti: De cuclillas: Cabo 1° (EA) Martínez y Cabo (EA) Medina. Crédito: Rodolfo Savoia



Celebración del 25 de Mayo de 1982 en el Jardín de Infantes (“Residencia”). Sentados de izquierda a derecha: Soldado Rodríguez, Soldado Knecht, Capitán Savoia, Mayor Maiorano, Cabo Lucero, Soldado Mastronardi y Soldado Pizarro. De pié: Cabo 1° Repizo, Soldado Ricillo y Soldado Báez. Crédito: Rodolfo Savoia



El Alférez Garay parado en el lugar donde se encontraba el refugio de la 3ra Batería, totalmente destruido al detonar la bomba ubicada en el techo. Crédito: Personal de la 3ra Batería



Emplazamiento del Director de Tiro Superfledermaus UF 002 de la 3ra Batería, en su segundo emplazamiento. Se puede apreciar al fondo varios aviones Pucará. Crédito: Personal de la 3ra Batería





Abreviaturas y notas aclaratorias

AAa: Artillería Antiaérea

ARA: Armada de la República Argentina

A4 –B/ C / Q: Avión Douglas Skyhawk B y C de FAA y Q de ARA

AM 39: Sistema de Armas Exocet Aire – Mar 39

Alarma Amarilla: Aviones enemigos en vuelo aproximándose a la zona de defensa

Alarma Gris: Cañoneo Naval

Alarma Roja: Aviones enemigos atacando o a punto de hacerlo

Alarma Verde: Sin presencia de Aviones enemigos en la zona

AIM9-L: Misil Sidewinder Aire - Aire

Alf.: Alférez



B-2: Avión Avro Vulcan

B-707: Boeing 707– Avión de transporte

Ba AAa: Batería de Artillería Antiaérea

BAS: British Antartic Survey

BAM: Base Aérea Militar

BAMDO: Base Aérea Militar de Despliegue Operativo

BCMPNA: Buró de Coordinación del Movimiento de Países no Alineados

BIM: Batallón de Infantería de Marina

BL 755: Bomba Racimo/ Belouga



C: Cabo

C 1°: Cabo Primero

C.P.: Cabo Principal

Cap.: Capitán

C-130: Hércules - “Chancha” – Avión de transporte

CEE: Comunidad Económica Europea

CIC: Centro de Información y Control

CH-47: Helicóptero Chinook

COAaCj: Centro de Operaciones Antiaéreas Conjunto

Com.: Comodoro



D-42: Destructor Tipo 42

DT: Director de Tiro = Central de Tiro



E: Punto cardinal Este

EA: Ejército Argentino

EAM: Escuela de Aviación Militar

Ella : Escuadrilla Aérea = Cuatro aviones

ELMA: Empresa Líneas Marítimas Argentinas

ELTA: Radar de corto alcance de origen Israelí.

ENET: Escuela Nacional de Educación Técnica

Expedicionarios: IDEM a “Adelantados”



FAA: Fuerza Aérea Argentina

FAL: Fusil Automático Liviano, calibre 7,62 mm

FAP: Fusil Automático Pesado, calibre 7,62 mm

FAS: Fuerza Aérea Sur

F-28: Patente del Vehículo Land Rover 4x4

FIC: Malvinas Islands Company

FIERROS: Cañones antiaéreos – de Calibre 20, 30 y 35 mm

Fk27: Avión Fokker Biturbohélice – Avión de transporte

Fk28: Avión Fokker Biturbina – Avión de transporte

FRS-1: Avión Sea Harrier



GAL: Río Gallegos

GOE: Grupo de Operaciones Especiales (FAA)

GR-3: Avión Harrier

GT: Grupo de Tareas



HT: Equipo de comunicaciones VHF de mano

HMS: Her Majestic Ship



IA-58: Avión Pucará

IKA: Jeep, Vehículo liviano



KC-130: Avión Hércules de reabastecimiento en vuelo



LADE: Líneas Aéreas del Estado

Land Rover (LR): Vehículo tipo 4x4



MB-339: Avión Macchi (Aermacchi)

M III: Avión Mirage Interceptor

MV: Avión Dagger Caza - Bombardero

MM 38: Sistema de Armas Exocet Mar - Mar 38

MK-17: Bomba de 1000 Libras

Mk 62: Avión Bombardeo Liviano Canberra

MLV: Malvinas

Motrac: Equipo Base de comunicaciones VHF

My.: Mayor



N: Punto Cardinal Norte

NE: Punto Cardinal Noreste

NW: Punto Cardinal Noroeste

NM: Nautical Mile = Milla Náutica



O: Punto Cardinal Oeste

Oë: Cañón Oërlikon calibre 35 mm - Suiza

OEA: Organización de los Estados Americanos

OF: Orden Fragmentaria

ONU: Organización de las Naciones Unidas

OTAN: Organización del Tratado del Atlántico Norte



PAC: Patrulla Aérea de Combate (generalmente Dos aviones)

PC: Puesto Comando

PPI: Plate Position Indicator = Pantalla Indicadora de Posición

P-56: Mira Óptica-electrónica Cañón Antiaéreo 20 mm



QBN: Químico- Bacteriológico y Nuclear



R-12: Automovil

RAF: Royal Air Force = Real Fuerza Aérea

RI: Regimiento de Infantería

RH: Cañón Rheinmetall 20 mm - Alemania

RN: Royal Navy = Marina Real

ROA: Red de Observadores del Aire



S: Punto Cardinal Sur

S.A.: Suboficial Ayudante

S.Aux.: Suboficial Auxiliar

S.P.: Suboficial Principal

S.M.: Suboficial Mayor

SE: Punto Cardinal Sudeste

SW: Punto Cardinal Sudoeste

SAS: Special Air Service (Comandos- Fuerzas Especiales Británicas)

SAM: Misil Antiaéreo Superficie Aire

SAM-7: SAM Portátil Infrarrojo Corto Alcance- Rusia

Skyguard: Sistema de Armas Antiaéreo con cañones de 35 mm (EA)

SOFMA: Cañón de Artillería de Campaña de 155 mm

Superfledermaus: Director de Tiro, de los cañones Oërlikon 35 mm de FAA

Santuario: En la jerga Naval: Lugar donde se concentra o reúne la Flota



T: Avión de Transporte de personal

TC: Avión de Transporte de Carga

Ten.: Teniente

TIAR: Tratado Interamericano de Asistencia Reciproca

TWR: Torre de Control del Tránsito Aéreo (Torre de Vuelo)

TO: Teatro de Operaciones

TOM: Teatro de Operaciones Malvinas

TOAS: Teatro de Operaciones del Atlántico Sur


VGM: Veterano de Guerra de Malvinas

VHF: Equipo Radio de Muy Alta Frecuencia

VCom.: Vice comodoro


W: Punto Cardinal Oeste



ZET: Zona de Exclusión Total


ZVPh: Zona de Vuelo Prohibido


Fuente...
https://sites.google.com/site/fuerz...ro-superfledermmaus/desde-el-punto-de-impacto


Libro.

-
 
Última edición:

Daniel G. Gionco

Veterano Guerra de Malvinas
El texto comienza con "CAPÍTULO IV", lo que supone que hay otros capítulos pertenecientes a un trabajo mayor que alguien redactó.

Sería interesante que estos extensos "copiar y pegar" incluyan la correcta cita de la fuente copiada.
 

nestorboca

MALVINAS... VOLVEREMOS..!
Colaborador
El texto comienza con "CAPÍTULO IV", lo que supone que hay otros capítulos pertenecientes a un trabajo mayor que alguien redactó.

Sería interesante que estos extensos "copiar y pegar" incluyan la correcta cita de la fuente copiada.


Estimado,
mil gracias por ayudarme a ver que no puse la fuente.
Veo que en el armado de las tres partes,
olvide colocarla.

Es mi costumbre siempre colocar las respectivas fuentes,
de todo cuanto comparto.

Nuevamente muchas gracias estimado,
por el aviso...!

.
 
alguien tiene idea donde se puede conseguir el libro? en Dunken no tienen mas desde hace bastante tiempo. gracias!!
 
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