Club Miragero

para maquetistas, panel instrumentos Mirage IIIE, creditos a fotos a quien corresponda
 

En el marco de la celebración de los 204 años de la fundación de Dolores, se procedió a la inauguración de un monumento para brindarle un justo homenaje a un hijo de esa ciudad el My Gustavo Argentino GARCÍA CUERVA, que hace 39 años entregara su vida por la patria el 1 de mayo de 1982.

El volver a escuchar el nombre de este legendario héroe, revivió en mi corazón, las circunstancias particulares en que tuve el honor de conocerlo. Humildemente, hago público aquel momento para compartirlo con todos aquellos que lo siguen recordando por siempre.






EL DÍA QUE CONOCI A UN HÉROE​



El transporte me acababa de dejar en el casino de oficiales de GAL, había terminado mi turno en el radar, estaba llegando a su fin aquel 30 de abril de 1982, entre sin mirar mucho a quienes estaban en el hall de entrada, me dirigí directamente a mi habitación, abrí sigilosamente la puerta con mucha cautela, para no despertar al oficial que estaba durmiendo, tire mis cosas sobre mi colchón recientemente ubicado contra la ventana del cuarto, para ampliar la capacidad de alojamiento, me higienice un poco y baje para ver si podía cenar algo.

Esa noche me toco comer solo, no había muchas mesas ocupadas y con las pocas que había me dedique a escuchar sus conversaciones, todos hablaban de lo mismo, la flota inglesa ya estaba, los ingleses ya habían recuperado las Islas Georgias y ahora vendrían por la recuperación de las Malvinas, las idas y venidas de las negociaciones diplomáticas se iban frustrando, lentamente la esperanza de un acuerdo de alto el fuego, pasaba a ser una utopía, habíamos entrado a un baile y no nos quedaría otra que bailar.

Al término de la cena, me senté en un cómodo sillón en un rincón del hall de ingreso pegado al comedor, lo que no era muy habitual en mí, con la idea de hacer tiempo antes de acostarme y no molestar al oficial de la artillería antiaérea que estaba durmiendo, que seguro entraba de turno esa noche; tomé una vieja revista de una repisa y comencé a hojearla y en ese preciso momento escucho…

--¡¡Oiga Alférez, sabe conducir...!!—pregunto serio, a unos metros frente a mí, un oficial en buzo de vuelo con pañuelo verde, parándome inmediatamente le contesto –Sí Señor--, al tener solo dos año como oficial, conocía a muy pocos y a ese Capitán, morocho, de bigotes frondosos piloto de M-III no tenía ni idea quien era. Inmediatamente me vuelve a interrogar --¡¡Quiere ir a la ciudad a hablar por teléfono con su familia..??—sin dudarlo le dije --¡Sí señor, me gustaría!!- --Bueno nos vemos en cinco minutos acá en el hall—tirándome un juego de llaves.

Al igual que el Cap., subí a mi habitación a buscar mi campera y la bufanda gris, fiel compañera, que me había enviado mi esposa y dejarle una nota a mi jefe que me iba a la ciudad con un piloto de M-III, en dos minutos estaba a bajo con las llaves en las manos, ni bien llego salimos y nos dirigimos a un camioneta con la inscripción de VIII Brigada Aérea, Grupo 8 de Caza, subimos, puse en marcha el vehículo y mientras se calentaba pude saber quién era ese oficial, se llamaba Cap. Gustavo García Cuerva, supo también cómo me llamaba y sin preguntarme, supo que era radarista, por mi pañuelo celeste.

En el trayecto hablamos de nuestras familias, me enteré que era oriundo de Dolores, de lo difícil que se estaba poniendo la situación y de la confianza que tenía en su sistema de armas y en toda la Fuerza Aérea Argentina. Ni bien llegamos a la ciudad de Rio Gallegos, nos dirigimos al Hotel Santa Cruz, un punto de reunión típico por esos tiempos, que contaba con dos cabinas para llamadas de larga distancia, ni bien entramos nos anotamos en la barra, para esperar nuestro turno y nos sentamos en una mesa y con un café de por medio para seguir hablando de nuestras vidas.

El bar del Santa Cruz, en esos días, con sus ventanas tapadas con diarios, su luz atenuada y el humo de los fumadores a media altura, perdía su brillo de hotel más distinguido de la ciudad y pasaba a trasmitir la imagen de un bar de los suburbios de Casablanca en la década del cuarenta, con clientes vestidos de militar, de todas las fuerzas, mezclados con algunos de civil, sin presencia de mujeres, con la excepción de la señorita que atendía los turnos detrás de la barra, con ausencia de risas o carcajadas y con voces que solo susurraban.

Cuando más cómodo me sentía conversando con aquel oficial, que solo trasmitía su dicha de estar donde estaba y que su mayor preocupación era la tranquilidad de su familia, el mozo rompió ese momento para indicarnos que después de los que estaban hablando seguíamos nosotros, al minuto que García Cuerva se dirigió al teléfono, me toco mi turno, antes de discar, no pude dejar de escuchar, como en la otra cabina sus palabras relativizaban la situación, que nada iba a pasar y que todo estaba muy bien.

Yo en aquel momento, no había cumplido aún un año de haberme casado, mi esposa se había trasladado de Merlo, ciudad donde estaba mi unidad, a San Nicolás, a la casa de sus padres; después de discar, no tuvo que sonar mucho el teléfono que me atendió ella, con la premonición que si alguien llamaría sería yo, desde el 2 de abril en que había llegado, solo había hablado con Elena una sola vez, desde el aeropuerto y con poco tiempo, asique hablamos lo más que pudimos y lo que la situación nos lo permitía, logré que no se preocupara y escuche todo lo que estaba haciendo con otras amigas y las cosas que estaban juntando para mandarnos.

Ni bien abandone la cabina, mi compañero de salida ya estaba sentado y había pedido otra vuelta de café, seguimos conversando un tiempo más, luego abonamos nuestras llamadas y regresamos, esta vez sin hablar casi nada, quizás pensando en la realidad que habíamos omitido, al borde de la mentira, en nuestras conversaciones telefónicas. Al llegar a la base, nos volvimos a convertir nuevamente, el en Capitán y yo en Alférez, con escueto saludo nos dirigimos a descansar, estaba por iniciarse el 1 de mayo, un día que se transformaría en el más histórico del siglo para la Fuerza Aérea Argentina.

Me desperté abruptamente, los primeros segundos no reaccionaba, todo estaba convulsionado, gente corriendo en el pasillo, alcanzo a ver la hora y faltaban pocos minutos para las cinco de la mañana, ingresa a la pieza mi jefe y sin mucha explicación solo dice –¡¡Están bombardeando Puerto Argentino!!—nos cambiamos rápidamente y al minuto estábamos en hall del casino, nos fuimos agrupando por sistemas de armas, todos desconcertados, mil versiones se deslizaban, sin saber nadie que estaba pasando en realidad, después de pasar por el centro de operaciones, donde era un caos, repleto de oficiales de alto grado con caras adustas, frente a la situación, se decidió ir todos a nuestro bunker en el radar, a la espera de información más fidedigna.

Pasaban los minutos, la incertidumbre aumentaba, nuestros camaradas del radar en Malvinas no contestaban, inconscientemente todos sabíamos que, en un primer ataque, el radar es un objetivo primordial a neutralizar. Decidí abstraerme un poco de ese ambiente pesimista, salí del bunker y me senté en una piedra estratégicamente colocada para mirar al noreste, en la oscuridad de esa madrugar y poder apreciar a la distancia la base, los bunkers de los aviones y la pista mientras el cruel viento helado del oeste me terminaba de despertarme en la realidad de aquel día.

De repente el ver y escuchar el despegue de dos M-III (*), que a medida que tomaban altura, viraban por la derecha para sobrepasar la ría y poner rumbo al este, me saca de mi estado catatónico en el que estaba, me persigno y pido a Dios que todo termine bien, eran las 06:42 hs, y estaba frente al preludio de todo lo que pasaría ese día.

A los poco minutos, llega a nuestra posición, el por entonces My Guillermo Porta, nuestro jefe supremo en GAL y nos reúne a todos en el bunker para darnos todas la información que tenía, la más positivas de las noticias era saber que nuestros camaradas del radar MLV estaban bien, que un avión que se estimaba que era un Vulcan había bombardeado la pista, que había algunos heridos y se estimaba algunos muertos en las instalaciones del aeropuerto y se esperaba que los ingleses intentarían un desembarco en las próximas horas.

A nuestro equipo le tocaba entrar de turno a las 12:00 hs, nos dieron la libertad de regresar al casino y esperar novedades, pero decidimos todos quedarnos en el refugio, para estar más al tanto de la situación y minimizar la ansiedad. No había salido el sol todavía, cuando los operadores que estaban en control, nos avisan que estaban por despegar unos A4-B, salimos todos a ver el despegue, con la incipiente claridad del amanecer, pudimos apreciar la salida de esos cuatro aviones y percibir a lo lejos el personal de mecánicos que los despedía parados sobre los bunker de los aviones, al costado de la pista, entre nosotros no hubo mucha algarabía, mas bien silencio y preocupación, recién habían pasado ocho horas y treinta minutos de este 1 de mayo de 1982.

Esa mañana regresaban y salían aviones, pero ya no eran navegaciones ni adiestramiento, lentamente nos dimos cuenta que esta vez salían al combate verdadero, que había llegado la hora de mostrar lo que habíamos aprendido; fue la primera vez que empecé a escuchar la pregunta --¿Vuelven todos..?— pregunta que sería muy popular para los radaristas a lo largo del conflicto y no pasaría mucho tiempo que alguno no volvería y se quedaría en Malvinas para siempre.

Minutos antes de tomar nuestro turno, con mi jefe, el 1°Ten José ROMERO subimos al Unimog que teníamos los radaristas como transporte y nos dirigimos al Centro de Información y Control (C.I.C.), que se encontraba al final de pasillo del escuadrón de tropas, en el lado oeste de la base. Al llegar, el que pudo entrar a la sala solo fue mi jefe, como siempre, yo me quedé en el pasillo; aproveche para acércame a la sala de pilotos que estaba en frente y que tenía la puerta abierta y pude ver al Cap. García Cuerva, aquel que la noche anterior me había llevado a poder hablar por teléfono con mi esposa, con su traje anti exposición rebatido en su cintura, despeinado y transpirado a pesar del frío, explicando en forma eufórica y exteriorizando su pasión por su profesión, como juntos con su numeral, el 1°Ten Perona pudieron poner en fuga a dos aviones Harrier ingleses y permitir que los A4-B pudieran regresa seguros al continente; atentamente otros pilotos lo escuchaban y lo llenaban de preguntas, acababan de regresar de su primer vuelo de combate del día y de su vida, la adrenalina estaba a flor de piel, si bien todos los demás pilotos se los notaban preocupados, tanto él como Perona, se mostraban dichosos, felices de a haber volado y estar viviendo ese momento.

Tomamos nuestro turno, con la consigna de seguir realizando la vigilancia del espacio aéreo y brindarle apoyo a los aviones que salían y sobre todo a los que regresaban, también debíamos extremar el control sobre territorio chileno y pasar los ploteos al C.I.C. Hasta las 15:30 hs estuvo muy tranquilo, a partir de allí nos tocó apoyar la salida de dos secciones de M-III, la primera despega a las 15:45 hs indicativo “DARDO” con dos y al conocer las tripulaciones, me llamo la atención que nuevamente salían el Cap. García Cuerva y su numeral el 1°Ten Perona. Cinco minutos después, despegan los “BUITRE” con dos, el Cap. Gambande y el 1°Ten Yebra, este último también repetía su salida en el día. Quince minutos después despegan los “TRUENO” una escuadrilla de cuatro A4-B, liderados por el Cap. Carballo, a quien conocía por haber sido instructor en la Escuela de Aviación Militar (EAM), lo acompañaban el Ten Rinke, el 1°Ten Cachón y el Alf. Carmona, con excepción de Cachón, a los demás lo conocía por haber sido cadetes más an


tiguos que yo en la E.A.M.
Despues de los TRUENO siguiern saliendo escuadrillas de A4-B cada media hora, hasta que a las 17:25 hs vemos en pantalla dos aviones que venían de MLV, ya habíamos recibido un A4-B que regreso a las 17:00 por técnica, la sección que teníamos en pantalla eran los “BUITRE” dos M-III, por ellos nos enteramos que los “DARDO” no regresarían, escuetamente solo eso, nadie sabía nada más, preguntes donde preguntes, nadie sabía nada.




Es imposible poder describir con letras, lo que se siente en ese momento. Durante los quince o veinte minutos que tardaron en aterrizar los “BUITRE”, uno debe mantenerse aplomado y con la voz solo trasmitir tranquilidad, en mi mente solo se reflejaban las imágenes de ese Capitán que había conocido hacía menos de veinticuatro horas, se me repetía y repetía las imagen de los dos pilotos exultantes comentando su experiencias a los demás camaradas, hace apenas unas horas; no existe manual ni entrenamiento que te prepare para ese momento, quería llorar, quería gritar, quería ****** y no podía.


Dejamos nuestro turno y nos quedamos en el bunkers, esperando el regreso de los demas que habían salido, estaba nublado y el viento no aflojaba, me quedé afura un tiempo, refujiado contra uno de los shelters tratando de procesar todo lo que estaba pasando, me sentía dentro de una película donde tambien los buenos mueren y que nadie esta exento de no llegar al final. De pronto avisan que –Vuelven todos!!—palabra que tranquiliza, ya eran mas de las 19:00hs, el sol no estaba, ese día quiso irse antes, cuando todos estabamos listos para regresar a la base, faltaba mi jefe, lo busque en shelter de comunicación y ahí lo encontre, estaba llorando desconsolado, había recibido la noticia que el Ten. Jukic y el 1°Ten. Ardiles, uno compañero de promoción de Romero, habían fallecido hace unas horas, jamas se me hubiera pasado por la mente ese momento en que mi jefe podría llegar a llorar, cerré la puerta y tambien explote en un corto llanto sin que nadie me viera, minutos despues estabamos camino a la base, recalamos directamente en el C.I.C., abrumado de gente de todos los sistemas de armas que iban y venían, como siempre me quedé a un costado esperando la salida de Romero, al rato sale con el My Porta y nos comenta todo lo sucedido ese bendito día y lo que me sigue resonando en mi mente aun despues de tantos años, cuando dijo –“El Cap. Gacía Cuerva fue abatido por propia tropa cuando intentaba aterrizar en Puerto Argentino… de Perona solo sabemos que se alcanzó a eyectarse..” creo que después no escuche nada mas.

Solo una frace que había escuchado la noche anterior de bocas de aquel Capitan me consolaban,

--“Dios me llevará cundo el quiera llevarme, solo espero que sea arriba de un avión…”--




Otra situación estaba por pasar, que tengo remarcado en mi diario personal; cuando estaba por dirigirme al casino, ingresan al pasillo los pilotos de A4-B integrante de la escuadrilla “TRUENO”, que habían regresado hacía unos minutos, todavía tengo grabado en mi retina ver al Cap. Carballo, entrar a la sala de pilotos, sentarse y agacharse con las manos en la cabeza y sus compañeros de Escuadrón que lo trataban de consolar, ni bien pregunto --¿qué paso..?— recibo la respuesta de uno de los tantos que estábamos viendo esa escena –“le acaban de informar que el barco que bombardeo fue “El Formosa”—era desgarrante verlo desconsolado al piloto, que a la postrimería, sería uno de los más grandes héroes Argentino de esta gesta de Malvinas.
Aquel 1 de mayo de 1982, desde el punto de vista operativo, llegaba a su fin; el día que se produjo el bautismo de fuego de nuestra Gloriosa Fuerza Aérea Argentina, con un costo muy alto; en la historia Argentina, quedaría escrita que aquel día, los siguientes “CABALLEROS DEL AIRE” entregaron sus vidas a la patria, cumpliendo con su juramente a la bandera:

Cap. D. Gustavo Argentino GARCÍA CUERVA

1°Ten. D. Mario Hipólito GONZALEZ

1° Ten. D. José Leónidas ARDILES

Ten. D. Daniel Antonio JUKIC

Ten. D. Eduardo Jorge DE IBAÑES

C.P. D. Mario DUARTE

C.P. D. Juan Antonio RODRIGUEZ

C.1° D. Miguel Ángel CARRIZO

C.1° D. José Alberto MALDONADO

C.1° D. Jesé Luis PERALTA

C.1° D. Agustín Hugo MONTAÑO

C.1° D. Andrés Luis BRASICH

Soldado C.62 Guillermo Ubaldo GARCÍA

Soldado C.62 Héctor Ramos BORDON



“GLORIA Y HONRA POR SIEMPRE”​

(*) Según la OF N° 1090 la sección de M-III bajo el indicativo “FIERA” piloteados por el My José SANCHEZ y el Cap. Marcos CZERWINSKI, despegando a las 06:40hs, sería el primer vuelo de combate que llegaría a Malvinas en este 1 de mayo de 1982.

PD: Este día, lo mejor que pude llegar a comprender, es porque el segundo nombre del Capitán, el héroe que había conocido la noche anterior era

“ARGENTINO”​
 
Excelente relato, SEÑOR Radarista!
Sus recuerdos, detalles y una excelente redacción lo transportan a uno a ese momento.

Sinceramente agradecido por esta historia
 

En el marco de la celebración de los 204 años de la fundación de Dolores, se procedió a la inauguración de un monumento para brindarle un justo homenaje a un hijo de esa ciudad el My Gustavo Argentino GARCÍA CUERVA, que hace 39 años entregara su vida por la patria el 1 de mayo de 1982.

El volver a escuchar el nombre de este legendario héroe, revivió en mi corazón, las circunstancias particulares en que tuve el honor de conocerlo. Humildemente, hago público aquel momento para compartirlo con todos aquellos que lo siguen recordando por siempre.






EL DÍA QUE CONOCI A UN HÉROE​



El transporte me acababa de dejar en el casino de oficiales de GAL, había terminado mi turno en el radar, estaba llegando a su fin aquel 30 de abril de 1982, entre sin mirar mucho a quienes estaban en el hall de entrada, me dirigí directamente a mi habitación, abrí sigilosamente la puerta con mucha cautela, para no despertar al oficial que estaba durmiendo, tire mis cosas sobre mi colchón recientemente ubicado contra la ventana del cuarto, para ampliar la capacidad de alojamiento, me higienice un poco y baje para ver si podía cenar algo.

Esa noche me toco comer solo, no había muchas mesas ocupadas y con las pocas que había me dedique a escuchar sus conversaciones, todos hablaban de lo mismo, la flota inglesa ya estaba, los ingleses ya habían recuperado las Islas Georgias y ahora vendrían por la recuperación de las Malvinas, las idas y venidas de las negociaciones diplomáticas se iban frustrando, lentamente la esperanza de un acuerdo de alto el fuego, pasaba a ser una utopía, habíamos entrado a un baile y no nos quedaría otra que bailar.

Al término de la cena, me senté en un cómodo sillón en un rincón del hall de ingreso pegado al comedor, lo que no era muy habitual en mí, con la idea de hacer tiempo antes de acostarme y no molestar al oficial de la artillería antiaérea que estaba durmiendo, que seguro entraba de turno esa noche; tomé una vieja revista de una repisa y comencé a hojearla y en ese preciso momento escucho…

--¡¡Oiga Alférez, sabe conducir...!!—pregunto serio, a unos metros frente a mí, un oficial en buzo de vuelo con pañuelo verde, parándome inmediatamente le contesto –Sí Señor--, al tener solo dos año como oficial, conocía a muy pocos y a ese Capitán, morocho, de bigotes frondosos piloto de M-III no tenía ni idea quien era. Inmediatamente me vuelve a interrogar --¡¡Quiere ir a la ciudad a hablar por teléfono con su familia..??—sin dudarlo le dije --¡Sí señor, me gustaría!!- --Bueno nos vemos en cinco minutos acá en el hall—tirándome un juego de llaves.

Al igual que el Cap., subí a mi habitación a buscar mi campera y la bufanda gris, fiel compañera, que me había enviado mi esposa y dejarle una nota a mi jefe que me iba a la ciudad con un piloto de M-III, en dos minutos estaba a bajo con las llaves en las manos, ni bien llego salimos y nos dirigimos a un camioneta con la inscripción de VIII Brigada Aérea, Grupo 8 de Caza, subimos, puse en marcha el vehículo y mientras se calentaba pude saber quién era ese oficial, se llamaba Cap. Gustavo García Cuerva, supo también cómo me llamaba y sin preguntarme, supo que era radarista, por mi pañuelo celeste.

En el trayecto hablamos de nuestras familias, me enteré que era oriundo de Dolores, de lo difícil que se estaba poniendo la situación y de la confianza que tenía en su sistema de armas y en toda la Fuerza Aérea Argentina. Ni bien llegamos a la ciudad de Rio Gallegos, nos dirigimos al Hotel Santa Cruz, un punto de reunión típico por esos tiempos, que contaba con dos cabinas para llamadas de larga distancia, ni bien entramos nos anotamos en la barra, para esperar nuestro turno y nos sentamos en una mesa y con un café de por medio para seguir hablando de nuestras vidas.

El bar del Santa Cruz, en esos días, con sus ventanas tapadas con diarios, su luz atenuada y el humo de los fumadores a media altura, perdía su brillo de hotel más distinguido de la ciudad y pasaba a trasmitir la imagen de un bar de los suburbios de Casablanca en la década del cuarenta, con clientes vestidos de militar, de todas las fuerzas, mezclados con algunos de civil, sin presencia de mujeres, con la excepción de la señorita que atendía los turnos detrás de la barra, con ausencia de risas o carcajadas y con voces que solo susurraban.

Cuando más cómodo me sentía conversando con aquel oficial, que solo trasmitía su dicha de estar donde estaba y que su mayor preocupación era la tranquilidad de su familia, el mozo rompió ese momento para indicarnos que después de los que estaban hablando seguíamos nosotros, al minuto que García Cuerva se dirigió al teléfono, me toco mi turno, antes de discar, no pude dejar de escuchar, como en la otra cabina sus palabras relativizaban la situación, que nada iba a pasar y que todo estaba muy bien.

Yo en aquel momento, no había cumplido aún un año de haberme casado, mi esposa se había trasladado de Merlo, ciudad donde estaba mi unidad, a San Nicolás, a la casa de sus padres; después de discar, no tuvo que sonar mucho el teléfono que me atendió ella, con la premonición que si alguien llamaría sería yo, desde el 2 de abril en que había llegado, solo había hablado con Elena una sola vez, desde el aeropuerto y con poco tiempo, asique hablamos lo más que pudimos y lo que la situación nos lo permitía, logré que no se preocupara y escuche todo lo que estaba haciendo con otras amigas y las cosas que estaban juntando para mandarnos.

Ni bien abandone la cabina, mi compañero de salida ya estaba sentado y había pedido otra vuelta de café, seguimos conversando un tiempo más, luego abonamos nuestras llamadas y regresamos, esta vez sin hablar casi nada, quizás pensando en la realidad que habíamos omitido, al borde de la mentira, en nuestras conversaciones telefónicas. Al llegar a la base, nos volvimos a convertir nuevamente, el en Capitán y yo en Alférez, con escueto saludo nos dirigimos a descansar, estaba por iniciarse el 1 de mayo, un día que se transformaría en el más histórico del siglo para la Fuerza Aérea Argentina.

Me desperté abruptamente, los primeros segundos no reaccionaba, todo estaba convulsionado, gente corriendo en el pasillo, alcanzo a ver la hora y faltaban pocos minutos para las cinco de la mañana, ingresa a la pieza mi jefe y sin mucha explicación solo dice –¡¡Están bombardeando Puerto Argentino!!—nos cambiamos rápidamente y al minuto estábamos en hall del casino, nos fuimos agrupando por sistemas de armas, todos desconcertados, mil versiones se deslizaban, sin saber nadie que estaba pasando en realidad, después de pasar por el centro de operaciones, donde era un caos, repleto de oficiales de alto grado con caras adustas, frente a la situación, se decidió ir todos a nuestro bunker en el radar, a la espera de información más fidedigna.

Pasaban los minutos, la incertidumbre aumentaba, nuestros camaradas del radar en Malvinas no contestaban, inconscientemente todos sabíamos que, en un primer ataque, el radar es un objetivo primordial a neutralizar. Decidí abstraerme un poco de ese ambiente pesimista, salí del bunker y me senté en una piedra estratégicamente colocada para mirar al noreste, en la oscuridad de esa madrugar y poder apreciar a la distancia la base, los bunkers de los aviones y la pista mientras el cruel viento helado del oeste me terminaba de despertarme en la realidad de aquel día.

De repente el ver y escuchar el despegue de dos M-III (*), que a medida que tomaban altura, viraban por la derecha para sobrepasar la ría y poner rumbo al este, me saca de mi estado catatónico en el que estaba, me persigno y pido a Dios que todo termine bien, eran las 06:42 hs, y estaba frente al preludio de todo lo que pasaría ese día.

A los poco minutos, llega a nuestra posición, el por entonces My Guillermo Porta, nuestro jefe supremo en GAL y nos reúne a todos en el bunker para darnos todas la información que tenía, la más positivas de las noticias era saber que nuestros camaradas del radar MLV estaban bien, que un avión que se estimaba que era un Vulcan había bombardeado la pista, que había algunos heridos y se estimaba algunos muertos en las instalaciones del aeropuerto y se esperaba que los ingleses intentarían un desembarco en las próximas horas.

A nuestro equipo le tocaba entrar de turno a las 12:00 hs, nos dieron la libertad de regresar al casino y esperar novedades, pero decidimos todos quedarnos en el refugio, para estar más al tanto de la situación y minimizar la ansiedad. No había salido el sol todavía, cuando los operadores que estaban en control, nos avisan que estaban por despegar unos A4-B, salimos todos a ver el despegue, con la incipiente claridad del amanecer, pudimos apreciar la salida de esos cuatro aviones y percibir a lo lejos el personal de mecánicos que los despedía parados sobre los bunker de los aviones, al costado de la pista, entre nosotros no hubo mucha algarabía, mas bien silencio y preocupación, recién habían pasado ocho horas y treinta minutos de este 1 de mayo de 1982.

Esa mañana regresaban y salían aviones, pero ya no eran navegaciones ni adiestramiento, lentamente nos dimos cuenta que esta vez salían al combate verdadero, que había llegado la hora de mostrar lo que habíamos aprendido; fue la primera vez que empecé a escuchar la pregunta --¿Vuelven todos..?— pregunta que sería muy popular para los radaristas a lo largo del conflicto y no pasaría mucho tiempo que alguno no volvería y se quedaría en Malvinas para siempre.

Minutos antes de tomar nuestro turno, con mi jefe, el 1°Ten José ROMERO subimos al Unimog que teníamos los radaristas como transporte y nos dirigimos al Centro de Información y Control (C.I.C.), que se encontraba al final de pasillo del escuadrón de tropas, en el lado oeste de la base. Al llegar, el que pudo entrar a la sala solo fue mi jefe, como siempre, yo me quedé en el pasillo; aproveche para acércame a la sala de pilotos que estaba en frente y que tenía la puerta abierta y pude ver al Cap. García Cuerva, aquel que la noche anterior me había llevado a poder hablar por teléfono con mi esposa, con su traje anti exposición rebatido en su cintura, despeinado y transpirado a pesar del frío, explicando en forma eufórica y exteriorizando su pasión por su profesión, como juntos con su numeral, el 1°Ten Perona pudieron poner en fuga a dos aviones Harrier ingleses y permitir que los A4-B pudieran regresa seguros al continente; atentamente otros pilotos lo escuchaban y lo llenaban de preguntas, acababan de regresar de su primer vuelo de combate del día y de su vida, la adrenalina estaba a flor de piel, si bien todos los demás pilotos se los notaban preocupados, tanto él como Perona, se mostraban dichosos, felices de a haber volado y estar viviendo ese momento.

Tomamos nuestro turno, con la consigna de seguir realizando la vigilancia del espacio aéreo y brindarle apoyo a los aviones que salían y sobre todo a los que regresaban, también debíamos extremar el control sobre territorio chileno y pasar los ploteos al C.I.C. Hasta las 15:30 hs estuvo muy tranquilo, a partir de allí nos tocó apoyar la salida de dos secciones de M-III, la primera despega a las 15:45 hs indicativo “DARDO” con dos y al conocer las tripulaciones, me llamo la atención que nuevamente salían el Cap. García Cuerva y su numeral el 1°Ten Perona. Cinco minutos después, despegan los “BUITRE” con dos, el Cap. Gambande y el 1°Ten Yebra, este último también repetía su salida en el día. Quince minutos después despegan los “TRUENO” una escuadrilla de cuatro A4-B, liderados por el Cap. Carballo, a quien conocía por haber sido instructor en la Escuela de Aviación Militar (EAM), lo acompañaban el Ten Rinke, el 1°Ten Cachón y el Alf. Carmona, con excepción de Cachón, a los demás lo conocía por haber sido cadetes más an


tiguos que yo en la E.A.M.
Despues de los TRUENO siguiern saliendo escuadrillas de A4-B cada media hora, hasta que a las 17:25 hs vemos en pantalla dos aviones que venían de MLV, ya habíamos recibido un A4-B que regreso a las 17:00 por técnica, la sección que teníamos en pantalla eran los “BUITRE” dos M-III, por ellos nos enteramos que los “DARDO” no regresarían, escuetamente solo eso, nadie sabía nada más, preguntes donde preguntes, nadie sabía nada.




Es imposible poder describir con letras, lo que se siente en ese momento. Durante los quince o veinte minutos que tardaron en aterrizar los “BUITRE”, uno debe mantenerse aplomado y con la voz solo trasmitir tranquilidad, en mi mente solo se reflejaban las imágenes de ese Capitán que había conocido hacía menos de veinticuatro horas, se me repetía y repetía las imagen de los dos pilotos exultantes comentando su experiencias a los demás camaradas, hace apenas unas horas; no existe manual ni entrenamiento que te prepare para ese momento, quería llorar, quería gritar, quería ****************** y no podía.


Dejamos nuestro turno y nos quedamos en el bunkers, esperando el regreso de los demas que habían salido, estaba nublado y el viento no aflojaba, me quedé afura un tiempo, refujiado contra uno de los shelters tratando de procesar todo lo que estaba pasando, me sentía dentro de una película donde tambien los buenos mueren y que nadie esta exento de no llegar al final. De pronto avisan que –Vuelven todos!!—palabra que tranquiliza, ya eran mas de las 19:00hs, el sol no estaba, ese día quiso irse antes, cuando todos estabamos listos para regresar a la base, faltaba mi jefe, lo busque en shelter de comunicación y ahí lo encontre, estaba llorando desconsolado, había recibido la noticia que el Ten. Jukic y el 1°Ten. Ardiles, uno compañero de promoción de Romero, habían fallecido hace unas horas, jamas se me hubiera pasado por la mente ese momento en que mi jefe podría llegar a llorar, cerré la puerta y tambien explote en un corto llanto sin que nadie me viera, minutos despues estabamos camino a la base, recalamos directamente en el C.I.C., abrumado de gente de todos los sistemas de armas que iban y venían, como siempre me quedé a un costado esperando la salida de Romero, al rato sale con el My Porta y nos comenta todo lo sucedido ese bendito día y lo que me sigue resonando en mi mente aun despues de tantos años, cuando dijo –“El Cap. Gacía Cuerva fue abatido por propia tropa cuando intentaba aterrizar en Puerto Argentino… de Perona solo sabemos que se alcanzó a eyectarse..” creo que después no escuche nada mas.

Solo una frace que había escuchado la noche anterior de bocas de aquel Capitan me consolaban,

--“Dios me llevará cundo el quiera llevarme, solo espero que sea arriba de un avión…”--




Otra situación estaba por pasar, que tengo remarcado en mi diario personal; cuando estaba por dirigirme al casino, ingresan al pasillo los pilotos de A4-B integrante de la escuadrilla “TRUENO”, que habían regresado hacía unos minutos, todavía tengo grabado en mi retina ver al Cap. Carballo, entrar a la sala de pilotos, sentarse y agacharse con las manos en la cabeza y sus compañeros de Escuadrón que lo trataban de consolar, ni bien pregunto --¿qué paso..?— recibo la respuesta de uno de los tantos que estábamos viendo esa escena –“le acaban de informar que el barco que bombardeo fue “El Formosa”—era desgarrante verlo desconsolado al piloto, que a la postrimería, sería uno de los más grandes héroes Argentino de esta gesta de Malvinas.
Aquel 1 de mayo de 1982, desde el punto de vista operativo, llegaba a su fin; el día que se produjo el bautismo de fuego de nuestra Gloriosa Fuerza Aérea Argentina, con un costo muy alto; en la historia Argentina, quedaría escrita que aquel día, los siguientes “CABALLEROS DEL AIRE” entregaron sus vidas a la patria, cumpliendo con su juramente a la bandera:

Cap. D. Gustavo Argentino GARCÍA CUERVA

1°Ten. D. Mario Hipólito GONZALEZ

1° Ten. D. José Leónidas ARDILES

Ten. D. Daniel Antonio JUKIC

Ten. D. Eduardo Jorge DE IBAÑES

C.P. D. Mario DUARTE

C.P. D. Juan Antonio RODRIGUEZ

C.1° D. Miguel Ángel CARRIZO

C.1° D. José Alberto MALDONADO

C.1° D. Jesé Luis PERALTA

C.1° D. Agustín Hugo MONTAÑO

C.1° D. Andrés Luis BRASICH

Soldado C.62 Guillermo Ubaldo GARCÍA

Soldado C.62 Héctor Ramos BORDON



“GLORIA Y HONRA POR SIEMPRE”​

(*) Según la OF N° 1090 la sección de M-III bajo el indicativo “FIERA” piloteados por el My José SANCHEZ y el Cap. Marcos CZERWINSKI, despegando a las 06:40hs, sería el primer vuelo de combate que llegaría a Malvinas en este 1 de mayo de 1982.

PD: Este día, lo mejor que pude llegar a comprender, es porque el segundo nombre del Capitán, el héroe que había conocido la noche anterior era

“ARGENTINO"​
Muchas gracias por compartir estas vivencias, de esta forma se mantiene viva nuestra historia, jamás olvidaremos!!!!mmmalvinasmmmalvinasmmmalvinas
 
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