Brasil planea una década de rearme contra la 'vulnerabilidad'

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Forista Sancionado o Expulsado
Luis Tejero (Corresponsal) | Río de Janeiro
Actualizado miércoles 07/04/2010 12:57 horasDisminuye el tamaño del texto Aumenta el tamaño del texto
Salvo catástrofe, Brasil tiene los ingredientes para adelantar a todos los miembros de la Unión Europea y convertirse en una de las cinco mayores economías del mundo en el segundo cuarto del siglo XXI. Pero el gigante sudamericano no quiere limitar su inmensidad a una cuestión de dinero, y para evitar ser visto como un enano político-militar se ha embarcado en una estrategia de rearme destinada a "reducir su vulnerabilidad" frente a las nuevas y viejas potencias.

"Brasil no tiene unas fuerzas armadas que se correspondan con su población, su territorio y sus fronteras", reconocía el ministro brasileño de Asuntos Estratégicos, Samuel Pinheiro Guimarães, en un reciente encuentro con EL MUNDO y otros medios extranjeros en Río de Janeiro.

Y en una inequívoca declaración de intenciones, el ex vicecanciller de Luiz Inácio Lula da Silva agregaba: "Un país no es verdaderamente soberano si no se puede defender. Como dice el presidente, sólo es respetado quien se hace respetar".

El responsable de Asuntos Estratégicos trataba de explicar así por qué las cuestiones militares figuran entre las prioridades del llamado Plan 2022, el conjunto de metas "asequibles pero ambiciosas" que se plantea el país para conmemorar el segundo centenario de su independencia de Portugal.

"Para ese año queremos un Brasil radicalmente menos desigual, mucho menos vulnerable y cada vez más democrático, integrado y desarrollado", detallaba el ministro en una sala del palacio neoclásico de Itamaraty, construido en el centro de Río apenas tres décadas después de la secesión.

Arsenal reforzado
Para el Gobierno de Lula, minimizar esa supuesta debilidad frente al exterior pasa por defender una posición propia en las crisis internacionales -como ha ocurrido con Honduras o Irán-, materializar la vieja aspiración brasileña de conseguir un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU, reflotar la industria de defensa nacional e incrementar el arsenal.

Este último punto lo ratifica el estudio difundido en marzo por el Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo (Sipri, en inglés), según el cual Brasil fue el tercer mayor comprador sudamericano de armamento entre 2005 y 2009, superado sólo por Chile y Venezuela.

En ese lustro, la región incrementó sus adquisiciones en un 150% respecto al periodo anterior y prosiguió con una carrera que Mark Bromley, investigador del Sipri, ve como "la prueba de un comportamiento competitivo" entre las naciones fronterizas del subcontinente.

El vínculo francés
Recuerda el informe algunas de las recientes compras del Ejecutivo de Lula. En especial los encargos a Francia, potencia que en los últimos tiempos se ha convertido en un socio proritario para Brasil en esta materia. A finales de 2009, el país europeo se comprometió a entregar 50 helicópteros de transporte EC-725, cuatro submarinos convencionales y tecnología para construir otros sumergibles nucleares a cambio de más de 22.000 millones de reales (unos 9.020 millones de euros).

Y previsiblemente no acabarán ahí los intercambios militares entre París y Brasilia. El país del "orden y progreso" pretende hacerse con 36 nuevos cazas y deberá elegir en las próximas semanas entre las tres opciones que tiene sobre la mesa: los F-18 Super Hornet de la estadounidense Boeing, los Gripen NG de la sueca Saab y los Rafale de la francesa Dassault.

Aunque la decisión aún no está tomada, el ministro de Defensa, Nelson Jobim, ha dejado entrever que los aviones galos parten como favoritos para imponerse en una transacción que, incluido el mantenimiento durante 30 años, alcanzaría los 10.000 millones de reales (4.100 millones de euros).

Lula no podrá, sin embargo, asegurarse de que su proyecto militar siga vigente a largo plazo. Sólo está en su mano dar el primer empujón hasta el próximo 1 de enero, cuando se verá obligado a ceder el poder a otro jefe -o jefa- de Estado que definirá su propia estrategia de defensa. "Si es elegida Dilma Rousseff [la favorita del presidente], los programas tendrán continuidad", admitía el ministro Pinheiro Guimarães. "Pero si gana otro candidato [José Serra], no podemos garantizarlo".

http://www.elmundo.es/america/2010/04/04/brasil/1270412240.html


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