Al gobierno británico, el 2 de abril lo sorprendió con los calzoncillos por las rodillas y así rodaron cabezas importantes de su gabinete. En la sesión parlamentaria que siguió, toda la oposición pidió la dimisión completa del gobierno. A la par, la situación interna socioeconómica y política hacía que lo último que quisiesen, en ese momento, era una guerra contra un socio comercial y un aliado en su lucha contra el comunismo.
A la Thatcher tuvieron que mandarle al almirante Henry Leach por la noche, para convencerla a ella y a algunos de sus ministros, de que se podía preparar una flota e ir a la guerra.
Leach tuvo el mérito enorme de convencerlos y de paso logró que el plan Nott de recortes diera marcha atrás. Sin Henry Leach no hubiese habido operación Corporate. Esto es unánime para aquellos que siguieron de cerca los tejemanejes dentro del gobierno británico.
Thatcher capitalizó en los años siguientes el resultado a favor que arrojó la campaña. Si hubiese fracasado, casi con total seguridad su gobierno hubiese caído. Era una jugada muy peligrosa.
Cuando la misión Haigh comenzó a rodar, al enviar la flota, Gran Bretaña no solo ponía en marcha su plan de recuperación por la fuerza, además tenía una baza para presionar a la Junta en sus negociaciones: si Argentina retiraba las tropas, el Reino Unido detendría la flota. Y esto siempre figuraba en los papeles que Haigh llevaba a ambos países.
Según las memorias de éste, hubo momentos donde los puntos de negociación entre ambos países coincidieron y bastante. En otros, la terquedad de Maggie y la de Costa Méndez (cuando hacía de portavoz del ala dura de la Junta en las negociaciones) hacían que estos puntos se distanciaran.
De nuestro lado, es evidente que aquellos que veían en la Operación Rosario un espejo del caso Goa, o dejaron de influir en las desiciones o cambiaron de parecer durante ellas.
Cuando el capitán del Conqueror vió al Belgrano en su periscopio, no vio un plan de paz flotante al que se debía hundir. Vio uno de los 3 blancos más prioritarios de la flota, en un momento en que se estaba iniciando una batalla aeronaval con consecuencias impredecibles. Tanto, que para atacarlo debieron cambiar sus propias leyes de juego y esperar respuesta directa desde Londres: gobierno y almirantazgo. La orden final no vino desde el plano diplomático, sino del estrictamente militar.
Saludos!
A la Thatcher tuvieron que mandarle al almirante Henry Leach por la noche, para convencerla a ella y a algunos de sus ministros, de que se podía preparar una flota e ir a la guerra.
Leach tuvo el mérito enorme de convencerlos y de paso logró que el plan Nott de recortes diera marcha atrás. Sin Henry Leach no hubiese habido operación Corporate. Esto es unánime para aquellos que siguieron de cerca los tejemanejes dentro del gobierno británico.
Thatcher capitalizó en los años siguientes el resultado a favor que arrojó la campaña. Si hubiese fracasado, casi con total seguridad su gobierno hubiese caído. Era una jugada muy peligrosa.
Cuando la misión Haigh comenzó a rodar, al enviar la flota, Gran Bretaña no solo ponía en marcha su plan de recuperación por la fuerza, además tenía una baza para presionar a la Junta en sus negociaciones: si Argentina retiraba las tropas, el Reino Unido detendría la flota. Y esto siempre figuraba en los papeles que Haigh llevaba a ambos países.
Según las memorias de éste, hubo momentos donde los puntos de negociación entre ambos países coincidieron y bastante. En otros, la terquedad de Maggie y la de Costa Méndez (cuando hacía de portavoz del ala dura de la Junta en las negociaciones) hacían que estos puntos se distanciaran.
De nuestro lado, es evidente que aquellos que veían en la Operación Rosario un espejo del caso Goa, o dejaron de influir en las desiciones o cambiaron de parecer durante ellas.
Cuando el capitán del Conqueror vió al Belgrano en su periscopio, no vio un plan de paz flotante al que se debía hundir. Vio uno de los 3 blancos más prioritarios de la flota, en un momento en que se estaba iniciando una batalla aeronaval con consecuencias impredecibles. Tanto, que para atacarlo debieron cambiar sus propias leyes de juego y esperar respuesta directa desde Londres: gobierno y almirantazgo. La orden final no vino desde el plano diplomático, sino del estrictamente militar.
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