El reciente pasaje realizado por F-16 venezolanos cerca un destructor de la Armada de los Estados Unidos en el Mar Caribe ha puesto la lupa de atención sobre los Fighting Falcon de la Aviación Militar Bolivariana (AMB). De origen estadounidense y fabricados por la entonces General Dynamics, supieron ser, al momento de su arribo a Venezuela, los cazas multirol más avanzados tecnológicamente y capaces de Sudamérica.

Los pasajes realizados, que al momento de esta publicación se listan en dos oportunidades registradas el 2 y 4 de septiembre, han confirmado que las prohibiciones impuestas por EE. UU. a Venezuela no han impedido que los F-16 de la AMB continúen en servicio a través de un reducido núcleo de ejemplares en condición de vuelo.

Una incorporación inédita y sin comparación para la región

A finales de los años 70, en el predominante contexto de la Guerra Fría, la entonces Fuerza Aérea de Venezuela (hoy Aviación Militar Bolivariana) emprendió diversos planes y proyectos para la modernización de su flota de combate, compuesta hasta ese momento por aviones interceptores Mirage IIIEV y Mirage 5V.

El contexto geopolítico regional de la época estaba signado por la preocupación que presentaban los modernos MiG-23 Flogger de la Fuerza Aérea de Cuba sobre las líneas de abastecimiento de crudo venezolano a Estados Unidos. Preocupación que fue sopesada por los mandos venezolanos a la hora de evaluar los candidatos para la incorporación de un nuevo caza multirol de cuarta generación.

Esta situación permitió al gobierno venezolano avanzar en la adquisición de un lote de 24 cazas F-16A/B Block 15 (18 monoplazas y 6 biplazas), contando con la aprobación del Senado de los Estados Unidos en febrero de 1982. Para finales del año 1983, el día 18 de noviembre quedó marcado en la historia moderna de Venezuela y la región con el arribo de las primeras unidades, siendo asignadas al Grupo Aéreo de Combate N° 16 “Dragones“. Las entregas serían completadas en 1985.

Una plataforma sin igual en la región

Hasta la entrega de los primeros Mirage 2000P/DP a la Fuerza Aérea del Perú en 1987, los F-16 de la entonces Fuerza Aérea Venezolana se constituyeron en los cazas multirol más avanzados en servicio en Sudamérica. Sin entrar en comparaciones que no vienen al caso —y que no son objeto de este texto—, solo con la llegada de los primeros F-16 Block 50 a la Fuerza Aérea de Chile, arribados entre los años 2006 y 2007, los Fighting Falcon venezolanos dejaron de ser considerados los más modernos vectores de la región para cumplir misiones que iban desde la cobertura aérea, interceptación, ataque y apoyo aéreo cercano.

Esto se basaba en las capacidades que aportaban los F-16 adquiridos por Venezuela, y que habilitaron a la Fuerza Aérea del país, al momento de su incorporación y durante los primeros años de su servicio operativo, a mantenerse prácticamente a la par con los aviones pertenecientes al programa europeo (compuesto por socios tales como Países Bajos, Dinamarca, Noruega y Bélgica).

Englobados dentro del Programa Peace Delta, los cazas fueron provistos junto a un lote de misiles aire-aire de guía infrarroja AIM-9L/P-4 Sidewinder. Sin embargo, Estados Unidos no complementó el paquete de armamento con equipos y bombas guiadas para operaciones de ataque a tierra.

El declive de los F-16 de Venezuela

No cabe duda de que el cambio de régimen político que tuvo lugar a finales de los años 90 en Venezuela marcó un punto de inflexión para los F-16 de la Fuerza Aérea Venezolana, la cual vería cambiada su denominación posteriormente a la actual Aviación Militar Bolivariana.

La tensionada relación del país caribeño con Estados Unidos desde la asunción de Hugo Chávez impactó en las Fuerzas Armadas, acelerando un declive tecnológico que continúa hasta el presente y afectando la operatividad de todas las plataformas de origen estadounidense.

Por citar algunos ejemplos, los planes de actualización de los aviones, en línea con los avances que se registraban en la plataforma —inclusive evaluando el cambio de plantas propulsoras por los motores F100-PW-220E, aprobado por Estados Unidos en 1997—, naufragaron irremediablemente, mientras el país cambiaba su matriz de proveedores de armamento hacia nuevos socios como Rusia en primer lugar, y China e Irán más recientemente.

Créditos: Fuerza Aérea Brasileña

La imposibilidad de adquirir repuestos, rotables y consumibles del sistema de armas impactó directamente en el número de aeronaves disponibles. Tal y como señalan fuentes abiertas de información (OSINT), las estimaciones indican que apenas una media docena de cazas se encontraría en servicio, lo que se refleja en recientes despliegues operacionales en ejercicios y actividades de control del espacio aéreo venezolano, incluyendo operaciones de ataque e interceptación de vuelos ilegales.

Actualidad de la plataforma

Como se señaló previamente, actualmente no se sabe a ciencia cierta cuántos F-16 de la Aviación Militar Bolivariana se encuentran en servicio y en condición de vuelo, ni cuántos podrían volver a operar. La realidad muestra que, a pesar de las prohibiciones impuestas por el gobierno de Estados Unidos —y como lo evidencia el reciente despliegue y pasaje cercano a un destructor estadounidense en el Caribe—, la AMB sostiene grandes esfuerzos para mantener en línea de vuelo un núcleo reducido de aeronaves, apelando presumiblemente a la canibalización de ejemplares fuera de servicio y a proveedores externos de diverso origen.

Créditos: Fuerza Aérea Brasileña (FAB)

A modo de antecedente, a principios de marzo de 2024, en el ejercicio de adiestramiento y entrenamiento operacional “Matasiete I-24”, se pudo observar en línea “ a un total de tres F-16A/B (dos monoplazas y un biplaza), pertenecientes al Grupo Aéreo de Caza N° 16, con asiento en la Base Aérea El Libertador, armados con misiles AIM-9L Sidewinder y Rafael Python 4”.

En este aspecto, los F-16 venezolanos recibieron diversas modificaciones y actualizaciones para emplear armamento y equipamiento de origen israelí, destacando la integración de misiles aire-aire Python-4 e, inclusive, pods de designación de objetivos LITENING, lo que hace presumir que Israel también podría haber provisto armamento guiado con sus respectivos kits.

Por último, y más allá de las demostraciones de fuerza realizadas por el régimen de Nicolás Maduro en el marco del importante despliegue de la Armada de EE. UU. en el Caribe —orientado a combatir a los carteles del narcotráfico, señalados como organizaciones terroristas y considerados por Washington como uno de los principales sostenes económicos del gobierno bolivariano—, la realidad muestra que los F-16 de la AMB, sin actualizaciones de envergadura, ni armamento especifico para operaciones antisuperficie, no representan una amenaza para los buques norteamericanos desplegados recientemente.

A su vez, no debe dejarse de señalar la elección realizada por los mandos militares bolivarianos a la hora de realizar una “demostración” de fuerza, ya que, en lugar de los más modernos y potentes cazas de superioridad aérea Sukhoi Su-30MK2, se eligió a los F-16. Esto también podría ser un indicio del nivel de disponibilidad y operatividad de los aviones adquiridos a Rusia años atrás, los cuales, en el plano de la presunción, podrían ser menores que los de los cazas de origen estadounidense, con todas las restricciones que poseen, en comparación.

*Fotografías empleadas a modo de ilustración.

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