Cuando se aprobó la Resolución 71/258 en el marco de la Asamblea General de Naciones Unidas donde se dio el inicio de las negociaciones del Tratado sobre la Prohibición de Armas Nucleares (TPNW por sus siglas en inglés) y su posterior aprobación para su firma en 2017 con 122 Estados a favor, se miró con buenos indicios la confección de un aporte significativo en el camino hacia el desarme y la no proliferación.

El siguiente paso era la firma y la ratificación de un mínimo de 50 países para su entrada en vigor, todo esto sucedió, el 27 de octubre de este año. Honduras se oficializó como el Estado número 50 en ratificar el Tratado y se dispuso la entrada en vigor el 22 de enero de 2021.

El año que se inaugura posterior al fatídico 2020 se estrena con un nuevo instrumento internacional que aglomera disposiciones que prohíben a los Estados participar en cualquier actividad relacionada con la posesión, la adquisición, el desarrollo y la utilización de armas nucleares. Además establece mecanismos de salvaguarda, contención y resarcimiento a las víctimas y determina una serie de disposiciones en torno a la protección del medioambiente.

El acuerdo, por más entusiasmo que genera con respecto a sentar un precedente, se enfrentó desde su concepción al rechazo de los poseedores de armas nucleares, Estados Unidos, Rusia, China, Francia, Reino Unido, India, Pakistán, Corea del Norte e Israel quienes no participaron de las negociaciones para la conformación del cuerpo del mismo y los diplomáticos de los mismos han instado para que no se vote y se rechace el Tratado.

En un comunicado en conjunto entre el gobierno estadounidense, el francés y el inglés del 2017 se  declaró: “Un tratado de prohibición también corre el riesgo de socavar la arquitectura de seguridad internacional existente que contribuye al mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales. Reiteramos a este respecto nuestro compromiso continuo con el Tratado sobre la no proliferación de las armas nucleares (TNP) y reafirmamos nuestra determinación de salvaguardar y promover aún más su autoridad, universalidad y eficacia”. De este fragmento del comunicado a la ONU se desprende el debate de que si el TPNW atenta a la estructura que se establece al TNP. Cabe declarar que dentro del régimen del TNP se encuentran incluidos los poseedores de armas nucleares “tradicionales” (sin contar a India, Pakistán, Israel y Corea del Norte).

De este punto se analiza la incompatibilidad del TPNW con el TNP. Los especialistas y el titular de la verificación del TNP, Gustavo Zlauvinen,  establecieron que la entrada en vigor del TNP estipula un cambio en la estructura de la seguridad internacional, pero que sin la adhesión de los protagonistas del régimen nuclear este no tendría validez ni generaría cambios en el camino del desarme.

El TNP estableció un sistema de pesos y contrapesos entre los poseedores de armas nucleares basado en la disuasión nuclear, en este punto es importante remarcar que la disuasión nuclear permitió al Sistema Internacional evitar guerras a escalas nucleares y los principios básicos de la destrucción mutua asegurada (DMA) mantuvieron un equilibrio con respecto a la amenaza nuclear.

El TPNW al declarar ilegales las armas nucleares, y prohibir su uso reconvierte el concepto disuasorio. En ese caso los Estados protegidos por un paraguas nuclear, al ratificar el tratado renunciarían a un activo en la estrategia de Defensa Nacional. El caso referencia es Japón, único país que fue atacado con armas nucleares, que decidió no apoyar las negociaciones y declaró que no firmará ni ratificará el Tratado. En este camino de conseguir un status disuasorio en la Estrategia de Seguridad Nacional del país asiático se establece “la disuasión extendida de los Estados Unidos, con la disuasión nuclear en su núcleo, es indispensable (para Japón) ”

Otro caso fundamental es la OTAN, la alianza militar expresó su rechazo a la entrada en vigor del TPNW, y enfatizó a través de un comunicado que “reiteramos colectivamente nuestra oposición al tratado, ya que no refleja el entorno de seguridad internacional cada vez más desafiante y está en desacuerdo con la no proliferación y la arquitectura del desarme” … “el TNP sigue siendo el único camino creíble hacia el desarme nuclear”. Se destaca en el comunicado de la OTAN la falta de mecanismos claros de verificación de los dispositivos nucleares, y el hecho de que no haya sido firmado ni apoyado por cualquier Estado nuclear no conducirá al desarme. Se reconoce el activo defensivo que representan las armas nucleares para la alianza, en ese sentido la aplicación de un tratado implicaría un cambio de la estructura que la OTAN estableció desde su concepción. Se enfatiza que “mientras sigan existiendo las armas nucleares, la OTAN seguirá siendo una alianza nuclear”.

La oposición de los actores nucleares y la OTAN marca un camino poco prometedor para la evaluación de efectos reales en el objetivo del desarme nuclear. Lo importante de destacar es que la implementación del TPNW significa establecer un criterio de ilegalidad de las armas nucleares, esto marca pasos coherentes que establecen mecanismos que acortan el accionar de los poseedores de armas nucleares.

En contrapartida la ilegitimidad también marca una estigmatización al uso de las armas nucleares y por ende al poder disuasivo que estás tienen. La adopción del TPNW pone en duda un régimen que mantuvo la estabilidad basándose en identidades compartidas entre los actores del Sistema. 

Si bien el análisis de la actualidad es poco prometedor, donde las identidades se vuelven difusas, y se convive con la volatilidad misma que imprime las tendencias que se desarrollan en el marco de la seguridad internacional, la disuasión marca un activo aún muy valorado por los Estados a la hora de establecer su estrategia defensiva con respecto a sus rivales. En el campo nuclear la disuasión y la DMA determina un equilibrio y equipara las deficiencias entre las decisiones políticas de los Estados. 

En este contexto, la entrada en vigor del TPNW se muestra como un comienzo visto con recelo por los actores nucleares, y si el panorama es desalentador se debe iniciar un proceso político, diplomático y ciudadano que remarque la necesidad de perseguir un desarme coherente y evitar la proliferación horizontal en el mundo. En contraposición, los Estados pierden un status de poder inconmensurable que les brinda la posesión de una ojiva nuclear en su Instrumento Militar a la hora de plantarse ante el mundo.

En este camino los Estados toman, dentro del cálculo de costo y beneficio, las implicancias de perder el activo disuasorio en sus Estrategias de Seguridad Nacional y hoy, parece que el mantenimiento de las armas nucleares prima sobre la intención de desarme que aún se hace y se hará esperar entre los decisores prominentes del Sistema Internacional.

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1 COMENTARIO

  1. Es difícil creer que los paises poseedores de armas nucleares renuncien a su uso. Un ejemplo, Israel tiene como ultimo recurso el uso de armas nucleares frente a posibles enemigos más numerosos. ¿Renunciaría Israel a contar con las armas que le garantizan una respuesta disuasoria contra sus enemigos árabes? Claro, primero Israel debería reconocer que tiene esas armas en su arsenal.

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