Vivencias día a día del conflicto por las Islas Malvinas

Entrevista al Brigadier Otto Adolfo Ritondale Piloto del TC 92 de la fuerza aérea Argentina. Protagonista del reconocimiento del Atlantic Conveyor, buque inglés que transportaba aviones, helicópteros, municiones, etc. Gracias a la información recolectada en la misión del TC 92 el 22 de mayo de 1982, tres días después, el 25 de mayo de 1982, el buque fue hundido por misiles lanzados por las fuerzas argentinas causando un enorme daño económico al enemigo. Conducción: Jorge Bojanic
La hazaña del TC 92 de la Fuerza Aérea Argentina
Gracias por compartirnos está maravillosa entrevista,tema totalmente nuevo para mí,espero poder ahondar en estas misiones casi desconocidas.
 
Entrevista al Brigadier Otto Adolfo Ritondale Piloto del TC 92 de la fuerza aérea Argentina. Protagonista del reconocimiento del Atlantic Conveyor, buque inglés que transportaba aviones, helicópteros, municiones, etc. Gracias a la información recolectada en la misión del TC 92 el 22 de mayo de 1982, tres días después, el 25 de mayo de 1982, el buque fue hundido por misiles lanzados por las fuerzas argentinas causando un enorme daño económico al enemigo. Conducción: Jorge Bojanic
La hazaña del TC 92 de la Fuerza Aérea Argentina
Excelente entrevista, que temple y profesionalismo para encarar esas misiones!
 
Entrevista 369
Malvinas y sus Protagonistas
Se está transmitiendo ahora,el entrevistado Cap. Miguel A Romano,relata sus vivencias integrando el Comando Conjunto de la Guarnición Militar Malvinas,participando como traductor en reuniones entre argentinos e ingleses durante el cese de fuego y posterior rendición
 
Entrevista 370
Subof. Segundo Néstor Salemi,Vgm. Perteneciente a la Agrup. Comandos Anfibios. Sus vivencias en la recuperación de las Islas el 2 de abril.
Si unimos a los relatos de otros comandos Anfibios en entrevistas anteriores sobre la misma operación,se tiene una visión muy completa de la misma.
 
Entrevista al Cabo Carlos Roberto Cascio. Entre el minuto 17:50 habla del HEROE Teniente PM Juan Domingo Baldini.
(101) Voces de Malvinas - Carlos Roberto Cascio - YouTube

PD: que pel@tude@s que se discuta una persona por el nombre.
Lo pensé mucho y realmente no creo que sea por llamarse Juan Domingo. Creo que el trasfondo es otro,pero no podría aseverar cuál. Tal vez algún foristas más empapado en el tema pueda explicarlo. Dudas de su valentía,coraje y determinación no hay._
 

Historias por la web:

“Nosotros somos veteranos nomás, simples veteranos”

Esta es la historia de un piloto argentino, correntino, que peleó en Malvinas. Sus recuerdos felices, sus angustias, sus miedos.

Horacio es un héroe, pero él no acepta eso. Sostiene que “héroes son quienes ofrendaron su vida en la guerra de las Malvinas; nosotros somos veteranos nomás, simples veteranos”.

— Cómo fue ese día de irte a las Malvinas.
— El día de irme fue bastante traumático porque hacía 2 años que me había casado, prácticamente recién casado, tenía un hijo de seis meses y en ese momento estábamos prácticamente de luna de miel todavía. Esto fue totalmente sorpresivo, ni siquiera sabíamos qué iba a ocurrir. Nos dieron la orden de apresto y en cinco días salimos para allá. El 7 de abril salimos para el sur y cruzamos a las Malvinas el día 23. Fue una situación muy compleja, muy difícil, una incertidumbre muy grande la que teníamos, no sabíamos a dónde íbamos, además, el caso nuestro era especial, porque habíamos terminado el curso de aviadores el año anterior, o sea que teníamos muy poca experiencia de vuelo. Así que era un poco cumplir con la misión y al mismo tiempo ir aprendiendo a volar. Pero dentro de todo también tenía esa fuerza que uno tiene en la juventud de buscar la aventura, de esperar poder volar, poder ejercitar nuestra profesión con toda plenitud.

— ¿Quiénes eran ese nosotros que decís?
— Era el Batallón de Helicópteros de Asalto, éramos alrededor de 21 pilotos. Hubo más, en aviación de Ejército había unos 100 hombres en Malvinas más o menos, pero nosotros éramos 21 helicópteros. Llegamos a cruzar 19 porque tres no pudieron cruzar. Prácticamente eran dos o tres oficiales con experiencia y el resto éramos noveles pilotos, prácticamente sin experiencia, habíamos terminado el curso ese año o el año anterior. Teníamos muy pocas horas de vuelo. Fue una aventura muy especial.

— ¿Qué pasó cuando llegaron?
— Cuando llegamos era un caos. Una improvisación total, evidentemente no había una gran planificación para eso. Me parece que el famoso plan del “toco y me voy”, dejar ahí un destacamento policial no resultó entonces hubo que preparar la defensa de las islas sobre la marcha. Lo que yo encontré cuando llegué, yo crucé en un avión Hércules con mi helicóptero adentro, en ese aeropuerto era realmente un lío bárbaro…

— ¿De dónde partiste?
— De Comodoro Rivadavia el 23 de abril a la noche, llegué a las islas de noche, no vi mucho, vi las islas en el horizonte.

— ¿Qué te pasaba en ese vuelo? ¿Te acordás?
— Sí, fue un vuelo muy interesante y en un momento nos llevaron a la cabina, pude ver las islas en el horizonte, había una luna muy linda, así que por lo menos pude ver de lejos. Pero después casi llegando a las islas ya estaba prácticamente en oscurecimiento así que no vimos nada. Viajamos desde el aeropuerto hasta el cuartel del Royal Marine, donde nos alojamos en un camión Unimog atrás en la caja cubierta, así que prácticamente no vimos nada. Al otro día tuvimos que volver al aeropuerto a armar el helicóptero y despegar por primera vez. Ahí ya cometí el primer error por inexperiencia: el crepúsculo ahí dura más o menos 15 minutos, yo calculé que tenía tiempo para llegar al cuartel del Royal volando y me largué desde el aeropuerto, pero a mitad de camino prácticamente llegó la noche, no veía nada, entonces al llegar al cuartel del Royal Marine era una boca de lobo, apenas unas lucecitas abajo que eran nuestros señaleros con las linternas y yo dije “acá nos matamos”. Pero por suerte en ese momento es cuando uno piensa afinadamente y pensé en buscar un lugar donde hubiere luz y me acordé que en la costanera a la noche cuando pasamos prendían la luz, era el único lugar iluminado de Puerto Argentino. Entonces hice un giro de 180 grados y volví hacia Puerto Argentino. Efectivamente, la costanera estaba toda iluminada; descendimos sobre la ría que nos llevaba directamente al cuartel de Royal Marine, volando a un metro del suelo con los reflectores encendidos y así llegamos. Nos salvamos porque Dios es grande. Ese es el precio de tener que viajar sin experiencia y fuimos haciendo experiencia a medida que pasaba el tiempo.

— ¿Cuál fue tu misión?
— Al principio, hasta el 1 de mayo hacíamos misiones de logística transportando víveres, elementos sanitarios, tropa… Prácticamente, todo el Regimiento 5 lo llevamos a la gran Malvina, también el Regimiento 8 lo llevamos; munición, comida, equipos... Siempre vuelos muy exigidos porque volábamos muchas horas. Pero el 1 de mayo cambió todo, a partir de ahí todas las misiones fueron de combate porque ya el cielo estaba dominado por los ingleses, entonces todas las misiones tuvieron un riesgo mayor. Al final de la contienda, prácticamente de los 19 helicópteros quedaron volando ocho, el resto, o fueron destruidos o fueron derribados y tuvimos seis bajas: tres pilotos y tres mecánicos. Volamos muchas horas, prácticamente ninguna misión quedó sin hacer, el único freno que teníamos era la noche porque no teníamos elementos de visión nocturna y otra, las condiciones meteorológicas. Pero volamos en misiones de todo tipo, llevamos tropas comando que iban en misión de exploración detrás de la línea del enemigo, rescatamos heridos, todos diferentes helicópteros, hicimos diferentes tareas…

— ¿Cuál fue tu mayor preocupación en ese momento?
— La mayor preocupación en el cielo era el inglés. Nos ocurrió dos veces, se encontraba con un avión inglés que lo atacaba… El primero fue el 21 de mayo, estábamos al lado del Monte Kent despegando muy temprano, y dos Harriers ingleses nos atacaron, averiaron el helicóptero y después se arregló y seguimos volando. Después, en el monte Harriet, de esto más o menos unos cinco días después, nuevamente un avión nos atacó, esta vez no nos encontró, aterrizamos entre dos cerros y no nos descubrieron. Después sí el helicóptero fue destruido en una especie de cancha de cuadreras, que nosotros le decíamos el hipódromo, ahí con artillería de campaña destruyeron el helicóptero.

— ¿Y qué pasó? ¿Qué hiciste?
— Empezamos a hacer la inspección prevuelo, estábamos preparándonos para una misión y empezaron a caer las “pepas” cada vez más cerca, ya uno cuando va entrando en la dinámica de la guerra va comprendiendo los sonidos, y nos dimos cuenta de que el fuego estaba siendo reglado sobre los helicópteros así que nos fuimos hasta el hospital que queda a unos 2 kilómetros más o menos y efectivamente a los cinco minutos el helicóptero fue destruido. Justamente en ese momento estaba aterrizando el que después fue jefe del Ejército, también hijo de correntino, que se llama Ricardo Cundom, y la bomba que destruyó mi helicóptero averió el del él; tuvo la suerte de que el helicóptero no se desestabilizó, pudo aterrizar y pudo salvar su vida también medio de suerte…

— Qué pasó desde ese mayo hasta los primeros días de junio…
— Bueno, prácticamente todas las misiones que yo cumplí fueron de tropas comando. Llevé tropas comando a Monte Simmons; al Big Mountain; a Hoya Chasco (Bluff Cove) Peak; al Monte Ken; después hice un traslado de una posición de Regimiento 5 en Monte Harriet, que ahí fuimos con tres helicópteros y ahí fue el ataque este que te digo; después fue interesante porque a lo largo de los años leí los textos de los libros que escribieron los pilotos de Harriet sobre estas aventuras y coinciden perfectamente con lo que nosotros vivimos desde los helicópteros. Con uno de ellos intercambié e-mails y después se cortó; con el otro no lo intenté porque los dos fueron muy buenos pilotos, uno de ellos Dave Morgan es el más condecorado de la guerra, pero los dos terminaron con stress postraumático y fueron separados después de la guerra.

— ¿Se puede volver a conversar con un enemigo?
— Sí se puede, claro que se puede. Y se puede de una manera muy caballerosa. De hecho, estuve en varias misiones de paz a lo largo de mi carrera militar y compartí con los oficiales ingleses muchas veces y en todo momento ellos evidencian un alto respeto por nosotros, sienten que, sinceramente, en esas conversaciones de copas ellos reconocen que estuvieron a punto de perder la guerra, estuvieron a punto de quedarse sin víveres, sin munición, que estaban agotados, obviamente creo que eso no iba a ocurrir nunca porque Estados Unidos o algún otro aliado los iba a socorrer, pero ellos reconocen que les costó mucho ganar la guerra de Malvinas. Pero siempre hemos podido tener una muy buena relación con los oficiales ingleses.

La soledad del regreso:
— Ah sí, eso fue muy interesante. Nosotros, como destruyeron el helicóptero, el 13 de junio nos mandaron de vuelta, a mí con todos los soldados de navegación y suboficiales, al continente. Volvimos en el último avión que salió de Puerto Argentino. Estuvimos en Comodoro Rivadavia dos días.

El hogar:
Horacio llegó a la Base Aérea de El Palomar con doce soldados y tres suboficiales. Nadie los esperaba: sabía que Puerto Argentino ya había caído, que los muertos vivían ahora sólo en el dolor de sus familias y ya no escuchan las balas. Con ese dolor llegaba a Buenos Aires.

El joven militar era consiente cuando regresó al continente de que todas las posiciones importantes ya habían caído y que sólo un gran y efectivo contraataque podía salvar la posición argentina, pero si eso ordenaba el general Menéndez sería una masacre. Horacio siempre defendió esa decisión aún en los momentos más duros.

Para él, la decisión fue la correcta. En esos momentos todos estaban cansados, los ingleses también estaban cansados.

El camino de Comodoro Rivadavia a la base El Palomar fue largo y llegó unos minutos después de las 7 de la tarde, de noche ya en Buenos Aires, el 16 de junio con su buzo de vuelo y un bolso. Llegó como quien vuelve de la guerra.

Caminó hasta la estación de tren, se subió al vagón como lo hizo durante los últimos cuatro años, bastante aturdido por esa llegada solitaria, pero al instante se da cuenta de que tomó el tren al revés, que enfilaba a la provincia.

Se tira, cruza la vía, espera el tren que va a Capital Federal y lo toma esta vez en la dirección correcta. Esta desorientación muestra el estado psicológico del recién llegado.
Pasan 45 minutos y llega a la Estación Puente Pacífico. Baja. No tiene ni un peso encima. Toma un taxi sabiendo que tenía que ir a la casa de su suegra.

Solo, solo con su bolso, ya adentro del taxi comienza la “filípica” del tachero: “¡Hijos de ****, se rindieron en Malvinas, manga de maricones de mierd@! ¡Para qué fueron a hacer papelones! ¡Tiran dos tiros y se rinden!”.

“Si digo algo, me peleo con este tipo, hecho a perder mi llegada y ver rápido a mi familia”. Lo único que pensaba era eso, llegar para ver a su mujer y a su hijo.

El taxi se detiene luego de ese tramo interminable en Marcelo T. de Alvear y Esmeralda. Termina el viaje y termino a las puteadas, piensa.

“Mire señor, yo no tengo un peso. Espere acá que le van a pagar”, le dice al chofer iracundo.
Toca el timbre, baja el marido de su suegra, paga el taxi.
Sube rápido la escalera, llega al primer piso, abre la puerta del departamento y allí estaban su mujer y su hijo en sus brazos con un pañuelo naranja igual al que usan los aviadores en caso de emergencia. Allí estaba Rodrigo con apenas nueve meses de vida, que cuando ve a su padre llora desconsoladamente.

Llega el largo abrazo. El tan esperado abrazo con su mujer y su hijo.
Después, cuando las emociones se van calmando porque ya lloraron lo suficiente, la suegra le pregunta: ¿qué es lo primero que querés, lo que querés ya?

“Un café, café”, le dice. Después llegará un buen baño caliente también.

A los pocos días de estar allí, los tres regresan al barrio militar donde cada tanto había vuelos nocturnos.

Cada vez que pasaban los aviones, Horacio se tiraba al piso y se metía debajo de la cama, después se levantaba y durante un poco más de una hora miraba por la ventana.
Miraba a lo lejos en silencio…...

HORACIO SANCHEZ MARIÑO
Coronel de Infantería VGM (R)
W/65
 

BIGUA82

VETERANO DE GUERRA DE MALVINAS
Colaborador

Historias por la web:

“Nosotros somos veteranos nomás, simples veteranos”

Esta es la historia de un piloto argentino, correntino, que peleó en Malvinas. Sus recuerdos felices, sus angustias, sus miedos.

Horacio es un héroe, pero él no acepta eso. Sostiene que “héroes son quienes ofrendaron su vida en la guerra de las Malvinas; nosotros somos veteranos nomás, simples veteranos”.

— Cómo fue ese día de irte a las Malvinas.
— El día de irme fue bastante traumático porque hacía 2 años que me había casado, prácticamente recién casado, tenía un hijo de seis meses y en ese momento estábamos prácticamente de luna de miel todavía. Esto fue totalmente sorpresivo, ni siquiera sabíamos qué iba a ocurrir. Nos dieron la orden de apresto y en cinco días salimos para allá. El 7 de abril salimos para el sur y cruzamos a las Malvinas el día 23. Fue una situación muy compleja, muy difícil, una incertidumbre muy grande la que teníamos, no sabíamos a dónde íbamos, además, el caso nuestro era especial, porque habíamos terminado el curso de aviadores el año anterior, o sea que teníamos muy poca experiencia de vuelo. Así que era un poco cumplir con la misión y al mismo tiempo ir aprendiendo a volar. Pero dentro de todo también tenía esa fuerza que uno tiene en la juventud de buscar la aventura, de esperar poder volar, poder ejercitar nuestra profesión con toda plenitud.

— ¿Quiénes eran ese nosotros que decís?
— Era el Batallón de Helicópteros de Asalto, éramos alrededor de 21 pilotos. Hubo más, en aviación de Ejército había unos 100 hombres en Malvinas más o menos, pero nosotros éramos 21 helicópteros. Llegamos a cruzar 19 porque tres no pudieron cruzar. Prácticamente eran dos o tres oficiales con experiencia y el resto éramos noveles pilotos, prácticamente sin experiencia, habíamos terminado el curso ese año o el año anterior. Teníamos muy pocas horas de vuelo. Fue una aventura muy especial.

— ¿Qué pasó cuando llegaron?
— Cuando llegamos era un caos. Una improvisación total, evidentemente no había una gran planificación para eso. Me parece que el famoso plan del “toco y me voy”, dejar ahí un destacamento policial no resultó entonces hubo que preparar la defensa de las islas sobre la marcha. Lo que yo encontré cuando llegué, yo crucé en un avión Hércules con mi helicóptero adentro, en ese aeropuerto era realmente un lío bárbaro…

— ¿De dónde partiste?
— De Comodoro Rivadavia el 23 de abril a la noche, llegué a las islas de noche, no vi mucho, vi las islas en el horizonte.

— ¿Qué te pasaba en ese vuelo? ¿Te acordás?
— Sí, fue un vuelo muy interesante y en un momento nos llevaron a la cabina, pude ver las islas en el horizonte, había una luna muy linda, así que por lo menos pude ver de lejos. Pero después casi llegando a las islas ya estaba prácticamente en oscurecimiento así que no vimos nada. Viajamos desde el aeropuerto hasta el cuartel del Royal Marine, donde nos alojamos en un camión Unimog atrás en la caja cubierta, así que prácticamente no vimos nada. Al otro día tuvimos que volver al aeropuerto a armar el helicóptero y despegar por primera vez. Ahí ya cometí el primer error por inexperiencia: el crepúsculo ahí dura más o menos 15 minutos, yo calculé que tenía tiempo para llegar al cuartel del Royal volando y me largué desde el aeropuerto, pero a mitad de camino prácticamente llegó la noche, no veía nada, entonces al llegar al cuartel del Royal Marine era una boca de lobo, apenas unas lucecitas abajo que eran nuestros señaleros con las linternas y yo dije “acá nos matamos”. Pero por suerte en ese momento es cuando uno piensa afinadamente y pensé en buscar un lugar donde hubiere luz y me acordé que en la costanera a la noche cuando pasamos prendían la luz, era el único lugar iluminado de Puerto Argentino. Entonces hice un giro de 180 grados y volví hacia Puerto Argentino. Efectivamente, la costanera estaba toda iluminada; descendimos sobre la ría que nos llevaba directamente al cuartel de Royal Marine, volando a un metro del suelo con los reflectores encendidos y así llegamos. Nos salvamos porque Dios es grande. Ese es el precio de tener que viajar sin experiencia y fuimos haciendo experiencia a medida que pasaba el tiempo.

— ¿Cuál fue tu misión?
— Al principio, hasta el 1 de mayo hacíamos misiones de logística transportando víveres, elementos sanitarios, tropa… Prácticamente, todo el Regimiento 5 lo llevamos a la gran Malvina, también el Regimiento 8 lo llevamos; munición, comida, equipos... Siempre vuelos muy exigidos porque volábamos muchas horas. Pero el 1 de mayo cambió todo, a partir de ahí todas las misiones fueron de combate porque ya el cielo estaba dominado por los ingleses, entonces todas las misiones tuvieron un riesgo mayor. Al final de la contienda, prácticamente de los 19 helicópteros quedaron volando ocho, el resto, o fueron destruidos o fueron derribados y tuvimos seis bajas: tres pilotos y tres mecánicos. Volamos muchas horas, prácticamente ninguna misión quedó sin hacer, el único freno que teníamos era la noche porque no teníamos elementos de visión nocturna y otra, las condiciones meteorológicas. Pero volamos en misiones de todo tipo, llevamos tropas comando que iban en misión de exploración detrás de la línea del enemigo, rescatamos heridos, todos diferentes helicópteros, hicimos diferentes tareas…

— ¿Cuál fue tu mayor preocupación en ese momento?
— La mayor preocupación en el cielo era el inglés. Nos ocurrió dos veces, se encontraba con un avión inglés que lo atacaba… El primero fue el 21 de mayo, estábamos al lado del Monte Kent despegando muy temprano, y dos Harriers ingleses nos atacaron, averiaron el helicóptero y después se arregló y seguimos volando. Después, en el monte Harriet, de esto más o menos unos cinco días después, nuevamente un avión nos atacó, esta vez no nos encontró, aterrizamos entre dos cerros y no nos descubrieron. Después sí el helicóptero fue destruido en una especie de cancha de cuadreras, que nosotros le decíamos el hipódromo, ahí con artillería de campaña destruyeron el helicóptero.

— ¿Y qué pasó? ¿Qué hiciste?
— Empezamos a hacer la inspección prevuelo, estábamos preparándonos para una misión y empezaron a caer las “pepas” cada vez más cerca, ya uno cuando va entrando en la dinámica de la guerra va comprendiendo los sonidos, y nos dimos cuenta de que el fuego estaba siendo reglado sobre los helicópteros así que nos fuimos hasta el hospital que queda a unos 2 kilómetros más o menos y efectivamente a los cinco minutos el helicóptero fue destruido. Justamente en ese momento estaba aterrizando el que después fue jefe del Ejército, también hijo de correntino, que se llama Ricardo Cundom, y la bomba que destruyó mi helicóptero averió el del él; tuvo la suerte de que el helicóptero no se desestabilizó, pudo aterrizar y pudo salvar su vida también medio de suerte…

— Qué pasó desde ese mayo hasta los primeros días de junio…
— Bueno, prácticamente todas las misiones que yo cumplí fueron de tropas comando. Llevé tropas comando a Monte Simmons; al Big Mountain; a Hoya Chasco (Hoya Chasco (Bluff Cove)) Peak; al Monte Ken; después hice un traslado de una posición de Regimiento 5 en Monte Harriet, que ahí fuimos con tres helicópteros y ahí fue el ataque este que te digo; después fue interesante porque a lo largo de los años leí los textos de los libros que escribieron los pilotos de Harriet sobre estas aventuras y coinciden perfectamente con lo que nosotros vivimos desde los helicópteros. Con uno de ellos intercambié e-mails y después se cortó; con el otro no lo intenté porque los dos fueron muy buenos pilotos, uno de ellos Dave Morgan es el más condecorado de la guerra, pero los dos terminaron con stress postraumático y fueron separados después de la guerra.

— ¿Se puede volver a conversar con un enemigo?
— Sí se puede, claro que se puede. Y se puede de una manera muy caballerosa. De hecho, estuve en varias misiones de paz a lo largo de mi carrera militar y compartí con los oficiales ingleses muchas veces y en todo momento ellos evidencian un alto respeto por nosotros, sienten que, sinceramente, en esas conversaciones de copas ellos reconocen que estuvieron a punto de perder la guerra, estuvieron a punto de quedarse sin víveres, sin munición, que estaban agotados, obviamente creo que eso no iba a ocurrir nunca porque Estados Unidos o algún otro aliado los iba a socorrer, pero ellos reconocen que les costó mucho ganar la guerra de Malvinas. Pero siempre hemos podido tener una muy buena relación con los oficiales ingleses.

La soledad del regreso:
— Ah sí, eso fue muy interesante. Nosotros, como destruyeron el helicóptero, el 13 de junio nos mandaron de vuelta, a mí con todos los soldados de navegación y suboficiales, al continente. Volvimos en el último avión que salió de Puerto Argentino. Estuvimos en Comodoro Rivadavia dos días.

El hogar:
Horacio llegó a la Base Aérea de El Palomar con doce soldados y tres suboficiales. Nadie los esperaba: sabía que Puerto Argentino ya había caído, que los muertos vivían ahora sólo en el dolor de sus familias y ya no escuchan las balas. Con ese dolor llegaba a Buenos Aires.

El joven militar era consiente cuando regresó al continente de que todas las posiciones importantes ya habían caído y que sólo un gran y efectivo contraataque podía salvar la posición argentina, pero si eso ordenaba el general Menéndez sería una masacre. Horacio siempre defendió esa decisión aún en los momentos más duros.

Para él, la decisión fue la correcta. En esos momentos todos estaban cansados, los ingleses también estaban cansados.

El camino de Comodoro Rivadavia a la base El Palomar fue largo y llegó unos minutos después de las 7 de la tarde, de noche ya en Buenos Aires, el 16 de junio con su buzo de vuelo y un bolso. Llegó como quien vuelve de la guerra.

Caminó hasta la estación de tren, se subió al vagón como lo hizo durante los últimos cuatro años, bastante aturdido por esa llegada solitaria, pero al instante se da cuenta de que tomó el tren al revés, que enfilaba a la provincia.

Se tira, cruza la vía, espera el tren que va a Capital Federal y lo toma esta vez en la dirección correcta. Esta desorientación muestra el estado psicológico del recién llegado.
Pasan 45 minutos y llega a la Estación Puente Pacífico. Baja. No tiene ni un peso encima. Toma un taxi sabiendo que tenía que ir a la casa de su suegra.

Solo, solo con su bolso, ya adentro del taxi comienza la “filípica” del tachero: “¡Hijos de ****, se rindieron en Malvinas, manga de maricones de mierd@! ¡Para qué fueron a hacer papelones! ¡Tiran dos tiros y se rinden!”.

“Si digo algo, me peleo con este tipo, hecho a perder mi llegada y ver rápido a mi familia”. Lo único que pensaba era eso, llegar para ver a su mujer y a su hijo.

El taxi se detiene luego de ese tramo interminable en Marcelo T. de Alvear y Esmeralda. Termina el viaje y termino a las puteadas, piensa.

“Mire señor, yo no tengo un peso. Espere acá que le van a pagar”, le dice al chofer iracundo.
Toca el timbre, baja el marido de su suegra, paga el taxi.
Sube rápido la escalera, llega al primer piso, abre la puerta del departamento y allí estaban su mujer y su hijo en sus brazos con un pañuelo naranja igual al que usan los aviadores en caso de emergencia. Allí estaba Rodrigo con apenas nueve meses de vida, que cuando ve a su padre llora desconsoladamente.

Llega el largo abrazo. El tan esperado abrazo con su mujer y su hijo.
Después, cuando las emociones se van calmando porque ya lloraron lo suficiente, la suegra le pregunta: ¿qué es lo primero que querés, lo que querés ya?

“Un café, café”, le dice. Después llegará un buen baño caliente también.

A los pocos días de estar allí, los tres regresan al barrio militar donde cada tanto había vuelos nocturnos.

Cada vez que pasaban los aviones, Horacio se tiraba al piso y se metía debajo de la cama, después se levantaba y durante un poco más de una hora miraba por la ventana.
Miraba a lo lejos en silencio…...

HORACIO SANCHEZ MARIÑO
Coronel de Infantería VGM (R)
W/65
Gran persona,gran Jefe,compartimos un tiempo en Haiti,era el U-3 OPERATIONS del Estado Mayor de la MINUSTAH.Siempre tuvo la deferencia de anticiparnos las Ordenes de Operaciones para alistarnos con tiempo.
Éramos los dos unicos VGM en Haiti,no habia más.
 
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