Un soldado de EU deja un legado más grande que sólo "haber sido gay

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ROSEMOUNT, Minnesota (CNN) — Andrew Wilfahrt cambió su forma de caminar solo semanas antes de irse a un entrenamiento básico. Caminaba más erguido. Empezó a hacer pesas para tener músculos. Hablaba con una voz grave de Robocop. Actuaba de forma "hombruna".

A los ojos de sus padres, Jeff y Lori, era un poco extraño.

Este fue el niño que les dijo a los 16 que era gay, luego de que lo confrontaron con los recibos exorbitantes de salas de chat en internet. El mismo que abogó por los derechos homosexuales en su escuela y escapó de los puños de los jugadores de futbol americano cuando los de hockey llegaron a rescatarlo. El mismo que tuvo el valor de usar rosa y verde incluso después de que su coche fuera pintarrajeado con las palabras "¡Vete a tu casa maricón!".

Lo único que querían sus padres era que Andrew fuera Andrew.

A los 29 años, sentó a su madre y a su padre en la mesa de la cocina y les dijo que a su vida la faltaba la camaradería, la hermandad. "Me voy a unir al ejército", les planteó.

La noticia los sorprendió. ¿Por qué Andrew se uniría al ejército, en donde sería obligado a negar una parte de quién él era?

Él era un amante de la música clásica, un compositor, un activista por la paz, un genio matemático. Estudiaba palíndromos, mapas, patrones, la constitución estadounidense, física cuántica.

¿Ser un soldado?

Nunca les pasó por la mente a sus padres con tendencia liberal. Sin embargo, al igual que con sus tres hijos, ellos lo apoyaron. No fue fácil. Fue terriblemente doloroso.

Cuando su hijo terminó en Afganistán en julio de 2010, Jeff se despertaba temprano todos los días para buscar en Google "Kandahar": rastreaba a cada soldado muerto.

Entonces el 27 de febrero de 2011, en la misma mesa de roble donde Andrew dijo que se reuniría con ellos, los Wilfahrt supieron que su hijo mayor había muerto.

"¡Quería hablar directamente con alguien de su pelotón!", le dijo Jeff al oficial y capellán, sentados frente a él. Quería estar seguro de que no era un muerte incidental por ser gay.

Se cree que el soldado de primera línea, Andrew Charles Wilfahrt, de 31 años, es el primer soldado gay de Estados Unidos que muere en combate desde que el presidente Barack Obama firmó el acta de "no preguntes, no digas", una política que obliga a los homosexuales en el ejército a esconder esa parte de su vida para evitar el riesgo de que los corran.

Andrew también estuvo entre los más inteligentes del medio millón de militares, al obtener una calificación perfecta en su prueba de aptitud, lo cual es una habilidad que el ejército dice que es extraña.

Fue tan bien aceptado que sus compañeros nombraron un puesto de combate en honor al soldado de la sonrisa contagiosa. El puesto militar Wilfahrt está a seis kilómetros de Kandahar. Para sus amigos, no lleva el nombre de un soldado gay, sino de uno que peleó con valor.

"Mamá, todos saben. A nadie le importa", le dijo a su madre en su última conversación, una llamada de teléfono desde Afganistán en el día de Acción de Gracias.

En una biografía que dejó en su laptop, Andrew se describe como alguien que "desposado con un solipsismo casual", la idea de que finalmente uno sólo se puede conocer a sí y nada más.

"Aunque tengo una relación cercana con mis padres y hermanos, por lo general prefiero la soledad e introspección, y sólo tener a unos cuantos socios cercanos", escribió.

"He mantenido el 'estatus de soltero' con la disciplina más estricta, una disciplina que secretamente deseo comprometer por una belleza encantadora".

Andrew nunca negó su sexualidad. Pero como muchos, batalló con lo que significa ser gay en Estados Unidos. Sin embargo, solo era una parte de él; él era mucho más. En la nota de su computadora nunca usó las palabras gay u homosexual para definirse. Su hermana menor, Martha, dice que es lo menos interesante acerca de él.

Pero con su muerte, sus padres se han unido a la causa de los derechos homosexuales. Andrew peleó por su nación en una tierra extranjera. La guerra de sus padres está realizándose en su casa en Minnesota. Para ellos se trata de defender la Constitución, de proteger los derechos de todos los civiles.

El Toyota Corolla rojo pasa por las calles del centro de Minneapolis. Los Wilfahrt están entrando en una parte del mundo de su hijo que fue distante a ellos. Ellos van de su hogar en los suburbios de Rosemount al Desfile de Orgullo Gay de las Ciudades Gemelas, un evento anual que su hijo amaba.

"Es nuevo para nosotros", dice Lori.

Ellos van en un silencio solemne. Harry Nilsson canta en las bocinas:

"Recuerda, la vida es una memoria / Recuerda cierra los ojos y puedes ver / Recuerda piensa en todo lo que puede ser la vida / Recuerda, sueños / El amor sólo es un sueño".

Su madre se pone las manos en la cara, y llora. El sueño de su hijo era enamorarse y encontrar un trabajo que le permitiera componer su música.

"¿Estás bien cariño?", le pregunta Jeff a su esposa.

Han estado casados desde hace 33 años. Lori trabaja como la administradora de proyecto de 3M. Jeff también tuvo una carrera ahí, pero está desempleado desde inicios del 2011.

Los Wilfahrt tienen el pelo gris, lentes de montura, simples. Pero no se equivoquen, ellos podrían ser la fuerza más poderosa en Minnesota en unirse al movimiento de matrimonio del mismo sexo.

En el estado que produjo a aspirantes presidenciales republicanos, Michele Bachmann y Tim Pawlenty, quienes han luchado en contra del matrimonio homosexual, estos padres de un héroe americano le han presentado un gran reto a lo establecido.

Llevarán su batalla a la Suprema Corte de ser necesario. Para los Wilfahrt, la negativa al derecho de casarse siendo del mismo sexo es discriminación contra el grupo al cual pertenecía su hijo.

Jeff le ha pedido a Lady Gaga que vaya a Minnesota para bailar polca en una boda homosexual. No fue a una reunión con la primera dama, en la Casa Blanca, en honor a las familias de los soldados. Con esto quiso mandar un mensaje a la administración de Obama: mi hijo dio su vida por su país, sin embargo no tenía sus derechos en casa.

Recientemente la pareja se paró afuera del capitolio, mientras los legisladores se preparaban para debatir sobre el matrimonio. Los legisladores votaron, en la línea de su partido, en poner una enmienda constitucional en la boleta de votación para noviembre de 2012 para definir el matrimonio como algo único entre un hombre y una mujer.

Jeff nunca había hablado en público antes de dar un discurso en memoria de su hijo. Empezó por decir a la multitud: "Si levanto el dedo es porque voy a llorar. Si ven eso, necesito tomar un descanso".

Unos minutos después, su dedo se alzó en la brisa. Su voz se quebró: "Yo reto a los campeones de un hombre, una mujer que definan masculinidad o feminidad. ¿Tu como ser humano, como estadounidense, como alguien nativo de Minnesota, te pedirían a abrirte la bragueta o levantarte la falda cuando aplicas por una licencia de matrimonio?

"… Espero que mi hijo no haya muerto por seres humanos por americanos, por gente de Minnesota que le negarían sus derechos civiles".

Este día, en las gradas del desfile por el orgullo, los Wilfahrt celebrarán la identidad de su hijo como un hombre gay y un soldado. Es el tipo de evento que sorprendería a Bachmann y Pawlenty: más de 100,00 gays, lesbianas, bisexuales, transgéneros y heterosexuales reunidos en su estado, celebrando la vida y obedeciendo la ley. Un coche de policía de Minneapolis lidera el desfile, dos oficiales saludando a la multitud alegre.

La noche anterior, Jeff de 58 años y Lori de 56, se preguntaron si era lo correcto ir al desfile. Su hijo fue muy reservado, querría que su mamá y papá hablaran abiertamente.

En unos minutos recibieron la respuesta. "Gracias por su servicio y el de su hijo", le dice un hombre a Lori, ofreciéndole un abrazo. Los ojos se le llenan de lágrimas a los padres.

Otro extraño, Laurie Kermes, sostiene la mano de Lori. "Su hijo hizo mucho. No será una pérdida en vano".

Poco después un carro alegórica lleva dos fotografías tamaño póster de Andrew en su uniforme militar. "¡Ese es nuestro hijo!", grita Jeff.

Él y Lori se abrazan. Sus cabezas giran al suelo, los dos padres exhaustos extrañan a su hijo.

'Estoy aquí para servir'

Andrew conoció a un marino homosexual retirado y salieron a distintos bares y cafeterías de Minneapolis, meses antes de alistarse en el ejército. Quería saber los pros y contras de ser gay en el ejército.

Antes había sido voluntario en cocinas comunitarias, refugios animales, casas de ayuda de gente con Sida, campañas de registro de votantes y otras iniciativas sin fin de lucro. A los 29, todavía vivía con sus padres y buscaba más de la vida.

El marino retirado cuenta que Andrew le dijo que quería estar en el ejército para que un soldado con esposa e hijo no tuvieran que pelear.

"No estaba exponiendo nada", acerca de ser gay. "Lo hacía para los demás", dice Dan, quien pidió omitir su apellido. "Él siempre será mi héroe porque se unió por la razón correcta; fue una parte silenciosa de la comunidad gay, pero es indescriptible el impacto que tiene ahora".

Su nombre y su cara han estado al centro y frente del debate de matrimonio homosexual del estado.

El representante republicano, John Kriesel, quien perdió las piernas en Iraq, repartió la foto de Andrew durante el debate en la Cámara de Minnesota.

Hace unos años, dijo, él hubiera definido el matrimonio como algo meramente entre heterosexuales. Pero su servicio militar cambió eso.

"Esta enmienda no representa para lo que fui a pelear", le dijo a los legisladores.

"No puede ver a su familia y ver la foto y decir: '¿Sabe qué soldado?, fue lo suficiente bueno para pelear por su país y dar la vida, pero no es lo suficientemente bueno para casarse con la persona a la que ama'. No puedo hacer eso".

Andrew no tenía una pareja. Si la tenía, no se le hubiera permitido escoltar su cuerpo de la Base de la Fuerza Aérea de Dover, ni hubiera recibido los 100,000 dólares de beneficio por la muerte de Andrew.

Andrew llegó al Fuerte Leonard Wood en Missouri en febrero de 2009. El hombre con el pecho fuerte y estómago de lavadero llamó la atención cuando lo cuestionaron sus sargentos. Habló con su voz de Robocop. Hizo una pregunta tras otra.

Al verlo, Kevin Gill se preguntó: ¿Quién es este tipo?

"Después de eso nos volvimos muy cercanos, me dijo que esa era su voz de 'hombre rudo', que la usaba para mostrar su verdadera 'hombría'", dijo a CNN el sargento Gill en una serie de correos desde Afganistán.

Andrew se ganó el apodo de Slovak por su forma de hablar exagerada, como macho, y por su andar totalmente recto. Andrew era así, alguien que buscaba la forma de encajar. Cuando se reía, echaba la cabeza para atrás, cerraba los ojos y hacía un sonido que le daba risa a los demás.

En combate, viajaba con otros dos soldados. Uno era afroamericano y el otro de Hawaii. Los conocían como el equipo minoridad.

Decir que era inteligente no es suficiente para describirlo. Todos se sentían más listos a su alrededor. Poco después de que Andrew llegara a su puesto en Hawaii, un comandante vio su calificación perfecta en su examen de aptitud y le preguntó: ¿Qué hace alguien tan listo aquí?.

"¿Acaso es una broma Wilfahrt?".

"No, señor", dijo. "¡Estoy aquí para servir!".

Gill una vez le preguntó acerca de la Primera Guerra Mundial. Durante la siguiente semana, por horas al día, Andrew hizo el recuento de la historia de la Primera Guerra Mundial y otros conflictos estadounidense hasta llegar a Vietnam.

Andrew sentía una conexión con la Primera Guerra Mundial: su tatarabuelo, Charles Wilfahrt, estuvo en batalla en Europa el 26 de septiembre de 1918. Noventa y dos años contados hasta el día en que Andrew entró a la Operación Dragon Strike en Afganistán como miembro de la Compañía de Policía Militar número 52.

La coincidencia del tiempo no fue vana para él; siempre encontraba significado en los números.

Los números con significado para él y Gill fueron las edades. Ellos se hicieron amigos en el campo de entrenamiento, donde eran de los "viejos". Andrew de 29 años en esa fecha. Gill de 39 años.

Los dos eran como hermanos. La única diferencia antes de ir a la guerra era que Gill iba directo a los bares heterosexuales durante su tiempo libre en los campos de Schofield en Hawaii. Andrew iba a los bares gay. Gill dice que Andrew siempre creyó que era seguido por investigadores militares.

Ninguno de sus camaradas les importaba su sexualidad. Y al ser hombres, hacían chistes de gays junto a Andrew. Su respuesta era reírse de ellos.

Él decía que era chistoso que él hablaba más de su sexualidad con sus hermanos de guerra, en comparación con sus amigos gays.

Gill puso atención especial y se aseguró de que las bromas nunca se salieran de control. Uno de sus hermanos es homosexual y se mudó a Suiza a mediados de los 90. Los dos tienen 16 años sin verse, aunque acepta a su hermano como es. "Es lo difícil de ello".

Gill dice que le ayudó hablar con Andrew. Ningún tema era tabú. Ellos compartieron de todo tipo de temas, acerca de la familia, la vida y la guerra. Andrew le dijo lo difícil que puede ser, ser homosexual en Estados Unidos.

Un día del otoño pasado, los dos estaban haciendo una guardia en una torre en la estación de policía de Kandahar, cuando Gill entendió más profundamente lo que Andrew le quería decir. Andrew leía una copia de la revista Time. En ella estaba un artículo de adolescentes homosexuales que se suicidaron luego de que se burlaran y molestaran en la escuela.

Andrew empezó a llorar.

"Eso fue más que una lágrima de tristeza. Esto era toda su emoción del pasado que salía en un sólo momento, enfrente de su compañero".

Los padres de Andrew batallaron con las tendencias suicidas cuando tenía 20 años. Pero cada vez, el pensamiento de las cuatro personas que lo amaban, su mamá, papá y sus hermanos Martha y Peter, lo detenían.

En Afganistán, Andrew le confió esto a Gill.

"Confié en el y estoy orgulloso se haber servido junto a él en el campo de batalla".

'Un muy buen soldado'

Era domingo 27 de febrero.

Los miembros del primer escuadrón, tercer pelotón estaban a pie en una guardia en la región oeste de Kandahar, acompañados de miembros de la Policía Nacional Afgana.

Eran 11 de ellos, y estaban familiarizados con la zona. Andrew era el noveno de la fila mientras cruzaban un puente hacia un punto de revisión policial. Niños corrieron.

Un mortero de 122 milímetros estaba escondido en su ruta.

A las 11:48 de la mañana una bomba masiva detonó debajo de Andrew. Otros tres explosivos, encadenados, no explotaron. Gill estaba a 20 metros de su compañero de batalla. Él también habría muerto si las otras bombas hubieran explotado. Corrió hacia Andrew. Un médico se unió. Estuvieron a su lado en segundos.

Parecía como una sesión de entrenamiento terrible. Pero era demasiado real. Las piernas de Andrew habían explotado, como su mano izquierda. Sufrió heridas graves a la cabeza.

Andrew fue la 66 persona en morir de Minnesota mientras servía en la guerra de Afganistán o Iraq. A unos 11,265 kilómetros de Rosemount en la casa de Wilfhart, el mundo se colapso.

Su primogénito, el bebé que tomó 12 horas de parto para que naciera.

El niño que a los seis años le preguntó a su padre: "¿Crees que hay un tipo de gravedad diferente en la orilla del universo?".

El hombre que le dijo que amaba tanto a sus compañeros de guerra que esperaba estar en el ejército de por vida.

Ya no estaba.

Cuatro meses después de la muerte de su hijo, Jeff y Lori se sentaron en la mesa de la cocina, el lugar donde "mucho ha pasado", como Lori describe. Ambos dicen que el ejército ha sido bueno con ellos. No están enojados, excepto como dice Jeff, por "esos hijos de p*** en el Capitolio" que votaron en contra del matrimonio entre gente del mismo sexo".

Jeff pone el reporte de la autopsia de su hijo en la mesa. "No lo limpies", dice.

El documento está adentro de un sobre manila con estas palabras en la parte de afuera:

"PELIGRO: La información contenida en este reporte es descrita gráficamente para su precisión completa en los detalles físicos de los restos de Andrew C. Wilfahrt.

"Se RECOMIENDA AMPLIAMENTE que lo lea en la presencia de gente que le pueda dar apoyo emocional durante este tiempo, como su ministro, un amigo de la familia o un consejero".

Jeff y Lori leen el reporte de ocho páginas a su tiempo.

Los activistas en contra de la guerra, manifestaciones a las que fue su hijo, nunca pensaron en encontrarse así, hablando de su hijo que fue soldado. Pero ellos se enorgullecen, tanto con orgullo patriótico como gay.

Contundente y directo, Jeff dice que su hijo no murió defendiendo libertad. No uses esa jerga política "asquerosa" alrededor de él.

"Él murió por el soldado a su izquierda y derecha", dice. "Y fue un muy buen soldado".

Poco después de la muerte de Andrew, Jeff escribió una carta a los compañeros de su hijo. "Un hijo gay los llevará a lugares en tu corazón que no sabías que existían", dijo. "Sin importar la orientación, les ruego a ustedes que son padres, o lo serán en el futuro, que les den todo el amor que puedan. No dejen de amar a sus hijos".

Cenizas en la mesa de la cocina

Los soldados de la 52 se están preparando para volver a casa luego de un año en batalla. Dejarán el Puesto de Combate Wilfahrt.

"Nunca lo olvidaremos y estamos honrados de haber servido con una persona tan excepcional", dijo en una carta el líder del pelotón primero el teniente Brandon LaMar le informó a la familia del nombramiento del puesto de combare.

Esa carta llegó el 7 de mayo, lo que hubiera sido el cumpleaños número 32 de Andrew. Junto con el paquete de brazaletes memoriales. Los Wilfahrt usan el suyo a diario.

Su hogar se ha vuelto un santuario.

Parte de las cenizas de Andrew están en un contenedor café cerca de la mesa de la familia. Una fotografía está pegada afuera. Cerca están dos osos de peluche, uno andrajoso de su infancia y otro que le dieron a su familia en su memoria.

El arrepentimiento más grande de Jeff es no haber abrazado a su hijo cuando le dijo que era gay. "Así es para un viejo tonto. Ese momento lo cargo conmigo".

Jeff se despierta a media noche. A veces, deambula por la casa. Usa Google Earth para acercarse al lugar exacto en donde murió Andrew. Lori llora antes de dormir. Se pregunta si algún día encontrará la felicidad que tuvo.

Ellos intentan mantenerse centrados. "Andrew tenía valor", dice Lori. "Así que nosotros debemos tener valor también. Tal vez le de algún significado a su muerte o un propósito que no haya muerto sin razón".

Los Wilfahrt hablan con grupos de veteranos, grupos gays, clubs de libros. Su mensaje: nuestro hijo fue un héroe estadounidense, no alguien a quien temerle porque fuera gay.

En un baúl del ejército en la biblioteca de la familia están las seis medallas de Andrew, incluyendo la Estrella de Bronce y el Corazón Púrpura. Comparten el lugar en donde también está una tarea escolar de cuando tenía 10 años.

"Estas personas son importantes para mí: cada persona buena, amigo, etc", escribió el niño. "Por lo que más doy gracias es mi familia".

Un sillón en el cuarto está lleno de discos compactos, diarios y sus libretas musicales Moleskine que llevaba consigo en Afganistán. Adentro están composiciones musicales garabateadas.

En un libro forrado en piel, Andrew escribió algunas de sus citas favoritas.

"Di lo que piensas, aunque te tiemble la voz".

"La cueva de tu miedo tiene el tesoro que buscas".

"Muchas veces no escuchamos al sordo y no vemos al ciego".

"Soñamos en lo que nos convertimos".

Su amigo Gill dice que el hombre de quien siempre se acordará es un gran héroe estadounidense. "Andrew se convirtió en la persona que quiso ser".

Estaba a dos días de irse cuando lo asesinaron. "Con suerte, estaré en casa a más tardar el 6", dice la última oración que le escribió a su padre.

"En vez de recibir a su hijo con abrazos el 6 de marzo, su mamá y papá enterraron a su hijo. Su último lugar de descanso está entre otros miles en el Cementerio Nacional de Fort Snelling, un lugar que visitan Jeff y Lori para encontrar soledad.

Un amante de la literatura, Jeff siempre trae consigo una colección de William Wordsworth. Hojea las páginas del poema "Expostulation and Reply". Se sienta en los escalones de mármol conmemorando a su hijo y lee en voz alta. Lori se siente en el piso cerca.

Llega hasta el último verso y se empieza a quebrar su voz:

"Entonces no preguntes a dónde, aquí, sólo

Conversando como estoy

Me siento en esta vieja lápida

Y sueño mi tiempo".

Jeff se para rápido, toca la lápida con una mano, como intentando alcanzar a su amado hijo más allá de la tumba. Tiembla y llora. "Nunca puedo terminar de leer el último párrafo", dice. "¿Qué me sucede?".

Lori se para también. Ambos ven la tumba. Las lágrimas caen por sus caras, Jeff dice: "Es una mierd@". Y vuelve a susurrar: "Es una mierd@".

Ellos quieren que la gente no sólo conozca a su hijo como "un soldado gay". Fue un gran soldado que dio la casualidad de que era gay. Pero sobre todo, un ciudadano.

Un hombre notable, dice su epitafio.

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