Nuevo reclamo de ex combatientes
La guerra del día después
Los veteranos quieren jubilarse antes de tiempo, como lo hace la policía. Los psiquiatras los avalan. La legislación aún no.
Carta. Toshiro le mandó una esquela a Cristina Kirchner y advierte que si no tiene respuesta está dispuesto a todo.
Si suma las vivencias de su familia. De sus amigos. De los vecinos del barrio. De los amigos de los amigos. Quizás aún así no logre igualar toda la mierd@ que le tocó vivir a Toshiro Yamauchi, soldado del Regimiento 3 de Infantería Mecanizada en la Guerra de Malvinas. Yamauchi cargó lo que quedaba de un compañero en un balde, vio cómo la artillería argentina derribaba un avión sobre su cabeza –al final, resultó que el avión era argentino–, vio a capellanes alentando a matar ingleses, y vio compañeros con los pies amputados por el congelamiento. “Desde la playa veíamos barcos ingleses que nos bombardeaban todas las noches. Decían que así los soldados británicos cobraban horas extras. A la mañana, te encontrabas los cráteres al lado de tu trinchera. Las pepas caían por todas partes.” Toshiro entró al Ejército pesando 112 kilos y volvió de Malvinas con 75. Hoy, al igual que el 78% de los combatientes, sufre trastornos del sueño, como al 28% le da vueltas una y otra vez a la idea del suicidio –más de 450, entre ellos héroes con medallas al valor, ya lo hicieron, una cifra mayor a los argentinos caídos en las islas durante el combate–, y del mismo modo que el 80% de sus compañeros, recibe medicación psiquiátrica. Pero, para los veteranos, Yamauchi es un caso emblemático a otra escala: él le exige al Estado que, al igual que la policía y las fuerzas de seguridad, los ex combatientes puedan retirarse con 45 años de edad y 20 de aporte, tal como plantea un proyecto de ley que duerme en los laureles y por el que, la última semana, se movilizaron 100 veteranos rumbo al Ministerio de Defensa reclamando su derogación. Pero, a diferencia de otros compañeros, Yamauchi quiere llevar su reclamo hasta las últimas consecuencias. Ya le escribió una carta a Cristina Kirchner y advierte que, si no tiene respuesta, está dispuesto a todo. “Me gustaría hacer un suicidio ejemplar como el de René Favaloro, pero en la Plaza de Mayo. Así saben lo que nos toca sufrir y mi familia puede cobrar mi jubilación.”
Yamauchi trabaja desde 1986 en la Obra Social de los Bancarios. Su psiquiatra le recomendó retirarse por invalidez, pero en la ANSES se lo niegan porque ya cobra la pensión de veterano de guerra, y el médico laboral le dijo que lo suyo era vagancia. A veces, la rutina del trabajo lo pone al borde del colapso. “No es lo mismo para él como para nosotros que nos pase un avión encima”, dice Mariana Dell'Orsini, su esposa. “Cualquier situación de trabajo que otro la tomaría como normal, para él puede ser fatal. Una vez, llegó a tener 23,11 de presión en la oficina.”
Yamauchi quiere llevar su caso a la Justicia. Los abogados le advierten que un juicio de esta clase puede demorar hasta diez años. Desde hace tres meses pidió licencia por enfermedad en el trabajo. Si continúa así, le quitarán la obra social a él y a su familia.
Yamauchi es víctima de estrés postraumático –se lo diagnosticó la psiquiatra de la obra social–, la patología más recurrente entre veteranos. Padece de hipertensión, herpes, insomnio, caga con sangre y, cuando se logra dormir, sueña con humo, gritos y olor a carne quemada.
“Toshiro no puede trabajar más. Su vida laboral está terminada”, explica Adrián Batalla, ex combatiente, abogado laboral –atiende veteranos en forma gratuita–, y defensor del proyecto de ley para la jubilación anticipada. Además, Batalla sufre de estrés postraumático. Sabe de qué habla. “Este proyecto lo escribió un veterano, Guillermo Vélez y, la verdad, es que todo lo que logramos los ex combatientes fue a partir de reclamos. Nunca vino del Gobierno. Los ex combatientes tenemos más de 45 años. Demasiados para seguir en una oficina.”
Tiempo atrás, un ex combatiente le prendió fuego a su hijo. A un sobreviviente del General Belgrano, cuando llegó a la playa de Miramar, le dio un ataque de pánico. Y hay veteranos que, de un día para el otro, desaparecen sin dejar rastros. Una semana atrás, un ex combatiente saludó a su mujer, se despidió de su hijo, entró al cuarto y se voló la cabeza. El último en la lista de suicidios.
¿Pero hasta dónde los más de 23 mil ex combatientes que sobrevivieron a Malvinas son una bomba de tiempo y necesitan retirarse? “Ellos sufren reminiscencias en las que reviven la situación como si estuviera sucediendo ahora. El trastorno incluye cambios en la fisiología del sueño, reducción del volumen de áreas cerebrales como el hipocampo y disfunción del sistema neuroendócrino”, explica Francisco Doria Medina, coordinador del departamento de psiquiatría del Instituto de Neurociencias de la Fundación Favaloro y jefe de la Clínica de la Ansiedad del INECO. “Los ex combatientes están entre la población de traumatizados con mayor riesgo de desarrollar estrés postraumático crónico”, se suma Rafael Kichic, psicólogo especialista en estrés postraumático del INECO y del Favaloro. “Hasta hace un tiempo resultaba un enigma por qué ellos reexperimentaban partes del trauma y otras no. Hoy sabemos que los estímulos sensoriales que están presentes en los instantes previos al peor momento del trauma son estímulos que se asocian al peligro. Por eso, ante la presencia de estímulos sensoriales similares, las personas experimentan altos niveles de ansiedad.”
En 2004, surgió el Centro de Salud Mental Malvinas Argentinas, con 15 especialistas multidisciplinarios destinados a recuperar a veteranos con trastornos psiquiátricos. Ellos descubrieron que los de Malvinas tienen patologías de los soldados que volvían de Vietnam. Y, entre sus pacientes, el 80% aseguraba que, al regresar, sentía que la sociedad los trataba con indiferencia. Y Yamauchi tiene heridas abiertas: “El otro día, vi a un pibe en el subte que tenía la camiseta de rugby de la selección inglesa. Le dije: ‘Si un compañero te ve con esa remera, te mata’. Creo que entendió”.
En pleno conflicto con el campo, el proyecto de ley por la jubilación anticipada de veteranos de guerra duerme en un cajón. Mientras tanto, desparramadas por todo el país, 23 mil bombas humanas esperan su momento para estallar por los aires.
La guerra del día después
Los veteranos quieren jubilarse antes de tiempo, como lo hace la policía. Los psiquiatras los avalan. La legislación aún no.
Carta. Toshiro le mandó una esquela a Cristina Kirchner y advierte que si no tiene respuesta está dispuesto a todo.
Si suma las vivencias de su familia. De sus amigos. De los vecinos del barrio. De los amigos de los amigos. Quizás aún así no logre igualar toda la mierd@ que le tocó vivir a Toshiro Yamauchi, soldado del Regimiento 3 de Infantería Mecanizada en la Guerra de Malvinas. Yamauchi cargó lo que quedaba de un compañero en un balde, vio cómo la artillería argentina derribaba un avión sobre su cabeza –al final, resultó que el avión era argentino–, vio a capellanes alentando a matar ingleses, y vio compañeros con los pies amputados por el congelamiento. “Desde la playa veíamos barcos ingleses que nos bombardeaban todas las noches. Decían que así los soldados británicos cobraban horas extras. A la mañana, te encontrabas los cráteres al lado de tu trinchera. Las pepas caían por todas partes.” Toshiro entró al Ejército pesando 112 kilos y volvió de Malvinas con 75. Hoy, al igual que el 78% de los combatientes, sufre trastornos del sueño, como al 28% le da vueltas una y otra vez a la idea del suicidio –más de 450, entre ellos héroes con medallas al valor, ya lo hicieron, una cifra mayor a los argentinos caídos en las islas durante el combate–, y del mismo modo que el 80% de sus compañeros, recibe medicación psiquiátrica. Pero, para los veteranos, Yamauchi es un caso emblemático a otra escala: él le exige al Estado que, al igual que la policía y las fuerzas de seguridad, los ex combatientes puedan retirarse con 45 años de edad y 20 de aporte, tal como plantea un proyecto de ley que duerme en los laureles y por el que, la última semana, se movilizaron 100 veteranos rumbo al Ministerio de Defensa reclamando su derogación. Pero, a diferencia de otros compañeros, Yamauchi quiere llevar su reclamo hasta las últimas consecuencias. Ya le escribió una carta a Cristina Kirchner y advierte que, si no tiene respuesta, está dispuesto a todo. “Me gustaría hacer un suicidio ejemplar como el de René Favaloro, pero en la Plaza de Mayo. Así saben lo que nos toca sufrir y mi familia puede cobrar mi jubilación.”
Yamauchi trabaja desde 1986 en la Obra Social de los Bancarios. Su psiquiatra le recomendó retirarse por invalidez, pero en la ANSES se lo niegan porque ya cobra la pensión de veterano de guerra, y el médico laboral le dijo que lo suyo era vagancia. A veces, la rutina del trabajo lo pone al borde del colapso. “No es lo mismo para él como para nosotros que nos pase un avión encima”, dice Mariana Dell'Orsini, su esposa. “Cualquier situación de trabajo que otro la tomaría como normal, para él puede ser fatal. Una vez, llegó a tener 23,11 de presión en la oficina.”
Yamauchi quiere llevar su caso a la Justicia. Los abogados le advierten que un juicio de esta clase puede demorar hasta diez años. Desde hace tres meses pidió licencia por enfermedad en el trabajo. Si continúa así, le quitarán la obra social a él y a su familia.
Yamauchi es víctima de estrés postraumático –se lo diagnosticó la psiquiatra de la obra social–, la patología más recurrente entre veteranos. Padece de hipertensión, herpes, insomnio, caga con sangre y, cuando se logra dormir, sueña con humo, gritos y olor a carne quemada.
“Toshiro no puede trabajar más. Su vida laboral está terminada”, explica Adrián Batalla, ex combatiente, abogado laboral –atiende veteranos en forma gratuita–, y defensor del proyecto de ley para la jubilación anticipada. Además, Batalla sufre de estrés postraumático. Sabe de qué habla. “Este proyecto lo escribió un veterano, Guillermo Vélez y, la verdad, es que todo lo que logramos los ex combatientes fue a partir de reclamos. Nunca vino del Gobierno. Los ex combatientes tenemos más de 45 años. Demasiados para seguir en una oficina.”
Tiempo atrás, un ex combatiente le prendió fuego a su hijo. A un sobreviviente del General Belgrano, cuando llegó a la playa de Miramar, le dio un ataque de pánico. Y hay veteranos que, de un día para el otro, desaparecen sin dejar rastros. Una semana atrás, un ex combatiente saludó a su mujer, se despidió de su hijo, entró al cuarto y se voló la cabeza. El último en la lista de suicidios.
¿Pero hasta dónde los más de 23 mil ex combatientes que sobrevivieron a Malvinas son una bomba de tiempo y necesitan retirarse? “Ellos sufren reminiscencias en las que reviven la situación como si estuviera sucediendo ahora. El trastorno incluye cambios en la fisiología del sueño, reducción del volumen de áreas cerebrales como el hipocampo y disfunción del sistema neuroendócrino”, explica Francisco Doria Medina, coordinador del departamento de psiquiatría del Instituto de Neurociencias de la Fundación Favaloro y jefe de la Clínica de la Ansiedad del INECO. “Los ex combatientes están entre la población de traumatizados con mayor riesgo de desarrollar estrés postraumático crónico”, se suma Rafael Kichic, psicólogo especialista en estrés postraumático del INECO y del Favaloro. “Hasta hace un tiempo resultaba un enigma por qué ellos reexperimentaban partes del trauma y otras no. Hoy sabemos que los estímulos sensoriales que están presentes en los instantes previos al peor momento del trauma son estímulos que se asocian al peligro. Por eso, ante la presencia de estímulos sensoriales similares, las personas experimentan altos niveles de ansiedad.”
En 2004, surgió el Centro de Salud Mental Malvinas Argentinas, con 15 especialistas multidisciplinarios destinados a recuperar a veteranos con trastornos psiquiátricos. Ellos descubrieron que los de Malvinas tienen patologías de los soldados que volvían de Vietnam. Y, entre sus pacientes, el 80% aseguraba que, al regresar, sentía que la sociedad los trataba con indiferencia. Y Yamauchi tiene heridas abiertas: “El otro día, vi a un pibe en el subte que tenía la camiseta de rugby de la selección inglesa. Le dije: ‘Si un compañero te ve con esa remera, te mata’. Creo que entendió”.
En pleno conflicto con el campo, el proyecto de ley por la jubilación anticipada de veteranos de guerra duerme en un cajón. Mientras tanto, desparramadas por todo el país, 23 mil bombas humanas esperan su momento para estallar por los aires.