Brunner
Forista Sancionado o Expulsado
Malvinas 1982, lo que no fue
extracto del articulo: Malvinas 1982, lo que no fue
http://documentos.seineldin.8m.com/malvinas1982.htm
Hay un método que los historiadores detestan: el método Ollendorf. Consiste en narrar los hechos no como realmente sucedieron, sino como pudieron haber sucedido. Es un juego, que se aproxima a la ficción; un ejercicio un tanto vano, pero que, tomado con beneficio de inventario, puede ayudar al juicio histórico. Si para algo sirve, es para la prospectiva. Dado que la lección de la experiencia cuesta cara y llega tarde, no está de más tratar de extraerle al acontecimiento pasado todo el jugo que se le pueda exprimir.
Preliminares, 1981 La perspectiva bélica:
La acción armada inglesa en las Malvinas, denominada "Fortress Malvinas", estaba prevista para 1982. No son ciertos los argumentos corrientes acerca de un eventual desmantelamiento de la Royal Navy (en los que ha insistido con cierto exceso Virginia Gamba). Se iban a desprender de los portaaviones HMS "Hermes" y HMS "Invincible"; pero sólo para reemplazarlos por los más modernos HMS "Illustrious" y HMS "Ark Royal", que estaban en construcción. El único navío importante a desguazar era el rompehielos "Endurance". De modo que esa noción vulgarizada de una aspiración de su Armada desatendida por sus Gobiernos, no sirve para explicar nada. En todo caso, lo que importaba desde el punto de vista armamentístico eran las posibilidades argentinas para enfrentar con éxito la agresión británica. El problema era básicamente mental. Había que admitir que la guerra sería forzosa, en primer lugar. En segundo término, que Inglaterra era todavía una potencia militar y que, por añadidura, contaría con el auxilio norteamericano y sus títeres de la NATO. Además, debíamos esperar que el bloque socialista se abstendría de involucrarse en un hecho ajeno a sus intereses revolucionarios y contrario al deslinde de Yalta. Por último, que tanto Chile como algún otro vecino, intentarían sacar partido de la oportunidad en contra nuestra. En esa apreciación de estrategia política se equivocaba gruesamente el Gobierno Militar, al suponer una pasividad británica y una ayuda norteamericana. Todos los tribunales que han juzgado la conducta de la Junta de 1982 así lo han hecho notar. Acriminación que suscribimos, con la variante que el Grl. Mallea Gil, que fue quien trasmitió la "luz verde" supuesta del Pentágono y Thomas Enders, debió haber sido el principal acusado. Empero, lo que no han dicho esos sentenciantes es que, correcta o incorrecta la estimación de la posición estadounidense, lo mismo la Argentina debía enfrentar el combate. No ya el de "ocupar para negociar" del Grl. Galtieri, sino el de "luchar hasta morir", de nuestras mejores tradiciones bélicas. En este plano la incriminación debió ser para los miembros de los tribunales que -tácita o expresamente- sostenían que había que rendirse por anticipado, si los EE.UU. no nos auxiliaba. Y bien, para una empresa bélica de tal magnitud, la Argentina debía prepararse, sin optimismos o triunfalismos estólidos, pero también sin el pesimismo trascendental que se ha hecho ostensible en esta época de desmalvinización (como si nuestra Independencia no hubiera sido conseguida en guerra con España y sin el apoyo de nadie; y, menos, de Gran Bretaña que por el Tratado Apodaca-Canning de 1809, era aliada y socia de la metrópoli hispana). "Pocos o muchos, los argentinos siempre pueden con los extranjeros", decía el Grl. San Martín. Con una confianza realista, o, si se prefiere, con un pesimismo activo, debía emprenderse la tarea armamentista. Pasando, pues, a la concreción de este asunto, digamos que las previsiones debían ser completas y rápidas; y que debían apuntar tanto al orden interno como al externo. No se trata de hacer ahora un listado prolijo. Sería pura utopía querer agotar la enunciación de todos los actos posibles. Por eso, nos limitaremos a indicar algunos, que sirvan de ejemplo de lo que deseamos señalar. Había que comenzar por crear un Comando Conjunto de las tres Fuerzas, bajo el mando de un militar prestigioso (a nuestro entender, quien cumplía tal requisito era el Grl. Rodolfo Mujica). Si en esto se daba predominio al Ejército, esa distribución cesaba ahí mismo. La fuerza aeronaval iba a ser la principal en el teatro insular. Luego, toda la aviación argentina debía quedar bajo el mando del entonces comandante de la Aviación Naval, Calte. Carlos A. García Boll. El Estado Mayor del Comando Conjunto debía ser integrado por jefes de las tres fuerzas de probada capacidad y arrojo (vgr.: el Calte. Carlos Büsser, el Brg. González Castro, el Brg. Simari, el Cnl. Auel, el Cap. Frg. J. Colombo, el Tcnl. Seineldín, etc.). En cuanto a las unidades a emplear, es claro que debían ser, en primer lugar, las tropas de élite -Ca. de Cdos., con todos sus efectivos, los BIM 2, 3 y 5, con todos sus cuadros; el RI 25, de Colonia Sarmiento; la Brig. I Aert. IV; los "Albatros" de la PNA; los "Alacranes" de la GN; la Agr. Cdos. Anfibios, la Agr. Buzos Tácticos, y el Gpo. Cdos. Anfibios y Buzos Tácticos del ARA; el G7 COIN de la FAA; etc.-, y, en un segundo escalón las tropas de montaña de la VIII Brigada, las de Neuquén, Chubut y Santa Cruz. En estas últimas unidades, los conscriptos debían ir siendo reemplazados por cuadros de suboficiales traídos de otras unidades del país. Así configurada la Fuerza de Tareas, debía comenzar por un adiestramiento intenso. Reunida en un cuartel sureño, que podía ser de Rospentek, se la debía aclimatar, y entrenar rigurosamente en el combate nocturno; en la marcha a campo traviesa por terrenos inhóspitos, con mochilas bien cargadas; en el manejo de los misiles tierra-aire (Blow-Pipe, SAM 7 "Strela", Intalaza, etc.); en el uso de los visores nocturnos y detectores de calor; en el empleo de las moto-"cross"; en la fijación de blancos para el apoyo aéreo cercano y para el apoyo naval directo, etc. Un jefe casi ideal para todas esas labores era el Cap. Frg. Carlos Hugo Robacio, entonces comandante del BIM 5, quien en su extraordinario libro "Desde el frente. Batallón de Infantería de Marina nº 5", Bs. As., Instituto de Publicaciones del Centro Naval, 1996, cap. 2 "Preparación y adiestramiento en 1981", ps. 9-32- mostró con los resultados la importancia de una ejercitación adecuada. Como dijimos, la fuerza aeronaval debía ser unificada; quedando bajo mando único los 150 aviones de combate con que contaba el país y los 50 helicópteros disponibles. También aquí el adiestramiento era fundamental. La técnica del ataque masivo desde diversos azimutes, sorpresivo, y sobre buques de transporte y desembarco, con bombas "snakeyes" o con paracaídas de detención, debían ser sus tareas previas. Los pilotos debían ser alertados insistentemente en la inconveniencia de trabarse en combate con los buques o aviones de guerra del enemigo, siempre que ello se pudiera evitar. Es decir, que debía quedar muy en claro que nuestra anticuada fuerza aérea debería emplearse donde y cuando más le doliera al enemigo, sin establecer competencias desventajosas. En cuanto al ARA, dada su inferioridad manifiesta, debía adiestrar principalmente su división Corbetas 69. Esto, porque dada su pequeña y estrecha silueta, esas corbetas sólo eran detectadas por los radares enemigos a unas 20 millas náuticas; mientras que las corbetas podían detectar a los buques de gran porte ingleses (todos los de guerra) a 30 millas náuticas. Esto arrojaba una ventaja de 10 millas náuticas que, merced a la dotación de los MM-38 de 42 km de alcance, podía traducirse en éxitos insólitos. Esa división debía ser reforzada con las lanchas rápidas "Intrépida" e "Indómita", a fin de actuar en operaciones de aventura sorpresiva, con alto riesgo. En ese mismo tipo de operación debían operar los submarinos tipo 209. Los soportes subalares de nuestros aviones cazabombarderos debían ser acondicionados para la portación de torpedos y de bombas de napalm; y sus cañones debían de ser de 30 mm., reemplazándose los de 20 mm., para no dar ventaja a la artillería de los aviones enemigos. Con este asunto entramos en el terreno armamentístico propiamente dicho. Primeramente, había que intentar mejorar el stock de armamentos del país. Aprovechando el reciente levantamiento del embargo de armas de USA (enmienda Humphrey-Kennedy), había que proceder a comprar todos los repuestos necesarios para los A-4P; en función de la misma medida, la entrega por parte de Israel de los 14 "Skyhawk", comprados, pagados y retenidos (hasta el día de hoy). De igual manera, apresurar el embarque desde Marsella de los 9 SUE y sus respectivos AM-39. Si se ponía a punto este sistema de armas la Argentina podría contar con 14 "Super Etendard" y 18 "Exocet", bien decisivos en el combate aeronaval. También estaba ya contratada la compra de 6 submarinos diésel de la clase 209 (tipo "Salta"), y de 10 unidades de superficie con las firmas alemanas Thyssen y Blohm und Voss. Por lo menos, algunos de esos submarinos y algunas de las corbetas tipo 69 debían apurarse en su recepción. Si a pesar de la gestión (no burocrática rutinaria) de nuestros agregados navales, tales envíos se demoraban, había que tramitar la compra en la URSS de 3 submarinos diésel clase "Foxtrot" -cuyos torpedos eran más rápidos que el sonar de las fragatas inglesas-, a cambio de un canje por cereales. Nada de lo expuesto constituía un requerimiento desorbitado para nuestro presupuesto defensivo; ni tampoco llamativo de la atención de quienes seguían desde el exterior con interés nuestra evolución armada. Pongamos ejemplos menores. Comprar en el mercado internacional unos cientos de visores nocturnos, para uso de infantería, o unas docenas de antiparras iguales para los helicopteristas, no iba a despertar la alarma de nadie. Incluso se podrían adquirir dos helicópteros medianos, "Puma", haciéndolo pasar como reequipamiento ordinario. Claro que la tarea más ardua quedaba de cuenta de nuestra propia industria bélica. En ese sentido eran muchas las labores que había que emprender. Una, por ejemplo, la transformación en aviones cisternas (KC-130) de dos, por los menos, de nuestros transportes (C-130). Otra, la colocación de lanzas para el abastecimiento de combustible en vuelo a los M-IIIE y a los M-V; otra, modernizar la aviónica de los A-4P, M-IIIE y M-V, equipándolos a todos con aparatos de navegación Omega y IFF (medidas de apoyo electrónico) y ECM (contramedidas electrónicas). Esos equipos y el consiguiente "know-how" debían adquirirse discretamente en el mercado internacional (al fin de cuentas, se había hecho pública una gestión para comprar 29 aviones A-4B del sobrante de la Armada de USA que fracasó). Por supuesto que al respecto no cabía hacerse muchas ilusiones (los norteamericanos se habían negado a enviar 32 turbinas J 65, necesarias para la reposición en los "Halcones"). Por eso, había que dar prioridad a la industria nacional. Ésta estaba capacitada, por ejemplo, para reemplazar las ruedas de los camiones y jeeps por orugas; quedando los vehículos como algunos Unimog que ya existían, aptos para desplazarse en todo terreno, especialmente en la turba esponjosa. En nuestro comercio había suficiente cantidad de motocicletas "enduro"; como para que fueran adquiridas en seguida, y comenzara el adiestramiento de la infantería con ellas. A Fabricaciones Militares le cabían importantes tareas. Así, podía acelerar la fabricación de determinados armamentos que ya estaban en uso en el EA. Por caso: los morteros FM Cal. 120 mm LR (con proyectiles PEPA-LA, de 8.380 ms. de alcance), para apoyo de la infantería. También: los cañones 155 mm./L33 Citer FMK 1, para dotar convenientemente la artillería. Además: los cohetes SS Slam "Pampero" FMK 1; los AS similares con sus tubos lanzadores; el misil hiloguiado "Mathogo"; el sistema de lanzacohetes de artillería múltiple "Sapba", con un alcance de 17 km.; etc. Ciertas labores no eran demasiado complejas para nuestros técnicos, como la de equipar a todos los helicópteros medianos con ametralladoras MAG coaxial 60-40, que ya se usaban en la torreta de los tanques. El Comando Conjunto ya vería con cuál de todo ese material convenía equipar a la tropa y con cuál no. Lo que era inexcusable y que excedía la apreciación profesional, era la construcción de la prolongación de la pista de aterrizaje, apenas conquistado Puerto Argentino (Puerto Argentino). Para ese evento esencial, la pista metálica de aluminio de la Base Marambio debía estar ya alistada en el primer buque de transporte nacional que zarpara con destino a las Islas. Las planchas, junto con las grúas, aparejos respectivos; cables de frenado, cubierta AM2 de acero y caucho (para evitar los desplazamientos por las lluvias), y las retroexcavadoras, con sus respectivos operarios e ingenieros, debían estar tan aprestados como las tropas de la Fuerza de Tarea. Y esto debía ser así, necesariamente, porque de la prolongación de la pista de Stanley para que nuestros aviones de alta perfomance pudieran operar desde allí, manteniendo alejada de las islas a la "Task Force", dependería, en definitiva, la suerte de la guerra. Es decir, si éramos capaces de transformar a las Malvinas en nuestro gran portaaviones, o no. Podríamos continuar con el enunciado de medidas que estaban al alcance de unas FF.AA. que realmente se prepararan para la guerra contra el mayor enemigo histórico de la nación. Para que, vgr., después no se pudieran invocar pequeñeces, como la del entrenamiento con mochilas pesadas, para no efectuar los movimientos tácticos obligados. En fin que con algunas de esas medidas el poderío inglés hubiera quedado neutralizado. Y, en esta materia, hasta nos atreveríamos a sostener que con el solo alargue de la pista (con cables y cubiertas), las cosas podían haber sido de una manera totalmente distinta a como fueron en la realidad. Ése es el punto de toque, de lo que se pudo hacer y no se hizo.
extracto del articulo: Malvinas 1982, lo que no fue
http://documentos.seineldin.8m.com/malvinas1982.htm
Hay un método que los historiadores detestan: el método Ollendorf. Consiste en narrar los hechos no como realmente sucedieron, sino como pudieron haber sucedido. Es un juego, que se aproxima a la ficción; un ejercicio un tanto vano, pero que, tomado con beneficio de inventario, puede ayudar al juicio histórico. Si para algo sirve, es para la prospectiva. Dado que la lección de la experiencia cuesta cara y llega tarde, no está de más tratar de extraerle al acontecimiento pasado todo el jugo que se le pueda exprimir.
Preliminares, 1981 La perspectiva bélica:
La acción armada inglesa en las Malvinas, denominada "Fortress Malvinas", estaba prevista para 1982. No son ciertos los argumentos corrientes acerca de un eventual desmantelamiento de la Royal Navy (en los que ha insistido con cierto exceso Virginia Gamba). Se iban a desprender de los portaaviones HMS "Hermes" y HMS "Invincible"; pero sólo para reemplazarlos por los más modernos HMS "Illustrious" y HMS "Ark Royal", que estaban en construcción. El único navío importante a desguazar era el rompehielos "Endurance". De modo que esa noción vulgarizada de una aspiración de su Armada desatendida por sus Gobiernos, no sirve para explicar nada. En todo caso, lo que importaba desde el punto de vista armamentístico eran las posibilidades argentinas para enfrentar con éxito la agresión británica. El problema era básicamente mental. Había que admitir que la guerra sería forzosa, en primer lugar. En segundo término, que Inglaterra era todavía una potencia militar y que, por añadidura, contaría con el auxilio norteamericano y sus títeres de la NATO. Además, debíamos esperar que el bloque socialista se abstendría de involucrarse en un hecho ajeno a sus intereses revolucionarios y contrario al deslinde de Yalta. Por último, que tanto Chile como algún otro vecino, intentarían sacar partido de la oportunidad en contra nuestra. En esa apreciación de estrategia política se equivocaba gruesamente el Gobierno Militar, al suponer una pasividad británica y una ayuda norteamericana. Todos los tribunales que han juzgado la conducta de la Junta de 1982 así lo han hecho notar. Acriminación que suscribimos, con la variante que el Grl. Mallea Gil, que fue quien trasmitió la "luz verde" supuesta del Pentágono y Thomas Enders, debió haber sido el principal acusado. Empero, lo que no han dicho esos sentenciantes es que, correcta o incorrecta la estimación de la posición estadounidense, lo mismo la Argentina debía enfrentar el combate. No ya el de "ocupar para negociar" del Grl. Galtieri, sino el de "luchar hasta morir", de nuestras mejores tradiciones bélicas. En este plano la incriminación debió ser para los miembros de los tribunales que -tácita o expresamente- sostenían que había que rendirse por anticipado, si los EE.UU. no nos auxiliaba. Y bien, para una empresa bélica de tal magnitud, la Argentina debía prepararse, sin optimismos o triunfalismos estólidos, pero también sin el pesimismo trascendental que se ha hecho ostensible en esta época de desmalvinización (como si nuestra Independencia no hubiera sido conseguida en guerra con España y sin el apoyo de nadie; y, menos, de Gran Bretaña que por el Tratado Apodaca-Canning de 1809, era aliada y socia de la metrópoli hispana). "Pocos o muchos, los argentinos siempre pueden con los extranjeros", decía el Grl. San Martín. Con una confianza realista, o, si se prefiere, con un pesimismo activo, debía emprenderse la tarea armamentista. Pasando, pues, a la concreción de este asunto, digamos que las previsiones debían ser completas y rápidas; y que debían apuntar tanto al orden interno como al externo. No se trata de hacer ahora un listado prolijo. Sería pura utopía querer agotar la enunciación de todos los actos posibles. Por eso, nos limitaremos a indicar algunos, que sirvan de ejemplo de lo que deseamos señalar. Había que comenzar por crear un Comando Conjunto de las tres Fuerzas, bajo el mando de un militar prestigioso (a nuestro entender, quien cumplía tal requisito era el Grl. Rodolfo Mujica). Si en esto se daba predominio al Ejército, esa distribución cesaba ahí mismo. La fuerza aeronaval iba a ser la principal en el teatro insular. Luego, toda la aviación argentina debía quedar bajo el mando del entonces comandante de la Aviación Naval, Calte. Carlos A. García Boll. El Estado Mayor del Comando Conjunto debía ser integrado por jefes de las tres fuerzas de probada capacidad y arrojo (vgr.: el Calte. Carlos Büsser, el Brg. González Castro, el Brg. Simari, el Cnl. Auel, el Cap. Frg. J. Colombo, el Tcnl. Seineldín, etc.). En cuanto a las unidades a emplear, es claro que debían ser, en primer lugar, las tropas de élite -Ca. de Cdos., con todos sus efectivos, los BIM 2, 3 y 5, con todos sus cuadros; el RI 25, de Colonia Sarmiento; la Brig. I Aert. IV; los "Albatros" de la PNA; los "Alacranes" de la GN; la Agr. Cdos. Anfibios, la Agr. Buzos Tácticos, y el Gpo. Cdos. Anfibios y Buzos Tácticos del ARA; el G7 COIN de la FAA; etc.-, y, en un segundo escalón las tropas de montaña de la VIII Brigada, las de Neuquén, Chubut y Santa Cruz. En estas últimas unidades, los conscriptos debían ir siendo reemplazados por cuadros de suboficiales traídos de otras unidades del país. Así configurada la Fuerza de Tareas, debía comenzar por un adiestramiento intenso. Reunida en un cuartel sureño, que podía ser de Rospentek, se la debía aclimatar, y entrenar rigurosamente en el combate nocturno; en la marcha a campo traviesa por terrenos inhóspitos, con mochilas bien cargadas; en el manejo de los misiles tierra-aire (Blow-Pipe, SAM 7 "Strela", Intalaza, etc.); en el uso de los visores nocturnos y detectores de calor; en el empleo de las moto-"cross"; en la fijación de blancos para el apoyo aéreo cercano y para el apoyo naval directo, etc. Un jefe casi ideal para todas esas labores era el Cap. Frg. Carlos Hugo Robacio, entonces comandante del BIM 5, quien en su extraordinario libro "Desde el frente. Batallón de Infantería de Marina nº 5", Bs. As., Instituto de Publicaciones del Centro Naval, 1996, cap. 2 "Preparación y adiestramiento en 1981", ps. 9-32- mostró con los resultados la importancia de una ejercitación adecuada. Como dijimos, la fuerza aeronaval debía ser unificada; quedando bajo mando único los 150 aviones de combate con que contaba el país y los 50 helicópteros disponibles. También aquí el adiestramiento era fundamental. La técnica del ataque masivo desde diversos azimutes, sorpresivo, y sobre buques de transporte y desembarco, con bombas "snakeyes" o con paracaídas de detención, debían ser sus tareas previas. Los pilotos debían ser alertados insistentemente en la inconveniencia de trabarse en combate con los buques o aviones de guerra del enemigo, siempre que ello se pudiera evitar. Es decir, que debía quedar muy en claro que nuestra anticuada fuerza aérea debería emplearse donde y cuando más le doliera al enemigo, sin establecer competencias desventajosas. En cuanto al ARA, dada su inferioridad manifiesta, debía adiestrar principalmente su división Corbetas 69. Esto, porque dada su pequeña y estrecha silueta, esas corbetas sólo eran detectadas por los radares enemigos a unas 20 millas náuticas; mientras que las corbetas podían detectar a los buques de gran porte ingleses (todos los de guerra) a 30 millas náuticas. Esto arrojaba una ventaja de 10 millas náuticas que, merced a la dotación de los MM-38 de 42 km de alcance, podía traducirse en éxitos insólitos. Esa división debía ser reforzada con las lanchas rápidas "Intrépida" e "Indómita", a fin de actuar en operaciones de aventura sorpresiva, con alto riesgo. En ese mismo tipo de operación debían operar los submarinos tipo 209. Los soportes subalares de nuestros aviones cazabombarderos debían ser acondicionados para la portación de torpedos y de bombas de napalm; y sus cañones debían de ser de 30 mm., reemplazándose los de 20 mm., para no dar ventaja a la artillería de los aviones enemigos. Con este asunto entramos en el terreno armamentístico propiamente dicho. Primeramente, había que intentar mejorar el stock de armamentos del país. Aprovechando el reciente levantamiento del embargo de armas de USA (enmienda Humphrey-Kennedy), había que proceder a comprar todos los repuestos necesarios para los A-4P; en función de la misma medida, la entrega por parte de Israel de los 14 "Skyhawk", comprados, pagados y retenidos (hasta el día de hoy). De igual manera, apresurar el embarque desde Marsella de los 9 SUE y sus respectivos AM-39. Si se ponía a punto este sistema de armas la Argentina podría contar con 14 "Super Etendard" y 18 "Exocet", bien decisivos en el combate aeronaval. También estaba ya contratada la compra de 6 submarinos diésel de la clase 209 (tipo "Salta"), y de 10 unidades de superficie con las firmas alemanas Thyssen y Blohm und Voss. Por lo menos, algunos de esos submarinos y algunas de las corbetas tipo 69 debían apurarse en su recepción. Si a pesar de la gestión (no burocrática rutinaria) de nuestros agregados navales, tales envíos se demoraban, había que tramitar la compra en la URSS de 3 submarinos diésel clase "Foxtrot" -cuyos torpedos eran más rápidos que el sonar de las fragatas inglesas-, a cambio de un canje por cereales. Nada de lo expuesto constituía un requerimiento desorbitado para nuestro presupuesto defensivo; ni tampoco llamativo de la atención de quienes seguían desde el exterior con interés nuestra evolución armada. Pongamos ejemplos menores. Comprar en el mercado internacional unos cientos de visores nocturnos, para uso de infantería, o unas docenas de antiparras iguales para los helicopteristas, no iba a despertar la alarma de nadie. Incluso se podrían adquirir dos helicópteros medianos, "Puma", haciéndolo pasar como reequipamiento ordinario. Claro que la tarea más ardua quedaba de cuenta de nuestra propia industria bélica. En ese sentido eran muchas las labores que había que emprender. Una, por ejemplo, la transformación en aviones cisternas (KC-130) de dos, por los menos, de nuestros transportes (C-130). Otra, la colocación de lanzas para el abastecimiento de combustible en vuelo a los M-IIIE y a los M-V; otra, modernizar la aviónica de los A-4P, M-IIIE y M-V, equipándolos a todos con aparatos de navegación Omega y IFF (medidas de apoyo electrónico) y ECM (contramedidas electrónicas). Esos equipos y el consiguiente "know-how" debían adquirirse discretamente en el mercado internacional (al fin de cuentas, se había hecho pública una gestión para comprar 29 aviones A-4B del sobrante de la Armada de USA que fracasó). Por supuesto que al respecto no cabía hacerse muchas ilusiones (los norteamericanos se habían negado a enviar 32 turbinas J 65, necesarias para la reposición en los "Halcones"). Por eso, había que dar prioridad a la industria nacional. Ésta estaba capacitada, por ejemplo, para reemplazar las ruedas de los camiones y jeeps por orugas; quedando los vehículos como algunos Unimog que ya existían, aptos para desplazarse en todo terreno, especialmente en la turba esponjosa. En nuestro comercio había suficiente cantidad de motocicletas "enduro"; como para que fueran adquiridas en seguida, y comenzara el adiestramiento de la infantería con ellas. A Fabricaciones Militares le cabían importantes tareas. Así, podía acelerar la fabricación de determinados armamentos que ya estaban en uso en el EA. Por caso: los morteros FM Cal. 120 mm LR (con proyectiles PEPA-LA, de 8.380 ms. de alcance), para apoyo de la infantería. También: los cañones 155 mm./L33 Citer FMK 1, para dotar convenientemente la artillería. Además: los cohetes SS Slam "Pampero" FMK 1; los AS similares con sus tubos lanzadores; el misil hiloguiado "Mathogo"; el sistema de lanzacohetes de artillería múltiple "Sapba", con un alcance de 17 km.; etc. Ciertas labores no eran demasiado complejas para nuestros técnicos, como la de equipar a todos los helicópteros medianos con ametralladoras MAG coaxial 60-40, que ya se usaban en la torreta de los tanques. El Comando Conjunto ya vería con cuál de todo ese material convenía equipar a la tropa y con cuál no. Lo que era inexcusable y que excedía la apreciación profesional, era la construcción de la prolongación de la pista de aterrizaje, apenas conquistado Puerto Argentino (Puerto Argentino). Para ese evento esencial, la pista metálica de aluminio de la Base Marambio debía estar ya alistada en el primer buque de transporte nacional que zarpara con destino a las Islas. Las planchas, junto con las grúas, aparejos respectivos; cables de frenado, cubierta AM2 de acero y caucho (para evitar los desplazamientos por las lluvias), y las retroexcavadoras, con sus respectivos operarios e ingenieros, debían estar tan aprestados como las tropas de la Fuerza de Tarea. Y esto debía ser así, necesariamente, porque de la prolongación de la pista de Stanley para que nuestros aviones de alta perfomance pudieran operar desde allí, manteniendo alejada de las islas a la "Task Force", dependería, en definitiva, la suerte de la guerra. Es decir, si éramos capaces de transformar a las Malvinas en nuestro gran portaaviones, o no. Podríamos continuar con el enunciado de medidas que estaban al alcance de unas FF.AA. que realmente se prepararan para la guerra contra el mayor enemigo histórico de la nación. Para que, vgr., después no se pudieran invocar pequeñeces, como la del entrenamiento con mochilas pesadas, para no efectuar los movimientos tácticos obligados. En fin que con algunas de esas medidas el poderío inglés hubiera quedado neutralizado. Y, en esta materia, hasta nos atreveríamos a sostener que con el solo alargue de la pista (con cables y cubiertas), las cosas podían haber sido de una manera totalmente distinta a como fueron en la realidad. Ése es el punto de toque, de lo que se pudo hacer y no se hizo.