La dinastía comunista

Shandor

Colaborador
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Qué hay detrás de la amenaza del régimen norcoreano de volver a invadir

Corea De Sur. Los conflictos de los príncipes herederos.

Si no hubiera ocurrido lo que ocurrió en el 2001, la sucesión norcoreana estaría resuelta y los surcoreanos dormirían tranquilos. Kim Jong-nam es el primogénito, tiene 38 años, ergo ya está en edad de gobernar, y lo prepararon desde la cuna para que asuma el insólito trono comunista que creó su abuelo y hoy ocupa su padre. Pero hace ocho años, lo detuvieron en Narita en un episodio tan confuso como deplorable para la dinastía comunista de la que es un príncipe heredero. Los guardias del aeropuerto de Tokio lo arrestaron porque tenía un pasaporte dominicano falso y lo deportaron a su país. No bien aterrizó en Pyongyang, la nomenclatura del régimen le preguntó qué era lo que se proponía y Kim Jong-nam dijo que no estaba huyendo para exiliarse en Japón sino que, en realidad, lo que quería era conocer el Disneylandia tokiota. Si lo que dijo era cierto, entonces se trata de un bobo irresponsable y, por ende, no puede ser quien herede el mando; mientras que si fue una mentira, lo que intentó fue, al igual que su madre, huir del Estado fundado por su abuelo y gobernado por su padre, por lo tanto se trata de un hecho que habla pestes del régimen y que también invalida al protagonista como siguiente eslabón de la línea sucesoria.

Como Kim Jong-il tiene tres hijos varones, la sucesión no debería ser un problema. Si a Kim Jong-nam buena parte del generalato lo objeta como líder supremo debido a aquel turbio suceso del 2001, está su hermano de 29 años, que tiene una altísima preparación aunque, por su juventud, debería gobernar en equipo al menos hasta cobrar edad y experiencia.

El problema de Kim Jong-chol no es tanto la edad como la afectación de sus modales. Para muchos miembros de la gerontocracia homofóbica que cumple el rol de nobleza en ese régimen estalinista, el segundo de los hermanos Kim es por lo menos bisexual, sospecha que cobra peso por la forma despectiva con que Kim Jong-il siempre trató a su hijo de gesticulación afeminada, a pesar de que el actual líder norcoreano tiene el pelo artificialmente enrulado y usa tacones para parecer más alto.

Queda entonces el pequeñín de la increíble familia real del comunismo norcoreano. A Kim Jong-un se lo describe como muy inteligente, muy preparado y con dotes naturales para el liderazgo. El problema es que sólo tiene 26 años, por lo que una parte del régimen sostiene que debe ser el heredero de su padre, pero debe gobernar con un regente hasta que tenga edad suficiente como para asumir plenamente las responsabilidades del cargo.
En la estrambótica dinastía Kim, el regente debería ser el cuñado del actual jefe supremo y tío del sucesor, Jang Seong-taek, pero no todos los miembros del politburó del partido único están dispuestos a concederle el poder al esposo de la hermana del actual jefe de Estado. No obstante, los servicios de inteligencia surcoreanos, sin demasiados elementos por tratarse del país más hermético del mundo, apuestan a que el menor de los Kim será el sucesor.

Entre otras cosas porque su madre, Ko Young-hee, la tercera esposa de Kim Jong-il, falleció hace cuatro años por lo que será una injerencia menos en el poder, y también porque Kim Jong-un, con sus escasos 26 años y su sólida formación en escuelas suizas, es el más inteligente y preparado de los tres hermanos.

Más allá de esa aproximación a la certeza que esgrime Woon Sei-hoon, el jefe de los espías de Corea del Sur, la sucesión dinástica está en veremos mientras que Kim Jong-il sigue con buena parte del cuerpo paralizado por el ataque que sufrió el pasado agosto, complicando su salud de por sí deteriorada a causa de la diabetes. Y en un régimen tan totalitario y verticalista como el nocoreano, los riesgos de desgobierno por enfermedad del titular del poder, agravados por problemas en la designación del sucesor, generan tensiones internas que normalmente se zanjan con alguna tensión externa que sirva para cerrar filas o encubrir algún liderazgo sectorial, evitando el desbande o la lucha de facciones.

Desde que el sistema de planificación centralizada esclerotizó hasta el colapso y, en lugar de reformarlo como hizo el vietnamita Vanguyen Lyn con la Doi Moi (renovación) siguiendo al chino Dengxiaoping, se lo mantuvo como si aún funcionara, el fundador del comunismo norcoreano, Kim Il-sung recurrió a esporádicos chantajes militares para forzar negociaciones, en las que obtenía salvatajes económicos y combustible gratis.

Normalmente, fueron la política nuclear y las pruebas misilísticas los instrumentos de ese chantaje. Pero esta vez, el régimen de Pyongyang aumentó el calibre de la presión militar, al amenazar a Seúl con reiniciar la guerra de reunificación ocurrida en la década del cincuenta.

En la madrugada del ocho de junio de 1950, los tanques T-34 del ejército norcoreano transpusieron el Paralelo 38 y avanzaron en forma arrolladora hacia el sur de la península. Las defensas de Corea del Sur no llegaban a los cien mil soldados, menos de la mitad de los efectivos con que contaba el norte, pertrechado además con fusiles, artillería y carros blindados de fabricación soviética. Por eso, las fuerzas de Kim no tardaron en cercar Taegu y Pusan, sobre el Estrecho de Tsuchima, continuando la marcha hacia Kwangju. El plan era conquistar primero el sur para luego subir hasta Inchón, el principal puerto sobre el Mar Amarillo, desde donde nada podría impedir la conquista de Seúl.

Así habría sido si los Estados Unidos, bajo bandera de la ONU, no hubieran enviado al general Douglas McArthur.Igual que Alemania, Corea había quedado dividida desde los acuerdos de Yalta, pero Kim Il-sung nunca aceptó lo pactado por Roosevelt y Stalin; por eso pateó el tablero intentando por la vía militar una reunificación que imponga su liderazgo en toda la península.

Su derrota fue no poder alcanzar ese objetivo, porque las fuerzas norteamericanas reforzadas con efectivos australianos y neozelandeses, entre otros, expulsaron a los norcoreanos del territorio que habían invadido.

.Pero MacArthur avanzó hacia Pyongyang apostando a extirpar el régimen comunista y no pudo lograrlo, por la resistencia local y por los batallones de refuerzo que había recibido desde la China revolucionada por Mao Tse-tung.

Las fuerzas de MacArthur tuvieron menos del diez por ciento de las bajas que hubo en las filas enemigas, a las que además expulsó del territorio que habían invadido, pero esto no le alcanzó para cantar victoria. Kim fracasó, pero no salió debilitado al punto tal que el cese del fuego, firmado en la localidad fronteriza de Panmunjon en 1953, es sólo un armisticio. Nunca hubo un tratado de paz porque los comunistas del norte nunca reconocieron al Estado pro norteamericano del sur. Y en estos días atribulados por la complicada sucesión, Corea del Norte les recordó al mundo y a sus vecinos del sur que en la península sólo un armisticio separa la paz de la guerra, y que Pyongyang está dispuesto a reiniciar lo que comenzó en la madrugada del ocho de junio de 1950.

Lo normal es que a los picos de tensión los generara probando misiles que pasaban por encima de Japón. Con eso alcanzaba para quitarles el sueño a Tokio y a Seúl. La otra forma de forzar negociaciones para lograr prebendas y concesiones, era exhibir la capacidad de enriquecer uranio desarrollada en la central nuclear de Yonbiong, y en los últimos años producir detonaciones atómicas subterráneas. Pero en este caso se dio todo junto. Los norcoreanos lanzaron misiles, efectuaron una detonación subterránea y agregaron en el combo la amenaza explícita con reiniciar la guerra contra Corea del Sur.
Posiblemente, los científicos norcoreanos aún no puedan miniaturizar un artefacto nuclear para colocarlo en ojivas transportables en misiles. No obstante, el ejército norcoreano sigue estando entre los cinco o diez más poderosos del mundo y está a disposición de una gerontocracia lo suficientemente lunática como para inmolar el país en una guerra altamente destructiva.

Todo puede ocurrir, tratándose de un régimen que hace tiempo traspuso las fronteras del absurdo. La delirante dinastía comunista en la que el primogénito no puede suceder al padre porque, hace ocho años, intentó fugar del país y cuando lo atraparon se justificó diciendo que sólo quería conocer la Disneylandia de Tokio.


Por Claudio Fantini, Politólogo y analista internacional

QUE HISTORIETA, QUE GOBERNANTES TIENE EL MUNDO, QLP
 
Un tipo que arriesga todo por conocer DISNEY no puede ser tan mala persona.
De donde sacaron que el menor de sus hijos estudio en SUIZA????!!!!
 
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