Jorge Alejandro Newbery

M

MIGUEL


Jorge Alejandro Newbery nació en Capital Federal el 29 de mayo de 1875. Su padre fue Ralph Newbery, odontólogo norteamericano, y su madre Dolores Malargie, argentina. Estudió el Bachillerato en la escuela escocesa San Andrés de Olivos, egresando en 1890. Viajó a estudiar a los Estados Unidos, donde se graduó de Ingeniero Electrónico en 1895, siendo discípulo de Édison. Ocupó cargos en la Municipalidad de Buenos Aires. Y trabajó como docente en la Escuela Industrial de la Nación.
A la vez practicaba boxeo y esgrima, y ganó primeros premios, fue campeón de lucha grecorromana, campeón sudamericano de florete, ganó la regata de "clinkers" en 1000 metros de distancia y batió récords de altura, de los que no hay marcas exactas por fallas del barómetro a temperaturas de 15º bajo cero, también corredor de autos y maratonista. fue protagonista de numerosas peripecias y de variadas historias que fueron creando un mito. Tangos como "Corrientes y Esmeralda" y "De pura cepa" fueron dedicados a él. Era habitué del Jockey Club y del restaurante Palermo de Hansen.

En junio de 1908 tripuló el Globo "Pampero", fue el primer argentino en navegar uno. Ese Globo cruzó tres repúblicas y es símbolo del Club Atlético Huracán, del cual fue socio y el primer presidente honorario.

Fue el fundador del Aero Club de Villa Lugano, y el primer aviador militar del país, en 1912.

Fue esgrimista, boxeador, automovilista, pero su hazaña fue ser pionero de la aviación argentina.

Jorge Newbery había llegado a Mendoza para estudiar el primer cruce a la Cordillera en avión, el que había dejado en Buenos Aires. Ante un pedido de una dama, después de almorzar, de verlo volar, pidió el avión a su amigo Teodoro Feels, quien se lo ofreció, no sin antes indicarle un serio problema que tenía el ala del monoplano. Jorge Newbery subió a él invitando a Jiménez Lastra a que lo acompañara y comenzó a hacer cabriolas y demostraciones, y a las 18,40, en una riesgosa maniobra, el monoplano cayó violentamente. Y allí encontró la muerte, en la Estancia "Los Tamarindos" de Mendoza, el 1 de marzo de 1914. La noticia llegó esa noche de corso dominguero a Buenos Aires, provocando la angustia colectiva ante la muerte de un pionero.

Atte.-
Miguel
 
M

MIGUEL

EL RECORDADO MAESTRO historiador aeronáutico Antonio María Biedma Recalde, solía decir que la pasión por la conquista del aire tenia en Argentina notables antecedentes desconocidos u olvidados, agregando que era un deber de todo investigador histórico, rastrear los archivos para darlos a conocer.

Aquí encuadro esa propuesta y como consecuencia de las investigaciones sobre la vida y obra del Ingeniero Jorge Alejandro Newbery (1875–1914), insigne Fundador de la Aeronáutica Argentina y primer aviador militar, podemos analizar por primera vez, su pensamiento de avanzada en 1909, que en relación con el naciente poder aéreo, pone en descubierto una faceta desconocida de su excepcional personalidad.

La Argentina tiene una extensa y fecunda tradición aeroespacial, nacida a los albores del siglo XX, y que le ha permitido ocupar una posición singular, entre los países de Latinoamérica.

Todo ese complejo proceso histórico, que la naciente ciencia y arte de volar requirió para su desarrollo, puso en relieve la existencia de hombres de elevado prestigio internacional, que mostraron entre nosotros gran interés por el vuelo aerostático y mecánico aún desde el siglo anterior, sobresaliendo de esa pléyade el citado Ingeniero Newbery,1 como lo expresara el Brigadier General Angel María Zuloaga.

A través de un estudio histórico, que sobre bases científicas y documentales encaramos durante muchos años, nos posibilitó conocer importantes aspectos desconocidos y aún controvertidos, de su progenie, vida y obra, los que por primera vez fueron dados a conocer en 1991.2

Uno de los documentos que fundamentó esta investigación histórica, fue un medular artículo que escribiera, con el titulo “Aeronáutica”, publicado por el Periódico La Nación, de Buenos Aires, el 9 de abril de 1909, desconocido por los autores clásicos de la historia aeronáutica argentina, púes ninguno hizo comentario sobre su existencia y significado.3

En 1982, el amigo historiador Fernández Brital, tendría el mérito de ser el primero que lo comentara brevemente, calificando sus expresiones como pioneras y proféticas del naciente poder aéreo.4

Es de señalar que cuando Newbery redactó aquel artículo, en el año 1909, su experiencia aeronautica era aún muy escasa y eso habla mejor en favor de su original teoria aeroespacial.

Había llevado a cabo solo cuatro ascensiones aerostáticas, que le permitieron navegar 18 horas y 46 minutos. No había volado en avión, pues eso era desconocido en el país. Esas máquinas aéreas, aeroplanos como se les decía entonces, recién llegarían a comienzos de 1910. Se encontraban aún en su etapa inicial de experimentación y evolución; y eran, naturalmente rudimentarios, primitivos, frágiles, inseguros y de escasos rendimientos y cualidades técnicas.

En consecuencia, Newbery se refiere en su artículo a los problemas y a la situación que presentaba la aerostación que, era lo único que practicaba y donde había acumulado toda su experiencia aérea. Nos preguntamos cual habrá sido la motivacion que le hicieron redactarlo y darlo a conocer, en un periódico porteño tan importante, precisamente en aquellos momentos.

Su origen, estuvo intimamente relacionado con la severa crisis institucional por la que pasaba el Aero Club Argentino, que a un año de su fundación puso en peligro su destino.

El Aero Club Argentino y su
Crisis de 1908
El 13 de enero de 1908, en la Secretaria que la Sociedad Sportiva Argentina poseía en la calle Florida 183 de la ciudad de Buenos Aires, se realizó una asamblea constitutiva, que dio origen al Aero Club Argentino. Fueron 45 los asambleístas presentes, entre los que se eligieron a los integrantes de la primera Comisión Directiva, encabezada por el diplomático argentino Aarón de Anchorena, y donde el Ingeniero Newbery ejerció el cargo de Vicepresidente 2º.

De todas aquellas personalidades, Anchorena era el único con antecedentes aeronáuticos real, había realizado once aerostáticas en Francia y otra en la Argentina, con el globo Pampero, durante la Navidad de 1907. Así se dió origen a la Aeronáutica Argentina, oportunidad en que fue acompañado por aquel Ingeniero Newbery, quien de esta forma recibió su bautismo aerostático.

El 7 de febrero de 1908, desde el campo de la Sportiva, y donde se realizó la ascensión anterior, el recién creado Aero Club Argentino inició su brillante historial, con una ascensión aerostática con aquel globo Pampero, la segunda del país, que como todas tuvo un carácter científico y deportivo y fuera conducido por el Ingeniero Newbery acompañado por el Mayor Waldino Correa, quienes navegaron algo más de 5 horas. Hoy, allí se encuentra el Campo de Polo en las Avenidas Dorrego y del Libertador en Buenos Aires.

Durante el primer año, la Comisión Directiva del Aero Club se dedicó a reclutar prosélitos para la causa aérea y si bien el club tenía enormes dificultades económicas y contaba con un sólo globo, en compensación poseía gran fe y entusiasmo, estimulados con frecuentes asenciones aerostáticas, que sumaban a nuevos iniciados en esa novedosa actividad.

El comienzo de la aeronáutica argentina depararía muchas sorpresas dolorosas y cuando mayor era el optimismo entre los asociados, sobrevino la inesperada desaparición del Pampero, el 17 de octubre de 1908, conducido por el Doctor Eduardo Newbery, quien era acompañado por el Sargento Eduardo Romero. Partieron de un campo próximo, Los Ombúes, en la Avenida Luis M. Campos y Olleros, fué la cuarta ascensión del hermano menor de Jorge y la novena del Club. Cayeron inmolados en aras de la conquista del cielo patrio, intentando establecer el primer récord de distancia y de permanencia en el aire.

Este fatal accidente que produjo las dos primeras victimas de la aerostación nacional, causo un enorme desaliento en la mayoría de los asociados, quienes comenzaron a abandonar la incipiente actividad aérea y a renunciar al club situación que se fue agravando con el trascurrir de las semanas y que afectó al mismo Jorge Newbery, quien al sufrir en carne propia la tragedia, presentó su renuncia como Vicepresidente 2º.

En medio de graves preocupaciones profesionales y familiares, a poco más de un mes del fallecimiento de su hermano, Newbery contrajo matrimonio con Sarah Escalante el 24 de noviembre de 1908.

Al regreso de su viaje de bodas, en enero del año siguiente, Newbery se fue dando cuenta que era el único con capacidad y valor, capaz de sacar de la profunda crisis institucional en que se encontraba el Aero Club y revertir esa situación para impedir una segura bancarrota.

La permanencia de Anchorena en Francia, motivó que el club quedara acéfalo, agravando la ya difícil situación por la que atravesaba, hasta que en uno de sus viajes a Buenos Aires, sabiamente aconsejado por Newbery y otros amigos, procedió a convocar a una Asamblea General, con el propósito de obtener el indispensable apoyo de los pocos socios que quedaban y encontrar una solución al delicado problema. La adquisición en Francia de un nuevo globo de seda de 1.200 m3, llamado El Patriota, insufló nuevos bríos al Club y las actividades comenzaron a reanudarse lentamente.

El 24 de enero y el 2 de abril de 1809, el Ingeniero Newbery, realizó las dos primeras ascensiones después de la pérdida del Pampero, siendo acompañado por el Ingeniero Horacio Anasagasi en la primera y el Dr. Alfredo L. Palacios y el escribano Lisandro Billinghurst en la segunda, permaneciendo algo más de 4 horas en el aire en cada una.

En el marco de las diligencias que hiciera Newbery para reanimar al Aero Club, el 9 de abril siguiente publicó el artículo que dio origen a este ensayo, asumiendo a partir del 27 de abril, la Presidencia del Club, con el apoyo de un selecto y entusiasta núcleo de asociados. De este modo, comenzó una nueva y dinámica época durante la que se reinició plenamente la actividad aerostática, dando aquel ejemplo personal de valor e infundiendo confianza, siendo muy pronto imitado por otros, que abrazaron ese viril deporte.

Graves consecuencias inesperadas, se le presentaron a Newbery en el seno familiar, a raíz de sus acciones tan nobles y patrióticas. El constante temor y sufrimiento que su actividad aerostática producía en su madre Dolores Malagarie de Newbery y en su prometida Sarah, hizo que a principios de 1908, cuando aún no se había producido la tragedia del Pampero, les prometiera no realizar nuevas ascensiones, compromiso que cumplió fielmente durante todo aquel año. Tal compromiso familiar, nos fue comunicado personalmente por aquella señora Sarah, respetable anciana que conocimos en 1974 y visitamos varias veces, en compañía de los apreciados amigos Brigadier Mayor César Guasco y del señor Carlos Joost Newbery, sobrino de Jorge, oportunidad en que grabamos la entrevista que así quedó registrada como único testimonio en nuestra historia. Nos explicó entonces, que la crítica situación por la que atravesaba el Aero Club Argentino obligó a su esposo a romper su promesa en enero de 1909 y a recomenzar la actividad aerostática, la que no abandonaría a pesar de sus reclamos, cruda realidad que les llevó al divorcio.

Sin dudas, el incansable trabajo de Newbery para reactivar el Aero Club Argentino, le resultó en doble consecuencia: primero, la triste destrucción de su hogar, en el que ya tenía la dicha de tener un vástago: Jorge Wencelao; y segundo, el sacrificio de su felicidad personal causado por el dinamismo que mostró en el reflotamiento de la naciente aeronáutica argentina, que lo habría de conducir por derroteros de gloria, hacia un papel histórico incomparable.

Versión Newberiana del
Poder Aeroespacial
El artículo periodístico Aeronáutica, que publicara en 1909, abarcó uno columna y media en una pagina interior. Comenzó expresando que, un asunto de palpitante interés, que había tenido la virtud de cautivar la atención y estimular la preocupación de todas las naciones civilizadas, habían sido sin exageración, los pasos gigantescos que había logrado la ciencia en materia de navegación aérea y dominio del espacio, superando lo que hasta hacia poco, era sólo una quimera. La aplicación de la mecánica al problema de la aerostación, escribió, llevará día a día a este medio de movilidad a un fin que no es aventura pronosticar la conquista definitiva del espacio.

En el párrafo siguiente, enunció lo que sería la base fundamental de su concepción doctrinaria sobre el naciente poder aéreo, de excepcional importancia histórica (sic) “no es pues, de extrañarse el asombro producido por los progresos de la aerostática y la seguridad en una época no muy remota, de que la nación poseedora de la máquina aérea más perfecta será en lo sucesivo el árbitro supremo y absoluto de las demás, por el inmenso poder que pondrá a su disposición.” Completó esta idea, al señalar lo que hasta ayer había sido la preocupación de unos cuanto pioneros, dispuestos a conocer más sobre el espacio, expresando “es hoy el punto de partida de una revolución mundial vinculada no tan solo a la ciencia de la guerra sino que también representa una vasta contribución al estudio de la meterología y un paso más adelante para resolver el ideal de la facilidad y rapidez en el transporte.”

Puso luego de manifiesto, que en todas partes habían surgido iniciativas privadas y oficiales sobre la navegación aérea habiéndose invertido cuantiosas sumas en concepto de premio para alentar a los cientificos en sus investigaciones, donde las naciones anhelaban sobresalir por todos los medios a su alcance.

Después de esta breve introducción, analizó la realidad argentina y se preguntó si era posible que el eco de tantas manifestaciones no hubiera tenido repercución entre nosotros, contestándose a si mismo al sostener que nuestro grado de civilización, nuestro nombre de país progresista y nuestros antecedentes patrióticos, nos imponían el ineludible deber de hacer algo, de comenzar siquiera la obra que otros se afanaban en terminar.

Destacó que tan noble ideal fue la motivación que contribuyó a la fundación del Aero Club Argentino, donde un reducido núcleo humano tomó la ardua tarea de convertir en un hecho concreto a la aerostación nacional, sin omitir sacrificios aún a costa de acerbas críticas, agregando que la pérdida del globo Pampero del año anterior, que calificó como un accidente imprevisto, provocó la paralización momentánea de la actividad aérea en desarrollo.

Por entonces, se habían vertido conceptos ligeros y opiniones desfavorables hacia quienes tuvieron como objetivo realizar investigación en el medio aéreo y en la práctica de un deporte que encerraba, según él,“para una época no lejana, una de las armas más poderosas que podrá servir para defender el suelo patrio”.

Lamentablemente, agregaba, esas elevadas aspiraciones no habían sido debidamente interpretadas, ya que los opinantes estimaban que las ascensiones aerostáticas realizadas, sólo constituían excursiones temerarias para experimentar sensaciones fuertes, habiendo surgido de improviso técnicos de ocasión, que indicaban a veces lo qua debía o no debía hacerse, críticas, acusaciones más o menos intencionadas en fin, un verdadero caos de opiniones contradictorias que en su conjunto todo admitía, menos el objetivo, único y exclusivo, que diera nacimiento a la institución.

Las ascensiones efectuadas hasta 1907 fueron casi desconocidas en la Argentina, salvo las realizadas por algunos profesionales extranjeros que tuvieron un fin lucrativo. En las diversas salidas efectuadas por los socios del Aero Club, no se habían tenido tan sólo en vista cumplir un objetivo deportivo, sino también científico, al “llevar al terreno de lo positivo estudios prácticos y teóricos efectuados en otros países y contribuir a la aerostación al aportar por medio de los instrumentos apropiados, datos científicos observados en las capas atmosféricas y otros hechos trascendentes, cuya utilidad ha sido muy apreciada por el sabio director de la oficina meteorológica Gualterio Davis, quien no ha omitido sacrificio alguno para contribuir al mejor éxito de las ascensiones”.

La adquisición del aeróstato Patriota, dio origen a nuevas y encendidas críticas, estimuladas por la tragedia del Pampero, pero más allá de esas opiniones destructivas, Newbery intentó demostrar el fin altruista que tenían estas prácticas y el deseo de extenderlas por todo el país, firme posición que tranquilizó los nobles sentimientos de quienes lo apoyaban.

En relación con los globos libres, sostuvo que en la mayoría de los países europeos y en los EE.UU. constituían una actividad corriente, con ascensiones muy frecuentes con diversos fines, como también las ejecutadas con aeroplanos y otros aparatos, que pronto conquistarán el aire y donde los accidentes, tal como lo mostraban las estadísticas, sucedian en una proporción insignificante lo que no justificaba el pesimismo que se había apoderado de buena parte de los aficionados locales.

En materia de accidentes terrestres, analizó los causados por automóviles y tranvías, y las críticas que se habían hecho de estos medios de transporte; medios que calificó como consecuencia lógica del progreso, de la necesidad de mejorar las comunicaciones y de la popularidad que habían tenido. Los temores y críticas empezaron a desvanecerse progresivamente, pues el gran público comprendió la necesidad de mejorar estos nuevos medios de locomoción. Agrego, que podría citar muchos otros ejemplos semejantes en apoyo de su tesis, siendo raro el caso de que la realización de cualquier progreso, no hubiera dado lugar a escenas más o menos parecidas. Y, la iniciativa de implantar la aerostación en el país no era diferente. Afirmando que contra ella, se habían formulado numerosísimas argumentaciones, al considerarla un nuevo factor que habría de provocar innumerables victimas, sin tener ninguna utilidad práctica, deducciones que sostuvo estaban muy lejos de la verdad.

Para él, muy pronto se habría de palpar el valor práctico de las ascensiones y el servicio que prestara en caso de una guerra y en la vigilancia de nuestras inmensas costas; sometidos entonces, por falta de medios, a una deficiente vigilancia aduanera y que encuentra en la navegación aérea, una vez perfeccionada, una ayuda irremplazable. Como medio deportivo, no vaciló en pronosticar que “será uno de los que ha de contar con numerosos adeptos, que habrá de producirse tan pronto como se inculque en el ánimo nacional el convencimiento de que los peligros de la aéroestación serán nulos comparados con los que ofrecen otros medios de movilidad y otros deportes en gran boga y que, sin embargo, se practicaban con verdadero entusiasmo”. Finalizó su artículo expresando que, “en ese día se verá que un globo no es un vehículo de muerte ni un juguete y que los temores que su empleo inspiraba, habrán desaparecido con el simple conocimiento de lo que es la aerostación y nadie lo discutirá”.

Atte.
Miguel
 
M

MIGUEL

Las Versiones Sobre Su Muerte...!!!


LA VERSIÓN TRADICIONAL

Despegó de Los Tamarindos para cruzar la cordillera

Corría el año de 1914. En nuestro país había llegado una novedad: “las máquinas voladoras”. Estos intrépidos pájaros de tela y madera que volaban al mando de osados pilotos desafiaban a la gravedad. Uno de ellos se llamaba Jorge Alejandro Newbery, quien a principios de 1910 se iniciaba en este deporte, como uno más entre tantos pioneros. Sus metas fueron la de volar más alto y más rápido. Esto lo consiguió a principios de febrero de 1914, cuando batió el récord mundial de altura superando los 6.200 metros.

Cuando regresó de Europa, Newbery se propuso realizar una de las hazaña mas importantes de la época: cruzar la cordillera de los Andes en aeroplano. A fines de febrero de ese año, se trasladó con su avión hacia Mendoza. Aquí se instaló en la ciudad y viajaba diariamente hacia el aeródromo de Los Tamarindos. Sus auxiliares realizaban los ajustes a la nave, con el objetivo de que estuviera en condiciones óptimas para emprender el cruce. Todo estaba listo, se iniciaba así la cuenta regresiva, solamente faltaban horas para vencer los Andes y llegar a Santiago de Chile.

En la tarde del 1 de marzo, el aviador Newbery se preparó para sacar su avión del hangar. Un centenar de personas estaban expectantes en el aeródromo de Los Tamarindos. Antes de emprender su vuelo, revisó el aeroplano, movió el timón de dirección y los alerones. Luego se colocó el casco, se ajustó su campera de cuero y se sentó dentro de la cabina de su avión Morane Saulnier H 80 HP de color gris muy claro. Un asistente dio un giro a la hélice y al grito de ¡contacto!, el motor se encendió con un potente rugido. Al acelerar, el avión empezó a desplazarse lentamente por el terreno. El público presente, con gestos de admiración, lo saludaba. Si Newbery cruzaba quedaría registrado como el primer aviador del mundo en llegar a alturas de 7.000 metros. El aeroplano fue tomando vuelo y comenzó a ganar altura en forma de espiral. Al llegar a unos 600 metros se dirigió hacia la cordillera. Newbery observó los pocos instrumentos de vuelo del precario avión; el reloj de la presión de aceite no indicaba ninguna anomalía, y el velocímetro no excedía de los 80 kilómetros por hora. Entonces un extraño ruido se sintió en una de sus alas. La máquina comenzó a vibrar por todos lados y descendió precipitadamente. El experimentado piloto con sangre fría, trató de nivelar el aparato que caía en barrena hacia el suelo. Tal vez, en esos instantes pasaron por su cabeza la imagen de su madre a la que le había prometido no volar más, la de su esposa y la culpa de haber fracasado en sus objetivos.

Segundos después, el avión se desplomó con tal fuerza que un terrible estruendo se escuchó a cientos de metros de distancia. La gente corrió conmovida por lo que había ocurrido. Al llegar, el Morane Saulnier yacía totalmente destruido y en su interior el cuerpo del ídolo sin vida, algunos trataron de sacarlo con cuidado, su rostro estaba muy golpeado y ensangrentado. Llantos y lamentos se escucharon por doquier. Jorge Newbery había muerto en Mendoza.

Su cuerpo fue velado en el Jockey Club Mendoza, luego conducido por tren hacia Buenos Aires . En la Capital Federal fue sepultado en el cementerio de la Chacarita. La noticia del luctuoso hecho conmovió a todo nuestro país y al mundo.


LA OTRA VERSIÓN

Quiso complacer a dos señoritas que lo habían desafiado

Para introducirnos en aquel hecho, tenemos que referirnos a Teodoro Fels quien, en los primeros días del mes de febrero de 1914, viajó con su avión Morane-Saulnier H de 80 HP desde Buenos Aires hasta San Luis. Allí tuvo que desistir de volar hacia Mendoza por problemas climáticos. Entonces partió en tren hasta la capital mendocina. El motivo de esta visita fue la participación con su aeroplano en los actos de la inauguración al monumento al Libertador y su Ejército de los Andes en el "Cerro del Pilar", luego llamado "de la Gloria", que se realizaría el 12 de febrero de 1914.

Desde Los Tamarindos, el puntano Fels y su amigo Mario Casale despegaron con sus aeroplanos rumbo al lugar del festejo. En lo mejor de la ceremonia, Fels practicó varias maniobras sobrevolando dicho lugar; lo mismo hizo Casale con el otro aparato. Luego los dos aviones regresaron al improvisado aeródromo.

En Buenos Aires, Jorge Newbery organizó los preparativos para viajar a Mendoza. Tiempo atrás había comentado a la prensa francesa la posibilidad de realizar un vuelo sobre la cordillera de los Andes, con la intención de cruzar y alcanzar una altura de 7.000 metros. Pero también Teodoro Fels, se estableció en nuestra provincia para realizar algo similar.

El lunes 22 de febrero, Newbery llegó en el tren internacional a la estación de ferrocarril de esta ciudad, acompañado por su amigo Benjamín Giménez Lastra. Al descender, lo recibieron sus amigos Fels, Charguelon y el señor Pimentel. Ese mismo día se trasladó hacia Puente de Inca, con el objeto de estudiar los vientos y observar del clima en esa región. Tiempo después, marchó en tren hacia Uspallata para continuar su exploraciones.

Cuando concluyó su trabajo de investigación, Newbery planteó la posibilidad de emprender esta hazaña para mediados de marzo. Inclusive, elaboró el itinerario de la ruta aérea que los dividió en 10 fases: partiría desde Mendoza, luego a Uspallata (siguiendo por el camino de la cumbre), Punta de Vacas; Cristo Redentor; Juncal; Río Blanco; Salto del Soldado; Los Andes; Batuco y por último Santiago de Chile. El veterano piloto sostuvo la posibilidad de salir desde Uspallata y no de la ciudad.

En Mendoza, el día 28 por la tarde, Newbery llegó hasta el improvisado campo de Los Tamarindos y practicó algunos reconocimientos. El público asistió a aquella exhibición. Luego, con el aeroplano de su amigo Fels, realizó un vuelo de prueba por la zona. Después de que aterrizó, Fels y Giménez Lastra nuevamente utilizaron la máquina y efectuaron varios giros que causaron estupor entre los presentes. Satisfecho con las referencias, el ingeniero Newbery decidió marcharse al otro día hacia Buenos Aires, para regresar a mediados de marzo con su avión Morane-Saulnier H.

El 1 de marzo, Newbery debía abordar el tren con destino a Buenos Aires, pero al mediodía, el gobernador Rufino Ortega (h) agasajó al distinguido visitante con un almuerzo. A la salida de hotel, se encontró con un grupo de señoritas que insistieron al ingeniero, a Fels y Giménez Lastra para realizar una breve exhibición. Como Newbery era supersticioso, ya que utilizaba un relicario como amuleto en cada viaje, dudó de emprender el vuelo, pero una de las jovencitas le insistió y le ofreció una medalla de la Virgen de Lourdes para la suerte.

Al llegar a los Los Tamarindos, Fels dio la orden de sacar del hangar su avión. Newbery invitó a Giménez para que lo acompañara en el vuelo. Cuando despegó el aparato, tomó altura suficiente, instantes después, la máquina perdió el equilibrio inclinándose sobre el ala izquierda en forma brusca. Newbery sacó un brazo afuera tomándose de la cabina para sujetarse y no ser despedido del asiento. Con su maestría reconocida estabilizó el aeroplano. A 600 metros el Morane-Saulnier inició su primer viraje. Newbery le dijo a Giménez Lastra que se agarrara bien. Hizo el giro sobre el ala izquierda, luego sobre la derecha y nuevamente a la izquierda. En esta maniobra, Giménez Lastra se tomó de los alambres del fuselaje porque presentía la caída. El aparato se fue de ala hacia la izquierda. En ese momento el piloto picó más y trató de corregir la marcha irregular del aeroplano. Tres veces Newbery estuvo a punto de hacer el looping, cuando por última vez pretendió nivelar el ángulo de caída. Pero era tarde: la máquina estaba muy cerca de la tierra. Paró el motor para levantarlo y luego, el terrible impacto. Estas fueron las últimas maniobras del intrépido piloto. El ingeniero Jorge Newbery murió en el acto; en cambio, Giménez Lastra sufrió considerables heridas pero se salvó.

La fatalidad quiso que aquel famoso aviador no pudiera concretar su anhelado sueño.



CONCLUSIÓN

Cuando murió, no tenía su avión para cruzar los Andes

Como hemos visto, la versión tradicional, nos cuenta que Jorge Newbery intentó cruzar la cordillera con rumbo a Chile, pero queda muy claro que el audaz piloto llegó a Mendoza solamente para estudiar el clima y las características en alta montaña. Es por eso que se trasladó a Puente de Inca y posteriormente a Uspallata. No solamente observó, sino que también proyectó una ruta o plan de vuelo, en el cual estableció un itinerario de 10 etapas. También quedó esclarecido que el ingeniero, no tenía su aeroplano en Los Tamarindos. Fels fue el único que realizó exhibiciones con su avión desde el 11 de febrero de 1914, porque fue invitado para los actos de la inauguración del monumento al Ejército de los Andes en el cerro de la Gloria.

Días antes de llegar a Mendoza, Jorge Newbery batió el récord mundial de altura y alcanzó los 6.225 metros en un aeroplano que solamente tenía un techo de 1.000 metros. Esto animó a Newbery a intentar la hazaña, que desde 1913 pensaba realizar.

El destino quiso que Jorge Newbery tomara la decisión equivocada, al aceptar la insinuación de las jovencitas que querían verlo volar, ya que ese día tenía listo el viaje hacia Buenos Aires, hacia donde llevaría todas sus observaciones para el cruce. Recordemos que su propósito era regresar unos días después a nuestra provincia con su aeroplano y sus auxiliares. La sorpresiva muerte le impidió ejecutar el viaje. Todo el mundo habló del fatal deceso y días después, el Aero Club Argentino, ofreció el avión de Newbery y dinero para emprender la hazaña, en una palabra, “vengar” la muerte de héroe.

Posteriormente, Alberto Macías aceptó aquel desafió. Partió en tren desde Buenos Aires, en el mismo convoy llevaba el aeroplano del extinto ingeniero. Arribó a Mendoza el día 15 de marzo. Luego de hacer trasbordo en la estación de Mendoza, se dirigió hacia Uspallata para volar rumbo a Santiago de Chile.

En la madrugada del 21 de marzo inició el raid. En cada una de las mangas de su campera de cuero llevaba un plano con el trazado del itinerario. En la izquierda, el de ida hacia la ciudad de Santiago y en la derecha tenía el de regreso a Mendoza. Estos y otros recursos fueron aportados por Newbery.

Un grupo de asistentes del ingeniero Macías, se dirigió hacia la villa de Los Andes, con tachos de combustible de 40 litros cada uno para abastecer en la travesía.

El avión despegó muy cerca de la Estancia de Uspallata. Primero comenzó a girar en forma de espiral para tomar altura y ascendió hasta llegar a los 2.800 metros . Un fuerte viento afectó su vuelo, derribándolo hacia el suelo. Perdió el control y cayó en una zona de piedras. Cuando se estrelló, parte del aeroplano quedó destruido. Alberto Macías salvó milagrosamente su vida, porque tenía puesto el cinturón de seguridad.

El fracasado intento que realizó Macías para cruzar los Andes, y el trágico suceso de Newbery que conmocionó al país en ese mismo mes, generó una tergiversación de los hechos que se transformó en leyenda .

Los nuevos datos aportados en esta conclusión, podrán aclarar al lector cual fue la verdadera historia.



Atte.-
Miguel
 
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