Hiroshima y Nagasaki

Leutnant

Colaborador
Colaborador
Leutnant: el Gral Hideki (no Togo) ya no era Primer Ministro en esos tiempos, debilitada su posicion, habia asumido las funciones de Jefe del Estado Mayor del Ejercito Imperial, luegode la derrota en Saipan fue forzado a presentar su renuncia.Por otra parte, ante presiones por parte de otros miembros del cabimete y de las mismas FFAA renuncio como Primer Ministro el 27 de Julio de 1944,por lo que mal pudo haber intervenido en negociacion alguna osteruior a esa fecha....​


Hola, Bennetucci!

No lo mencioné como artífice de ésta postura, sino como uno de los militares de mayor renombre asociados a élla (y no por nada tras 4 años de guerra total). Pése a haber sido apartado de su cargo, aún contaba con influencia en el generalato japonés, y fué inquebrantable su postura con respecto a la autoridad del Emperador, y en que éste no debía rebajar su investidura a una páz arreglada por miedo a los rusos, o por temor a que las islas principales fueran invadidas por los estadounidenses.



Saludos!!!
 
Hola Leutnant!; Ea mediados de 1944 Tojo estaba totalmente desacreitado, solo un grupo de oficiales del ejercito ultra-nacionalistas le rendian corte...Los rusos, a pesar de las promesas que le hizo en 1941 Stalin a Matsuoka (embajador japones en Moscu:, a quien en acto inusutado para Stalin,, acompaño hasta la estacion de FFCC al regersar este al Japon en 1941, y tomandole por el brazo le espeto"Somos Orientales, debemos permanecer juntos" Los rusos solo declararon la guerra al Japon luego que las bomas atomicas fueron arrojadas, y su accion se limito a invadir Manchuria, que tomaron casi sin incidentes algunos, y capturaron al Ejercito de Manchuria(o sea Japones) intacto, con todo su arsenal...Stalin pretendia la peninsula de Kamchadka, y aqui Truman le paro el carro en seco....
Saludos
 

tanoarg

Miembro del Staff
Moderador
Hola Leutnant!; Ea mediados de 1944 Tojo estaba totalmente desacreitado, solo un grupo de oficiales del ejercito ultra-nacionalistas le rendian corte...Los rusos, a pesar de las promesas que le hizo en 1941 Stalin a Matsuoka (embajador japones en Moscu:, a quien en acto inusutado para Stalin,, acompaño hasta la estacion de FFCC al regersar este al Japon en 1941, y tomandole por el brazo le espeto"Somos Orientales, debemos permanecer juntos" Los rusos solo declararon la guerra al Japon luego que las bomas atomicas fueron arrojadas, y su accion se limito a invadir Manchuria, que tomaron casi sin incidentes algunos, y capturaron al Ejercito de Manchuria(o sea Japones) intacto, con todo su arsenal...Stalin pretendia la peninsula de Kamchadka, y aqui Truman le paro el carro en seco....
Saludos
asi es...aunque hay una salvedad importante que remarcar...la invasion de urss a japon, comenzo el 8 de agosto...un dia antes de nagazaki...un detalle mas como quien dice.
realmente un gusto dialogar con usted estimado.
un abrazo
pd: aunque no es necesario aclararlo para los mas entendidos, si lo es para los que no estan muy empapados en el tema...Tojo y Togo, eran dos personas diferentes, con cargos diferentes.
un abrazo nuevamente.
 
asi es...aunque hay una salvedad importante que remarcar...la invasion de urss a japon, comenzo el 8 de agosto...un dia antes de nagazaki...un detalle mas como quien dice.
realmente un gusto dialogar con usted estimado.
un abrazo
pd: aunque no es necesario aclararlo para los mas entendidos, si lo es para los que no estan muy empapados en el tema...Tojo y Togo, eran dos personas diferentes, con cargos diferentes.
un abrazo nuevamente.

Yo no creo en las casualidades amigo tano y menos en políticia internacional, todas las decisiones tienen su razón de ser, justo, justo un día después de la invasión soviética la segunda bomba nuclear, mensajito para Stalin.

Un abrazo
 
realmente un gusto dialogar con usted estimado.
un abrazo
pd: aunque no es necesario aclararlo para los mas entendidos, si lo es para los que no estan muy empapados en el tema...Tojo y Togo, eran dos personas diferentes, con cargos diferentes.
un abrazo nuevamente

Creo que si el Almirante Togo se enterara de la vileza de Tojo, se daba vuelta en su tumba hahahahaha!
Es, igualmente un placer dialogar contigo

Un abrazo!
Albert
 
asi es...aunque hay una salvedad importante que remarcar...la invasion de urss a japon, comenzo el 8 de agosto...un dia antes de nagazaki...un detalle mas como quien dice.
realmente un gusto dialogar con usted estimado.
un abrazo
pd: aunque no es necesario aclararlo para los mas entendidos, si lo es para los que no estan muy empapados en el tema...Tojo y Togo, eran dos personas diferentes, con cargos diferentes.
un abrazo nuevamente.

Buenas

Creo haber leído que la invasión de Manchuria por parte del ejercito rojo estaba preparándose hace meses y se inició como estaba planificada el 9 de agosto (no el 8),pero igual Stálin que no sabía nada de las bombas nucleares antes, tampoco sabía demasiado (o algo siquiera) sobre lo que había pasado en Hiroshima. ( menos sabía que iba a pasar en Nagasaki,obvio)

Saludos
 
Copperhead: Stalin sabia que los EEUU ooseia una bomba atomica antes de Postdam, prueba es que cuando Trumman le indico que los EEUU estaban listos para utilizar una bomba nueva de enorme poder, Stalin no se inmuto...Señal que ko sabia, Molotov informo al embajador japones en Moscu ,Saito sobre la invasion el 8 de Agosto, a las 2300..Por otra parte,la invasion ya habia sido acordada por la URSS en Teheran y Yalta..
Saludos

Truman Tells Stalin, July 24, 1945

Most of the groups and individuals who had considered the subject -- from the Scientific Panel to the writers of the Franck Report -- believed it necessary to inform the USSR of the imminent success of the Manhattan project. Failure to do so, they believed, would guarantee a post-war atmosphere of suspicion and hostility.
At the Potsdam Conference, however, President Truman chose to tell Stalin only that the U.S. possessed "a new weapon of unusual destructive force." Truman's decision raises an obvious question: Since Stalin would learn of the existence of the atomic bomb the day it was used, if he did not know already, what purpose could be served by Truman's tactic?
Truman's announcement to Stalin can be seen here from the accounts of the different observers. Each describes the same event, but the event appears in a different light to each observer. Did the "master politicians" Truman, Churchill, and Byrnes know what they were doing? Or did they make a tragic blunder?
 
Buenas

A. Benetucci, ¿Puede ser lo de la fecha que haya informado al embajador el 8 'tardecito' pero la acción empezar el 9 'temprano'?
O tal vez no, ya sabe como eran en lo de las fechas los 'señores rusos'eeeek
Recuerde lo de la revolución de octubre, que fue en noviembre, lo del cumpleaños del lider (tenía otra fecha a la real), el pacto en que se repartieron Polonia ( el tratado de amistad y fronteras) fue firmado el 29 de septiembre a las 5 a.m. y se le puso fecha del 28. En fin , en la historia estos datos son solo anécdotas menores.
Y sobre lo de avisarle a Stalin, parece ser que fue una cosa bien a la pasada y que el tio Joe puede haber pensado cualquier cosa (como en una super gran slam tal vez), porque recuerdo haber leído que los mandos a cargo de la construcción tan seguros de que funcionara la bomba, no estaban.

Saludos
 
Y si, los sovieticos eran tan taricioneros como los japos, quienes atacaban antes de declarar la guerra (Guerra Sino-japonesa, 1894-95), Guerra Ruso-Japonesa (1904-195) Pearh Harbour etc.
Uncle Joe tenia ya info de sus espias, fijate en esto..


Klaus Fuchs
Dubbed the most important atomic spy in history, Klaus Fuchs was a primary physicist on the Manhattan Project and a lead scientist at Britain's nuclear facility by 1949. Just weeks after the Soviets exploded their atomic bomb in August 1949, a Venona decryption of a 1944 message revealed that information describing important scientific processes related to construction of the A-bomb had been sent from the United Sates to Moscow. FBI agents identified Klaus Fuchs as the author.
Born in Germany in 1911, Fuchs joined the Communist Party as student, and fled to England during the rise of Nazism in 1933. Attending Bristol and Edinburgh universities, he excelled in physics. Because he was a German national he was interned for several months in Canada but returned and cleared to work on atomic research in England. By the time he became a British citizen in 1942, he had already contacted the Soviet Embassy in London and volunteered his services as a spy. He was transferred to the Los Alamos lab and began handing over detailed information about the bomb construction, including sketches and dimensions. When he returned to England in 1946, he went to work at Britain's nuclear research facility, and passed information on creating a hydrogen bomb to the Soviet Union. In December 1949, authorities, alerted by the Venona cable, questioned him. In a matter of few weeks, Fuchs confessed all. He was tried and sentenced to 14 years in prison. After serving nine years he was released to East Germany, where he resumed work as a scientist. He died in 1988.

Theodore Hall
For nearly half a century Fuchs was thought to have been the most significant spy at Los Alamos, but the secrets Ted Hall divulged to the Soviets preceded Fuchs and were also very critical. A Harvard graduate at age 18, Hall, at 19, was the youngest scientist on the Manhattan project in 1944. Unlike Fuchs and the Rosenbergs, he got away with his misdeeds. Hall worked on experiments for the bomb that was dropped on Nagasaki, the same type that the Soviet detonated in 1949. As a boy, Hall witnessed his family suffer during the Great Depression and his brother advised him to drop the family name Holtzberg to escape anti-Semitism. Such harsh realities of the American system affected young Hall, who joined the Marxist John Reed Club upon arrival at Harvard. When he was recruited to work at Los Alamos, he was haunted, he explained decades later, by thoughts of how to spare humanity the devastation of nuclear power. Finally, on leave in New York in October 1944, he decided to equalize the playing field, contacted the Soviets and volunteered to keep them apprised of the bomb research.With the help of his courier and Harvard colleague, Saville Sax (a ferventcommunist and aspiring writer), Hall used coded references to Walt Whitman's Leaves of Grass to set up meeting times. In December 1944 Hall delivered what was probably the first atomic secret from Los Alamos, an update on the creation of the plutonium bomb. In the fall of 1946 he enrolled in University of Chicago, and was working on his PhD in 1950 when the FBI turned its spotlight on him. His real name had surfaced in a decrypted message. But Fuch's courier, Harry Gold who was already in prison, could not identify him as the man, other than Fuchs, that he had collected secrets from. Hall never went to trial. After a career in radiobiology, he moved to Great Britain and worked as a biophysicist until his retirement. When the 1995 Venona declassifications confirmed his spying from five decades earlier, he explained his motivations in a written statement: "It seemed to me that an American monopoly was dangerous and should be prevented. I was not the only scientist to take that view." He died in 1999 at age 74.
Harry Gold, David Greenglass, Ethel and Julius Rosenberg
When Klaus Fuchs confessed in January 1950, his revelations would lead to the arrest of the man to whom he had passed the atomic secrets in New Mexico, even though the courier had used an alias. Harry Gold, a 39-year-old Philadelphia chemist had been ferrying stolen information, mainly from American industries, to the Soviets since 1935. When the FBI found a map of Santa Fe in Gold's home, he panicked and told all. Convicted in 1951 and sentenced to 30 years, his confession put authorities on the trail to other spies, most famously Julius and Ethel Rosenberg and Ethel's brother David Greenglass. After being drafted into the Army, David Greenglass was transferred to Los Alamos in 1944, where he worked as a machinist. Encouraged by his brother-in-law, Julius Rosenberg, a New York engineer and devoted communist who actively recruited his friends to spy, Greenglass soon began supplying information from Los Alamos.
In addition to Fuchs and Hall, Greenglass was the third mole at the Manhattan Project, although they did not know of each other's covert work. In 1950 as the atomic spy network unraveled, Gold, who had picked up material from Greenglass in New Mexico, positively identified Greenglass as his contact. That identification turned the investigation away from Ted Hall, who initially was a suspect. Greenglass confessed, implicating his wife, his sister and his brother-in law. To lessen their punishment, his wife came forward, providing details of her husband and her in-laws' involvement. She and Greenglass had given Julius Rosenberg handwritten documents and drawings of the bomb, and Rosenberg had devised a cut-up Jell-O box as a signal. The Venona decryptions also corroborated the extent of Julius Rosenberg's spy ring, though they were not made public. The Rosenbergs, however, denied everything and adamantly refused to name names or answer many questions. They were found guilty, sentenced to death in 1951 and despite pleas for clemency, executed on June 19, 1953 in the electric chair at Sing-Sing prison in New York. Because they chose to cooperate, Greenglass received 15 years and his wife was never formally charged.

Saludos
 
Buenas

Muy interesante información A.Bennetucci. Entonces algo tenía que saber Stalin,no? .

No entendí muy bien que era eso de 'Venona' en el caso de K.Fuchs?

¿Tienes alguna fuente que se pueda consultar sobre el desarrollo de la bomba nuclear por parte de la URSS ?(para no salirnos del tópico)Si es en español, mejor.

Saludos
 
Si, al Tio Joe no se le escapaba una! en castellano no di con nada interesante, en ingles si:


Soviet atomic bomb project - Wikipedia, the free encyclopedia

en.wikipedia.org/wiki/Soviet_atomic_bomb_project

Y recomiendo esto tambien:
Klaus Fuchs - Wikipedia, the free encyclopedia

en.wikipedia.org/wiki/Klaus_Fuchs
Venona project

From Wikipedia, the free encyclopedia

The Venona project was a long-running secret collaboration of the United States and United Kingdom intelligence agencies involving cryptanalysis of messages sent by intelligence agencies of the Soviet Union, the majority of them during World War II. At least 13 codewords for the project were used by American and British intelligence agencies, including the National Security Agency (NSA); "Venona", a term with no known meaning, was the last. (In the decrypted documents issued from the NSA, "VENONA" is written in capitals, but lowercase is common in modern journalism.) It was not until 1995 project materials were released by the U.S. government. Analysis supported some criminal spy cases, such as that against Julius Rosenberg for some of the charges, but cast doubt on the case against his wife Ethel Rosenberg.
Saludos
 

Julian5000

Colaborador

Foto: Archivo
La noche antes de lanzar la bomba sobre Hiroshima, el entonces coronel Paul Tibbets ordenó que pintaran el nombre de su madre sobre la trompa del avión. Enola Gay escribieron los mecánicos con grandes letras negras de imprenta. Ese extraño bautismo, improvisado en una diminuta isla del Pacífico horas antes del primer bombardeo atómico de la historia, despertaría con el tiempo la curiosidad morbosa de legiones de periodistas y escritores, quienes trataron de encontrar una explicación razonable para ese rito que, en definitiva, identificó para siempre a una madre del medio oeste norteamericano con aquella hecatombe nuclear. Al finalizar la guerra, Tibbets mismo alentó ciertas hipótesis desconcertantes al explicar que el bautismo había sido "un homenaje" y que no le incomodaba que el nombre Enola Gay quedara asociado a la explosión. "Son dos palabras fáciles de recordar -precisó en uno de los pocos reportajes que ha concedido en su vida- y cuando mi avión sea exhibido en un museo nadie lo va a confundir con otro".Pero el B-29 jamás fue admitido en el Museo Nacional del Espacio de Washington, donde conviven, entre otros, el Spirit of Saint Louis, de Lindbergh, el módulo lunar Eagle de Neil Armstrong y medio centenar de aviones de combate de las dos guerras mundiales. La presencia del Enola Gay sería, todavía hoy, demasiado provocativa para muchos visitantes, sobre todo para las oleadas de turistas japoneses que pasean entre los viejos aviones con sus Nikon colgadas al cuello. Lo que hicieron las autoridades del museo fue relegarlo a un anonimato piadoso pero vergonzante: argumentaron que era "demasiado grande" para ser exhibido y lo arrumbaron en un hangar anónimo de la Fuerza Aérea en el estado de Maryland. Tibbets tuvo mejor suerte que su avión. Pero a diferencia del B-29 nunca pudo refugiarse en la paz que trae el olvido. Tampoco sabe, cuarenta y tres años después de finalizada la guerra, cómo lo recordará la historia. Ni siquiera cómo lo recordarán los norteamericanos de las próximas generaciones. En el momento en que lo nombraron comandante del supersecreto Grupo 509 de la fuerza aérea de los Estados Unidos -cuyo objetivo era arrojar la primera bomba atómica- ya era un piloto famoso y tocado por la gloria. Había realizado 40 misiones sobre la Alemania nazi y siempre había logrado traer de regreso a casa a sus bombarderos ametrallados por el enemigo. Hiroshima lo convirtió, de la noche a la mañana, en un héroe nacional. Era el piloto temerario que con una sola misión sobre territorio japonés y una bomba con un poder explosivo equivalente a 20.000 toneladas de TNT había acelerado el fin de la lucha en el Pacífico y salvado de una muerte segura a decenas de miles de marines. Dos días después de Hiroshima se ofreció como voluntario para Nagasaki, pero sus superiores no lo dejaron ir: era un hombre demasiado valioso como para arriesgarlo en un segundo vuelo. Fue entonces cuando el público conoció los primeros informes de lo que había sido Hiroshima. El Enola Gay dejó caer la bomba a las ocho y cuarto de la mañana del 6 de agosto de 1945. La explosión ocurrió en el aire, a unos 570 metros sobre el hospital Shima, ubicado en el centro de la ciudad. En los primeros 9 segundos murieron 100.000 personas y otras 100.000 quedaron heridas, muchas de ellas de gravedad. La temperatura en el lugar del impacto alcanzó los 50 millones de grados centígrados; a dos kilómetros de distancia el calor era de 1800 grados. La onda expansiva -con una fuerza de un kilo por centímetro cuadrado- derribó 60.000 edificios de un soplo y convirtió el centro de la ciudad en un descomunal baldío radiactivo. Los sobrevivientes dijeron, simplemente, que aquella mañana "el cielo se derrumbó sobre ellos y luego volvió a levantarse". Pocas veces alguien dio una definición tan breve y a la vez tan fiel del infierno. Cuando las cifras de Hiroshima llegaron a diarios de todo el mundo, los científicos del Proyecto Manhattan, los padres de la nueva arma, comprendieron también que ésta había estallado sobre la conciencia de los norteamericanos. Poco después Tibbets fue convertido en uno de los blancos predilectos de los movimientos antinucleares y pacifistas. Pese a que ha evitado durante años los reportajes y que lo confronten con la imagen que millones de personas se han hecho de él, aceptó días atrás una larga entrevista con LA NACION.

-La primera pregunta puede resultar impertinente, pero tratándose del piloto de Hiroshima conviene dejar algo en claro antes de avanzar con el reportaje. ¿Estuvo alguna vez internado o recibió tratamiento psiquiátrico después de la guerra?

-Es la pregunta que me persigue desde hace 40 años, pero le agradezco que la haya hecho. La respuesta es bien simple. Nunca estuve internado y nunca me vio un psiquiatra.

-Sin embargo, a usted le consta, la historia de su presunta locura está vigente en muchos países y...

-Lo sé, lo sé. Es el resultado de una campaña muy bien orquestada por los comunistas y su objetivo no es poner en tela de juicio mis facultades mentales o mi integridad moral, sino desacreditar a los Estados Unidos por haber utilizado la bomba. Después de tantos años yo debería responder a su pregunta con una carcajada, pero entiendo que puede ser útil para que los lectores de la Argentina sepan la verdad de una buena vez.

-Sin entrar a discutir esa campaña de desprestigio que menciona, hay hechos objetivos que podrían explican el origen del rumor. Por ejemplo, que uno de los tripulantes del avión meteorológico de la misión a Hiroshima haya sido detenido cuando intentaba asaltar un banco de Texas con un arma de juguete.

-El hombre que usted menciona se llama Claude Eatherly y era el piloto del Straight Flush, uno de los dos aviones meteorológicos. A fines de los años cincuenta la policía lo encontró borracho en un bar y lo detuvo. Eatherly se defendió diciendo que nadie podía llevar preso al héroe de Hiroshima. Un periodista que estaba en el lugar escuchó parte del diálogo y lo publicó. Poco después la revista Newsweek lo reprodujo sin documentar los hechos y otro tanto hicieron las agencias internacionales de noticias. Cuando Eatherly salió de la cárcel su inestabilidad mental se agudizó y continuó comportándose en público como si realmente fuera el piloto de Hiroshima.

-Esto no explica por qué su nombre sigue despertando polémicas dentro de los Estados Unidos. ¿No cree que después de tantos años de Hiroshima sigue siendo un tema difícil para la conciencia pública de los norteamericanos?

-En primer lugar quiero aclararle que la posición oficial del gobierno sobre mi conducta no ha cambiado. Estoy considerado un piloto que cumplió órdenes y las cumplió con eficiencia. Pero evidentemente estamos ante un tema muy emocional, un hecho histórico ante el cual no se puede permanecer indiferente. Muchos grupos que se oponen a las armas atómicas, a la guerra, a la violencia, incluso al uso pacífico del átomo, critican mi papel en la guerra. Pero yo no lo siento como un ataque personal, sino como una utilización ideológica de mi persona, por decirlo de alguna manera. Me han convertido en una figura pública a pesar mío. No hay que olvidar tampoco que la percepción que millones de personas tienen sobre Hiroshima cambia con los años. En la década del sesenta hubo una moda en este país que consistió en poner en duda todo lo que tuviese que ver con la energía nuclear.

-En realidad, las primeras dudas sobre la bomba, no sobre el uso pacífico de la energía nuclear, las tuvieron los científicos del Proyecto Manhattan el mismo día en que realizaron la explosión inicial en el desierto de Nuevo México, varias semanas antes de Hiroshima. ¿Cuál fue realmente la actitud de Oppenheimer, Einstein, Szilard y los demás "padres de la bomba" cuando se enteraron de que ya había un blanco elegido en Japón?

-Antes de responder, quiero destacar un hecho que la gente olvida a menudo pese a que es muy importante. Me refiero a que todos, absolutamente todos los científicos involucrados en el plan eran extranjeros. La mayoría había llegado a nuestro país escapando de la amenaza nazi, y su visión de la física y del mundo que los rodeaba era puramente científica. Para ellos el Proyecto Manhattan era nada más ni nada menos que el gran camino para explorar las posibilidades que se abrían a partir de la división del átomo. No estaban habituados a las especulaciones políticas. Muchos menos a los análisis de estrategia militar. Esta gran paradoja, a mi entender, explica por qué cuando finalmente desarrollan la bomba empiezan a dudar sobre el impacto histórico y moral que tendrá esa monumental fuerza destructora. Finalmente llegan a la conclusión de que no era conveniente arrojarla y se lo dicen a Truman.

-Varios historiadores sugieren que Truman nunca hubiera aprobado un ataque nuclear sobre Berlín. Es lo que llamaron el factor étnico de Hiroshima.

-Eso es incorrecto. En septiembre de 1944 las instrucciones secretas que recibió nuestro grupo mencionaban la posibilidad de una acción dividida, es decir, operar sobre blancos diferentes. Siempre entendí que hablábamos del frente del Pacífico, no de Alemania. Pero si la guerra en Europa continuaba habríamos dejado caer la bomba en Alemania, no tengo ninguna duda.

-¿Cómo se tomó entonces la decisión final?

-Fue el día 1° de junio. Hasta donde yo fui informado, Truman se arrogó la responsabilidad final después de escuchar a todos sus asesores. Como comprenderá no fue una decisión fácil. No sólo los científicos se oponían, sino también algunos miembros del gabinete, incluido el almirante King, que era jefe del Comité de Guerra. Pero el general George Marshall había preparado un informe a favor del ataque con argumentos muy sólidos; le había advertido al presidente que invadir Japón a punta de bayoneta iba a costar alrededor de un millón de muertos más, entre combatientes norteamericanos y japoneses, sin contar a los civiles. Un dato muy interesante sobre el ataque a Hiroshima (y durante años uno de los secretos mejor guardados de la Segunda Guerra) es que Truman lo consultó a Winston Churchill en la reunión de Yalta, y éste estuvo de acuerdo en que la bomba aceleraría el final de la guerra en el Pacífico.

-Hábleme del 6 de agosto de 1945.

-La mayoría de la gente sigue creyendo que la parte más difícil era dejar caer la bomba en el lugar y el momento precisos o escapar de los cazas enemigos después del ataque. En realidad, el gran desafío era armar la bomba en el aire. En ese momento teníamos en la base aérea de Tinian -desde donde salió la misión- unos 600 bombarderos y unos 30.000 hombres entre pilo-tos, soldados y mecánicos. Los científicos sabían que si intentábamos decolar con la bomba lista y algo le pasaba al avión, sencillamente haríamos desaparecer toda la isla. Entonces, desarrollé una estrategia para armar la bomba a unos 15.000 pies de altura; descubrí que era donde el avión se sacudía menos en esa época del año. Recuerdo que mientras poníamos a punto la misión hice una de las preguntas más estúpidas de mi vida. "¿Qué ocurre si agarramos un pozo de aire mientras ustedes están trabajando con la bomba?", le pregunté a los científicos. "Nunca nos daremos cuenta", respondió. El nombre en código del artefacto era gimmick (engaño, en inglés) y todos los cálculos de vuelo estaban escritos en papel de arroz, de modo que si la misión abortaba, cada uno podía tragarse sus anotaciones antes de caer en manos de los japoneses.

-¿Qué sintió exactamente al ver el hongo elevándose sobre Hiroshima?

-La bomba demoró 54 segundos en caer y fueron los segundos más largos de la historia. Entonces vi el resplandor y cuando la luz llegó al avión sentí un gusto a amalgama en la boca (años después un físico me explicó que la energía atómica liberada había actuado sobre la mezcla de plomo y plata con que el dentista había arreglado una de mis muelas). Desde entonces tengo la extraña sensación de que la bomba atómica tiene gusto a amalgama. Diez segundos después del estallido nos alcanzó la primera onda expansiva. En seguida nos golpeó la segunda y el avión se estremeció como si lo hubiese alcanzado el fuego antiaéreo. Yo seguí girando hacia la izquierda hasta completar un círculo sobre Hiroshima. El hongo atómico seguía creciendo y a los dos minutos llegaba hasta los 30.000 metros de altura. Era una imagen terriblemente conmovedora. Cuando finalmente enderecé el avión y miré por primera vez hacia abajo me di cuenta de que sólo quedaban algunos edificios en ruina en los barrios alejados: la ciudad entera había desaparecido. Yo había escuchado varias descripciones posibles sobre cómo sería la explosión, pe-ro aquello era absolutamente increíble y desolador. Ahora que han pasado los años sigo pensando que aquélla fue una decisión correcta y en iguales circunstancias volvería a arrojar la bomba.

-Usted ha hecho un relato técnico del 6 de agosto, sin revelar para nada cuáles eran sus sentimientos, como si hubiese visto todo en una película en lugar de ser uno de los protagonistas. ¿No le resulta extraño?

-Imagino a dónde quiere llegar. Pero yo no puedo sentirme culpable por ser un hombre frío, técnico diría, obsesionado por la perfección. Mi relato es el de un piloto profesional que arrojó una bomba y eso es exactamente lo que yo era en 1945. Un sentimental jamás habría piloteado aquel avión. Creo que una de las cosas que más le molestaron a mucha gente durante años es que nunca me haya arrepentido. Pero nunca perdí una noche de sueño por la bomba de Hiroshima.

-La victoria justifica los medios.

-Absolutamente.

-Pero obedecer en circunstancias tan excepcionales como las que usted vivió no lo habrá privado de la duda o de interrogantes de orden moral.

- Como le expliqué, las órdenes no se discuten, se cumplen. Yo acepté la misión de Hiroshima porque mis superiores me lo ordenaron. Pero debo agregar que no fue algo que hice en contra de mis convicciones. Estuve, estoy y estaré siempre de acuerdo en que en aquel contexto histórico fue una decisión acertada.

Publicado el 17 de julio de 1988 en la revista de LA NACION
BIO
Profesión: piloto, coronel de la fuerza aérea de EE.UU.

Edad: 73 años al momento de la entrevista. Falleció en 2007.

Cuando Paul Tibbets fue entrevistado por LA NACION en 1988, hacía apenas un año que se había jubilado en la Executive Aviation, una empresa de alquiler de jets privados. Fue uno de los héroes norteamericanos más polémicos y condecorados de la Segunda Guerra.
Fuente:http://www.lanacion.com.ar/1629019-paul-tibbets-nunca-perdi-una-noche-de-sueno-por-hiroshima
 

77 años desde el día en que el tiempo se detuvo: ¿fue necesario el horror nuclear de Hiroshima y Nagasaki?​

David Nieto
Publicado:9 ago 2022 17:06 GMT

Hace 77 años, el 6 y el 9 de agosto de 1945, Estados Unidos destruyó completamente las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki. El número de víctimas de la tragedia fue de más de 450.000 y los supervivientes siguen sufriendo enfermedades causadas por la radiación.

Aunque ambas ciudades ya han sido reconstruidas, sus habitantes siguen soportando el peso de aquella terrible tragedia. La historia de los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki y los recuerdos de los supervivientes traen consigo un profundo debate que, por generaciones, ha hecho que los expertos cuestionen la necesidad de un arma tan efectiva como letal, capaz de desatar el infierno en la Tierra.

Еl día en que el tiempo se detuvo​

El 16 de julio de 1945, los científicos estadounidenses que trabajaban en el Proyecto Manhattan realizaron con éxito la primera explosión nuclear de la historia en la prueba 'Trinity' en Alamogordo, Nuevo México. Con la Segunda Guerra Mundial aún en curso en el Pacífico, los preparativos para utilizar bombas nucleares contra Japón avanzaron.

El 6 de agosto de 1945, a las 08:15, se lanzó la primera bomba atómica sobre el centro de Hiroshima. Bautizada como 'Little Boy', esta bomba de uranio nunca había sido probada antes, pero los científicos estaban seguros de que funcionaría. Asimismo, Hiroshima no fue elegida al azar como objetivo del primer ataque. Esa ciudad reunía todos los criterios para obtener el máximo número de víctimas y de destrucción: un lugar llano rodeado de colinas y edificios bajos y altamente inflamables por ser en su mayoría de madera.

El ataque arrasó completamente la ciudad. Todo lo que rodeaba el epicentro de la explosión se convirtió instantáneamente en cenizas, y hasta en las paredes de algunas casas quedaron siluetas humanas. Las manecillas de casi todos los relojes de Hiroshima se detuvieron a las 08:15, el momento de la explosión. Algunas de ellas están recogidas en el Museo de la Paz como objetos de exposición. Según diversas estimaciones, en cuestión de segundos perecieron entre 80.000 y 140.000 personas, mientras que otras 100.000 resultaron gravemente heridas.


Un reloj que se detuvo exactamente a las 8:15 de la mañana en el Museo Conmemorativo de la Paz de Hiroshima.SOPA Images / Gettyimages.ru

Tres días después, en la mañana del 9 de agosto, un segundo avión estadounidense se elevó desde la base aérea de la isla de Tinian, en el océano Pacífico. La bomba nuclear que transportaba llevaba el nombre en clave 'Fat Man'. Se trataba de una bomba de implosión más sofisticada, basada en plutonio, que había sido probada en la prueba 'Trinity'. El objetivo principal era la ciudad de Kokura. Sin embargo, debido a una espesa capa de nubes, la tripulación de la aeronave se decantó por el objetivo secundario: Nagasaki.

'Fat Man' era casi el doble de potente que 'Little boy', pero la imprecisión en la puntería y el terreno local redujeron en cierta medida los daños de la explosión. De igual manera, los efectos del bombardeo fueron devastadores: en el momento de la explosión, a las 11:02, murieron 74.000 personas, otras 75.000 sufrieron heridas graves. El número de víctimas por enfermedades derivadas de la radiación siguió creciendo en los años siguientes.


Vista de la devastación causada por la bomba atómica que fue lanzada sobre Hiroshima, Japón el 6 de agosto de 1945.IWM/Getty Images / Colaborador / Gettyimages.ru


Las bombas no acabaron con la guerra​

La opinión generalizada en EE.UU. durante los últimos 77 años ha sido que los bombardeos sobre Hiroshima y Nagasaki eran la única forma de poner fin a la Segunda Guerra Mundial sin una invasión, que habría costado cientos de miles de vidas estadounidenses y japonesas. La lógica de este razonamiento sostiene que las bombas no solo pusieron fin a la guerra, sino que lo hicieron de la forma más humana posible.

El Estado Mayor Conjunto de EE.UU. argumentó que ningún gobierno japonés se había rendido a una potencia extranjera en los 2.600 años de historia del país y ninguna unidad militar japonesa se había rendido en todo el transcurso de la Guerra del Pacífico. Además, la exigencia aliada de una rendición incondicional llevó a los japoneses a temer que el emperador Hirohito, al que muchos consideraban una deidad, fuera juzgado como criminal de guerra y ejecutado, recuerda el historiador militar Richard Frank, del Instituto de Investigación de Política Exterior.


Uno de los cinco casquillos originales fabricados para la bomba atómica 'Little Boy' en el Museo Imperial de la Guerra en Londres, Inglaterra.Leon Neal / Fotógrafo de plantilla / Gettyimages.ru

"No había un punto final predecible en este proceso. Si no se producía una capitulación organizada, las bajas estadounidenses (y aliadas) podían producirse en cualquier punto de un vasto continuo que iba desde los cientos de miles hasta bastante más de un millón", estimó Frank.

El entonces secretario de Guerra de EE.UU., Henry Stimson, justificó el uso de la bomba atómica argumentando que en julio de 1945 no se percibía ningún signo de "debilitamiento en la determinación japonesa de luchar en lugar de aceptar la rendición incondicional". Mientras tanto, Washington planeaba intensificar sus operaciones militares y lanzar una invasión del archipiélago japonés en noviembre.

"Calculamos que si nos viéramos obligados a llevar a cabo este plan hasta su conclusión, los principales combates no terminarían hasta la última parte de 1946, como muy pronto", escribió Stimson. "Me informaron de que tales operaciones podrían costar más de un millón de bajas solo a las fuerzas estadounidenses", agregó.

Mientras, el reconocido físico estadounidense Karl Taylor Compton, consejero delegado del presidente Truman sobre el uso de la bomba atómica, defendió que si no se hubiera utilizado esta poderosa arma "habría habido muchos más meses de muerte y destrucción a una escala enorme". En última instancia, los expertos militares estadounidenses concuerdan en que la muerte de civiles japoneses no se planteó como un fin, sino como un medio.


Un torii sigue en pie en el lugar de un santuario sintoísta tras la explosión atómica del 9 de agosto de 1945 en Nagasaki, Japón.Historical / Gettyimages.ru

No obstante, los críticos cuestionaron la moralidad y la necesidad de los bombardeos, argumentando que la principal razón de la rendición de Japón fue la entrada de la Unión Soviética en la guerra el 8 de agosto, que lo cambió todo para los dirigentes nipones, quienes reconocieron en privado la necesidad de capitular rápidamente.

"Las abrumadoras pruebas históricas de los archivos estadounidenses y japoneses indican que Japón se habría rendido ese agosto, incluso si no se hubieran utilizado las bombas atómicas, y los documentos demuestran que el presidente estadounidense Harry Truman y sus asesores más cercanos lo sabían", apunta Gar Alperovitz, profesor de Economía Política en la Universidad de Maryland.

Los soviéticos invadieron la región china de Manchuria, ocupada por Japón, en la medianoche del 8 de agosto. Como se predecía, este ataque alarmó a los líderes japoneses, ya que no podían luchar en una guerra de dos frentes.

"La Unión Soviética tomará no solo Manchuria, Corea y Karafuto, sino también Hokkaido. Esto destruiría los cimientos de Japón. Debemos terminar la guerra cuando podamos tratar con EE.UU.", afirmó el primer ministro nipón, Kantaro Suzuki, el 10 de agosto de 1945.


Operación tormenta de agosto (batalla de Manchuria), la población de Harbin, Manchuria saluda a los soldados victoriosos del Ejército Rojo después de que los japoneses rindieran la ciudad el 20 de agosto de 1945.Sovfoto

Aunque la mayoría de los estadounidenses no estén familiarizados con esta historia, el Museo Nacional de la Armada de EE.UU., en Washington, reconoce en una placa de una exposición sobre la bomba atómica que "la vasta destrucción causada por los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki y la pérdida de 135.000 personas tuvo poco impacto en el Ejército japonés. Sin embargo, la invasión soviética de Manchuria les hizo cambiar de opinión".

La huella de la radiación​

Después de la guerra, durante la ocupación estadounidense, se inició una amplia reconstrucción en ambas ciudades. En Hiroshima se promulgó un plan de planificación integral en 1950 y la urbe se convirtió rápidamente en un centro industrial de la región. En Nagasaki, grandes partes de la ciudad histórica sobrevivieron a la guerra y servirían de gran atractivo para los turistas. Ambas ciudades se convirtieron en centros espirituales del movimiento para prohibir las armas nucleares. Asimismo, el casco en ruinas del Salón de Promoción Industrial de la Prefectura de Hiroshima fue designado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1996.

A las víctimas supervivientes de los bombardeos, conocidas en Japón como 'hibakusha', el Gobierno nipón les prometió atención médica gratuita de por vida. En 1947, la Comisión de Víctimas de la Bomba Atómica comenzó a realizar investigaciones médicas y biológicas sobre los efectos de la radiación con numerosos participantes voluntarios. Más de 120.000 'hibakusha' se inscribieron en el proyecto. El estudio arrojó datos sustanciales para quienes estudian los efectos a largo plazo de la exposición a la radiación.

"El uso de armas nucleares contra Hiroshima y Nagasaki causó una catástrofe humanitaria única en la historia", declaró este martes el secretario general de la ONU, António Guterres, en un acto conmemorativo, durante el cual advirtió que "hoy la perspectiva de un conflicto nuclear ha vuelto a la esfera de lo posible".
 

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rasca-pupo arquitectónico profesional

Foto: Archivo
La noche antes de lanzar la bomba sobre Hiroshima, el entonces coronel Paul Tibbets ordenó que pintaran el nombre de su madre sobre la trompa del avión. Enola Gay escribieron los mecánicos con grandes letras negras de imprenta. Ese extraño bautismo, improvisado en una diminuta isla del Pacífico horas antes del primer bombardeo atómico de la historia, despertaría con el tiempo la curiosidad morbosa de legiones de periodistas y escritores, quienes trataron de encontrar una explicación razonable para ese rito que, en definitiva, identificó para siempre a una madre del medio oeste norteamericano con aquella hecatombe nuclear. Al finalizar la guerra, Tibbets mismo alentó ciertas hipótesis desconcertantes al explicar que el bautismo había sido "un homenaje" y que no le incomodaba que el nombre Enola Gay quedara asociado a la explosión. "Son dos palabras fáciles de recordar -precisó en uno de los pocos reportajes que ha concedido en su vida- y cuando mi avión sea exhibido en un museo nadie lo va a confundir con otro".Pero el B-29 jamás fue admitido en el Museo Nacional del Espacio de Washington, donde conviven, entre otros, el Spirit of Saint Louis, de Lindbergh, el módulo lunar Eagle de Neil Armstrong y medio centenar de aviones de combate de las dos guerras mundiales. La presencia del Enola Gay sería, todavía hoy, demasiado provocativa para muchos visitantes, sobre todo para las oleadas de turistas japoneses que pasean entre los viejos aviones con sus Nikon colgadas al cuello. Lo que hicieron las autoridades del museo fue relegarlo a un anonimato piadoso pero vergonzante: argumentaron que era "demasiado grande" para ser exhibido y lo arrumbaron en un hangar anónimo de la Fuerza Aérea en el estado de Maryland. Tibbets tuvo mejor suerte que su avión. Pero a diferencia del B-29 nunca pudo refugiarse en la paz que trae el olvido. Tampoco sabe, cuarenta y tres años después de finalizada la guerra, cómo lo recordará la historia. Ni siquiera cómo lo recordarán los norteamericanos de las próximas generaciones. En el momento en que lo nombraron comandante del supersecreto Grupo 509 de la fuerza aérea de los Estados Unidos -cuyo objetivo era arrojar la primera bomba atómica- ya era un piloto famoso y tocado por la gloria. Había realizado 40 misiones sobre la Alemania nazi y siempre había logrado traer de regreso a casa a sus bombarderos ametrallados por el enemigo. Hiroshima lo convirtió, de la noche a la mañana, en un héroe nacional. Era el piloto temerario que con una sola misión sobre territorio japonés y una bomba con un poder explosivo equivalente a 20.000 toneladas de TNT había acelerado el fin de la lucha en el Pacífico y salvado de una muerte segura a decenas de miles de marines. Dos días después de Hiroshima se ofreció como voluntario para Nagasaki, pero sus superiores no lo dejaron ir: era un hombre demasiado valioso como para arriesgarlo en un segundo vuelo. Fue entonces cuando el público conoció los primeros informes de lo que había sido Hiroshima. El Enola Gay dejó caer la bomba a las ocho y cuarto de la mañana del 6 de agosto de 1945. La explosión ocurrió en el aire, a unos 570 metros sobre el hospital Shima, ubicado en el centro de la ciudad. En los primeros 9 segundos murieron 100.000 personas y otras 100.000 quedaron heridas, muchas de ellas de gravedad. La temperatura en el lugar del impacto alcanzó los 50 millones de grados centígrados; a dos kilómetros de distancia el calor era de 1800 grados. La onda expansiva -con una fuerza de un kilo por centímetro cuadrado- derribó 60.000 edificios de un soplo y convirtió el centro de la ciudad en un descomunal baldío radiactivo. Los sobrevivientes dijeron, simplemente, que aquella mañana "el cielo se derrumbó sobre ellos y luego volvió a levantarse". Pocas veces alguien dio una definición tan breve y a la vez tan fiel del infierno. Cuando las cifras de Hiroshima llegaron a diarios de todo el mundo, los científicos del Proyecto Manhattan, los padres de la nueva arma, comprendieron también que ésta había estallado sobre la conciencia de los norteamericanos. Poco después Tibbets fue convertido en uno de los blancos predilectos de los movimientos antinucleares y pacifistas. Pese a que ha evitado durante años los reportajes y que lo confronten con la imagen que millones de personas se han hecho de él, aceptó días atrás una larga entrevista con LA NACION.

-La primera pregunta puede resultar impertinente, pero tratándose del piloto de Hiroshima conviene dejar algo en claro antes de avanzar con el reportaje. ¿Estuvo alguna vez internado o recibió tratamiento psiquiátrico después de la guerra?

-Es la pregunta que me persigue desde hace 40 años, pero le agradezco que la haya hecho. La respuesta es bien simple. Nunca estuve internado y nunca me vio un psiquiatra.

-Sin embargo, a usted le consta, la historia de su presunta locura está vigente en muchos países y...

-Lo sé, lo sé. Es el resultado de una campaña muy bien orquestada por los comunistas y su objetivo no es poner en tela de juicio mis facultades mentales o mi integridad moral, sino desacreditar a los Estados Unidos por haber utilizado la bomba. Después de tantos años yo debería responder a su pregunta con una carcajada, pero entiendo que puede ser útil para que los lectores de la Argentina sepan la verdad de una buena vez.

-Sin entrar a discutir esa campaña de desprestigio que menciona, hay hechos objetivos que podrían explican el origen del rumor. Por ejemplo, que uno de los tripulantes del avión meteorológico de la misión a Hiroshima haya sido detenido cuando intentaba asaltar un banco de Texas con un arma de juguete.

-El hombre que usted menciona se llama Claude Eatherly y era el piloto del Straight Flush, uno de los dos aviones meteorológicos. A fines de los años cincuenta la policía lo encontró borracho en un bar y lo detuvo. Eatherly se defendió diciendo que nadie podía llevar preso al héroe de Hiroshima. Un periodista que estaba en el lugar escuchó parte del diálogo y lo publicó. Poco después la revista Newsweek lo reprodujo sin documentar los hechos y otro tanto hicieron las agencias internacionales de noticias. Cuando Eatherly salió de la cárcel su inestabilidad mental se agudizó y continuó comportándose en público como si realmente fuera el piloto de Hiroshima.

-Esto no explica por qué su nombre sigue despertando polémicas dentro de los Estados Unidos. ¿No cree que después de tantos años de Hiroshima sigue siendo un tema difícil para la conciencia pública de los norteamericanos?

-En primer lugar quiero aclararle que la posición oficial del gobierno sobre mi conducta no ha cambiado. Estoy considerado un piloto que cumplió órdenes y las cumplió con eficiencia. Pero evidentemente estamos ante un tema muy emocional, un hecho histórico ante el cual no se puede permanecer indiferente. Muchos grupos que se oponen a las armas atómicas, a la guerra, a la violencia, incluso al uso pacífico del átomo, critican mi papel en la guerra. Pero yo no lo siento como un ataque personal, sino como una utilización ideológica de mi persona, por decirlo de alguna manera. Me han convertido en una figura pública a pesar mío. No hay que olvidar tampoco que la percepción que millones de personas tienen sobre Hiroshima cambia con los años. En la década del sesenta hubo una moda en este país que consistió en poner en duda todo lo que tuviese que ver con la energía nuclear.

-En realidad, las primeras dudas sobre la bomba, no sobre el uso pacífico de la energía nuclear, las tuvieron los científicos del Proyecto Manhattan el mismo día en que realizaron la explosión inicial en el desierto de Nuevo México, varias semanas antes de Hiroshima. ¿Cuál fue realmente la actitud de Oppenheimer, Einstein, Szilard y los demás "padres de la bomba" cuando se enteraron de que ya había un blanco elegido en Japón?

-Antes de responder, quiero destacar un hecho que la gente olvida a menudo pese a que es muy importante. Me refiero a que todos, absolutamente todos los científicos involucrados en el plan eran extranjeros. La mayoría había llegado a nuestro país escapando de la amenaza nazi, y su visión de la física y del mundo que los rodeaba era puramente científica. Para ellos el Proyecto Manhattan era nada más ni nada menos que el gran camino para explorar las posibilidades que se abrían a partir de la división del átomo. No estaban habituados a las especulaciones políticas. Muchos menos a los análisis de estrategia militar. Esta gran paradoja, a mi entender, explica por qué cuando finalmente desarrollan la bomba empiezan a dudar sobre el impacto histórico y moral que tendrá esa monumental fuerza destructora. Finalmente llegan a la conclusión de que no era conveniente arrojarla y se lo dicen a Truman.

-Varios historiadores sugieren que Truman nunca hubiera aprobado un ataque nuclear sobre Berlín. Es lo que llamaron el factor étnico de Hiroshima.

-Eso es incorrecto. En septiembre de 1944 las instrucciones secretas que recibió nuestro grupo mencionaban la posibilidad de una acción dividida, es decir, operar sobre blancos diferentes. Siempre entendí que hablábamos del frente del Pacífico, no de Alemania. Pero si la guerra en Europa continuaba habríamos dejado caer la bomba en Alemania, no tengo ninguna duda.

-¿Cómo se tomó entonces la decisión final?

-Fue el día 1° de junio. Hasta donde yo fui informado, Truman se arrogó la responsabilidad final después de escuchar a todos sus asesores. Como comprenderá no fue una decisión fácil. No sólo los científicos se oponían, sino también algunos miembros del gabinete, incluido el almirante King, que era jefe del Comité de Guerra. Pero el general George Marshall había preparado un informe a favor del ataque con argumentos muy sólidos; le había advertido al presidente que invadir Japón a punta de bayoneta iba a costar alrededor de un millón de muertos más, entre combatientes norteamericanos y japoneses, sin contar a los civiles. Un dato muy interesante sobre el ataque a Hiroshima (y durante años uno de los secretos mejor guardados de la Segunda Guerra) es que Truman lo consultó a Winston Churchill en la reunión de Yalta, y éste estuvo de acuerdo en que la bomba aceleraría el final de la guerra en el Pacífico.

-Hábleme del 6 de agosto de 1945.

-La mayoría de la gente sigue creyendo que la parte más difícil era dejar caer la bomba en el lugar y el momento precisos o escapar de los cazas enemigos después del ataque. En realidad, el gran desafío era armar la bomba en el aire. En ese momento teníamos en la base aérea de Tinian -desde donde salió la misión- unos 600 bombarderos y unos 30.000 hombres entre pilo-tos, soldados y mecánicos. Los científicos sabían que si intentábamos decolar con la bomba lista y algo le pasaba al avión, sencillamente haríamos desaparecer toda la isla. Entonces, desarrollé una estrategia para armar la bomba a unos 15.000 pies de altura; descubrí que era donde el avión se sacudía menos en esa época del año. Recuerdo que mientras poníamos a punto la misión hice una de las preguntas más estúpidas de mi vida. "¿Qué ocurre si agarramos un pozo de aire mientras ustedes están trabajando con la bomba?", le pregunté a los científicos. "Nunca nos daremos cuenta", respondió. El nombre en código del artefacto era gimmick (engaño, en inglés) y todos los cálculos de vuelo estaban escritos en papel de arroz, de modo que si la misión abortaba, cada uno podía tragarse sus anotaciones antes de caer en manos de los japoneses.

-¿Qué sintió exactamente al ver el hongo elevándose sobre Hiroshima?

-La bomba demoró 54 segundos en caer y fueron los segundos más largos de la historia. Entonces vi el resplandor y cuando la luz llegó al avión sentí un gusto a amalgama en la boca (años después un físico me explicó que la energía atómica liberada había actuado sobre la mezcla de plomo y plata con que el dentista había arreglado una de mis muelas). Desde entonces tengo la extraña sensación de que la bomba atómica tiene gusto a amalgama. Diez segundos después del estallido nos alcanzó la primera onda expansiva. En seguida nos golpeó la segunda y el avión se estremeció como si lo hubiese alcanzado el fuego antiaéreo. Yo seguí girando hacia la izquierda hasta completar un círculo sobre Hiroshima. El hongo atómico seguía creciendo y a los dos minutos llegaba hasta los 30.000 metros de altura. Era una imagen terriblemente conmovedora. Cuando finalmente enderecé el avión y miré por primera vez hacia abajo me di cuenta de que sólo quedaban algunos edificios en ruina en los barrios alejados: la ciudad entera había desaparecido. Yo había escuchado varias descripciones posibles sobre cómo sería la explosión, pe-ro aquello era absolutamente increíble y desolador. Ahora que han pasado los años sigo pensando que aquélla fue una decisión correcta y en iguales circunstancias volvería a arrojar la bomba.

-Usted ha hecho un relato técnico del 6 de agosto, sin revelar para nada cuáles eran sus sentimientos, como si hubiese visto todo en una película en lugar de ser uno de los protagonistas. ¿No le resulta extraño?

-Imagino a dónde quiere llegar. Pero yo no puedo sentirme culpable por ser un hombre frío, técnico diría, obsesionado por la perfección. Mi relato es el de un piloto profesional que arrojó una bomba y eso es exactamente lo que yo era en 1945. Un sentimental jamás habría piloteado aquel avión. Creo que una de las cosas que más le molestaron a mucha gente durante años es que nunca me haya arrepentido. Pero nunca perdí una noche de sueño por la bomba de Hiroshima.

-La victoria justifica los medios.

-Absolutamente.

-Pero obedecer en circunstancias tan excepcionales como las que usted vivió no lo habrá privado de la duda o de interrogantes de orden moral.

- Como le expliqué, las órdenes no se discuten, se cumplen. Yo acepté la misión de Hiroshima porque mis superiores me lo ordenaron. Pero debo agregar que no fue algo que hice en contra de mis convicciones. Estuve, estoy y estaré siempre de acuerdo en que en aquel contexto histórico fue una decisión acertada.

Publicado el 17 de julio de 1988 en la revista de LA NACION
BIO
Profesión: piloto, coronel de la fuerza aérea de EE.UU.

Edad: 73 años al momento de la entrevista. Falleció en 2007.

Cuando Paul Tibbets fue entrevistado por LA NACION en 1988, hacía apenas un año que se había jubilado en la Executive Aviation, una empresa de alquiler de jets privados. Fue uno de los héroes norteamericanos más polémicos y condecorados de la Segunda Guerra.
Fuente:http://www.lanacion.com.ar/1629019-paul-tibbets-nunca-perdi-una-noche-de-sueno-por-hiroshima
me da como cierta sensación de rebusque por parte del periodista ver que este ultimo olvido lo mas importante y simple de todo, esta hablando con un ex militar, sentimientos al sobre, se cumplían ordenes por mas que fuera a tirar panfletos, el mismo entrevistado lo dice.
Podemos si estar de acuerdo que como ser humano ante todo se te llena el cul@ de preguntas, pero lo mas importante estas en guerra defendiendo a tu pais y cumplís ordenes, es corta la cosa...
 
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