Desde mi modesta posición de “4 de copas” en análisis militar —sí, tengo mis limitaciones, pero me cabe la geopolítica—, les comparto mi perspectiva:
Inglaterra ha jugado sucio, metiendo el dedo en la llaga de Rusia de forma que no se la van a perdonar fácilmente (donde Rusia encuentre ocasión, le devolverá la gentileza con una patada voladora). Claro, no nos vamos a ver en un enfrentamiento directo entre Rusia y países como Inglaterra o Francia; basta con los quilombos que Rusia ya tiene en curso para tratar de afianzar el control de Donetsk, Lugansk, Zaporiyia y Kherson, territorios que, aunque parcialmente ocupados, aún no están completamente en sus manos y probablemente pasen a la mesa de negociaciones.
Ahora bien, si se diera una pausa administrativa de 30 días en Ucrania para “organizar los papeles”, es razonable (aunque con baja probabilidad bayesiana, dada la incertidumbre) pensar que Ucrania aprovechará para reforzar su defensa. En consecuencia, Rusia no dejará de atacar, y si tras varios meses logra consolidar esos territorios (porque, seamos claros, no se negocia lo que ya se controla), es probable que se fije en Mikolaiv y en la joya de la corona, Odessa.
Rusia no está para tirar petardos, la guerra es costosa. Aunque actualmente tenga cierto respiro porque Estados Unidos no puede presionar más a sus aliados para sancionar a Rusia —y Europa, a pesar de estar “unificada”, se arma un despelote peor que el vestuario de Boca—, esta situación podría favorecer a Rusia para que indirectamente se alivien esas sanciones que tanto le afectan. Por otro lado, los ataques ucranianos a las refinerías han golpeado la economía rusa, y, paradójicamente, Rusia se está volviendo cada vez más dependiente de China.
Estados Unidos, en su incesante afán de debilitar a Rusia, se ve en una encrucijada: le interesa debilitarla, pero no quiere fortalecer a China, que es su verdadero dolor de cabeza. Así, Ucrania se ha convertido en un problema más de Europa que de Estados Unidos, y resulta contraproducente para cualquiera que vea conveniente que Rusia se alíe con China en una especie de “venganza”, porque en ese juego la estrategia “divide y vencerás” nunca resulta tan simple.
En definitiva, dudo que Rusia tenga la capacidad de involucrarse en más conflictos. Una vez concluida la lucha en Ucrania, se dedicará a sanar sus heridas y, quizá, a devolver favores a quienes intentaron debilitarla. Sin embargo, ampliarse a nuevos conflictos internacionales me parece una apuesta demasiado arriesgada, aunque, claro, siempre puedo estar equivocado.