Si bien el foco de la industria naval estadounidense se centra en la construcción de la nueva generación de submarinos nucleares, conformada por el binomio de las clases Virginia y Columbia, la Armada de Estados Unidos (US Navy) mantiene planes en curso para garantizar esta transición sin perder capacidades de respuesta y disuasión, ni generar brechas entre unidades que son retiradas y nuevas incorporaciones al servicio. Esto se refleja en diferentes iniciativas destinadas a mantener la operatividad de las clases de submarinos de propulsión nuclear de generaciones previas, alcanzando recientemente un hito importante con la finalización de los trabajos de extensión de vida útil del USS Cheyenne (SSN 773), última unidad construida y entrar en servicio de la clase Los Ángeles.

Conformada por un total de 62 unidades construidas entre 1972 y 1996, la clase Los Ángeles se constituyó como la columna vertebral de la flota de submarinos de ataque rápido de la Armada estadounidense en los años finales de la Guerra Fría. Si bien su reemplazo se inició con la adopción de la más moderna y avanzada clase Seawolf, el final de la confrontación con la Unión Soviética dio lugar a una reducción presupuestaria y de enfoques estratégicos, quedando finalmente como sucesora la nueva clase Virginia en sus sucesivas versiones derivadas.

Actualmente, de los 62 submarinos construidos, permanecen en servicio 23 unidades, siendo el USS Cheyenne (SSN 773) el último en ser construido e incorporado al servicio, en 1996. Por tal motivo, y con el fin de asegurar la transición hacia la clase Virginia —que avanza hacia la finalización del Block IV y la construcción del Block V, proyectándose ya las unidades del Block VI—, la Armada de Estados Unidos emprendió el denominado Programa de Extensión de Vida Útil (Service Life Extension Program, SLEP) para las unidades con mayor potencial de la clase Los Ángeles.

En este contexto, el USS Cheyenne fue seleccionado para someterse a los trabajos de extensión de vida útil, hito llevado a cabo en las instalaciones y por personal del Astillero Naval de Portsmouth, y completado con su entrega a la Armada de EE. UU. el 23 de diciembre.

La fuerza destacó que el personal del astillero “trabajó junto con la tripulación del submarino para devolver al Cheyenne a la flota como un activo de la Marina listo para el combate, un logro que impulsa el esfuerzo por cerrar la brecha de submarinos de ataque operativos. Este hito garantiza que la Fuerza de Submarinos de EE. UU. continúe siendo la fuerza de combate más letal, capaz y temida del mundo”.

Por su parte, el Capitán Jesse Nice, comandante al frente del astillero, remarcó: “El Programa de Extensión de Vida Útil, comenzando con el Cheyenne, es de importancia crítica para la salud general de la comunidad de submarinos de ataque y para la fortaleza de nuestra Marina ante cualquier conflicto futuro”, añadiendo: “El equipo del proyecto Cheyenne ha abierto el camino para nosotros como astillero, estableciendo la ejecución exitosa del repostaje de combustible de un submarino clase Los Ángeles, así como la revisión y modernización de un submarino que se encuentra en una etapa avanzada de su vida útil”.

Lo señalado por los mandos navales no es menor, ya que con la finalización del SLEP se asegura que el USS Cheyenne extenderá su vida útil hasta alcanzar los 44 años, al tiempo que se valida la viabilidad del programa para aplicarse a otras unidades con potencial de la clase Los Ángeles.

Si bien no se brindaron ni mencionaron mayores detalles, la Armada de EE. UU. ya tendría un total de seis submarinos seleccionados con potencial para someterse al SLEP, el cual no solo comprende trabajos estructurales sobre el casco del submarino y la recarga del combustible de su reactor nuclear, sino que también integra nuevas actualizaciones a los sistemas de combate, sonar, comunicaciones y habitabilidad para la tripulación. Entre estas mejoras destacan el nuevo sistema de procesamiento de sonar AN/BQQ-10 y la nueva suite de combate AN/BYG-1.

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