En el marco de un nuevo debate sobre la soberanía y el futuro estratégico de las Fuerzas Armadas, el ministro de Minas y Energía de Brasil, Alexandre Silveira, afirmó que el país deberá considerar en el largo plazo la utilización de energía nuclear con fines de defensa. Las declaraciones, realizadas tras la ceremonia de toma de posesión de los directores de la Agencia Nacional de Petróleo, Gas Natural y Biocombustibles (ANP) y de la Autoridad Nacional de Seguridad Nuclear (ANSN), cuestionan de manera directa los límites impuestos por la Constitución y los tratados internacionales, reabriendo una discusión sensible en la región sobre el papel del poder nuclear y sus implicancias militares.

Silveira subrayó que, pese a que la Constitución brasileña prohíbe expresamente el uso militar de la energía nuclear, esta postura tendrá que ser revisada con el tiempo para garantizar la soberanía nacional. En sus palabras, Brasil no puede desatender sus riquezas estratégicas, como minerales esenciales, agua dulce y su ubicación geográfica, frente a crecientes presiones y “ataques especulativos” en el escenario internacional.
El planteo se suma al camino que Brasil ya viene transitando en materia nuclear con el Programa de Desarrollo de Submarinos (PROSUB) y, en particular, con el proyecto del submarino nuclear Álvaro Alberto, considerado un hito tecnológico para las Fuerzas Armadas brasileñas. Aunque oficialmente este programa está orientado a fines defensivos y disuasorios, constituye un precedente que muestra cómo el país, de forma indirecta, ya emprende un sendero con potencial militar en el ámbito nuclear.
Cabe recordar que durante las décadas de 1970 y 1980, Brasil y Argentina mantuvieron una competencia implícita en el desarrollo nuclear, lo que generó tensiones que derivaron en la firma de acuerdos de transparencia mutua y en la adhesión al Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP) y al Tratado de Tlatelolco, este último concebido para garantizar el uso exclusivamente pacífico de la energía nuclear en América Latina. Revisar o reinterpretar estos compromisos, como sugiere el ministro, podría reavivar antiguas controversias en torno a la utilización de la energía atómica con fines militares.
Uno de los puntos más delicados es la relación con Argentina, país vecino que en las últimas décadas consolidó mecanismos de confianza mutua con Brasil en materia nuclear. Sin embargo, un eventual giro hacia la defensa nuclear podría abrir un nuevo foco de fricción regional, especialmente por el impacto político y estratégico que tendría la introducción de capacidades atómicas en el plano militar sudamericano.

Si bien el Gobierno insiste en que la cadena nuclear actualmente en desarrollo se orienta al ámbito energético y civil, las palabras de Silveira alimentan un potencial debate para la política de defensa brasileña, impactando inevitablemente en la región. El planteo no sólo abre interrogantes sobre la viabilidad de modificar la Constitución, sino también sobre las consecuencias diplomáticas de que un país clave en Sudamérica explore caminos hacia una defensa sustentada en capacidades nucleares.
*Imágenes empleadas en carácter ilustrativo.–
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