Un año en la antartida

cawan 5

Forista Sancionado o Expulsado
por el Suboficial Mayor ARA (R) José Luis RINCÓN

Base Petrel Dotación 1977

Relato de uno de los tantos argentinos anónimos que supieron sembrar las semillas de soberanía en la Antártida Argentina.

Es este tan solo un humilde relato de alguien que quiere mostrarles y decirles en muy poquitas palabras lo que siente una persona, como yo, el hecho de haber vivido durante un año, aislado del mundo real, lejos de afectos, de amistades, pero realmente feliz, muy feliz de estar representando a mi PAÍS a mi PATRIA y que el esfuerzo que hacemos cada uno de los que pisamos suelo ANTÁRTICO no es nada, comparado con el orgullo que siente de haberlo hecho, es la razón por la cual, se sienten deseos permanentes de volver y volvemos una y otra vez y siempre que lo hacemos nos emocionamos y nos sorprende esa tierra helada, ese continente blanco, quiera DIOS que no solamente estas generaciones sino las que han de venir, respeten como lo hemos hecho nosotros como lo han hecho los que estuvieron antes y los que nos siguieron en la virginidad y la pureza de ese suelo helado. Pido disculpas, por no expresar en lo escrito todo lo correcto que esto debiera ser, pero es esta mi primera vez que escribo un relato.

UN AÑO EN LA ANTARTIDA

Comenzado el año 1975 y una vez finalizado los 3 (tres) años de estudio que requería el diploma de Meteorólogo y el grado de Cabo 2do, fui destinado a la Base Aeronaval Comandante Espora en el mes de febrero, lugar donde también se encontraba destinado el Cabo 2do Meteorólogo Leonardo Bustamante, allá por el mes de julio o agosto escuchamos o nos enteramos acerca de la posibilidad de poder ir a la Antártida, para lo cual nos interiorizamos y nos dijimos ¿Y por que no? Fue así que hablamos con nuestro jefe y quedamos anotados como voluntarios para ser integrantes de la dotación que pasaría una invernada en el Continente blanco o sea un año en mundo totalmente desconocido para nosotros.

El tiempo paso; llego fin de año y por ende las licencias anuales comenzaron, casi promediaba el mes de diciembre, con mi bolso viaje hasta General Deheza, en la provincia de Córdoba, si bien soy nacido en Ucacha, también en Córdoba y distante unos 50 kms de Deheza, es este lugar donde aun hoy conservo toda mi familia paterna y en Ucacha; claro esta la familia materna, pero en Deheza fue el lugar donde curse mis estudios primarios hasta el año 1967, por ende aún viven en esta ciudad mis amigos y compañeros de escuela, inclusive mis hermanos y es el lugar que aun hoy conservo mi casa (con los ahorros de aquella invernada).

Al salir de la Base Aeronaval Comandante Espora, dejé la dirección como que pasaría mi licencia en Ucacha junto a mis abuelos, seres estos con los que conviví hasta que opte por ingresar a la Armada, allí en el campo del Di (así era el apodo que tenia mi abuelo Antolin, impuesto por este relator y que significaron mis primeras palabras) y mi abuela Pierina (la NONA), olvidado ya lo de la Antártida por que NO PASABA NADA, la dirección de Deheza ni la mencioné, debido a que solamente pasaría allí unos pocos días y el resto lo haría en Ucacha, grande fui mi sorpresa, que un caluroso día de diciembre apareció mi tío Beto en su viejo camión Bedford buscándome, “Negro, te están buscando desde la Base Espora, urgente , debido a que te tenes que ir a la Antártida” fueron las palabras de mi tío , cargue mi bolso en el Bedford y salimos rumbo a Ucacha, pase a saludar a mis abuelos y desde Ucacha a Bahía Blanca me fui, al llegar a la Base Espora ya me estaban esperando con toda la documentación, llegue a la mañana y a la noche estaba viajando para Buenos Aires una vez llegado fui informado que se instalaría una Base en una de las islas del Grupo de Islas Thule del Sur y que junto a Bustamante habíamos sido seleccionados para ser los meteorólogos del Destacamento Naval Corbeta Uruguay (así se llamaría la nueva base).

Revisaciones medicas de todo tipo nos hicieron en el viejo Hospital Naval (hoy Hospital Durand), el 1º de enero de 1976 a las 1800 hs tenia que presentarme en el Hospital donde quedaría internado para ser operado de apendicitis, y así fue, mi compañero Bustamante había sido operado el 31 de diciembre por la mañana, ¡¡no se dan una idea de la felicidad que teníamos al pasar 31 de diciembre y 1º de enero internados, operados y sin estar enfermos!! (por suerte), el 2 de enero bien temprano fui operado, (todo aquel que debe ir a hacer una invernada en la Antártida debìa ser operado de apendicitis) Bustamante seguía internado y por lo tanto compartíamos la misma habitación, esa noche andábamos en sillas de rueda, ¡no se imaginan las carreras que corríamos por los pasillos y con los ascensores!, al ser dado de alta nos informaron desde el Servicio de Hidrografía Naval (lugar donde pertenecíamos) que nos podíamos ir por una semana a nuestros hogares, operado como estaba tome mi bolso me subí al tren y en Villa Maria me baje, desde ahí, esta vez fui a Deheza, cuando llegue a casa de mis tíos, Yolanda y Alfredo, me querían matar, llegue en una mano llevaba el bolso y en la otra la herida, así que me mandaron a la cama, al día siguiente tuve que recurrir al medico, debido a que se me había infectado la herida, mi organismo había rechazado los puntos , el medico me los saco y esa semana fue de reposo, finalizado la semana tuve que volver a Buenos Aires, con la herida abierta, apenas si me vendó el medico en Deheza , y así tuve que viajar a Buenos Aires, fue en el Hospital Naval de Buenos Aires donde se ocuparon de la desinfección y curaciones , el día que teníamos que viajar se acercaba , se imaginan, era el mes de enero y lo único que existía de la Base Corbeta Uruguay eran solo proyectos, por ende, los que teníamos que ir, debíamos construir todo, absolutamente todo, por lo tanto hasta que levantáramos nuestra base, debíamos vivir en carpas ¡¡¡¡ se imaginan vivir en carpa en la Antártida !!!! y si alguien quiere ir interiorizarse acerca de lo que es el grupo Thule que busque en Internet (por ejemplo) y vea lo inhóspita que es la zona, el suelo vive temblando a causa que es una zona muy volcánica y a su vez es una de las reservas mas grande del mundo de pingüinos (a estos se los puede contar por millones) créase o nos pero uno vive pisándolos y por si esto fuese poco si hay viento norte las olas pasan por arriba de la casa y si hay viento sur también pasa lo mismo y viento¿ cuando no hay viento en la Antártida? prácticamente siempre lo hay, pero todo esto nosotros lo desconocíamos, lo único era que realmente estábamos ilusionados con poder viajar a la Antártida, pero, paso enero luego febrero y siempre nos decían lo mismo “la semana que viene se embarcan y se van” así semana tras semanas viajábamos a nuestros hogares, Bustamante a San Juan y yo a Deheza, despedidas, saludos lagrimas que por un año no volvíamos, pasaba una semana y otra vez estaba ahí , en mi casa, hasta que llego el día que se nos comunico que todo se suspendía por ese año y la construcción se llevaría a cabo al año siguiente por lo tanto todos quedábamos como dotación y que en octubre o noviembre iríamos a Thule.

Transcurrió ese año preparando y alistando el material para aquella odisea, mientras tanto prestábamos servicios en el SMARA (servicio Meteorológico de la Armada) y en el Servicio de Hidrografía Naval, mas o menos en el mes de septiembre fuimos llamados por el jefe del SMARA y nos comunico que de los 2 meteorólogos que estábamos para ir, solo lo haría uno, le planteamos la posibilidad de, ya que habíamos pasado tanto tiempo habíamos sido operados y estábamos tan ilusionados con el viaje, de ir uno a Corbeta Uruguay y otro al Destacamento Naval Petrel, a lo cual nuestro jefe considero lógica nuestra petición y accedió nos dio a elegir adonde queríamos ir y yo opte por Petrel y Bustamante por Corbeta Uruguay.

El 11 de diciembre de 1976, junto a otros 11 compañeros abordamos un F-27 de la FFAA, en la Base Aérea de el Palomar, después de lagrimas, abrazos, besos y todos los cariños de nuestras familias y amigos ¡¡¡¡ esta vez era cierto!!!! ¡¡¡¡¡¡¡¡VIAJABA!!!!! , esta aeronave nos deposito en la Base Aérea de Río Gallegos, ahí abordamos un C-130 y así dio inicio mi epopeya Antártica, después de unas horas de vuelo en la ´´ chancha ´´ y sin aviso previo, parecía que el C-130 se desarmaba, debido a que brincaba, golpeaba ¡¡¡ no sabíamos que pasaba !!!!, el Tano Ditore (Nuestro electrónico) estaba sentado a mi lado y profundamente dormido, al oír esos golpes se despertó y comenzó a gritar “Rincon nos matamos, nos matamos”, trate de explicarle que estábamos aterrizando en la Base Antártica Marambio y que los golpes que se escuchaban era por el ripio con que esta hecha la pista.

En Marambio abordamos un helicóptero hasta el buque Bahía Aguirre y en este después de unas horas de navegación llegamos al Estrecho Active, lugar que separa la Isla Dundee con la Isla D´Urville, con nuestro equipaje y a bordo de una lancha de desembarco nos llevaron a la playa, allí nos esperaba nuestro jefe el Teniente de Navío Lavarías, el bicho Moreno, Caburito Santa Cruz, y el Flaco Álamos; estos habían ido unos días antes con el fin de hacerse cargo , para que cuando nosotros llegásemos, la dotación del 76 pudiese viajar de regreso al “continente” en el mismo vuelo que ha nosotros nos había depositado en Marambio, nunca olvidare mi primera impresión cuando pise suelo de Petrel, deje caer todo el equipaje que llevaba en mis manos y no podía creer semejante soledad.

Miré hacia atrás vi la imagen del Bahía Aguirre y juro, que si alguien me hubiese dado la oportunidad de abordarlo nuevamente, lo hacia, no entendía como es que ¡¡no había un árbol!! , ¡¡ Por que no existía el pasto verde!! Varias lagrimas rodaron por mis mejillas, una vez superado este shoc inicial emprendí la caminata hasta lo que seria mi casa durante los próximos 365 días , no me llevo demasiado tiempo el acostumbramiento, apenas llegamos comenzó el desembarque de lo que serian nuestros alimentos , materiales y el combustible para pasar la época invernal, así que tuvimos que ponernos a trabajar y acomodar toda la carga proveniente del buque, esta en la Antártida debe ser rápida , debido a que el tiempo se desmejora de un momento a otro y por ende el buen tiempo debe aprovecharse lo máximo posible, para así una vez finalizada nuestra descarga el buque debe zarpar y seguir viaje a las demás Bases Antárticas.

Esos primeros días había que aprovecharlos al máximo por la cantidad de luz solar y es cuando mejor tiempo hay, el llenado de los tanques de combustibles es el principal trabajo a realizar debido a que es el fundamental elemento para la supervivencia antártica, por el tema de la calefacción, así trabajando ,se nos fue el verano. Se comenzaron a acortar los días y por ende también comenzaron a llegar las grandes nevadas , esto nos facilitaba la tarea del agua debido a que cortábamos bloques de nieve cerca de la casa la derretíamos en un gran derretidor y así nos hacíamos del agua, cuando no había nieve (verano) teníamos que ir a la playa, con el trineo tirado por la moto y ´´ pescar ´´ el hielo que había en el mar y transportarlo hasta la casa ¡¡¡ Que laburo!!!!, teníamos suerte que en verano había un chorrillo ( pequeño arroyo que se forma producto del deshielo) que corría detrás de la casa y con bombas llenábamos nuestro tanque con agua pura y “fresca”, es increíble lo cristalina que es el agua, debido a que esta no contiene impureza alguna.
 

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Forista Sancionado o Expulsado
Los trabajos a realizar son variados, pero todos son de mantenimiento de la casa, el hangar, la usina, la frigorífica y la limpieza de la isla, si bien el objetivo fundamental es el hecho de que nuestro país tenga presencia con el fin de afirmar nuestra soberanía y como miembros fundamentales que somos del Consejo permanente de la Antártida y pioneros en materia de supervivencia (Orcadas 1902), debido a que fuimos los primeros en instalar una Base en este casi desconocido continente.

En mi caso en particular, al ser Meteorólogo, el trabajo lo compartía con el “Flaco” Plaza, por lo que hacíamos por turnos de 12 hs, de 0800 a 2000hs y de 2000 a 0800 hs, así fue durante todo el año a esto le sumábamos la guardia de “Ramona” (es aquel que se encargaba ese día de la limpieza de toda la casa, esta guardia excepto el jefe y los cocineros la cubríamos todos como así también era de todos el tema de hacer el agua), así que nosotros debíamos hora a hora realizar nuestra observación meteorológica y llenar las libretas correspondiente con datos de temperatura, humedad, viento, presión, visibilidad, nubes etc y cada tres horas confeccionar el SYNOP (información meteorológica codificada proveniente de una estación de tierra), esta información era transmitida por radio a la Base Aérea Marambio y estos a su vez la transmitían al Servicio Meteorológico Nacional quien la enviaba a todos los usuarios nacionales e internacionales, en si me sentía orgulloso de ellos debido a que mi trabajo era por lo único que se conocía internacionalmente la existencia del Destacamento Naval Petrel, y también era parte de la investigación científica que el mundo de la ciencia lleva a cabo con respecto a las variaciones climáticas no solo antárticas sino globales, por ende la responsabilidad de hacer las cosas bien era mayor, y era para mi un placer salir hora a hora y caminar los casi 200 metros que separaban el campo meteorológico de la casa principal sin importar si el día estaba excelente o sino se veía a 2 metros, el trabajo debía hacerse y lo hacíamos, mas de una vez en mitad de la noche y al no haber viento y sin luz de luna ¡¡ una oscuridad total!! Es de no creer pero; ¡¡¡Se podía oír el silencio!!! Y de repente, por un problema de dilatación de los metales saltaba la tapa de los tambores de 200 litros ¿saben los que es en semejante silencio que de buenas a primera se escuchara eso? ¡¡¡Parecía como que habían colocada una bomba!!! Ni les cuento la primera vez que lo escuche, ¡¡ se me congelo la sangre!! Me quede quieto, durante un rato y luego continué mi camino, recién al otro día me dijeron de que se trataba, como así también la primera que en vez de un tambor, pise un pingüino ¡¡¡Pahhhh!!! ¡¡¡¡ Casi me muero!!!! . ¿Se imaginan lo que es en semejante oscuridad pisar un bicho de estos, el grito que pega y que te salga de entre las piernas? Pero son hoy estos hermosos recuerdos, como estar parado en el medio de la nada, en esa inmensidad blanca en pleno invierno, en una noche a plena luna y sin nada, absolutamente nada de viento, es increíble poder escuchar el silencio, poder ver el resplandor de la luna, pareciéndose un camino largo que comenzaba en la blancura de la nieve y parecía llegar hasta la misma luna.

Pero también tiene su atractivo, en el momento que comienza a soplar y soplar el viento y parece querer desarmar el anemómetro (instrumento con que mide la intensidad del viento) y la aguja de este que comienza a marcar 60- 70 nudos ráfagas de 80 (aclaremos que 1 nudo es igual a 1,8 kms por hora) o sea que cercano a los 150 kms/h la casa se mueve el viento silva ¿se imaginan la sensación térmica? ¿Tienen idea de lo que es un viento así después de haber nevado copiosamente durante toda la noche? La nieve es similar a la tierra, aquí en el continente (o el norte, tal cual como le llamamos los antárticos una vez que estamos allá) donde existe una hendija la nieve se filtra, el día de mas baja sensación térmica fue de 65º grados bajo cero, la temperatura real era mas o menos de 26º bajo cero pero por efecto del viento la sensación térmica siempre es mucho mas baja, cuesta creer, pero teníamos en el entretecho (lo utilizábamos como deposito de bebidas gaseosas, jugos y comestibles, los frascos de alcaparra en vinagra se reventaban como si nada, se imaginan las gaseosas, corríamos de un lugar a otro cuando escuchábamos la explosión y hacíamos apuestas que era lo que se había reventado, (naranja, cola, lima-limón), hubo que evacuar el entretecho ¡¡ Que manera de trabajar ese día!! Si no hacíamos eso nos hubiésemos quedados sin gaseosas, jugos y otros alimentos.

Cierto día nevó toda la noche, en absoluta calma, amaneció un día hermoso, nublado, pero mas blanco que nunca, nada de viento, como todos los días a las 8 de la mañana de lunes a viernes, desayunábamos y era ese el momento en que se daban las instrucciones para las tareas del día, fue un desayuno mas, a las 08 30 hs invierno o verano, salvo que la situación fuese demasiado desapacible las tareas se llevaban a cabo lo mismo, a las 08 30 me abrigue y Salí a recorrer los 200 mts que separaban el campo meteorológico de la casa, mientras el Flaco Alamo (el electricista) se encamino hacia el generador distante a unos 500 mts de la casa y el Bicho Moreno y Caburito Santa Cruz (los mecánicos) salieron hacia el hangar que estaba a unos 600 mts de la casa, al salir fuera de esta todos nos saludamos y nos deseamos suerte, no veríamos a la hora del almuerzo, recuerdo no haber recorrido mas allá de la mitad del camino, cuando surgido de la nada o como si alguien de repente hubiese encendido un potente ventilador, comenzó a soplar un potentísimo viento, tuve que agarrarme de unos pasamanos hechos con soga, debido a la impresionante ventisca (ventisca es el fenómeno meteorológico de la nieve levantada por efecto del viento) realice mi observación meteorológica como pude y regrese a la casa, a mi oficina para realizar el SYNOP (información meteorológica codificada), seguí agarrado al pasamanos, pero este en cercanías de la casa se terminaba, por ende comencé a caminar, al lugar donde supuestamente estaba la puerta por donde debía ingresar a la casa, cuando me di cuenta me encontraba debajo de la misma (esta en su parte norte esta construida de manera tal que entre el suelo y el piso de la casa son aproximadamente 3 mts) inclusive había pasado al lado de la casa de emergencia y no la había visto, todo esto parece increíble estar al lado de una casa y no verla en pleno día, pero quienes han estado en la Antártida saben que es así, desde adentro de la casa ya habían comenzado a llamar a quienes habían salido hacia el generador y el hangar, el flaco Alamo había llegado bien, ¿como hizo? Camino mirando hacia arriba los 500 mts guiándose por el tendido de los cables de electricidad, se llamo al hangar, allí nadie contestaba fue una y otra vez, Alamo se traslado hasta el hangar, ya que estaba cerca de el y nos informo que tanto Moreno como Santa Cruz no habían llegado, nuestra preocupación fue grande y aumenta a medida que pasaba el tiempo y de ellos nada, fue que comenzamos a prepararnos y organizar una patrulla, habíamos buscado los elementos necesarios, como ropa de abrigo, brújula, sogas etc. Debíamos ir todos los integrantes de la patrulla atada y también equipos de comunicación, estábamos listos a salir, cuando el Flaco Alamo desde el hangar nos dio la noticia que habían aparecido, gritos de alegría y aplausos por la aparición de nuestros compañeros fue lo que siguió ¿Que había pasado?

El hangar, no es diferente a cualquier hangar que se utilice para guardar aviones o sea que las dimensiones del mismo son bastante considerables, en otros tiempo albergaba a 2 Pilotus -Porter y como la nevada había sido bastante considerable (cabe acotar que hacia varios días que venia nevando abundantemente) en algunos lugares no se podía caminar debido a que el manto de nieve acumulado era superior a nuestras piernas, por ende había que nadar sobre el manto blanco y hacer como los pingüinos, poner el pecho y desplazarnos con las manos y pies como si realmente estuviésemos en una pileta de natación¡¡ cuesta creer!! ¿Verdad? Pero es así y estos muchachos caminaron y caminaron sin tener un punto de referencia por lo tanto sin saber adonde irían, se dieron cuenta en un momento que se estaban introduciendo en el mar congelado, fue entonces que tuvieron que retroceder, tomaron un rumbo que ellos creían los llevaría de regreso a la casa pero para eso debían recorrer varios kms, desistieron de ello, fue entonces que hicieron lo que nos habían enseñado, lo ideal es hacer un reparo con la nieve y guarecerse en el hasta que el temporal amaine, esto es teórico, por que la practica les dijo a ellos; que si se quedaban mucho tiempo en ese refugio se congelarían, motivo por el cual siguieron caminando con el fin de regresar a la casa ,pero una y otra vez pasaban por el refugio que habían levantado o sea que la desorientación que tenían los hacia caminar en círculos, en un momento dado Santa Cruz le dio la impresión de pisar algo diferente , comenzaron a cavar con las manos y se encontraron con un tambor de 200 litros, que eran los tambores de combustible¿ adonde estaban los tambores? Al lado del hangar, en la parte sur del mismo, lo único que hicieron fue caminar unos metros y entrar por fin al hangar y aunque no lo crean, estos dos individuos, en un primer momento pasaron caminando por sobre el hangar ¡¡¡ si por arriba del techo!!!, debido a que este estaba totalmente tapado de nieve, tanto en su parte norte como la zona sur, no así las puertas que dan al este y al oeste, una vez adentro del mismo fue el Flaco Alamo que nos comunico las llegada de ambos, lo que desencadeno en nosotros gritos de vivas y abrazos, debido a que eran dos compañeros, que habían pasado un mal trance, pero gracias a Dios todo termino bien, hay cientos de historias y recuerdos , anécdotas que es difícil de contar y enumerar, pero es una experiencia totalmente diferente a otras, el hecho de poder caminar sobre el mar, sobre el océano antártico congelado, jugar con las focas, lobos marinos y elefantes, correr detrás de los pingüinos o tirarse en la nieve para que ellos nos rodeen, con el fin de agarrar a uno para saber como es, poder tocarlo acariciarlo para después soltarlo, poder hacer kilómetros desde una isla a otra, caminando tomando todas las precauciones del caso, por arriba del mar, poder llegar hasta algún bandejón o témpanos de considerable tamaño que quedan varados en el Estrecho Active o Antartic , son vivencias únicas e irrepetible.

En la casa teníamos un perro antártico de los de raza siberiano (una belleza), que nos había regalado el personal de la Base Esperanza, debido a que no servia para el trineo, no recuerdo por que, pero lo llamamos Navarrito, como meteorólogo debía, una vez por semana (en invierno) y todos los días en verano, informar el estado de las condiciones del hielo marino y esta era transmitida principalmente a los buques de distintos países del mundo que navegan por la Antártida ,fue por ello que debí buscar un lugar elevado donde (ayudado con largavista ) pudiese observar el mar en todas sus direcciones, ese lugar esta distante unos 2 kms de la casa principal pero en cercanías de la usina, era una montañita de una altura considerable, que tenia muy buena vista hacia el sur este y norte, podía ver desde allí los Estrechos Active y Antartic, y hacia el sur, una isla que tiene una forma de Pan Dulce navideño y precisamente es así como es mas conocido, el Pan Dulce.

Cuando debía realizar mi observación glaciológica lo hacia acompañado de Navarrito, debido a que este estaba mas que acostumbrado a andar en la nieve, le colocaba el collar una soga y con el partía a hacer mi trabajo, una vez hecha mi observación emprendía el regreso, pero bajaba hacia la usina, lugar por donde había como un sendero para hacer esquí, es entonces cuando yo salía corriendo y por instinto Navarrito también y claro me pasaba, es ahí cuando me sentaba en la nieve y era arrastrado por Navarrito hasta la parte mas baja de la montaña, nunca, por suerte y gracias a Dios en ese CULI-SKY me toco chocar con una piedra o algo así, por que se imaginan, como explicar lo que se me hubiese roto o mi husito dulce se hubiese partido en dos, así como estas cada uno tiene sus pequeñas anécdotas e historias, pero el tiempo paso y entre una cosa y la otra se nos fue el año, gracias a la ayuda de Dios es que tuvimos un gran grupo humano, fuimos buenos compañeros, solidarios unos con otros y por sobre todas las cosas, lo primordial fue la conducción de nuestro jefe el Teniente Carlos Lavarías, quien supo conducirnos, por que supo evitar el peor enemigo que puede tener un Antártico que es la monotonía y el aburrimiento, siempre tuvimos cosas para hacer, acompañara o no el clima, si estaba lindo y se podía trabajar al aire libre o sea fuera de la casa se trabajaba y si estaba malo los trabajos se realizaban dentro de lugares cerrados, pero en todos los casos el era el primero en salir, pero también era muy respetuoso, no solamente de las personas sino de todo lo que rodeaba al individuo , como por ejemplo de nuestros cumpleaños, los cuales se festejaban, el mismo día en que el individuo los cumplía si hoy había uno se hacia el festejo y si mañana había otro se lo hacia, no se juntaba en un día todos los cumple, esa noche se llevaba a cabo una cena especial con torta, sidras y también regalos, que habíamos llevado nosotros cuando fuimos (sabiendo de esto), y al día siguiente era asueto, únicamente se llevaban a cabo los trabajos de Ramona y hacer agua si era necesario, los que debían trabajar siempre eran los cocineros salvo los días viernes a la noche que se hacían pizzas y a estas las hacían quienes supieran hacerlas, con el tiempo fuimos varios quienes aprendimos y el sábado a la noche era tenedor libre, si querías comer ¡¡hacete la comida!!

Después de haber transcurrido un tiempo de permanencia y al habernos aclimatado y acostumbrados a los horarios, recuerdo que cuando me tocaba hacer el turno que va desde las 20 00 hs hasta las 08 00 hs, junto al Flaco Plaza que era de especialidad o mejor dicho su profesión era ser Torrero (los que operan los Faros) pero aquí en la Antártida hacíamos meteorología, por lo tanto nos repartíamos el día en turnos de 12 hs, rotábamos los lunes, los días que me tocaba el turno de noche, mas o menos a las 2 de la madrugada, solían aparecer varios integrantes de la casa, sabiendo que en la cocina los esperaba un churrasco en la plancha, presas de pollos o algo para comer, con una humeante taza de café caliente o en todo caso el mate siempre estaba listo, comían algo conversábamos un rato y nuevamente se acostaban hasta esperar el horario de las 07 00hs de la mañana, que era el horario en que diariamente se levantaban, desayunaban y en la misma mesa de desayuno se planificaban las tareas a llevarse a cabo ese día, ¡¡¡ siempre lo mismo!!! Que monótono, pero era así y así se nos transcurrió el tiempo, claro que se extrañaba, se extrañaba a la familia, a la novia, los hijos, amigos, conocidos ciertos hábitos, pero sabiéndolo ocupar (el tiempo) es llevadero y pasa, si tenemos que hacer algún tipo de comparación, digamos que éramos algo así como un Gran Hermano.

Los días pasaron, paso el invierno, poco a poco volvió la época en que el sol se volvió a ver mucho mas, recordemos que en pleno invierno lo veíamos apenas 2 o 3 horas por día el resto era penumbra y noche, antes de ir a la Antártida y como para ir aclimatándome había leído el libro ´´El País de las Sombras Largas `` era tal cual , con la salvedad que no teníamos esquimales ni osos, con el transcurrir el tiempo y llegando a diciembre volvió el sol a brillar casi las 24 hs salvo 3 hs que se escondía detrás de una montaña, llegaba la época en que el personal de la Base Marambio nos llamaba y decía que preparásemos el asado que al otro día venían y así lo hacían, a veces traían personal de la Base Esperanza, aparecían con el amigo de los antártico que era el Twin Otter, durante todo el año nos llevo la correspondencia que nos enviaban nuestras familias y amigos como así también los alimentos frescos como ser frutas y verduras, ¡¡saben lo que es comer una planta de lechuga!! ¡¡ Un tomate!! Que no sea enlatado, poder pelar una naranja o una manzana y comerla, quizás la cosa más tonta y común en cualquier lugar, pero no en la Antártida ¡¡No se imaginan el valor que esto tiene!! Era un verdadero placer, digo era, por que aun lo debe seguir siéndolo para todos aquellos que hoy están en cualquier lugar de la Antártida y sin importar la nacionalidad que sea.

A medida que llega fin de año y desde el mes de octubre, comienza nuevamente el movimiento en el continente blanco, buques de diferentes nacionalidades, aviones, personal y los días , es como si empezaran a transcurrir mas lentos es como si el reloj tuviese mas horas, eso pasa por las ganas que empezamos a sentir de regresar de vuelta a nuestros hogares el deseo de volver a ver a los nuestros se incrementaba se vuelve traicionero el tiempo, no llegaba nunca el día que queríamos ver anclado en el Estrecho Active al Bahía Aguirre, que era el buque transporte que debía llevarnos de vuelta ´´ al continente ´´ o al ´´ norte ´´, como le llamábamos a la parte continental Argentina, pero como todo en la vida llega, ese día llegó , júbilo y alegría , de vuelta a casa ¡¡ por fin a casa!!. Son momentos difíciles de describir, ¡¡¡hay que vivirlos!!! Hay que estar en la piel de cada uno de los que estuvimos en la Antártida y de los que actualmente están allí, si bien es grande la alegría de volver, del regreso, también esta la congoja, la tristeza, no fue un día, no fueron unas vacaciones las que pasamos, ¡¡fue un año!! Si un año de nuestras vidas en ese inhóspito lugar, un año conviviendo con ella, un año que nos permitió vivir, reír y por que no llorar, un año de alegrías y también de tristezas.

La Antártida es como la primera novia, la ves, la conoces y te enamoras de ella, es mas, cuando la dejas queres volver, deseas estar nuevamente con ella, aunque mas no sea un momento, deseas verla, toquetearla, mimarla y sentirla nuevamente, pero con el respeto que ella se merece.

La Antártida es hermosa, se la extraña ¡¡Pero ojo!! Se la debe respetar, ella te exige respeto, si con ella te equivocas esa equivocación la podes pagar muy caro, muchas vidas han quedado en ella, muchos sueños se han truncado, pero muy difícilmente sea culpa de ella, sino que normalmente es precisamente por la falta de respeto, la mayoría de los casos es por equivocaciones nuestras , de los seres humanos, ella acepta errores pero pequeños, mínimos, los mas grandes suelen pagarse con la vida, se la debe respetar, esto quiere decir que cualquier cosa o acto que uno deba realizar debe planificarlo hasta el mínimo detalle, el azar no cuenta, por mas que fuese por trabajo, por estudio, investigación, por aventura, en la Antártida deben tomarse todos los recaudos necesarios desde la planificación del lugar a recorrer y el objetivo, el abrigo a llevar, el sistema de comunicación, el estado de los materiales a utilizar hasta saber cual ha de ser el estado del tiempo, el tiempo en si que a de demandar el emprendimiento y claro está los alimentos ,el material sanitario, no hay que olvidarse que el lugar donde estamos es normal que nuestro organismo tenga que soportar temperaturas de 50 o 60 grados bajo cero vientos de 100 o 150 kms por hora, por todo esto es que a la Antártida no hay que desafiarla hay que tenerle respeto, que no es lo mismo que miedo, simplemente respeto.

Y nuestro regreso comenzó, ese día llego, era esa rara sensación de querer regresar, pero también nos embargaba esa sensación de abandono de ese lugar tan querido, pero ya estábamos a bordo del Bahía Aguirre, con nuestro regreso en marcha, no interesaba si teníamos que dormir vestidos en la bodega del buque, no importaba si hacia tanto frío adentro como afuera, no interesaba si nos habrían la tapa de la bodega del buque y nuestro dormitorio quedaba a cielo abierto tampoco interesaba si antes de regresar debíamos hacer un viajecito de unos 10 días hasta las Islas Orcadas, total días mas días menos estábamos en camino de regreso a nuestros hogares, en ese viaje veníamos de regreso aquellos que habíamos pasado un año, en las Base Alte Brown, Orcadas y por supuesto casi todos los que habíamos estado en Petrel y digo casi todos debido a que un grupo pequeños de nuestros compañeros junto al Teniente Lavarías debieron quedarse en la Base un par de meses mas por que fue ese el ultimo año en que se hizo una invernada en ese estupendo lugar, una verdadera lastima abandonar esa base, pero así fue, fue el ultimo, en ese viaje nos conocimos personalmente aquellos que durante el año nos habíamos estado comunicando y a su vez conversando por radio, como por ejemplo los meteorólogos.

Después de unos 10 días de viaje llegamos a Ushuaia, la ciudad mas austral del mundo y por fin el continente, el norte tan extrañado, otra vez la vida ¿normal?, nuevamente ver autos, negocios, gente otra vez la vida y en Ushuaia ir a comer a un restaurante ir a tomar un wisky o una cerveza al Faro o a lo de la Tía Petters, otra vez la normalidad.

Después de 2 o 3 días en Ushuaia, abordamos el Hércules C-130 con rumbo al Aeropuerto de El Palomar, el viaje se hace lento las horas no pasan, claro está que eso era para nosotros que teníamos unas enormes ganas de llegar, pero al fin llegamos, bajamos del avión y con Ditore , aquel que tenia miedo de morir al aterrizar en Marambio, nos vimos envueltos en un abrazo y llorando, volvíamos , nuestro sueño se había cumplido, estábamos orgullosos, contentos de haber logrado nuestro propósito, nuestra misión había sido cumplida, habíamos dejado un año de nuestras vidas , allí en la Antártida.

Habíamos soñado y nuestros sueños estaban realizados, hoy sigo soñando han transcurrido casi 30 años, y me gustaría que al despertar alguien me diga que esa porción de tierra helada es parte definitiva de nuestro continente, que es realmente ANTARTIDA ARGENTINA y entonces si mi sueño completo se vera hecho realidad y sabré entonces que sin peleas, sin batallas, sin combates, sin exterminio entre seres humanos, sin guerra yo fui parte integrante, pequeña, pero parte al fin de que nuestra Soberanía Nacional se extiende definitivamente hasta el mismísimo Polo Sur y de no ser así, también me siento orgulloso de haber sido y ser parte de una pequeñísima parte de la humanidad que tiene el privilegio de haber estado como población en el mas inhóspito de los territorios de nuestro planeta y que no en vano derrame lagrimas y parecía un pájaro bobo (pingüino) en aquellas gélidas tierras y también en el momento que ingrese al Aeropuerto El Palomar y sentí el abrazo de mi hermano y detrás de el toda mi familia y amigos (mi abuela, mis tías, primos y amigos) deje caer mis bolsos y como un niño lloré, la emoción que se siente no se la puede describir, no se la puede contar, son momentos únicos que se viven y no se repiten.
 

cawan 5

Forista Sancionado o Expulsado
La acción Argentina en el Antártico


La acción de nuestra patria en esas latitudes a partir del siglo pasado no hace mas que confirmar lo que bien puede llamarse "vocación austral argentina" que, basándose en indudables títulos de soberanía de diversos caracteres, se afirma muy especialmente en los históricos.

En efecto, ya la España del siglo XV consideraba los territorios antárticos como propios, basada en los conocidos términos de la Bula "Inter Caetara" del año 1493; y en los del posterior tratado de Tordesillas, que fijaba los límites entre España y Portugal y que exacta y curiosamente establece: "...que signale... una raya o línea derecha de Polo a Polo, conviene a saber, del Polo Ártico al Polo Antártico".

Estas tierras integraron por lo tanto el Virreinato del Río de la Plata y fueron ocupadas hasta donde era posible y hasta donde podía exigirlos el derecho de gentes de la época.

En virtud de los principios generales que rigen la sucesión de los Estados, estas regiones pasaron a integrar el territorio de las Provincias Unidas del Río de la Plata, que a lo largo del tiempo persistieron en perfeccionar el derecho que así habían recibido.

En tal sentido, las autoridades que se sucedieron a partir de 1810, tuvieron conciencia de la necesidad de continuar ocupando nuestro Sur.

Se inició de esta manera un proceso que duraría décadas con etapas de fundamental trascendencia, como la efectiva ocupación de nuestra descuidada Patagonia y el izamiento del Pabellón Nacional en la población más austral del mundo: Ushuaia.

Con esto, mucho se había hecho, pero faltaba aún llegar al confín más lejano de nuestro territorio.

Hasta el momento solo se había alcanzado el margen norte del pasaje de Drake o mar de Hoces, como fuera denominado primeramente por nuestros antepasados españoles.

Faltaba cumplir la última etapa: pasar a la otra margen, es decir, comenzar la ocupación de la Antártida.

Este trascendente paso tuvo principio de ejecución, cuando en 1904 el gobierno argentino ocupó las Islas Orcadas.

Fue éste el comienzo de la efectiva ocupación de lo que, por razones históricas, jurídicas, geográficas y geológicas hemos recibido en legítima herencia: la Antártida Argentina.

Los argentinos debemos recordar siempre que todas las etapas materializan la "marcha hacia el Sur" del país, y que esa "vocación austral" es empeño y propósito auténticamente argentino, no solo por el derecho que lo ampara, sino por el amor, la fe y el vigor con que se lo lleva a cabo.

Una epopeya rica en episodios de renunciamiento y heroísmo, de tenacidad y de grandeza, en la que algunos de sus hombres rindieron en holocausto sus vidas.

Una epopeya en la que todos, sin excepción, año tras año, ofrendan al país el sacrificio del riesgo permanente, el trabajo duro bajo condiciones climáticas y ambientales increíblemente rigurosas, en la soledad de esas inmensas vastedades y con la nostalgia de los seres queridos.

En ese blanco mundo fantasmagórico que no se ofrece mansamente a la conquista, sino que, por el contrario, solo se brinda a cambio de singular combate, es donde cada uno ha de arriesgar hasta su propia vida, dando de sí absolutamente todo, lejos de cualquier auxilio espiritual y material, sin la seguridad siquiera de que en su momento, como ha ocurrido tantas veces, los hielos implacables hagan posible el relevo de las dotaciones y con ello el anhelado retorno al hogar.

Así, desde hace años en una lucha constante con la violenta y sorpresiva acción de los elementos, los argentinos exploran y se adentran en el continente, dando término a cada misión con el parte lacónico y espartano de "misión cumplida", detrás del cual no pocas veces se esconden jornadas angustiosas e interminables de heroísmo.

Mas allá de expresión y ejercicio constante de la soberanía nacional en el Sector Antártico, los organismos competentes realizan durante todo el año en cada base antártica una intensa tarea científica, actividad programada y coordinada por la Dirección Nacional del Antártico, organismo creado con misión centralizadora del quehacer antártico argentino.

Todas estas tareas sirven no solo al país, sino también a la ciencia en general, y en consecuencia, a la humanidad.

Entre ellas cabe mencionar las exploraciones y reconocimientos aéreos, marítimos y terrestres, tendientes a penetrar cada vez mas en los secretos del área continental antártica, así como otra de singular valor, como relevamientos cartográficos, estudios hidrográficos y oceanográficos, glaciológicos y meteorológicos, observaciones ionosféricas y de geomagnetismo, estudios geológicos, geoquímicos y paleomagnéticos, de rayos cósmicos, investigaciones biológicas, estudios sobre fisiopatología del frío y, en general, sobre todos los aspectos de la naturaleza antártica.

Es una empresa constante, silenciosa y abnegada, digna por si sola de expresar con elocuencia la voluntad de grandeza, el impulso creador y la capacidad de proyección en el espacio y en el tiempo, de cualquier país de la Tierra.

De esta guerra pacífica, pero dura y sin cuartel, que se le libra para develar los misterios insondables del sexto continente, se beneficiará no solo la Argentina, sino la humanidad. Los argentinos podemos, entonces, sentirnos con justicia orgullosos de ello.

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QUIERO CONTAR UN SENTIMIENTO
por Edit Noemí Szteingolc de Rapisarda

Deseo expresar toda la emoción que viví en mi viaje tan ansiado a la Base Vicecomodoro Marambio de la Fuerza Aérea Argentina, efectuado entre el 3 y el 5 de enero de 2008. Quizás las personas que ya la conocen pueden entender un sentimiento antes y después de visitar y colaborar en la Base Marambio. En primera instancia yo no podía ir, porque solamente habían 7 plazas, pero gracias a la gentileza del “amigo” Comodoro Osvaldo Marchesini,- hoy podemos decirlo sinceramente con mi esposo- y a su gestión ahí estaba yo anotada dentro del grupo que viajaría para trabajar en el primer Simulacro en la historia de la Base. Se me asignó la tarea de efectuar fotografías para documentar el acontecimiento y espero haber cumplido bien la misma. La sorpresa fue viajar en un avión militar de gran porte y más grande cuando tuvimos que compartir el viaje con un invitado especial, un helicóptero. Así viajamos, primero hasta Río Gallegos, en la Provincia de Santa Cruz, como escala previa al cruce del océano para arribar a nuestro preciado destino. Toda una experiencia inolvidable, tanto como cuando llegamos a la Base Marambio, tan grande fue mi sorpresa, alegría y emoción a la vez, sí todo junto, algo que se siente sólo una sola vez en la vida. El recibimiento cálido del personal, como así también ver flamear nuestra bandera en ese lugar, rodeado de la inmensidad de los hielos y saber que es parte de nuestra Argentina, custodiada por argentinos. “Argentinos con mayúsculas”, porque se merecen todo el reconocimiento y el respeto de nuestra parte por la difícil tarea que realizan. Tuvimos una bienvenida a cargo del Jefe de la Base, Vicecomodoro Valladares que nos expresó su sentimiento y alegría en recibirnos para cumplir con nuestra misión. Una misión que nos hizo sentir más camaradas que nunca con la gente de la Base y médicos del Hospital Tornú a cargo del Dr. Rapisarda ( mi esposo, con quién comparto mi vida y sus aventuras con el único afán de enseñar y aprender con su segundo amor la medicina ), el Dr. Romero, Dr. Setton ( el anestesiólogo que ayudo a nacer a mi hija menor, amigo y compañero de locuras de mi esposo ), Dr. Alcalde y Dr. Etchenique, junto a los Bomberos de la Policía Federal, Diego Coria y Gustavo Varela Gómez, todos quienes trabajaron brazo a brazo con el personal de Fuerza Aérea durante toda la corta noche antártica para lograr su cometido, sellando a partir de esta experiencia un sólido lazo de amistad. Hoy quiero agradecer a todos los que anónimamente cuidan de nosotros y nuestra soberanía, que por un año dejan de ver a sus familias y siguen adelante. A todos los que hacen Patria, porque allí en medio de la inmensidad flamea una bandera argentina, y de esa manera nos hacen sentir orgullosos de pertenecer a este gran país y sentirme así más argentina que nunca. Gracias por su sacrificio, Soldados de la Patria.

Enero de 2008

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UN DÍA EN LAS ORCADAS
por el Sr. Carlos Guillermo CANOSA

El día 29 de enero de 2007, como integrante de la Dotación 2007 llegué a Orcadas junto a mis compañeros de la FAA, el Suboficial Principal Luis FRANCO (Geomagnetista) y el Suboficial Auxiliar Raúl AMAYA (Jefe de Estación Meteorológica).
No bien desembarcamos nos abocamos con los integrantes de la dotación anterior a las tareas específicas. Prácticamente a las dos semanas ya nos habíamos hecho cargo plenamente de las tareas inherentes a nuestra actividad. ¿Cómo es un día en la Base?

Todos los días aclara muy temprano (en verano), alrededor de las 3:30 de la mañana y las actividades empiezan a las 7:00 con un desayuno rápido, continuando las tareas de la especialidad (esas no se detienen nunca, ya que meteorología esta activa las 24 horas del día, los 365 días del año). Al mediodía almuerzo. Lo único que puede hacer variar la rutina es si tenés turno de guardia de base, que consiste en recorrer la misma por los generadores de la usina cada 3 horas para reponerles combustible y tomar nota de una serie de parámetros que sirven a su mantenimiento técnico, luego hay que recorrer el depósito de víveres y las cámaras frigoríficas y los depósitos de las calderas, todo esto cada tres horas.
A la noche cenamos, la verdad, se come muy bien. Los sábados a la tarde es día de limpieza general y cada uno de nosotros tiene asignado un sector de la casa principal, aparte de su lugar de trabajo diario. Además hay que mantener actualizados los papeles necesarios de nuestra actividad específica. En fin, como se verá, trabajo no falta, pero por lo que vislumbro hay que tratar de no caer en lo rutinario. No nos podemos quejar por que tenemos una muy buena biblioteca, televisión a través de DirecTV e Internet. Hay también para jugar al pool y al metegol. Y también está la posibilidad de caminar un poco, pero no hay mucho por donde hacerlo por el exterior de la base. Es un terreno bastante difícil, tapizado de piedras. Y lo que nunca pensé es lo mucho que se extraña la luz del sol, ya que si hemos tenido desde que llegamos el 29 de enero, cuatro o cinco horas de luz de sol es mucho. El resto de los días ha estado completamente nublado.

En lo personal, siento un gran orgullo por estar en esta base decana, la más antigua de la Argentina y del continente antártico. Uno aprecia el esfuerzo de todos nuestros antecesores que nos marcaron el camino, que se sacrificaron dejando algunos hasta su vida. A veces uno siente la tentación de quejarse, sea por lo que sea, pero debemos mirar cómo vivían ellos, nuestros antecesores. Omond House, construida totalmente en piedra (la primer casa antártica) no se puede comparar con las comodidades que gozamos hoy día.

Aquí todo se potencia, los sentimientos marchan a todo vapor por dentro de uno. Empecé a apreciar en toda su dimensión la importancia de la familia, que al tenerla siempre al lado nuestro damos por descontado muchas cosas, todo el cariño y contención que nos brinda, los amigos, su presencia en espíritu en estas islas tan agrestes pero hermosas. Se sienten raras sensaciones, orgullo como exprese antes y una gran carga, un escalofrío recorre también el cuerpo al tomar conciencia que de miles de millones de habitantes del planeta, formamos parte del grupo de esos miles de afortunados en conocer y trabajar en estas tierras. Luego, si todo sale bien, nuestros hombres quedarán grabados para siempre en los listados de las dotaciones permanentes que aquí invernaron.

Al caminar por la isla Laurie (lugar de asiento de la base) sobre todo en las noches, no me canso de admirar esta belleza tan extraña que posee, la paz que se siente al estar lejos de nuestro mundo tan globalizado que tenemos. Se toma conciencia real sobre como debe uno comportarse en sociedad; nuestra pequeña sociedad que integramos con los hombres de la Armada. Cada uno debe cumplir con su deber, pero también debe realizar tareas que hacen al bien común, como por ejemplo el "hacer agua", la limpieza, el apoyarse el uno en el otro y valorar fundamentalmente entre nosotros la tarea que cada uno realiza en función de aportar al funcionamiento común de esta, nuestra pequeña sociedad.

También al observar la fauna que es natural de la isla, no deja de asombrarme la cantidad de lobos marinos, pingüinos, etc. que se observan, sus comportamientos. Se siente la naturaleza a pleno, su fuerza y provoca en mi una sensación de paz y bienestar el grito de los lobos marinos y el efecto de eco causado por rebotar contra los cerros colindantes de esta base.

Con estas reflexiones he querido relatar, espero que medianamente bien, un día de vida en las islas Orcadas del Sur.

SPV I Guillermo CANOSA
Observador Meteorológico FAA

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SIMBA, EL INCREÍBLE DESTINO DE UN PERRO ANTÁRTICO
por Suboficial Principal (R) Expedicionario al Desierto Blanco Miguel Amado ACOSTA
Integrante de la tripulación de los aviones que alcanzaron el Polo Sur el 3 de noviembre de 1965)

Era medianoche de sábado a mediados del mes de noviembre del año 1962. Estábamos reunidos en el comedor la dotación de la Base Conjunta Teniente Matienzo y los tripulantes del Douglas DC-3 TA-33 a la cual yo pertenecía. Por motivos de las altas temperaturas reinantes, la nieve estaba blanda y nos impedía continuar viaje a la Base General Belgrano como lo teníamos previsto.

A esa hora ya había empezado el infaltable campeonato de truco y canasta, una repetida forma de compartir algunas horas en la aislada y lejana Antártida. Matienzo era en sus comienzos una precaria Base y una de sus falencias, la falta de baño en su interior. Los integrantes debían salir al exterior, a una letrina cercana a la casa habitación y montada sobre grietas, al costado del nunatak, que es una afloración de arenilla y lava volcánica en el medio de la gran barrera de hielo que bordea el oeste del mar de Weddell.

-Haceme un par de manos- dice Musso, jugador de una mesa de truco, se levanta rápido de su silla dirigiéndose a la puerta, agregando -voy al baño-. Salió al exterior y retornó al salón y a voz de cuello repetía ¡un perro!, ¡un perro que esta allí en la puerta! Si, respondía a los incrédulos, ¡es un animal grandote!

Nadie quedó en su lugar, algunos salieron como estaban, con ropas livianas, otros mas precavidos corrieron al dormitorio a buscar un abrigo, con ellos venían los que estaban ya acostados a esa hora, no queriendo perderse la novedad.

A metros de la puerta estaba parado el can, a cada integrante que salía lo miraba y hasta dejaba que lo acariciaran. Su pelo era de un negro azabache con pecho, patas, hocico y puntos blancos en su cabeza pequeña que brillaba al reflejo de la luz ubicada a la entrada de la casa. Hizo unos giros, y al no salir el humano que esperaba dio unos cortos pasos hacia atrás, se dio vuelta y busco la nieve blanda a un costado del taller, sitio en el cual se acostó mirando para la casa habitación. Adentro se hacían ya, todos los comentarios, -Si dijo Juan Carlos, es un perro de 4 años aproximadamente, de inmediato escuchamos a Julio que decía haber leído el hombre de Simba que estaba grabado en la chapita colgada del collar y agregaba que era de cuero y tenía una hebilla de metal inoxidable.

No hay dudas, es un perro de trineos aseguraba Bustamante, un sargento de nuestro Ejército que integró años antes dotaciones de la Base Esperanza; él nos contaba detalles de maromas y trineos totalmente desconocidos para los "aeronáuticos" allí reunidos.

Como decía al comienzo de este recuerdo canino, estábamos en esa Base haciendo escala para posteriormente ir a la lejana Belgrano y desde allí llegar al Polo Sur Geográfico.

Para apoyar nuestro vuelo los observadores meteorológicos de la península antártica daba un parte a horario del tiempo, posteriormente era transmitido desde Matienzo al Servicio Meteorológico Nacional, allí el doctor Hoffmann y el licenciado Komar entre otros calificados pronosticadores de esos tiempo, nos brindaban la información, que daba a las operaciones aéreas en esas latitudes, mucha confiabilidad.

Demás está decir, que en esos contactos a horario con todas las Bases, se les informaba la aparición de Simba, preguntándoles si era de su pertenencia. En los siguientes enlaces las contestaciones fueron NO, que no tenían perro o que en su dotación nunca tuvieron uno llamado así. Todos se sorprendían como nosotros y agregaban observaciones y preguntas cuyas respuestas no podíamos dar ni suponer.

Al día siguiente un hermoso día de sol, todos los integrantes se levantaron preguntando por el nuevo pensionista y la contestación de que por allí anda, los dejaba tranquilos; más de uno pensaba que Simba descansaría y seguiría su ruta, que Matienzo sólo era una escala.

No fue así, por suerte para todos se quedó y dio muestras de haber aceptado los mimos del cocinero, que empezó a separar su ración como si fuera un integrante más de la dotación.

A los días siguientes dos integrantes de la estación inglesa Hope Bay (Bahía Esperanza) vecina a nuestra Base Esperanza, vinieron como siempre lo hacían cuando pasaban hacia el sur, o recorrían la zona. Les hicieron la obligada pregunta sobre Simba. Visiblemente sorprendido John, un escocés con todas sus características y muy conocido por los argentinos, ya que llevaba en Antártida casi tres años, dijo que ese animal era de su dotación, agregando apurado, color y datos que no dejaban dudas a sus interlocutores de que se trataba del mismo animal. Continuó diciendo que en el mes de agosto en pleno invierno, realizaron una travesía desde su Base a la península de Jason. Se hacía de noche cuando su perro guía cayó en una grieta. Vanos fueron los intentos de rescate, porque el animal se desplazó hacia un costado del pozo y quedó encajado en los hielos que se entrecruzaban entre las dos paredes y no hubo más opción que cortar la cuerda de tiro que lo sostenía; un interminable alarido y sordos ruidos fue lo último que se escuchó del perro guía. También dijo que le costó mucho serenar a los otros canes y pronto tuvieron que buscar un lugar para pernoctar en las inmediaciones de cabo Longing. Al día siguiente volvieron a la zona del accidente y no encontraron ninguna señal de Simba.

Continuaron su ruta al suroeste en busca de un refugio instalado por nuestro Ejército años anteriores en las inmediaciones de cabo Desengaño, que les sirvió de apoyo.

Argentina, como miembro del Tratado Antártico, había aceptado instalar refugios, identificar su posición geográfica y comunicarlos al Tratado para que fuese utilizado en caso de emergencia por cualquier eventual visitante; en ese refugio, contó John, se instalaron hasta que pasó la tormenta que se abatió en la región por esos días.

Me imagino los momentos difíciles que pasó Simba a partir de que le cortaron la cuerda que lo sostenía. Seguramente rodó hacia la profundidad, con todo lo que se puede uno imaginar, nieve, oscuridad, puntas de hielo, golpes por todos lados y quizás no tan profundo, el balcón salvador que lo contuvo y le permitió permanecer allí el tiempo necesario para reponerse de las lastimaduras y magullones de la caída.

Durante el mes de agosto los días son muy cortitos; a Simba lo rodearon entonces muchas horas de total oscuridad, con ruidos de hielos quebrándose, dejando su intuición alterada por peligros existentes, que él vivía a partir de la rotura de ése frágil puente, que no pudo detectar como perro guía porque le escapaba a otras grietas que quedaban a su costado.

A los tiempos y apuro por salir de esa peligrosa posición, Simba los dominó totalmente, se quedó con su hambre y sed hasta los días siguientes en que por alguna hendija de la grieta se filtró un hilo de luz, que le regaló la esperanza de alcanzar la superficie que hacia ya varias días esperaba.

Seguramente a Simba lo acompañaba la suerte, esa que le proveyó el balcón que contuvo su caída, también le arrimó algún distraído pingüino o quizá, un pichón de foca que disparado de algún predador, se subió naturalmente al balcón permitiendo que, de esa manera, repusiera energías y le diera tiempo a explorar lugares para finalmente conseguir su auto liberación.

Pasaron bastantes días o quizás semanas para alcanzar la superficie y cuando lo hizo ya no había trineos ni maromas, corrió de un lado a otro, pero en esa solitaria llanura de nueve y hielo a nadie encontró.

Buscó con su instinto regresara al norte pero en esas, para él interminables semanas, los canales antárticos estaban descongelados y se quedó en las orillas. Allí no le faltó comida para disfrutar de su bien ganada libertad. Esas intenciones de ir al norte las terminó descartando y buscó en el sur signos de vida, que fueron los que lo llevaron finalmente a Matienzo en aquella madrugada de noviembre.

El primer día de diciembre (1962) por fin se dieron las condiciones y pudimos despegar rumbo a la Base Ellsworth, una vieja base antártica operada por el Instituto Antártico Argentino, vecina de la Base Belgrano.

La satisfacción de poder decolar y continuar con nuestro vuelo al Polo Sur iba acompañado de un eterno reconocimiento a la ayuda que nos brindaron los integrantes de la Base Matienzo con todos sus medios disponibles.

Tengo en la memoria una postal de los integrantes levantando los brazos despidiéndose, y a su costado el Simba ya convertido en mascota, mirando sorprendido, por los ruidos de los motores nunca antes escuchados.

De la forma más imprevista se interrumpió nuestro vuelo; en el despegue se nos incendió el avión; por suerte todos salimos con vida de ese infierno, las pérdidas fueron totales y, con esa desazón inexplicable del accidente, nos encontramos en lo más austral del mar de Weddell y a miles de kilómetros de nuestra Base El Palomar.

La Base Ellsworth donde estábamos se cerraba en forma definitiva en pocos días más; ya estaba navegando para allá el viejo rompehielos General San Martín Q4 a retirar su dotación; nos agregaron a la lista de pasajeros y a fin de año estábamos retornando en forma jamás pensada.

En una larga travesía, entre témpanos y aguas crespas, nos arrimó este noble (Sapo) como llamaban cariñosamente al rompehielos, a las inmediaciones de la Base Esperanza donde nos esperaba el buque de transporte Bahía Aguirre, estacionado y refugiado en una caleta de la zona, para llevarnos posteriormente a Ushuaia; en él compartí el camarote con Juan Carlos, recientemente reemplazado en la Base Matienzo; después de los saludos, la pregunta del accidente del Douglas y sus pormenores, fueron las primeras palabras y cuando le conté los detalles solo dejaba escapar de su boca: "Negro, tuvieron suerte, no lo puedo creer".

Casi de inmediato luego de recordar nuestras familias que pronto veríamos me contó lo ansioso que estaba por volver con los suyos y sobre todo ver a su querida novia; yo le decía que en pocos días atrás había nacido mi hijo Roberto Miguel y que estaba loco por conocerlo. Empezamos una ronda de mate y allí me contó su última tarea extra, ya que había sido él, el encargado de llevar a la costa y subir a cubierta al perro Simba y entregarlo en Esperanza a sus dueños. Fue para mí una sorpresa que me hacía vivir la Antártida que tanto había soñado conocer.

Digo sorpresa porque me contaba que los ingleses al enterarse de la aparición de su perro guía, pidieron que se lo devolvieran; los argentinos lo hicieron en la primera oportunidad que tuvieron. No fue fácil para Juan Carlos trasladar a Simba, necesitó construir con cuerdas de nylon un improvisado bozal, porque con tarascones y mordiscos pretendía defender su libertad.

Las personas que van a la Antártida por lo general vuelven a ella si se presenta la oportunidad. No fui la excepción, me propusieron integrar la dotación de Matienzo para el año 1965 y por supuesto acepté. Mi traslado se hizo en un vuelo del recordado Douglas TA-05 "El Montañés" visitante seguido de la Antártida en esos tiempos. Era septiembre de 1964 y al arribo a la conocida Base Matienzo, veo junto a las personas que nos recibían, parado, mi conocido Simba...¡no lo podía creer!

El post vuelo y pernocte tiene sus tareas, que compartí con los tripulantes del avión y mientras las realizaba pensaba y me preguntaba: ¿que hace aquí este perro?

Se sumó a las tareas un voluntario: Gerardo, fotógrafo de la Base y mientras enfundábamos los motores, contestó mi pregunta sobre Simba. -Hace unos meses vino una patrulla de ingleses que iba hacia el sur y nos trajo de regalo a su ex perro guía. Las explicaciones del porqué tomaron la decisión según dijeron, era que durante la ausencia para ellos definitiva, formaron a otro perro que lo reemplazaba precisamente en esos momento y les pareció que un destino mejor no tendrían para darle a "un joven perro jubilado", también agregaron que Simba tenía los vicios que le dio su odisea, no reconocía ni amos ni gritos y quizá por allí estaba la razón de llevarlo de regalo a Matienzo, indudablemente fue lo mejor que podían hacer con este hermoso animal.

A partir de su llegada fue totalmente independiente; dormía en el exterior, a la casa habitación entraba si lo obligaban, pero a los minutos pedía salir, porque no toleraba la calefacción. Al taller lo visitaba espaciadamente, no había calefacción, pero el ruido del motor diesel del generador eléctrico allí instalado le molestaba. Un promontorio de piedras pequeñas era su lugar preferido, desde el cual observaba el movimiento de las personas que entraban y salían de la casa habitación. Era acompañante obligado de cualquier integrante que realizaba trabajos en el exterior.

Todos nos sentíamos su mejor amigo, pero no había duda que Simba le regalaba su preferencia al cocinero y a él le brindaba sus mejores coletazos. Nunca lo escuché ladrar, aullar o quejarse y dudo que alguna vez lo hiciere.

Los temporales que son un clásico en la región, los pasaba echadito, con la cabeza casi escondida en sus blancas patas como su pechera; tuvimos ese año vientos huracanados que rondaron los 300 kilómetros por hora y él a la intemperie, por supuesto que cuando amainaba el viento, alguien salía a darle su comida que religiosamente Aderito, el cocinero, le preparaba, y de paso lo hacía mover para que no se le pegara la nieve a su cuerpo.

Dos aviones Beaver basados en Matienzo realizaban vuelos fotográficos y de avistajes de témpanos que habitualmente se desprenden de la gran barrera, entre otras misiones. Cuando los mecánicos y pilotos concurrían a la zona donde, para protegerlos de los fuertes vientos, se enterraban en la nieve los pequeños aviones, Simba salía tras ellos y se ubicaba en las inmediaciones presenciando los preparativos del vuelo.

Producido el despegue él se echaba sobre la nieve removida y permanecía allí mientras duraba el vuelo; los tiempos a veces eran prolongados y él se quedaba hasta el retorno de los aviones y cuando bajaba el último tripulante, se daba vuelta y volvía a la casa. Lo llamábamos varias veces, pero nunca retornó; agachaba la cabeza y daba la sensación que ya había cumplido su tarea y abandonaba la zona. Esa era su rutina, así vivió el año 1965. Al siguiente año cambiaron los hombres y continuó su forma de vida; otros cambios de hombres se sucedieron en 1967 y Simba fue perdiendo salud; la artrosis en las patas lo hacían caminar con dificultar, pero sus hábitos no cambiaban demasiado.

Se había agregado a la casa habitación una ampliación para que los integrantes dejaran los abrigos y las botas impregnadas de nieve y hielo, allí no había calefacción y a ese lugar finalmente lo terminó aceptando para pernoctar.

A principios del año 1968 trajeron de la Base Esperanza una perrita que llamaron Zulma, y lo acompañó por un tiempo. Su condición de macho se vio frustrada porque sus patas no lo sostenían, cuando su compañera se puso en celo no pudo aparearse. Las intenciones para que quedaran descendientes no se dieron; eso lo contaba Jorge, integrante ese año de la dotación, además nos relató como fue su fin. Una mañana de ese año (1968) lo encontraron muerto; nadie escuchó ningún ruido ni queja; allí quedó dormido para siempre, lo enterraron en la zona alta del nunatak, donde él eligió vivir aquella noche de noviembre de 1962.
 

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Forista Sancionado o Expulsado
INFARTO EN MARAMBIO
por el Ing. Antonio Nicolás GILLARI

El 9 de mayo de 1995 llegamos a la Base Marambio, entre otros viajeros, el profesor Dr. Alejandro Rodolfo MALPARTIDA (Director del Consejo Académico del Multimedios Ambiente Ecológico - MAE), el licenciado Sergio Carlos RECIO (miembro del Consejo Asesor del MAE, y en ese momento también Director de la Reserva Ecológica Costanera Sur de la ciudad de Buenos Aires) y yo, como Director General del MAE.

Nuestra misión era entregarles personalmente al personal de la Base Marambio el "Premio EcoAmbiente 1994", que entrega el MAE desde la fecha, a personas físicas, organizaciones, organismos, instituciones, empresas y medios, que se destacaron en la defensa del Ambiente, la Calidad de Vida, la Ciencia y la Tecnología.

El personal de la base había sido galardonado en esa ocasión, porque ya habían comenzado la ardua y difícil tarea de remediar de desechos peligrosos y orgánicos acumulados durante casi 25 años, bajo condiciones atmosféricas muy extremas.
Asimismo, nuestra otra misión en el viaje a la base era determinar los lugares físicos factibles para implantar las torres de los eolos para la generación eléctrica y reemplazar el sistema de generación actual (un grupo electrógeno que funciona con gasoil deshidratado, muy costoso y altamente contaminante). Este último, es uno de nuestros proyectos: Implementar en la Base Marambio un sistema combinado de generación eléctrica eólico-hidrógeno, sin costo para la Fuerza, el cual generará casi 1 MW, el doble de la cantidad requerida en este momento, para así demostrar la factibilidad y conveniencia del reemplazo de los sistemas convencionales de generación eléctrica tanto en la Antártida como en el Ártico.

Luego del estudio de la zona, habíamos seleccionado desde el primer día el lugar y entregado el "EcoAmbiente" en una sencilla pero emotiva ceremonia luego de la cena de esa misma noche, nos retiramos a dormir en la casa de huéspedes que dista unos 400m de las instalaciones principales. Solo faltaba recorrer un poco más la isla, realizar algunos trabajos de campo sobre la flora y la fauna invernal, medir dureza de suelos, etc., y esperar al sábado 13 de mayo que nos vinieran a buscar con el Hércules C-130 que nos había traído, para llevarnos al continente nuevamente.

A la mañana siguiente (miércoles 10 de mayo) les dije a mis compañeros de viaje que se adelanten, que cuando terminaba de ducharme y afeitarme los alcanzaría en la casa principal para desayunar y luego iríamos a visitar la Estación de Ozono-Sondeo (monitoreo de la capa de ozono estratoférico).

Cuando salí de la casa de huéspedes, el sol brillaba espléndido y sin ningún tipo de nubosidad; el viento reinante en la base producía una sensación térmica de -52ºC. Si bien con el equipo antártico no me afectaba el frío, a mitad del camino, justo en los altos corredores-pasadizos hechos en la nieve, que tenían una altura de casi 3m y con un ancho de 2m, el pasamontañas que tenía puesto, como consecuencia de la humedad de mi respiración, quedó congelado a la altura de mi boca, tanto que no me permitía respirar.
Instintivamente, mi reacción fue bajármelo y tomar una bocanada de aire. En ese instante sentí un fuerte dolor en el pecho y mi brazo desde los dedos hasta el omóplato izquierdo se me adormeció. Según los galenos, se me produjo por la variación brusca térmica un espasmo pulmonar que derivó en un infarto. Solo, en el medio de la nada.

Como pude, llegué a la casa principal y sin equivocarme en ninguna bifurcación, ya que si lo hacía, podía terminar en cualquier otro lugar de la base.
Dios quiso que acertara el camino y que llegara justo para que el médico de la base, el primer teniente Dr. Juan Carlos MARTÍNEZ (al cual le esteré eternamente agradecido por su profesionalismo y celeridad de actuación), me asistiera y me salvara de una muerte segura, más, cuando los medios y el equipamiento médico disponibles en ese momento eran casi nulos.

Luego de sacarme del infarto y estabilizarme, se resolvió efectuar el "Operativo Evacuación". Los días siguientes (jueves, viernes y sábado) se realizaron intentos de aterrizaje, pero cada vez que la aeronave se encontraba a 15 o 20 minutos de vuelo de la base, comenzaba como por arte de magia a avanza un "mar de nubes", cosa común en esas latitudes y época, que al momento del arribo del C-130, la base se encontraba en condiciones "bajo cero", porque estaba cubierta por una densa nube de aproximadamente 20m de espesor, imposibilitando ubicar la pista y permitía ver únicamente algunas antenas de comunicaciones que sobresalían.

La tripulación, impotente de efectuar un aterrizaje luego de dos intentos, debían en las tres oportunidades, volver al continente sin poder cumplir su misión. Ellos veían las antenas y nosotros los escuchábamos a ellos, pero visualmente era imposible hacer contacto.

El domingo 14, aprovechando un cambio climático, pudieron felizmente aterrizar.
Luego que fuera reabastecido de combustible el C-130, los que regresábamos al continente subimos a la aeronave, dejando parte de nosotros allí, en esa tierra de barro, nieve, frío, soledad, tristeza y felicidad a la vez. Tierra donde uno se encuentra con uno mismo y aprende a convivir con otras personas fuera de su núcleo familiar o de amistades; tierra donde todo se une, todo se hermana; allí se respira solidaridad y fraternidad. La última imagen que tengo de ese lugar en la pasada de sobrevuelo, es el saludo de todos los que quedaron allí en la base, cada uno de ellos cumpliendo con la actividad encomendada, cada uno de ellos haciendo Patria.
Allí quedaron "mis hermanos de aventura" a los cuales agradezco a cada uno de ellos todo lo que hicieron por mí; allí quedaron esperando ser reemplazados por otros valiente..., los de la próxima dotación, que seguramente, de generarse una situación similar, actuarían de la misma manera porque así es el espíritu de la Fuerza.

El viaje de regreso lo ejecutamos desde Marambio a El Palomar con el mismo Hércules C-130. Realizamos una sola escala técnica en Río Gallegos y luego directo a Buenos Aires. Fue constante la atención y preocupación de la tripulación por mi salud; permanentemente estaba monitoreado y consultado si deseaba que aterrizáramos en bases intermedias como la de Comodoro Rivadavia o la de Bahía Blanca antes de sobrevolarlas, de acuerdo a mi estado de salud.
En todo momento aprecié que estaba protegido por gente a la que podía confiarle mi vida y que se habían puesto tanto ellos como a la aeronave a mi plena disposición.

Cuando llegamos a la 1:30 de la madrugada del lunes 15 de mayo a la base de El Palomar, todo el operativo sanitario que se había montado para recibirme, me hizo sentir seguro y orgulloso de la Fuerza que mamé desde mis 14 años, y justamente en esa base cuando ingresé a la "Escuela de Aprendices Operarios", hoy escuela técnica dependiente del Ministerio de Educación. La vida luego me llevó por otros caminos.

Lo que continúa es otra historia. Dos BypaSeleccionado coronarios, cinco cateterismos y dos angioplastías con Stent; 64 días sumados en 8 internaciones distintas en 6 meses, etc.

Siempre cuando comento la "anécdota de Marambio" a mis familiares, amigos o conocidos les digo "infartarse en la calle, en su casa, en un auto, en el trabajo, es anodino y común; yo busqué un lugar original para hacerlo y que gracias a Dios y a la gente de la FAA, estoy vivo para contarlo".

El proyecto eólico-hidrógeno lo continuamos desarrollando en el MAE. Estamos a la espera de la donación prometida por una institución internacional para ejecutarlo.
 
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