Ténicas y máquinas antiguas de la guerra

Willypicapiedra

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TÉCNICAS Y MÁQUINAS ANTIGUAS DE GUERRA

Debemos reconocer ante todo que una de las actitudes más viejas del hombre es la de la guerra, es decir, no conocemos ningún pueblo de la Antigüedad que no haya aplicado sus técnicas en la guerra. Lo que enfrentamos hoy no es un problema nuevo y los principios básicos de Amor y Fraternidad no son sólo mal interpretados en al actualidad, sino que lo han sido siempre. Tal vez el instinto de conservación, considerado en psicología como el primero y más importante en el hombre, es el que lo ha movido a canalizar todos sus conocimientos para la destrucción del ser más peligroso que existe sobre la Tierra: el hombre mismo.
En la Antigüedad estas técnicas relativas a la actividad bélica estaban relacionadas con todo lo que fuese ritual y ceremonial religioso. Existe una extraña relación entre la muerte, la vida, la religión y la guerra.
En cuanto a las armas propiamente dichas, las más antiguas y simples que se conocen con el arco, la flecha, la jabalina y la lanza. No podemos decir qué antigüedad tiene el arco, prácticamente podría afirmarse que los hubo siempre en Europa, Asia, África y América. Lo mismo sucede con el bumerán que generalmente se lo supone de Australia y que fue utilizado, en realidad, por todos los pueblos primitivos.
Otro viejísimo instrumento es el atlatl. Los Colonos de Tula, en el Museo de México, sostienen un elemento ceremonial similar al Ankh egipcio, que además servía como arma. Este atlatl o lanzadardos consiste en una prolongación del brazo que permite arrojar a mayor distancia y con más fuerza un pequeño elemento punzante flecha o jabalina; y ha sido utilizado por todos los pueblos antiguos.
Estas armas livianas también se han relacionado con el uso de caballos, elefantes, camellos y carros. La verdadera antigüedad de estos últimos no se conoce en realidad.
Veamos también que la estrategia ha variado muy poco desde la Antigüedad a nuestros días, lo que ha variado es el elemento táctico. Es decir, el tanque pesado era el elefante; lo que hoy llamamos carro de asalto era el carro; la infantería era igual que en la actualidad; y los cuerpos de motociclistas y las brigadas ligeras autotransportadas eran la caballería.
El arco se fue transformando y perfeccionando hasta convertirse en la ballesta, La ballesta griega tenía un dispositivo por el cual se ponía en tensión el arco y se encajaba la fecha que quedaba montada mediante un sistema de dientes. El disparo de la flecha se efectuaba bajando un gatillo lateral.
Una modificación de la típica ballesta era la gastafreta, utilizada en Grecia y Roma. Su única variante era que el sistema de montado del proyectil no consistía era hacer retroceder el arco, sino en hacerlo avanzar hasta conseguir la tensión deseada. Además, la flecha iba sujeta en una moldura llamada técnicamente “cola de pato”. Estas gastafretas se han modificado y agrandado varias veces, muchas de ellas por Solipo de Tarento, y tuvieron una gran importancia bélica en su momento, pues incluso servían como portadoras de granadas incendiarias. Es decir, unos pequeños recipientes que contenían el fuego griego en su interior se adosaban cerca del extremo de la flecha, que tras ser lanzada, al clavarse y chocar las ampollas, explotaban y se desparramaba el fuego. Aunque hoy desconocemos la fórmula con la que se obtenía el fuego griego, sabemos los efectos que causaba: estallaba con sólo romper su contenedor, no se extinguía con el agua, duraba mucho más tiempo y poseía altísimas calorías, ya que tanto las corazas de bronce y de hierro como los blindajes de las naves eran fundidos fácilmente mediante dicho elemento.
El arma que vulgarmente denominamos catapulta era llamada onager por los romanos y ónagros por los griegos. Este elemento bélico estaba constituido por una plataforma, generalmente sobre ruedas de madera, sobre la cual había un brazo que se movía por medio de una articulación, y en Cuyo extremo podía tener muchos elementos, como, por ejemplo, una cazoleta para arrojar plomo fundido, o una especie de red de donde colgaba una bala. Estas balas, que pesaban de uno a tres kilogramos, consistían en piedras talladas i en bolas de plomo con la forma adecuada, y no en cualquier piedra como se cree generalmente. Para lanzar el proyectil se hacía retroceder el brazo hasta el máximo de la tensión mediante una serie de mecanismos – sistema de cuerdas animales – que manipulaban varios servidores.
Otras armas eran: el palitonon, que arrojaba piedras, y el eutitonon que arrojaba flechones. Consistían en dos torrecillas montadas sobre un carro en las que se ajustaba un arco. El proyectil se disparaba entre medio de ambas torres y el arco se ponía en tensión desde atrás mediante un sistema de fibras de tipo animal.
Una variante de esta arma, que no tuvo mayor éxito en su aplicación práctica, era la que en vez de tener un sistema de torsión de cuerdas, poseía un émbolo con aire comprimido para hacer retroceder el brazo. Su fallo consistía en que los pequeños y variables escapes de aire desviaban el tiro.
A continuación consideraremos el polibolon, del cual nos habla Dionisio de Alejandría. Es el antecesor de la ametralladora. Consistía en una gran ballesta de 4 ó 6 centímetros de ancho de fleje, colocada sobre una plataforma rodante que poseía un depósito de flechas, y mediante un mecanismo que las dejaba caer en el disparador una tras otra.
En cuanto a las defensas móviles, la más conocida era la formación llamada testudo. Consistía simplemente en una formación muy apretada de tres filas de cien soldados romanos cada una, que marchaban tomados del brazo o encadenados. Los hombres de la primera fila portaban escudos (cuadrados, convexos y de 1,10 metros de alto aproximadamente) contra el pecho. Los de la segunda fila sujetaban los escudos arriba y los de la tercera fila lo hacían hacia atrás. Los soldados de los extremos izquierdo y derecho colocaban el escudo de lado con lo que completaban la defensa. La marcha de los hombres del testudo no era directa hacia delante, sino que la efectuaban con movimiento de zigzag, con un paso lateral hacia un lado y otro paso hacia el otro lado. Todo este conjunto constituía un verdadero acorazado que avanzaba sobre su frente ancho y resultaba prácticamente imposible de atacar.
Otro tipo de defensa móvil, utilizada en el sitio de las ciudades, era una torre acorazada sobre ruedas y con mirillas en la parte superior desde donde disparaban los arqueros. De esta manera reducían la invulnerabilidad de los soldados defensores de la ciudad que disparaban desde las altas murallas. El problema para nosotros en la actualidad es explicarnos cómo movían estas torres de 8 a 9 toneladas, pues eran mucho más altas que anchas y no podían contener en su base la cantidad suficiente de hombres o bueyes como para propulsarlas sobre terreno desnivelado. Además, las ruedas que se han encontrado tienen una especia de botones en la parte que apoya en el suelo, y si las ruedas no era motrices, esto constituiría un impedimento y no una ayuda.
Existían, por otro lado, máquinas rodantes que sí tenían bueyes adentro, y otras, de aspecto curioso, consistentes en dos grandes ruedas con un eje al que se acoplaba un enorme recipiente de cerámica que servía para transportar elementos inflamables. Ya en el sitio de la ciudad, echaban a rodar estos carros contra las murallas, tras el choque se rompía el recipiente y el fuego griego estallaba por sí solo.
Las máquinas de Arquímedes, con las cuales éste defiende a Siracusa de los ataques de Marcelo, serían en realidad copia de otras mucho más antiguas encontradas en Tiro. Ésta fue una ciudad fenicia que había heredado una técnica avanzada de sus antepasados. Situada en una isla y rodeada de grandes murallas poseía casas de varios pisos, más de medio millón de habitantes y desarrollaba una súper industria desconocida por el resto del mundo hasta su conquista por Alejandro. Existe una curiosa referencia que afirma que los habitantes de Tiro se quejaban debido al exceso de chimeneas, o sea, de la contaminación del aire.
Cuando Alejandro emprende el sitio de la ciudad se encuentra con grandes sorpresas. Con el objeto de salvar los 400 metros de agua que lo separaban de la isla, decide construir un puente siguiendo el sistema de balsas colocadas una al lado de la otra, y sobre las cuales se montaba un puente. Pero cuando llega a la “mitad del camino” según cuenta la crónica, surgieron desde adentro de la ciudad grandes brazos con grúas que levantaron con facilidad las balsas (las cuales se calcula que pesaban 3000 ó 4000 kilogramos) y las estrellaron contra el agua. Es indudable que estas poderosas grúas no podían ser manejadas por hombres, sino por medio de algún tipo de motor o maquinaria.
Otro hecho, aparentemente inexplicable, es que los atacantes se encontraban con ballestas automáticas, tipo polibolon, colocadas sobre grandes explanadas, pero nadie las manejaba, pues no se veían hombres en su cercanía. Esto nos hace suponer que uno o dos hombres podían disparar todas esas armas por sí solos.
No obstante, Alejandro continuó avanzando y fue sorprendido por otro extraño elemento defensivo: los soldados de Tiro portaban unos “tubos que arrojaban arena caliente” según la narración de la época; esto podría compararse con los bazucas de la actualidad. Una vez instalados cerca de la ciudad, a pesar de los ya numerosos obstáculos, las tropas de Alejandro levantaron unas torres de metal sobre pilones y plataformas con el fin de alcanzar la parte superior de las murallas. Ahora bien, en ese momento surgieron grandes manos, como de “cangrejo”, que apresaron a los hombres y los arrojaron al agua para luego desaparecer dentro de la ciudad. Todo esto era realizado a considerable velocidad y precisión, lo que descarta la idea de que fueran movidas por un hombre con una manivela; más bien nos hace suponer que los soldados de Tiro conocían la fuerza del vapor o alguna otra energía y la empleaban para estos fines.
Pero el último y tal vez el más insólito aparato defensivo fue el siguiente. Cuando por fin Alejandro llegó a las murallas, arrojando fuego griego en grandes cantidades, cargó sus armas de guerra y lanzó grandes haces de flechas que se abrían en el aire y cubrían prácticamente toda el área atacada, con lo cual la infantería de Tiro no iba a poder sobrevivir. Entonces, surgieron de la ciudad elementos parecidos a grandes sombrillas, o sea, postes metálicos de cuyos extremos pendían láminas de metal. Estos aparatos comenzaban a girar a gran velocidad y las aspas se elevaban formando una sola plancha circular que se orientaba del lado de donde venían las fechas, deteniéndolas. Estos extraños “molinos antiflechas” impulsados seguramente por algo que no era tracción manual, nunca pudieron ser reproducidos.
Otra poderosa aunque extraña arma era el Espejo de Arquímedes, mediante el cual se podían incendiar flotas a gran distancia. Las leyes físicas hacen supone que este espejo debía tener un tamaño parabólico enorme, pues sólo así pudo haber concentrado y reflejado la luz del Sol a gran distancia – 300 metros aproximadamente-. Sin embargo, las figuras de los espejos de Arquímedes no son grandes, 6 ó 7 metros de diámetro, tamaño que parece haber sido suficiente para incendiar las naves. Hay muchos misterios que aún no hemos podido resolver ni histórica ni tecnológicamente en nuestros días.

Jorge Angel Livraga Rizzi
Segunda Conferencia dictada del 18 de enero de 1972 en la Sede de Nueva Acrópolis, San Martín 274, Buenos Aires, República Argentina.

Willy

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LA PRIMERA ARTILLERíA DE TORSIóN.
Las máquinas que se basaron en el sistema de torsión, mucho más práctico y potente que el antiguo de no - torsión, se empezaron a utilizar de forma sistemática en la corte macedónica en fechas cercanas al 340 a. C.


A pesar de los avances que se habían introducido en las máquinas de no - torsión, las potencialidades del arco compuesto ya habían alcanzado sus límites máximos con la puesta en marcha de las máquinas de no - torsión de diseño avanzado. De nuevo, fue la necesidad de lanzar proyectiles de mayor tamaño y a una distancia mayor la que llevó a intentar mejorar las máquinas existentes hasta ese momento.


La solución a este problema se encontraba en la búsqueda de algún material más resistente que los empleados por las máquinas anteriores o en la utilización más efectiva de alguno de los que ya conocidos: cuerno, madera y tendón. La principal conclusión que se desprendía de la revisión de las máquinas de no - torsión era que este último elemento era el que aportaba la mayor parte de la energía y la mejora tecnológica pasaba por aislarlo totalmente.


El resultado fue el nacimiento de las primeras máquinas de torsión, que supusieron una revolución tecnológica tan significativa como la propia aparición de la catapulta. Las nuevas máquinas tenían una mecánica diferente a las de no - torsión y utilizaban la torsión de haces de tendones, crines o cabellos humanos alrededor de bastidores de madera.


Hoy en día es muy difícil saber qué clase de tendones y de qué animales eran los más fuertes y elásticos para su empleo, aunque se piensa que, en ningún momento, se utilizarían solos, sino mezclados con pelo animal o humano para asegurar su cohesión. La zona de los tendones animales que mejor serviría para estos propósitos sería la correspondiente a los hombros de bueyes y a los tobillos de caballos.


Esta falta de información se debe, entre otras cosas, a que los tendones, al tratarse de un material orgánico, no se han conservado en el registro arqueológico. Por si esto fuera poco, ninguno de los tratados que han llegado hasta nosotros relata la preparación de los tendones de animales para las piezas de artillería de torsión.


Alrededor de dos marcos envolvieron el filamento de pelo y después la capa de tendón-cuerda, que pasó a formar los dos resortes. Los marcos se sujetaron de forma fija y se añadió madera para dar rigidez al conjunto. Un brazo de madera se insertó a través del paquete de tendones, dejando la parte más gruesa en el lado interior.


Cada brazo se sujetaba por las cuerdas de su resorte porque la tensión se aplicaba con dos palancas. Esto hacía que la máquina no pudiera desarrollar una tensión muy elevada por lo que sólo podía lanzar flechas, ya que las piedras pesaban demasiado para la energía alcanzada (MARSDEN, 1999 a, 16 - 24).


En estas máquinas conocidas como euthytonas el ángulo recorrido por las máquinas era muy pequeño (23 º en las primeras y más tarde 35 º) y por tanto eran aptas para arrojar flechas que pesaban muy poco.


El lanzamiento de piedras exigía que el ángulo recorrido por los brazos fuera mucho mayor. La necesidad de alcanzar los 45 o 50 º llevó a la vuelta al sistema primitivo de dos armazones independientes y dio lugar a las máquinas palintonas. Los brazos de este último modelo, al recorrer un ángulo mayor, eran capaces de proporcionar un golpe poderoso. Su corredera debía ser también más ancha por el tamaño de los proyectiles a lanzar.


En la actualidad, Aitor Iriarte ha planteado la hipótesis de que en las máquinas palintonas los brazos batieran por el interior, con lo cual se conseguiría un ángulo de recorrido mayor. En este caso, la ballista griega pasaría de tener un recorrido de 55º a los 94º, lo que le proporcionaría casi el doble de potencia. En el caso de la ballista tardía de Hatra este hecho aún es mucho más exagerado, al pasar de 35º a 103º. Sin embargo, esta nueva teoría necesitará de una profunda discusión entre los investigadores (IRIARTE, 2003).


Pronto se consiguieron marcos más resistentes, gracias al ensanchado de los travesaños y a la colocación de agujeros en cada uno de ellos. Las palancas para torcer el tendón se colocaron sobre los agujeros y podía enroscarse la cuerda a través de estos agujeros - portadores.


Sin embargo, uno de los problemas radicaba en que tras ser disparada muchas veces la máquina, los resortes dejaban de estar en posición central y se clavaban en la madera, llegando a hacer inoperativas las máquinas. Este problema se solucionó con la introducción de arandelas, en número de 4.


Los cambios se sucedían rápidamente en estas máquinas de creación reciente. Algo que Heron no apunta en su obra y que resultó clave fue la modificación de las vigas de madera que contenían los resortes. Como era caro construir dos marcos sólidos y ensamblarlos con un armazón de madera, unieron los dos marcos independientes en una única estructura que tenía dos agujeros - portadores, cada uno con dos agujeros para el resorte y cuatro puntales verticales. Por medio de un perno y de las vigas pequeñas se aseguraba el extremo delantero entre los puntales centrales.


A pesar de estas mejoras, el tamaño y la distancia a que se arrojaban los proyectiles no variaron pues aunque las arandelas resistían muy bien el empuje de una tensión mayor, los brazos sólo permitían movimientos muy limitados. Por este motivo los agujeros - portadores se hicieron más anchos en el centro que en los extremos dando más recorrido a los brazos. Sin embargo, este recorrido no era suficiente para que las máquinas pudieran lanzar piedras con efectividad.
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Willy
 
como es el dicho.. desde que se invento la polvora?.. mas o menos lo mismo
willy excelente. es muy age of empires, pero muy bueno.
en King Arthur, muestran las primeras ballestas, en gladiador, los arpones, entre otras cosas. en "el reino de los cielos" las flechas con puntas envenenadas (no lo menciona) pero era una vuelta que le habian encontrado.

habria que subir unas fotos no?:yonofui:
 

Willypicapiedra

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Ataque químico

Un investigador de la Universidad de Leicester (Reino Unido) ha identificado la que parece ser evidencia arqueológica más antigua de guerra química encontrada hasta la fecha.
Data nada menos que del siglo III antes de Cristo en lo que hoy es Siria y cuyas víctimas fueron un grupo de soldados romanos a manos de los sasanidas persas.
En una reunión del Archeological Institute of America, el experto británico Simon James presentó argumentos al estilo 'CSI' en relación a una veintena de soldados romanos, cuyos restos fueron encontrados en una mina próxima a la ciudad de Dura-Europos, en Siria, según los cuales sus muertes no se produjeron por heridas de espada o lanza, sino por asfixia, motivada por un ataque con gas venenoso.
Dura-Europodos, una ciudad a orillas del Eufrates, fue conquistada por los romanos que instalaron allí una gran guarnición. Alrededor del 256 antes de Cristo, la ciudad fue sometida a un feroz asedio por un ejército enviado por el poderoso Imperio Sasánida. La dramática historia ha sido revelada por restos arqueológicos aunque no está descrita en textos. Las excavaciones durante los años 20 y 30 del siglo XX, relanzadas en los últimos años, han proporcionado descubrimientos truculentos.
Los sasánidas usaron todo el repertorio de antiguas técnicas de asedio para entrar en la ciudad, incluido el minado para reventar las murallas. Los defensores romanos respondieron con contraminas para frustrar estos ataques. En una de esas estrechas galerías se encontraron apilados hace 70 años los restos de un grupo de veinte soldados romanos con sus armas. El profesor James convirtió el lugar en una escena del crimen, en un intento de entender cómo murieron esos soldados.
BETÚN Y AZUFRE
"Es evidente que cuando colocaron contraminas en las minas, los romanos perdieron la lucha. Un cuidadoso análisis de la colocación de los cádaveres muestra que habían sido amontonados en la desembocadura de las contraminas por los persas, creando con sus víctimas una pared de cuerpos y órganos y manteniendo así a raya a los romanos", explica el profesor James. Esto puede explicar la colocación de los cuerpos pero, ¿cómo murieron los romanos? "Para los persas, matar a veinte personas en un espacio de menos de dos metros de alto y ancho, y alrededor de 11 metros de largo, requería poderes de combate sobrehumanos", añade.
Los restos encontrados revelaron que los persas utilizaron betún y cristales de azufre para asfixiar a los romanos en pocos segundos. Y es que cuando se encienden estos materiales, emiten densas nubes de gases de asfixia. "Los persas habrían escuchado a los romanos abriendo un tunel y les prepararon una desagradable sorpresa", explica James. La utilización de estos productos en un asedio con minas ha sido mencionado en textos clásicos. Además, de la evidencia arqueológica se deduce que los persas eran conocedores de esta forma de combate. "Seguramente ellos sabían esta táctica oscura", asegura el investigador.
Irónicamente, esta mina persa no consiguió tirar las murallas pero es evidente que los sasánidas irrumpieron de alguna manera en la ciduad. Las excavaciones recientes de James mostraron un sistema de catapultas listo para ser usado contra el interior de la ciudad. Los defensores y los habitantes fueron masacrados o deportados a Persia y la ciudad abandonada para siempre.
.
Los persas emplearon las primeras armas químicas en el siglo III
Europa press / El país

Publicado por Unhidalgo

Willy

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Página con muy buenos datos

http://remilitari.com/guias/artilleria1.htm

Willy
 

Willypicapiedra

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Edad Media

Las tácticas militares



Las batallas medievales fueron evolucionando desde desordenados enfrentamientos entre bandas armadas a batallas en las que se usaban tácticas y maniobras. Parte de esta evolución se debió al desarrollo de distintos tipos de soldados y armas, y al aprendizaje de su manejo. Los primeros ejércitos de la Alta Edad Media consistían en grupos de infantería. Al desarrollarse la caballería pesada, los mejores ejércitos pasaron a ser hordas de caballeros. Los soldados de infantería quedaron destinados a devastar las tierras de labranza y a realizar el trabajo pesado durante los asedios. Sin embargo, en el campo de batalla este tipo de soldado corría riesgos respecto a ambos bandos, al buscar los caballeros el enfrentamiento con sus enemigos en combates individuales. Esto era así principalmente a principios del periodo, cuando la infantería se constituía de siervos y de campesinos sin preparación. Los arqueros eran también útiles en los asedios, pero corrían igualmente el riesgo de ser arrollados en el campo de batalla.

A finales del siglo XV, los comandantes estaban haciendo progresos en disciplinar a sus caballeros y en lograr que sus tropas funcionasen en equipo. En el ejército inglés, los caballeros acabaron otorgando a regañadientes su respeto a los arqueros después de que éstos demostraran su valor en numerosos campos de batalla. La disciplina también mejoró al haber más caballeros que luchaban por dinero y menos que lo hicieran por el honor y la gloria. En Italia, los soldados mercenarios adquirieron fama por largas campañas en las que apenas se derramó sangre. Para entonces, los soldados de todos los rangos eran activos de valor que no debían desaprovecharse a la ligera. Los ejércitos feudales en busca de gloria se convirtieron en ejércitos profesionales más interesados en seguir viviendo para disfrutar la paga.

Las tácticas de la caballería

La caballería normalmente se organizaba en tres grupos, o divisiones, que eran lanzadas al combate una detrás de otra. La primera oleada debía abrirse paso entre el ejército enemigo o desbaratar sus filas para que la segunda o la tercera pudiesen hacerlo. Una vez que el enemigo se ponía a correr, comenzaban la matanza y la captura propiamente dichas.

En la práctica, los caballeros actuaban individualmente en detrimento de lo planeado por el comandante. El honor y la gloria eran los principales intereses de los caballeros, por lo que maniobraban para obtener posiciones de primera fila en la primera división. La victoria del ejército en el campo de batalla era un objetivo secundario al de su propia gloria. Batalla tras batalla, los caballeros cargaban tan pronto como veían al enemigo, desbaratando todo plan previsto.

En ocasiones, los comandantes desmontaban a sus caballeros para poder controlarlos mejor. Esta opción era bien acogida por las tropas menores, cuyas esperanzas en las luchas de embestida eran realmente pocas, por lo que aumentaba el vigor en el combate y la moral del soldado común. En este caso los caballeros, junto con soldados de infantería, luchaban tras estacas u otras construcciones defensivas que se diseñaban para minimizar el impacto de las cargas de la caballería.

Un ejemplo de conducta indisciplinada por parte de los caballeros fue la batalla de Crécy en 1346. El ejército francés superaba en mucho en número al inglés (40.000 contra 10.000), y tenía una cantidad mucho mayor de caballeros. Los ingleses se dividieron en tres grupos de arqueros protegidos por estacas. Entre los tres grupos había dos de caballeros desmontados. Un tercer grupo de caballeros sin montura permanecía en la reserva. El rey francés envió a los ballesteros mercenarios genoveses a contener al ejército enemigo mientras él trataba de organizar en tres grupos a sus propios caballeros. Sin embargo, las ballestas estaban mojadas y resultaron ineficaces. Por su parte, los caballeros franceses ignoraron los esfuerzos de su rey nada más divisar al enemigo, prorrumpiendo en frenéticos gritos de "¡Mueran! ¡Mueran! ¡Mueran!". Impacientándose con los ballesteros genoveses, el rey francés mandó cargar a sus caballeros, que arrollaron a su paso a los genoveses. Aunque la lucha se prolongó durante todo el día, los caballeros y arqueros ingleses, cuyas cuerdas de los arcos permanecían secas, derrotaron a la caballería francesa por la indisciplina con que combatió.

A finales de la Edad Media, el valor de la caballería pesada en el campo de batalla había descendido al nivel de los tiradores y la infantería. Para entonces, ya se había aprendido la inutilidad de cargar contra una infantería bien disciplinada y situada. Las reglas habían cambiado. Las estacas, trampas para caballos, y trincheras se empleaban con asiduidad para protegerse de las cargas de caballería. Las cargas contra filas masivas de piqueros y arqueros/artilleros dejaban como único resultado una pila de caballos y hombres destrozados. Los caballeros se vieron obligados a luchar a pie o a esperar una oportunidad propicia para cargar. Las cargas devastadoras eran aún posibles, pero sólo cuando el enemigo estaba en desbandada, desorganizado o fuera de sus temporales construcciones defensivas.


Las tácticas de la artillería

Durante la mayor parte de la Edad Media, las tropas de artillería estaban integradas por arqueros que manejaban alguno de los distintos tipos de arco. Al principio era el arco corto, después la ballesta y finalmente el arco largo. Los arqueros tenían la ventaja de poder matar y herir a enemigos a distancia sin participar en el combate cuerpo a cuerpo. El valor de este tipo de tropas era bien conocido en la antigüedad, pero las lecciones aprendidas se olvidaron temporalmente durante la Alta Edad Media. Los caballeros guerreros que tenían la tierra bajo su control detentaban el rango más alto, y su código exigía el combate cuerpo a cuerpo contra un enemigo importante. Matar a distancia con flechas era un deshonor para los caballeros, por lo que las clases dominantes se ocuparon poco de desarrollar este arma y de utilizarla eficazmente.

Sin embargo, con el tiempo se fue poniendo de manifiesto que los arqueros eran útiles y eficaces tanto para los asedios como para las batallas. Más y más ejércitos, aunque fuera a regañadientes, les hicieron sitio. La victoria decisiva de Guillermo I en Hastings en el año 1066 pudo deberse a sus arqueros, aunque los caballeros, como era tradición, se llevaron la mayor parte del crédito. Los anglosajones ocupaban una ladera, y estaban tan apiñados tras su barrera de escudos, que los caballeros normandos tenían grandes problemas para penetrarla. La lucha transcurrió durante todo el día. Finalmente los anglosajones se aventuraron a dejar su barrera de escudos, en parte para dar alcance a los arqueros normandos. Una vez fuera, los anglosajones abatidos con facilidad. Durante un tiempo, pareció que los normandos iban a perder, pero muchos piensan que los arqueros normandos estaban ganando la batalla. Un flechazo afortunado hirió de muerte a Harold, el rey anglosajón y, a partir de ese momento, la batalla concluyó rápidamente.

Los arqueros de infantería combatían en formaciones masivas de cientos e incluso miles de hombres. Dentro de un radio de acción de cien yardas, tanto los disparos con arco como los de las ballestas podían penetrar las armaduras. A esa distancia, los arqueros disparaban a objetivos individuales. Las consecuencias para el enemigo eran devastadoras, especialmente si no podían responder al ataque. En una situación ideal, los arqueros desbarataban la formación enemiga disparando durante algún tiempo. El enemigo podía estar a salvo de la caballería tras las estacas, pero no podía parar todas las flechas o saetas que le disparaban. Si el enemigo abandonaba sus defensas y cargaba contra los arqueros, la caballería pesada entraba en acción, a poder ser a tiempo de salvar a los arqueros. Si la formación enemiga no se movía de su sitio, podía acabar debilitándose hasta el punto de que la caballería pudiese cargar con eficacia.

A los arqueros se les animaba y subvencionaba activamente en Inglaterra ya que los ingleses, al librar batallas en el continente, estaban en desventaja en cuanto a número. Cuando los ingleses aprendieron a usar los grandes contingentes de arqueros, empezaron a ganar batallas a pesar de su inferioridad numérica. Los ingleses desarrollaron la táctica del aluvión de flechas aprovechando el arco de largo alcance. En lugar de disparar sobre objetivos individuales, lo hacían sobre el área ocupada por el enemigo. Disparando hasta seis flechas por minuto, tres mil arqueros podían arrojar 18.000 flechas contra una formación enemiga. Los efectos de tamaño aluvión en los hombres y caballos eran devastadores. Los caballeros franceses que luchaban en la guerra de los Cien Años, hablaban de que el cielo se teñía de negro y del ruido de los proyectiles en su trayectoria.

Los ballesteros adquirieron importancia en los ejércitos del continente, sobre todo en las milicias y ejércitos profesionales mantenidos por ciudades. Con un mínimo de entrenamiento, un ballestero se convertía un soldado eficaz.

En el siglo XIV, las primeras pistolas primitivas hacían su aparición en el campo de batalla. Cuando funcionaban, eran incluso más poderosas que los arcos.

El problema de emplear arqueros era protegerlos mientras disparaban. Para ser eficaces, tenían que estar relativamente cerca del frente enemigo. Los arqueros ingleses transportaban estacas que clavaban con mazos en el campo de batalla frente al objetivo de sus proyectiles. Estas estacas les prestaban cierta protección frente a la caballería enemiga. Ellos confiaban en el poder de su arsenal para rechazar a los arqueros enemigos. Si eran atacados por la infantería enemiga, se hallaban sin embargo en desventaja. Los arqueros llevaban un gran escudo apaisado al campo de batalla. Este escudo llevaba soportes y podía instalarse en forma de barrera tras la que parapetarse y poder disparar.

A finales del periodo, ballesteros y piqueros luchaban en equipo en formaciones combinadas. Los piqueros mantenían a raya a las tropas enemigas que luchaban cuerpo a cuerpo, mientras que los artilleros disparaban contra la formación enemiga. Estas formaciones mixtas aprendieron a moverse y de hecho a atacar. La caballería enemiga tenía que retirarse ante una fuerza combinada de piqueros y de ballesteros/pistoleros. Si el enemigo no podía responder con sus propias picas y proyectiles, probablemente tenía la batalla perdida.

Las tácticas de la infantería

En la Edad Media, la táctica de los soldados de infantería consistía sencillamente en acercarse al enemigo y descargar hachazos. Los francos arrojaban sus hachas justo antes de lanzarse sobre el enemigo. Los guerreros contaban con la fuerza y la ferocidad para vencer.

El ascenso de los caballeros colocó temporalmente a la infantería en un segundo plano, principalmente porque no existía una infantería bien disciplinada e instruida. En los primeros ejércitos medievales, los soldados que luchaban de infantería eran campesinos mal armados e instruidos en su mayor parte.

Los sajones y los vikingos desarrollaron una postura defensiva llamada el muro de escudos. Los hombres se colocaban de forma contigua y juntaban sus largos escudos para así formar una barrera. Esto servía para protegerlos de los arqueros y de la caballería, de los cuales carecía su ejército.

La infantería experimentó un resurgimiento en aquellas áreas que carecían de condiciones para formar tropas de caballería pesada, por ejemplo en los países de relieve accidentado como Suiza y Escocia, y en las ciudades en pendiente. Debido a la necesidad, estas dos partes encontraron formas de organizar ejércitos eficaces que incluían muy poca o ninguna caballería. Ambos grupos descubrieron que los caballos no cargarían contra una barrera de estacas afiladas o de puntiagudas lanzas. Una formación disciplinada de lanceros podía detener a la elite de la caballería pesada de los nobles y naciones de mayor poder, y todo ello por una mínima parte del coste que suponía una fuerza de caballería pesada.

Una formación schiltron era un círculo de lanceros que los escoceses comenzaron a emplear durante las guerras de independencia que se produjeron hacia finales del siglo XIII (las que se recreaban en la película <i>Bravehear<i>). Ellos descubrieron que el schiltron era una formación defensiva eficaz. Robert Bruce sólo presentaba batalla a los caballeros ingleses en terreno pantanoso, lo que dificultaba notablemente la carga de la caballería pesada.

Los suizos adquirieron renombre en la lucha de picas. Básicamente revivieron la falange griega y llegaron a adquirir una gran pericia en el combate con largas armas de palo. Lo que hacían era formar un escuadrón de piqueros. Las cuatro filas exteriores sujetaban las picas a una altura similar, apuntando algo hacia abajo. Esto creaba una barrera eficaz contra la caballería. Las filas de la retaguardia usaban armas de palo acuchillado para hacer frente a los enemigos que se acercaban a la formación. Los suizos estaban entrenados hasta tal punto que eran capaces moverse en formación con relativa rapidez. Ellos convirtieron una formación defensiva en una fuerza de ataque de igual eficacia.

La respuesta frente a los compactos grupos de piqueros era la artillería, que rompía las filas de estas densas formaciones. Los españoles parecen haber sido los primeros en lograrlo de forma eficaz. Los españoles combatían también con pericia a los piqueros mediante espadachines con escudos. Se trataba de hombres ligeramente armados que podían penetrar entre las picas y luchar eficazmente con sus cortas armas. Su defensa era un pequeño y manejable escudo. Al final de la Edad Media, los españoles fueron también los primeros en experimentar combinando, en una misma formación, a piqueros, espadachines y pistoleros. El resultado fue una eficaz formación capaz de enfrentarse a las distintas armas en varios terrenos, tanto en la defensa como en el ataque. A finales del periodo medieval, los españoles eran la fuerza militar más eficaz de Europa.

http://usuarios.lycos.es/CAUAS/id20.htm (fuente)

Willy
 

AleDucat

Colaborador
Debemos reconocer ante todo que una de las actitudes más viejas del hombre es la de la guerra, es decir, no conocemos ningún pueblo de la Antigüedad que no haya aplicado sus técnicas en la guerra.

Por eso soy político...

No es, acaso, la política la continuación de la guerra por otros medios? :D
 
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