Alto Chiza, desierto de la I Región:
Recuperan restos de avión LAN que tuvo aterrizaje forzoso en 1939
Partes del aparato fueron clasificadas y desarmadas para conservarlo en el Museo Aeronáutico y del Espacio.
NARCISO DONOSO, PABLO REED
IQUIQUE.- Con su nariz apuntando al norte y la estructura alar todavía erguida, tal como quedara hace 68 años, se encontraba aún el avión Fairchild FC-2 de la Línea Aérea Nacional, accidentado el 24 de febrero de 1939 en el sector de Alto Chiza, 114 km al noreste de Iquique.
La nave era piloteada por Luis Carmona Lopehandía. Cuando transportaba un pasajero y carga entre Iquique y Arica, el aparato sufrió un desperfecto en su motor, en vuelo sobre las quebradas de Camarones y Chiueloza, debiendo aterrizar de emergencia. Ambos sobrevivientes tuvieron que caminar dos días por el desierto antes de ser rescatados por carabineros en mulas.
En 2005, dos oficiales de la FACh, el comandante de grupo (A) Jorge Gebauer Bittner y el comandante de escuadrilla (A) Arnoldo Toledo Malinowsky, encontraron la aeronave cuando exploraban el desierto en motos todoterreno.
Las coordenadas del hallazgo, 19º,10'28 sur y 70º,04'59 oeste, fueron notificadas al Museo Nacional Aeronáutico y del Espacio (MNAE), dándose inicio a un operativo con vistas a su recuperación.
Entre el 23 y 25 de abril pasado el director del museo, Ricardo Gutiérrez, caminó durante seis horas hasta llegar al lugar donde se encontraban los restos para evaluar su recuperación, la que finalmente se inició ayer.
Gutiérrez y el ingeniero aeronáutico Mario Magliocchetti -junto a los mecánicos de aviación David Muñoz, Marcos Contreras, Harold Aglony y Carlos Salazar- dieron inicio a la clasificación y desarme de la estructura, para el transporte de las partes en helicóptero hasta el Grupo de Aviación Nº 1, en la I Brigada Aérea, y posteriormente traerlas a Santiago.
El monomotor Fairchild FC-2 era una de las seis aeronaves adquiridas en 1929 por el Servicio Aéreo del Ejército, que posteriormente se destinaron a la Línea Aeropostal Santiago-Arica, que el 21 de julio de 1932 pasaría a llamarse Línea Aérea Nacional. El aparato disponía de un motor Wright J-4 de 225 HP, fuselaje metálico, alas de madera de 18 metros de envergadura con cobertura de lino inglés. Alcanzaba una velocidad máxima de 216 km/h y una velocidad crucero de 174 km/h, con un techo de vuelo de 5.900 metros y un peso de 1.260 kilos vacío.
Los hijos del piloto Luis Carmona Lopehandía, Luis y Javier Carmona Benett, heredaron la pasión de su padre y pilotearon aparatos de LAN Chile.
Según relataron, su padre estaba asignado a cubrir la ruta Antofagasta-Tocopilla-Iquique-Arica. El día del accidente transportaba un pasajero, y al fallar el motor, la aeronave perdió sustentación, debiendo aterrizar de emergencia en la zona de Alto Chiza, a unos 1.100 metros sobre el nivel del mar.
Durante el aterrizaje se averió la radio, impidiendo la comunicación inmediata por este medio. Para lograr ser ubicados, los sobrevivientes escribieron sobre un cerro la palabra "Agua". Al llegar a un poste telegráfico cortaron la línea para obligar así a que acudieran a su reparación. A la búsqueda se sumó el hermano de Luis Carmona, también piloto, quien logró ubicarlos al sobrevolar la zona, arrojándoles un receptáculo con agua, el que desgraciadamente se rompió al tocar tierra.
De su ubicación informó a los equipos de rebúsqueda, lo que posibilitó que una patrulla de Carabineros montada en mulas lograra llegar hasta ellos.
Sesenta y ocho años más tarde, bajo la tela del ala enterrada del aparato, se encontró un ejemplar del diario "El Tarapacá" de fecha 23 de febrero de 1939, posiblemente propiedad de los tripulantes del malogrado vuelo.
Emocionado recuerdo de los años heroicos
Hasta 1955 estuvo en LAN Luis Carmona Lopehandía, quien falleció en 2001.
Su hijo Luis recordó que después del accidente su padre avistó en más de una ocasión los restos del avión siniestrado. "A él le habría gustado ver tanto interés por los restos del avión", sobre todo cuando era difícil creer que quedara algo después de tanto tiempo.
Eran años heroicos para la aviación, recordó, y su padre debió echar mano a toda su pericia para aterrizar a la menor velocidad posible. Para ello quebró deliberadamente el tren de aterrizaje, lo que se puede constatar en los restos encontrados.
Los hermanos Carmona están claramente emocionados por el hallazgo y esperan poder ayudar en la recuperación de esta pieza para el museo.